mansión construida por Mansart. ningún castellano que no quisiera arreglar o transformar por él su castillo. Pronto. Arles, Beauvais. Dijon, Lyon, Marsella, Tours le llaman, le consultan, le piden que edifique o renueve sus ayuntamientos, reclaman planos para sus plazas reales o sus arcos de triunfo (1J. CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR Como podemos apreciar, los arquitectos en épocas pasadas eran unas auténticas figuras colmadas de toda clase de honores. Luis XIV paseándose un día con la mano apoyada sobre la espalda de M. Mansart, le hizo la gracia de ordenarle que se cubriera para que no fuera molestado por el sol. y como a este rey nada se le escapaba, notó una extrañeza marcada en el rostro de los señores que lo acompañaban. Señores, les dijo volviéndose hacia ellos, éste es un hombre que debo conservar: puedo en un cuarto de hora hacer veinte duques o pares pero en muchos siglos yo no podría hacer un Mansart (2). Y este vedettismo en los arquitectos era posible porque los reyes tenían un gran En lebrero de 16S2, Jules Hardouin Man- interés en la arquitectura. Los reyes fuesar! ¡arquitecto real de Luis XIV) fue ra de serie, dotados de una autoridad exnombrado caballero de Saint-Lazare y un cepcional, rodeados de colaboradores tempoco después fue ennoblecido con las ar- blorosos y cortesanos obsequiosos se han mas siguientes: Un escudo azul con una aburrido fácilmente. Han tenido una necolumna de plata, con la base y el capitel cesidad absoluta de derivativos. Estos son de oro. coronada con un sol y flanqueada generalmente de tres tipos: la guerra, la por dos águilas de oro enfrentadas que arquitectura y el amor (a estas pasiones miran a sol y con un casco colocado de se les anadia de manera intermitente la perlli adornado con lambrequines en los caza y la música}. esmaltes del escudo. En las cartas de nobleza se dice que le es concedida tanto Las querrás se terminan en una paz. Las porque la inclinación y habilidad en las be- otras dos pasiones duran más. De donde llas artes es una virtud hereditaria de su lamilla, su padre tuvo una experiencia singular en la pintura, como en consideración de que Jules Monsart haya pasado a la posteridad por las soberbias obras que ha realizado en el Palacio de Versalles, en las otras mansiones reales, en Clagny y en la capilla de los Inválidos, que serán monumentos eternos de la más sabia arquitectura, y lo harán contemplar siempre como el digno sucesor del nombre y la reputación de Francois Mansart. su tío, de célebre memoria por los famosos y magníficos edificios que ha construido en el reino. Cada vez más satisfecho por las pruebas deslumbrantes que cada día daba Mansart de su talento, el rey lo nombró caballero de Saint-Mlchel en 1693 y le hizo el honor de escribirle la carta siguiente: M. Mansart. habiendo resuelto con los Principes Comendadores y Oficiales de mis ordenes haceros miembro de la de Saint-Michel. como permitiros por una gracia especial de llevar la Cruz de dicha orden, prendida sobre el costado con una banda de color azul celeste, parecida a la que llevan ios Señores Comendadores de la Orden del Saint-Esprit. para haceros conocer, por esta señal de honor y distinción, la satisfacción que tengo por vuestros buenos y agradables servicies, he querido escribir esta carta para haceros saber y deciros que os sirváis dirigí' a mi primo, el Duque de Beauvilliere Coniendsdof da mis órdenes, y jefe de mi Congreso re»l. a fin de recibir dicha orden Ua/isart fec.íwo a continuación los títulos Je .-.-.••íe/ero del rey en sus consejos, de • -•">«. barón de Jouy. señor c - ;y-sous-Bois, Chateausur-AI - - .• otro» lugares '.atol ningún ministro alto funcionario - .-erre**» qi* nc quisiera tener una el papel singular y el poder sorprc,,.*de las amantes y del arquitecto como finalmente el más allá atormt-'-: monarca, la pasión que dura más. en as Unitiva, será la arquitectura. Y el hmílttque solo qaede es el arquitecto, ¡e< -.-•• cuesta caro, todos lo saben! Perc 6. cho. las construcciones del rey. ci-.,tediosas en apariencia, constituyeron qn das a su calidad lo que llamamos ur^t excelente inversión. Luis XIV, este re.:lucionarlo audaz, administra los asv/.r de Francia como los de una firma cr:r.cial, en la que los gastos de pubi^... son rentables. En seguida el resultado • cuanto al prestigio francés, lúe B' gioso (3). Y este uso publicitario de la arquitttura no fue exclusivo de la antigüedad Ezra Pound, hablando de Nueva York nos dice: Y aquí, no en el desprecio, tal voi pero seguramente en la arquitectura. e»r* el signo de nuestra alba, de los EE. UU. la nación en el embrión de Nueva York La ciudad ha producido su propia expen sión. Uega la primera de las artes. lt arquitectura que nunca pereció complett mente sobre la tierra, que difícilmente hj dormido periodos tan largos como 'SÍ otras artes, ha aparecido entre nosotros Es natural que sea ella la primera en ap* recer. ¿No está ella más estrechamente aliada al uso y el sentido de la propied¿.i que todas las otras artes? ¿Acaso los palacios del Renacimiento ¡>o tuvieron un valor publicitario? ¿Acaso w es normal que la arquitectura sea h pr< mera en acudir al llamado? (41.