¿Hasta qué punto el interés individual está sujeto a los valores morales? Siempre me he preguntado hasta qué punto una persona debe dejar de hacer o decir lo que piensa en virtud de la moral. Quizá cayendo en el radicalismo me pregunto por qué un hombre o mujer que tiene ideas contrarias a las de la mayoría termina sucumbiendo en una espiral del silencio ante tanta presión. Gente que cree en el racismo, en la ley del “ojo por ojo, diente por diente”, tiene que esconder esas ideas y maquillarlas para no ser rechazado. En el caso de hablar de “justicia legal” concluyo de lo leído por Montaigne, “que las leyes deberían estar ajustadas al entorno directo y a la circunstancia inmediata de los individuos que se han visto atrapados en la maquinaria de la justicia por el tiempo y la mala fortuna”. Por ejemplo, si una persona comete un robo en favor de un interés individual y se presenta ante un juez para recibir una condena, basándonos en lo que señala Montaigne sobre las leyes, deberían evaluarse las razones y circunstancias en las que se cometió el delito. De repente su madre estaba gravemente enferma o estaba desesperado por no tener qué comer. Ahora, ¿por qué los principios morales deberían considerarlo un acto desaprobatorio si es solo una consecuencia de la falta de preocupación del Estado por no velar por que cada ciudadano tenga acceso a servicios básicos? Creo que, si Montaigne se opone a una interpretación literal y rigurosa de las leyes, este podría ser uno de los casos a considerar. Por otro lado, tengo la fiel convicción de que la mayoría de personas deberíamos actuar en base a hechos racionales. Sin embargo, esto no se puede llevar a cabo porque la moral presenta una serie de limitaciones al respecto. En ese sentido, no concuerdo con la crítica que hace Spinoza al racionalismo y al idealismo dominantes. No puede existir una “razón pública” porque, si bien existen intereses comunes, son más los intereses personales y no se puede limitar la libertad de conciencia que es una de las pocas cosas en las que uno se sincera consigo mismo y se diferencia del resto de la humanidad sin ser apedreado o rechazado por la sociedad. ¿Por qué la moral termina despojándote de ideas que, fuera de ser consideradas buenas o no, te pertenecen? No estoy de acuerdo con lo que plantea Spinoza sobre la teoría del lenguaje en la que los hombres deben aprender a ocultar sus pensamientos y callar porque tienden a imponer sus ideas. No es un error que el hombre quiera transmitir sus ideas; al contrario, creo que es mucho mejor saber cómo piensa alguien en tanto se pueda estar prevenido de sus actos. Además, muchas veces, cuando escuchas los argumentos de alguien que piensa distinto terminas por convencerte de que no piensas igual y eso ayuda a que defiendas tus opiniones con mayor seguridad. El problema podría radicar en qué tanto de lo que se piensa se puede llevar a cabo sin afectar el bienestar común. Sin embargo, pese a mi opinión, sé que en términos prácticos es mucho mejor optar por la hipocresía ya que esta genera más beneficios útiles; pero tampoco creo que se le debe llamar inhumano a alguien que “no se sienta impulsado a prestar ayuda a los demás ni por la razón ni por la compasión”, como señala Spinoza en la segunda parte de su sentencia porque “no hay propiedades de bondad ni de maldad inherentes a las cosas ni a las acciones (…) dado que la única forma de reconocerle cierta propiedad de bondad o de maldad a las cosas es por medio de un juicio” que, según reitera el autor, depende del interés de los hombres -el cual no incluye, nuevamente, al individual- sino al interés general en beneficio del bienestar común. Esto me lleva a preguntar, ¿por qué siempre los intereses personales sucumben o terminan amoldándose para favorecer al deseo de los demás? ¿Hasta qué punto la razón sucumbe ante la moral? Considero que la razón no reconoce “la validez de los juicios morales” y que puede se encarga de decir lo que son las cosas pero no lo que deben ser las cosas. Según lo entendido por Hume, “atribuir a la razón la capacidad de saber (y a partir de ahí decidir) lo que debe ser, lo que es deseable o bueno, supone incurrir en una falacia naturalista: reducir lo bueno a lo natural”. Entonces, me pregunto ¿cómo es posible que los hombres lleguen a acuerdos sobre los juicios morales si es el sentimiento el que decide lo que debe hacerse? Hume considera que el sentimiento descansa en una especie de humanidad la cual hace que el hombre prefiera lo mejor para todos los seres humanos y, “puesto que la naturaleza humana es común a todo hombre, las decisiones morales ejercidas por ese sentimiento de humanidad serán universales, sin necesidad de reflexión teórica a priori”. Para culminar, según Hume, el agrado y la utilidad son la base de la estima y la aprobación. “La utilidad se funda en el agrado”. Es decir, lo único que mueve a un hombre a actuar en beneficio de otro es simplemente el interés o la utilidad de la acción. Pero debo aclarar que no creo que exista un hombre que se regocije de hacer el bien sin sacarle algún provecho. Por ejemplo, mi hermano odia lavar pero, cada noche, tiene una cita con su fiel amigo el fregadero y, cual cenicienta, se pone a lavar la montaña de servicios que nunca faltan en mi hogar. Me pregunto ¿Por qué? ¿Para ayudar a mi mamá? Sí y no. Lo que él busca es lograr un mérito que le acarree un beneficio. En este caso, que le den dinero para que el fin de semana pueda salir con sus amigos. Entonces, todo se resume en que los hombres recurren a la moral y a la preocupación por el interés de los demás en la medida en que puedan sacar provecho de ello. Nadie te ayuda o te da la mano sin pedirte, directa o indirectamente, algo a cambio. Todo se limita a la hipocresía social como forma exitosa de conseguir un bien individual oculto.