A mi abuelo aquel día lo vi distinto, tenía la mirada enfocada en lo

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A mi abuelo aquel día lo vi distinto, tenía la mirada enfocada en lo distante… casi ausente.
Eventualmente, presentía que ese era el último día de su vida.
¡Hoy es día de inventario!, me dijo
¿Inventario?...
Sí, el inventario de las cosas perdidas –prosiguió- Siempre tuve deseos de escalar la montate… aunque siempre lo achaqué a la falta de tiempo. Recuerdo también a aquella chica
que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¡Cuánta frustración me acompañó por largo tiempo!
¿Sabes algo?, también estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron
pagarme los estudios y además, estaba el trabajo en la carpintería de mi padre… ¿Cómo
darme tiempo para estudiar así?... pero… ¿Y si lo hubiera intentado?... ¡Tantas cosas no
concluídas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas!.
Luego, su mirada se hundió aún más en el vacío y se le humedecieron los ojos…
Continuó: “En los 30 años que estuve casado con tu abuela, sólo cuatro o cinco veces le
dije te amo”.
Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo:
Este es mi inventario de las cosas perdidas, lo obtuve revisando mi vida… Haz tu propio
inventario a tiempo, luego, con la misma tristeza en su rostro continuó: ¿Sabes qué he
descubierto en estos días?
- ¿Qué abuelo?
- Que algunos pecados graves que cometen los hombres, como matar, odiar al prójimo o
desearle el mal, casi siempre son castigados por otras personas en el transcurso de su
propia vida, pero el pecado de descubrir las cosas perdidas sin tener ya tiempo de encontrarlas o recuperarlas, no tiene más castigo que tu profundo dolor.
Al día siguiente, luego del entierro de mi abuelo, empecé a realizar mi propio inventario de
cosas perdidas.
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