La iglesia católica y el estigma de la infalibilidad

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Revista deFilosofía. Vol. 20, pp. 95 -110,1994 ij
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La iglesia católica y el estigma de la infalibilidad
Catholic Church and the stigma of infallibility
, Ángel Martín Sánchez
•
Universidad del Zulia.
FacultadExperimental de Ciencias.
Escuela de Filosofía
Maracaibo - Venezuela
Resumen
;
;
La infalibilidad es un "dogma de fe" sustentado por la Iglesia Católica. Y
constituye acmalmente un dilema de difícil solución* la "verdad de fe", refrendada
por la "inspiración del Espíritu Santo", enfrenta en lapráctica innúmeros errores evi
dentes; la "revelación divina" está en contradicción con los datos de la ciencia. He
aquí el insalvable obstáculo entre lapresencia del error in praxi y laimposibilidad^
de errar in fide. El problema de lainfalibilidades inseparable," además, de las es
tructuras históricas y sociales, vinculadas al poder terrenal delaIglesia y a su ambi
ción de dominio sobre cuerpos y almas
Palabras clave: Iglesia, verdad, error
,
i(
, ,
Abstract
The infallibüity is a "faith dogma" asserted by theíGamoUe^hurch;íAnd it
constitutes actually a düemma difficult to solve: The "truth of faith", supported in
..the "inspimtion of the Holy Ghost'V confronts injreality many evident mistakes; the
"divine revelation" is in oppositión to dataof ttíe science. Here is the unavoidable
obstacle between'the error^present in praxinandilhe impossibility to errin fide. The
probleín of the infallibility is bésides inseparabl-ioí thé histórica! and social structu-
res, entailed at themundane authority of theChurch andat théir ambition forthedo
minión over bodys and souls.
Key word: church, truth, error
^—
Recibido 6/94 «Aceptado 10/94
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Martín S.,A. Revista de Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
1. Introducción
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La Infalibilidad de la Iglesia, definida como dogma de fe, impuesta como
signo de su divino origen y como garantía de absoluta verdad inspirada por el Espí
ritu Santo, constituye a la vez el mayor obstáculo interpuesto a su paso, impidiéndo
le evolucionara la luz de la historia. La Iglesia ha venido a ser víctima de su propio
dogmatismo, enfrentada a la necesidad de rectificar y adaptarse a los tiempos en su
pretendido "agiornamento". La Iglesia está amarrada a la columna de la infalibilidad
tan fatalmente como Sansón a lá del templo de los filisteos (Jue. 16,23-ss): pareciera
no poder librarse de ella sin conmover'sus cimientos y perecer en sus ruinas.
He aquí el trágico dilema: una fe anclada y estática en el tiempo frente al
^hoinbre-religión que evoluciona y se reafirma constantemente. Mientras la historia
de la humanidad se dinamiza y la historia misma de las religiones se transforma pro
gresivamente y hasta la consciencia teológica se abre a concepciones nuevas, la re
velación y el dogma, en cambio, se postulan inmutables. Y en lugar de trascender la
historia, la "inspiración divina" deviene reducida a la mentalidad del hombre de una
época pretérita y agotada, sin eco posible en el mundo de hoy.
Esa forzada vigencia de la infalibilidad no responde rya a otra motivación que
no sea la inveterada ambición de poderque la Iglesiamantiene arraigada en su triple
potestad: "Potestas docendi, regendi et sanctificandi". De aquí su pavoroso miedo
al error, a confesarse falible, así como su resistenciaa rectificary a asumir las inhe
rentes consecuencias de ello. Porque nó se trata sóltf de reconocerse hoy falible,
sino, sobre todo, de confesarse hasta hoy equivocada y engañosa, pues semejante
actitud implicaría -nada menos- poner en entredicho las bases de su poder, de su
verdady de su autoridad moral. Y mientras tanto persiste la antinomia entre el dog
ma y la verdad, entre el "magisterio sagrado" y el dictamen irrefutable de la ciencia
y la razón.
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2. ¿Qué es la infalibilidad?
"En virtud de su oficio, el'Sumo Pontífice goza de infalibilidad en el ma
gisterio cuando, comrf supremo Pastor y doctor de todos los fieles, a
quien compete confirmar en la fe a sus hermanos, proclama por un acto
definitivo la doctrina que debe sostenerse en materia de fe y de costum
bres.
También tiene infalibilidad en el magisterio el Colegio de los Obispos
cuando los obispos ejercen tal magisterio reunidos en Concilio Ecuméni
co y, como doctores y jueces de la fe y de las costumbres, declaran defi
nitivamente para toda la Iglesia que ha de sostenerse una doctrina sobre
la fe o las costumbres; o cuando, dispersos por él mundo, pero mante-
"W9$íS$!iS$n5\£WW^W^^&^^
Martín S., A. Revista de Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-íl0
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.niendo el vínculo de la comunión entre sí y-con el Sucesor de Pedro, en
señando de modo auténtico junto con el mismo Romano Pontífice las maT
terias de fe o costumbres, concuerdan en que unaopinión debe sostenerse
como definitiva". (CJC. -Cn.749, Pfs. 1y 2)1
2.1. Proceso histórico
*
No es de relevante exigencia ocupamos aquí extensiva y minuciosamente del
origen, evolución y consolidación del dogmade lá infalibilidad. Así que, tras de una
visión somera y general, nos limitaremos a las posiciones sustentadas en los últimos
siglos entre defensores y opositores de la doctrinaren cuestión. Aunque el devenir de
la Iglesia ha transcurrido inseparabledel poder jerárquico y signadopor la empeño
sa lucha de imponerlo sobre toda autoridad terrenal, sin embargo, eíproblema espe
cífico de la infalibilidad pontificia es relativamentenuevo. Y no podría ser de otra
suerte, teniendo en cuenta que durante los cuatro primeros siglos el Primado de
Romano halló sustentación ni acogida universal [en la Iglesia.Los obispos locales,
desdé la primitiva cristiandad hasta la división del Imperio Romano entre Oriente y
Occidente, gozaron de soberana autonomía en sus respectivas sedes, equiparando
entre sí el poder jerárquico. En estos primeros siglos el Obispo de Roma ni siquiera
pudo reconocerse de facto como el "Primusínter pares"
Paracumplir la misión del Magisterio divino enlajlglesia, "Cristo ha dotado a los pasto
res con el carisma de la ^falibilidad en materia de fe y de costumbres.: El ejercicio de
!este carisma puede revestir varias modalidades.^ T >
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"El Romano Pontífice, cabeza del colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud
de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que cónfúc
ma en la fe a sus hermanos, proclama en un acto definitivo la doctrina en cuestiones de
fey moral... Lainfalibilidad prometida a lalglesiaüreside también enelcuerpo episcopal
cuando ejerce el magisterio supremo conel sucesor de Pedro", sobre todo en un concilio
ecuménico (LG25; Cf.: Vaticano I: DS3074). Cuando la Iglesia propone por medio de
su Magisterio supremo que algo se debe aceptar "como revelado por Dios para ser creí
do". (DV10) y como enseñanza de Cristo, "hay que aceptar sus definiciones con la obe
diencia de la fe" (LG25). Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la revelación divi
na (Cf.Lg25)" (CEC, No. 890-891).
1
l„r' f . *
El Primado de Roma no contó desde el principió con unánime adhesión. El Primado
vendrá a responder a una situación de facto, a merced de circunstancias políticas y de in
tereses creados. Conocidas son las disputas y divergencias en la primitiva Iglesia en tor
no al "CaputApostolorum" y al"Princeps Apostolprum", suscitadas especialmente entre
Pablo y Zefas (ICor. 3.4.-Hech. 15,2. -GéL 2,11). Otros factores en pugna constituyeron
los enclaves regionales cristianos como Jerusalén, :Efeso, Antioquía, Corinto, Roma, etc.
Lo cierto es que los primeros indicios a favor de Roma proceden del papa Clemente Ro-
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-<• El argumento final, que confiere^ antepone e\jus silapraxis como "jusfortiófis" y qúése reafirma coírio derecho adquirido, surgió por obra y gracia de la po
líticaimperial que oscilabae'ritre Rónia y Biz^dio.Hástáquéla misma Iglesia osó
emular al Estado, sobreponiendo á la aut&idad de aquel su "pótestas divina et su
prema" (Rom. 13,1-ss). Y luego vino esa larga-oscuranoche^medieval 4e pugilatos
y ambiciones entre los "dos reinos", y guerras declaradas entre las "dos espadas", y
posiciones irreconciliables entre las "dos pirámides". Y siguió toda esa argucia tra
calera ostensible en laCarta de Alcuíno a Carlomagno 3. Yapareció la espuria pre
tcnsión dela "Donatio Conslantim" 4. Y, en fin, toda la sucia "guerra delas mvestimano. "Quien no obedezca a lo que Dios ha dicho poi medio de nosotros, sepa que co
mete pecado" (CR Epist. I) Es cierto que en tiempos de San Jerónimo (331-420), al
Obispo de Roma se le llama "Princeps Apostolorum" Y en este sentido apuntan los tes
timonios (comprensiblemente interesados) de los obispos de-Roma, Víctor (189-199),
Esteban (254-257), Dionisio (259-268) Pero tampoco podemos soslayar las tensiones y
i disensiones surgidas en este mismo tiempo y respecto. Baste señalar el cnfrentamicnlo
acérrimo entre el Obispo de Roma y los obispos africanos de Cartago liderizados por Ci' priano (+258). En general la primacía de Roma tiende a ser reconocida. A principios del
siglo II escribe Ignacio de Antioquía: "La Iglesia de Roma preside la unión de la cari
dad". Ircneo, obispo de Lión, dice en el 177: "Toda iglesia, es decir, la totalidad de los
fieles de cada lugar, ha de estar de acuerdo con la Iglesia de Roma, a causa de su más
alta autoridad".
Sin embargo, como es obvio suponer, el Primado no llega a constituir cuerpo jurídico
"como institución visible hasta los días de Constantino con el "Edicto de Milán" (313). A
partir de aquí, los concilios de Nicca (325), Constantinopla, primacía del Obispo de
Roma, e incluso el "Sínodo de Sárdica" (343) determina que el Primado de Roma tiene
como fundador al apóstol Pedro.
La Carta de Alcuíno a Carlomagno, fechadaen el 799 dice en lo que nos concierne""(.. )
tres personashan estado hasta ahoraen la más altajerarquía del mundo. El representante
de la sublimidad apostólica, vicario del bienaventurado Pedro(...),cuya sedeocupa(...).
Viene a continuación el titular de la dignidad-imperial (...). Y en tercer lugar se halla la
dignidadreal",(PHM, V. -p. 161)."
'-'
El texto,del apócrifo documento,puesto en boca del mismísimo Constantino, afirma entre otras cosas: "Estamos decididos a honrar con el mayor respeto la potestad de la sa'crosantaIglesiaRomana tanto como a nuestro poderimperial, y a exaltar y glorificar la
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\
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*
sede sacratísima del bienaventurado Pedro más que nuestro imperio y trono terrenales,
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dándole el poder, la dignidad, la gloria, la fuerza y el honor imperiales (...).
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Decretamos asimismo la primacía del Pontífice sobre todas las demás iglesias de Dios
en el mundo (...). Y a fin de que el esplendor del pontificado, lejos de mermar, se acre
ciente con dignidad y poder y gloria mayores que las del Imperio, concedemos y cede
mos al bienaventurado Silvestre, nuestro padre, Papa universal, no sólo nuestro palacio
de Letrán, sino (también) la ciudadde Roma con todassus provincias, localidades y ciu
dades de Italia y de las regiones de Occidente, para que tanto él como sus sucesores las
yT"*'*"V'.W*^WMW^T^^^
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duras", surgida del antagonismo entre el Imperio y el Papado, quesbusca como botín
el poder enfrentando al emperador Otón I, "Rey y Sacerdote" y su "Privilegium Ottonianüm" contra el papa Gregorio VII y su "Dictatus Papae" del año 1076 .
En 1302, el papa Bonifacio VHI (1294-1303) publica la bula "Unam Sanctam", que constituye en síntesis la más clara y terminante formulación de las preten
siones del papado al dominio supremo de la humanidad. He aquí uno de sus frag
mentos:.
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:rI
"Los dos poderes, el espiritual y el temporal, están en manos de la Igle
sia: el primero le pertenece, y el segundo há dé actuar a su favor. El pri
mero debe ser usado por los sacerdotes, y el segundo por el rey, pero
mientras el sacerdote lodecida y loípermita. Laautoridad temporal, pues,
•
debe ceder a la espiritual. La sabiduría divina concede a ésta última la
misión de crear el poder temporal.y la de juzgarlo, si es necesario. Y por
ello decimos, declaramos y establecemos que para toda humana criatura
es condición indispensable de salvación la sumisión al Romano Pontífi-
' " '• ' v
ce" (Cf.: RHU. -XE -p.42).
•
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Pero a las puertas de la Edad Moderna la Iglesia empieza a experimentar el
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mantengan bajo su podery mandato (...)" (Cf.: PHM, V.-p. 164).
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La "Dohátio Constantini" fue objeto de debates y enfrentamiehtos en torno al "Sacerdó1tiumrlmperium". Para mal de la Iglesia, esta leyenda no siempre fue considerada tal.
' V Aún se ignora el lugar y fecha desuincubación; sii autoría seatribuye -sin mayor funda
mento- a un monje anónimo romano de mediados del siglo VIH. Pero lo cierto es que
, fue utilizaday esgrimida asu favor por los papasthasta bien entrado el siglo XV, siem
pre comoindiscutible avaldel poderpolítico y temporal del Papado. De hecho, .entre el
siglo X y el XV, sólo el emperador Otón DI osó tenerla por apócrifa e interesadamente
falsa, mientras era considerada y defendida corno auténtica a lo largo de todo el Medioe
vo, justamente hasta que Nicolás de Cusa (1401¡-1464) y, sobre todo, Lorenzo Valla
5
(1407-1457) demostraron irrecusablemente su falsedad y sin sentido.
He aquí algunos puntos deL'Dictatus Papae":
j,
"1. LaIglesiaRomana ha sido fundada sólo porDios.
'
'
. "
2. Sólo el Pontífice Romano es llamado universal con justo título. (...)
8.Sólo élpuede usar insignias imperiales.
'
j
9. Él papá es el único hombreal que todoslos príncipes besanlos pies. (...).
12. Le está permitido deponer a los emperadores.(;..)
16. Ningún concilio universal puede ser convocado sin su mandato (...).
18. Su sentencia no es reformable por nadie, y sólo él puede reformar la sentencia de to-
•• dos."
!!
19-No debe ser juzgado por nadie (...):
j!
j?
22. La IglesiaRomana jamás se ha equivocadoy, segúnel testimonio de la Escritura,
jamásseequivocará". (Cf.: PHM, V.-p. 164): \
-
l100
' Martín S., A.Revista de Filosofía; 20; 2/1994,pp.95-110
^declive dé súpóderonmíinódói Y, dentrode la Iglesia, el papado es objeto deacechahzás e impugnaciones ante" la agresiva escalada del Colegio (Cardenalicio, "la
aristocracia clerical", que abiertamente contrarresta y sobrepasa la aütoridadrpontificia, condicionándola y supeditándola a la "máximaautoridaddel Concilio".
^ • 3Y el concilio era un concursó de visos democráticos y "admajoremDekgloriám";peio susceptible enla práctica de los más diversos fines, intereses y procedi
mientos para obtener la mayoría decisoria en función del poder político, económico
y religioso. Hasta que la Iglesia misma termine desgajada y dividida internamente a
raíz de la "Reforma protestante".
A principios ya del siglo XV aún se debate el lema de la supremacía del papa
sobre la autoridad del Concilio. La tendencia proconciliar viene impulsada desde la
universidad de París, alentada por el renacimiento humanista, y encuentra amplia
adhesión en los cardenales de Aviñón y Roma, que en el concilio de Pisa llegaron
incluso a deponer al papa. En esta larga lucha de predominante connotación política
entre el Colegio episcopal y el Primado del papa, el concilio de Constanza (14141418) vino a refrendar la supremacía de facto;de los obispos regionalistas y nacionaí listas de los distintos Estados sobre la menguada autoridad pontificia. Esto llevó,
tanto en el plano teológico como en el orden jurídico-canónico, a sustentar la tesis
de la superioridad del Concilio sobre la autoridad personal del papa. Sin embargo, a
partir de las últimas décadas del siglo XV -y por motivaciones bien conocidas- una
cantidad creciente de teólogos y canonistas se suma a favor de la "monarquía ponti
ficia". Para ellos el papa es "el juez supremo de todos los fieles en el plano espiri
tual, y no está sujeto a ningún decreto conciliar" (RHU.-XIÍ.-p. 84): Y hasta el ine-
'.fablc Torqucmadá añadeen su Summa De Ecclesia que la supremacía del papa tie
ne para la Iglesia mayor relevancia que la fe en el Espíritu Santo, por lo cual no pue
de ser juzgado ni depuesto por nadie en ninguna circunstancia.
:Los efectos de esta contienda, en que a la postre saldrá vencedor el papa, se
traducen en una constante actitud de aversión y rechazo por parte del pontífice con
tra toda pretensión de convocar sínodos y asambleas conciliares en las que su poder
y autoridad puedan verse en entredicho:
"Precisamente porque aquellas asambleas habían intentado obstinada
mente limitar y circunscribir la autocrática autoridad del papa, éste reac
cionó tratando no sólo de ampliarla y hacerla cada vez más sólida, sino
hostilizando y persiguiendo las sucesivas veleidades conciliares y negán
dose incluso a dar acogida a las exigencias planteadas por los Padres reu
nidosen Constanza, en Basiléay en otraspartes" (RHU.-XH.-p» 196).
No en vano desde Trente al Vaticano I habrán de transcurrir ininterrumpida
mente 324 años.
'A^sajgtHÑ^'W'"^ ^^
Martín S.,A.Revista de Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
101
¿Cuáles el resultado y la realsituación de lá Iglesia infalible? /
1
"En la Edad Moderna, el cristianismo y la Iglesia abarcan solamente un
sector de la vida humana, que se hace cada día más pequeño. El ámbito
'
'
eclesiástico se ha reducido asombrosamente ante la cultura (o, mejor Üi-
;
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chó, civilización)'autónoma; qüélsé yérgué como un nuevo Prometeo
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' .;.'"" >-. • "i • • <' -;:\¡-": '^ (.,-. '<• ;..-'. -;>.?.-v: , '• = ;.
- .';* ; En concreto esto significa queialglesiaLse?há visto desplazada deüa;si:r
tuación de privüegio que ocupaba én la vida y que teóricamentecualquier
.,.,, cosmovisión, incluso cualquier eirjor, tiene tantas posibilidades de existir
<:. .
. .-• como ella. Hasta entonces la Iglesia había-dominado tanto por su presti-
e-,; c •.gioreligioso-moral como porelapoyodel brazo secular(...). Enel trans
curso de la Edad Moderna esta posibilidad llegó"a desaparecer por corh-
-"•'
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'-:- pletó" (LHL-II.^. 21-23);
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. Disminuida en su poder temporal, la Iglesia bruscacompensación apelando al
doniinioespiritual y a la majestad del Papado. El conciliodeTrento (1545), será una
muestra de ello. No en vano en este cpnciliose sustentó ya como doctrina de fe divi
na la infalibilidad del papa, en ^un prenuncio del" que, tres siglos después,, será sin
duda el concilio más papista en la historia de la Iglesia, el Vaticano I. En Trento se
acrecienta y vigoriza la potestad sagrada, jerárquica, del Primado de Roma. Y en
efecto,
"todas las decisiones fueron sometidas a la aprobación del papa. Los de
cretos de reforma, además, se redactaron con una cláusula expresa de re
serva a la ratificación papal. Esto no significaba otra cosa sino el recono
cimiento por parte del concilio de la competencia personal del papa para
limitar, ampliar y ratificar las decisiones tomadas y darles así definitiva
fuerza de ley en la Iglesia (...).
\
El Concillo de Trento, con su definición de la infalibilidad pontificia y
del episcopado supremo del papa de Roma, condujo de hecho al Vaticano
I" (LHI.-n.-p. 215-216).
:
Sin embargo, aún espera a la Iglesia y le toca al Papado hacer frente a las nue
vas tempestades surgidas con la "Ilustración" y el "Modernismo". ¡Sobrq todo éste
último, quenacióy creció en lapropia entraña de la Iglesia! ,
, .-••- , v-.,,& ,v ,,
r
'-c •
''Gran parte de los profesores de teologíade las universidades alemanas
adoptaron unaactitud naturalista-¿n la mterpretación de las Sagradas Es1 r crinarás, considerándolas como un libro puramente humano, e ihterpre-
/; ti
f ^ ; •
-.•itt.
i
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f«,r.
: tándolas a la luz dé la pura razón.Rechazaban todo elementósobrenátural: la revelación, la inspiración,:losmilagros, las profecías y todoicüanto
excede el ámbito estrictamenteracional, dejando reducido el cristianismo
Jlloslímites deuna purareligiónn&piial" (WU.-ÍR^p.9^). . 3•>„;
y
W02
MartínS., A. Revistade Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
2.2. Los entornos del dogma
o
f
Todo lo expuesto viene a significar que el pueblo cristiano estaba muy lejos
de invocar, asimilar y sostener en el fuero de su fe la infalibilidad del papa, derivada
de su "poleslas docendi", como autoridad suprema en el dogma y la moral. Pero, si
el pueblo cristiano era ajeno o indiferente a buscar refugio y fortalezaen el carisma
de la infalibilidad, el Papado, en cambio, otrora apoyado en sus propios Estados y
ven las armas de sus ejércitos, y ahora relegado y reducido... apela a un poder supe
rior,divino, jamásimpugnado; y proclama "Urbiet Orbi" su triple potestad "docen
di, regendi et sanetificandi"! Aquel "In hoc signó vinces" -lábaro de Constantino- es
hoy para él Papado la infalibilidad pontificia. Y a eso vieney apuntael Vaticano 1.
El día 8 de diciembre de 1869 el papaPío IX (1846-1878) inauguraba el con
cilio en que sería proclamada y definida como dogma de fe la infalibilidad del papa
y su potestad episcopal suprema. La infalibilidad del Romano Pontífice, definida en
' el concilio, viene a esclarecer, además, la discusión ya vieja entre si la infalibilidad
es función y potestad exclusiva, individual y personal del papa o si está condiciona
da a la decisión y aprobación conciliar ecuménica de la Iglesia.
Hasta aquí, la ciencia teológica no se había manifestado de manera unánime ni
contribuido con argumentos sólidos a favor de la infalibilidad. Eminentes canonistas
como De Maistre, Walter y Móhler sostenían abiertamente que tal pretensión rió pa
saba de "teoría indemostrada". De manera expresa y decidida los no menos insignes
canonistas Schulte y Dóllinger, a una con sus destacados seguidores, oponen a la in
falibilidad una serie de graves y fundadas objeciones. Y a éstos se unió un número
considerable de teólogos y juristas que, en el mejor de los casos, consideraba la em
peñosa decisión del papa de definir a toda costa el dogma de la infalibilidad como
una resolución "imprudente" e "inoportuna", que habría de traer consecuencias fu
nestas. Cuando, como ante un hecho consumado, se anunció la apertura del concilio
y la determinación de imponer desde arriba el dogma de la infalibilidad de la Iglesia
y del Papado, junto con la aprobación de unos se hizo sentir el rechazo de los otros.
"Él motivo que nia^'fuértémente provocólas hostilidades fue la sospechadé" que en
él concilio se ibaádefinir'••lá mfáübiüdad delpapa" (LHI.-II.-p.416);'Poráñ
el concilio venía precedido dé un reciente sabor amargo en la declaración; dogmática
de la "Inmaculada Concepción" de María (8-12-1854); porque, pese a contar con la
presencia y aprobación de doscientos Padres de la Iglesia, fue el papa a título perso
nal, sin previo estudio del tema y sin consulta conciliar, el que decidió y de manera
omnímoda definió el dogma en cuestión. Tal actitud implicaba, además, un grave
problema, pues, en caso de ser aceptada y compartida, significaba que la infalibili
dad pontificia era atributo del papa, al margen y por encima del concilio ecuménico
y a título personal. Y esto, obviamente, era motivo de profunda inquietud.
™^ Uítüilü&SyEtlSílf gSBsWJS"Jf*"""'•fíStü^Ss'f^.Vffil.^íSIW^iriíVSJW ^4;W„!B:;7Ví;u.»!.'$MÍ^^JffWW^BlííStíí'WJS»í !«!$»ir5W*WM«!wsimkj:
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MartínS., A: Revistadé Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
103
En lo que directamente atañe a la infalibilidad papal el.concilio transcurrió es
cindido en dos grupos rivales, cada uno de los cuales convocaba, sesionaba y deci
día por separado en pugna abierta. Y el centro álgido de la contienda se sintetizó en
"si el papa posee laihfalibilidad por sí mismo y no por el consentimiento de la Igle
sia". Como siempre la mayoría (cuantitativa y no cualitativa) decide y se impone. Y
aquí la mayoría era esa, más relativa que objetivajmás circunstancial que de fondo,
teniendo en cuenta que e\ (Colegio Cardenalicio estaba representado predominante
mente por la ortodoxia oscurantista de italianos y¡'españoles, tradicionalmente afec
tos y adictos a Roma y teológicamente tan incompetentes como reaccionarios. Así
las cosas, un 75% de los obispos alemanes, un 33% de los franceses y gran parte de
los norteamericanos se contaron decididamente en contra. A la hora de concluir, en
la Sesión 85, cediendo a motivos de "piadosa obediencia" y en aras de preservar la
unidad de lafe; de los 601 votantes, 451 votaron ajfavor y 88 se manifestaron expre
samente en contra, mientras los 62 restantes salvaron o condicionaron su voto. La
clausuradel concilio no pudo ser más lamentable y bochornosa, pues, ante la empe
cinada eindeclinable posición del papa, sordo a to'íla voz, ciego a las consecuencias
futuras, negado a toda posible rectificación y resuelto a definir como dogma de fe la
infalibilidad pontificia,... perdida toda esperanza, aunque contenidos por la "piedad
y fidelidad a la Iglesia", los obispos disidentes optaron por abandonar el cónclave.
La definición conciliar quedó suscrita en los siguientes términos:
"El romano pontífice, cuando hablaj"ex cathedra", es decir, cuando en el
' ejercicio de su oficio de pastor y míaestro de todos los cristianos, define
con su suprema autoridad apostólica una doctrina sobre la fe o las cos-
* •í -:
tumbrés como obligatoria para tódalla Iglesia, goza, por ladivina asisten
cia que le fue prometida a él en el bienaventuradoPedro, de aquella infa
libilidad déque eldivino Redéntorlquiso qué estuviese dotada laIglesia
al definir una doctrina de fe o de costumbres: Por ello, tales definiciones
del romano pontífice son irreformables por sí mismas y no por el con
sentimiento de la Iglesia" (Cf.:DS:Conc.Vaticano I).
•'-•'•
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No vamos a detenernos en un estudio exegético del texto definitorio, que da
pábulo a profundasdiscrepancias en su forma y contenido. Asumámoslo de momen
to como está y prosigamos hasta la hora presente! paraconstatar en qué medida se
ha mantenido la doctrina de la infalibilidad a tenor de la última voz oficial y ecumé
nica de la Iglesia, el concilio Vaticano II.
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3. Doctrina vigente de lá Iglesia
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La posición del Magisterio sagrado de la Iglesia sobre el tema que nos ocupa,
propuesta y sancionada en el Vaticano n (1962¡1965), aparece consignada en la
104
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ConstitiitiO DogmáticaDe Ecciesia, conocida como "Lumen Gentium". Nos remiti
mos directamente al texto:
No. 22. "Así como por.disposición del Señor, San Pedro y los demás
apóstoles forman un solo colegió apostólico,de igual modo se unen entre
sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los
L' ' apóstoles. (...) El colegio o corporación episcopal, por suparte, no tiene
1
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' autoridad si no se considera incluido el Romano Pontífice, sucesor de Pen' dro, como cabeza del mismo; quedando siempre a salvo el poder primacial de éste, tanto sobre los pastores como sobre los fieles. Porque el Pon
tífice Romano tiene, en virtud de su cargo de Vicario de Cristo y Pastor
de to'da la Iglesia, potestad ¿plena, suprema y universal sobre la Iglesia,
que puede siempre ejercer libremente.
^ En cambio, el orden de los obispos, que sucede en el magisterio y en el
régimen pastoral al colegio apostólico, más aún, en quien perdura conti
nuamente el cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífi
ce, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena po
testad sobre la Iglesia universal, potestad que no puede ejercer sino con el'
consentimiento del Romano Pontífice. (...)
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'
La potestad suprema que este colegio posee sobre la Iglesia universal se
• '.« . ejercita de modo solemne en el concilio ecuménico. No puede haber con
cilio ecuménico que no seaíaprobado o al menos aceptado como tal por el
sucesor de Pedro. Y es prerrogativa del Romano Pontífice convocar éstos
concilios ecuménicos, presidirlos y confirmarlos;, Esta misma potestad
colegial puede ser ejercida porobispos dispersos por<el mundo a unacon
,
¿el Papa, con tal quela Cabeza del colegio los llame a una acción colegial,
o por lo menos apruebe la acción conjunta de ellos o la acepte libremente
para que sea un .verdadero acto colegial".
No. 25 "Aunque ¿cada uno de, los obispos de por sí solo no posea la pre
rrogativa de la infalibilidad, sinsembargo, todos ellos, aun estando disper
sos por el mundo, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y
con <el sucesor de Pedro, convienen en un mismo parecer como maestros
auténticos que exponen como definitiva una doctrina en las cosas de fe o
de costumbres, en ese caso anuncian infaliblemente la doctrina de'Cristo.
Pero esto sé ve todavía más claramente cuando, reunidos en concilio ecuménico, son los maestros y jefes'de la fe y de la moral para la Iglesia uni
1
versal, y sus definicionesde fe deben aceptarsecon sumisión.,í!r
Esta infalibilidad que el divino Redentor quiso que tuviese su Iglesia
cuando define la doctrina de fe o de conducta, se extiende a todo cuanto
abarca el depósito de la divina Revelación entregado para la fiel custodia
j
y exposición. Esta infalibilidad competeál RomanóPontífice, Cabeza del
''
l*í!j>!l8fi$'R}K!r«!3^
colegio episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definiti
va la doctrina de fe o de conducta en su calidad de supremo-pastor y
maestro de todos los fieles, a quienes ha de confirmar en la fe
MartínS., A. Revista de Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
; ., K
.
105
, (Cf.Luc.2232X!Por lo cual con razón se dice que sus definiciones por sí
y no por el consentimiento de la Iglesia son irreformables, puesto que han
sido proclamadas bajo la asistencia; del Espíritu Santo prometida a él en
San Pedro y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten
tampoco la apelación a ningún otrojtribunal. (...). Lainfalibilidad prome' •""
tidá a la Iglesia1reside también en la corporación de los obispos cuando
ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro
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Los problemas y consecuencias que la posición de la Iglesia suscita a la luz
del texto conciliar son graves ynumerosas. Bastejseñalar aquí, que, al buscar en el
texto evangélico (aun asumiéndolo en su más ortodoxa acepción) argumentos que
sustenten o faciliten siquiera la pretendida infalibilidad del Papa y del Colegio epis
copal, uno no puede menos de sentirse perplejo y sorprendido por la capacidad her
menéutica sui generis de que hace gala la Iglesia. Por lo demás, nada ha cambiado:
se reafirma la doctrina de Trento y del Vaticano I.
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•
Aparte asoma la misma vieja actitud rígida,y estática, propia del centralismo
personalista y vertical del Papado y de su magisterio snpremo de absoluta verdad.
No importaron las escisiones a la vista, a causa del dogma de la infalibilidad. Atrás
quedó el "Modernismo", sustentado por la flor y nata de la intelectualidad clerical
de la Iglesia. A la deriva quedaron los "Viejos catóhcos", que hoy suman todavía
unos 150.000 entre Alemania y Austria. Y remotamente lejos quedó toda posibili
dad de reencuentro y unidad con las iglesias protestantes. Pero incluso intra muros,
en el seno de la propia Iglesia, subsiste pendiente im problema de fondo a nivel dog
mático y es la nüévá relación creadaentré el Papa y ios Obispos que, a la luz de la
Sagrada Escritura "están puestos por él Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios"
(Hech. 20,28), poder que se ve menguadoó üsurpadoa expensas de lá suprema au
toridad del papa, cuya "potestad de orden" no excede la de cualquier obisponi le
confiere otro título que el de "Obispo dé Roma". Y no traeremos a colación su con
dición de "Primado", para no entrar éñel complejo mundo político del que tal atri
buto se deriva. Pero es claro que, frente áíá inapelable autoridad papal, la potestad
episcopal se mantiene en entredicho aun a pesardel propio Concilio Vaticano 1, qué
dice: "••'-••
• ,;'
i '"Esta potestad del sumo pontífice no va de ninguna manera en detrimento
de la potestad ordinaria e inmediata de la jurisdicción episcopal, en virtud
de la cual los obispos,constituidos por el Espíritu Santo,ocupan el pues
to de los apóstoles, apacentando y rigiendo cada uno de ellos lá grey que
les ha sido confiada" (Cnc. Vat.1: DS:1828).
Esta tesis, ya suscritaen el concilio de Trento, pasarásin mermaalgunaal Va
ticano n ("Lumen Gentium", Ses.29. -Nov- Í964)jíÁsí pues, apesar del proclamado
106
Martín S.t A.Revista-dé Filosofía, 20, 2/1994, pp.95-110
intentó de la Iglesia en armonizar ambos póderes,'fundándose éh la colegialidad del
'episcopado y atribuyendo a cada obispo lá potestad de ejercer en su respectiva dió
cesis "un poder propio, ordinario é inmediato" en consonancia con el "supremo po
der de ¿Iglesia", eíproblema de f^^
de avenir los
,textos neotestamentarios para refrendarla primacía de Pedro (Mat. 16,18) ,sin obje
tar su condición de "primus ínterpares",, "colega", "coigual" con los demás apósto
les, como lo testifica el propio Pedro (IPe. 5,1). Por más que se pronuncie en actitud
de síntesis, la resolución conciliar sobre la infalibilidad y primacía del papa no logra
desmentir su posición de anü'tesis.
4. Cuestionamiento y refutación
" El mentís a la doctrina de-la infalibilidad está dado por la praxis actual segui
da por el Romano Pontífice y que induce a preguntarnos: Si el papa es infalible y en
efecto se considera tal, ¿por qué no decide individual y personalmente? ¿Por qué se
remite y consulta a los "especialistas", a lo sumo dotados de sabiduría humana, es
tando 61 personalmente "inspirado", avalado direela c inmediatamente por el mismí
simo Espíritu Santo? ¿Para qué necesita consenso ecuménico, si es por sí solo porta
dor de la sabiduría-verdad divina c incapaz de errar "infide et in moribus"!
4.1. Los autores del Concilio
<
Sabemos que el Concilio (el Vaticano II) lo hicieron los teólogos y los diver
sos asesores, especialistas en las diferentes materias a tratar. Las Constituciones,
Decretos y Declaraciones conciliares proceden de estudios previos, sujetos a profun
das discusiones y objeto de sucesivas correcciones. Ante, esto la actitud del papa in
falible pareciera reducirse a refrendar los resultados teológicos, éticos y científicos
aportados por los desinspirados y falibles especialistas. Por ejemplo: el problema de
la historicidad de los Evangelios, sometido a revisión en el Vaticano II y objeto de
la Constitución "Dei Verbum", pasó por cinco esquemas distintos, fue discutido rei
teradamente en varias sesiones y reformulado sucesivamente con sustituciones, adi
ciones, supresiones, matices estilísticos y semánticos antes de ser definitivamente
acogido y aprobado. (Cf. CE.-p.50-ss). •
4.2 Infalibilidad y error
El hecho inocultable es que la Iglesia, dictaminando "in fide et in moribus",
hablando "ex cathedra" como "maestra infalible de la verdad", asistída¿directamente
por la divina "inspiración" del Espíritu Santo, ha incurrido en el error y efectiva-
T "^sTüjusissBasgisracjíw»"
Martín S.,A. Revista deFilosofía, 20, 2/1994, pp.95-llÓ
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mente ha errado. Y no tiene sentido ni posible acogida tratar de ocultar que se ha
equivocado. Para no extendernos más, hagamos solamente referencia al campo de la
Sagrada Escritura, que es sin duda el principal foco de errores y contradicciones en
que la Iglesia infalible se ve inmersa y, para colmo de males, incapacitada de rectifi
car. Porque la Biblia, en su totalidad, "con todas sus partes", sin posibilidad de res
tricción ni supresión alguna, está definida desde Trento al Vaticano II como "pala
bra de Dios", dando categoría de dogma de fe a lafinerrancia de la Escritura":
"Si alguien, pues, no tuviere por canónicos y sagrados estos libros, ínte
¡-
t"
gros, con todas sus partes, tal como fueron legítimamente establecidos
en la Iglesia católica y (tal como) aparecen en la vieja edición latina de la
Vulgata, y (si) consciente y deliberadamente rechaza las predichas tradi
ciones, sea anatema" (Decr. De Cahonicis Scripturis. -Conc. Trid.- Ses.
IV. -8-Apr-1546).
"Las verdades reveladas por Dios,fqué se contienen y manifiestan en la
Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La
Santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos
los libros enteros del Antiguo y del Nuevo Testamento con todas sus
partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a
Dios como autor y como tales le han sido entregados a la Iglesia misma"
(Const. De Divina Revelatione. -Cap. IH, No. 11. -CVII).
Hoy semejante posición es desde todo punto de vista insostenible; y sólo en
aras de intereses bastardos se ve obligada la Iglesia a soportar el peso de innúmeras
contradicciones. Nos limitamos a modo de ejemplo a mencionar algunas:
1) Ahistoricidad: Se ha pretendido elevar la'Biblia a nivel y condición de übro
histórico, contra todo concepto de historia, cuando sólo puede acceder al rango de
"Historia sagrada" y, en cuánto tal, mitológica, en la que el protagonismo humano es
desplazado y transferido a la Divinidad que crea de la nada, piensa y decide sobre
todo acontecer natural y donde los fenómenos portentosos y sobrenaturales remiten
exclusivamente a la sabiduría infinita, a la omnipotencia, a la voluntad y providen
cia de Dios.
2) La Biblia, en cuanto pretende ser histórica, no logra trascender los límites
de una mitología:
,
"Hay todavía personas que quieren tratar la Biblia como una enciclopedia
científica, como un archivo literal de la historia (...) o como libro-fuente
de textos para las pruebas teológicas. De hecho la tratan como algo dis
tinto a lo que es: una mitología. Lá mitología intenta concebir lo divino
en función de lo humano. El mito se atreve a hablar de la palabra divina
en palabras humanas, y lo consigue. De donde resultó que la dimensión
mítica adquirió un destacado énfasis en la Biblia, que los acontecimientos
108
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,, ,
históricos fueron bordados mitológicamente y qucincluso la narrativa
histórica misma fue contada en forma mitológica" (SR. -p.55-56). .
Frente y contra todo esto la Iglesia infalible trata de poner orden en el caos
buscando salvar el dogma y evitar a toda costa desdecirse reconociendo su error .
3) Acienticismo: Baste en razón de brevedad citar el acontecimiento milagro
so del libro de Josué, cuando el primer juez de Israel "dijo en presencia de los israe
1
litas: Sol, detente en Gabáón; y tú, Luna, en el vallede Ajalóü. Y el sol se detuvo y
la luna se paró" (Josué 10,12-14). Bien sabidas son las funestas consecuencias del
infundado geocentrismo, pendiente de este texto y como tal sostenido e impuesto a
sangre y fuego por la Iglesia infalible, pese a Copémico y a Galileo y contra toda
evidencia científica a faVor del sistema heliocéntrico, enfrentado a semejante "ver
dad de fe revelada".
4) En la Sagrada Escritura aparecen aceptados y tenidos por canónicos libros
íntegros o fragmentos inobjetablemente apócrifos y pseudoepígrafos, libros acrónicos y cantidades de interpolaciones.
5) Y, para río seguir, ni él mismo Jesucristo, "Verbum et Verum Dei", es in
mune al error ni está exento de la condición falible propia del "Hijo del hombre".
Por más que la Iglesia trate de mostrar lo contrarioy de tapar el sol recurriendoa las
más peregrinas expücaciones, es indudable que Jesús se equivocó y que algunas de
sus profecías murieron sin cumplimiento, especialmente las enfocadas a la "Parusía"
o "Segunda venida deCristo" 8.
f;
Así lo evidencian los quince primeros capítulos del Génesis: en los relatos de la creación
y el paraíso, herencia de culturas mitológicas semitas precedentes, cuales son: el Enuma
Elis, con la visión grotesca de Yahvéh temeroso de ser suplantado por el hombre (Gen.
3,22); el politeísmo hierogámico cananeo, forzado a disfrazarse de monoteísmo (Gen.
6,1-4); el diluvio de Noé, tomado a la letra delpoemaakkadio dé Gilgamesh (Gen. 6,5-
22; 7,1-24; 8,1-22); et siccetera. (Cf.: MARTIN, A.: "La Biblia, entre la revelación y el
mito". -OPCIÓN. Univ. del Zulia. Maracaibo, Julio-1993. -p.32-49).
Así lo manifiesta, más acáde Trento, en el "Syllabus" del papaPíoIX (DS: 1707(2907),
en el Concilio Vaticano I, Ses. 3. DS: 1813(3034)), en las respuestas de la Pontificia Co
misión Bíblica (DS:2112(3400)), en el Decreto "Lamentabili" contra el "Modernismo"
(DS:2013-2018(3413-3418)), en la encíclica "Pascendi" de Pío X (DS:2976(3479),
2084(3485)), en. la encíclica "Spiritus Paraclitus" de Benedicto XV (DS:2163(3576),
2294(3829)), en la encíclica "Hümani Generis" de PíoXII (DS:2329(3898)), y asísuce
sivamente hasta el Concilio Vaticano II,
Recurramos al Texto Sagrado:
"Y serápredicado el evangelio delreino en todo el mundo, para (dar) testimonio a todas
las naciones; y entonces llegará el fin" (Mat. 24,14. -Marc. 13,10). Sin embargo, el mun-
ijftTwmwsewiirai!*)
^WiTOíWWSIBSSSSiW^WSlí^"
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109
5. Conclusión
El "Alea jacta est", blasónde gloriay victoria para Julio César, para la Iglesia
hasido fatal. Esta haquedado represada enmedio 'tiel Rubicón sin poder cruzarlo ni
volver atrás. Hay algo que la Iglesia debe hacer y no puede desde que selló como
verdad infalible, divina, irreformable, doctrinas sin consistencia ni actualidad. Por
que el carisma ostentado -en nuestro caso la infalibilidad pontificia- "imprime carác
ter" indeleble y eterno para Ella. Y está de por medio la "inspiración" ,del mismísi
mo Espíritu Santo,,que no admite ser desmentida o anulada. Afumar qíie, en tocan
do a la infalibilidad, el papa yerra, implica y complicaen el mismo error al Espíritu
Santo, supremo garante de la absoluta verdad. No hay marcha atrás. Reconocer erróres y confesarse falible atentaría contra toda la estructura edificada y la verdad in
mutable de la Iglesiacaeríaestrepitosamente como^castillo de naipes. ¿Y caería? No
lo creo. Más bien se asentaría en la verdad; esto sería lo recto y, sin duda, preferible.
Hasta me atrevo a insinuar que la fracción pensante y crítica y la que vive ad
herida al espíritu original del Evangeho en los entornos más significativos de la
Iglesia desearía liberarse dé ese lastre heredado, pero no se atreve. Se necesita valor
y humildad, se exige nobleza de espíritu y autenticidad y, más aún, es preciso jugar
se a perder la filiación eclesiásticacon el anatemadé la herejía por renunciar a reco
do ha seguido su curso, pese a que el evangeho ha sido predicado en todos los confines
de la tierra.
'
"Porque de cierto os digo, que no habréis acabado de recorrer todas las ciudades de Is
rael, antes de que venga el Hijo del hombre" (Maf. il0,23). Tampoco esta profecía se ha
cumplido. Y, además, entre los textos citados (Mat.j;24,14) y (Mat. 10,23) existen funda
dos indicios de contradicción.
"De cierto os digo, que no¡ pasará esta generación sin que todo esto acontezca. El cielo y
la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" i¡ (Mat.24,29-35. -Márc. 13,24-31. Luc.21,25-33). Pero pasó esa generación y han transcurrido otras muchas hasta el día
de hoy sin que lo predicho se haya cumplido.
i
"Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces
juzgará a cada uno conforme a sus obras. De cierto:os digo que hay algunos de los aquí
presentes, que no conocerán la muerte, antes de que hayan visto al Hijo del hombre ve
nir en su reino" (Mat.l6,27-28.-Marc.9,l.-Luc. 9,26-27). Al contrario, todos aquellos
murieron sin colmar la esperanza de ver venir al Hijo del hombre. Y lo mismo podemos
decir de los textos de (Mat.26,64.-Marc.l4,61-62).Y contra toda pretensión de infalibili
dad, también se equivocó Pablo (ITes. 4,15-17.-ICor.4,5; 16,22.-ITes. 2,19; 3,13; 5,23.Heb. 10,37). Y erró el primer papa, Pedro (IPe.4,7). Y por igual Santiago (Sant5,8).
(Cf.: MARTIN, A.: Jesucristo: ¿Hijo de Dios^Úniv. del Zulia.-Maracaibo, 1988.p.97-ss).
i
- •-.
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110
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nocer y acatar tan discutible privilegio que, por lo demás, carece de relevancia y de
sentido en la Iglesia de hoy. ¿Quién cree actualmente en la infalibilidad? ¿Acaso el
Sumo Pontífice?
,
•
.
.
»
¿Qué repercusión, qué necesidad condicionada tiene la infalibilidad en la natura
leza y razón de ser del cristianismo? ¿Qué beneficios ha logrado aportar al pueblo cris
tiano y a la propia institución eclesiástica la infalibUidad? ¿quépierde o qué ganala
Iglesia con ella? ¿Acaso El Hijo del hombre -más divino cuanto más humano- ha per
dido vigenciay prestanciapor haberse equivocado? ¡De ningunamanera! Lo que eri
Cristo tiene plena significación, ayer y hoy y mañana y siempre, es su mensaje de vida;
lo demás (Hijo de Dios, Ser infalible) sería un don, no un testimonio. Lo que El legó a
la humanidad fue su ejemplo de vida y muerte: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"
(Jn.14,6); "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no anda en tinieblas" (Jn.8,12).
¿Para qué querría Cristo la infaübilidad? ¿Quién se la exige?
El problema de la Iglesia de ayer y de hoy no está en el orden de sabiduríaverdad, sino en el contexto de testimonio-vida. El signo del cristiano, el rasgo,dis
tintivo y paradigmático de Cristo, no lo puso El "en que sois infalibles", sino que lo
definió diciendo: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos, si os guardáis
amor los unos a los otros" (Jn. 13,35). Pero cuando el poder no se sustenta en obras,
necesita abrazarse a los cansinas El testimonio de vida no necesita milagros: "Si no
queréis creerme a mí, creed a mis obras" (Jn.10,38). La Iglesia, en cambio, depende
del milagro, porque lamentablemente ha carecido del máximo argumento de credentidad, el ejemplo. También lo dijo Cristo: "Vosotros, si no veis milagros y prodi
gios, no creéis" (Jn. 4,48). A eso responde la exigida y obligada fe en la infalibili
dad, merced a la cual, la Iglesia -¡a pesar de todo!- ostenta su acceso y dominio so
bre la eterna y divina verdad.
Abreviaturas bibliográficas
CE: CABA, J.: De los Evangelios al Jesús histórico. BAC.-Madrid,80
CEC: Catechismus Ecciesia e Catholicac - Ed. Vaticana. -Roma, 92
CJC: Codex Juris Canonici.-BAC.-Madrid, 83
CVII Concilio Vaticano II. -BAC. -Madrid, 65
DS:
DENZINGER-SCHONMETZER:
Enchiridion
Synibolorum
Definitionum et
Declarátionum de rebus fidei et morum. -Barcelona, 63.
FUH: FRAILE-URDANOZ: Historia de la Filosofía (8 vol). -BAC. -Madrid, 85
HD: VARIOS: Historia de los Dogmas (4 vol). -BAC. -Madrid, 84
LHI: LORTZ, J.: Historia de la Iglesia (2 vol).-Cristiandad. -Madrid, 82
;
MDP: MUÑOZ IGLESIAS, S.: Doctrina Pontificia. -BAC. -Madrid, 55
[
PHM: PIJOAN, J.: Historia del mundo (12 vol). -Salvat. -Barcelona, 78
\
RHU: ROMANO TENENTI: Historia Universal (20 vol). -Madrid, 81
j
SR: SHORTER, A.: La Revelación y su interpretación. -Madrid, 86
i
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