No todo es el padre muerto

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No todo es el padre muerto
Gladys Saraspe 1
Introducción
La pregunta ¿Qué es un padre? ha sido central para el psicoanálisis desde sus
inicios y se ha respondido por la función.
No se ha dicho qué es un padre en lo real, no se ha formulado como una
pregunta por el genitor, sino para qué sirve un padre en la economía psíquica de un
sujeto. Y aún hoy, cuando el donador del espermatozoide puede ser tan certísimo como
la madre, la pregunta insiste y seguirá haciéndolo, en la medida en que respecto del
padre, no baste con tenerlo, sino que sea necesario servirse de él.
La teoría del padre en Freud
El padre ingresa a la teoría psicoanalítica por una vía traumática, ya que Freud lo
presenta en sus primeros escritos sobre la histeria, como el agente perverso de la
seducción precoz, que sería determinante de esta posición neurótica.
Sabemos que Freud abandona la teoría de la seducción en el momento en que
reconoce la importancia del fantasma en la configuración de la realidad del sujeto, y
cuenta en una carta dirigida a su amigo Fliess, fechada en septiembre de 1897 2 , que ya
no cree en sus neuróticas, porque la alta frecuencia de la histeria debería llevarlo a
pensar en una generalización de la perversión del padre, que le parece poco probable.
Es así que el padre gozador del primer tiempo de su teoría, deja rápidamente su
lugar al padre del Edipo, que alcanzará el estatuto de ideal al cual identificarse.
1
Psicóloga, Psicoanalista, Ex concurrente Hospital Alvarez, Docente del Departamento de Psicoanálisis
de la Universidad Kennedy
2
Sigmund Freud. Carta 69 (1897) en Obras Completas. Tomo I. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1996.
p. 301
1
Efectivamente, la conceptualización de lo que Freud llamará el complejo nuclear
de la neurosis, comienza a realizarse menos de un mes después de haber enviado la carta
citada, cuando escribe nuevamente a su amigo, mencionando la tragedia de Sófocles por
primera vez 3 .
Allí señala que también en él ha encontrado sentimientos de amor hacia su
madre y de celos respecto de su padre, que supone además comunes en la vida de todos
los niños pequeños y presentes en lo inconsciente de todos los adultos. De esta manera
se explica la fascinación que ejerce esta tragedia, ya que ha captado una compulsión que
todos reconocen porque la han registrado en sí mismos, el deseo de dar muerte al padre
y ocupar su lugar junto a la madre.
La cuestión del padre es retomada años después en Tótem y Tabú4 , publicado
entre 1912 y 1913, que en cierto modo completa su concepción del Edipo al que busca
procurarle con nuevas hipótesis tomadas de la antropología, un origen histórico.
Aquí las dos versiones freudianas del padre que hasta el momento habían
aparecido por separado en su teorización, el perverso seductor de la teoría traumática y
el ideal del Edipo, se manifiestan como dos caras de la mima moneda: el protopadre,
gozador de todas las mujeres de la horda primitiva, asesinado y devorado por sus hijos
en rebelión, se constituye con su muerte, en el padre simbólico que posibilita un nueva
organización social, y da lugar a la moral y la religión.
Por su parte los hermanos, una vez satisfecho su odio al padre con el asesinato y
su deseo de identificarse con él, con la devoración, experimentan culpa por lo sucedido
e intentan revocar su gesta declarando la prohibición de dar muerte al tótem (sustituto
del padre) y renunciando al goce de las mujeres de su clan (prohibición del incesto)
3
Sigmund Freud. Carta 71 (1897) Obras Completas. Tomo I. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1996. p.
305
4
Sigmund Freud. Tótem y Tabú en Obras Completas. Tomo XIII. Amorrortu editores. Buenos Aires.
1980
2
De modo que el parricidio da origen a la ley que acota el goce antes ilimitado,
dando lugar al deseo que la prohibición acarrea. Se ha logrado la pacificación, aunque lo
ineliminable del padre primordial retorna como goce mortífero en la exigencia de
renuncia que la instancia moral impone.
La teoría lacaniana del padre
Se dice que la teoría lacaniana rescata la importancia del padre que había sido
enunciada por Freud, pero que había caído en el olvido para los psicoanalistas
postfreudianos. Sin embargo, a pesar del lugar central que ha otorgado al padre desde
sus primeros escritos, Lacan remarca también desde el comienzo, ya en su artículo sobre
la familia de 1938, la caída de la figura del padre (imago paterna) en nuestra sociedad.
En 1953, en el Mito individual del neurótico, sostiene nuevamente la insuficiencia del
padre como figura familiar, respecto del padre del Edipo como valor simbólico esencial
“… que instituye en la dimensión de las relaciones humanas fundamentales a quien está
en la ignorancia…” 5 Es decir, que para Lacan, tanto como había sido para Freud, la
función primordial del Edipo, consiste en la de humanización del sujeto mediante su
ingreso en el discurso, que es el que estructura las relaciones humanas fundamentales,
las de parentesco.
Haciendo un breve recorrido por sus seminarios, encontramos que en el que
dedica al estudio de la paranoia, esta entrada a la cultura que habilita el Edipo, se
plantea como pasaje del registro de lo imaginario a lo simbólico y aparece por primera
vez el concepto de Nombre del Padre como función, escrito con mayúscula, y la
novedosa concepción de la psicosis como forclusión del Nombre del Padre.
5
Jacqes Lacan. El mito individual del neurótico en Intervenciones y Textos 1. Manantial. Buenos Aires.
2002.
3
En el seminario del año siguiente analiza la función del padre en la perversión y
la neurosis, y finalmente en los años 57-58, en el seminario sobre las formaciones del
inconsciente, Lacan formaliza el mito edípico de Freud como metáfora, en la que
destaca el papel fundamental del padre en la estructura, como nombre.
Recordemos que allí habla de tres tiempos lógicos del Edipo atravesados por la
presencia del significante Nombre del Padre, que es lo que permite que en el primer
tiempo el niño se identifique con el falo imaginario, objeto de deseo de la madre.
En este tiempo opera el deseo de la madre (DM) que Lacan escribe con
mayúsculas, para indicar que no está sujeto aún a la ley del padre. Es un deseo que en
todo caso hace su propia ley.
En el segundo tiempo, tiempo nodal según Lacan, intervine el padre imaginario
como privador de la madre, imponiendo la ley del Otro al DM y enunciando para ella la
prohibición del incesto: “no reintegrarás tu producto”
Si el niño no es capaz de atravesar este tiempo en que se le presenta la
alternativa de ser o no ser el falo, queda de alguna manera identificado con el objeto
materno, tanto en la fobia como en la perversión. Pero hay una condición para que el
atravesamiento ocurra, es necesario que el no que el padre emite en este tiempo, se haga
ley para la madre.
En el tercer tiempo, en el que se trata respecto del falo de tenerlo o no tenerlo,
debe intervenir efectivamente el padre real revestido del falo como símbolo, dando
pruebas de ser el poseedor del falo y de que puede darlo a la madre.
De esta manera el niño es castrado, es decir aliviado de su posición de ser el
falo que falta a la madre, y a la espera de poder a su vez hacer uso de los títulos de su
virilidad, que mientras tanto mantendrá en reserva.
4
En esto se revela la función normalizadora del padre, en la introducción que
realiza como significante, de un corte que libera al niño de la boca de cocodrilo de su
madre, poniendo una barrera, palo de piedra, al goce incestuoso.
Hasta aquí el análisis de la teoría del padre en la primera enseñanza de Lacan, la
del retorno a Freud, en la que se observa a grandes rasgos, que el padre que cuenta es el
de la estructura, padre muerto del símbolo, vaciador, vaciado a su vez de goce.
Su función es la de metaforizar el deseo de la madre, pero parece no haber lugar
para la pregunta por su propio deseo.
Sin embargo, no puede escapársenos que en el tercer tiempo del Edipo, es el
padre real el que debe hacerse presente. Es decir, que algo del padre vivo, algo vivo en
el padre, su deseo, su síntoma, pueden encontrarse ya en este seminario.
Poco después, el reconocimiento de la inconsistencia del Otro, lo que Lacan ha
llamado, significante de la falta en el Otro, produce en su enseñanza un viraje, que en lo
que respecta al estatuto del padre, comienza a hacerse evidente con la pluralización de
su nombre.
Efectivamente, lo que ahora se conoce como el seminario inexistente, del que
Lacan pudo dar sólo la primera clase, hubiera llevado por título, “Los nombres del
padre”.
Pluralización del nombre, versiones del padre, que ya se esbozan en el seminario
de las formaciones del inconsciente, en el que queda claro que no todo es el padre
muerto, y que en Freud se habían hecho manifiestas en las dos caras del padre de Tótem
y Tabú.
La pluralización del nombre lo relativiza y nos descubre su carácter de
semblante, esto es lo que permitirá la pregunta por el deseo de quien lo encarne y su
causa.
5
Lacan responde a esta pregunta con el concepto de père-versión, versión del
padre, que presenta en el seminario RSI, en la clase del 21 de enero de 1975, en la que
dice que “Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, mas que si el dicho
respeto está – père – versamente orientado, es decir hace de una mujer objeto (a) que
causa su deseo. Pero lo que una mujer acoge de ello, si puedo expresarme así, no tiene
nada que ver en la cuestión. De lo que ella se ocupa es de otros objetos (a), que son los
hijos” 6
Entonces, a partir de estos dichos de Lacan, podemos comprender que en su
enseñanza se reconocen por lo menos dos operaciones fundamentales del padre, que
responden a dos versiones del mismo: en la primera parte se destaca su función
significante como interdictor del goce incestuoso (padre muerto) y en la última su
función como aquel que debe ofrecer una versión del objeto (padre vivo) que será digno
del amor, si hace de la madre de sus hijos causa de su deseo.
g_saraspe@uolsinectis.com.ar
6
Lacan J. El Seminario Libro XXIII. R.S.I Clase del 21-1-1975-Inéd.
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