La Herencia Lectura Bíblica: Génesis 25:1-34 Objetivo: Ayudar al niño a: Apreciar, recibir y transmitir la herencia que Dios nos ha dejado. Saber que la herencia de Dios a sus hijos es Cristo. Para Recordar. En la clase pasada aprendimos que cuando estamos alejados de Cristo no nos damos cuenta que estamos en guerra con Dios, porque nuestra relación está rota a causa del pecado, y eso nos hace ser enemigos de Dios y nos mantiene en guerra con Él. (Mateo 12:30) Una guerra es un enfrentamiento o lucha entre personas con la decisión de ser el vencedor. Por eso Jesús vino a traer la paz. Cuando los discípulos de Jesús estaban muy preocupados por lo que Jesús les había dicho que pronto iba a suceder. El los consuela diciéndoles "la paz les dejo, mi paz les doy”. Paz es unir dos cosas que están separadas. Cristo es quien nos ha unido con Dios restaurando nuestra relación. Para tener la paz de Dios primero debemos tener paz con Dios. Para hacer la paz con Dios debemos reconocer que estamos separados de Dios y recibir a Jesús como Señor y Salvador. Cuando hacemos esto, Jesús pone orden en nuestra relación con Dios y la une. Al poner nuestra fe en el sacrificio de Jesús en la cruz somos declarados inocentes y tenemos paz con Dios. El principal beneficio que trae la paz de Cristo a sus discípulos es que dejamos de ser enemigos de Dios ¡se acabo la guerra! Ahora, tenemos una relación de armonía con el Padre que se llama comunión. (2 Co5:17-21) La herencia más importante que Jesús dejo a sus discípulos es la paz, y todo lo dejó claramente especificado en su testamento, es decir en su Palabra. No es posible tener la paz de Cristo sin obedecer su palabra. La paz que Jesús da a sus discípulos es diferente a la paz que desean tener las personas que aman el mundo, porque el mundo está controlado por Satanás. El mundo no puede dar la paz verdadera, porque es una paz que viene al evitar problemas o de poner la confianza en las cosas del mundo, como el dinero o la sabiduría humana. Las personas que ponen su confianza en estas cosas solo heredarán la ira de Dios. La paz de Dios es verdadera y eterna y trae gozo y seguridad a nuestro corazón sin importar los problemas (Juan 16:33) Versículo anterior: “Jesús dijo: La paz os dejo, mi paz os doy” Juan 14:27 Versículo de hoy: “si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” Gálatas 3:29 (NVI) Desarrollo del Tema: En la clase de hoy continuaremos hablando de la herencia de Dios para sus hijos. Se le llama herencia a la transmisión de bienes materiales o no materiales que deja una persona a sus descendientes. En esta ocasión hablaremos de Abraham y su familia. A Abraham se le conoce como el “padre de la fe”, porque el confió en la promesa que Dios le hizo. (Génesis 15:5) Dios prometió bendecir a Abraham y darle muchísimos descendientes, es decir muchos hijos, nietos y bisnietos a quien amar y a quien trasmitir su herencia, que no solo consistía en cosas materiales sino en la bendición del Señor. (Romanos 4:18) Esto parecía imposible para Abraham pues tenía casi cien años y su esposa Sara no podía tener hijos, pero nunca dejó de confiar en Dios. Así que un día Abraham y Sara tuvieron un hijo, después murió Sara y Abraham volvió a casarse y tuvo más hijos. (Gálatas. 3:29). Abraham era un hombre muy rico y antes de morir repartió su herencia entre sus hijos. A su hijo Isaac le dio todos sus bienes y a sus demás hijos les dio regalos y los mandó a vivir muy lejos de Isaac. Isaac no sólo recibió bienes materiales, pues Abraham enseñó a Isaac a tener confianza en Dios y a amarlo. Después de que murió Abraham, Isaac recibió la bendición del Señor y las promesas que Dios dio a Abraham, que es más valiosa que cualquier tesoro. Isaac se casó con Rebeca y ellos tuvieron dos hijos, Esaú y Jacob. Esaú por ser el hijo mayor o primogénito, tenía un derecho muy valioso, el debía heredar la bendición de su padre Isaac y muchas cosas buenas que su padre deseaba darle. Un día Jacob le tendió una trampa a su hermano Esaú, para tener la bendición especial de su Padre Isaac. Pero a Esaú no le interesaba la bendición, ni apreció lo importante que era, así que rechazó este privilegio que era muy valioso y que debía conservar, por un plato de comida, que después de que lo comió ya no estaba y pronto volvería a tener hambre. Una de las cosas buenas de Jacob era que amaba y obedecía a Dios, aunque no siempre dijo la verdad y engañó a su padre Isaac para recibir la bendición prometida por Dios y que le correspondía al hijo mayor. Todos sabemos que hay cosas importantes, tenemos que escoger entre obedecer a Dios como Abraham e Isaac o rechazarlo como lo hizo Esaú. Lo más importante es la herencia que Dios nos ha dejado. Esa herencia es Jesús, y debemos transmitirla a otros.