220 Fontqueria 39 (1994) La función de la partera alcanzó una gran importancia en la sociedad, a pesar de que durante siglos se desarrolló en medio de una total obscuridad. Con el establecimiento en Cuba, durante el siglo XVII, del protomedicato, se pretendió controlar el trabajo de las parteras, lo que no fue posible. La práctica obstétrica continuó en manos de la mujer conocedora, por su calidad de multípara, S. GARCÍA (1924). Las llamadas parteras, o recibidoras, realizaban tal función, sin otra instrucción que su experiencia. En el siglo XIX fue reglamentado su ejercicio por el protomedicato, y comenzaron a darse los primeros pasos para ofrecer de algún modo enseñanzas al respecto. El primer intento fue en 1824, cuando el médico y cirujano español Francisco Alonso y Fernández comenzó a impartir clases de obstetricia, anatomía y cirugía. Esta cátedra sentó las bases de la enseñanza de la obstetricia en Cuba, S. GARCÍA (1924). El doctor Domingo Rosain, médico, cirujano, comadrón y fiscal de parteras del protomedicato, publicó en 1824, el primer libro dedicado a las comadronas que existió en Cuba, titulado Examen y cartillas de parteras. Este trabajo de Rosain constituyó a su vez el primer trabajo de obstetricia escrito en Cuba. El siete de junio de 1828 fue inaugurada la Acadenia de Parteras en el hospital de San Francisco de Paula, dedicado sólo a mujeres, A. GARCÍA (1988). Esta cátedra funcionó hasta 1833, el mismo año en que fue inaugurada una academia de parteras en Camagüey, dirigida por el licenciado José de la Luz Castellanos. Por estos años fue impartido en el museo anatómico El arte de partear, primero por Alonso, y luego por el Dr. Nicolás J. Gutiérrez, pasando posteriormente la enseñanza de la obstetricia a la Universidad. En 1824 se inauguró la enseñanza en la Universidad Literaria, donde el doctor Joaquín Guane hacía clínica obstétrica hospitalaria, lo que traduce un relativo progreso. En 1849, Ambrosio González del Valle, profesor de medicina y cirugía de la Universidad, publicó un Manual de obstetricia para el uso de nuestras parteras, A. GARCÍA (1988). Como es evidente, la enseñanza de la obstetricia era generalmente escasa y de carácter teórico y, por ende, la asistencia de los partos continuó centrada en las ya mencionadas recibidoras o parteras. Si tal situación se mantenía en La Habana y otras ciudades de la Isla, qué decir de las zonas rurales, a donde no alcanzaba la medicina. Para controlar y legalizar esta situación, se elaboraron instrucciones y reglamentos que inhabilitaran esta práctica, pero no se consiguió eliminarla. En este mismo sentido, la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (fundada en 1861), publicó numerosos trabajos de esta especialidad, entre estos autores se destaca el Dr. Gabriel Casuso y Roque (cirujano, ginecólogo y partero) a quien se debe el mérito de implantar la asepsia y fundar la primera clínica ginecológica en el país. Este autor plantea «... existiendo comadronas en la isla de Cuba, las recibidoras tienen por ley que ser tratadas al igual que los curanderos, el daño que ocasionan es mayor que el de éstos, su excesiva ignorancia hace que muchas veces perezcan la madre y el niño, o uno de los dos las más de las veces, la madre víctima de la fiebre puerperal», S. GARCÍA (1924). La mayor atención a la enseñanza influenciada por los avances médicos europeos en esta especialidad contribuyó a que fuera decreciendo gradualmente la actividad de las recibidoras y parteras en las ciudades. Ya en el siglo XX la obstetricia cobra un nuevo aspecto a la luz de las nuevas ideas y adelantos de la medicina, sin embargo se mantuvo durante muchos años su práctica ilegal. En su análisis y crítica al empirismo existente, el Dr. Marruz sitúa en último lugar de la práctica obstétrica a las comadronas, sobre las que escribe: «el nutrido ejército de comadronas, cada vez más numeroso y que, conforme a la ley sólo pueden dedicarse a la eutocia, pasando en la distocia al papel de meras auxiliares. Esta clase profesional que pertenece a la categoría de cirujano menor o ministrante y de los extinguidos oficiales de salud, sufre la grave crisis en otros países, por la persecución de que han sido objeto en estos últimos tiempos, nosotros mismos abogamos una vez, sino por su supresión al menos