SOCIEDAD PATRIARCAL PERSPECTIVAS FEMINISTAS OLGA DEL CARMEN MALDONADO GÓMEZ PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá, Agosto 31 de 2009 2 SOCIEDAD PATRIARCAL PERSPECTIVAS FEMINISTAS Trabajo de grado presentado por Olga del Carmen Maldonado Gómez, bajo la dirección de la profesora Yelitza Marcela Forero, como requisito parcial para optar al título de Magíster en Filosofía PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Filosofía Bogotá, Agosto 31 de 2009 3 Bogotá, 1° de septiembre de 2009 Profesor ALFONSO FLÓREZ Decano Académico Facultad de Filosofía Ciudad Apreciado Alfonso: Me permito presentar, por intermedio suyo, a consideración de la Facultad de Filosofía el Trabajo de Grado de la estudiante de Maestría OLGA DEL CARMEN MALDONADO GÓMEZ, titulado “La sociedad patriarcal: perspectivas feministas”. La preocupación que conduce a su autora a esta investigación son las manifestaciones en la sociedad actual de rasgos patriarcales, los cuales informan instituciones y prácticas injustas. La visibilización e interpretación de dichos rasgos a partir de categorías filosóficas y de comprensiones feministas, alternativas a las tradiciones más representativas de la filosofía, ha sido el objeto del Trabajo de Olga. Animada por la idea de que una mejor comprensión de la realidad nos dota de recursos para su transformación, la autora no duda en desplegar un tono crítico en la argumentación, tal como lo hacen también las fuentes que ha empleado, pero vislumbrando el sentido y la fuerza de este tipo de reflexiones en la construcción de humanidad. A mi juicio, el Trabajo cumple con los requisitos académicos y metodológicos, exigidos por la facultad para un grado de Maestría en Filosofía. Cordialmente, MARCELA FORERO REYES, Ph.D. Directora del Trabajo de Grado 4 5 AGRADECIMIENTOS Agradezco a la Universidad Javeriana por el apoyo que me brindó para el desarrollo de la Maestría en Filosofía y al Instituto de Bioética que me permitió durante estos años madurar en la concepción de la Bioética y en la necesidad del diálogo interdisciplinario para el desarrollo de esta disciplina. La Filosofía, en este reto que representa la Bioética, es una de las disciplinas que entran en el diálogo, por lo cual, haber realizado la Maestría me permite una mayor comprensión de la problemática que enfrenta la Bioética y participar en ella con mayor capacidad de análisis. El objetivo propuesto no hubiera sido posible sin el apoyo permanente de la Profesora Yelitza Marcela Forero quien fue mi directora de tesis y me escuchó y orientó pacientemente durante el desarrollo del trabajo. A ella le debo toda mi gratitud. Agradezco también a mis hijas Claudia Patricia, Marcela y Silvia y a mi nieta Alejandra quien nació durante el proceso, por su compañía y por el sacrificio que representó para ellas mi ausencia en las actividades familiares durante el tiempo de estudio y principalmente durante el desarrollo de este trabajo. 6 ÍNDICE AGRADECIMIENTOS ......................................................................................... 5 INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 7 1. ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL ..................... 18 2. ANÁLISIS DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL................................................ 38 2.1. La legitimación del patriarcado ............................................................... 40 2.2 Categorías para el análisis de la sociedad patriarcal ........................... 47 2.3. Conclusión .............................................................................................. 58 3. BASES PARA EL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL DESDE ALGUNAS PERSPECTIVAS FEMINISTAS. ..................................................... 61 3.1. La postura existencialista ........................................................................ 67 3.1.1 El patriarcado justificado por la biología ............................................... 73 3.1.2 ¿Puede el psicoanálisis explicar la existencia de la sociedad patriarcal? ....................................................................................................................... 78 3.1.3 Crítica de Simone de Beauvoir al Materialismo Histórico ..................... 81 3.2 Críticas y comentarios de algunas filósofas feministas a la postura de Simone de Beauvoir....................................................................................... 84 3.3 La postura estructuralista ......................................................................... 92 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................... 100 7 INTRODUCCIÓN “No hay duda alguna de que la mujer ha padecido históricamente una situación de desventaja que se ha extendido a todos los ámbitos de la sociedad y especialmente a la familia, a la educación y al trabajo. Aun cuando hoy, por lo menos formalmente, se reconoce igualdad entre hombres y mujeres, no se puede desconocer que para ello las mujeres han tenido que recorrer un largo camino. Baste recordar que bien entrado el siglo veinte, las mujeres en Colombia tenían restringida su ciudadanía, se les equiparaba a los menores y dementes en la administración de sus bienes, no podían ejercer la patria potestad, se les obligaba a adoptar el apellido del marido, agregándole al suyo la partícula “de” como símbolo de pertenencia, entre otras limitaciones. (...) Ahora bien: aun cuando la igualdad formal entre los sexos se ha ido incorporando paulatinamente al ordenamiento jurídico colombiano, lo 1 cierto es que la igualdad sustancial todavía sigue siendo una meta”. El problema del que me ocupo en este trabajo es el análisis de la sociedad patriarcal desde la perspectiva existencialista de Simone de Beauvoir y de otras pensadoras feministas que han entrado en diálogo con ella, bien sea para asumir sus posiciones o para criticarlas, pero siempre con miras a una mayor comprensión de las situaciones de discriminación y dominación de las mujeres, constitutivas de nuestras sociedades. Con el desarrollo del trabajo sobre la sociedad patriarcal: perspectivas feministas, se realiza un intento de identificar categorías de análisis filosófico 8 que faciliten una mayor comprensión de las formas sociales que implican la dominación sobre las mujeres, las niñas y los niños y que se reflejan en la vida diaria. En el primer capítulo, se presenta una visión histórica de la evolución de la sociedad patriarcal siguiendo el camino desarrollado por de Beauvoir en El segundo sexo. El supuesto de que se parte es que la evolución de este tipo de sociedad se ha dado en función de la participación de la mujer en la familia y el quiebre se produce por la vinculación femenina al trabajo productivo y a la vida política. Son fundamentales los conceptos de Levi-Strauss sobre la familia, la tragedia de las Euménides de Esquilo y las ideas de pensadores como Aristóteles sobre las relaciones entre el hombre y la mujer. Los tres fueron mencionados por de Beauvoir y consultados directamente para verificar los planteamientos señalados. La filosofía, la religión y el derecho, como se percibe en la evolución histórica, han seguido las concepciones expresadas en estos escritos. En el segundo capítulo, se hace referencia a los planteamientos de Celia Amorós, filósofa feminista que aborda directamente el tema de la sociedad patriarcal y aporta elementos filosóficos para su análisis. Se consideran dos líneas de comprensión de este fenómeno seguidas por Amorós: la legitimación del patriarcado y la propuesta de tres categorías de análisis filosófico que resultan complementarias en la tarea de desvelar las condiciones teóricas y prácticas del patriarcado. En el tercer capítulo se explora la crítica de la sociedad patriarcal realizada por filósofas feministas desde diferentes perspectivas. Simone de Beauvoir 1 Corte Constitucional de Colombia. Sentencia C-371 de 2000, citada en la Sentencia C-355 de 2006. Magistrado ponente: Carlos Gaviria Díaz. 9 representa la línea existencialista y Juliet Mitchell la estructuralista. De Celia Amorós, Michèle Le Dœuff y Wanda Tommasi se toman aspectos de su lectura crítica de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir. Todas las autoras consideradas tienen en común la visión crítica sobre la filosofía pensada por los hombres y para los hombres en una actitud calificada en algunas ocasiones de misógina y en otras de androcéntrica. Su pensamiento ayuda a desvelar la justificación que hacen los filósofos del fenómeno del patriarcado. El trasfondo de esta investigación es el reconocimiento de la existencia de una sociedad patriarcal en Colombia y en otras partes del mundo occidental, que se encuentra en proceso de transformación, pero más a nivel formal que en las condiciones de vida efectivas. Múltiples estudios señalan las condiciones de discriminación y abuso de las mujeres y los niños, acentuadas en Colombia por la violencia generalizada. Personalmente tuve la oportunidad de percibir la magnitud del problema durante el trabajo realizado en el 2007 en las diferentes capitales de departamento. Durante seis meses en el año mencionado realizamos debates con los diferentes actores comprometidos en la aplicación de la sentencia constitucional C-355 de 2006, que despenalizó la interrupción del embarazo en tres circunstancias específicas: “a. cuando la continuación del embarazo constituya peligro para la vida o la salud de la mujer; b. cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida y c. cuando el embarazo sea resultado de 10 acceso carnal o acto sexual o sin consentimiento, abusivo, inseminación artificial, transferencia de óvulo fecundado no consentidas, o del incesto”. 2 El trabajo desarrollado hizo evidente la profundidad del problema que no está limitado a la decisión de continuar con un embarazo o suspenderlo. La decisión de abortar o no es dramática para cualquier mujer porque “se ubica en el punto de encuentro entre el amor, la vida y la muerte”. 3 Ésta es una decisión de un momento de la vida de la mujer, en la cual, si se encuentra en alguna de las situaciones comprendidas en la sentencia, debe participar el sector salud, en cabeza de los médicos y enfermeras vinculados al proceso, afrontando una situación de rechazo y culpabilización. Si no se adecúa a la sentencia, entra en una cadena de actos ilegales que comprometen ampliamente su vida y su salud. Es importante también señalar la posición de los diferentes sectores e instituciones religiosas o jurídicas, que rechazan, juzgan o maltratan a la mujer que se ve abocada a un aborto. El problema es estructural, obliga a reflexionar sobre las circunstancias bajo las cuales se desarrolla la vida de las mujeres y los niños y de las posibilidades reales que tienen de lograr una existencia digna, con oportunidades ciertas de crecimiento personal. El problema está relacionado con las diferentes formas de dominación y opresión de la mujer, que responden a condiciones estructurales y de conformación de la identidad personal y cultural en la sociedad contemporánea; del desarrollo de estructuras de poder y de creación de sentido. No se trata, sin embargo, de una situación local o personal, sino que compete a toda la sociedad y que se inserta en una realidad compleja, que requiere ser 2 Corte Constitucional de Colombia. Sentencia C-355 de 2006. Magistrado ponente: Jaime Araújo Rentería. 11 analizada teniendo en cuenta el contexto histórico, social, económico y cultural. Se enlaza de diferentes maneras con la búsqueda de mejores condiciones de vida para toda la población, lo cual incluye a hombres y mujeres de las sociedades patriarcales. Para el trabajo mencionado se partió de un convencimiento, ampliamente documentado, y es que, si bien se han presentado cambios importantes en las relaciones entre los sexos, todavía existen las condiciones de discriminación y dominación propias de las sociedades patriarcales. Estas condiciones deben ser estudiadas y analizadas con el ánimo de proponer acciones que produzcan cambios reales. La identificación de categorías de análisis filosófico que faciliten una mayor comprensión de las formas sociales que implican la dominación sobre las mujeres y los niños puede ser una contribución importante para la búsqueda de caminos deferentes en la vida diaria. En la sociedad patriarcal, las formas de violencia estructural se agudizan cuando se dirigen hacia las mujeres y los niños. La dominación se traduce en formas de violencia en la familia y fuera de ella, en la escuela, en el sistema de salud, en el ámbito político y social, en las formas de aplicación de la justicia, en fin, en todos los campos de la vida. La existencia de la sociedad patriarcal se considera un problema por la relación con las situaciones de maltrato e inequidad de género, con la violencia generalizada, la falta de oportunidades, las relaciones de dominación y opresión entre los sexos y en especial con la concepción de mujer, que limita sus posibilidades de desarrollo personal y ejercicio de la autonomía y la libertad. Ahora bien, esta forma de sociedad posee raíces muy profundas que no pueden 3 Lucero Zamudio, Norma Rubiano, Lucy Wartenberg, Mara Viveros y Hernando Salcedo, El Aborto inducido en Colombia. Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 1999, p. 15. 12 ser visibilizadas desde un punto de vista disciplinar. Se requiere de muchas perspectivas, que incluyen la filosofía, las ciencias sociales y de la salud, para lograr mayor comprensión. Más allá del problema del aborto, al cual se orienta la sentencia mencionada, se hicieron visibles, de manera reiterada, otras situaciones como la presencia del incesto 4 , la explotación sexual, el turismo sexual, el maltrato intrafamiliar, la utilización de la mujer como botín de guerra, etc. Estas situaciones han sido estudiadas por diferentes organismos de carácter nacional e internacional y, en especial, por los grupos de mujeres feministas de diferentes profesiones y campos de acción. Por este camino llegué entonces al estudio de la sociedad patriarcal, entendida, en primera instancia, como un sistema social de dominación de los varones sobre las mujeres, en el cual la violencia atraviesa las relaciones entre los individuos y los grupos, dejando huellas imborrables y difíciles de superar. Las condiciones presentes en las sociedades patriarcales se han transmitido de generación en generación y de un lugar a otro y, aun cuando se expresa de manera diferente según los contextos históricos y geográficos, pueden 4 En Colombia el incesto es frecuente y así lo reconocen diferentes estudios. Al respecto en la sentencia C-404 de 1998, se hace un balance sobre el incesto desde diferentes aproximaciones como el derecho, la filosofía, la genética, la antropología, la psiquiatría y la sociología. Como es un fenómeno presente en las sociedades patriarcales, me parece pertinente transcribir el siguiente apartado: “La existencia del incesto se puede explicar por varias circunstancias, en especial el desbordamiento del poder masculino en el patriarcalismo, la atracción erótica que la hija provoca en el padre, la intrascendencia de la moral religiosa en la ética familiar, la subordinación de un género por otro, la incapacidad de la justicia y de la misma sociedad para sancionar el delito y el temor de las víctimas de acusar al infractor. En algunas zonas campesinas y en los estratos urbanos bajos, por ejemplo, el hombre cree que tiene un derecho adquirido o quizá un privilegio sobre la sexualidad de su hija. De acuerdo con esta lógica ella le pertenece y apoyado en el poder patriarcal, la posee. En los cinturones urbanos, por su parte, la precariedad de la vivienda y el vicio alcohólico del padre, favorecen y estimulan el incesto. Ello no significa que no se encuentren relaciones incestuosas de la madre con el hijo, especialmente cuando ella actúa como cabeza de familia”. Concepto de la socióloga Virginia Gutiérrez de Pineda. Sentencia C-404 de 1998. Magistrados ponentes Carlos Gaviria Díaz y Eduardo Cifuentes Muñoz. 13 rastrearse, por lo menos en las sociedades occidentales, desde épocas prehistóricas. La dominación patriarcal aparece en algunas ocasiones sutilmente y en otras de manera abierta, en la argumentación filosófica, que ha sustentado y legitimado la inferioridad de la mujer, su incapacidad de asumirse como sujeto y su supuesta posición de mediación entre el «varón» y la naturaleza, como se expondrá en este trabajo. Muchas filósofas feministas del siglo XIX, el siglo XX y comienzos del XXI denuncian la ausencia de las mujeres en el discurso filosófico moderno o su comprensión de la mujer como «no sujeto». El sistema patriarcal se ha erigido sobre una serie de preconceptos o categorías que no permiten pensar a la mujer, sino a partir de ordenaciones jerárquicas preestablecidas con un sesgo sexista, que se traducen en categorías encontradas de manera recurrente en el discurso de filósofos de diferentes épocas 5 . Más allá de las concepciones filosóficas que la sustentan, la sociedad patriarcal se evidencia en situaciones políticas, sociales y jurídicas que han ido evolucionando en casi todo el mundo. Se consultaron textos de varias filósofas feministas del siglo XX. El punto de partida fue El segundo sexo de Simone de Beauvoir 6 (1908-1986), filósofa francesa, quien desde una perspectiva existencialista proporciona gran cantidad de elementos filosóficos, históricos, biológicos, políticos y sociales en su análisis sobre la condición de las mujeres y, por lo tanto, de la sociedad patriarcal. Para de Beauvoir la condición de la mujer sólo se entiende a partir de la posición hegemónica del varón, o sea, en estructuras patriarcales. El varón 5 Celia Amorós, Hacia una crítica de la razón patriarcal. 2ª ed., Barcelona, Anthropos, 1991, p. 80. 6 Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Buenos Aires, Debolsillo, 2007. 14 es el sujeto que logra situar a la mujer en la posición de lo Otro en cuanto «no sujeto»; lo inesencial frente a lo esencial que es él mismo. El Segundo sexo ha sido considerado un hito de la literatura feminista, un aporte insoslayable a las ciencias sociales y un clásico de la literatura del siglo XX. 7 Esta obra es reconocida como un referente necesario para el estudio del feminismo en el siglo XX y a partir de ahí se deriva una visión bastante amplia de lo que puede denominarse una “sociedad patriarcal”, que es el objeto de estudio en este trabajo. En Hacia una crítica a la razón patriarcal, Celia Amorós, filósofa española contemporánea, presenta, desde una perspectiva feminista crítica, diferentes artículos que aportan elementos sustanciales para el análisis de la sociedad patriarcal y su legitimación desde la filosofía. Además, aporta elementos interesantes sobre el debate entre el feminismo existencialista de Simone de Beauvoir y el estructuralista de Juliet Mitchell. Del artículo “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales” 8 de Amorós, se tomaron las categorías de «pactos patriarcales», «topos de la misoginia» y «pactos juramentados», y su relación con la violencia contra las mujeres explicada a partir de mecanismos masculinos de autodesignación. Michèle le Dœuff en El estudio y la rueca, escribe, desde su experiencia de la exclusión de las mujeres del discurso filosófico y de otras actividades significativas, en razón del “destino doméstico del otro sexo”. Le Dœuff se propone hacer una investigación sobre las mujeres y el conocimiento teórico, y señala los obstáculos que encuentra para su tarea, similares a los expuestos 7 Juan José Sebreli. Simone de Beauvoir, a 100 años de su nacimiento: La mujer ilustrada. perfil.com., google, enero de 2008. 15 por De Beauvoir antes de escribir el Segundo sexo, como el predominio de la comunidad masculina que la precede y las concepciones sobre la inferioridad intelectual de las mujeres. Propone un método de racionalidad débil o limitado para emprender su trabajo filosófico y abriga la “esperanza de encontrar una nueva forma de filosofar, que no sea hegemónica, como tantas otras”. 9 Le Dœuff analiza la relación entre Sartre y de Beauvoir para demostrar que la perspectiva existencialista le permite a Simone de Beauvoir una investigación filosófica (feminista), que “mantiene en la retaguardia los valores de la autenticidad y la libertad del existencialismo sartreano” y, además, logra llevar el discurso más allá de sus límites, a través de la noción de “medios concretos”. 10 La denuncia sobre el sexismo de la filosofía es ampliamente documentada por Wanda Tommasi en Filósofos y mujeres, de quien se tomaron elementos para la crítica feminista a Simone de Beauvoir y para presentar las concepciones teóricas del feminismo de la igualdad y de la diferencia. Tommasi distingue misoginia y androcentrismo al calificar los discursos filosóficos en los cuales rastrea el problema de la diferencia sexual. Para Tommasi la misoginia “es un sentimiento, es odio a lo femenino que se ve como lo que desfigura lo humano, el androcentrismo es una orientación del pensamiento en la que destaca sobre todo la operación de hegemonía de elaboración de la identidad humana por parte del sujeto masculino (…) que significa centralidad del hombre como 8 Celia Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en Virginia Maquieira y Cristina Sánchez (comps.), Violencia y Sociedad Patriarcal, Madrid, Pablo Iglesias, 1990. 9 Michèle le Dœuff, El estudio y la rueca: De las mujeres, de la filosofía, etc., Madrid, Cátedra, 1993, p. 21. 10 Ibíd., op.cit., p. 169. 16 representación de la diferencia entre los sexos”. 11 Mientras el androcentrismo prevalece en la tradición filosófica, la misoginia está limitada a unos pocos casos. El debate planteado entre existencialismo y estructuralismo en el análisis de la sociedad patriarcal se profundizó a través del planteamiento de Juliet Mitchell, psicoanalista francesa de la línea lacaniana, en el libro titulado: Psicoanálisis y feminismo. 12 Las autoras mencionadas se pueden ubicar en una perspectiva feminista crítica y en el debate vigente entre feminismo de la diferencia y de la igualdad. Su estudio resulta un buen comienzo para la comprensión de las relaciones sociales y el desarrollo de las sociedades patriarcales. Queda pendiente, para un trabajo posterior, una mayor profundización en la perspectiva de género que tiene su arraigo en la tradición feminista de la igualdad y que constituye la base para la construcción de categorías de análisis desde las ciencias sociales. La perspectiva de género está más desarrollada entre las feministas norteamericanas. Una pregunta aparece en el texto cuando se habla de sociedad patriarcal o de cultura patriarcal: ¿realmente de qué se está hablando? Parece que en últimas, se hace referencia a la incapacidad de los seres humanos de establecer relaciones de cooperación e igualdad y a la forma radical en que la dominación y la discriminación han estado presentes en la historia de la humanidad. A partir de allí resulta paradójico constatar la cantidad de argumentos filosóficos, en algunas ocasiones, biológicos, históricos o políticos, en otras, que justifican las 11 Wanda Tommasi, Filósofos y mujeres, Madrid, Narcea, 2002, p. 37. 12 Juliet Mitchell, Psicoanálisis y feminismo, Barcelona, Anagrama, 1976. 17 situaciones de injusticia y hacen de ellas un “deber ser” inserto en los imaginarios sociales. Argumentos similares han sido utilizados para justificar situaciones como la discriminación racial, la esclavitud, la estructura de clases, la desigualdad, la dominación, la colonización, todas ellas relacionadas en alguna medida con lo que se intenta expresar con la denominación de “sociedad patriarcal”, que incluye la noción de “familia patriarcal”, pero es mucho más amplia por cuanto contiene todos los aspectos relacionados con la cultura y las instituciones vigentes. 18 1. ASPECTOS HISTÓRICOS DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL Las características de la sociedad patriarcal han sido estudiadas a través de datos proporcionados por diferentes disciplinas entre las cuales sobresalen la prehistoria y la etnografía, pero todavía quedan cuestiones sin resolver. Se ha logrado establecer que cuando se hallan en conjunto los seres humanos, por razones de sobrevivencia, unos quieren imponer su voluntad sobre los otros y esto lo pueden lograr a través de mutuo acuerdo o a la fuerza; mediante relaciones amistosas o de hostilidad, pero, la mayoría de las veces, las relaciones entre los seres humanos se producen bajo tensión. De todas maneras, siempre habrá quienes, a través del convencimiento o por el uso de la fuerza, se imponen a los otros y se dedican a mantener su privilegio. Simone de Beauvoir anota al respecto: “Se comprende, pues, que el hombre haya tenido la voluntad de dominar a la mujer; pero ¿qué privilegio le ha permitido realizar esa voluntad?” 13 ¿Cómo y porqué ha logrado mantener el dominio durante más de 20 siglos a través de prácticas discriminatorias y claramente injustas? Si se lograra responder a estas preguntas se podrían aclarar muchos de los antecedentes de la sociedad patriarcal y además orientar acciones que contribuyan al cambio. Los datos etnográficos sobre las formas primitivas de la sociedad humana son contradictorios. Permiten establecer que las mujeres tomaban parte en guerras con tanta crueldad como los hombres, no obstante, es evidente que la fuerza 19 física siempre ha sido favorable para los hombres en las actividades de caza y pesca, en el control de los fenómenos de la naturaleza y en la guerra, y desventajosa para la mujer, en quien recae la responsabilidad de la reproducción y la crianza de los hijos y, por lo tanto, en todas aquellas actividades relacionadas con el mantenimiento de la vida y que se pueden realizar cerca del hogar, como las labores agrícolas y de producción artesanal. De todas maneras, tanto hombres como mujeres son necesarios desde el punto de vista de la supervivencia colectiva. Es evidente que la mujer nunca tuvo el primer lugar como lo han tenido las hembras en algunas especies animales. Las explicaciones a este hecho, basadas en la biología, en la psicología, o en la economía no resultan suficientes. La razón de ello radica en que la humanidad no es una simple especie natural. Su finalidad no es mantenerse como especie; su proyecto no es el estancamiento, sino que tiende a superarse continuamente. Engendrar y amamantar no constituyen actividades, son funciones naturales que no se ven afectadas por ningún proyecto. Por eso la mujer no encuentra en el desempeño de estas funciones el motivo de una afirmación de su existencia. Para de Beauvoir la mujer sufre pasivamente su destino biológico, está destinada a la repetición y la inmanencia. El hombre, por el contrario, desempeña su papel a través de actos que trascienden su condición animal. El homo faber es un inventor desde el origen de los tiempos y además su actividad es frecuentemente peligrosa. Es arriesgando su vida como el hombre se eleva sobre el animal. Por ello en la humanidad se decide la superioridad, no del sexo que engendra, sino del que mata. 14 13 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 63. 14 Ver Simone de Beauvoir, op.cit., p. 64-66. 20 Tenemos aquí la clave de todo el misterio, dice De Beauvoir: “en el nivel de la biología, solamente creándose de nuevo se mantiene una especie; pero esta creación no es más que una repetición de la misma Vida bajo formas diferentes. Al trascender la Vida por la Existencia es como el hombre asegura la repetición de la Vida” 15 y con esto logra además una superación de las circunstancias biológicas. El hombre crea valores que niegan todo valor a la pura repetición. En el caso del animal, las actividades del macho, cualesquiera que ellas sean, son vanas porque no las informa ningún proyecto; cuando no sirve a la especie lo que hace no es nada. En cambio, “al servir a la especie, el macho humano modela la faz del mundo, crea instrumentos nuevos, inventa, forja el porvenir”. 16 En esta actividad creativa el hombre encuentra la complicidad de la mujer, porque también ella es una existente, está habitada por la trascendencia y su proyecto no es la repetición, es su superación hacia otro porvenir. “Su desgracia consiste en haber sido biológicamente destinada a repetir la Vida”. 17 Un cambio fundamental de la organización social surge cuando los nómadas y las comunidades se fijan en el suelo y se hacen agricultores, aparecen entonces las instituciones y el derecho, pero de todas maneras subsisten pueblos de cazadores en medios montañosos, selvas y terrenos desérticos. Con la aparición del lenguaje, aparece también la división del trabajo y “todas las formas de tradición, reglas, moralidad y aprendizaje cultural”. 18 Aparece la propiedad colectiva y con ella el interés de poder dejarla a la posteridad. La 15 16 17 18 Ibíd., p. 66. Ibíd. Ibíd., p. 67. Kathleen Gough, El origen de la familia. en José Llobera (comp.): Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia. Barcelona, Anagrama, 4ª Ed., 1984, p. 128. 21 posibilidad de transmitir la propiedad a través de la herencia hace que la maternidad se convierta en una función sagrada. No parece que hubiera promiscuidad, adquiere importancia el pasado, el culto a los muertos y se piensa en el porvenir. La madre representa en estos momentos un papel de primer orden. 19 En todas las épocas de desarrollo de la humanidad la familia ha estado presente. Se trata de un fenómeno universal que presenta manifestaciones diferentes. Para Lévi-Strauss la palabra “familia”, en cuanto tipo ideal, sirve para designar un grupo social que posee, por lo menos, las tres características siguientes: 1) Tiene su origen en el matrimonio. 2) Está formado por el marido, la esposa, y los hijos (as) nacidos del matrimonio, aunque es concebible que otros parientes encuentren su lugar cerca del grupo nuclear. 3) Los miembros de la familia están unidos por a) lazos legales, b) derechos y obligaciones económicas, religiosas y de otro tipo y c) una red precisa de derechos y prohibiciones sexuales, más una cantidad variable y diversificada de sentimientos psicológicos tales como amor, afecto, respeto, temor, etc. 20 De lo anterior se pueden resaltar algunos elementos que cobrarán importancia en las consideraciones sobre la familia patriarcal, como la necesidad de la conformación socialmente aceptada de la familia, sea esta monógama o no. No se trata de un solo tipo de familia, por el contrario, hay diferentes formas de familia aceptadas socialmente, por ejemplo: la familia conyugal, la doméstica, restringida o extendida que (por lo menos en sus orígenes) están relacionadas 19 20 Ver Simone de Beauvoir, op.cit. p. 68-71. Claude Levi-Strauss, “La familia”, en José Llobera, (comp.): Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Barcelona, Anagrama, 4ª Ed., 1984, p. 17. 22 con las leyes del parentesco. Las relaciones aceptadas y prohibidas entre los miembros de la familia están fijadas por la cultura en la cual están insertadas y, por lo tanto, la evolución de la familia y la de la sociedad están íntimamente relacionadas. En una sociedad patriarcal se encontrarán, de manera prioritaria, familias patriarcales. Se ha supuesto que en edades remotas existió un verdadero reinado de las mujeres, pero de ello no ha quedado literatura, no hay pruebas suficientes de la existencia de verdaderos matriarcados, por el contrario, las grandes épocas patriarcales se conservan en su mitología, en sus monumentos y en sus tradiciones. Según de Beauvoir la existencia del matriarcado no es mas que un mito. 21 En la sociedad patriarcal la mujer es lo Otro. Esto equivale a decir que no existe entre los sexos una relación de reciprocidad. La mujer no es una semejante del hombre, es de otro reino. La sociedad ha sido masculina, el poder político ha estado en sus manos; la autoridad pública o social ha pertenecido siempre a los hombres. Las relaciones de reciprocidad sólo se pueden dar entre semejantes y la mujer no es considerada una semejante del hombre. Por lo tanto, la existencia de relaciones de reciprocidad en estas sociedades requiere sólo de individuos varones. Las mujeres son consideradas objetos o instrumentos de intercambio. “Las mujeres forman parte de los bienes que éstos poseen y entre ellos constituyen un instrumento de cambio. El error proviene de que se han confundido dos figuras de la alteridad que se excluyen rigurosamente. En la medida en que la mujer es considerada como lo Otro 21 Ver Simone de Beauvoir, op.cit., p. 71. 23 absoluto, es decir, como inesencial, resulta imposible considerarla como otro sujeto”. 22 Sin tener en cuenta el tipo de familia, la mujer siempre ha estado bajo la tutela del hombre: marido, compañero, padre o hermano. Cuando se casa, con frecuencia va a vivir bajo el techo del esposo, afirmando de esta manera la asimetría de los sexos. En todas las sociedades se reconoce la importancia del matrimonio y la conveniencia de que la mujer que trae un hijo al mundo esté casada. Con la institución familiar se refuerzan los lazos de cohabitación, de trabajo, de intereses comunes, de ternura. Por todo lo anterior es que se ha afirmado que toda sociedad tiende hacia una forma patriarcal, en la cual el hombre, cuando toma conciencia de sí mismo, impone su voluntad. En virtud del intercambio por el cual se realiza el matrimonio, el hombre asume la condición de dueño y la mujer pasa a ser “sometida, poseída, explotada, como lo es también la naturaleza cuya mágica fertilidad ella encarna”. 23 De esta manera, de Beauvoir señala el triunfo del patriarcado como el resultado de un proceso basado en el privilegio masculino: El triunfo del patriarcado no fue ni un azar ni el resultado de una revolución violenta. Desde el origen de la Humanidad su privilegio biológico ha permitido, a los varones, afirmarse exclusivamente como sujetos soberanos; jamás han abdicado de ese privilegio; en parte han alienado su existencia en la Naturaleza y en la mujer; pero en seguida la han reconquistado. Condenada a representar el papel del Otro, la mujer estaba igualmente condenada a no poseer más que un poder precario: esclava o ídolo, jamás ha sido ella misma quien ha elegido 22 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 70-71. 23 Ibíd. p. 73. 24 su suerte…el puesto de la mujer en la sociedad es siempre el que ellos le asignan; en ningún tiempo ha impuesto ella su propia ley. 24 El desarrollo del lenguaje y de formas de relación social originadas en la autoridad del varón reafirma la potestad del varón y la condición de dominación de la mujer. El hombre progresa en su dominio de la naturaleza y la mujer no puede sostener el nivel de trabajo requerido para estar a la par del hombre. Como consecuencia, el hombre esclaviza a otros hombres, con los cuales consigue un trabajo más eficaz que el de la mujer y se reafirma en su poderío, en su posición de superioridad. Además de ser el dueño de los esclavos, consigue la posesión de la tierra y también de la mujer y, a través de ella, de los hijos. Consigue así herederos que harán efectiva su permanencia en la tierra después de muerto y si no lo logra a través de la mujer, lo hace a través de figuras como la agnación (parentesco fundamentado en la potestad del paterfamilias), a partir de la cual la madre es rebajada al rango de nodriza, de sirviente, mientras se exalta la soberanía del padre, quien ostenta los derechos y los transmite. Del papel de nodriza asignado a la mujer hay constancia en diferentes escritos entre los cuales se puede resaltar el de las Euménides, tragedia de Esquilo, citada por de de Beauvoir: Apolo: También eso diré y ten sabida la rectitud con que hablo. No es la madre la que engendra al niño que da al mundo: nodriza solamente es la que recibe y nutre el germen que en ella se siembra. Es el padre el que engendra al fecundarla. Ella es una extraña que recibe el don que se conserva, a no ser que los dioses fallen lo contario. Tenéis la prueba de que un padre puede engendrar sin madre. 24 Ibíd. p. 77-78. 25 Aquí está Atena, hija de Zeus. Olímpico: nunca fue nutrida en la noche oscura de un seno maternal y no hay una diosa que pueda producir brote más hermoso y perfecto que ella… Atena: ¿Todos hablaron? Debo hablar ahora: he de decir la última palabra. Doy mi sufragio a favor de Orestes. ¡Yo no tuve madre que al mundo me diera! Estoy a favor del varón, ¿Qué me importa el himeneo? Al varón patrocino. Es el padre quien triunfa…¿Una mujer? Y, ¿qué es una mujer? ¡Una mujer que es muerta…una mujer que mata! Y mata a quien guardaba la dicha de su hogar”. 25 La primacía del varón queda instituida por Apolo y ratificada por Atena, por el Dios y la Diosa a través de la tragedia griega, que se entiende como “una expresión de la opinión, la censura o la alabanza pública, el comentario de los hechos y la memoria viviente, social y tradicional, de progreso y de amor al pasado, y el relicario mismo de mitos vetustos y de tradiciones que iban muriendo”. 26 Las anteriores afirmaciones no están sustentadas en el conocimiento científico, están en el terreno de los Mitos, pero esto hace que sean reconocidas como una verdad, como una creencia que supone la concepción como el encuentro del semen y el menstruo pero que puede ser superada por la acción del varón, que es quien crea y establece la ley. Pero además, Simone de Beauvoir recuerda el modo en que Aristóteles se refiere al papel que desempeña el hombre frente a la mujer: 25 Esquilo. Trilogía de Orestes. III Euménides, en Esquilo, Las siete tragedias, México, Porrúa, 7ª edición, 1970, pp. 149-150. 26 Angel María Garibay, “Introducción”, en Esquilo, op. cit. p. XII. 26 La mujer es solamente materia; el principio del movimiento, que es masculino en todos los seres que nacen, es mejor y más divino; esa idea traduce una voluntad de poder que sobrepasa a todo conocimiento. Al atribuírsele exclusivamente su posteridad, el hombre se desprende definitivamente de la influencia de la feminidad y conquista contra la mujer la dominación del mundo. 27 Wanda Tommasi comparte la idea planteada por de Beauvoir según la cual para Aristóteles la inferioridad femenina es un hecho inevitable y natural, lo cual significa que la diferencia está sustentada en la naturaleza: Aristóteles explica la debilidad femenina con la humedad y la frialdad, provocadas por la pérdida de sustancia sanguínea que sufren regularmente las mujeres…la procreación de hijas se debe a una imperfección, a una impotencia parcial del semen masculino que, cuando es completo, sólo tendría que engendrar hijos varones. 28 Con Aristóteles, para estas dos filósofas, se inaugura una larga lista de pensadores para los cuales la mujer es una deficiencia de la especie, es un macho castrado. Según Tommasi, Aristóteles, al señalar la imposibilidad femenina de mirarse en los ojos de sus semejantes, “pone las bases del simbolismo del patriarcado”. 29 Aristóteles, como señalaron de Beauvoir y Tommasi, se refiere a la superioridad del hombre sobre la mujer en diferentes textos de los cuales se seleccionaron 27 Simone de Beauvoir, op.cit., p. 80. 28 Wanda Tommasi, Filósofos y mujeres: la diferencia sexual en la historia de la filosofía, Madrid, Narcea, 2002, p. 55. 29 Wanda Tommasi, op. cit., p. 59. 27 Política 30 y Reproducción de los animales 31 . En la Política se identificaron algunos elementos de la filosofía práctica en lo que se relaciona con el gobierno de la familia y del Estado. En esta obra se encuentra legitimada la esclavitud y la superioridad del hombre sobre la mujer. A pesar de que considera “iguales”, al hombre y a la mujer establece claramente que la virtud del hombre se refleja en saber dirigir y la de la mujer en saber obedecer. La diferencia del humano frente a los demás animales está en la posesión de lenguaje que le permite diferenciar entre otras cosas, lo provechoso de lo nocivo; lo justo de lo injusto; lo bueno de lo malo. En primer lugar se unen de modo necesario los que no pueden existir el uno sin el otro, como la hembra y el macho para la generación (y esto no en virtud de una decisión, sino de la misma manera que los demás animales y plantas, que de un modo natural aspiran a dejar tras de sí otros semejantes), y el que por naturaleza manda y el súbdito, para seguridad suya. En efecto, el que es capaz de prever con la mente es naturalemente el jefe y señor por naturaleza, y el que puede ejecutar con su cuerpo esas previsiones es súbdito y esclavo por naturaleza; por eso el señor y el esclavo tienen los mismos intereses” (1252a) 32 Para Aristóteles, la familia incluye a los esclavos y a los hombres libres, y además es parte fundamental lo que llama la cremastística, que tiene que ver con la administración del hogar. De todas maneras hay que resaltar que no es un concepto que coincida con la llamada familia nuclear, sino ampliado a otros participantes y que la autoridad está en cabeza del varón, por naturaleza. Las partes de la administración doméstica corresponden a aquellas de que 30 Aristóteles, Política, Madrid, Centro de Estudios Políticos Constitucionales, 1997. Edición bilingüe, Traducción de Julián Marías y María Araújo. 31 Aristóteles, Reproducción de los animales, Madrid, Gredos, 1994. Traducción de Ester Sánchez. 32 Aristóteles, Política, op. cit. p. 2. 28 consta a su vez la casa, y la casa perfecta consta de esclavos y libres. Ahora bien, como todo se debe examinar por lo pronto en sus menores elementos, las partes primeras y mínimas de la casa son el amo y el esclavo, el marido y la mujer, el padre y los hijos, habrá que considerar respecto de estas tres relaciones qué es y cómo debe ser cada una, a saber, la heril, la conyugal (pues la unión del hombre y la mujer carece de nombre), y la procreadora (ésta tampoco tiene nombre adecuado). (1253b) 33 Tratándose de la relación entre macho y hembra, el primero es superior y la segunda inferior por naturaleza, el primero rige, la segunda es regida. (1254b) 34 “El padre y marido gobierna a su mujer y a sus hijos como a libres en ambos casos, pero no con la misma clase de autoridad: sino a la mujer como a un ciudadano y a los hijos como vasallos. En efecto, salvo excepciones antinaturales, el varón es más apto para la dirección que la hembra, y el de más edad y hombre ya de hecho, más que el más joven y todavía inmaturo. (1259b) 35 Aristóteles defiende la esclavitud, a pesar de que reconoce que el esclavo es un hombre que posee la virtud indispensable para no faltar en su trabajo por intemprancia o cobardía. El esclavo, lo es por naturaleza y su principal característica es que no posee capacidad deliberativa. El esclavo carece en absoluto de facultad deliberativa; la hembra la tiene, pero desprovista de autoridad; el niño la tiene, pero imperfecta…no es la misma templanza la de la mujer que la del hombre, ni la misma fortaleza, como creía Sócrates, sino que la del hombre es una fortaleza para mandar, la de la mujer 33 Ibíd., p. 5. 34 Ibíd. p. 8. 35 Ibíd. p. 22. 29 para servir. (1260a) 36 En la Reproducción de los animales, Aristóteles señala las razones biológicas de la diferencia entre los dos sexos, como ocurre entre todos los animales. El macho es el poseedor del principio del movimiento y la hembra del principio material, como señaló de Beauvoir. Los siguientes parágrafos ilustran lo expresado: “Podríamos establecer la hembra y el macho como principios de la reproducción: el macho como poseedor del principio del movimiento y de la generación, y la hembra, del principio material…Llamamos macho a un ser que engendra en otro, y hembra al que engendra en sí mismo” (716a 5-10). 37 “Si el macho es una especie de motor y agente, y la hembra, en cuanto hembra, paciente, al semen del macho la hembra no aportaría semen sino materia”. 38 “Por lo tanto, la hembra, en cuanto hembra es pasiva, y el macho, en cuanto macho, activo y de donde procede el principio del movimiento” (729b 10-15). 39 . “Y es que las hembras son más débiles y frías por naturaleza y hay que considerar al sexo femenino como una malformación natural” (775a 10-15) 40 En Aristóteles se encuentran entonces, elementos de legitimación del patriarcado que van a ser utilizados posteriormente por los filósofos como argumento de autoridad para sustentar la primacía del hombre sobre la mujer. 36 Ibíd. p. 24. 37 Aristóteles. Reproducción de los animales. Op.cit., p. 63. 38 Ibíd., p. 114. 39 Ibíd., p. 115. 40 Ibíd., p. 273. 30 En el capítulo siguiente se analizará este aspecto a partir del análisis de Celia Amorós sobre la legitimación del patriarcado. Cuando aparece el cristianismo, señala de Beauvoir, si bien éste se basa en la caridad que incluye a las mujeres tanto como a los enfermos de lepra y de otras enfermedades, a los humildes y a los esclavos, mantiene la dominación sobre las mujeres, sustentándola en la revelación y en la autoridad divina. Esta condición es llevada a extremos tales que la convierte en tentación y le atribuye un carácter peligroso. La ideología cristiana ha contribuido no poco a la opresión de la mujer. San Pablo ordena a las mujeres recogimiento y discreción, y a través de él, se afirma la tradición judía, ferozmente antifeminista, pues fundamenta en el Antiguo y en el Nuevo Testamento el principio de subordinación de la mujer al hombre, que más adelante la convierte en tentación del demonio. Santo Tomás declara que la mujer no es más que un ser 'ocasional' e incompleto, una suerte de hombre frustrado. El hombre es la cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es la cabeza del hombre. Es una constante que la mujer está destinada a vivir bajo el dominio del hombre y no tiene ninguna autoridad por sí misma. El Derecho Canónico admite el régimen matrimonial que hace a la mujer incapaz e impotente. 41 Tommasi, por su parte, señala dos posturas diferentes sobre la mujer en el pensamiento cristiano. Por un lado el texto evangélico, “donde la posición de la mujer se presenta en téminos revolucionarios respecto al orden patriarcal 41 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 85-87. 31 vigente en la sociedad hebrea” 42 y, por otro lado, la posición de San Pablo que señaló de Beauvoir y que Tommasi comparte. Es en San Pablo que se sustentan las expresiones de misoginia y la marginación de las mujeres, atribuidas a la Iglesia en la era cristiana. Tommasi muestra cómo el cristianismo al principio era un mundo con mujeres, en el cual se les prometía una independencia de los lazos patriarcales que no tenía precedentes y la igualdad con el hombre, en el sentido de ser creadas a imagen de Dios, y de un destino de salvación en la misma forma que el sexo masculino, si se renunciaba a la carne y a la sexualidad. En el plano del alma racional, para el pensamiento cristiano, la mujer es considerada igual al hombre. Una cosa diferente se plantea en el nivel del cuerpo en la perspectiva agustiniana. La mujer ha sido hecha para el hombre, está subordinada a él, es auxiliar en el proceso de procreación. “La procreación sólo la lleva a cabo Adán, en virtud de su semen. La mujer recibe, nutre y da a luz, pero no tiene parte activa en este proceso de fecundidad”. 43 En virtud de este papel que se le asigna, la mujer puede ser, como Eva, instrumento de perdición por el pecado original, o auxiliar en el proceso de redención, como la Virgen María. El destino asignado a la mujer, para colaborar en la obra divina se plantea en dos posibles caminos que resultan consistentes con la concepción planteada. Por una parte se la somete a una condición subordinada y de sometimiento al varón, en el caso del matrimonio y, por otra, se le permite una autonomía relativa si escoge la vida monástica, en la cual dedica su vida al servicio de Dios. 42 Wanda Tommasi, op. cit., p. 60. 43 Ibíd., p. 65. 32 En la primera opción la mujer cumple el papel que se le asigna por su destino biológico que la une a la naturaleza y en el otro asume el camino de la salvación, siguiendo el ejemplo de la Virgen María. La subordinación patriarcal, en la familia, sólo podía romperse en este mundo, si quedaba viuda o soltera y virgen o si se escogía el ideal ascético, de dedicación exclusiva a Dios. Por este camino la mujer podía acceder a la igualdad entre los sexos prometida por la redención. 44 El siglo XIII, en el cual vivió Tomás de Aquino, se caracteriza por la ausencia de las mujeres de la Iglesia. La influencia de Aristóteles es notable en este sentido. Tomás revive la concepción aristotélica de imperfección de la mujer, pero reconoce su función como absolutamente necesaria para la procreación. Tommasi resalta la postura androcéntrica de Tomás, según la cual la mujer es diferente al hombre porque se aparta del ideal perfecto que éste encarna. Tomás ratifica la idea de que la mujer desempeña un papel pasivo en la reproducción. 45 La historia del patriarcado está ligada directamente con la historia de la dominación hacia la mujer y ello se puede deducir de los aspectos históricos señalados por de Beauvoir en el Segundo sexo y por otras autoras feministas. Se van a señalar, a continuación, algunos elementos de la sociedad patriarcal que resultan significativos en algunas regiones de Europa y que además ayudan a entender el proceso en las sociedades occidentales. 44 Ibíd., p. 66. 45 Ver Wanda Tommasi, op.cit. p. 72. 33 La dependencia de la mujer en la sociedad patriarcal se hace evidente en todos los planos de la vida. En cuanto a las relaciones económicas, la suerte de la mujer aparece ligada a la propiedad privada. El hombre, en cuanto propietario, aliena su existencia en la propiedad, a la que aprecia más que a su vida misma y consigue que desborde incluso los límites de la vida temporal. Subsiste más allá de la destrucción del cuerpo en virtud de la herencia. Para esto, el hombre requiere de la descendencia y de la seguridad de que los hijos son suyos. La propiedad se transmite de padres a hijos y ellos quedan obligados a rendirle culto al recuerdo del padre, asegurando así la supervivencia de los antepasados. “Tan pronto como el patriarcado se ha hecho patente, arrebata a la mujer todos sus derechos sobre la tenencia y transmisión de bienes”. 46 La mujer romana se encuentra en medio del conflicto entre la familia y el Estado. Después de la muerte de Tarquino (510 aC aproximadamente) “se afirma el derecho patriarcal: la propiedad agrícola, el dominio privado y, por tanto, la familia, constituye la célula de la sociedad”. 47 En la sociedad romana la mujer es parte del patrimonio del varón. Se encuentra en condiciones serviles, como cualquier menor de edad, por lo cual está excluida de los asuntos públicos. No se le niega directamente su parte en la herencia paterna, pero se le impide disponer de ella por un medio indirecto: se la somete a la autoridad de un tutor. El primer tutor de la mujer es su padre, en su defecto, los agnados paternos cumplen esa función. Cuando la mujer se casa, pasa 'a manos' de su 'esposo'. En virtud de la ley, la mujer es considerada como una incapaz y sometida a la potestad de los varones. 46 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 80. 47 Ibíd., p. 81. 34 En Roma la institución del pater familias es fundamental y refleja fielmente la organización patriarcal, reforzada por el derecho. La tensión patriarcal se presenta entre el control de la mujer y el control de los bienes y la propiedad. En ocasiones la mujer puede poseer bienes y el Estado la protege, pero la toma bajo su tutela. La posesión de bienes constituye un símbolo de poder, razón por la cual el Estado protege a las mujeres propietarias de la dominación, aunque las mantenga sometidas a diversas incapacidades legales. 48 “Los emperadores romanos, sufren de manera mitigada la influencia de los Padres de la Iglesia; la legislación de Justiniano honra a la mujer en tanto que esposa y madre, pero la esclaviza a sus funciones; su incapacidad se debe a su situación en el seno de la familia, no a su sexo”. 49 Una cosa es la función social de la mujer, el papel que se le asigna dentro de la familia y que de ello se deriven diferentes formas de dominación, y otra es que sea discriminada y considerada inferior en razón de su sexo. Las costumbres de los germanos eran singulares. Sólo durante las guerras reconocían jefe; en tiempos de paz, la familia era una sociedad autónoma. La familia era monógama, el adulterio estaba severamente castigado y se respetaba el matrimonio. La mujer seguía estando bajo tutela y estrechamente asociada al marido. Aun cuando se consideraba su fuerza física inferior a la del hombre, no se consideraba que tuviera una inferioridad moral. En la Edad Media la mujer se halla bajo la absoluta dependencia del padre y del marido. En la tradición de los merovingios la mujer es casada sin su consentimiento y repudiada según los caprichos de su marido, quien tiene sobre ella derecho de vida y muerte; se la trata como a un sirviente. 48 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 81-82. 35 Está protegida por las leyes, pero sólo en tanto que propiedad del hombre y madre de sus hijos. Cuando el Estado se hace poderoso, se esboza la evolución que hemos visto realizarse en Roma: la tutela de los incapaces, niños y mujeres, deja de ser un derecho de familia para convertirse en una carga pública. 50 En los regímenes feudalistas, la condición de la mujer parece muy incierta. Se le niegan todos los derechos privados, porque no tiene ninguna capacidad política. Su situación cambia cuando los feudos se hacen hereditarios y patrimoniales. Pero la suerte de la mujer no mejora por el hecho de convertirse en heredera: necesita un tutor masculino, además de estar sujeta al soberano. De acuerdo con los relatos documentados en las epopeyas el esposo obtenía tierras a través de la mujer y en ocasiones la recibía como regalo, pero la maltrataba, la abofeteaba, la arrastraba por los cabellos, la apaleaba. 51 El estatuto legal de la mujer en Italia permaneció más o menos inmutable desde comienzos del siglo XV y hasta el XIX, pero en las clases privilegiadas, su situación concreta sí evolucionó. El Renacimiento italiano es una época de individualismo en la cual sobresalen las personalidades fuertes independientemente de su sexo. En el siglo XVI todavía las mujeres son poco instruidas. En el siglo XVII sobresalen algunas mujeres por su dominio intelectual, incluso llegan a tener mayores conocimientos que sus esposos, con lo cual consiguen penetrar el universo masculino (literatura, casuística amorosa, intrigas políticas, etc). En el siglo XVIII, la libertad y la independencia 49 Simone de Beauvoir, op.cit., p. 87. 50 Ver Simón de Beauvoir, op.cit., p. 88. 51 Ver Simón de Beauvoir, op.cit., p. 89-90. 36 de la mujer aumenta aún más. Las costumbres siguen siendo en principio severas: la joven no recibe más que una educación somera, se la casa o se la mete en un convento sin consultarla. La burguesía, clase en ascenso y cuya existencia se consolida, impone a la esposa una moral rigurosa. Pero, a modo de desquite, la descomposición de la nobleza permite a las mujeres de las clases altas las más grandes licencias. En el siglo XIX, se inicia una verdadera revolución en cuanto a la participación social de la mujer. La revolución industrial le abre las puertas en el trabajo productor y la lucha feminista sale del dominio teórico para entrar en el terreno práctico. La burguesía se aferra a la vieja moral, para evitar que la libertad de la mujer atente contra la propiedad privada, y la reclama en el hogar. Su emancipación para la burguesía conservadora se convierte en una verdadera amenaza para la moral y sus intereses. Ciertos varones asalariados temen la competencia femenina, pues las mujeres trabajan por salarios más bajos y aceptan condiciones laborales de explotación contra las cuales ellos están luchando. La religión, la filosofía, la teología y más adelante la biología y la psicología experimental dan la razón a los antifeministas, de tal manera que la ciencia acaba legitimando la subordinación de la mujer. En las relaciones entre los sexos se presenta una situación de discriminación, que puede ser comparada con la que se da por razones étnicas o de clase social. Las diferentes fuerzas luchan porque la mujer continúe respondiendo a las asignaciones de roles socialmente dispuestos en función de ser considerada 'verdaderamente mujer', es decir, frívola, pueril, irresponsable: sometida al hombre. La cuestión es que la sociedad considera que la mujer es por naturaleza inferior y por ello la priva de condiciones educativas adecuadas, le impide desarrollar sus potencialidades y la hace inferior. Al compararla con los varones en un momento específico el resultado es que es inferior. Sin embargo de Beauvoir señala que hay mala fe en la utilización de los términos: 37 La mala fe consiste en darle [a la palabra ser] un valor sustancial cuando tiene el sentido dinámico hegeliano: ser es haber devenido, es haber sido hecho tal y como uno se manifiesta; si, las mujeres, en conjunto, son hoy inferiores a los hombres, es decir su situación les ofrece menos posibilidades: el problema consiste en saber si semejante estado de cosas debe perpetuarse . 52 52 Simone de Beauvoir, op.cit., p. 26. 38 2. ANÁLISIS DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL El análisis de la sociedad patriarcal ha sido emprendido fundamentalmente por pensadoras feministas de diferentes disciplinas. En el capítulo anterior se presentó una visión histórica de la evolución de la sociedad patriarcal a partir del libro El segundo sexo, de Simone de Beauvoir el cual permite hacer referencia a situaciones concretas. La visión existencialista presentada por de Beauvoir afirma que en la sociedad patriarcal el sujeto es el hombre y la mujer lo Otro, y de allí deriva algunas consecuencias que resaltan la falta de medios concretos de las mujeres para asumir su propia existencia y, por lo tanto, su falta de autonomía y libertad. Desde otras perspectivas como la estructuralista, expuesta por Juliet Mitchell, el hombre es la cultura y la mujer la naturaleza. Desde esta perspectiva las explicaciones del fenómeno de la sociedad patriarcal, que involucran tanto a hombres como a mujeres, se ubican en el plano simbólico de las representaciones sociales de manera tal que las acciones no dependen de los individuos en virtud de la autonomía y la libertad, sino de la cultura y de los grupos. En contra de la crítica realizada por de Beauvoir, Mitchell sostiene la importancia del psicoanálisis para entender la situación y poder emprender acciones para su modificación. En último término, el interés, por lo menos desde una perspectiva feminista, está orientado a promover cambios radicales en el comportamiento de los miembros de las sociedades, proporcionando elementos que permitan modificar estructuras de pensamiento dominantes. Las filósofas feministas consultadas para el 39 desarrollo de este trabajo, 53 además de contribuir al estudio de la sociedad patriarcal, asumen una postura crítica, unas veces desde el feminismo de la igualdad en la línea de Simone de Beauvoir, otras partiendo de la diferencia sexual como significante que estructura las diferencias culturales y las jerarquías sociales. 54 Celia Amorós, plantea otra alternativa, propone un feminismo de la sospecha que refleje “un movimiento de crítica de la cultura masculina y de sus opciones”. 55 En conjunto ellas aportan elementos teóricos que facilitan la búsqueda de alternativas contra la dominación y la discriminación de la mujer, propias de la sociedad patriarcal. Las relaciones de desigualdad y, más aún, de violencia entre los sexos en el plano doméstico y en el ámbito público, como ya se describió en el apartado anterior, han estado presentes en la sociedad desde tiempos inmemoriales y han pretendido ser justificadas no sólo por las características biológicas y psicológicas de los seres humanos, sino también en concepciones religiosas y metafísicas. El mismo discurso filosófico ha sido cómplice de esta actitud de legitimación de las relaciones de dominio del varón sobre la mujer. Celia Amorós ha trabajado la problemática del patriarcado a través de diferentes artículos. En su artículo ¿Herederas o desheredadas?: notas para una crítica de la sociedad patriarcal”, 56 identifica tres conceptos clave que se encuentran en la base de los principales sistemas filosóficos y propone su deconstrucción para lograr romper la dinámica de las relaciones patriarcales 53 Simone de Beauvoir, Michèle le Dœuff, Celia Amorós, Juliet Mitchell y Wanda Tommasi. 54 Ver Wanda Tommasi, op.cit., p. 14. 55 Celia Amorós, “Feminismos ilustrados y feminismos helenísticos”, en Hacia una crítica de la razón patriarcal. Barcelona, Anthropos, 2ª ed., 1991, p. 152. 56 Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas? Notas para una crítica de la razón patriarcal” en: Hacia una crítica de la razón patriarcal, op.cit., p. 72-104. 40 que sustentan. En Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales, 57 propone tres categorías con las cuales contribuye, desde la filosofía, al análisis interdisciplinario del patriarcado como sistema de dominación que reproduce la desigualdad, a través de la asignación de funciones y espacios tanto físicos como simbólicos a las mujeres. Una característica fundamental de estas asignaciones es que no son elegidas por las mujeres, porque parten del desconocimiento de su autonomía. 58 En el presente capítulo se consideran las dos líneas de comprensión seguidas por Amorós en los artículos referidos, las cuales se complementan en la tarea de desvelar las condiciones teóricas y prácticas del patriarcado. Desde esta propuesta puede vislumbrarse un modo de participar en el cambio de las relaciones de dominación y opresión que lo caracterizan. 2.1. La legitimación del patriarcado A la filosofía feminista le compete una función crítica de desmontar los presupuestos teóricos que hacen del discurso filosófico una fuente de legitimación de la sociedad patriarcal. El movimiento político debe orientarse a la lucha práctica cotidiana de desmantelamiento de las situaciones específicas de dominación, para llevar el campo de acción femenino a los diferentes frentes de la vida cotidiana pública y privada. Ambas líneas de acción, la teórica y la práctica, se entreveran complementándose y alimentándose mutuamente para hacer posible un cambio real de las condiciones sociales de la dominación 57 Celia Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en Virginia Maquieira y Cristina Sánchez (comps.), Madrid, Pablo Iglesias, 1990, p. 2. 58 Virginia Maquieira y Cristina Sánchez. “Introducción”, en Violencia y Sociedad Patriarcal, op. cit., p. VIII. 41 patriarcal. Amorós logra, a través del análisis del discurso filosófico, desvelar el sesgo sexista y patriarcal que se refleja en algunos de los sistemas filosóficos más significativos pretendiendo legitimar la primacía del hombre en diferentes momentos históricos. 59 El asunto relacionado con la legitimación de la sociedad patriarcal, propuesto por esta autora, se basa en el análisis de los conceptos de herencia, genealogía y legitimidad, que se pueden identificar en tres filósofos pertenecientes a épocas históricas y contextos socioculturales diferentes. En ellos resalta el carácter recurrente de ciertas categorías en las que se expresan filosóficamente los tópicos y las motivaciones ideológicas del patriarcado. Ellos son: Aristóteles, san Agustín y Kant. 60 Amorós destaca en Aristóteles la presencia de una relación genealógica, en el sentido de buscar en las producciones de los filósofos que le precedieron, una legitimación de su propia tarea filosófica, que a la postre se evidencia en lo que ella llama la operación patriarcal de legitimación genealógica en la historia de la filosofía. El ejemplo tomado por Amorós para explicar la relación genealógica es el de la teoría de las cuatro causas (material, formal, eficiente y final). Aristóteles considera su teoría de las cuatro causas como definitiva y la sustenta pasando revista a los aportes anteriores, con lo cual refuerza sus propios análisis. Instituye una memoria genealógica de la filosofía, institución que se identifica a su vez con la constitución del pensamiento aristotélico como paradigmático. 59 Ver Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas?...”, op. cit., p. 79. 60 Ibíd., p. 80-102. 42 A través de la adopción, que más adelante cobra importancia como acción simbólica de la sociedad patriarcal, Aristóteles legitima la postura de filósofos anteriores a él, como Anaxágoras, los milesios, los pitagóricos y los atomistas. Esta es una forma genealógico-patriarcal de asumir el pasado de la filosofía. Wanda Tommasi va más allá cuando se refiere a la teoría aristotélica sobre la mujer, al señalar que Aristóteles “pone las bases del simbolismo del patriarcado”. 61 La razón patriarcal se convierte entonces, para Amorós, en razón genealógica y legitimadora, a través de la cual se impone el sentido que se autodefine a sí mismo como fundador del verdadero sentido. Las acciones de categorizar, de ordenar y constituir jerarquías queda establecida como elemento fundamental de la filosofía. La razón patriarcal determina lo que ella define como carencias, distribuye sus marcas en función de la imposición o no imposición del Nombre del Padre, distinguiendo así al heredero y al desheredado, al legítimo y al bastardo. Se inicia la serie de categorías dicotómicas a partir de las cuales “se instaura la genealogía masculina como una institución específicamente cultural y se constituye como un orden simbólico estructurado en torno al Nombre del Padre, que funciona como pivote del sistema”. 62 El Padre introduce la ley de la serie transgrediéndola y estableciendo de modo inmediato su relación con ella, porque en qué momento se inicia la cadena de la ley del parentezco, o la prohibición del incesto ¿quien le señala un origen? Pero como toda genealogía refleja una contradicción y es que tiene que buscar un comienzo, un origen que acaba instituyéndose a través de un mito fundacional y como “todo mito de 61 Wanda Tommasi, op. cit. p. 59. 62 Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas?...”, op.cit. p. 84 43 autoctonía, en el origen remite como a su trasfondo a una genealogía: hallamos aquí la problemática de Edipo y la genealogía patriarcal”. 63 Amorós señala a Aristóteles como el instaurador del linaje de los filósofos. Legitimador retrospectivo del pasado filosófico, que se convierte a la vez en legitimador prospectivo de la tarea filosófica. 64 Con san Agustín se plantea una nueva lectura del problema. “En La Ciudad de Dios se trata nada menos que de la relectura de la historia universal en clave genealógica”. 65 Amorós piensa que en este autor se encuentra también una concepción genealógica, que se plantea como la superposición de dos series genealógicas, que contraponen dos series de adjudicaciones valorativas opuestas sistemáticamente entre sí. Los hijos de la ciudad terrestre se orientan a la consecución de los bienes de este mundo, los de la ciudad celestial tienen como único fin la salvación eterna; los de la ciudad terrenal son producto de la generación concupiscente, los de la ciudad celeste lo son de la regeneración. Los de la ciudad celestial son hijos de la promesa y de la gracia; los de la ciudad terrenal pertenecen al orden de la naturaleza y son criaturas de lo perecedero y fugaz. 66 Una nueva genealogía se instaura con san Agustín. Aparece aquí una nueva proyección prospectiva: la de los elegidos que van a alcanzar la herencia en el reino celestial y la de los que no han sabido hacerse dignos de la gracia. Esta nueva genealogía debía relacionarse con las antiguas, para preservar el 63 Ibíd., p. 85. 64 Ibíd., p. 85. 65 Ibíd., p. 88. 66 Ver Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas?...”, op.cit. p. 89. 44 judaísmo y proteger la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Aparecen aquí dos imágenes femeninas que reflejan la descendencia de la esclava que engendra esclavos, provenientes de Agar, y la libre, que engendra por el espíritu, en virtud de la promesa. El engendrador es el mismo, un mismo Padre. Es una de las mujeres la que engendra hijos ilegítimos y otra la que engendra los legítimos. Es en la mujer que se sustenta la dicotomía entre legítimos e ilegítimos y, por lo tanto, la culpable de la desgracia. La mujer —mejor dicho, las mujeres, pues el patriarcado las divide en ama y esclava— aparece como en los análisis de Lévi-Strauss, como la mediadora simbólica de las alianzas entre varones —en este caso Yahvé y los patriarcas hebreos— y, según el tipo de alianza que representa, así será el tipo de genealogía. Ambos linajes, el de estirpe noble y el de estirpe vil, proceden de un mismo engendrador, de un mismo Padre: es, pues, a ella, símbolo metafórico de las modalidades de la alianza, a quien se imputa por la vía metonímica de la relación de causalidad, la diferencia en la calidad de la descendencia. 67 Estas dos posibilidades conforman entonces las dicotomías categoriales básicas de la razón patriarcal, que delimitan sus respectivos espacios simbólicos de legitimidad: madre del heredero vs madre del desheredado; legitimidad vs ilegitimidad. El patriarcado separa además, a los hermanos, según sean para el Padre «objeto de ira» u «objeto de misericordia», o que representen el carácter intrínseco de bondad o maldad, adecuación o inadecuación de las obras del hijo bendito y del maldito, genealogía patriarcal y fratricidio. 67 Ibíd. p. 90. 45 Dice Amorós, que la Ciudad de Dios está plagada de metáforas patriarcales y además, construida en torno a un dualismo genealógico básico. 68 En ella la mujer es la culpable del mal y de la caída del hombre. La relevancia de la mujer en la genealogía aparece solamente en cuanto agente distorsionante o perturbador, causante de uniones no controladas por los pactos entre varones: uniones «contra natura», a «mala distancia», producidas por relaciones prohibidas o por la seducción de las mujeres extranjeras. 69 A diferencia de los mitos de autoctonía en los orígenes, que se encuentran en la base de muchas representaciones míticas fundacionales de la genealogía patriarcal, aquí la primera genealogía de la ciudad terrestre que «tendrá hasta su fin generaciones carnales procedentes de la unión de hombres y mujeres», tiene en cuenta, por definición, a la mujer, puesto que la define como carne. Pero precisamente por ello es la genealogía del pecado el contrapunto que tiene como función hacer que se delimite el espacio simbólico de la genealogía sobreimpuesta de la gracia, del «nuevo nacimiento» según el espíritu y no según la carne. Además de la genealogía sobreimpuesta existe la genealogía dinástica, a la cual pertenece Jesucristo, descendiente del rey David. Esta genealogía asimismo, por definición, excluye a las mujeres. 70 Kant, en la modernidad, lucha contra la tradición, contra lo heredado, contra la idea —aristocrática— de linaje, contra l'Ancien Régime. Los supuestos de la modernidad ya no responden a la obsesión de la búsqueda de la genealogía. La modernidad busca una legitimación crítica, que se base en la Razón. 68 Ibíd., p. 92. 69 Ver Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas?...”, op.cit. p. 93. 70 Ibíd., p. 98. El 46 criticismo kantiano trata es de la legitimación de los productos de la razón. 71 Pero la razón no puede encontrar legitimidad sino a posteriori y lo que se busca es un criterio rigurosamente crítico y definitivo. Para Descartes ya no es suficiente la herencia salvadora de san Agustín. Descartes instaura la duda metódica que se traduce en la sospecha de la legitimidad anterior. La ciencia resulta legitimada como conocimiento objetivo, y la metafísica será declarada producto bastardo. De todas maneras se busca delimitar lo legítimo, producto de la razón, frente a lo ilegítimo que no cumple los criterios de la racionalidad y la autonomía. No legitima ya el Nombre del Padre, la ascendencia, ni la cuna, sino la ley misma, la legalidad de nuevo cuño que remite a nuevas instancias en consonancia con la nueva concepción de la legitimidad: la conmensurabilidad con la razón en la medida que ha de ser producto de un sujeto definido como racional y autónomo. 72 La razón patriarcal no ha quedado completamente explicitada, ésta es una tarea que queda a la filosofía feminista. Amorós, piensa que la lucha feminista tiene un papel fundamental en la construcción de la unidad de la especie humana para lo cual es necesario desmontar “racional y críticamente las estructuras de la razón patriarcal” en cuanto ellas son astucias interesadas del poder, que buscan la interpretación de toda la historia en función de una clave significante privilegiada. Una nueva propuesta debe ser: Menos esencialista, más nominalista, más orientada al valor intrínseco de todo lo individual. La verdadera diferencia es la de los individuos, no la de los géneros. Y, sobre todo, lo que es bien difícil, una actitud no genealógica, no 71 72 Ibíd., p. 99. Ibíd., p. 101. 47 patriarcal, ante las tradiciones de la cultura patriarcal. Actitud discriminadora ante las herencias, que ni las acepta en bloque como el ávido heredero ni las rechaza en bloque como el desheredado resentido. 2.2 73 Categorías para el análisis de la sociedad patriarcal Cinco años después de publicado por primera vez el libro Hacia una crítica de la razón patriarcal (1985), Celia Amorós participó en un curso titulado Violencia y sociedad patriarcal, con el artículo Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales, que atiende a la necesidad sentida por los grupos feministas españoles de responder a la brutalidad de la realidad de la violencia doméstica y sexual que se registra en España. 74 La complejidad del problema obliga a realizar un trabajo interdisciplinario que supere la fragmentación de los saberes. La propuesta de Amorós, en este artículo, plantea una aproximación filosófica al problema, pero cobra mayor significado cuando se analiza en conjunto con los otros aportes procedentes de la psicología social, la psiquiatría, la antropología, las ciencias políticas, la sociología, el derecho y la literatura que escapan al objetivo del presente trabajo. Las situaciones de opresión y dominación descritas en las sociedades patriarcales deben salir del plano de lo natural, puesto que son prácticas culturales producto de las relaciones humanas. No es aceptable seguir considerando como legítima la opresión y la falta de oportunidades y asumir, tanto en el plano formal como en el de las realidades vividas, estas diferencias. El proceso de liberación hay que emprenderlo desde todos los puntos de vista implicados; no es una tarea exclusiva del feminismo, sino un asunto de justicia 73 Ibíd., p. 103. 74 Ver Virginia Maquieira y Cristina Sánchez, op. cit., p. VII-X. 48 social. Esta es una lucha que involucra la necesidad de asumir los riesgos políticos, sociales y morales de impugnar el orden establecido, convertido por la cultura en ley natural. En el siglo XX se generaron condiciones inéditas para analizar e intentar la comprensión y modificación de la “naturaleza” en toda su amplitud, los avances de la biología, el progreso tecnocientífico y las nuevas formas de participación social obligan a la generación de nuevas condiciones para enfrentar las situaciones problemáticas. El feminismo, que involucra diferentes saberes, puede considerarse como una de estas nuevas lecturas de lo que acontece en el mundo de la vida. Se trata de una perspectiva crítica de los saberes vigentes, no exenta del empeño político, que se convierte en reto, para modificar las condiciones consideradas injustas y de producir verdaderos cambios en las relaciones humanas. Esto ocurre con la violencia contra las mujeres como un fenómeno estructural y de prácticas específicas, inherente a la hegemonía patriarcal impuesta como un modelo sociocultural, que traspasa las diferentes formas de organización instauradas en las sociedades democráticas occidentales. 75 Para Amorós, la violencia patriarcal se expresa simbólicamente a través de un conjunto de pactos patriarcales entendidos no en el sentido contractualista, sino como ciertas actitudes prácticas de complicidad que no tienen por qué ser conscientes y explícitamente tematizadas. Estos pactos pueden tener diferentes grados de tensión sintética y están relacionados directamente con un topos, como lugar común: la mujer. Los pactos serializados, reflejo de condiciones estructurales, tienen menor tensión sintética que otros pactos, llamados por la 75 Ibíd., p. VII-X. 49 autora “grupos juramentados”, o sea producto de la reflexión y desarrollados en prácticas específicas. La misoginia patriarcal se exacerba en este tipo de prácticas sociales y ambos tipos de pactos tienen como topos o lugar común a la mujer. Tres son entonces las categorías filosóficas propuestas por Amorós con la pretensión de ser esclarecedoras de las consideraciones que se proponen sobre la sociedad patriarcal: “pactos patiarcales serializados”, “topos de la misoginia” y “pactos juramentados”. A estas categorías haré referencia a continuación. Los pactos patriarcales serializados, son pactos que se refieren a las relaciones entre los varones, e involucran además, las de los varones con las mujeres y las de las mujeres entre sí. Para explicar esta realidad Amorós acude a una idea de Sartre en la Crítica de la razón dialéctica, en virtud de la cual la dialéctica del amo y el esclavo, considerada por Hegel, no puede ser entendida sino a través del análisis de las relaciones tanto de los amos entre sí, como de los amos con los esclavos, y de los esclavos entre sí. Los pactos patriarcales tienen entonces un tipo de entidad gelatinosa o metaestable. Se constituyen a través de mecanismos de autodesignación, que les permiten a los varones reconocer su pertenencia práctica al conjunto de los dominadores, los cuales mediante un sistema de prácticas articuladoras, acaban siendo de obligada participación. En las sociedades patriarcales se presentan, además, otras formas de dominación socialmente relevantes, como el racismo o la estructura de clases, que se hallan entreveradas con la dominación masculina. Con todo, la dominación patriarcal implica un proceso de autodesignación que cumple la función de articulación entre las prácticas sociales en general. Los pactos 50 patriarcales serializados funcionan como procesos marcados por tensiones referenciales producidas en recurrencia giratoria virtualmente hasta el infinito. 76 En virtud de los pactos serializados los varones se convencen de su virilidad, creen en ella sin que ninguno sepa en realidad en qué consiste dicha virilidad, salvo por la exigencia misma de todos ellos de valorarla o de sentirse obligados a valorarla. 77 Pero ¿por qué hay que valorar la virilidad? Se puede anticipar con Amorós una respuesta explicativa: “porque implica, si no poder, por lo menos poder estar, en principio, del lado de los que pueden: el poder es percibido como patrimonio del genérico” 78 . El varón, únicamente por el hecho de ser varón, puede ejercer el poder, porque se encuentra del lado de los que lo ostentan, y si no lo ejerce, por lo menos puede considerarse a sí mismo como parte de la categoría de los que realmente lo tienen. La mujer no participa de esta asignación. Es excluida sistemáticamente. ¿Dónde reside la legitimación de ese poder? En diferentes discursos representativos de saberes vigentes y en prácticas concretas que se evidencian en diversos momentos históricos: la religión, la tradición, la costumbre y, además, en la filosofía como disciplina que ha legitimado el discurso patriarcal de diferentes maneras y en diferentes momentos históricos. Por otra parte, el conjunto de las mujeres no ponía en cuestión tal poder masculino en el contexto de las sociedades estratificadas. Ellas solían adoptar una actitud acrítica y de 76 Ver Celia Amorós. “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”. op. cit., p. 3. 77 En Colombia, la autodesignación tiene expresiones diferentes según el complejo sociocultural al que se haga referencia. Por ejemplo, ser varón en el complejo negroide hace referencia a la potencia sexual expresada en la capacidad de procreación y no se correlaciona directamente con el ejercicio de la autoridad en la célula familiar. En Santander el varón es la imagen de la autoridad sin límites frente a la mujer y a los hijos. En Antioquia el varón se realiza a través de la función económica. 78 Celia Amorós, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, op.cit., p. 3. 51 aceptación ante el ejercicio del poder aun cuando éste tuviera connotaciones de abuso evidente. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando esta situación es interpelada o cuando las mujeres emprenden acciones que no están contempladas en la estructura establecida? Se produce una reacción, como la documentada en el caso de la aristocracia masculina en la Revolución Francesa, frente a las demandas de reconocimiento de los derechos civiles y políticos de mujeres. Tal es el caso de Olympe de Gouges: Se emplea la violencia represiva para restituir un «orden natural» que ya de por sí es violencia constituyente: reubicar a las mujeres en su espacio, recodificar este nuevo espacio al que se las constreñirá por la fuerza empleando medidas ejemplarizantes que irán desde la condena a la guillotina. 79 La respuesta a la deslegitimación no tiene en cuenta la racionalidad que impulsa los movimientos de liberación, sino que pretende subsanar las pérdidas que supone para su posición dominante la reivindicación del grupo sometido. Situaciones similares han presentado otros movimientos de reivindicación, por ejemplo frente a la esclavitud o en las luchas raciales. Se podría decir que en nuestro medio el sistema patriarcal está siendo cuestionado, pero no de manera generalizada. Coexisten poblaciones enteras y grupos sociales específicos, principalmente en las ciudades pequeñas y las zonas rurales, en los cuales no se perciben intentos de transgresión del sistema de poder establecido; las mujeres asumen la primacía del varón como el deber ser y, por lo tanto, la discriminación y la opresión forman parte de la realidad vivida y aceptada como su destino. Por el contrario, en las ciudades principales de nuestro país, donde los procesos de urbanización y de modernización son más evidentes, la situación se asemeja a la planteada en este texto (siglo XX), 79 Ibíd., p. 4. 52 sobre todo en las clases sociales más elevadas. Las mujeres han tenido acceso a los medios de comunicación y a estudios universitarios y participan, en alguna medida, en actividades que implican el reconocimiento de la libertad y autonomía individuales. La lucha emprendida por las mujeres alcanza a reflejarse en la legislación vigente. Los movimientos feministas, si bien han tenido logros importantes, no son reconocidos aún en muchos lugares del mundo, incluso por las mismas mujeres, quienes serían a la postre las beneficiadas. Aquí se percibe la condición señalada de tensión referencial entre los diferentes grupos, en este caso de los varones, de las mujeres y de las relaciones entre ellos. Ya se mencionó que no todas las mujeres están interesadas en su condición de sujetos. Asumir la propia existencia es una opción en ocasiones dolorosa y compleja. La categoría de pactos serializados tiene su correlato en la categoría de topos de la misoginia. Los varones, en tanto que conjunto práctico serializado, poseen un lugar común de referencia, un topos, que es la segunda categoría que analiza Amorós. A partir del topos, la autodesignación de un determinado conjunto cobra sentido en el plano de lo simbólico; por ejemplo, pertenecer al grupo de los varones. Cuando se habla de topos como lugar común no se está queriendo decir que hay un acuerdo conscientemente establecido entre los varones. Es el correlato simbólico de unas prácticas serializadas, por las cuales los varones aprenden, de una manera práctica, a través de su proceso vital, cómo se pertenece al conjunto de los varones, qué significa ser un varón, cómo se expresa la virilidad. Esto incluye la forma de relacionarse con la mujer, que es tierra de nadie y de cualquiera. El varón tiene que actuar de determinada manera por obligada participación en los atributos del tipo. La actuación de unos lleva a la actuación de los otros, en serie, de generación en generación y de un grupo a otro. A través de las prácticas serializadas se configura a la mujer como el topos, como lugar común de todos. 53 El proceso señalado revierte en las situaciones de violencia de que es objeto la mujer, no como una acción conscientemente planeada, sino por la forma como ocurren las prácticas de autodesignación de los varones. Al respecto Amorós señala: Ese topos así constituido, como lugar práctico simbólico resulta ser objeto de violencia, en este nivel del análisis, como efecto del modo mismo de su constitución, en tanto que reverso del sistema de autodesignaciones de los varones como tales […]«La mujer» como topos es así un lugar común –serial o alterado en serie– de los varones. Y si éstos qua patriarcado –pues el patriarcado no es sino el constructo metaestable resultante de estos pactos– le asignan siempre un topos es en tanto que previamente –en sentido lógico simbólico– la han constituido como tal. 80 La mujer tiene un espacio pre-adjudicado, un topos (lugar común), a partir del cual cualquier acción tiene un pre-significado adjudicado y compartido por el grupo social al cual pertenece y desde donde se enjuician los actos femeninos. Se podrían citar múltiples ejemplos en los cuales en las sociedades patriarcales se hace evidente el topos que se adjudica a la mujer como lugar común. Es un lugar común asumir que la mujer es frívola, que siempre miente, que es provocadora sexualmente, que no es inteligente o que su inteligencia es inferior a la del hombre. A su vez, socialmente se justifican las acciones legales contra la mujer, castigos o acciones económicas, basadas en consideraciones que son lugares comunes, que no consultan la ocurrencia efectiva de los hechos. Las mujeres siempre mienten, dicen los agentes del Estado que toman el denuncio puesto por una mujer, por lo tanto, no se debe creer en sus denuncias. Las mujeres son perezosas, luego hay que obligarlas, aún a la fuerza, a cumplir con sus obligaciones (que obviamente le han sido adjudicadas por otros). Las 80 Ibíd., p. 5. 54 mujeres no saben manejar el dinero, luego el hombre debe responsabilizarse de ello. Las decisiones y las opiniones sobre las actitudes de las mujeres están tomadas previamente, son compartidas y transmitidas socialmente, forman parte de aquellos acerbos culturales que nunca se ponen en duda, que se dan por supuestos y no son objeto de análisis racional o de estudio sistemático. Sencillamente ya se sabe que esto es así. Este lugar pre-adjudicado está establecido en el imaginario social, es compartido por todos los miembros del grupo –varones y mujeres– y se refleja en las relaciones sociales aprobadas en el contexto al cual pertenecen. El ser constituida como topos o lugar común, le niega a la mujer la posibilidad de ser interpretada porque ha sido pre-interpretada y además, malinterpretada, con lo cual es objeto de violencia. Amorós señala que hay una relación directa entre violencia e interpretación. Este es un tipo de violencia simbólica, que impide el reconocimiento de la autonomía y la libertad de la mujer. Al negarle la racionalidad, identificada con la condición de sujeto, tampoco le es reconocida la facultad de interpretación, con lo cual se le niega el acceso a las funciones públicas o poder socio-cultural constituyente. Pero como las mujeres han sido malinterpretadas tampoco es necesario interpretarlas, el topos, el lugar común que les ha sido asignado, les niega el derecho a interpretar o a ser interpretadas. Las otras formas de dominación presentes en la sociedad patriarcal también revelan lugares comunes que hacen escuela y marcan actitudes generales compartidas por hombres y mujeres en diferentes medios sociales. Más que un pensamiento sobre la mujer se trata de un no-pensamiento. No es que sea “un 55 pensamiento falso, sino un no-pensamiento como lo es el racismo en el análisis de J. P. Sartre”. 81 Si se transmite que el indígena es perezoso es porque la sociedad asume que es así, lo mismo se dice del negro, y en nuestro caso, del costeño. No se trata de un pensamiento porque “el pensamiento, íntimamente unido al proyecto práctico de la libertad, es, en la acción, clave de desciframiento, problemática y siempre discutible, de la acción misma”. 82 Los topos de la misoginia así constituidos se repiten constantemente, forman parte de los pactos patriarcales, forman con ellos una unidad en la cual los unos son el reflejo de los otros y, más aun, son constitutivos. Ante esta situación sólo caben acciones que permitan a las mujeres salir de lo no-pensado, del lugar del no reconocimiento, de la no-reciprocidad, por tanto, de la violencia. En este momento se considera necesario resaltar la función del feminismo y así lo plantea Amorós: El feminismo, como todo proceso emancipador, es fuente de pensamiento interpretativo, suministra nuevas claves de desciframiento de lo real en tanto que es un proyecto de construcción de la realidad social sobre la base de nuevos e insólitos pactos, donde lo pactado –y por ende, excluido como sujeto activo del pacto– no fueran las propias mujeres como genérico. Una sociedad, en suma constituida por pactos no patriarcales, por pactos no excluyentes de ninguna libertad y tramados en torno a los objetivos de la libertad. 83 81 82 83 Ibíd, p. 7. Ibíd. Ibíd., p. 9. 56 La tercera categoría que propone Amorós, es la de los pactos juramentados. Ella continúa con sus aproximaciones analíticas a los pactos patriarcales y para ello intenta adjetivar los pactos de tal manera que se pueda responder al contenido y el carácter de lo pactado y añade otra adjetivación distintiva tomada de Sartre, que incide sobre las modalidades formales que los pactos pueden revestir de acuerdo con el grado de tensión sintética que los define. El patriarcado es un conjunto práctico metaestable de pactos entre los varones por el cual se constituye el colectivo de éstos como género-sexo, como conjunto de los varones que se reconocen a sí mismos como tales y a las mujeres como topos. Este conjunto se constituye en y mediante un sistema de prácticas reales y simbólicas y toma toda su consistencia de estas prácticas. Amorós dice que no tiene sentido pensar en otras posibilidades tales como el tipo de pactos que se presentarían en una sociedad igualitaria o en un matriarcado, porque “la construcción sociocultural de los géneros tal como nos es conocida no es sino la construcción misma de la jerarquización patriarcal. 84 Para la autora es necesario hacer entonces, una serie de precisiones: los pactos patriarcales pueden tener diferentes grados de tensión sintética: en los pactos serializados, ya descritos, el grado de tensión sintética es menor, son los más laxos, recordemos que ellos no se constituyen de manera concertada, que son estructurales. La misoginia se expresa en dichos pactos, como violencia en forma de exclusión de las mujeres no necesariamente represiva, pues se manifiesta a través del “no tener en cuenta”, constituyendo el topos de «lo no pensado». De todas maneras las sociedades no son estáticas, se presentan situaciones y momentos históricos en los cuales entra en discusión la estructura patriarcal y se producen conflictos generacionales o verdaderas revoluciones 84 Ibíd., p. 10. 57 que hacen que estos pactos puedan perder fluidez y dejar de funcionar con los mecanismos señalados. Es necesario considerar entonces lo que Sartre ha llamado «el grupo juramentado». 85 El grupo juramentado pocas veces se constituye abiertamente como un pacto contra las mujeres, pero es evidente su carácter patriarcal al constituirse a partir de un juramento que en cierto sentido excluye a la mujer o la incluye como objeto garante del pacto celebrado. La participación en estos grupos exige al varón el cumplimiento de ciertas «normas» que son más fuertes que las que forman parte de la legislación. El cumplimiento de las mismas es el reflejo de la condición de ser varón, refleja un compromiso que debe ser cumplido a toda costa. Es parte de un juramento. Amorós afirma que “la hipótesis de que aquí partimos es la de que la misoginia patriarcal se exacerba como violencia en los grupos juramentados. La mujer, como objeto transaccional de los pactos entre varones, cumple aquí una función especial en los rituales de confraternización de los pares”. 86 Producto de estos pactos pueden ser por ejemplo acciones como la violación en grupo o la determinación de una «mascota» o «reina» en los equipos deportivos, pero en ellos los varones le asignan las funciones y el papel que desempeña casi al nivel de un animal que se convierte en símbolo del grupo. Hay muchos grupos juramentados en las sociedades patriarcales que pactan sus funciones con una valoración especial de la condición sexual, como ocurre, por ejemplo, en los ejércitos o en las comunidades religiosas. El grupo juramentado implica la participación de sus miembros, como su nombre lo indica, a través de un juramento. Esto implica que tiene una estructura bifronte que es denominada por Sartre «Fraternidad-Terror», y significa que el 85 Ibíd., p. 11. 86 Ibíd., p. 12. 58 compromiso se adquiere desde dos puntos de vista: la libertad o la necesidad. Es un juramento libre y por lo tanto supone el uso de la autonomía y el acuerdo individual que se expresa en la fraternidad. El grupo ejerce, no obstante, coacción frente a sus miembros y los obliga, a partir de su acuerdo, a cumplir con sus compromisos negando la libertad individual para retirarse del grupo voluntariamente, bajo la figura del terror. Obra aquí la necesidad. Una vez aceptada la participación en el grupo se hace necesario seguir perteneciendo a él y el que se separe, se convierte en enemigo, es objeto de sanciones específicas. La mujer en estos pactos ocupa el lugar de objeto transaccional. El pacto entre hermanos (fraternidad) se encarna en figuras femeninas que, en unas oportunidades, corresponden a la madre real o simbólica y, en otras, a la bruja, la cual representa el terror (la traición), la otra cara de la fraternidad. La bruja es la traidora por excelencia, ella tiene pacto con el diablo. En el primer caso, el de la madre real o simbólica, la mujer debe cumplir la misión de hacer buenos ciudadanos y velar desde el espacio privado para que se cumplan las condiciones éticas en el ámbito de lo público. La figura por excelencia de la madre simbólica es la Virgen María. Cualquier mujer que no se limite a asumir su papel de madre correrá el riesgo de ser percibida como bruja. Si no ejerce la mediación que le es asignada, pasa a ser antimediación, esto es la responsable de la disolución del pacto. 2.3. Conclusión En la primera parte del capítulo se presenta la forma como, desde una perspectiva feminista crítica, Celia Amorós analiza las características de la sociedad patriarcal en cuanto legitimada por el discurso filosófico desde sus orígenes. Con esto no se descarta el que haya filósofos que no participan de la 59 misoginia, pero sí se resalta el hecho de que la situación de opresión hacia la mujer en estas sociedades ha sido legitimada por sistemas filosóficos ampliamente reconocidos, en los cuales participan inclusive algunas mujeres filósofas. Se identifican las operaciones de legitimación genealógica aristotélica de la sociedad patriarcal y una relectura de la historia universal en clave genealógica que, en San Agustín, permite reconocer los elementos del cristianismo a partir de dos tipos de hombres contrapuestos, los que viven según Dios y los que viven según la carne. Por último, se presenta una legitimación por la razón, en la línea kantiana. Merece la pena destacar la fuerza de acciones como la adopción, y de mecanismos de autodesignación que acaban afirmando las prácticas sociales que ratifican el poder y la primacía del varón frente a la mujer. El papel de la mujer y de la filosofía en general se ubica en la búsqueda de formas de desmontar la legitimación de la sociedad patriarcal que respeten las diferencias individuales. En la segunda parte del capítulo se analizan las categorías que propone Amorós para el análisis de la sociedad patriarcal que permiten acciones propositivas de cambio. Si se lograran modificaciones en los pactos serializados o juramentados sería de esperar un cambio equivalente en el orden de los topos de la misoginia. Al denunciar los errores promulgados a través de los topos compartidos, que no corresponden únicamente a las mujeres, se podrían ir obteniendo cambios en los pactos serializados, sin embargo, en la medida en que estos pactos son estructurales, su cambio es más lento y ello se puede ver en las condiciones de la vida familiar que no ha evolucionado con la fuerza que lo ha hecho la vida política. De todas maneras, la situación de aceptación del divorcio en la mayoría de los países y el avance en cuestiones de reproducción permiten identificar modificaciones en los pactos que se refieren a la estructura familiar. La persistencia de formas de violencia contra las mujeres y los niños y 60 las niñas en los diferentes países, por el contrario, son un indicativo de la permanencia de la estructura patriarcal en las sociedades contemporáneas. Los pactos juramentados, que excluyen o colocan a la mujer en condición de objeto, en la actualidad expresan los más diversos matices, por cuanto el desarrollo de las sociedades democráticas en alguna medida ha disminuido la fuerza de estos pactos abriendo cada vez más las puertas a la participación de la mujer en los diferentes campos de la vida social y política. Ejemplos de ello se encuentran en el sector educativo, en las fuerzas armadas, en la participación deportiva y en la participación política. Cuando las condiciones de violencia se exacerban, cobran fuerza estos pactos, tal como se refleja en los grupos de guerrilleros, de narcotraficantes y paramilitares, en Colombia. Allí la violencia es generalizada, pero se despliega con matices más fuertes en la violencia sexual sobre las mujeres, los niños y niñas. En el siguiente capítulo se explora la crítica de la sociedad patriarcal propuesta por filósofas feministas desde diferentes perspectivas. Simone de Beauvoir representa la línea existencialista y Juliet Mitchell la estructuralista. De Celia Amorós, Michèle Le Dœuff, Wanda Tommasi se toman aspectos de la lectura crítica de El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Todas las autoras consideradas tienen en común la visión crítica sobre la filosofía pensada por los hombres y para los hombres en una actitud calificada en algunas ocasiones de misógina y en otras de androcéntrica. Su pensamiento ayuda a desvelar la justificación que hacen los filósofos del fenómeno del patriarcado. 61 3. BASES PARA EL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD PATRIARCAL DESDE ALGUNAS PERSPECTIVAS FEMINISTAS. El patriarcalismo, como fenómeno social, se ha detectado en los diferentes momentos históricos de las sociedades occidentales. Ocurre en contextos sociales y geográficos amplios, pero sus manifestaciones presentan variaciones significativas relacionadas, por ejemplo, con los procesos históricos específicos, el modo de producción, las creencias y valores predominantes, el desarrollo económico y social. A pesar de dichas variaciones, hay características concretas que permiten detectar la presencia de la sociedad patriarcal, en las formas de ejercicio de la autoridad y el abuso del poder del varón sobre la mujer, en la carencia de medios concretos por parte de la mujer para superar la condición de opresión a que ha sido sometida y en la imposibilidad de trascender la vida asumiendo su propia existencia. Ha sido el pensamiento feminista contemporáneo el que ha reconocido que la situación de opresión de la mujer, en las sociedades patriarcales, amerita acciones coordinadas, tanto en el plano del pensamiento filosófico, como en la práctica política, para repensar la condición humana de la mujer y proponer cambios en la vida social concreta. Sin embargo, no se trata de un pensamiento único sino de diferentes perspectivas que se ubican alrededor de las consideraciones sobre la igualdad y la diferencia. La necesidad de asumir la propia existencia como sujeto, parte de la postura existencialista que asume Simone de Beauvoir y se cristaliza en lo que ha sido llamado el feminismo de la igualdad. Virginia Woolf, por su parte, considera que la diferencia más originaria 62 es la de ser mujer/hombre y, por lo tanto, que la diferencia sexual es un significante que organiza la esfera social y simbólica de la sociedad. Alrededor de estos dos tipos de comprensiones toman forma críticas y propuestas de feministas de diferentes partes del mundo, entre las cuales se tienen en cuenta en la presente reflexión, las de Celia Amorós, filósofa española, Michèle Le Dœuff, francesa, Juliet Mitchel, psicoanalista británica y Wanda Tommasi, italiana. La lucha feminista que se impulsó con los planteamientos de Simone de Beauvoir, se orienta precisamente contra la ideología patriarcal, porque es allí donde se evidencian las relaciones de dominación y de opresión de unos miembros de la sociedad, los varones, hacia otros, las mujeres. Estas formas de dominación se superponen a otras, presentes en la sociedad contemporánea, tales como el abuso del poder sustentado en privilegios raciales, de clase, de ocupación o de edad. La dominación de los hombres sobre las mujeres se trasluce, de una manera directa, en formas evidentes de maltrato, que son justificadas y legitimadas de manera simbólica, a través de la cultura y, por lo tanto, se reflejan en representaciones sociales compartidas por la mayoría de los miembros de la sociedad, incluyendo a buena parte de las mujeres. Aun cuando algunas filósofas feministas, como Wanda Tommasi, consideran que el patriarcado, en el plano simbólico, está llegando a su fin en los comienzos del tercer milenio, 87 hay evidencias suficientes del camino que falta por recorrer para lograr mayores cambios en el orden de las relaciones sociales concretas y para lograr que efectivamente se produzcan cambios significativos en las sociedades patriarcales. 63 Desde la mirada patriarcal, los filósofos han visto al varón como el punto de referencia, la medida con la cual se compara a la mujer, quien resulta siempre desvalorizada y minusvalorada, reducida a un segundo plano en la consideración social, reducida a lo Otro, a lo inesencial, como señala de Beauvoir. La filosofía, como producto cultural de la sociedad patriarcal, desde sus comienzos presenta rasgos de misoginia o de androcentrismo ― como prefiere decirlo Tommasi― 88 que se traslucen en la posición simbólica que ha erigido al hombre como centro, como el modelo más alto de humanidad, el término de la comparación, la unidad de medida. Dentro del régimen patriarcal, las mujeres deben adecuarse a los modelos de feminidad previstos por el patriarcado y si no lo hacen son juzgadas según el punto de vista del varón. El punto de vista androcéntrico, cuando no misógino, prevalece casi siempre en la tradición que llevamos a cuestas –patriarcal–, “aun cuando la misoginia masculina se está suavizando sustancialmente al incorporarse las mujeres a la sociedad”. 89 El feminismo de la igualdad ha luchado por la igualdad de los sexos, la paridad entre hombres y mujeres en todos los aspectos y en todos los campos. La lucha por la autonomía y la libertad de la mujer está en el centro de esta propuesta. Es un movimiento que responde lógicamente a los ideales de la modernidad, de la democracia, de la búsqueda de igualdad de derechos. Este grupo de pensadoras acepta las definiciones de la cultura, los valores, la trascendencia y 87 Ver Wanda Tommasi, op.cit., p. 34. 88 Ibíd. p. 37. 89 Wanda Tommasi, op.cit., p. 35. 64 la universalidad propuestas por el hombre y exige que se apliquen en los mismos términos a las mujeres. 90 El feminismo de la diferencia, en la perspectiva inaugurada por Virginia Woolf, de la cual forma parte Wanda Tommasi, considera necesario reconocerle un significado libre a la diferencia femenina, que oriente la acción sin un ideal preconcebido, sin la costosa comparación con el varón como modelo único e insuperable de humanidad. El riesgo que se corre desde esta postura, reconocido por Tommasi, es el de asociar una serie de valores, que justifican para algunos la diferencia, a una especie de esencia femenina que en últimas responde a las expectativas creadas desde la visión patriarcal, masculina. Se promueve desde esta perspectiva una apertura a la trascendencia, que permita a las mujeres expresar libremente su sentido de ser mujer y, además, facilite el rompimiento de los parámetros establecidos por la sociedad patriarcal. 91 Para esta autora la diferencia sexual es el problema en el cual ha de pensar nuestra época. El propósito de Tommasi es “volver a lanzar la apuesta sobre la identidad humana a partir de la conquista de la libertad femenina”, 92 a partir de la conquista de libertad para ambos sexos. La libertad, así concebida, libera a uno de los sexos de la sumisión y al otro del dominio, también impuesto. Los dos caminos, el de la igualdad y el de la diferencia, resultan cubiertos de espinas. Tanto la lucha por la igualdad, como la lucha por el reconocimiento de la diferencia de la mujer, son ambiguas, están cargadas de valores y definiciones patriarcales. Por eso, Celia Amorós propone “el rodeo de dos 90 Celia Amorós, “Feminismo: discurso de la diferencia, discurso de la igualdad”, en Hacia una crítica de la razón patriarcal, op. cit., p. 137. 91 Ver Wanda Tommasi, op. cit., p. 33. 92 Wanda Tommasi, op.cit., p. 38. 65 rodeos, teniendo que combinar el ir más allá del discurso de la diferencia y del de la igualdad, y administrar, con la práctica como criterio regulador, ambos discursos”. 93 Amorós propone, en consecuencia, adoptar un feminismo de la sospecha, que permita identificar los elementos de autenticidad que, a pesar de la opresión, han logrado hacer valer para sí mismas las mujeres. Para Amorós, primero está la igualdad y la diferencia llega por añadidura. 94 En el presente capítulo se consideran las propuestas existencialista, de Simone de Beauvoir, y estructuralista, de Juliet Mitchell. Igualmente, se esbozan visiones críticas de otras filósofas feministas. Se pretende mostrar un debate que resulta interesante porque aporta elementos fundamentales para la comprensión del patriarcado como fenómeno social y para proponer cambios a las situaciones de dominación que le son propias. Tanto el feminismo de la igualdad como el de la diferencia sólo pueden ser aprehendidos dentro de un marco más amplio, esto es el de la sociedad patriarcal. En términos generales, una sociedad de este tipo posee una estructura de largo alcance que ha sido legitimada, y en la cual el actor dominante es el varón, mientras la mujer es la parte oprimida, sujeta a la dominación. Se trata de “una cultura en la que el yo se crea dividido con infinita complejidad y los sexos están divididos partiendo de otra división; una cultura patriarcal en la que el falo está valorizado y las mujeres oprimidas” 95 . 93 Celia Amorós, “Feminismo: discurso de la diferencia, discurso de la igualdad”, en: Hacia una crítica de la razón patriarcal, op. cit., p. 142. 94 Ver Celia Amorós, “¿Herederas o desheredadas?...” op. cit., p. 75. 95 Juliet Mitchell, Psicoanálisis y feminismo, Barcelona, Anagrama, 1976, p. 367. 66 También para Freud la civilización es patriarcal. En efecto, parece que todas las sociedades conocidas incluidas aquellas con un sistema matrilineal, conceden a los hombres el poder de dictar las leyes. El problema que se pretende desarrollar se refiere a la búsqueda de razones para explicar cómo en la sociedad patriarcal se establece este tipo de relación de dominación entre hombre y mujer; una forma de relación en la cual el varón es considerado un ser superior y la mujer debe aceptar la sumisión y su condición de inferioridad. Además, por ser una situación marcada por la injusticia social, que no permite a más de la mitad de la especie humana reconocerse como sujeto, se trata de algo que debe ser objeto de discusión para producir algún cambio. En todas estas sociedades las mujeres se han visto siempre subordinadas al hombre, es decir, no es que tal situación haya ocurrido en un momento histórico determinado, no es algo que haya llegado, sino que está ahí. Como dice Simone de Beauvoir, la humanidad es macho, el cuerpo del hombre tiene sentido por sí mismo, él es el Sujeto, él es lo Absoluto, ella es lo Otro. 96 De todas maneras hay que tener en cuenta que encontrar una explicación a este fenómeno no es suficiente, porque el hecho mismo está cargado de limitaciones y de falta de oportunidades para la parte más débil. Si no existen razones suficientes para justificar la desigualdad, es necesario encontrar alternativas de cambio y estrategias para enfrentar las dificultades que dicho proceso encierra. 96 Ver Simone de Beauvoir, op.cit., p. 18. 67 3.1. La postura existencialista Simone de Beauvoir señala que las diferencias entre las dos categorías de individuos existen realmente, el hombre no tiene necesidad de justificar su existencia, su poder, él mismo tiene sentido, es lo esencial. Por el contrario, la mujer es lo inesencial, lo Otro. 97 Y, ¿qué significa decir que es lo Otro? Para ella, esta categoría no depende de ningún dato empírico, no se construye a partir de la observación, es una categoría fundamental del pensamiento humano, que refleja la dualidad de lo Uno, frente a lo Otro. Ésta es una condición presente en todas las sociedades en virtud de la cual se realizan diferenciaciones gracias a expresiones excluyentes tales como los extranjeros frente a los nativos, los indígenas frente a los colonos, los proletarios frente a las clases poseedoras del capital. Hay una diferencia entre las dualidades mencionadas y la dualidad original hombre/mujer: las primeras han tenido un origen, se ubican en espacios geográficos específicos, no en todos; son rastreables y en algún momento histórico se han dado las condiciones para lograr su superación; la dominación del hombre frente a la mujer ha estado siempre ahí, el hombre siempre ha puesto a la mujer en la situación de lo Otro. La categoría de lo Otro se refiere a una oposición entre contrarios que no se comprendería si las relaciones fueran de amistad, de solidaridad o de colaboración. Pero, en sí misma, esta categoría no refleja una diferencia absoluta. Hombre y mujer no tienen por qué estar siempre en posiciones contrarias. La realidad de las oposiciones implica una respuesta que hace pensar no en un absoluto que se enmarca en una relación de una sola vía, sino que plantea la necesidad de una relación recíproca. Por eso se entiende la lucha de los esclavos por la libertad y la de los proletarios contra los dueños del 97 Ibíd. 68 capital, o la de los judíos frente a los nazis; pero, en el caso de la mujer, la lucha por la autonomía y la libertad estuvo ausente de la dinámica social durante muchos siglos. Siempre la mujer ha sido considerada lo Otro, un ser inesencial que no se define por sí mismo, sino en relación con el varón y no encuentra en esta relación condiciones de reciprocidad. La pregunta que se hace de Beauvoir al respecto es la siguiente: ¿Cómo es posible, entonces, que esta reciprocidad no se haya planteado entre los sexos, que uno de los términos se haya afirmado como el único esencial, negando toda relatividad con respecto a su correlativo, definiendo a éste como la alteridad pura? ¿Por qué no ponen en discusión las mujeres la soberanía masculina? 98 La oposición del hombre frente a la mujer refleja el privilegio masculino. Esta forma de relación entre los dos sexos hasta finales del siglo XIX prácticamente no se había cuestionado. No existió un antes, un momento histórico que permita establecer cómo puede ser una sociedad en la cual las relaciones no sean de dominación masculina: no se conoce cómo comenzó y no se puede afirmar que haya cambiado, por esto es que aparece como un absoluto. El hombre, en cuanto Sujeto, se experimenta como un absoluto que no ha sido puesto en cuestión por la humanidad. La mujer misma se reconoce y se piensa como lo inesencial. No se considera sujeto a sí misma y por eso no trasforma al hombre en Otro, no ejerce una acción recíproca, lo reconoce como Sujeto, acepta lo que el hombre quiere otorgarle, se conforma con recibir. El hombre ofrece lo que considera necesario, la mujer recibe lo que es ofrecido, se niega la posibilidad de experimentarse a sí misma como Sujeto. Desde la perspectiva existencialista se trata de un problema ético, por cuanto significa caer en la 98 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 20. 69 tentación de huir de la libertad para convertirse en cosa, en algo carente de todo valor. Esta es una tentación de todo existente y, al caer en ella, la mujer toma el camino fácil, se evita la angustia de asumir su existencia, es cómplice de la situación. Como no dispone de los medios concretos para superar su condición, no opone resistencia, no se reconoce como sujeto, y a menudo se complace en su papel de Otro. 99 El proceso liderado por el hombre, en cuanto sujeto, de constituir a la mujer en un Otro no se habría dado sin la complicidad de la mujer, y de allí se derivan ciertos privilegios y contradicciones. El hombre en cuanto existente es libre, para él no hay un determinismo, está condenado a ser libre pero además asume el reto como una decisión ética. Esto lo hace responsable de todo lo que hace y le permite ser el actor que impulsa su propia vida, que crea sus condiciones y define su sentido. La mujer, convertida en lo Otro, carece de la condición de libertad y además acepta su situación. Ella, al negarse a sí misma la condición de sujeto, responde a las exigencias del varón a cambio de su seguridad económica, del disfrute de un techo que le trasmite seguridad, se evita tomar decisiones trascendentales en su vida, deja que los demás las tomen por ella. Esto puede ser una ventaja, acepta depender del hombre con tal de no responder por sí misma y de no enfrentar su propia existencia. Lo hace porque desde pequeña ha sido formada para ello, la sociedad se ha empeñado en prepararla para el servicio del varón, para asumir su función de reproducción y crianza. El hombre no requiere de la mujer para pensarse a sí mismo: él es lo humano, tanto en el sentido neutro abarcante como en el sentido positivo de ser el varón, de autocomprenderse y autodesignarse como tal. Por el contrario, la mujer no participa de un «nosotras», es definida en sentido negativo, en virtud 99 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 23. 70 de una supuesta falta de cualidades que tiene el hombre y que son una carencia en ella. La ausencia de pene, que debe ser entendida en sentido simbólico, ha sido considerada un elemento fundamental de su condición. La mujer aparece a los ojos del hombre únicamente como un ser sexuado, el Otro que es inesencial, que es objeto y, por lo tanto, está subordinado, pues no tiene la capacidad de responder de manera recíproca ni de situarlo también en posición de Objeto. A pesar de los cambios sociales, la mujer no se rebela realmente frente a la dominación masculina, escoge el camino fácil que rechaza la lucha por la existencia asumida. Huye de la libertad y de esta manera queda constituida en cosa. 100 No se reivindica como sujeto porque carece de los medios concretos para lograrlo; se siente unida al hombre y se complace en su papel de Otro, con lo cual se sitúa en un círculo vicioso: es mantenida en posición de inferioridad, sus condiciones de desarrollo no le permiten superar la inferioridad, no por falta de capacidades sino de oportunidades, por lo tanto es inferior. Como no encuentra los medios concretos para superar la dominación, termina siendo siempre sometida. Incluso los hombres que se encuentran dominados, los miembros de las clases sociales inferiores o los negros sometidos, se sienten superiores y dueños por lo menos de su mujer y de sus hijas. Su condición de varones les permite ser sujetos aun cuando sea en el plano de las relaciones familiares, puesto que en el político y social, más amplio, forman parte del grupo de los oprimidos; la frecuencia de la violencia intrafamiliar es prueba de ello. 100 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 23 y p. 587. 71 Aun así, señala de Beauvoir, no se entiende por qué se ha dado el proceso de esta manera ni es posible establecer si el cambio de rumbo sería un bien o no. Desde la perspectiva existencialista, de Beauvoir identifica los problemas que se le presentan a la mujer por no alcanzar el estatuto de «sujeto», ella no puede lograr la trascendencia, ni alcanzar su libertad. Todo sujeto busca plantearse concretamente a sí mismo, a través de proyectos, como una trascendencia. La justificación de su existencia presente radica en su libertad, que es la que permite su expansión hacia un porvenir infinitamente abierto. A la mujer le está vedado este camino, cae en la inmanencia y, por lo tanto, la existencia “en sí” de su libertad, se degrada en facticidad. “Esta caída es una falta moral si es consentida por el sujeto; si le es inflingida, toma la figura de una frustración y de una opresión; en ambos casos es un mal absoluto”. 101 A pesar de los esfuerzos realizados, no se ha logrado una explicación satisfactoria del fenómeno del patriarcado, aun cuando abundan las descripciones del mismo, como se va a señalar a continuación. La supremacía del varón se ha sustentado en criterios biológicos, económicos y sociales e inclusive en criterios divinos, que al cabo del tiempo han pretendido ser ratificados racionalmente. Legisladores, sacerdotes, filósofos, psicólogos y escritores, entre otros, han intentado demostrar que la condición subordinada de la mujer es necesaria para mantener el orden social y para la supervivencia de la especie. Se entiende como una voluntad divina que se remonta a los orígenes de la humanidad, que está justificada racionalmente y debe ser recreada constantemente; además se considera provechosa para las comunidades y para la vida en general. La legislación en muchos países, aun cuando se pueden constatar grandes cambios en las leyes que favorecen la 101 Simone de Beauvoir, op. cit., p 31. 72 igualdad sexual en el plano nacional y en el internacional, aun favorece al hombre. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hay numerosas referencias a la condición subordinada de la mujer y a los beneficios que se derivan de ella para la humanidad, o a las características de pecadora y de incitadora al mal. A través de discursos sustentados racionalmente se ha establecido también que la mujer responde a las necesidades de la especie y, por ello mismo es naturaleza; por el contrario, el hombre responde a las necesidades de la cultura, es quien la crea y la transforma. El psicoanálisis se ha referido también a las relaciones patriarcales y en la literatura se encuentran infinidad de publicaciones que ratifican y reflejan las condiciones mencionadas. Ningún campo de la vida social ha escapado a la ratificación de la subordinación de la mujer con respecto al hombre. Cabe resaltar la responsabilidad del discurso filosófico, el cual se ha permitido pensar lo humano, en cuanto activo y libre, como masculino y para ello ha utilizado diferenciaciones y justificaciones de la dominación y reducción de la mujer a la dimensión sexual de la reproducción de la especie, a objeto o a mediación entre entre la naturaleza y la cultura. 102 Se puede comprender, más no justificar, la posición de los filosófos si se entiende la filosofía como reflejo o producto de una organización social discriminatoria. Esto no es extraño puesto que responde, como todo discurso, a las representaciones ideológicas de la sociedad en la que aparece. El discurso filosófico se produce en una sociedad en la cual están presentes conflictos entre clases, razas, y distintos grupos sociales. Los sujetos que producen este discurso no son todos los varones, sino unos privilegiados, pero de todas maneras se trata de un discurso patriarcal producido por varones y dirigido a los varones que son los que tienen la 102 Ver Michèle Le Dœuff, op. cit., p. 135. 73 capacidad de elevarse a la autoconciencia. Por tradición los filósofos no han puesto en tela de juicio el orden patriarcal, el diálogo lo establecen con otros varones, que son portadores del logos, porque a ellos es a quienes reconocen como interlocutores. 103 De Beauvoir hace una crítica a tres posturas teóricas que justifican el patriarcado y en consecuencia, el destino femenino: la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico. La interpretación que hace de Beauvoir sobre las tres posturas resulta relevante para el esclarecimiento de las relaciones en la sociedad patriarcal, por lo cual se van a tratar de manera especial en este escrito. 3.1.1 El patriarcado justificado por la biología De Beauvoir contribuye de manera significativa a comprender por qué la biología no es un determinante petrificado de la condición de la mujer. La mujer está obligada a desempeñar ciertos papeles específicos que sólo su biología puede asumir, como son la procreación y la lactancia. Sin embargo, la división del trabajo que se deduce de la naturaleza no tiene por qué restringir necesariamente su participación en la vida social y política. Las funciones biológicas obligan a la mujer a reconocer que cuerpo y sexualidad son expresiones concretas de su existencia, y que a partir de ellas se pueden descubrir sus significaciones, pero, aun así, no lo son todo, son unas condiciones en medio de infinidad de factores como los educativos, los políticos o los económicos. Esta autora afirma que no hay que tomar la sexualidad como un dato irreductible en el existente. La mujer es un existente, y como tal hay en 103 Ver Celia Amorós, “Rasgos patriarcales del discurso filosófico: notas acerca del sexismo en filosofía”, en Hacia una crítica de la razón patriarcal, op. cit., 25-27. 74 ella una 'búsqueda del ser' más original; la sexualidad no es más que uno de esos aspectos. 104 La evolución de la vida biológica de las mujeres permite analizar cómo desde la cultura se ha moldeado la condición de la mujer. Las funciones biológicas no se pueden obviar, pero sí pueden ser interpretadas y limitadas o engrandecidas a través de la cultura. Pueden ser objeto de modificaciones y atenuaciones, orientadas no sólo a satisfacer las necesidades de la especie, sino a hacerlas compatibles con la búqueda del bienestar individual, con el bien privado de los ciudadanos. Es a través de la cultura que las funciones biológicas llegan a adquirir un significado. No es lo mismo tomar libremente la decisión de ser madre, a ser obligada por la sociedad o por el hombre a hacerlo dentro de los límites que la naturaleza le impone. No es lo mismo asumir un embarazo, producto de la relación con una pareja libremente seleccionada, a hacerlo como producto de una violación o del incesto. En unos casos la mujer se reconoce como sujeto capaz de tomar sus propias decisiones y en los otros se trata de la cosificación de la mujer en manos del varón para satisfacción de sus instintos sexuales y su deseo de ser padre o de demostrar su poder. De Beauvoir nos presenta una posición hasta cierto punto pesimista desde el existencialismo. Aporta datos de su propia experiencia y de las mujeres de las sociedades que han formado parte de su experiencia vital, en los cuales no caben ciertas condiciones de las sociedades latinoamericanas, por ejemplo. Para ella, la menarquia en la mujer no deja de tener consecuencias en la autocomprensión de su ser individual. A partir de la primera menstruación, la mujer siente el peso de su cuerpo y de su condición sexual ligada a la reproducción, la obliga a incluir nuevas prácticas de autocuidado que nada tienen que ver con las que 104 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 50. 75 debe enfrentar el joven; a asumir conductas de autoprotección frente a las agresiones sexuales de los varones, si no ha sido ya objeto de ellas. Siente dolor, en la mayoría de los casos, pero un dolor considerado “normal” por la cultura que la induce a no prestarle atención so pena de resultar inmersa en una cadena de medicalizaciones incontenible. La mujer es su cuerpo, pero un cuerpo incómodo, molesto, que afecta negativamente su vida durante varios días cada mes. La gestación es un fenómeno normal, que no tiene por qué ser nocivo para la madre, podría representar una experiencia positiva libremente asumida, pero aun así está llena de riesgos y de incomodidades. Es una labor fatigante que exige una gran dosis de sacrificio personal. Embarazo y parto son riesgos asumidos por la mujer en cuanto individuo. Es la respuesta a una función que satisface a la especie principalmente. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XX puede ser asumida libremente por muchas mujeres, no por todas. Ocurre algo similar con la lactancia y la crianza materna. Sólo hasta la época de la menopausia puede la mujer encontrarse libre de las servidumbres de la hembra, pero en esta época cobran mayor importancia otros aspectos social y económicamente relevantes que limitan su actividad y sus posibilidades de desarrollo individual y la siguen situando en posición de desventaja. Dice de Beauvoir: …de todas las hembras mamíferas ella es la más profundamente alienada y la que más violentamente rechaza esta alienación; en ninguna de ellas es más imperiosa ni más dificilmente aceptada la esclavización del organismo a la función reproductora: crisis de pubertad y de menopausia, “maldición” mensual, largo y a menudo difícil embarazo, parto doloroso y en ocasiones peligroso, enfermedades, accidentes, son características de la hembra humana: diríase que 76 su destino se hace tanto más penoso cuanto más se rebela ella contra el mismo al afirmarse como individuo. 105 En resumen, los datos de la biología representan un papel primordial en la vida de la mujer, son un elemento esencial de su vida, pero no bastan para explicar la jerarquía de los sexos, no explican por qué la mujer es sometida al papel subordinado, a la condición de lo Otro. Podría existir una sociedad en la cual la maternidad y la condición femenina fueran el centro de la vida social, sin embargo no ha ocurrido de este modo. No hay evidencia suficiente para aceptar la existencia del matriarcado, se trata de una hipótesis no justificada realmente. Para asumir su vida, la mujer ha tenido que duplicarse frente a las exigencias sociales. No se entiende por qué se considera a la mujer como el elemento pasivo y al hombre el activo en las relaciones entre los sexos. Esta concepción hizo curso a partir de los planteamientos de Aristóteles sobre la biología, en los cuales señala el papel activo del macho y pasivo de la hembra, ya mencionados en el primer capítulo. La función desempeñada por la mujer en el proceso vital es profundamente dinámica y crítica para ella como individuo, y además resulta fundamental para la especie y para la vida social. Ocurre que la sociedad patriarcal no valora las funciones que competen a la mujer con los mismos criterios que valora las funciones del varón. Las mujeres están supeditadas al ámbito privado, su función no es contabilizada desde el punto de vista económico y son explotadas socialmente. La mujer sigue siendo considerada naturaleza, es el eje de la reproducción de la especie, luego lo que le compete es formarse para hacer de la mejor manera posible lo que la especie le ha asignado y, por supuesto, lo que el varón espera de ella. La sociedad no 105 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 43. 77 provee los medios concretos que le permitan a las mujeres superar su condición de subordinación. Es necesario reconocer que la situación ha ido cambiando. En el siglo XX los movimientos de reivindicación de los derechos de las mujeres han tenido logros evidentes tanto en la legislación, a nivel formal, como en las condiciones reales de la mujer en la familia y sobre todo en la apertura hacia la vida política. Sin embargo, no se puede afirmar que el patriarcado haya desaparecido en los comienzos del siglo XXI. Sigue existiendo en muchos lugares bajo expresiones diferentes y de manera velada. La biología no explica tampoco las razones por las cuales la mujer acepta esta condición de subordinación, que se refleja en la vida diaria. Aun hoy, la mujer debe “servir” al hombre, y a la especie; su estatuto legal es diferente. Incluso cuando se le reconocen sus derechos, una larga costumbre impide que encuentre en los usos corrientes su expresión concreta. Cada vez se hace más evidente que por un lado va la expresión formal, abstracta, del reconocimiento de los derechos y, por otro, la realidad concreta. Cuando los derechos formales logran su expresión en la norma, el ejercicio de los mismos en lo concreto se torna conflictivo y, a la inversa, si la mujer logra su desempeño autónomo en lo concreto, encuentra oposición y rechazo en los aspectos formales. Dificilmente se llega a la promulgación de leyes que reconozcan los derechos de las mujeres y cuando se logra, son objeto de críticas desde diferentes sectores de la sociedad que por todos los medios a su alcance logran modificaciones a la legislación favorable a la mujer o encuentran las formas para que no sea posible su aplicación. Tal es el caso de la legislación relacionada con la salud sexual y reproductiva. La diferencia sexual sigue marcando la pauta en la vida social. 78 3.1.2 ¿Puede el psicoanálisis explicar la existencia de la sociedad patriarcal? De Beauvoir señala que desde la perspectiva del psicoanálisis “la soberanía del padre es un hecho de orden social y Freud fracasa al explicarlo; confiesa que es imposible saber qué autoridad ha decidido, en un momento dado de la Historia, el triunfo del padre sobre la madre”. 106 Según Freud, este triunfo dio origen a un complejo de inferioridad de la mujer que adopta un rechazo vergonzoso de su feminidad. Se ha explicado esta situación por la envidia de la niña por la carencia del falo, pero ya se sabe que si ella envidia el falo, es porque éste es símbolo de los privilegios concedidos a los muchachos o del lugar preponderante del padre en la familia; en fin, es símbolo de aquello que confirma la superioridad del hombre. 107 De Beauvoir critica el punto de vista psicoanalítico y señala que a Freud no le preocupó mucho el destino de la mujer. Él admite que la sexualidad de la mujer está tan evolucionada como la del hombre, pero apenas la estudia. Pareciera que, para él, estudiar la sexualidad del varón es suficiente para conocer la de ambos sexos. Analiza la libido como si se desarrollara inicialmente de manera idéntica en hombres y mujeres, y la diferencia se encontrara sólo en la etapa final de la evolución sexual. Para el hombre no hay más que una etapa genital, mientras que hay dos para la mujer. Si ésta no consigue su desarrollo máximo permanece en el estadio infantil y, por consiguiente, queda expuesta a sufrir traumas neuróticos. 106 Ibíd., p. 47. 107 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 47. 79 Alfred Adler, discípulo de Freud, se separa de su maestro en este punto pues comprende que el desarrollo de la vida humana no descansa únicamente en la sexualidad y le atribuye gran importancia a la inteligencia en la configuración del drama humano, para mostrar que la mujer desarrolla un sentimiento de inferioridad que se refleja en un rechazo de su feminidad, no en la ausencia de pene. 108 La crítica más fuerte dirigida por de Beauvoir al psicoanálisis es la explicación determinista de la historia humana. Todos los psicoanalistas le asignan a la mujer el mismo destino, asumen que la humanidad está sujeta a un juego de elementos determinados. Según su lectura de Freud, el drama de la mujer se refiere al conflicto entre sus tendencias 'viriloides' y 'femeninas', que no se resuelve favorablemente sino que siempre la conduce a la sumisión, al deseo de ser dominada. Sólo encuentra una recompensa en la maternidad que le restituye una nueva forma de autonomía. Pero Freud no logra explicar las formas de autoridad adjudicadas al padre. El padre prohibe el incesto, por ejemplo, pero ¿a qué se debe la prohibición? Es un misterio que nunca ha logrado ser esclarecido. La tiranía y las tendencias instintivas se encuentran en el super yo, pero desagregadas de la relación con la sociedad. La unidad del individuo se encuentra rota, no está vinculada a la sociedad. Otros psicoanalistas, como Adler, le dan más importancia al contexto social, pero no han encontrado la fuente de los valores reconocidos por la sociedad. De Beauvoir reconoce el papel preponderante que representa la sexualidad en la vida humana, pues para ella el existente es un ser sexuado. En todo el 108 Ibíd., p. 48. 80 comportamiento humano la sexualidad está comprometida, pero hace falta una mayor identificación de sus significaciones cosa que no logra el psicoanálisis. 109 La búsqueda original del ser del existente debe ser orientada más allá de la sexualidad, aun cuando la incluya como uno de sus aspectos esenciales. El mundo entero es un dato constituvo de esta búsqueda existencial, por lo cual no todo puede ser reducido a un símbolo sexual. El hombre y la mujer tienen otras maneras de estar en el mundo, de expresarse, de asumir su existencia, por ejemplo en el trabajo, el arte, la guerra o el juego y no todo en ellas se reduce a la sexualidad. El ser humano elige en virtud de su autonomía y de su libertad. Esta noción de elección es la que más violentamente rechaza el psicoanalisis en nombre del determinismo y del “inconsciente colectivo”, en cuyo desarrollo pretende encontrar la explicación de por qué la mujer se convierte en lo Otro, pero sin poder afirmar porqué esto es un destino. El falo, para la mujer simboliza la soberanía masculina, que se realiza en todos los campos de la vida. Pero, nada le impide a la mujer, si emprende el camino de reafirmarse como sujeto, inventar equivalentes del falo. Por lo tanto concluye de Beauvoir: “Sólo en el seno de la situación captada en su totalidad funda el privilegio anatómico un verdadero privilegio humano. El psicoanálisis no podría encontrar su verdad más que en el contexto histórico”. 110 109 Ibíd., p. 50. 110 Ibíd., p. 52. 81 3.1.3 Crítica de Simone de Beauvoir al Materialismo Histórico Simone de Beauvoir reconoce los aportes de la teoría del materialismo histórico a la compresión de la realidad histórica de la humanidad y al establecer que el ser humano no es una especie animal. 111 La sociedad humana no sufre pasivamente la presencia de la naturaleza, la toma por su cuenta, intenta modificarla y lo ha logrado. Desde este punto de vista la mujer no puede ser considerada simplemente, como un organismo sexuado. Entre los datos biológicos, sólo tienen importancia aquellos que adquieren en la acción un valor concreto. “La conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida por su sola sexualidad: refleja una situación que depende de la estructura económica de la sociedad, estructura que traduce el grado de evolución técnica alcanzado por la Humanidad”. 112 El contexto económico y social es el que permite entender las diferencias entre los distintos rasgos de aprehensión del mundo y la mayor esclavización de la mujer a la especie. La técnica puede hacer variar las cargas, de modo tal que oficios que requerían fuerza masculina, ahora pueden ser ejecutados por las mujeres, con lo cual ellas se igualan en el trabajo. En cuanto a las servidumbres de la maternidad, según las costumbres, éstas adquieren una importancia variable: si el número de partos que se imponen a la mujer es elevado y si no cuenta con ayuda para la lactancia y las labores de crianza, las cargas resultan abrumadoras. Si, por el contrario las mujeres procrean libremente y si la sociedad acude en su ayuda durante el embarazo y en el cuidado del niño, entonces ellas también pueden realizarse en el ámbito del trabajo. 111 112 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p. 53. Ibid. 82 En el Origen de la familia, Engels rastrea la historia de la mujer de acuerdo con la perspectiva del materialismo histórico y la vincula con el desarrollo de la técnica. El origen de la esclavitud y el de la propiedad privada hacen que el hombre se convierta también en el propietario de la mujer. Este proceso social se refleja en la división del trabajo y constituye la gran derrota histórica del sexo femenino. El empleo exclusivo en las labores del hogar se ve afectado por la invención de nuevos elementos técnicos que producen la vinculación de la mujer a las fuerzas productivas. Sin embargo el trabajo de la mujer resulta invisibilizado por el trabajo masculino y es en la línea paterna que se sustenta el derecho. Mientras las labores productivas tienen un valor de cambio establecido, las labores femeninas carecen de él. La transmisión del dominio se da por vía paterna, de padre a hijo. “La igualdad sólo puede restablecerse cuando ambos sexos gocen de derechos jurídicamente iguales”. 113 El hecho más significativo es la aparición de la familia patriarcal fundada en la propiedad privada. Es este tipo de familia, la patriarcal, la que refleja la relación entre trabajo y sexualidad. En ella la mujer está oprimida, el hombre es el soberano y como tal se permite toda clase de libertades y caprichos sexuales. La opresión de la mujer es además económica. La igualdad entre los sexos no es posible, mientras la mujer no tenga participación en la vida productiva. La sociedad capitalista no tiene las condiciones necesarias para la liberación de la mujer. 114 Según Simone de Beauvoir, desde la perspectiva del materialismo histórico los problemas más importantes son escamoteados, pues no se explica realmente cómo se efectuó el paso del régimen comunitario a la propiedad privada. 113 Ibíd., p. 55. 83 Además, en virtud de su concepción parcial del ser humanon no es posible encontrar soluciones para la situación de opresión femenina, ellas exigen una concepción integral, que interese al hombre como totalidad, no únicamente al homo oeconomicus. Para ella resulta imposible deducir de la propiedad privada la opresión de la mujer. Son las relaciones que se derivan de la categoría original del Otro, unidas a la pretensión, también original, de dominio de este Otro, las que sirven de justificación para el dominio del varón hacia la mujer. 115 La alternativa no es el trabajo permanente de la mujer fuera de la casa, porque no se puede olvidar tampoco la función reproductora que opera tanto a nivel individual como social. La prioridad unas veces será la reproducción y otras el trabajo. Para de Beauvoir, Engels ha eludido el problema pues aun cuando reconoce la situación, no logra explicarla de manera adecuada. De Beauvoir dice: Una ética verdaderamente socialista, es decir, que busque la justicia sin suprimir la libertad, que imponga cargas a los individuos, pero sin abolir la individualidad, se hallará en grave aprieto por los problemas que plantea la condición de la mujer. Es imposible asimilar lisa y llanamente la gestación a un trabajo o a un servicio, tal como el servicio militar, por ejemplo. Se produce una fractura más profunda en la vida de una mujer al exigirle hijos que al reglamentar las ocupaciones de los ciudadanos. 116 En el acto sexual, en la maternidad, en la vida sexual y en su relación con el hijo, la mujer no compromete solamente tiempo y energías, sino también valores esenciales y se expresa como individuo, no únicamente como especie. 114 Ver Simone de Beauvoir, op. cit., p 55 115 Ibíd., p 57. 116 Ibíd., p 59. 84 Dicha función no se puede analizar sólo a partir de categorías materialistas. En breve, la diferencia sexual es original y no puede ser analizada como una entidad económica. 3.2 Críticas y comentarios de algunas filósofas feministas a la postura de Simone de Beauvoir Las críticas a de Beauvoir fueron surgiendo entre las filósofas feministas, quienes reconocen sus aportes pero no están de acuerdo con todos sus planteamientos. Por ejemplo, Juliet Mitchell, señala que el psicoanálisis es fundamental para la comprensión de la mujer y no constituye una recomendación ni una reafirmación de la sociedad patriarcal, sino un análisis de la misma. 117 Esto equivale a decir que Freud reconoce que el patriarcado es una realidad en la cual, por definición, la mujer es oprimida. El orden humano y la ideología en la cual éste se inserta, son patriarcales. Para la filósofa feminista ésta es una evidencia que Freud tuvo que aceptar. Considera, por tanto, que el psicoanálisis es necesario para el análisis de la sociedad patriarcal y en general para el feminismo, aun cuando, como señala de Beauvoir, no logre explicarlo. Además, para Mitchell, es necesaria la consideración de una tríada de conceptos que responden a una realidad descrita desde diferentes perspectivas: la feminidad, la familia y la sexualidad. La autora entiende la noción de patriarcado como la «ley del padre», concepto eminentemente psicoanalítico que ayuda a dilucidar el modo como opera esta ley en el interior de la vida del niño y la niña como individuos. 117 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 9. 85 Para Mitchell El segundo sexo es el estudio más importante sobre la opresión de las mujeres, ofrece una teoría coherente sobre el estatus inferior de la mujer y es una explicación teórica esencialmente psicológica. Señala que de Beauvoir no cree en la proposición fundamental del psicoanálisis —el inconsciente—, no da tanta importancia al pasado infantil, porque está más interesada en la existencia presente de la persona y minimiza la importancia de la sexualidad. Mitchell resalta los siguientes elementos de la propuesta existencialista: 118 El punto fundamental del existencialismo de Simone de Beauvoir es la idea de que el ser humano asigna significado a su existencia en las acciones y los proyectos que forma. La oposición es la que permite a cada conciencia definirse a sí misma como sujeto y así convierte al Otro en objeto. La conciencia es una trascendencia que logra su libertad, si no la logra, cae en la inmanencia y es degradada en la facticidad. Si una persona se opone y rechaza la libertad de otra, se produce la opresión. De esta manera se está haciendo explícita la situación de cómo el rechazo de la libertad del Otro es lo que produce la opresión. En la sociedad patriarcal el rechazo de la libertad de la mujer es el que produce la opresión de ella y de manera similar ocurre con el esclavo. El hombre se define como sujeto y sitúa a la mujer como el Otro, no en reciprocidad, sino en un acto de opresión psíquica. Por tal razón, la mujer, en cuanto conciencia oprimida, se comprende como el segundo sexo. Mientras a la mujer le es negada su propia humanidad contiene la otredad del hombre, lo reconoce como sujeto que se arroja hacia un futuro libremente elegido. En la hembra de los animales se puede encontrar la superioridad por su función biológica, por la reproducción que sirve a la especie. Por el contrario, en la mujer, la reproducción la iguala a la hembra de los animales, la acerca a la 118 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 306. 86 naturaleza, en cuanto sirve a la especie, pero no le permite la trascendencia que es lo propio de la humanidad. El hombre, en cuanto humano, es quien crea, inventa y transforma. Para la mujer el hombre es todo, mientras para él, ella es sólo placer, algo extra, no necesario, no esencial. “Para de Beauvoir la completa opresión de la mujer es la explotación económica y social de este abuso psicológico original: la creación del segundo sexo con su Otro Reino”. 119 Según Juliet Mitchell, los principales conceptos y valores que menciona de Beauvoir para señalar cómo ocurrió, que está ocurriendo y qué debe hacerse son los siguientes: «elección», «libertad» y «proyecto», versus «determinismo», «inmanencia», «alienación» y «alteridad». Es la cultura patriarcal la que dota a la niña de una conciencia de su inferioridad social y al niño de su superioridad. Agrega que tenemos una cultura en la que el yo se crea dividido con una infinita complejidad y los sexos están divididos partiendo de otra división: una cultura patriarcal en la que el falo está valorizado y las mujeres oprimidas. Esto es reconocido por Freud. Todas las sociedades conocidas, a pesar de que pueda existir el sistema matrilineal, conceden a los hombres el poder de dictar las leyes. “La «derrota histórica mundial» del sexo femenino tiene lugar con el complejo de castración de la niña y su ingreso en la resolución del complejo edípico: su aceptación del lugar inferior y femenino que le corresponde en la sociedad patriarcal”.120 A pesar de las críticas resulta necesario reconocer que la situación de opresión de la mujer y, por lo tanto, la expresión de la sociedad patriarcal se da como una realidad que ha sido descrita y ampliamente documentada con hechos incontrovertibles por de Beauvoir, y por otros filósofos y científicos sociales. De 119 Juliet Mitchell, op. cit., p. 311. 120 Ibíd., p. 372. 87 estas descripciones se pueden tomar elementos que guíen una toma de conciencia que resulta útil para enfrentar las situaciones de opresión señaladas. Éste es un camino que han tomado fundamentalmente las filósofas feministas. Se reconoce que la obra de Simone de Beauvoir logró despertar la conciencia de muchas mujeres en la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, filósofas como Michèle Le Dœuff, señalan que este discurso corresponde a una filosofía de moda en 1949, pero que en la actualidad no es frecuente. Para ella, hoy no se habla de existencialismo. No obstante, es necesario reconocer que de Beauvoir logra puntualizar problemas y proponer reflexiones que han dinamizado los movimientos feministas y profundizar en las condiciones de la sociedad patriarcal. Este punto de vista teórico [existencialista] es pertinente y operativo para poner en evidencia la opresión de las mujeres. 121 Ahora bien, de Beauvoir no intenta construir un sistema, dice Le Dœuff. Parte de una perspectiva definida, el existencialismo, un sistema conceptual que ya ha sido creado por filósofos como Sartre y, a partir de allí, resalta dos valores expresamente para analizar la condición de la mujer: la libertad y la autenticidad. 122 El existencialismo es un punto de vista moral explícito a partir del cual valora la situación de la mujer, que “siendo como todo ser humano una libertad autónoma, se descubre y se elige en un mundo donde los hombres le imponen que se asuma como lo Otro: se pretende fijarla en objeto y consagrarla a la inmanencia, ya que su trascendencia será perpetuamente trascendida por otra conciencia esencial y soberana”. 123 Para el análisis de la condición de la mujer en las sociedades patriarcales, de Beauvoir parte del reconocimiento de 121 Ver Michèle le Dœuff, op. cit., p. 89. 122 Ver Michèle le Dœuff, op. cit., p. 138. 123 Simone de Beauvoir, op. cit., p. 31. 88 que en cuanto fenómeno histórico, la opresión de la mujer no tiene una fecha específica de origen, pero sí que procede de un pacto entre los hombres en el cual se le regala a la mujer el estatuto de naturaleza, queda fuera de la cultura, oscila entre lo natural y lo sobrenatural. 124 Michèle Le Dœuff intenta demostrar cómo la propuesta de Simone de Beauvoir, sustentada en los valores de la autenticidad y la libertad, constituye un punto de vista teórico pertinente y operativo para poner en evidencia la opresión de las mujeres. Para Le Dœuff, El segundo sexo tiene una concepción dualista, en la cual las nociones se agrupan por parejas: inmanencia/trascendencia; En-sí/Para-sí; auténtico/inauténtico; asumirse/mala fe; sujeto y proyecto/objeto. Además, afirma que de Beauvoir realiza un trabajo filosófico, porque “es preciso verdaderamente ser filósofa para preguntarse por qué es lamentable la opresión”. 125 No se trata de una crítica de las categorías sartreanas sino un punto de partida. De Beauvoir adopta explícitamente la perspectiva de la moral existencialista, lo cual quiere decir que toma una postura teórica para aplicarla a un campo determinado de la experiencia. Trata de explorar un aspecto de la realidad social intersubjetiva, a partir de una clave conceptual que no ha sido creada por ella misma; no tiene la intención de construir un sistema. 126 Lo que ella toma del existencialismo son los valores de la autenticidad y la libertad y a partir de ellos realiza una descripción, una investigación feminista sobre un objeto específico. “Al explicitar sus propios valores, Simone de Beauvoir permite una lectura crítica de lo que 124 Ver Celia Amorós, “Notas para una ética feminista”, en Hacia una crítica de la razón patriarcal. op. cit. p. 112. 125 Michèle le Dœuff, op. cit., p. 91-92. 126 Ver Michèle le Dœuff, op. cit., p. 137. 89 afirma; al anunciar que la descripción se «plantea sobre un plan ético previo» ella valida así su propio método”. 127 Simone de Beauvoir, según Le Dœuff, logra transformaciones al sistema sartreano, sin proponérselo. En el método adoptado por de Beauvoir, los conceptos utilizados se mantienen en desequilibrio, por lo cual pueden producirse mutaciones que no estaban contempladas en el sistema inicial. Lo paradójico es que el mismo sistema en Sartre produce consideraciones sexistas, y en de Beauvoir no. Es importante la siguiente anotación de Le Dœuff al respecto: El segundo sexo no se ha construido como un desarrollo en espiral y carece de la circularidad sistemática del El ser y la nada. Muy al contrario, la obra de Simone de Beauvoir puede esquematizarse rapidamente por lo que se refiere al tiempo: no sabemos muy bien cómo se ha originado la opresión de las mujeres, podemos saber algo de cómo se mantiene y cómo hace sufrir; en todo caso está a punto de desaparecer, al menos parcialmente, y es preciso que cese por completo. 128 En Sartre, la «mala fe» se planteaba como «mala fe del otro», en de Beauvoir la noción de mala fe está solamente en el horizonte del examen del discurso de las personas, referido a las situaciones, al conjunto de tradiciones, de las ideologías, con las cuales se engaña a la mujer, por ejemplo, con una pretendida felicidad en el matrimonio. Sartre invoca relaciones de dominación y de preeminencia en las cuales él es siempre dominante: “es hombre frente a una mujer; profesor frente a un alumno; 127 Michèle le Dœuff, op. cit., p. 139. 128 Ibíd., p. 140. 90 librepensador frente a un jesuita y europeo blanco frente a todos los exotismos imaginables”. 129 De Beauvoir, por el contrario trata siempre de comprender lo que las personas dicen, analiza las situaciones a que hace referencia y de esta manera aprehende lo profundo de una insignificancia. En resumen, Le Dœuff resalta que en la reformulación del existencialismo realizada por de Beauvoir, “desaparecen los elementos masculinistas presentes en la obra de Sartre; desaparece lo imaginario en primera persona y los conceptos fundamentales que no se sustentan más que en el imaginario en cuestión”. 130 Pero el aporte de Simone de Beauvoir a la teoría existencialista tiene otros aspectos entre los cuales es importante resaltar la noción de «medios concretos»: “No basta con saberse no-determinado por la exterioridad. Es preciso, también, que esta exterioridad ofrezca «medios concretos» de afirmarse como sujeto, sujeto de una acción, sujeto de algo. Porque desgraciadamente la mujer está encerrada en el vacío; su estatuto social la priva del mundo y de otras muchas cosas”. 131 Sartre, no plantea el problema de la necesidad de la exterioridad. Para Le Dœuff, “esta noción de «medios concretos» sitúa el pensamiento de De Beauvoir en otra línea distinta al de Sartre: «el sujeto» de la libertad que a ella le gustaría que las mujeres llegaran a ser, no tiene gran cosa que ver con el sujeto fenomenológico que Sartre ha heredado de sus incursiones husserlianas”. 132 129 Ibíd., p. 143. 130 Ibíd., p. 148. 131 Ibíd., p. 150. 132 Ibíd., p. 151. 91 La noción de medios concretos le sirve a de Beauvoir para señalar las restricciones de la libertad de las mujeres y podría servir también para analizar los problemas del ejercicio de la libertad en la sociedad patriarcal. La privación de exterioridad y carencia de medios concretos para actuar sobre el mundo es lo que ata a toda mujer a un otro, un hombre, que es quien puede entrar en relación activa con el mundo. 133 Esta situación puede ser considerada como la causa de una gran mentira social, que lleva a pensar que la mujer necesita la tutela del hombre, que no siente la necesidad de dirigirse a sí misma y que con ello es feliz, que dicha despreocupación le conviene. De Beauvoir “desconfía justamente de la facilidad que existe para declarar como feliz una situación que nos es impuesta”. 134 Esta imposición refleja una gran contradicción que, por un lado, es respuesta a la tensión existencial del hombre y, por el otro, la configuración del inconsciente de la mujer a través de la imposición de la ideología patriarcal. Wanda Tommasi, señala que de Beauvoir se sitúa en la corriente teórica del feminismo de la igualdad, postura que resulta insuficiente a la hora de plantear alternativas de solución. De Beauvoir defiende a la mujer como un ser “capaz de elección, que ha tenido que escoger entre afirmarse como trascendencia y alienarse como objeto”, 135 ha participado en la lucha por la igualdad de los sexos, por la paridad entre hombres y mujeres, pero no tiene en cuenta la diferencia femenina. 133 Ver Michèle Le Dœuff, op. cit., p.169. 134 Michèle Le Dœuff, op. cit., p. 171. 135 Wanda Tommasi, op.cit., p. 191. 92 Para Tommasi ésta es una perspectiva limitada, en la cual falta el signo de una libertad femenina ya presente, que a pesar de todo ha sido posible aun en la sociedad patriarcal. Tommasi asegura que la diferencia sexual “opera en el lenguaje como un significante que organiza la esfera social y simbólica a nivel profundo”. 136 3.3 La postura estructuralista Ya se había mencionado que Juliet Mitchell no comparte la lectura que de Beauvoir hace de las teorías freudianas. Para ella el psicoanálisis es fundamental para la comprensión de la estructura de la sociedad patriarcal y para el análisis de la condición de la mujer en la sociedad contemporánea. Así lo señala Celia Amorós cuando dice refieriéndose a las palabras de Mitchell sobre el particular: Freud no es un ideólogo del patriarcado, sino el teórico del modo en que la ideología de la sociedad patriarcal constituye la feminidad como psicología oprimida, poniendo todo el énfasis en el concepto de vida mental inconsciente como clave del «sistema fundamental del pensamiento dentro del cual tienen que ser comprendidas las tesis específicas de Freud». 137 Amorós señala las bondades de la propuesta beauvoiriana y también algunas deficiencias. Para ella de Beauvoir no logra identificar las claves de porqué el discurso de la mujer se identifica con el discurso del oprimido debido a su rechazo del concepto de inconsciente freudiano. Para Amorós, como para 136 137 Ibíd., p.15. Celia Amorós, “¿Feminismo Existencialista versus feminismo estructuralista? (Notas para una reflexión sobre la crítica de Juliet Mitchel a Simone de Beauvoir)”, en Hacia una crítica de la razón patriarcal, op. cit. p. 59. 93 Mitchell, Freud es quien “proporciona un conjunto coherente de proposiciones teóricas, de enunciados descriptivos acerca del modo como la mujer vive su feminidad en el nivel en que ésta se constituye como discurso inconsciente”. 138 A la vez la ley patriarcal se evidencia en el inconsciente; éste es el lugar de la reproducción de la ideología y de la cultura. Con lo señalado se da apertura a la confrontación entre las categorías existencialistas, ampliamente expuestas en el apartado anterior, y las categorías estructuralistas, que propone Mitchell, quien representa la línea freudiana desarrollada por Lacan. Lo anterior significa que la situación de la mujer en la sociedad patriarcal desde las teorías estructuralistas, no depende únicamente de su rol alrededor de la maternidad y la crianza, ni de su condición de Objeto en los términos planteados por de Beauvoir, sino de las estructuras simbólicas relacionadas con las relaciones de intercambio y comunicación de las sociedades. Estas relaciones son las que constituyen la forma elemental de la sociedad humana y las distingue del grupo de los primates. Es el acto de intercambio mismo lo que mantiene unida a cualquier sociedad. 139 Ahora bien ¿cómo se da el intercambio y cuáles son las estructuras del parentesco presentes en las sociedades urbanas? Estos aspectos son claves para descifrar los problemas señalados, con miras a producir un cambio en las relaciones entre los sexos. Desde esta perpectiva, las respuestas a preguntas como ¿por qué desde el principio la mujer ha sido oprimida por el hombre? y ¿cómo tuvo lugar la opresión en un principio?, están relacionadas con el orden simbólico en el cual 138 Ibíd., p. 60. 139 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 381. 94 se sitúan los sistemas de parentesco en cuanto sistemas de comunicación social y de intercambio de símbolos. Las mujeres funcionan en estos sistemas como los símbolos que son intercambiados. Pero surge una pregunta: ¿Por qué han sido los hombres los encargados del intercambio y no las mujeres? Según Lévi-Strauss, no existe ninguna razón teórica para que las mujeres no intercambien hombres, pero lo cierto es que “empíricamente esto nunca ha ocurrido en ninguna sociedad humana”. 140 Ya se vio que de Beauvoir no encuentra la respuesta adecuada a estas preguntas. Es necesario buscar entonces en el análisis estructural la forma de centrar el problema y precisar sus términos. También habría que identificar si la opresión de la mujer se presenta tanto en las sociedades primitivas y modernas como en la sociedad capitalista contemporánea. Lévi-Strauss, tal vez uno de los autores más significativos en el estudio de las estructuras del parentesco, llegó a la conclusión de que la familia biológica compuesta por la madre, el padre y el hijo no es la característica distintiva de las estructuras humanas de parentesco. 141 Con esta afirmación se rechaza – como también lo hace de Beauvoir– la explicación de orden biológico a la existencia de relaciones de desigualdad y opresión señaladas anteriormente. Existe una ley, la ley universal del parentesco, que regula las relaciones matrimoniales y su expresión fundamental es la prohibición del incesto. Por lo tanto, la normatización de las relaciones familiares se inscribe en el orden de la cultura, no en el orden biológico. 140 Juliet Mitchell, op. cit., p. 378. 141 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 376. 95 En las sociedades primitivas esta ley –la ley universal del parentesco, la ley del Padre– funciona como un medio de intercambio –de mujeres– y como un sistema de comunicación inconscientemente reconocido. En la sociedad patriarcal siempre son los hombres quienes intercambian a las mujeres y además son ellos los que tienen el poder de dictar las leyes. Las mujeres se transforman en equivalente de un signo que está siendo comunicado, pero también son reconocidas por el grupo social como valores del tipo más esencial. La forma como estos valores se integran en sistemas dotados de una función significante resulta problemática. 142 De todas maneras el intercambio entre las sociedades, tanto en términos de lenguaje como de mujeres, pertenece a la función simbólica. Ahora bien, los miembros de sociedades diferentes intercambian valores complementarios de diferentes categorías y a esto es que se reduce la existencia social. Como lo que se intercambia son las mujeres y los que dirigen el intercambio son los hombres, ellos son los que fijan el valor. Esta situación hay que interpretarla con cuidado y así lo señala Mitchell cuando dice: Según Lévi-Strauss el lugar asignado no es índice de inferioridad ni de superioridad. El empleo de la palabra «objeto» no implica denigración de la mujer. No obstante, esta división sexual primaria es un importante indicativo de una diferencia, que muy bien puede ser históricamente explotada para establecer un sistema de sumisión. 143 En la sociedad capitalista contemporánea, basada en una estructura de clases, se prioriza la familia nuclear como forma natural de la familia, y entra en crisis el sistema de parentesco, lo cual no significa que se dé prioridad a la biología en las relaciones entre sus miembros. Las condiciones del trabajo y de la vivienda 142 ibíd., p. 376. 143 Juliet Mitchell, op. cit., p. 378. 96 han roto las estructuras familiares basadas en el parentesco. Son relaciones de intercambio entre los «dadores» y «tomadores» de mujeres de los diferentes grupos sociales, reguladas por el principio de reciprocidad. 144 Lo que se intercambia de todas maneras tiene que ser algo de valor. Se trata de sociedades en las cuales las estructuras visibles de parentesco desempeñan un rol mucho más accesorio que en las así llamadas sociedades primitivas. 145 Se evidencia un verdadero cambio en las relaciones que establecen prioridades diferentes en las formas de intercambio que movilizan la organización social y que, por lo tanto, tiene que hacerse visible en la cultura. Mitchell lo menciona: Aunque el sistema de intercambio de parentesco todavía opera en forma residual, dominan otras formas de intercambio económicas –por ejemplo intercambio de mercancías– y predominan las estructuras de clase, no las de parentesco. 146 En estas sociedades el sistema de parentesco ha perdido fuerza, la familia «nuclear» ha ganado terreno y adquiere importancia con el surgimiento del capitalismo industrial. La familia se transforma en un importante acontecimiento cultural, en el cual no es necesario que las mujeres sean objeto de intercambio. “A medida que se desarrolla la productividad del trabajo, las sociedades están cada vez más dominadas por los conflictos de clase y no por los lazos de parentesco”. 147 Es en estas sociedades donde la unidad conyugal nuclear realmente adquirió importancia. En la sociedad capitalista la mayoría de la población no sólo no tiene nada que vender, salvo su fuerza de trabajo, sino 144 Ver Celia Amorós, “¿Feminismo Existencialista versus feminismo estructuralista?...”. op. cit., p. 64. 145 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 378. 146 Juliet Mitchell, op. cit., p. 384. 147 Ibíd., p. 384. 97 que no tiene nada más que intercambiar. En muchas ocasiones tampoco tiene nada que heredar. Se conservan restos de una aristocracia en decadencia, que valora aún las formas de intercambio de la familia tradicional y una clase media que rinde culto a la familia biológica, lo cual después es copiado por la clase trabajadora. “La familia biológica se transforma en un importante acontecimiento cultural bajo el capitalismo y se afirma en la ausencia de prominentes estructuras de parentesco”. 148 Este tipo de familia de la sociedad capitalista, donde la burguesía y la familia patriarcal son parte de su especificidad, fue examinado por Freud y de allí dedujo las estructuras «eternas» del patriarcado. El tabú del incesto y las leyes de la exogamia persisten, pero adquieren un nuevo significado. 149 Celia Amorós afirma que en la familia nuclear se expresan las leyes del patriarcado en la forma del complejo de Edipo, pero no como exclusivo de ella, pues como se sabe éste es universal. Resalta además las contradicciones entre las leyes del patriarcado y la familia nuclear que, por un lado, se manifiestan reforzadas y, por otro, se hacen cada vez menos relevantes. 150 Celia Amorós propone que la lucha feminista se oriente, entre otras tareas, a resolver estas contradicciones, siguiendo la línea propuesta por Juliet Mitchell. Celia Amorós se refiere expresamente a enfrentar el problema teórico de dar una alternativa al patriarcado. Ahora bien, si éste se constituye como un orden simbólico, habría que tener en cuenta cómo se constituye y cuál es su sentido 148 Ibíd., p. 385. 149 Ver Juliet Mitchell, op. cit., p. 386. 150 Ver Celia Amorós, “¿Feminismo Existencialista versus feminismo estructuralista?...” op. cit., p. 66. 98 para buscar “nuevos esquemas de mediación en la relación madre-hijo que no impliquen la opresión de un sexo por el otro” 151 Esta propuesta está en consonancia con la teoría lacaniana a cerca de la genealogía, según la cual el inconsciente está estructurado como un lenguaje en torno a los polos metafóricos y metonímicos. 152 “La genealogía como orden simbólico es análoga a las estructuras del parentesco como sistemas de intercambio de las mujeres… y al estar centrada en el Nombre del Padre, se estructura en torno al eje de la metáfora”. 153 En el orden simbólico, la ley del padre obra como eje en el cual se sustenta todo el sistema de las relaciones de poder. La mujer, en asociación por contigüidad –metonimia– garantiza la relación con la naturaleza. El Nombre del Padre, es el que inaugura el orden cultural. La metonimia, “pertenecería al orden simbólico como ciudadano de segunda, con un pie enraizado en la naturaleza”. 154 En este proceso aparece en toda su relevancia el acto de nombrar, de reconocer el nombre del padre. Al respecto dice Amorós: El patriarcado es posible en la medida en que las mujeres están ya controladas: su acto de «nombrar» no sólo no lo funda sino que está definido ya por el propio orden patriarcal. Y, a su vez, las mujeres están controladas porque el patriarcado pretende identificarse con la instauración de un orden simbólico que se 151 Celia Amorós, “¿Feminismo Existencialista versus feminismo estructuralista?...”, op. cit. p. 66. 152 El polo metafórico aproxima los significados por semejanza o isomorfismo y el metonímico los asocia por contigüidad. 153 Ibíd., p. 68. 154 Ibíd. p. 69. 99 considera como definitorio de la cultura en cuanto inserción de la discontinuidad y de la metáfora. 155 Pero no se pretende construir una alternativa al patriarcado con la destrucción del orden simbólico y la regresión al estado de naturaleza desde la cultura. Las alternativas implican la búsqueda de otros esquemas posibles de mediación de la relación madre-hijo más flexibles que el patriarcado, y que también pertenezcan al dominio de la cultura y de lo simbólico. Para ello, es necesario asumir radicalmente la contradicción y establecer las posibilidades que tiene el símbolo de superarlas. Esto significa que la salida tiene que darse en el orden cultural. Se requiere que la interiorización inconsciente de la cultura, en lugar de favorecer la primacía del hombre obre de tal forma que “no constituya a la mujer como psicología oprimida y deprimida” 156 . 155 156 Ibíd. Ibíd., p. 71 100 BIBLIOGRAFÍA Amorós, Celia, Hacia una crítica de la razón patriarcal, 2ª ed., Barcelona, Anthropos, 1991. Aristóteles, Reproducción de los animales. Madrid, Biblioteca Clásica Gredos, 1994. Aristóteles, Política, Madrid, Centro de estudios políticos y constitucionales, 1997, Trad. de Julián Marías y María Araújo. De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Buenos Aires, Debolsillo, 2007. Esquilo, Las siete tragedias, México, Porrúa, 7ª edición, 1970. Le Dœuff, Michèle, El estudio y la rueca: de las mujeres, de la filosofía, etc., Madrid, Cátedra, 1993. 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