¿Por qué el hombre necesita de cuestionamientos morales? Hemos visto, por un lado, que Hume afirma que las valoraciones morales no dependen, pues, de un juicio de la razón, sino del sentimiento. Y agrega: “La razón no puede mover al hombre, es y debe ser esclava de las pasiones. El fundamento de los juicios morales no es racional, es emocional, es el sentimiento. Los sentimientos son las fuerzas que nos determinan a obrar, que dotan de valor moral a una decisión. Los juicios morales expresan el sentimiento de aprobación o desaprobación que nos producen determinadas conductas y son una forma de sentimiento básico de simpatía; y estos sentimientos son naturales y desinteresados”. Bien, pues yo creo que no deberíamos dejar que nuestros sentimientos dominen a la razón, por lo menos no con personas que no nos importen. Esto es: fuera de nuestra familia, pareja e hijos. Aunque coincido con Hume en que no se puede hacer una buena diferenciación entre lo bueno y lo malo en situaciones dilemáticas relacionadas con la familia. ¿Qué puedo hacer cuando mi madre es una de esas afanosas mujeres que adornan y comprar pavo en navidad y lo hornean y compran y arman el nacimiento y quieren rezar? Obviamente no hace falta ser muy conocedor para darse cuenta de que todo eso es una farsa, fiesta llena de hipocresía. Y que Papá Noel está tomado de una cultura que nada tiene que ver con la judeo-cristiana, que el Jesús histórico no nació el 25 de diciembre, que los pastores, y que todo, en definitiva, es una farsa. ¿Le dices sin mayor contemplación que todo lo que ella está celebrando es una tontería, lo cual hace de ella una tonta, o te callas y pretendes disfrutar el momento, porque sabes que si le dices lo que piensas se va a poner a llorar? La Moral, como sentencia Hume, está ligada a los sentimientos, y no a la razón. Puede que sea cierto. Pero yo creo que existe una explicación para eso. Y es que desde pequeños recibimos influencia (de los padres, del colegio, del cine, etc.) que tenemos que Sentir, y Sentir por los demás, por gente que no hemos visto en la vida. Y si no Sentimos – ni compasión, ni benevolencia – somos descabellados o malos. Yo creo que verdaderamente nos preocupados por las personas que nos traen algún beneficio o que al no hacerlo – preocuparnos – nos podrían traer remordimientos o culpa. Yo creo que, por ejemplo, cuando uno se para en una esquina y viene un pordiosero a pedirte dinero y le das. No lo haces porque te preocupas, ni porque eres solidario, sino porque fuiste alguna vez pobre y te ves proyectado en ese niño, o porque te dio pena y no quieres sentirte mal luego por no haberle dado dinero. Pero no tenemos por qué hacerlo. Porque la verdad es que no nos interesa. Porque cuando algo nos interesa, estamos pensando gran parte de las horas en eso, cuando algo nos preocupa, estamos rompiéndonos la cabeza por solucionarlo. ¿Acaso seguimos lamentando la pobreza del niño y de todos los niños, o nos pondremos a pensar qué pasará con él, después de haberlo dejado atrás? No, y creo firmemente que está bien. Creo que el ser humano es egoísta por naturaleza, algo que no es bueno ni malo. Simplemente es natural, porque después de todo somos en parte animales. Tenemos el instinto de supervivencia. Lo único que nos diferencia es que tenemos la capacidad de tener conciencia de nuestros actos. ¿No es acaso eso una desventaja? Es decir, sentirte culpable por algo. No hay porque tener dilemas éticos ni morales con la gente que no nos interesa. Pero inevitablemente lo tenemos con la familia, y mucho más aun con nuestros padres y hermanos, con las personas que elegimos para pasar la vida e hijos. Muchas veces, tengo una gran sonrisa y un gran escepticismo ante opiniones como la de Spinoza: "Quien no se sienta impulsado a prestar ayuda a los demás ni por la razón ni por la compasión, es llamado con justicia inhumano". La pregunta sería ¿Por qué tenemos que prestarle ayuda a los demás? ¿Cuál es nuestro fin para hacerlo? Yo creo, por el contrario, en lo que dice Montaigne, en cuanto a conceder gran autoridad a mis deseos e inclinaciones. Yo creo que ese es el fin de cada ser humano, hacer todo lo que quiera – o pueda – en su vida. Desde que nace hasta morir tiene que aprovechar su vida al máximo, sin causarse daños, obviamente. Pero fuera de lo que nosotros elegimos que nos importe – pareja e hijos – y lo que se nos ha impuesto que nos importe – los padres y ciertos miembros de la familia – no tenemos que sentir nada por otras vidas, salvo contemplarlas, aprender de ellas, pero no tener que sentirnos mal o bien, porque no nos importa. Así de fácil. Creo que lo que decía mi profesor de Artes en el colegio da una imagen más clara. Él decía: Si salgo del colegio y veo que los están asaltando, no grito ni les ayudo, me voy por otro lado. Me parece una de las frases más honestas y magnificas que he escuchado jamás decir a alguien. ¿Por qué arriesgar la vida por un extraño? No hay nada que cuestionarse. Sabes que está en peligro. Pero no tienes absolutamente nada que ver con él. A ti te han contratado para enseñarle, no para salvarlo. Y no hay que sentirse mal al respecto. Es decir, culpa. Porque la verdad es que no te interesa. Porque si te hubiera interesado, lo hubieras ayudado desde un principio sin titubear. Creo que uno de los dilemas más comentados en la carrera de periodismo es el del fotógrafo que se preguntó si debió ayudar a la niña moribunda o hacer su trabajo, que era capturarla en la cámara. Y que luego se sintió mal por no haberle brindado ayuda. Lo que yo propongo es que él no tiene nada que ver con esa niña. Que él está haciendo su trabajo. Para eso lo han contratado. Él no es de ninguna ONG ni de ninguna asociación mesiánica ni nada al respecto. Yo, sinceramente, no veo el dilema. No tenía ninguna relación con aquella niña. No había por qué sentirse mal, o preguntarse si hizo lo correcto al tomarle la foto y no ayudarla. Lo único que tiene que hacer, para concordar con la lectura de Montaigne, es aprovechar al máximo la experiencia, y crecer uno mismo.