EL SURGIMIENTO DE LA ORGANIZACIÓN CORPORATIVA EN LA UNIVERSIDAD MEDIEVAL Lorenzo Mario Luna Díaz I Al comenzar a estudiar la Real Universidad de México en el siglo XVI, uno de los aspectos más interesantes de la historia de esta institución me pareció el desarrollo de su carácter corporativo. Tal organización le estaba dada por tradición y por el hecho de estar fundada legalmente conforme al modelo salmantino. Sin embargo, parece probable que algunos de los rasgos propios de su organización corporativa llegarían a ser indeseables para las autoridades públicas. Siendo la Universidad una institución tan típicamente medieval y estando su carácter corporativo tan íntimamente ligado a la historia de esa época, creo que adentrarme en el estudio de la universidad medieval puede proporcionar puntos importantes de referencia para comprender mejor a nuestra universidad colonial Tal vez surjan de aquí orientaciones metodológicas. Por lo menos, el señalamiento de rasgos similares o dispares ayudaría a entender de qué manera las universidades se integraban a su medio social en la Edad Media, y cómo lo hacían en el siglo XVI a una sociedad colonial Así pues, el lector no encontrará en este escrito una contribución original al estudio de la universidad medieval, empresa que seria muy difícil dada la escasez de los recursos bibliográficos y documentales de que se dispone en nuestro medio. El objetivo se limita a destacar los aspectos corporativos manifiestos en el surgimiento de las universidades de Bolonia y París; en los siglos XII y XIII. De esta manera, se espera ofrecer una perspectiva de investigación sobre la universidad novohispana que, pese a su importancia, no ha sido tenida en cuenta. II ¿Cómo surge la liga entre la enseñanza y el movimiento gremial? El establecimiento de la feudalidad implicaba la creación de entidades semiautónomas con una gran libertad para organizarse localmente: los señorios feudales, las casas monásticas, las iglesias locales, las ciudades, forjan "costumbres" propias. En las ciudades, que empiezan a vigorizarse en el siglo XII, la organización gremial es desarrollada por las actividades artesanales y comerciales. La aparición de la universitas scholarium es un aspecto más de ese proceso general. Es frecuente, al hablar de la organización social de Europa durante la Edad Media, que se haga hincapié en las relaciones de dependencia, de carácter jerárquico y vertical. Y sin embargo, no se apreciará correctamente la textura de la sociedad medieval si no se toman en cuenta los nexos que la atraviesan en sentido horizontal. Durante la Alta Edad Media proliferaron las "conjuraciones", las cofradías que ofrecían una solidaridad y una protección que llenaba en parte el hueco dejado por la desaparición del estado romano en Occidente. La legislación romana había prohibido tales asociaciones (universitates), excepción hecha de aquellas que se consideraban de utilidad pública, y las cuales el propio Estado fundaba. La Iglesia, fiel a su romanismo, va a otorgar su sanción a algunas de ellas y condenar al resto; pero la prohibición reiterada permite juzgar de su poca eficacia.1 El fortalecimiento de las ciudades dará nuevo empuje a esas formas de organización, y entre ellas a las escolares. El término “universidad” indica, pues, de manera general, una comunidad y, en un sentido más técnico, las asociaciones o corporaciones aprobadas por la autoridad pública. 2 Ahora, ¿qué tenía que ver un “estudio” con las prácticas gremiales? En Italia, donde aparecen estos centros, la educación superior está muy ligada a la enseñanza del derecho y no depende de las escuelas catedralicias como en otros lugares. 3 La costumbre era que un grupo de jóvenes deseosos de prepararse para la abogacía se acercara a alguno de los hombres destacados de esta profesión para que les enseñase el oficio. Se formaron así relaciones muy similares a las establecidas por los contratos entre los aprendices y los maestros de los gremios. “Quien quería aprender un oficio se ponía de acuerdo con un ‘maestro’ que lo acogía en su casa y en su tienda, se comprometía a alimentarlo y vestirlo y a enseñarle el oficio, y recibía un pago compensatorio de los padres del muchacho; éstos autorizaban al maestro a castigarlo cuando lo ameritara y se 1 Dhondt, Jan, La alta Edad Medía, México, Siglo XXI Editores, 1971 (Historia Universal, siglo XXl, vol. 10), pp. 111-113. Rashdall, Hastings, The Univeisities of Europe in the Mliddíe Ages, De. Por F. NI. Powicke y A. B. Enideni. London, Oxford University Press, 1958, vol. 1, pp. 4 y, 5. 3 Fasoli, Gina, Per la storia dell universitá di Bologna nel medioevo, Bologna, De. Profr. Ricardo Patrón, 1970, pp. 102-105. 2 comprometían a resarcirlo de los daños que eventualmente el muchacho ocasionara al maestro; estos acuerdos se precisaban en un documento notarial.”4 También los “doctores” se comprometían a enseñar a los estudiantes a cambio de un estipendio. Esto fue frecuentísimo en Pavía, donde el estudio nace ligado al Palatiun en el que los “doctores” ejercían su práctica. Y de la misma manera ocurre en Bolonia. Aunque en Bolonia existía una escuela episcopal, la enseñanza del derecho no estuvo al principio unida a ella, excepto en el sentido de que muchos estudiantes habían obtenido ahí la educación básica. En los siglos XI y XII, los doctores enseñaban auctoritate sua, “por su propia autoridad”. No dependían pues de la “licencia para enseñar”, licentia docendí, del obispo. Los profesores ejercían la enseñanza privada con alumnos reunidos en torno suyo mediante contrato. Los profesores solían cambiar de ciudad seguidos por sus estudiantes. Y éstos podían dejarlos al término del plazo estipulado. Puede apreciarse que, aunque existe una forma de “sociedad” entre maestro y estudiantes, no hay universitas. Si es significativa, por otra parte, la cercanía con ciertas prácticas gremiales. Ahora bien, en los gremios esas prácticas incluían la tendencia al monopolio sobre la producción o venta de un bien específico, la organización para ejercer ese control y el despertar de una conciencia común basada en una práctica común. ¿Podemos encontrar estas características en los escolares del siglo XII? III El maestro se muestra como alguien que enseña un oficio; es un hombre de negocios, pudiéramos decir. También él tiene una mercancía que vender: su ciencia. Es en este punto que se abre una diferencia fundamental respecto de la concepción prevaleciente en ese momento sobre la ciencia y la enseñanza. Aquí está la piedra de toque de la conciencia corporativa de la universidad y la clave de las disputas entre monacales y escolares. De acuerdo con la concepción cristiana, la ciencia es un don de Dios. Gratuitamente había sido otorgada y gratuitamente debía dispensarse. San Bernardo se escandalizaba de verla hecha objeto de comercio: “Hay algunos que desean aprender para vender su ciencia, la ciencia por el salario, por los honores, y es torpe, ganancia”. 5 Para el abad de Claraval, la única Schola Christi es el claustro monástico. La ciencia que allí se enseña es una sabiduría de la salvación. Es un saber de Dios y, ciertamente, del mundo creado por él, pero su objetivo es producir una transformación en el que la adquiere para llevarlo a la salvación. ¿Cómo, pues, atreverse a vender algo tan sin precio? ¿No están traficando estos “comerciantes de palabras” (venditores veborum) con bienes espirituales, cometiendo simonía? Para el siglo XIII, el comercio de la enseñanza es un hecho ampliamente aceptado. No cobran por su ciencia sino por su trabajo: potest accipere collectam pro laboribus ssis.6 Así lo aceptan Santo Tomás y el jurista San Raymundo de Peñafort. En opinión de Jacques Le Goff7 la conciencia profesional despunta claramente con Abelardo. Proveniente de una familia de la pequeña nobleza, su gusto por las letras lo hace renunciar a la carrera de las armas, sin que por ello se sienta inclinado al monacato. Era una sociedad que no ofrecía demasiadas opciones y, no obstante, estaba ya abierta la posibilidad de la práctica de la enseñanza. Abelardo lo dice: “En aquel tiempo, una intolerable pobreza me forzó más que nunca en la dirección de una escuela, ya que yo era incapaz de trabajar la tierra y me avergonzaba mendigar. Regresando, por lo tanto, al único oficio que conocía, me vi forzado a alejarme del trabajo manual para hacer uso de mi lengua”.8 Se renuncia a un modo de vida con el fin de seguir una vocación: “serás maestro para la eternidad” (Tu eris magister in aeternum). Entonces, a partir de tal vocación, y aprovechando las oportunidades que la expansión de la sociedad medieval abre en el siglo XII, se creará también un modo especial de vida. Es un grupo social nuevo. Hasta cierto punto, se integra a los laboratores y mercatores, aunque asimismo se separa de ellos. De los laboratores porque, como dice Abelardo, son incapaces de trabajar la tierra. Circunstancia que se transformara en orgullo de casta: “No soy un trabajador manual”, exclama Rutebeuf, y Santo Tomás lo sancionará en su Contra impugnantes. “Cuando verdaderamente, algunos no se retraen por el trabajo manual de alguna ocupación más útil, es mejor trabajar con las manos, para que de ello pueda satisfacerse a sí, y dar a otros... Pero cuando por el trabajo manual se vean impedidos de alguna obra más útil, entonces es mejor abstenerse de él...” 9 4 . Ibidem, p. 51, n. 1, Apud C. G. Mor, “Gil incunaboli del contratto di apprendistato", en Archivio Giurídico, vol. 166 (1964), pp. 9-45. Le Goff, Jacques, “Acadcmic Expenses at Paduain thc Fifteenth Centurv”, en Time Work and Culture in the MiddIe Ages, Chicago, The University of Chicago Press, 1982. 6 Ibidem, n. 13. 7 Ibidem. 8 Le Goff, How did the Medieval Uníversity Conceive of it Self en op. cit., pp. 123 y ss. 9 Ibidem, p. 125, n. 4:Quanto enim aliquis per laborem rnanuum non retrahitur ab aliquo utillori opere, melius est manibus laborare, ut exinde possit sibi sufficere, et aliis ministrare... Quanto autrn per laboren mamuum aliquis ab utiliore opere impeditur, tunc melis est a labore manuum abstinere... sicut patet per exemplum Apostolo, qui ab opere cessabat, quando praedicandi opportuniatsten habebat. Facilis auten impedirentur moderni praedicatores a prae-dicatione per laborem manuum quam Apostoli, qui ex inspiratione scientiam predicandi habebant; cum oporteat praedicatores rnodderni temporis ex continuo estudio ad praedicandos paratos esse. * Se conoce el nombre de “auténtica” cierto tipo de disposición legal expedida por la cancillería Imperial. 5 De los mercatores porque, si bien como ellos no son trabajadores manuales, su oficio tiene que ver con la ciencia, y es de utilidad pública de una forma más eminente. Su saber es útil para gobernara la república. Así lo muestra la auténtica* Habita. Por su ciencia "se ilumina el mundo [y] la vida de los súbditos es edificada para la obediencia de Dios y de Nosotros, sus ministros”.10 En forma similar se expresa la Segunda Partida: “E porque de los omes sabios, los omes e las tierras e los reynos se aprovechan e se guardan, e se guían, por el consejo de ellos ...“. 11 La consideración que por ello se les debe tener se muestra en la concesión de un fuero especial mucho más amplio que la jurisdicción interna que los maestros de los gremios podían ejercer. Llegarán a tener, especialmente los juristas, una posición exaltada. Por ejemplo, la ley VIII del mismo título XXXI de la Segunda Partida da categoría de condes a quienes hayan enseñado derecho por veinte años. Fl grupo toma conciencia de su posición especial y produce una ética particular, una ética profesional. El philosophus (en quien Le Goff ve más acusado el fenómeno) hace de la magnanimidad (magnanimitas) su virtud central, y la opone a la humildad (humilitas) de los monjes.12 También los monjes (o algunos entre ellos), se dedicaban a la enseñanza y la especulación. Pero los maestros pretenden dedicarse a ella en forma especializada. Y de esa forma de vida surge el ideal de la magnanimidad, valor propiamente humano de inspiración aristotélica: ideal profesional. Su fin es el conocimiento que puede adquirirse mediante las artes, las disciplinas; es decir, mediante el uso de la razón. En las proposiciones de Sigerio de Brabante condenadas en 1277 se dice: “Todo el bien del hombre reside en las virtudes intelectuales”. “Los únicos sabios en el mundo son los filósofos". “Nuestro intelecto puede, por medio de sus dotes naturales, alcanzar el conocimiento de la causa primera. 13 Honorio Augustodunense afirma que “el exilio del hombre es la ignorancia; su patria es la ciencia”, y en otra parte: “No hay ninguna otra autoridad que la verdad probada por la razón”.14 Contestando a quienes se escandalizan de la discusión escolástica de los temas teológicos, Guillermo de Conches dice: “Ignorando las fuerzas de la naturaleza, quieren que nos mantengamos atados a su ignorancia, nos rehusan el derecho a la investigación, y nos condenan a quedarnos como rústicos en una creencia sin inteligencia”.15 Y se llega a decir que “el estado del filósofo es más perfecto que el estado del príncipe” (Status philosophi perfectior est statu principis).16 Una actividad especial, un modo de vida particular, unos valores peculiares caracterizan a los escolares que buscarán crearse un espacio que garantice su existencia. La aceptación de¡ modelo corporativo de organización, de la universitas permitirá definir ese espacio frente a la Iglesia y las autoridades públicas seculares, y también de cara al resto de la sociedad. Mediante esta forma de organización, se controló el otorgamiento de los grados académicos, que aseguraban el monopolio del gremio, sobre su actividad profesional. Para que ese modo peculiar de vida cuajara en una institución, era preciso la sanción de la ley. Se requería el otorgamiento de unos derechos en los que confluyeran los distintos elementos propios de ese grupo, derechos en torno a los cuales se constituyera el grupo como tal. IV La auténtica Habita de Federico Barbarroja marca un hito importantísimo en el desarrollo del Estudio boniense, y por su intermedio, del desarrollo general de las universidades. Dicho decreto, que al parecer confirma y extiende una disposición de 1155, concede a los escolares que deben abandonar sus lugares en busca de la ciencia, la protección imperial: Omnibus qui causa studiorum peregrinantur scholaribus.17 Es de notarse que es una concesión de carácter general y no el otorgamiento de un fuero particular a la ciudad o al estudio de Bolonia. Como es sabido, los extranjeros no tenían asegurada la protección de las leyes locales. La auténtica de Barbarroja pone bajo la protección de una ley especial a los escolares, y a sus mensajeros, para que habiten con seguridad en los lugares donde haya Estudio, o cuando vayan o regresen de ellos: ut ad loca, in quibus literarum exercentur studia, tan ipsi quam eorum nunili veniant et habitent in eis securi.18 Los magistrados y jueces deben garantizar dicha seguridad. Si así no lo hicieren, incurrirán en pena de deposición e infamia, y deberán restituir y compensar por los daños de su propio peculio: Restitutionem rerum ablatarum ab omnibus exigendam in quadruplum, notaque ínfamte ípso iure irrogata, dignitate sua careant in perpetuum. 19 10 Fasoli, op. cit., pp. 177 y 78. Reproduce el texto íntegro latino de la auténtica. Alfonso X, Las siete partidas del sabio rey Alfonso el nono, nuevamente glosadas por el licenciado Gregorio López del Consejo Real de Indias de su Majestad edición facsimilar de la impresión de Salamanca, Andrea Portondris, 1555. vol. 1, p. 114. 12 Le Golf, How did..., pp. 129-130. 13 Ibidem. 14 Ibidem, Les intellectuels and Money Age, Editions du Seuil, Le Temps qui Court 3, París, 1957. p, 59. 15 Ibidem, p. 54. 16 Ibidem, How to did... p. 130. n. 48. 17 Fasoli, op. cú- pp. 117 y 118, 18 Ibidem. 19 Ibidem. 11 Una de las arbitrariedades a que estaban sujetos los extranjeros consistía en la posibilidad para un ciudadano de resarcirse en sus bienes y persona de las injurias y daños ocasionados por un paisano del extranjero. La Habita defiende a los escolares de esa práctica introducida por perversa costumbre: Hac igitur generali lege in eternum valitura decrevimus, ut nullus de cetero lam audax inveniatur, qui aliquam scolaribus injuriam inferre presumat, nec ob alterius elusdem provincie debitum, [...] aliquod dampnum eis inferat.20 Por último, se concede a los estudiantes una jurisdicción especial, semejante a la que gozaban los eclesiásticos. Cuando alguien entablara pleito judicial con alguno de ellos, los estudiantes tenían la opción de ser juzgados por sus maestros o por el obispo de la ciudad, al que se le otorga jurisdicción en esos casos. En caso de que quisieran forzarlos a aparecer delante del juez ordinario, la otra parte perdería el caso: Si eis litem super aliquo negoiío quispiam movere voluerit, huius reioptione data scolaribus, eos coram domino aut magistro suo vel ipsius civitatis episcopo, quibus in hoc iurisdiclionem dedimus, convenirat. Qui vero ad alium indecem eos trahere templaverit, causa, etiam si justísima fuerit, pro tali conamine cadat.21 Varios puntos son dignos de mención. Es de notarse primero que, como se señalaba más arriba, el privilegio va más allá de la jurisdicción concedida a los gremios. Segundo, la auténtica no dispone nada acerca de los maestros (que en el caso de Bolonia no serán miembros de la universitas). Tercero, que la jurisdicción no está expresamente limitada a la baja justicia o a cuestiones civiles. Y, por último, que la fuente de donde mana la concesión es de naturaleza secular; incluso la jurisdicción del obispo está dada por el emperador, no es una derivación del derecho de supervisión que ejercían los obispos sobre las escuelas catedralicias. La mera concesión de esos derechos, desde luego, no hizo aparecer la corporación. ¿Cómo, pues, se llega a la constitución de la universitas scholarium? La política de la Communa boloésa parece haber sido un factor catalizador, al entreverse con la gran contienda política de la época, la pugna del Papado y el Imperio. La existencia de un Studium generale representaba para la ciudad donde se localizaba algunos beneficios de importancia. Hacía que llegara una población numerosa que requería de los servicios producidos por la ciudad y pagaba por ellos (por ejemplo, en Oxford parece haber habido alrededor de 1,500 escolares en 1380-81, en una población de 5,000 ó 5,500 habitantes.22 Se facilitaban los contactos con otros lugares en una época de expansión comercial. Ponían a la mano un personal técnico y un talento al que se podía recurrir fácilmente. Y no menos importante, eran una fuente de prestigio. Todas esas ventajas podían ser puestas en peligro por la molesta costumbre de los maestros de trasladarse de lugar y llevar consigo a sus estudiantes. Después de todo, las condiciones que hacían atractiva una ciudad como centro de estudio eran circunstanciales, y la más importante de ellas era el prestigio de los profesores. Varios Estudios nuevos surgieron por secesión de escolares de centros ya establecidos (Padua, Cambridge, etc.). Siguiendo substancialmente el relato de G. Fasoli23 -que mejora al respecto la información de Rashdall- expongo brevemente el conflicto entre la Comuna de Bolonia y la universidad, pues fue al calor de esas luchas que se le dio ser y forma a la corporación de los estudiantes. Algunas ciudades trataron de fomentar el establecimiento de estudios en su recinto, y para ello buscaron atraer maestros de prestigio. Dos célebres juristas, Vacario y Ptacentino, abandonaron Bolonia. El primero para dirigirse a Inglaterra, llamado por Teobaldo, arzobispo de Canterbury (y tal vez enseñó en Oxford). El segundo emigró al recién fundado estudio de Montpellier.24 Cuando la Comuna bononiense se enteró, en 1182, del propósito de Modena de llevarse al famoso Pilio, presionó a los doctores para que juraran no abandonar el Estudio en los dos años siguientes. Después, en 1189, los obligó mediante un estatuto al mismo juramento y los comprometió también a tratar de impedir que los estudiantes desertaran. Los doctores se adaptaron con rapidez a la nueva situación, pero a los estudiantes aquello pareció una flagrante violación de la auténtica Habita... “anulaba su libertad de desplazamiento, comprometía la credibilidad de los maestros como jueces imparciales entre los ciudadanos y los escolares, quienes se sentían subordinados por medio de sus maestros en todos sentidos a la política que la Comuna seguía, sin que [los estudiantes] pudieran interferir con ella de alguna manera, y sin tener la posibilidad de irse a otro lado, si de común acuerdo no quisieren someterse a aquella política” 25 Para contrarrestar la presión, los estudiantes de derecho se organizaron en una universitas scholarium (no se sabe exactamente en qué momento). La defensa contra lo que consideraban un ataque a la libertas scholastica los llevó a unirse, pese a las rivalidades entre las nationes. Dicha rivalidad no dejó de manifestarse en el modo como se integró la corporación de los estudiantes. Ésta quedó compuesta, a su vez, por la universitas ultramontana y la citramontana, cada una formada también de varias “naciones”, las que por medio de un complicado sistema de elección participaban en el gobierno de la corporación como un todo. 20 Ibidem. Ibidem, 22 Le Goff, “The Universities and Public Authorities in the MiddIe Ages and the Renaissance”, en Time.. p. 142. 23 Fasoli, op. cit., pp. 126-154. 24 Vinogradoff, Paul, Roman Lawin ín Medieval Europe, Cambridge, Speculum Historiae. 1968. pp. 63 y 77;.Fasoli, op. cit, p. 13 1. 25 Fasoli, op. cit, p. 132. 21 En los años de 1215 y 1216 se inicia un serio enfrentamiento entre la Comuna y la universidad. Este conflicto se complicaba con la pugna entre el Papado y el Imperio, y con los enfrentamientos de las ciudades italianas y el emperador. La ocasión fueron unos encuentros violentos entre estudiantes de diferentes regiones de Italia. Los maestros se declararon incapaces para restablecer el orden, con lo cual abrieron paso a la intervención de las autoridades comunales. Se revivió así la polémica en tomo a la libertas scholarium. Algunos escolares llevaron a cabo una secesión, a lo que la Comuna respondió prohibiendo a los estudiantes oriundos de Bolonia que formaran parte de la universitas scholarium. Se llegó a prohibir también la asociación de los estudiantes y que se eligiesen rectores, a no ser que se obligasen por juramento a no participar en ningún movimiento de secesión. El caso requirió la intervención del papa Honorio III, a petición de los estudiantes. El pontífice, en parte para presionar a Bolonia, a la sazón en el bando imperial, en parte para proteger a los numerosos estudiantes eclesiásticos, se abocó a dar una solución. Sin embargo, encontró una resistencia tenaz por parte de la ciudad. Una de las disposiciones de Honorio III (1219) consistió en otorgar al archidiácono la facultad de conferir licentia docendi. Con ello "modificaba profundamente el significado moral y jurídico" del Estudio. 26 De la asociación libre de los estudiantes con los doctores, se pasa a un reconocimiento oficial necesario. La disposición se convertirá después en norma general. De esta manera, la Iglesia adquiere en Bolonia un poder de supervisión sobre el reclutamiento de los maestros y, a través de ellos, un control sobre los estudiantes de la univeritas. Por otro lado, el apoyo papal frente a la Comuna obligará a ésta a un arreglo. No se llegó a la solución fácilmente. El conflicto continuó de suerte que en 1222 se provocó la secesión de escolares que daría origen a la Universidad de Padua, y que llevó al emperador Federico II a fundar un nuevo estudio en Nápoles, en 1224. Sin embargo, ante esa presión conjunta, la universidad y la Comuna hicieron las paces. Los estudiantes recibieron los beneficios del derecho de ciudadanía, sin las cargas fiscales y militares correspondientes, intervinieron en la supervisión de los alquileres, facilidades para préstamos, etc. A partir de este momento, la universidad del Estudio de Bolonia 27 hace sino afirmarse. Tendrá conflictos pero no dejará de desarrollarse. No obstante, su relación y dependencia de las autoridades públicas se irá estrechando también, especialmente hacia finales del periodo medieval. Este último fenómeno no será exclusivo de Bolonia sino que lo vemos en otras universidades. En realidad, se extiende a todas las corporaciones, pues es una consecuencia del fortalecimiento de la autoridad estatal. Tiene interés comparar el surgimiento de la universidad parisiense con el caso boloñés. Entre Bolonia y París existían, según es opinión común, diferencias básicas en la organización. París es una universitas magistrorum y no de los estudiantes. Allí el acento estaba puesto en las “artes” y la teología, y no en el derecho. En Bolonia los escolares eran un grupo aparte tanto de los eclesiásticos como de los ciudadanos, en París tenían un status clerical. Este punto de vista es suficientemente coherente, aunque personalmente me parece que está necesitado de revisión. No puedo, sin embargo, realizar semejante empresa con los recursos a mi disposición. Sí intentaré, con base en la información que los autores que sigo me ofrecen, sacar algunas conclusiones que interesan para este trabajo.28' Las condiciones sociales eran diferentes, por supuesto, en Italia que en el norte de Francia. La institución universitaria presenta las peculiaridades de las circunstancias regionales y de procesos históricos particulares. De todas maneras no dejan por ello de formar parte del proceso más general, al que arriba he hecho referencia. 26 Ibidem, p. 140. Dejo fuera el problema de la formación de la universitas artistarum y su liga con la de los juristas, de la que se ha venido tratando; este problema no afectó esencialmente el punto que aquí se quiso aclarar, vid Fasoli, op. cit. pp. 160-163. 28 La Información está tomada básicamente de Rashdall, op. cit., vol. 1, pp. 269-320. y D’Irsay, Stephen, Histoire des uníversités et étrangeres des origines a nos jours, París, Eds., Auguste Picard, 1933, t. 1, pp. 53-54. De las dos, la obra más informada y completa sigue siendo la de Rashdall: éste parte del supuesto de que la enseñanza en Francia estuvo siempre ligad y dependiente de la Iglesia. Al leer cuidadosamente las notas y los textos aducidos en ellos, me ha parecido que una dependencia a tal punto generalizada no está del todo probada. Es posible que hubiera maestros que no obtuvieran la licencia del canciller. Rashdall mismo menciona de pasada “maestros vagabundos” (p. 279). ¿No era posible que, como en Bolonia, los jóvenes que quisieran aprender, por ejemplo, el oficio notarial se acercasen privadamente a un maestro? Sabemos que existían personas dedicadas a la práctica del derecho entre las que se desarrolló un ambiente quasi académico; vid., por ejemplo, el autor de Exceptiones Petri de fines del siglo XI; es un manual jurídico compuesto para asistir a un juez en el desempeño de su oficio y esta ayuda se consideró necesaria por las discrepancias de interpretación entre los juristas: sapientissimis legum doctoribus según Vinogradoff (op. cit, pp. 44 y 45). dicha frase implica todo un periodo de discusión previo a la redacción del manual, aun cuando no puede tomarse el término doctor en el sentido académico posterior. Sabemos, asimismo, que había un interés, por limitado que fuera, en el aprendizaje escolar entre personas que no habían de entrar al estado eclesiástico, esto lo deja ver Abrlardo en su Historia calamitatuin cuando nos muestra que entre la pequeña nobleza de su región se hacía estudiar a los jóvenes aunque su destino fuera la carrera militar. Patren auntem babebam titteris aliquantulum antequan militari cingulo Insigniretur, unde postmodum tanto literas amore complexus est, ut quoscumque filios baberet litteris antequan armis instrui disponeret (citado en Le Goff, How did.... p. 123, n. 4). Había pues gentes con un cierto grado de instrucción que no estaban necesariamente ligadas a la Iglesia. En todo caso, en lo que a París se refiere, la existencia de diversas posibilidades de enseñanza debe haber debilitado el control del canciller sobre el estudio parisiense, puesto que los estudiantes siempre podían emigrar (como consta que lo hicieron entre 1200 y 1230) a la Rive Gauche, donde las escuelas de San Víctor y Santa Genoveva quedaban fuera de la jurisdicción del canciller. El caso sería, pues, semejante al de Bolonia, donde la posibilidad de migración había debilitado la posición de la Comuna frente a la Universidad. Los apuntamientos anteriores sólo logran abrir una duda pero no despejarla. Desde luego, éste es uno de los mayores problemas de intentar estudios de historia general desde México. 27 La condición más inmediata que produjo un desenvolvimiento diverso fue la estrecha relación que, en opinión de Rashdall,29 se dio entre la Iglesia y el Estudio general. Este sería un vástago nacido de la escuela catedralicia, experiencia distinta a la de Bolonia. Voy a examinar el proceso por el que se originó la corporación parisiense, siguiendo el conflicto en tomo a la concesión de la licentia docendi, después veré el problema de la jurisdicción sobre los escolares en sus dos aspectos, eclesiástico y secular, y, por último, la aparición de las notas características de la corporación. La necesidad de conseguir la licentia docendi de manos del canciller de la iglesia catedral de Nuestra Señora, daría al estudio parisiense, desde el principio, una existencia institucional desconocida en los primeros tiempos del boloñés. La dependencia respecto de la escuela episcopal implicaba el sometimiento a un curso de enseñanza definido y una mayor estabilidad del maestro y los escolares.30 Significaba también una enseñanza gratuita.31 en Bolonia, donde las escuelas de los maestros eran autónomas, los cursos seguidos por los estudiantes no tenían regularidad, los profesores y estudiantes cambiaban de lugar a su arbitrio y, desde luego, las clases se pagaban. Es de pensarse, entonces, que la constitución de una organización corporativa siguiera otro camino. Rashdall asienta que “el control del canciller por un lado, y el derecho del maestro competente de recibir gratuitamente la licencia, por el otro, formaron la base del sistema educativo francés y, sin este derecho, nunca hubiera podido surgir una universidad de maestros”.32 Luego, para ver cómo nace la corporación, es preciso examinar esos dos factores. El origen de la autoridad del canciller se encuentra, naturalmente, en que al inicio él fue el encargado de llevar a cabo la instrucción. Pero fue delegando en otros el ejercicio docente, en especial de la gramática. Quien quedaba a cargo de la enseñanza debía contar con la aprobación del scholasticus o canciller. En el siglo XII, la expansión de las necesidades educativas volvió insuficiente la acción del maestro asalariado, por lo que “un número creciente de maestros, ansiosos de obtener permisos para enseñar a estudiantes que pudieran pagar”, puso su escuela en el vecindario de la iglesia. 33 A partir de este momento, es lícito pensar que la situación se asemejaría a la de Bolonia, en cuanto a la relación de los estudiantes con los maestros. Queda, sin embargo, la cuestión de la licencia que el canciller otorga, mediante pago, y que implica también un derecho de supervisión y, más aún, de jurisdicción. El canciller es cabeza del Estudio y los maestros y estudiantes dependen de él, pero no como corporación, pues ésta aún no existe. Se desatará ahora una pugna por el monopolio de la enseñanza. Las prácticas comunes que fueron naciendo entre maestros y estudiantes fueron creando una conciencia de grupo. Una de dichas prácticas fue la costumbre que se transformará en norma de que nadie comenzará a enseñar sin haber estado antes él mismo con un maestro. Un "punto de etiqueta profesional". De aquí se origina el requisito y la ceremonia de la "”incepción”, es decir, la aceptación del maestro que acaba de recibir la licencia del canciller, por los maestros ya establecidos. Y debe notarse que el canciller no podía forzar dicha aceptación por el grupo.34 El canciller tenía a su favor en este encuentro el control de la licencia y el uso de la coerción. Los escolares recurrirán al papa. Alejandro III dispuso que la licencia se otorgara gratuitamente a los profesores capacitados: ut quicunque vir idonei et litterati voluerint regere studia litterarum, sine molestía et exactione qualibet scolas regere patiantur. 35 Y poco después, en 1179, el concilio Luterano ordena más claramente que no se niegue la licencia a cualquiera que sea idóneo: nec docere quemquam qui sit idoneus; petita docentia interdicat 36 Aun así el canciller tiene la facultad de juzgar sobre la idoneidad. Sin embargo, para 1213, está obligado a otorgar la licencia a un candidato apoyado por la mayor parte de los maestros, en teología, derecho y medicina. En artes, habia jurado de seis maestros, tres elegidos por los maestros mismos y tres por el canciller. 37 Seguramente la situación de los maestros fue reforzada cuando, en 1215, el papa da estatutos a la universidad. Para 1219 -dice D'Irsay- las últimas prerrogativas del canciller desaparecen, su facultad de otorgar la licencia y su presidencia de las escuelas (hasta 1301) quedan en algo honorario.38 " El papa Honorio III parece haber favorecido este resultado, debido al “rigor injusto del canciller”: rigori iniustus cancelari.39 El desarrollo de una jurisdicción especial para los escolares es otro aspecto del problema. Este asunto tiene dos vertientes, la temporal y la espiritual. 29 Rashdali, op. cit., p. 275. Fasolli, op. cit., p. 104. 31 Rashdall, op. cit., p. 282, n.2. 32 Ibidem. 33 Rashdall, op. cit., pp. 280 y 8 1. 34 Ibidem pp. 283 y ss. y 305 35 lbidem p. 281, n. 2 36 lbidem, n 13. 37 D’Irsay, op. cit., p. 7. Este fue un arreglo temporal pero al parecer tomó permanencia con los estatutos de 1215; vid Rashdall, op. cit., p. 308, n. 4. 38 D’lrsay, op. cit, pp. 67 y 7 1. 39 Ibidem p. 71, n.2. 30 Con respecto a la jurisdicción eclesiástica, ésta era ejercida sobre los escolares por el representante del obispo de París, el canciller, quien en esto reclamaba facultades de juez ordinario. 40 La pugna que enfrentó a la Iglesia de París y su Estudio dio como resultado la pérdida del ejercicio real de esa jurisdicción por parte de la iglesia local. Con el apoyo papal, los escolares se vieron libres de las censuras eclesiásticas con que los presionaba el canciller. En 1219, una bula de Honorio III prohibió la excomunión de la universidad en conjunto sin licencia especial de la Santa Sede, a la vez que abolió la cárcel del canciller. En realidad la jurisdicción eclesiástica va a ser ejercida por Roma. 41 Tanto D'Irsay con Rashdall afirman que los escolares tenían una jurisdicción especial por ser miembros del clero. Sin embargo, se hicieron intentos de instaurar el sistema boloñés de juicio por los maestros, por ejemplo, por el papa Alejandro III. Este prohíbe que se atente contra la libertad de los escolares en tanto que comparezcan ante su maestro: Prohibeatis omnibus ne prefatus scolares contra libertatem eorum in aliquo molestare audeant vel gravare quandiu coram magistro suo parati sunt iustitia stare.42 También los estatutos que otorgó el legado pontificio, cardenal Curcon, parecen recoger esta norma. 43 No obstante, dicha jurisdicción fue absorbida por los tribunales eclesiásticos.44 En 1200, Felipe Augusto castigó duramente el ataque sufrido por algunos escolares por parte de burgueses parisienses, encabezados por el preboste. El rey ordena a las autoridades de la ciudad respetar los privilegios escolares; se protegieron así sus personas y bienes que habrían de quedar, para las causas civiles, a disposición de los tribunales eclesiásticos. Es conveniente referirse aquí a otro derecho reconocido a los escolares, el de secesión. Es posible que esto haya sido garantizado en el reinado de Luis VII (m. 1180). En todo caso, la amenaza de secesión estuvo presente a lo largo de los conflictos a que se ha hecho alusión. Recuérdese que el crecimiento del "Barrio Latino", fuera de la jurisdicción episcopal puede ser visto bajo esta luz.45 La ocasión de mayor peligro fue durante la “gran dispersión”, 1229-1231.46 La crisis fue solucionada gracias a la intervención papal cerca de Luis IX. En esta ocasión, a los escolares se les reconocerá oficialmente el derecho de secesión. Fue justamente al calor de esos enfrentamientos que se fue configurando la universitas magistrorum. La pugna por el control de la licencia, y por desligarse del control inmediato del canciller, la defensa de su jurisdicción especial, del espacio indispensable de libertad intelectual, llevó a que se integraran en una corporación autónoma los maestros de artes. Eran los jóvenes maestros de artes quienes mayor necesidad tenían de organizar su defensa, pues sobre ellos pesaba más gravemente la autoridad del canciller y el peligro de verse envueltos en líos con la justicia, y en ellos estaba más presente el afán disputatorio y de novedades intelectuales. No está muy claro si existía una tendencia en los estudiantes a organizarse en una corporación. En todo caso, es posible que se identificaran con los profesores de artes, casi de su misma edad, y con frecuencia alumnos, a su vez, en las facultades superiores. Lo que si puede verse es que fueron los “artistas” quienes pugnaron por la creación de la universitas, y que en ellos quedó el control de la misma. Fue como producto de las luchas referidas que fueron surgiendo las notas que -según Rashdall-47 muestran el paso de una asociación informal a una corporación legalmente constituida: a) fijación por escrito de las “costumbres”. El primer paso se dio en 1208, y más firmemente con los estatutos de 1215; b) la aceptación de su carácter corporativo mediante el reconocimiento de su capacidad de demandar y ser demandada como tal. Inocencio III, entre 1210-16, le reconoce dicha facultad, justamente para defender su causa en el pleito legal con el canciller; c) al mismo tiempo, Inocencio le reconoce el derecho de elegir representantes (procurator, rector): “Para los escolares parisienses. Porque las causas que contra vosotros, y por vosotros, se entablan, algunas veces nuestra universidad no puede ocuparse de lo que conviene hacer y responder, demandasteis de nosotros que os fuera permitido con nuestra venia instituir procurador acerca de esto por vosotros. Es lícito de derecho común que podáis hacerlo, os concedemos por tanto, facultad para instituir al presente un procurador sobrc estas [causas].”48 El uso de un sello común aparece mencionado en 1221, en una bula que ordena romperlo, En 1225 se rompe el sello por un legado. Únicamente en 1246 se concedió oficialmente el derecho al sello, manifestación tangible de la corporación. Es de advertirse que su necesidad aparece con ocasión de los créditos solicitados para pagar los gastos legales del pleito con la iglesia parisiense. De esta manera, la universidad de París, como lo había hecho la de Bolonia, cobra todas las características esenciales de una corporación. Es decir, una comunidad con capacidad legal para actuar como una persona 40 Rashdall, op.cít, p. 305. n. 1. D’lrsay, op. cit, p. 73. 42 Rashdall, op. cit. p. 290, n. 1. 43 Ibidem. 44 Ibidem. p. 291 45 Vid, n. 28 al final. 46 D’Irsay, op. cit., 72-74, y Rashdall, op. cit., pp 335-343. Entre otras cosas, la universidad define su libertad de especulación; la medida de dispersar el estudio se toma también como protesta a la prohibición de algunas obras aristotélicas. 47 Rashdall, op. cit, p. 299. 48 Ibidem, p. 302, n. 2: "Scolaribus parisiensibus. Quia in causis, que contra vos et pro vobis moventur, interdum vestra universitas ad agendum et respondendum comode interesse non potest, postulastis a nobis, ut procuratorem instituere super hoc vobis de nostra permissione liceret. Licet igitur de iure communi hoc facere veleatis, instituendi tamen procuratorem super his auctoritate presentium vobis concedimus facultatem." 41 moral (persona ficta) y cuyos miembros se encuentran ligados jurídicamente; con facultad de legalizar para sí misma, elegir sus propios magistrados y ejercer jurisdicción disciplinaria. Con ello quedaba garantizado ese espacio en el cual se realizaron los valores y forma de vida peculiares de sus miembros. V Queda ahora tratar de obtener algunas conclusiones de la comparación entre el proceso de organización corporativa de ambas universidades. Por principio, su origen diferente marcó intereses intelectuales distintos. En Bolonia, nacido el Estudio de una actividad práctica, el énfasis fue puesto en el derecho. En tanto que en París, más ligado a las necesidades eclesiásticas, se desarrolló el estudio de la teología y de su “criada”, la filosofía. Por esta razón, en París pudo crecer una numerosa facultad de artes, cuyo profesorado estaba compuesto por estudiantes maduros. No hay pues una distancia tan grande entre el estudiante de derecho boloñés que ya ha terminado artes y el maestro de artes parisiense. Así, no es de extrañar que fueran estos sectores los que en cada estudio integraran la universidad. En Bolonia los doctores no forman parte de la corporación, y en París los maestros de las facultades mayores están supeditados a la de los artistas. Por otro lado, así como en el Estudio del Sena la pugna se abrió contra el canciller, que decidía sobre la idoneidad de personas que se suponía iban a estar al servicio de la Iglesia, en Bolonia es la Comuna la que interfiere con la organización del Estudio, cuyo propósito es de carácter más práctico. Sin embargo, la disputa en París se centró en torno a quién controlaba el ingreso a la universitas y el uso de la jurisdicción; en cambio, en Bolonia parece haberse enzarzado más en la permanencia y estabilidad del Estudio. No obstante, en ambos casos la cuestión de la jurisdicción venía a cuento, pues en Bolonía los estudiantes consideraban una violación de la libertad escolar la dependencia que se establecía entre los doctores y la Comuna. Como en la época medieval las cuestiones jurídicas servían también para tratar asuntos más propiamente políticos, la amenaza a la libertad intelectual aparecía clara si el punto de vista de la Comuna se imponía a los doctores, en cuyas manos quedaba la jurisdicción. Por ,ello se sentía que la libertad de especulación quedaba coartada, igual que sucedía en París por la dependencia estrecha respecto de la iglesia local. Aquí es importante destacar un hecho aparentemente paradójico: el mismo Honorio III, que obliga a la obtención de la licentia docendi de manos del archidiácono de la iglesia de Bolonia, es quien apoya a la universidad parisiense para desligarse del canciller. El asunto se entiende si se considera que la Iglesia reclama la supervisión de la creación intelectual, y de la educación, pero en el siglo XII se da el crecimiento del poder papal, la construcción de la monarquía pontificia. Un aspecto de dicho proceso es la concentración en el pontífice de poderes antes ejercidos por las iglesias locales. Reclama, sobre todo, exclusividad en la legislación y supremacía en la jurisdicción. Tanto París como Bolonia proporcionaron personal técnico y dirigentes para llevar a cabo este proceso. Varios de los papas más importantes del periodo fueron hijos de una u otra universidad, en especial Bolonia. De esta manera, resultaba útil al Papado ligarse directamente con ambos Estudios. En París sacándolo de la jurisdicción episcopal, en Bolonia dando injerencia al archidiácono. La asociación parece haber sido mutuamente beneficiosa. En las consideraciones anteriores se ha tratado apenas de la intervención del emperador y el rey de Francia. No deja de plantear grandes dificultades integrar en esta visión un problema tan complejo como ése, y acerca del cual tengo por ahora una información sumamente fragmentada. Por esta razón me limitaré a hacer algunos señalamientos. Resulta claro, por lo que se ha visto, que esos príncipes apoyaron en alguna medida el desarrollo de las universidades aquí consideradas. Federico Barbarroja vio con lucidez las ventajas que los estudios de derecho, y de manera especial del derecho romano, representaban para el fortalecimiento de la autoridad imperial. Si sus sucesores tuvieron conflictos con Bolonia en los que el Estudio se encontró frecuentemente comprometido, no por ello dejaron de emplear en su servicio juristas formados en él. Cabria preguntarse de todas formas cómo repercutió el aumento de la influencia pontificia en las relaciones del emperador con el Estudio. Ya se vio que Federico II creyó necesario crear uno nuevo en Nápoles. En todo caso, la decadencia posterior de la potencia imperial no podría dejar de tener un efecto en Bolonia. Posiblemente, el control sobre el Estudio quedó repartido entre el papa y la Comuna, pero recuérdese que Bolonia queda incluida en los Estados Pontificios. El papel de la corona francesa resulta más oscuro en los primeros tiempos y se aclara en los posteriores. Se vio cómo Luis VII y Felipe Augusto apoyaron al Estudio. A instancias del papa, también San Luis acaba por favorecerlo. El crecimiento de la burocracia real durante el largo reinado de éste último y el de Felipe el Bello seguramente realzaron la conveniencia de la Universidad. ¿Cómo afectó la centralización monárquica a la corporación universitaria? Parece natural pensar que en la medida que el poder real aumenta, sería más difícil el mantenimiento de la influencia pontificia. Pero debe insistirse en que, pese a los numerosos enfrentamientos de los papas con los príncipes seculares, estas dos autoridades consideraban armónica su existencia, y que sus fines eran a menudo coincidentes. Para mediados del siglo XIV, Gerson llama a la Universidad de París la “hija del rey” y, en efecto, su relación se irá estrechando y la independencia de la Universidad se verá reducida. Se ha visto cómo la universidad -la corporación de los escolares- surge de una confluencia entre la enseñanza y el movimiento gremial. La organización corporativa permitió al grupo escolar delimitar un espacio propio. Desde luego, la universidad de los escolares, como los otros gremios, no era totalmente autónoma respecto de los diversos poderes públicos seculares y eclesiásticos. Todos éstos intervinieron en la vida de la corporación, ya en su apoyo, ya en su contra, según la coincidencia con sus propios fines. Aún así, el carácter corporativo que adquirió la enseñanza superior hizo necesario que las autoridades tuvieran que contar con la opinión del grupo universitario. Y éste actuaba conforme a sus privilegios tradicionales y a los valores profesionales comunes. Ahora bien, el nacimiento y vigorización de las corporaciones de escolares sólo puede entenderse en la sociedad del siglo XII, carente de una autoridad centralizada poderosa, en la que varias potestades rivalizan para afirmar su autoridad. Esta situación permitió la existencia de esas entidades autónomas. Entonces, es posible que tengamos que buscar en los cambios que se registran al respecto en los últimos siglos medievales la razón de transformaciones que se dan también en la organización corporativa, y que seria necesario investigar, pero que son ya objeto de otro artículo.