Crónica de una vereda sitiada L Dulce olor a caña os cañaduzales impasibles bajo el sol, mecidos por el viento, colorean el paisaje con suaves tonalidades amarillas y verdes; los hombres cortan la caña y cargan las mulas para el apronte, luego ellas se abren paso por entre los ramales tomando los caminos que conducen hasta uno u otro de los desperdigados entables paneleros de La Ceiba. La Ceiba es una de las veredas más dulces de San Roque, puñados de caña brotan sin reparo en sus tierras. Alcanzan los sembradíos a cubrir un área cercana a las 160 hectáreas y hay para su aprovechamiento trece trapiches paneleros que producen en conjunto cerca de mil bolsas de panela -equivalentes a 24 toneladas- semanales. Testimonios de esperanza 59 Dulce olor a caña En este paraje de dulce se asientan ochenta y siete familias de tradición panelera cuyo sustento proviene de la siembra de caña y del aprovechamiento de sus mieles, siendo tan característicos los labriegos aparceros, como las familias con parcelas propias. Podría pensarse que con tanta caña, en La Ceiba se vive sin mayores apuros, sin embargo, por ser los cañicultores un eslabón más en una cadena productiva -supeditada a las leyes del mercado y a los azares y veleidades de la realidad circundante-, están destinados a padecer tanto las bienaventuranzas como los reveses intempestivos de la economía. Desde finales de la década pasada -exceptuando el año 2002- y hasta el 2005, el sector panelero se sumió en una profunda crisis económica que derivó en el descenso hasta de un 35% en el precio de la panela. En Antioquia, el kilo pasó de $925 en 1999 a $642 en el 2005. Pero como “es levantando las enjalmas que se ven las mataduras“, escuchando la voz de los labriegos del cañaduzal, se conocen las peripecias que las estadísticas no logran explicar. El trapiche comunitario Hasta el año 2003 contaba la vereda con 12 trapiches rudimentarios de propiedad privada, a donde llegaban en tiempos de molienda las mulas cargadas y las gentes listas para extraer el 60 dulce de la caña; entonces el trapiche molía y molía sin cansancio. Pero con la caída de los precios los propietarios dieron en cerrar los trapiches por no resultarles rentable la producción, y los campesinos -dueños de caña sin trapiche- quedaron como se dice, mirando pa’l páramo, sin saber qué hacer ante las cañas que a lo sumo terminaban como materia orgánica o como alimento para los animales. La pena del labriego era tener caña pero no trapiche. Mauro Acevedo Acevedo, quien fuera durante cuatro años el presidente de la Junta de Acción Comunal de La Ceiba, rememora aquel momento: “así la panela estuviera barata nosotros teníamos que producir, más, en una vereda 95% panelera, pero los propietarios de los trapiches no pensaban igual, ellos podían cerrar el trapiche y vivir de otras cosas, sin preocuparse mucho por la suerte del fulanito que sí vivía de la panela, sin dolerse tanto por lo común”. Los labriegos vieron necesario contar con un trapiche comunitario y para ello, en reunión de la JAC decidieron presentar el proyecto al Programa de Inversión Social de ISAGEN como lo habían hecho en años anteriores; primero para construir un salón cultural y social y después para establecer sistemas productivos de cachamas, pollos, gallinas y siembra de cacao. Como no se trataba de un trapiche cualquiera sino de uno de alta tecnología que reuniera condiciones ecológicas Programa de Inversión Social ISAGEN Dulce olor a caña y de higiene para una producción limpia, se diseñó su ejecución en tres fases: una para construcción y dos más para dotación y obras de adecuación. Primera Fase Desde marzo de 2004 y durante 9 meses, 20 familias trabajaron para levantar la enramada en guadua y para construir la chimenea, los arcos y un horno santandereano. Aunque la obra debía concluirse en 6 meses, tomó más tiempo de lo presupuestado pues no había en San Roque un especialista que guiara a la comunidad en el manejo de la guadua, situación que obligó a buscarlo en un municipio vecino, sin embargo, superado el inconveniente, para diciembre de 2004 la comunidad contaba ya con una ramada de 326 metros cuadrados y con un lote de 1.25 hectáreas para siembra de caña. Testimonios de esperanza Fortaleciendo el trapiche fase II Al año siguiente se equipó el entable con implementos para la molienda: pailas, calderas pelotera y pirotubular, trapiche con motor Diesel Lister, bateas, gaveras, filtro cachacero, pesadoras, entre otros; además se remodeló el horno. El proyecto contó con el acompañamiento técnico de la Corporación Programa Desarrollo para la Paz (PRODEPAZ) que a través de su programa Mieles para la Paz y de la Corporación Territorio A promueve en comunidades campesinas la adopción de tecnologías que permitan una producción más limpia e impulsa la comercialización de sus productos. Se encargaron de ejecutar el proyecto, 14 familias con 39 hectáreas de caña, que aún contando con el entable 61 Dulce olor a caña comunitario no lograban aprovechar los cultivos de manera rentable, debido a las distancias existentes entre éstos y el entable -casi hora y media desde el cultivo más lejano y 5 minutos desde el más cercano-. Para conjurar esta situación, la comunidad contempló además dentro del proyecto la compra de 6 mulas; sin embargo, las recomendaciones hechas por la asesora técnica de PRODEPAZ, hizo que sopesaran sus anhelos. Mauro Acevedo, de talante alegre, conversador, piel morena, bigote azabache y brillante, comenta que “nos pusimos a ver que lo que necesitábamos para producir panela 100% limpia era la remodelación del entable y no las bestias, cuya falta ya mitigábamos con un arriero en cada molienda”. De esta manera se pospuso la compra de mulas y se demolió el horno CIMPA santandereano, pues su tecnología no cumplía con los requisitos legales para que el trapiche fuera incluido en el proceso de comercialización de panela que fue liderado por PRODEPAZ. Y como de todas maneras acosaba la necesidad de las mulas, la comunidad adquirió con recursos propios 10 rumiantes, de los cuales quedan ocho, con lo que logró mayor eficiencia en el apronte de la caña. En reemplazo del anterior se construyó un horno tipo CIMPA cundinamarqués de alta eficiencia calórica, que al prescindir de carburantes adicionales al bagazo de caña como la leña o los neumáticos, para entrar en combustión, disminuye las emisiones de gas carbónico a la atmósfera, así como la tala de bosques. “Fuera de eso en el trapiche las bateas, las espátulas, los fondos de las calderas… todo quedó en acero inoxidable para evitar, por ejemplo, que se vayan pedazos de madera a la panela, y esto nos permite ser avalados como un trapiche más higiénico”. El entable es hasta ahora el único tecnificado en la vereda, la tecnología con que cuenta permite no sólo una producción más limpia sino más eficiente pues posibilita extraer mayor cantidad de jugos de caña que en un trapiche rudimentario. Aunque la comunidad todavía no se inserta en la cadena productiva de Mieles para la Paz, espera hacerlo una vez culmine la tercera fase del proyecto que 62 Programa de Inversión Social ISAGEN Dulce olor a caña ya comenzó este año y que, entre otras, consiste en la instalación de sistemas sépticos y la ampliación del cuarto de moldeo. El trapiche -inaugurado en junio de 2006-, cuenta con una producción estimada de 1.500 kilos de panela por molienda cada ocho días. De las ganancias obtenidas, se abona, sin falta, un porcentaje al capital semilla que se utiliza para invertir en la unidad productiva. Las familias del trapiche comunitario comenzaron vendiendo panela en bloque en el pueblo y luego ampliaron su mercado una vez que aprendieron a producir panela granulada. “Le llevamos esta presentación a Nestlé y a la Compañía Nacional de Chocolates, ellos vieron que le dábamos un buen manejo y empezamos a venderles, no directamente sino a un intermediario. Ahora que hay bonanza pagan el kilo a 1.750 pesos. Estamos vendiendo la carga de 100 kilos ó 96 pares a 175 mil pesos”, cuenta Mauro. Aunque hay 13 trapiches en la vereda, cada uno comercializa la panela por aparte, esto dificulta romper con las cadenas de intermediación que mientras persistan seguirán representando costos adicionales a favor de los mayoristas que abastecen los mercados urbanos y no de los productores. Anhelos futuros Por su condición y ubicación geográfica San Roque se inserta en el cordón Testimonios de esperanza caucho-cacaotero; circunstancia que favorece la generación de alternativas económicas en la vereda: “En La Ceiba fuera de caña hay unas pocas hectáreas de café y de cacao, y como ya no queremos depender sólo de la panela, tenemos en este momento 19 familias sembrando cacao y 15 en una escuela cacaotera donde aprendemos a manejar la semilla con asesoría técnica del Municipio y de FEDECACAO ”, explica Acevedo. El anhelo de la comunidad es iniciar el año entrante con un proyecto conjunto entre FEDECACAO, la Administración Municipal, ISAGEN e ISA, para aprovechamiento del cacao, que se desarrollaría en cinco fases anuales: desde la siembra hasta el montaje de una planta de procesamiento para generar valor agregado. Enseñanzas del Programa de Inversión Social “El bien más grande que nos hace el Programa es promover la formación y la participación comunitaria, porque es muy bonito ver que toda una comunidad comparte proyectos, que sueña en grande, que propone. La gente dice, hombre este proyecto es bueno porque me ayuda a botar la timidez, a gestionar, a participar, a escuchar diferentes personas y entidades”, expresa Mauro. Y agrega: “Lo único que recomiendo al Programa es que no mida con la misma 63 Dulce olor a caña tabla todas las veredas, porque no es lo mismo una vereda de 10 ó 20 familias que una de 87. Para veredas grandes debería considerarse que haya hasta dos grupos de trabajo con proyectos -PIS”. Como líder y conocedor dice que su comunidad marcha bien porque cada quien aporta su grano de arena para labrarse el futuro y que “a la hora de tomar decisiones en comunidad se hace con cabeza fría y se apoya el proyecto que la vereda realmente necesite”. La vereda La Ceiba dista 27 kilómetros del casco urbano de San Roque, limita al sur con La Gómez y el río Nare, al norte con la vereda San Pablo y al oriente con El Jardín, y al occidente con El Porvenir. Como la mayoría de veredas campesinas, La Ceiba presenta deficiencia en la prestación de servicios públicos: 21 viviendas carecen de electrificación, no hay agua potable ni acueducto veredal. Pero aunque haya mucho por hacer y la necesidad de vez en vez acose, tenga por cierto que si usted decide viajar a esta tierra de cañaduzales, no faltará quien le diga: ¡bien pueda siga y se toma su aguapanelita!”. 64 Programa de Inversión Social ISAGEN