Sombra y proyección Por Hugo Basile “Veis la paja en el ojo ajeno y no veis la viga en el vuestro. Limpia primero tu ojo para luego ver el del vecino” Jesús de Nazareth La historia que cada uno lleva consigo se alimenta con el devenir de la vida misma, lo que en cierta forma hace que muchas veces no nos detengamos demasiado a ver los contenidos que esa vida ha ido acumulando con el transcurrir del tiempo. Muchas son las cosas que vamos dejando de lado, que quedan en el camino, lo que al mismo tiempo deja de manifiesto que si hemos caminado es que hemos elegido un camino, y también que hemos dejado de lado otros. A veces, luego de mucho andar, vemos que el camino a tomar debería haber sido otro diferente a este, ya que no nos gusta el lugar al que llegamos. Pero la mayoría de las veces no nos damos cuenta de cuales fueron esos caminos que dejamos de lado, no los recordamos. Cada elección que hemos hecho ha dejado de lado cientos de posibles futuros que no hemos elegido, algunos mejores y otros peores que este. Muchas veces necesitamos hacer un duelo por las vidas no vividas. Pero el inconciente tiene absoluto registro de esos caminos ya que es el mismo el que desea llegar a un fin determinado, mientras que nuestro yo, generalmente, no tiene conciencia de ello. En este conflicto entre el Yo y el inconciente es que la psiquis se autorregula, y esa autorregulación llega de distintas maneras, siendo la proyección una de ellas. Los procesos inconcientes que compensan al Yo conciente contienen todos aquellos elementos necesarios para la autorregulación de la psique en su conjunto. A nivel personal, son las motivaciones personales no reconocidas concientemente que aparecen en los sueños, o los significados de situaciones cotidianas que hemos pasado por alto, o conclusiones que no hemos podido sacar, o afectos que no nos hemos permitido, o criticas que hemos evitado. Origen de las proyecciones: La sombra Para poder entender el funcionamiento de las proyecciones, es fundamental comprender su origen y, por tanto, la fuente de las mismas. Podemos decir que cuando llegamos al mundo lo hacemos con una cantidad de tendencias y conductas posibles, potencialmente desarrollables a las que llamamos arquetipos. Los arquetipos son estructuras virtuales de las conductas potenciales que puede llegar a tener un ser humano. Cuando hablamos de conductas potenciales no nos referimos a “ciertas conductas” sino a todo el espectro de conductas posibles en un humano. De esta cantidad de conductas probables solo se desarrollarán aquellas que el contexto en el cual vamos a crecer nos estimulen mas, y aquellas que no sean estimuladas serán suprimidas en una primera instancia (supresión como forma de eliminación conciente de una conducta) pasarán luego al plano del inconciente como formas reprimidas. Muchas de nuestras conductas espontáneas durante la niñez pasarán al plano inconciente en la medida en que la expresión de las mismas nos permita o no, sentirnos aceptados por el entorno. Aquellas conductas aceptadas por el entorno, serán las que con el tiempo irán conformando aquello que conocemos como personalidad, es decir, la forma social a través de la cual nos desenvolvemos en el mundo. El concepto sartreano “la mirada del otro nos define” implica que la aceptación o rechazo del otro es lo que en la infancia va delimitando nuestra propia experiencia de nosotros, y al mismo tiempo, esta experiencia, nos va definiendo en cuanto a lo que creemos que podemos incorporar o no para nuestra vida. “La mayoría de la gente se encuentra atrapada en la persona (máscara), que es una imagen de uno mismo más o menos inexacta y empobrecida, creada cuando el individuo intenta negarse a sí mismo la existencia de otra o varias tendencias que tiene.”1 Aquellas conductas propias que son enviadas al inconciente no quedan eliminadas, sino reprimidas, y entre ellas encontramos tanto conductas “antisociales” -en tanto no son las que la sociedad espera de uno (y en esta primera instancia llamamos sociedad a la estructura generadora de la misma en la infancia: los padres), - como aquellas que pueden ser maravillosas pero que no entran dentro de las conductas aceptadas por el entorno (por ejemplo, en determinados entornos la sexualidad puede ser algo terrible y pecaminoso en lugar de algo placentero). Decía que reprimir estas tendencias no significa eliminarlas, sino enviarlas a un espacio de la psiquis que sigue desarrollándose con el individuo, espacio al que llamamos la “sombra”. En este espacio de la psiquis las tendencias que han sido reprimidas siguen pujando por ser reconocidas, pero las barreras que tejimos son demasiado fuertes, ya que esas tendencias no coinciden con aquello que suponemos que somos. En el mismo momento en el que hacemos una elección estamos creando esa barrera, ya que las delimitaciones, al marcar lo que hay de un lado, dejan inmediatamente implícito lo que hay del otro. Sabemos que la psíquis siempre tiende a autorregular sus propias energías, lo inconciente puja por salir, y si no puede salir por medio del hacer concientes estas tendencias, lo hará por medio de otro mecanismo: la proyección “El mecanismo básico de la proyección es, pues, muy simple. Un impulso (enfado, deseo o lo que sea) que está en uno y que, naturalmente apunta al medio, cuando es proyectado aparece como un impulso que se originase en el medio y que apuntase hacia uno. Es un efecto bumerang, y uno acabará surrándose con su propia energía. Una persona que proyecta defiende enérgicamente su visión errónea de la realidad, pues es de la mayor importancia que el individuo demuestre que sus proyecciones están realmente ahí fuera, amenazándole”2 Es por esto que la proyección se toma como un mecanismo de defensa, porque la misma es una resistencia a admitir impulsos y rasgos propios que rechazamos porque consideramos terribles. El rechazo por estos aspectos que consideramos terribles, es un rechazo del otro hacia nosotros que ocurrió allá y entonces, y la amenaza que proviene de afuera es la de no ser aceptados. “Hay una faceta del Yo que se proyecta y que, por lo tanto, se aparece como externa, ajena, extranjera, existente al otro lado de la valla. Por consiguiente, construir una determinada demarcación es crear una proyección determinada, una faceta de uno mismo que ahora parece ser lo que uno no es. De la misma manera, re-conocer una proyección es disolver una demarcación. Cuando uno se da cuenta de que una proyección que parecía existir “ahí fuera” es, en realidad, su propio reflejo, forma parte de uno mismo, ha conseguido derribar esa demarcación particular entre lo que uno es y lo que uno no es. ...Entonces las facetas proyectadas ya no le amenazan a uno, porque son uno. Así pues, descender por el espectro es 1) disolver una demarcación mediante 2) el re-conocimiento de una proyección.3 El fenómeno de la proyección se reconoce como un mecanismo de defensa, y consiste en la “atribución inconciente a los demás de los propios sentimientos y cualidades que no reconocemos en nosotros mismos. ...existe la tendencia a tratar a las pulsiones como si no actuasen desde el interior, sino desde el exterior, para poder utilizar contra ellas el medio de defensa representado por el protector(superyo) contra las excitaciones.4 Podemos diferenciar las proyecciones de la transferencia porque en esta última se transfiere o se deposita en la otra persona un vinculo del pasado, en tanto que en la proyección transferimos reacciones y emociones. Aún así podemos decir que la transferencia puede enmarcarse como un tipo de proyección, aunque no toda transferencia es proyección. Podemos definir varios tipos de proyecciones, desde las patológicas a las simples. 1Proyección invertida: es la deformación máxima y se ve en la paranoia. Si hay un amor homosexual y el “yo lo amo” es inaceptable para mi, creo una formación reactiva en oposición a la realización del deseo a este sentimiento, que sería “ yo lo odio”, esta sería una proyección simple, pero la invierto y pasa a ser “el me odia” y por lo tanto me defiendo porque me da derecho a odiarlo. 2Proyección simple: “ yo creo que mi jefe me mira con bronca”. Esta puede ser una superposición de imágenes del pasado sobre imágenes del presente ante situaciones similares: “mi viejo me miraba con bronca”, transfiriendo la imagen paterna a la figura de mi jefe. 3Sensibilización: Si el jefe, efectivamente, manifestó cierto descontento, la proyección se hace más fuerte. 4- Exteriorización: Proyección preconciente lista para volverse conciente Un elemento puede pasar a través del campo de la conciencia, pero si no pasa a través del Yo no es un hecho psíquico conciente... Al mismo tiempo no hay conciencia sin discriminación de los opuestos, o sea que cuando uno toma conciencia de un hecho, este hecho nunca es una totalidad, porque deja sus opuestos afuera, pero de alguna forma, ese polo opuesto busca la manera de hacerse oir para intentar lograr el balance, la regulación. Un síntoma neurótico tiene una intención positiva, por lo tanto, ante la aparición de éste es fundamental la pregunta PARA QUÉ? Básicamente, si una persona toma conciencia del para qué le ocurre algo resuelve, en cierta forma una parte del problema, esto significa que puede lograr ese mismo resultado utilizando un recurso diferente del síntoma para resolverlo, y ese nuevo recurso se encuentran en el diálogo con el inconciente, el cual posee todo el material necesario, tanto personal como colectivo para la resolución del conflicto, ya que lo que está adentro es como lo que está afuera. Cuando un individuo tiene un problema, también tiene la solución, esto es: la conciencia de un conflicto muestra, y al mismo tiempo oculta, la totalidad del mismo. Todo lo inconciente se proyecta para luego, si es posible y necesario, ser reconocido afuera, hacerlo conciente e introyectarlo, es decir trabajarlo. La proyección en las situaciones grupales. Desde luego, vemos que la proyección solamente se realiza estando en contacto con otros, es decir, el otro se transforma en algo imprescindible para que podamos proyectar, y al mismo tiempo, la proyección se hace imprescindible para poder relacionarnos. A partir de las suposiciones que hacemos cuando nos encontramos con una persona es que se establece el puente, “ Cuando uno conozca mejor a la persona, habrá que descartar muchas de las primeras suposiciones y admitir que nuestras conclusiones eran incorrectas. Al menos que esto se haga, el contacto se trabará. Al principio uno tiene que proyectar, o sino, no hay contacto, pero después hay que ser capaz de corregir la proyección, y lo mismo vale no solo para los seres humanos, sino para todo lo demás. Es necesario que el aparato de proyección funcione en nosotros, porque sin el factor de proyección inconciente ni siquiera se puede ver nada. Supongamos que llevamos dentro un mentiroso inconciente y nos encontramos con alguien que miente como un chino. La única forma de reconocer al mentiroso en el otro es serlo nosotros mismos, porque de otra manera no nos daríamos cuenta de que el miente. Solo es posible reconocer una cualidad en la otra persona si uno tiene la misma cualidad y conoce la sensación que se experimenta al mentir.”5 Esto implica el hecho de que en las situaciones grupales siempre va a existir la proyección y otros mecanismos de defensa como parte de la dinámica que produce la interacción de los individuos, adjudicando y depositando tendencias propias reprimidas en todo aquel que tenga la posibilidad, por sus características, de ser el blanco. Seguramente las proyecciones se darán teniendo en cuenta las asimetrías existentes en el grupo, conforme a las situaciones que serán proyectadas. Muchas de esas proyecciones grupales podemos encontrarlas en la propia dinámica de los roles y los supuestos básicos grupales, ya que los liderazgos, las chivadas y los espacios en blanco, los ataques, las fugas y la dependencia darán lugar a la proyección de las distintas tendencias propias reprimidas, ya que son espacios pasibles de proyección por su condición arquetípico. Es imprescindible tener en cuenta que al hablar del grupo también incluimos a la figura del coordinador, al que también se le jugaran instancias de proyección que deberá detectar y trabajar a partir de la propia disociación instrumental. Siempre es necesario tener en cuenta cuáles son los puntos de “rose” con determinadas personas o determinadas situaciones, ya que este es rose es la delimitación de algo inconciente. Ken Wilber plantea que todo límite o toda demarcación ( en este caso, entre lo que decido ser y lo que en verdad soy) plantea dos potenciales frentes de batalla, ya que ellos delimitan una situación de conflicto (yo no soy el). Una delimitación indica un posible conflicto, porque marca la diferencia pero, al mismo tiempo nos muestra el único el punto de contacto. Cada encuentro es un reencuentro Pichon Riviére planteaba que cada encuentro es en verdad un reencuentro, fundamentalmente por el hecho de que manejamos instancias irracionales del vínculo en las que nos relacionamos con alguien desde lo conciente y con otro distinto desde lo inconciente. La telé es, en cierta forma, una inicial proyección de relaciones pasadas. Cuando esta telé persiste es un vínculo irracional sobre el que vamos a transferenciar y posiblemente proyectar. Sin embargo, como veíamos antes, no hay relación posible sin proyección, ya que en cierta forma, para poder concretar un vínculo recurrimos a nuestro archivo de vínculos pasados en forma inconciente para responder al mismo de tal o cual manera. Si nuestros vínculos primarios con el sexo contrario fueron disfuncionales, es posible que la relación que mantengamos con el sexo opuesto sea, inicialmente, negativo. Pero al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que siempre que conformamos un vínculo con el sexo opuesto, en realidad estamos poniendo en juego la proyección de nuestro opuesto en género: Los hombres proyectan sobre la mujer sus aspectos femeninos, en tanto la mujer proyecta sobre el hombre sus aspectos masculinos. En las relaciones iniciales profundas, es muy probable que nos enamoremos de nosotros mismos. Cuando hablamos de proyección de aspectos del género lo hacemos en referencia no solamente al plano sexual, sino que es abarcativo con las características del género en su conjunto., es decir, si tenemos en cuenta que lo racional es parte activa de lo masculino, en tanto lo emocional es parte activa de lo femenino, es posible que una mujer busque en un hombre este aspecto y proyecte realmente sus propias capacidades masculinas sobre el otro.. Lo mismo hará el hombre con sus aspectos femeninos. En las situaciones grupales, así como en la vida, todas estas situaciones inconcientes se pondrán en juego por medio de la proyección, formando parte del material implícito que deberá salir a la superficie, tanto en el alumno como en el coordinador, en el asistido como en el asistente. La proyección pone al descubierto aquellos caminos por los que alguna vez hemos transitado pero que ya hemos olvidado, caminos que, de hacer lo necesario, podemos volver a retomar. La proyección es un fenómeno de la psiquis pero al mismo tiempo del alma, ya que nos pone frente a nuestros ojos el espejo que nos permite reconocernos como un ser completo, quitándonos de enfrente al enemigo con el que peleamos todos los días y con el que debemos reconciliarnos: con nosotros mismos. 1 2 Ken Wilber, “Las conciencia sin fronteras” Id 1 Id 2 4 Id 3 5 von Franz Marie-Louise, “Alquimia: introducción al simbolismo” 3