Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: semanariovirtual@viva.org.co www.viva.org.co Toque de queda para menores de edad: una vulneración a los derechos humanos Max Yuri Gil Ramírez Sociólogo Universidad de Antioquia e investigador social En las últimas semanas, el Gobernador de Antioquia Luis Pérez Gutiérrez y altos mandos de la Policía en Antioquia han venido impulsando la aplicación de la medida de toque de queda nocturno para menores de edad en varias regiones del Departamento, con el argumento que es una acción que busca su protección para evitar que sean utilizados por grupos armados ilegales en actividades delictivas, en especial, en acciones de microtráfico. La medida ya se aplica en los municipios del oriente antioqueño y en cuatro localidades del Valle de Aburrá: Bello, Itagüí, Envigado y Sabaneta y el Comandante de la Policía Metropolitana, Gerardo Acevedo la propuso esta semana para Medellín, ante lo cual las autoridades de la ciudad manifestaron su disposición a estudiar su aplicación. Con respecto a esta iniciativa, quiero plantear algunas objeciones, las primeras de fondo y las segundas más de procedimiento. Con respecto a las primeras, creo que persisten las autoridades en la práctica de confrontar las acciones en materia de inseguridad con medidas basadas en la restricción de las libertades, manteniendo la noción errónea de que entre seguridad y derechos humanos hay una relación de exclusión, que si la ciudadanía quiere seguridad debe renunciar a la plena vigencia de los mismos. Entre derechos humanos y seguridad no hay una disyuntiva sino una relación de mutua complementariedad, pues lo mejor para que haya seguridad en un sentido integral es que las autoridades se encarguen de garantizar el pleno acatamiento a las normas de derechos humanos y desistir de aplicar medidas que los vulneren, en este caso a la libertad y la circulación de los menores de edad. En el mundo contemporáneo ha hecho carrera que los gobiernos restrinjan los derechos de las personas en nombre de la seguridad, lo cual es aún más evidente en un país como Colombia, donde la noción de derechos humanos es demasiado débil y estos son asociados, tanto por algunas autoridades como por sectores de la ciudadanía; con prerrogativas en favor de la delincuencia. Ante esta situación, se debe insistir en que un ordenamiento democrático, las autoridades estatales deben caracterizarse por el más profundo respeto a los derechos humanos y abstenerse de promover medidas contrarias a estos principios que son esenciales, máxime en una sociedad como la nuestra, acostumbrada a que se vulneren los derechos por parte tanto de agentes estatales como de grupos armados ilegales. En consecuencia, argumentar que el toque de queda se hace con base en la necesidad de proteger los derechos humanos de los menores de edad, para que no sean utilizados para actividades delictivas no puede ser la justificación para la implementación de medidas de restricción a las libertades, contrarias a un ordenamiento democrático. Ahora bien, desde el punto de vista procedimental, la medida es inocua, no sirve para lo que se propone y sólo busca un efecto mediático, generar la sensación de que se está gobernando con mano firme y que de esta manera se está combatiendo la acción de grupos armados ilegales. Centrar la lucha contra el microtráfico en la restricción de la circulación de menores de edad en horas de la noche es buscar el remedio donde no está, o peor aún, evitar el desarrollo de acciones que debiliten de manera real el accionar de estos grupos. Si las autoridades civiles y policiales del Departamento de Antioquia quieren de verdad afectar el accionar de las estructuras criminales que tienen en el microtráfico una de sus fuentes principales de ingresos, los esfuerzos deben estar encaminados a desmantelar sus redes de abastecimiento, de procesamiento y de blanqueo de capitales, así como sus nexos con sectores económicos, políticos, sociales e institucionales que les han permitido por años actuar en medio de la mayor impunidad. Esto, junto a programas serios de prevención y tratamiento de las adicciones como un asunto de salud pública, pueden ser más eficaces que el toque de queda para menores de edad en horario nocturno. Centrar el accionar contra estas organizaciones en el eslabón más débil de la cadena como son los menores que participan en actividades de transporte, expendio y vigilancia de las plazas de vicio es equivocar el tratamiento, y evadir los graves problemas de corrupción e ineficacia de las autoridades encargadas de la lucha contra la criminalidad, en especial de la fuerza pública y la Fiscalía. Además, es una medida retórica, que hace parte de la tendencia del populismo punitivo que cree que operativos policiales para titulares de prensa, la cárcel y el aumento de las penas es un remedio eficaz contra el delito, acciones que solo fortalecen el autoritarismo y la estigmatización sobre los jóvenes. Si se quiere afectar y debilitar el poder criminal, hay que atacar las estructuras de poder organizadas que se benefician de las rentas criminales, pero creo que las autoridades prefieren irse por las ramas atacando las expresiones secundarias de la cadena criminal. Edición 485 – Semana del 4 al 10 de Marzo de 2016