Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 45 HISTORIA DE LA GINECO-OBSTETRICIA EN COSTA RICA (Conferencia del Dr. Carlos Prada Díaz, del día 21 de octubre de 1994) Hay un libro muy interesante que por Decreto Ejecutivo se editó a principios de siglo, que pretendía destacar los aspectos más importantes de la Costa Rica del siglo XIX. Este libro comienza con un prólogo que dice: "Abramos el libro de la historia. El pasado es cimiento del presente, y sobre éste se asentará el porvenir". Decía Cicerón que el que no sabe historia siempre será un niño, y es lamentable ver cómo dentro del cuerpo médico nos hemos olvidado realmente de aquellas figuras, de aquellas entidades que fueron la base fundamental para llevar la medicina al grado importante de desarrollo. La medicina aborigen Históricamente la medicina estriba en prácticas mágico-religiosas, proceso al que no escaparon nuestros aborígenes. Estos, por razones de cultura, aunque vivieron en un estado primitivo de organización social, lograron desenvolverse dentro de su ambiente natural en perfecto ajuste e intimidad, pero fueron víctimas de numerosas enfermedades de las cuales dejaron claras evidencias. El sukia Las representaciones del sukia lo revelan como el taumaturgo por excelencia. El espíritu propio de la esencia de curar. La estatutaria sukia tiene significación humana y divina. Es el prototipo del sacerdote médico. Nuestro sukia huetar corresponde en cierta medida al mitológico Esculapio. Fue necesario entonces, en la teocracia huetar, instituir una deidad especial para socorrer a las parturientas y atender las plegarias de sus enfermos y hechizados; entonces creó a su Sukia, el que fue extensamente adorado y mereció gran importancia principalmente en los territorios huetar y brunca. En lo general aparece como asistente el Sumo Sacerdote, desempeñándose en la práctica de la medicina que mezclaba con brujería. Junto al culto estaba la medicina ya que los indios tenían grandes conocimientos herbolarios, constituyendo de mayor interés lo misterioso de las aplicaciones terapéuticas, Aspecto interesante lo constituyeron las prescipciones por impurezas relativas a la menstruación. Las mujeres cuando están en su menstruación no entran a las casas porque dicen que se infectan y mueren los animales monteses que tienen en ellas, como las ardillas, los loros, los guacamayos. Tampoco entran en las cementeras, y así por lo común están en las orillas de los ríos bañándose todos los días sin que haga mal. Cuando están en cinta y se sienten próximas al parto se van al monte a parir, donde nadie las vea, y cuando les llevan la comida se las dan con una vara sin tocarlas. Aunque sea primeriza la mujer, ella sola, con una piedra o pedernal corta el ombligo de la criatura, y todas cuando paren se bañan, lavan la criatura y se ponen a cantar. Después, por todo un mes están en un rancho junto a la casa, por otro mes a la orilla de la misma y al otro mes dentro de la casa. Solamente las mujeres siembran el maíz y cogen la cosecha, diciendo que como las mujeres paren solas a ellas solas toca sembrar la semilla para que nazca y recoger lo que nace. Los hombres no se casan sino de 20 años para arriba, pero las mujeres si son de buen parecer, de 6 a 7 años suelen casarse, de modo que los hombres las crías y cuidan como hijas en su compañía, hasta que llegue el tiempo de “usarlas”… 46 Conferencias de invitados al Curso de Historia de la Medicina en 1994 y 1996 Medicina de la colonia De 1502 a 1821. Curanderismo, médicos y enfermedades. Durante la colonia, Costa Rica adoleció de la falta de médicos estables y de la ausencia total de otros profesionales en ciencias médicas. La pobreza del país fue factor determinante para que muchos de los médicos que se aventuraron a colaborar en la colonización de las tierras de Centroamérica, no pensaran en radicarse permanentemente en la provincia, ni era posible por la misma razón contratar los servicios de un profesor de medicina. Tales condiciones eran motivo para que personas de posición y preparación general aceptable dentro del grupo de españoles asumieran parte de algunas de las labores médicas y de que el curanderismo encontrara campo propicio para el desarrollo. Eran numerosos los empíricos; también existían entre los religiosos y bastante curiosos los medios que empleaban en sus labores, siendo los resultados -como es fácil de suponer- poco satisfactorios la mayoría de las veces y también desastrosos. Muchos de los españoles y criollos recurrieron a la medicina que brindaban los mismos indígenas. Como señalamos, a falta de facultativos recurrieron a las autoridades peninsulares a remitir de parte del Rey y por intermedio de las autoridades de Guatemala, y muchas veces con la colaboración del Protomedicato de la Capitanía y del mismo obispado de León, recetas escritas, indicaciones y consejos para tratar las dolencias, tanto endémicas como epidémicas. Las enfermedades de transmisión sexual La sífilis alcanzó en la Europa del Siglo XV los caracteres de una verdadera epidemia. Poca es la información del mal venéreo durante la Colonia, aunque interesante el proceso incoado a fines del siglo XVII por don José Romualdo de Oreamuno, Alcalde de la Santa Hermandad de la Ciudad de Cartago, con el siguiente auto: Por cuanto en repetidas ocasiones se me ha denunciado que el señor Quesada se halla gravemente accidentado de los testículos y que dice públicamente que María Francisca Portuguesa, hija de María Josefa Portuguesa lo ha maleficiado, y habiendo, etc. El Alcalde de la Santa Hermandad después de consulta con el comisario del Santo Oficio y de acuerdo con el Gobernador de la Provincia parece que no creyó mucho en lo del maleficio sino más bien en la "poca crianza y desconocimiento de la doctrina cristiana de la María Francisca". Explicaba la acusación del maleficio que Quesada hacía al hecho de que vivían maritalmente, cuya culpa reconocieron ambos. Juzgó Oreamuno que lo más acertado era poner en depósito, en una casa honrada, donde fueran instruidas tanto la acusada como Petronila Quesada, amiga de aquella y que también parece enrolada en la acusación de hechicería. Para averiguar la verdad fueron careadas la María Francisca Portuguesa y su amiga la mulata Petronila Quesada. Pero dos cosas hay interesantes en el proceso: la declaración del indio Manuel de la Cruz Méndez, vecino de Tres Ríos, que a lo que parece era medio brujo y medio curandero, pero nada tonto. Y el informe final del proceso, dictado por el asesor nombrado, Lic. don Enrique de Aguila, dice entre otras cosas: al indio Manuel le fue preguntada entre otras cosas si luego que vio al enfermo le dixo que lo curaba y si le aseguró que estaba hechizado o maleficiado. Astutamente el indio Manuel respondió que "luego que vio a dó Enfermo lo expresó que era rama de gálico y el enfermo se mantenía en que la mujer lo tenía así, que no se lo quitaban de la cabeza que ella lo había hechizado con una jícara de chocolate". El brujo de Tres Ríos parece haber sido demasiado buen sicólogo y aunque en su declaración lo niega es muy claro que trató de no llevar la contraria a su enfermo. En todo caso, los medicamentos que le aplicó demuestran que conocía bastante el contagio venéreo para no creer en hechicerías, y consultado sobre el tratamiento que aplicó dice: "pregúntasele si es cierto que le dio dos bebedizos a dó Enfermo de que los compuso" y dixo que es verdá que dio dos bebedizos a dó Enfermo, que estos los compuso de una hierba que llaman bejuquillo y en la llaga le echó unos Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 47 polvos de cáscara de candelilla y sal, pero que todo esto hizo por ver si sanaba el gálico. En cuanto al caso preciso del hechizamiento, el Lic. Aguila es terminante y no pone en duda su origen venéreo ni el modo de contagio, de accesos carnales con mujeres dañadas que en su punta tienen el humor gálico bastante no solo a causar estas dolencias. En resumen el Lic. de Aguila atribuye los hechos constatados a la mala educación y al ambiente en que las procesadas habían vivido y aconseja sean depositadas en casas honorables donde se le enseñe la religión y las buenas costumbres. Acogiéndose al dictamen del asesor, el juez de la causa termina el proceso con el siguiente auto: "en los autos que de oficio de la real justicia ha seguido contra doña Franca Portuguesa y Petronila Quesada por imputarse a la primera tener ilícita amistad y ambas ser brujas, vistos los autos conformándose con el parecer del Asesor fallo que debo de absolver y absuelvo a los susodichos de los delitos que se le imputaban y que estando como están instruidas en la doctrina cristiana en el tiempo que les documenten y tengan en sujeción. Y así termina este proceso que al final no aparecen ni hechiceras ni hechizados, sino simplemente dos amantes y una amiga de ambos. El clásico triángulo que encontramos hoy tan frecuentemente. En 1726, el general don Diego de la Haya Fernández solicitó permiso para salir al exterior a curarse. El formalismo de aquellos días exigía una serie de trámites para que un gobernador y capitán pudiera abandonar aún temporalmente su sede, con la ventaja de que no había Asamblea Legislativa. El gobernador se vió obligado, sin embargo, a pedir la respectiva información que estuvo a cargo de su teniente general Sargento mayor don Pedro Sáenz quien debía interrogar a varias personas principales de Cartago. Destacan las declaraciones respectivas del sargento mayor don Francisco de la Madrid Linares y de don Antonio Arteaga. Es interesante el castellano que se usa. "Jamás he conocido médico en esta Ciudad, cirujano ni botica ni personas que apliquen un remedio por lo que se vive con notable desconsuelo. Y los que mueren en esta ciudad, no se supo de qué accidente". El otro dice: "en esta ciudad donde es criollo, jamás se ha visto médico cirujano ni botica, ni quien sepa de pulso y orina con cuyo desconsuelo vive por no saber de qué se padece". En 1784 fue fundado el primer hospital de Costa Rica, en la ciudad de Cartago. Esta idea fue acogida por el obispo don Esteban Lorenzo y de Tristán que contribuyó con la suma de doscientos pesos, y se establece en el edificio que ocupaba el Convento de la Soledad, y fue regentado por el religioso belemita Fray Pablo Bancos. Estuvo abierto hasta 1799, cuando se cerró por problemas entre los religiosos, y por falta de dinero ya que no fue posible obtener ni los diezmos destinados al mismo, ni el dinero depositado por el señor Obispo. Don José Clemente Rosales, en 1789 en un acto dictado por los oidores de la audiencia de Guatemala en la sumaria seguida contra José Clemente Rosales declarando no haber lugar a la expulsión del mismo acusado de ejercer la medicina en Cartago sin tener mérito para ello, y este curandero, hecho más popular sin duda mediante la persecusión que siempre lo prohibido fue deseable para la masa ignorante. Hizo así su entrada triunfal por las puertas del siglo XIX en Costa Rica donde probablemente no estaba solo. Es nuestro curandero más notable a fines del siglo XVIII y a principios del XIX, que como consta fue el referido José Clemente Rosales. 1795. Durante la colonia, el mal de 7 días constituyó una de las principales causas de mortalidad infantil. Este mal de 7 días no es otro que el tétano del recién nacido. De tal magnitud fue el problema que la adminitración colonial tomó cartas en el asunto. En efecto, una orden real promulgada en Aranjuez el 25 de mayo de 1795 pone en conocimiento de las autoridades el descubrimiento hecho en la ciudad de Cuba de un específico preservativo para "el mal de siete días", que es una especie de alferesía que acomete a los recién nacidos en los primeros siete días de su vida, siendo tan fijo el término que pasado sin que acometa el accidente, queda por lo común asegurada la criatura. Aplicado al recién nacido en el corte del cordón umbilical el aceite de palo. Luego que se hace esta operación se aplica una dosis como la que se vende en estos dominios por medio real de la moneda corriente y no hay exemplo de que en Cuba haya acometido a niño alguno el accidente luego que se aplique el preservativo. El tétano fue 48 Conferencias de invitados al Curso de Historia de la Medicina en 1994 y 1996 indudablemente una causa importante de la mortalidad del recién nacido. La descripción que muchos años después hace von Bulow cuando en una visita en 1927 a la región brunca de Osa, a la que tuvo oportunidad de asistir “a la fantástica escena” -así lo califica él- de un parto que a continuación transcribimos, nos muestra claramente los problemas de este problema. La partera, una nativa, asistió el caso. Hizo hervir agua pero no tuvo inconveniente en que el parto se hiciera en un viejo camastro sobre el cual había una sucia y vieja estera donde que estaba acostada la parturienta. Llegado el momento de cortar el cordón sacó de una infecta bolsa unas tijeras que tuvo eso sí el cuidado de quemar con una llama de alcohol. Aquello me consoló -dice von Bulow- y aunque la ligadura se hizo con hilo corriente, abrigué esperanzas de que la esterilización de las tijeras evitaría muchos males. Mientras la partera cortaba el cordón con las tijeras esterilizadas decía ella, una ayudante hacía en su propia boca una mezcla de saliva y una especie de nidos que fabricaban ciertas avispas en las soleras de la casa con boñiga de res y barro. Antes de que tuviera tiempo de intervenir ya la ayudante había aplicado en el corte umbilical aquel asqueroso emplasto. 1804. La operación cesárea en lo temporal y en lo espiritual. De acuerdo con las leyes del reino era terminantemente prohibido dar sepultura al cuerpo de ninguna mujer que hubiera muerto en estado de embarazo sin que previamente se le hubiera hecho la operación cesárea. De velar por el cumplimiento estaban encargados los prelados eclesiásticos y los gobernadores. Entre los procedimientos indicados para verificar si la paciente había muerto o no se debían aplicar hierros candentes en la carne de la madre. El documento original de esta cédula real permaneció en los archivos de la Facultad de Medicina, pero lamentablemente en un incendio se perdió. En 1824 el ayuntamiento de San José nombró a Mateo Tristán Unandurraga para reconocer a una mujer leprosa. Unandurraga ejercía también como obstétrico. Medicina de la República Es imposible hacer un relato histórico pormenorizado de todas y cada una de las acciones que tuvieron lugar en el momento mismo que la medicina nacional surge como una actividad definida y organizada, y de aquellas instituciones y personalidades políticas y médicas que contribuyeron a elevarla a los altos niveles en donde hoy se ubica. Es indudable que la historia del Hospital San Juan de Dios queda ligada a la propia historia de la Junta de Protección Social de San José, cuya ley orgánica data de 1845 y cuyos antecedentes se confunden con los próceres de la historia. Al venir la independencia, la Asamblea Constitucional dispone crear para el establecimiento de un lazareto general un impuesto de un real por carga de algodón que entrara al Estado. Por decreto del 8 de mayo de 1826, el Poder Ejecutivo representado por don Juan Mora Fernández sanciona y ordena ejecutarlo. Esta es la primera vez que aparece el gobierno prohijando en Costa Rica la fundación de una casa de salud y propiciándole rentas para su sostén y desenvolvimiento. En 1835 se anunciaba como partera Madame Gallimais. Ella regresa a Francia donde permanece 14 años, reapareciendo posteriormente en nuestro país como modista y partera. La fundación de la Junta de Caridad, llevada a cabo en 1845, vino a cristalizar los anhelos del país en el establecimiento de una casa pública de beneficencia con el nombre del Hospital San Juan de Dios. El proyecto fue elaborado y fue firmado por el presidente de la Cámara de Representantes, en ese caso, el Dr. José María Castro Madriz, y sancionado por quien ejercía el poder ejecutivo, don José Rafael de Gallegos. Don Nazario Toledo fue el primer presidente de la Junta. Don Nazario es médico, guatemalteco; viene y se incorpora recién declarada la independencia y es un individuo que tiene una trayectoria muy grande más que en el campo médico en el campo político. Otro médico hijo de don Nazario, también se llega a llamar Nazario Toledo. Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 49 Don Nazario Toledo fue el primer presidente de la Junta. A partir de julio de 1852, el primero Obispo de Costa Rica, don Anselmo Llorente y Lafuente, fue nombrado protector del Hospital General de la Junta. En las otras provincias, fueron sus respectivos curas. Nace en 1857 el Protomedicato de Costa Rica, al considerar el Presidente de la Repúblicadon Juan Rafael Mora Porras- necesario regular el ejercicio de las labores encomendadas a los profesionales en ciencias médicas. En 1868 la Junta de Caridad comienza a hacer gestiones para que el Hospital estuviese bajo la vigilancia y dirección de las Hermanas de la Caridad que llegan provenientes de Guatemala, y autorizada la Junta en su empeño, las cuatro primeras hermanas de la caridad entraron al país en 1871, a pesar de que se considera esa época una época prácticamente anti-clerical y sin embargo corresponde esta época más o menos a la de don Tomás Guardia. Recuérdese que es precisamente don Tomás Guardia el que pone en exilio al segundo Obispo de Costa Rica, monseñor Thiel. Por esa época regresa al país de estudiar medicina en Europa, el Dr. Carlos Durán, que llega a ser también uno de los grandes artífices de la medicina, y es un político de gran connotación. Dice el Dr. Durán que uno de los días más tristes de su vida fue aquel en que llegó a conocer el Hospital San Juan de Dios. No había sala de operaciones; a un hombre le amputaban en ese momento una pierna con un serrucho, manteniéndolo amarrado a un escaño de un corredor de piso de tierra y sin anestesiarlo porque aún en el país no se conocía cómo hacerlo. En Liberia, Guanacaste, en marzo de 1878, en cabildo abierto se acordó la compra de una casa para establecer en ella el primer hospital de caridad como se le denominara al principio, y el 15 de agosto de 1878 fue inaugurado el centro asistencial. Ya en servicio el Hospital de Caridad, la Junta que lo regentaba dispuso cambiarle de nombre y de acuerdo con ello la mayoría de los ciudadanos de Liberia dio pie para que se le siguiera denominando como Hospital San Juan de Dios. Se dan entonces en su orden el establecimiento del Hospital San Juan de Dios en 1845, en San José, como hospital nacional; y la fundación del hospital de Puntarenas en 1852, y en 1878 el de Liberia. Sobre la historia de la medicina en Guanacaste, el Dr. Vesalio Guzmán presenta un detalle interesante de profesionales en Guanacaste y Costa Rica. Abogados, boticarios, 2 comadronas en Guanacaste y 24 en todo el país, escolares, escultores, estudiantes, 1 médico para todo Guanacaste y en ese momento, 1845, 28 para todo el país. Pioneros en la ginecología y la obstetricia nacional Después de este preámbulo hay que rendir homenaje a las entidades y a aquellos que fueron pioneros unos y artífices otros en el área de la ginecología y obstetricia nacional, poniendo ante los ojos de la actual juventud médica algunos hechos relacionados con los orígenes de esta rama del saber en el ámbito nacional. Doctor Maximiliano Carlos Bansen: graduado de médico y cirujano en la Universidad de Zürich, hizo estudios de especialización en enfermedades mentales. Llega a ser Director del Hospital Nacional de Insanos de Costa Rica desde 1890 hasta su fallecimiento en 1911, y había sido incorporado al Protomedicato el 27 de mayo de 1874. Se dice que agradaba su manera franca de decir las cosas, sin consideraciones, pero con una sinceridad nacida del alma, con una convicción hija de la experiencia, y con una sinceridad casi paternal que convencía. En la publicación de Costa Rica en el siglo XIX, el capítulo relacionado con Salud Pública estuvo a cargo del Dr. Vicente Lachner, quien reseña que el Protomedicato decide en 1882 fundar lo que sería la primera escuela de Obstetricia, asignándole el cargo de profesor al Dr. Maximiliano Vansen. 50 Conferencias de invitados al Curso de Historia de la Medicina en 1994 y 1996 En enero de 1875, bachilleres en Medicina solicitaron a la Junta de Caridad el establecimiento de la enseñanza en dos materias: una de la alta cirugía y otra de la obstetricia, pero la solicitud les fue denegada por más que la junta reconocía la conveniencia que eso significaría para el hospital y dispuso poner a disposición de dichas personas el anfiteatro y permitirles la entrada a las enfermerías bajo la dirección y vigilancia de los profesionales de la institución. En 1881 no contando el Hospital con un departamento de Cirugía ni con un buen equipo de esta índole, pues las operaciones se llevaban a cabo en las sqalas de los enfermos, a la vista de todos éstos. Se acordó comisionar al Dr. Guzmán -quien así lo hizo- la compra de todos los instrumentos de cirugía. Se instaló finalmente en 1882 una sala de operaciones, y posteriormente se acondicionaron tres salones pequeños en el ala central, donde se colocaron 14 camas para pacientes con enfermedades venéreas y para pacientes de cirugía. En julio de 1883, ya estando por concluirse totalmente el edificio contiguo al hospital, que estaba destinado a los leprosos, la Junta pensó que era más funcional dejarlo para los enfermos de cirugía y enfermedades venéreas. Bastó esta decisión en cuanto estos eran mayor en número al extremo de no haber sitio muchas veces para admitir a todas las pacientes que llegaban a la institución. En 1884, un médico inglés se incorpora al Hospital San Juan de Dios y sustituye al Dr. Bonnefield en el servicio de medicina. En 1889 este médico se traslada del departamento de medicina a asistir en el de cirugía al Dr. Durán. Dr. José María Soto Alfaro. Médico y cirujano graduado en la Universidad de París en 1885, incorporado al Protomedicato en febrero de 1886. Sirvió al Protomedicato y a la Facultad de Medicina de Costa Rica, al Hospital San Juan de Dios. El Dr. Soto es el abuelo del Dr. Manrique Soto, director del Hospital San Juan de Dios, y del Dr. Longino Soto, muy conocido en el ámbito nacional, deportivo y político. Igual que muchos de los anteriores colegas publicó muchos trabajos científicos y practicó la primera gastrostomía, la primera tiroidectomía y la primera cesárea en Costa Rica. El 4 de mayo de 1890, para cerrar su informe de la Junta de Caridad, el Dr. Núñez dejó la inquietud a las nuevas Juntas sobre la necesidad de crear las siguientes secciones para el Hospital San Juan de Dios: una para asistencia y curaciones del niño, otra aislada para sifilíticos, otra para tuberculosos, otra para disentéricos, y una sala de maternidad o de obstetricia donde las madres de escasos recursos pudieran ser bien atendidas. De 1857 a 1895, 13 distinguidos ciudadanos son designados protomédicos, y entre tantos ilustres destaca por su papel estelar el Dr. Carlos Durán, quien llevó como una de sus grandes inquietudes, la creación de la Escuela de Enfermería y Obstetricia. El Protomedicato de la República funcionó hasta el 3 de abril de 1895, fecha en que a iniciativa del Dr. Juan José Ulloa Giralt, médico, a la sazón Secretario de Estado en los Despachos de Gobernación y Policía del gobierno de don Rafael Yglesias Castro, el Congreso Constitucional de la República dictó y creó la ley de la Facultad de medicina, cirugía y farmacia de Costa Rica eliminando al Protomedicato. En el área científica la Gaceta Médica recogió variado material de los temas de la ginecoobstetricia. La Escuela de Enfermería y Obstetricia en realidad no logra iniciar sus cursos por falta de alumnas y no es sino hasta 1899 que se matriculan 9 de ellas. Se crea al mismo tiempo la sala de maternidad en el Hospital San Juan de Dios para que sirviera entre otras cosas de práctica a la alumna. El Dr. Elías Rojas Román, médico y cirujano graduado en la Universidad de París, incorporado al Protomedicato en noviembre del 87, es especialista en leprología e hizo nuevos estudios en Colombia y dedicó mucho de su esfuerzo a la solución de este problema. Sirvió al Protomedicato y a la Facultad. Fue director y profesor de la Escuela de Parteras, jefe de medicina Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 51 del Hospital San Juan de Dios, y presidente de la Facultad de medicina del Sanatorio Durán. Publicó numerosos trabajos científicos y recibió manifestaciones de reconocimiento al mérito de la Maternidad Carit y del Hospital San Juan de Dios. Cabe mencionar dentro de las labores de la Facultad, y acorde con el tema que nos ocupa, que la primera casa de maternidad establecida en la capital en 1900 estuvo bajo el cuidado del Dr. Elías Rojas Román. Dr. Francisco J. Rucavado Bonilla. Nace en San José el 18 de octubre de 1860. Estudios primarios en la escuela pública de San José y secundarios en el Instituto Universitario de Costa Rica. Se gradúa en la Universidad de North Western en Chicago en 1893 y realiza, siendo el primer costarricense médico, estudios de especialización en ginecología y obstetricia en la misma universidad, así como de cirugía, y obtiene el certificado del State Board of Health del Estado de Illinois, donde realizó cursos de especialización en tuberculosis pulmonar. Cuando se revisa la patología médica del siglo XIX y principios del siglo XX, es indudable que las causas infecciosas constituyen el rango más importante para explicar la mortalidad infantil pero hay tres grandes problemas: las enfermedades venéreas, con la sífilis a la cabeza; la lepra y la tuberculosis. El Dr. Rucavado tiene numerosas publicaciones en las que se destacan para el tema que nos ocupa: terapéutica y tratamiento del aborto, publicadas en las Gacetas médicas de Costa Rica, y los programas de estudio del primer curso de la escuela de obstetricia, en colaboración con los Drs. Marco Zúñiga y Calderón Muñoz, publicadas también. Su libro de texto, De las lecciones del primer curso, fue editado en 1902. Yo tuve en mis manos una de las copias y es interesante la calidad no solo del contenido del libro en cuanto al nivel científico sino la calidad de impresión de este libro que llegó a mis manos 90 años después. Antes de fundarse la Escuela de Obstetricia de la Facultad de Medicina a la que sirvió de una manera singular, mantuvo clases gratuitas para voluntaries. Nos es imposible juzgar la extensión que tuvo la sífilis durante el siglo XIX. Este mal venéreo tomó gran incremento, y ya en 1875 hablaba el Protomedicato de su espantosa extensión, todo lo cual dio pie para que se intentara hacer prácticamente un hospital para enfermedades venéreas en las cuales el Dr. Juan José Ulloa trabajó mucho en este sentido, y fue necesario con fondos públicos darle apoyo en hospitales como el Hospital San Juan de Dios que recibía de la parte central del país y de Limón, y asimismo se apoyó a los hospitales de Liberia y Puntarenas que eran prácticamente los hospitales que en ese momento estaban. La patología social relacionada con este tipo de enfermedad. Había sido elaborado un Reglamento de la profilaxis venérea22, que obligaba a las prostitutas a inscribirse llegando al número de 865 de las cuales el 22% estaban enfermas, y de las enfermas casi el 40% eran sifilíticas; más de la mitad de esas mujeres eran menores de 22 años. En toda la República en 1896 habían inscritas 1379 prostitutas que representaban el 1% de la población. Esto es interesante de cuál fue el comportamiento durante el siglo XIX. Tenemos 189 médicos incorporados, incluso dos oculistas con el título de doctor, y 21 con el título de licenciado, en el tanto solo había 25 farmacéuticos y 33 dentistas, y nos aparecen 3 parteras: doña Esperanza de Simone, Teresa Masís Ferrer y Amelia. El primer médico incorporado en el siglo XIX es el Dr. Manuel del Sol, para algunos en 1804 y para otros en 1806. Y la única profesional mujer que aparece es una dentista, Celina Duval, que se incorpora en 1895 y cuyo apellido también nos hace pensar que debe haber sido extranjera. Así llegamos a fines del siglo XIX en donde el Presidente de la Junta de Caridad hacía ver la necesidad capital de montar la Escuela de Enfermería dirigida por profesores idóneos y fundada 22 Por Decreto del Congreso Nacional, en 1894, se creó el Departamento de Profilaxis Venérea (N. de la Ed) 52 Conferencias de invitados al Curso de Historia de la Medicina en 1994 y 1996 de acuerdo con los adelantos científicos de la época, pues era lógico que el hospital necesitaba ampliar su personal para obtener resultados mejores. En abril de 1897, la Junta finalmente aprobó una solicitud de la Facultad de Medicina que se había establecido en 1895 (y que se mantiene hasta que aparece el Colegio de Médicos). En 1897 se establecen 5 camas para parturientas, y es allí donde se dan las clases para las parteras y enfermeras que se había acordado fundar en Costa Rica. El Dr. Vicente Lachner aunque no tiene una relación directa con la ginecología y la obstetricia, médico cirujano graduado en Estrasburgo en 1898, obtiene el grado de doctor en ciencias físicas y naturales y se incorpora en 1900. Es un escritor muy conocido en el ámbito de Cartago y escribe numerosos trabajos científicos y sobretodo en la Revista de Costa Rica en el siglo XIX él se destaca con la publicación del Capítulo de Higiene pública que sigue siendo una obra de consulta muy importante. La Gaceta del 15 de noviembre de 1900 publica que el 8 de los corrientes se celebró la inauguración de la obra más grandiosa y que más honra los sentimientos humanos: la maternidad del Hospital San Juan de Dios. Fue su primer director el Dr. Marco Zúñiga, quien posteriormente ocupó la dirección de la Maternidad Carit. Durante los primeros años fueron atendidos: 8 pacientes, luego 84, para 1902 109 y para 1903 105 pacientes. El Dr. Marco Zúñiga fue una personalidad médica de las más importantes de finales de siglo pasado y principios de éste; fue un individuo con un nivel científico de primera categoría, con un interés por mantenerse actualizado que ya nos lo desearíamos muchos médicos en la actualidad, teniendo ellos las grandes dificultades y poseyendo nosotros las grandes ventajas. El Dr. Marco Zúñiga publica una revista que se llama Análisis del Hospital de San José.Véase cuál sería el grado de desarrollo quirúrgico que una simple cesárea daba pie para hacer una publicación y a los pocos días -estamos hablando de julio de 1909- en el segundo volumen él hace mención de una segunda cesárea. El Dr. Zúñiga también se destaca en muchos aspectos y es interesante ver esto relacionado con la Deontología médica. El Dr. protesta de la enseñanza de que la operación cesárea tenga por fin salvar los niños solamente cuando estos sean de impecable anatomía. La Escuela de Parteras se mantuvo bajo su dirección; las tres primeras costarricenses graduadas fueron doña Francisca Durán Martínez de Arias, doña Elena Echeverría de Revelo, hermana del poeta Aquileo J. Echeverría, y doña Julia Orozco Castro de Herrera, nieta del Dr. Castro Madriz. Es difícil imaginarse para la época que gente de este nivel social ingresara a una Escuela de este rango. Vale la pena hacer un paréntesis porque en la Revista del siglo XIX aparece la Srta. doña Manuela Escalante, de la que dice: "si en la primera mitad del siglo XIX era laudable y plausible que los hombres alcanzaran alguna ilustración, cuando más digno es de admiración que una mujer lograra en ese reinado de las tinieblas sobreponerse al nivel común y adquirir sólidos y vastos conocimientos. Extraño parece que allá, cuando las mujeres se educaban bajo un régimen conventual sin más oficio que el de oír misa todas las mañanas, coser, lavar y aplanchar, bordar algunas veces pero siempre huyendo de los libros que no fueran de devoción, pudiera una mujer que, ajena de preocupaciones, se dedicara con profundidad a las lecturas profanas. Esta era la Srta. doña Manuela Escalante, de quien al morir se escribía lo siguiente: nacida de una familia ilustre y respetable, quiso también serlo por su mérito como más seguro título de merecer estimación de los contemporáneos y la gloria de la inmortalidad; y yo creo que este elogio que se hace de la Srta. Manuela Escalante nosotros lo podemos aplicar prácticamente a estas mujeres: doña Julia Orozco Castro de Herrera, que nació en 1879, residió en el Barrio Aranjuez donde ejercía su profesión; doña Elena Echeverría de Revelo. Ambas parteras eran requeridas por su capacidad profesional, incluso por las familias de mayor rango social en Costa Rica. Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 53 Para principios de siglo hay 80 médicos y solo una mujer: la Dra. Jadwisia Michalsky de Picado23, una polaca que se casa con el Dr. Picado -el padre de don Teodoro Picado Michalsky, Presidente de la República. Después viene la escuela y el asilo de la Maternidad Carit, que se crea gracias a una donación del Dr. Adolfo Carit. La maternidad vive un vaivén en cuanto a ubicación; primero se ubica en donde está actualmente, después ese edificio es eliminado y pasa a ser la casa del administrador del Ferrocarril Eléctrico al Pacífico, una institución que en ese momento era muy importante, y entonces la Maternidad se traslada donde hoy es el INS; luego venden esa propiedad y la Maternidad Carit regresa a su lugar. Destacan una serie de médicos: el Dr. Mariano Rodríguez. No es sino a medidados de la década del año 40 donde en cierto sentido toma auge -científicotanto la ginecología como la obstetricia. Es interesante la participación de un grupo de mujeres que se destacan en este año. Maternidad. Escultura de Francisco Zúñiga en la antigua Maternidad Carit, actual “Hospital de las Mujeres” de la CCSS 23 Sobre la Dra. Michalsky, la Licda. Janina Del Vecchio publicó en el periódico La Nación, el siguiente relato: La historia ha sido, desde siempre, injusta con las mujeres, a quienes nos ha discriminado por razón de género. En nuestro país, precisamente en este mes de noviembre, las mujeres adquirimos -hace exactamente 44 años, el estatus ciudadana, por moción del entonces diputado constituyente Lic. Gonzalo Ortiz Martin. Sin embargo, no pretendo hoy teorizar sobre los problemas de género, ni hacer historia, sino más bien contar una historia individual, recogida pese al paso del tiempo, como se puede recoger alguna hoja interesante al pie de un árbol. Es la de la primera médico pediatra de la América Latina. La historia comienza en Polonia y termina en Costa Rica, y fué así: Eran los finales del siglo XIX; en una ciudad de la Polonia dominada por la Rusia zarista, un niño cae al río, y un ciudadano muy pobre -que había perdido su trabajo en el ferrocarril- se lanza al agua y lo salva. El padre del niño, agradecido, quiere darle una recompensa al benefactor, pero éste la rechaza. Entonces, le regala un número de lotería, que resulta ser el premiado, lo que significa para el pobre desocupado una pequeña fortuna que le posibilita prosperar en el comercia. La fortuna, producto de aquel chapuzón providencial, crece y le permite -en su momentoenviar a sus dos hijos varones a estudiar Medicina en la Universidad de San Petersburgo, en la metrópoli rusa. Pero no puede enviar a la hija, porque en las facultades rusas de medicina no admitían mujeres. Debe entonces hacer un sacrificio mayor y enviarla a otra universidad europea donde si admitían mujeres en la carrera de medicina. Así, la hija del polaco que una vez le salvó la vida a un niño se hace pediatra y, mientras estudia, conoce a un estudiante costarricense con el que se casa. Lógicamente, viene a radicar a Costa Rica, y junto a su marido, se va a ejercer la medicina en una zona rural, lo que hoy en día son los cantones de Paraíso y Cervantes, en la Provincia de Cartago. Destacan, ambos, por su sensibilidad social y por su espíritu de servicio. ¿Cuántos saben que existió? ¿Cuantos saben cómo se llamó? Yo sólo recuerdo su apellido, lo confieso; se apellidaba Michalsky, y fue la madre de nuestro ex-Presidente, don Teodoro Picado Michalsky. Lamentablemente no todas las mujeres corrieron la suerte de la madre de don Teodoro. Talvez, estimado lector, usted coincidirá conmigo en que la historia le pertenece por igual a las mujeres y a los hombres, a pesar de que, hasta hace muy poco, algunas universidades no las admitían. Pero, no solo la educación debe darse en igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, sino la salud, el trabajo y la vivienda digna. Solo así podremos escribir una nueva página de la historia; una página limpia, democrática y sin discriminaciones. (Nota de la Editora)