EL ABBÉ RAYMUNDO DULAC, PRECLARO TEÓLOGO FRANCÉS EXHIBE UNA VEZ MÁS AL PAPA MONTINI Dejamos al progresismo gozando el triunfo de aquel encuentro, en el que Paulo VI, haciendo pública y solemne profesión de su fe proletaria y clasista, había dado el arranque al cambio de estructuras en toda la América Latina. Los que, en adelante, se opusiesen, incurrirían en el delito de insubordinación a las pontificias ordenaciones. Vamos ahora a citar un reciente juicio sobre el Papa de la revolución, emitido por \m ilustre teólogo francés, que estuvo en el Concilio, que con su ciencia indiscutible y su celo ardoroso por la Iglesia, trató de detener la subversión triunfante: ''El exilio Papal de los cardenales ancianos marca el punto culminante de un desastroso Pontificado". Escribe el P. Dulac, en el COURRIER DE ROME (Francia): La proscripción de 25 cardenales, repentinamente excluidos del futuro Cónclave, ordenada por un personal Motu Proprio de Paulo VI, aparecerá en el Catolicismo como el punto culminante de un desastroso pontificado. Los historiadores católicos dividirán este período de la Iglesia en dos partes: “antes" y "después" del "Motu Proprio" de Paulo VI... Han ocurrido ciertamente, durante su reinado, actos más graves, pero nunca tan violentos, tan cínicos, tan sin corazón. Hemos visto la escandalosa pasividad de la Santa Sede ante el cisma holandés; hemos contemplado la demolición del Santo Oficio, el guardián de la ortodoxia; la abolición del Juramento Antimodernista; la autorización de una edición italiana del herético Catecismo holandés; hemos presenciado la visita del Papa al Congreso del Concilio Mundial de las Iglesias; la destrucción de los tesoros litúrgicos; la luterización de la Misa; el público homenaje a Lutero; la destrucción de la vida religiosa y clerical; el nombramiento constante de obispos liberales o progresistas a sedes obligadas a estar vacantes, por artificios de la Santa Sede. Cualquiera de estos actos bastaría para deshonrar un pontificado. Nosotros, los más tenaces defensores, los más leales adictos a la Autoridad de Roma, nos hemos visto obligados a cerrar nuestros ojos, cada vez que uno de estos injustificables actos ocurría. Todos se hicieron con el pretexto de "la colegialidad episcopal". Pero cualesquiera de estos hechos sería bastante para descubrirnos la existencia de un plan maduramente concebido y cuidadosamente realizado con una perseverancia admirable. ¿Cuál es el plan? El de instituir la Iglesia del hombre, la que pueda adaptarse a lo que el Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se atrevió a llamar "la era postCristiana"; una Iglesia sin dogmas definidos, una religión mixta, cuya moral será degradada a una antropología, cuya autoridad será "el servicio", cuyos clérigos una compañía de activistas culturales... El Papa no tiene el poder constitucional para privar a los prelados de más de ochenta años del derecho que tienen de ser los electores del nuevo Pontífice... ¿Por qué ese Motu Proprio es solamente aplicable a los futuros cardenales? ¿Por qué no tiene un valor retroactivo? Porque lo que precisamente se buscaba con ese documento era impedir la entrada al nuevo Cónclave de Cardenales como Ottaviani, Tisserant, Arriba y Castro y una docena más. Fue contra esos cardenales y contra el peso de su influencia en el Cónclave futuro, por lo que fue inventada esa categoría de los "octogenarios". Con ella Paulo VI prácticamente suprimió a los afectados. ¿Por qué? Unas semanas antes, tan sólo, Paulo VI había prometido al venerable Cardenal Arriba que él sería conservado gobernando su sede, y semejante seguridad se le había dado al benemérito Cardenal Ottaviani. ¿Cuál es la causa de esta intempestiva contradicción? Porque Montini quiere perpetuarse en su sucesor. ¿Quién será? ¿Será el siniestro Alfrink? ¿el egoísta Suenens? ¿Helder Cámara, el infatigable revolucionario? ¿el radical Villot? Quien quiera que sea, desde ahora sabemos que el nuevo Papa será elegido por los cardenales y el Cónclave, dominados por Paulo VI". EL VATICANO SUPRIME EL CONCEPTO DE HEREJÍA. Todavía nueva luz, para llevar la convicción a los que aún siguen creyendo en la persona, en la doctrina y en los hechos del actual Pontífice. La palabra herejía no debe ya ser usada en la Iglesia Católica. Cualquier asesino de la fe puede ahora destruirla, sin peligro, sin censura ninguna. Esta nueva aventura se funda en el principio de que la manera más eficaz para impedir el crimen es hacer todos los crímenes legales; el término "herejía", dice Monseñor G. Tomko, miembro de la Congregación por la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio), no será ya usado. El afirmó que su Congregación no excomulgará en adelante a nadie, que sea encontrado en el "error". La mayor pena será la expulsión de los puestos de enseñanza de los culpables y una declaración del Vaticano de que el así desviado es un "equivocado". Este es el criterio para los obstinados en la herejía, que pueden seguir permaneciendo en el seno de la Iglesia, recibir los sacramentos y alcanzar cristiana sepultura en un cementerio católico. En adelante se dirá tan sólo que están equivocados y, si son pertinaces, se les quitará el derecho de enseñar; pero, no el de escribir. Sus libros seguirán circulando en los medios católicos, en los seminarios, en los conventos; y tendrán la mágica propaganda de la descalificación del Vaticano. ¡A dónde hemos llegado! EL CARDENAL WILLEBRAND AFIRMA QUE LA DOCTRINA SOBRE EL PRIMADO DEL SUCESOR DE PEDRO Y SU INFALIBILIDAD DIDÁCTICA DEBE NUEVAMENTE SER ESTUDIADA. El Cardenal Willebrand, a quien nuestros lectores ya conocen, acaba de venir a Houston, para asistir a la inauguración de un centro de culto ecuménico, la capilla Rothko del Institute of Religion and Human Development. En sus declaraciones a la prensa (The Houston Post, Sunday, Febrary 28, 1971) el Secretario del Secretariado por la Unidad de las Iglesias Cristianas del Vaticano dijo que "la doctrina de la infalibilidad del Papa es objeto que debe ser reestudiado a la luz del diálogo por la unidad de la Iglesia. La pretensión de que el Papa no puede errar en ciertos pronunciamientos definidos fue oficialmente aprobado en el Primer Concilio Vaticano de 1869. Las actuales discusiones ecuménicas, dijo Willebrand, pueden someter la fraseología del Concilio a un estudio más cuidadoso". No quiso, sin embargo, comentar un libro reciente del controvertido intelectual católico Hans Küng, quien hizo notar que la doctrina de la infalibilidad es el mayor obstáculo para los protestantes, que, de lo contrario, buscarían tal vez una mayor unidad con Roma. Hans Küng dice que la infalibilidad papal "no puede ser probada directamente por la Escritura y ha sido en el pasado frecuentemente mal interpretada". Su reciente trabajo sobre la doctrina ha provocado severa crítica de muchos intelectuales católicos. Sin embargo, Willebrand no quiso hacer ningún comentario, porque, como él dijo, Küng es su amigo personal. Willebrand se mostró muy optimista acerca del progreso en el diálogo con los grupos de otras religiones, representados en cantidad sin precedente en el Concilio Vaticano II, que principió en 1962. "El problema consistía en cómo continuar esas buenas relaciones, que el Concilio había empezado, ya que los representantes de otras religiones en ese Concilio no provinieron del mismo lugar. Pero fue más fácil de lo que yo esperaba. Estamos ya en vísperas de poder recoger los frutos primeros del diálogo que se está llevando a cabo en varias naciones.,. Además de los problemas de la autoridad, que encierra la infalibilidad papal, quedan como materia de discusión y diálogo, entre católicos y protestantes, las doctrinas sobre la Iglesia y los sacramentos La posición de la Iglesia Católica y Romana ha hecho demasiado énfasis, de una manera tradicional, sobre el papel del clero. Recientes discusiones sobre el sacerdocio y un creciente énfasis sobre la importancia del laicado serán el climax, en el próximo otoño, durante el Sínodo de Obispos en Roma". Este es el "ecumenismo" de Bea y de Willebrand, respaldado por el silencio y la autoridad de Paulo VI, ya que Bea fue y Willebrand es cabeza de un Secretariado Vaticano, es decir, de una nueva Congregación de la Curia Romana. Discutiremos todos los dogmas de la Iglesia, los negaremos, los silenciaremos, los disfrazaremos, con tal de complacer a los "hermanos separados". Y, para facilitar la unión ecuménica, eliminaremos gradualmente el sacerdocio católico, hasta llegar a la cumbre, en el próximo Sínodo de Paulo VI, que tendrá lugar en el otoño del presente año. El Papa Montini no ignora, no puede ignorar lo que se dice en la Iglesia, especialmente cuando hablan cardenales y jefes de Secretariados Vaticanos. Paulo VI, sabe, pues, que hay que reformular los dogmas sobre el Primado y la infalibilidad pontificia y hay que suprimir los "operarios de tiempo completo", los antiguos sacerdotes de la Iglesia, para sustituirlos por los laicos.