Reseña 2013 Lecturas del Holocausto Desde hace ya algunos años familiares de los criminales nazis más destacados se empezaron a ocupar por conocer la verdad de sus parientes y, en muchos casos, descomponer la pátina de olvido y manipulación con que esas familias barnizaban el pasado de esos hombres y mujeres comprometidos con un régimen criminal. En Los hermanos Himmler. Historia de una familia alemana muchas ocasiones con la intención de proteger a sus descendientes, tras generaciones sin culpa alguna sobre aquellos actos. En los años setenta el periodista Norbert Lebert entrevistó a varios descendientes de jerarcas nazis (su hijo Stephan publicaría este trabajo en 2002, en castellano en 2005: Tú llevas mi nombre, la KATRIN HIMMLER insoportable herencia de los hijos de los jerarcas nazis), entre ellas a Barcelona Gudrun Himmler, hija del jefe de las SS y que octogenaria en 2011 Libros del Silencio protestó por la extradición de Klaas Carel a Holanda, responsable del asesinato de miles de judíos. No todos los descendientes serán 2011 nostálgicos del pasado cuando no abiertamente nazis, la mayoría reaccionan con sorpresa cuando comparan lo que conocen: padres, madres, abuelos y parientes ejemplares en sus casas, con lo que desconocen: la defensa, cuando no participación, de la labor homicida del régimen nazi por parte de esos familiares. Monica Hertwig salió traumatizada del cine cuando vio al actor Ralph Fiennes encarnar a su padre Amon Goeth en La lista de Schindler (y todavía el Goeth original era peor). En el documental Los hijos de Hitler el nieto del comandante del campo de Auschwitz, Rudolph Höss, queda prácticamente bloqueado cuando lo visita. El peso de una culpa que ya no es suya, si acaso de toda una sociedad que lucha por elevarse desde ese mal a través del estudio o el reconocimiento a las víctimas, también del olvido, oprime a los descendientes actuales de aquellos nazis. Heinrich Himmler fue, tras Hitler, el segundo responsable directo del Holocausto y otras cientos de miles de muertes. Como jefe de las SS y ministro del Interior a él se debe la planificación y ejecución de la Solución Final, así como las masacres de opositores, comunistas, testigos de Jehová, homosexuales, rusos, gitanos y polacos. No estaba loco, en absoluto era un demente puesto al frente de una implacable maquinaria de la muerte. Era un personaje vulgar que consiguió que su nombre perdure en los libros de historia como representante de la maldad absoluta. Han sido bastantes los estudios sobre la figura de Himmler y su organización. Desde las biografías de Manvell, Padfield y Longerich, hasta las historias de las SS y la Gestapo de 1 Reseña 2013 Lecturas del Holocausto Lumsden, Delarue, Johnson o Walton-Kerr, pasando por trabajos de investigación sobre su obsesión por el ocultismo (Hale) y acabando por una multitud de novelas alrededor de su figura. En todas ellas Himmler es presentado como un burócrata frío y despiadado que siempre busca la mejor eficiencia en la muerte al servicio de los designios del Fürher, no duda en asesinar a sus propios amigos (Ernst Röhm), autorizar masacres o experimentos atroces, inventarse leyes que serán verdaderos crímenes contra la humanidad de por sí, a cambio de mantener contento a Hitler e instaurar su estado de terror. Pero cuando Hitler va a caer en 1945, ahí está el “leal” Himmler tratando de negociar su propia supervivencia. Katrin Himmler, la autora de este ensayo sobre su familia, demuestra valentía a la hora de hacerse preguntas incómodas al mismo tiempo que desarrolla una investigación documental que no desmerece ningún estudio académico. Katrin es nieta de Ernst Himmler, hermano pequeño de Heinrich dado por muerto también en 1945. El ensayo que nos plantea no es sobre la política o hechos del jefe de las SS –ya archiconocidos- sino sobre la vida familiar, la relación de hijos y padres, entre hermanos (Gebhard, el mayor, Heinrich y Ernst) y resto de parientes, en especial las mujeres, de una familia acomodada de Baviera en el siglo XX que abrazó al nazismo con fervor y se aprovechó de él para prosperar. Las imágenes que la autora nos trae de Heinrich Himmler no son las del jefe SS. Son las de un hombre que no destacó por su nivel intelectual, sino por su fanatismo nacionalista y hitleriano, pero que en su intimidad siempre tuvo dependencia de la opinión de sus padres, esposa y Gebhard, su hermano mayor. Es un Himmler más cercano al grotesco ser que se desmaya cuando presencia una ejecución de presos rusos, ese cuyo cuerpo fofo y blanquecino en una sauna nos describe en una escena surrealista Curzio Malaparte en Kaputt. Quizás sea lo más absurdo del nazismo: personas como estas son las que hicieron posible un antes y después en la historia de la humanidad desde la matanza y el horror. En el libro van apareciendo hechos que van explicando la presencia de la familia Himmler durante el régimen nazi. Aparte de la posición de Heinrich, Gebhard llegará a controlar la formación técnica y profesional del Reich, mientras Ernst será el responsable técnico de la radio al servicio propagandístico de Goebbels. Heinrich protegerá y promocionará a sus hermanos, que a su vez le ayudarán en la tarea de purgar de opositores, judíos o simplemente personas que no les cayeron simpáticas las instituciones por donde pasen. Los padres (Gebhard senior y Anna) serán estrictos y les inculcarán una severa disciplina –recuerda el ambiente opresivo que podemos respirar por ejemplo en la película La cinta blanca de Haneke-. Ya durante su infancia los niños Himmler recibieron una educación esmerada, pero basada en el nacionalismo a ultranza y el antisemitismo. Como objetivos del hombre alemán: fidelidad al deber y pureza de costumbres, escribirá el padre en una carta a los hijos en un viaje a Grecia. La Gran Guerra ahondó en esos sentimientos (un Heinrich adolescente escribirá un diario con 2 Reseña 2013 Lecturas del Holocausto expresiones tales como que los rusos deberían ser eliminados por ser sabandijas) y la derrota marcaría finalmente esos pensamientos excluyentes y rígidos, sumándoles ahora un peligroso descontento y resentimiento. La culpa de la derrota era de otros, las duras condiciones de vida de los primeros años de Weimar también, el odio hacia lo visto diferente o triunfador aumenta (el judío, el izquierdista, la mujer que no se pliega al tradicionalismo, el político, etc…). Mientras el padre trabaja como docente –la autora trae a colación el relato de uno de sus alumnos donde lo tacha de dictatorial- y la madre se ocupa del hogar en una católica Baviera, los hijos empiezan su propia vida en una irreversible cadena de acontecimientos que llevan de la participación en las algaradas del primer movimiento nacionalista –con los Freikorps- reprimiendo brutalmente a la República de los Consejos de Baviera, siguiendo por la adhesión incondicional a Hitler y su grupúsculo –participando Gebhard y Heinrich en el fallido Putsch de Munich- y terminando por ser el responsable directo de la política genocida del régimen nazi u ocupar altos cargos. Entre medias la vida familiar: bodas con esposas que simbolizan el ideal ario de mujer, malas relaciones entre cuñados y suegros, expropiaciones de casas a sindicalistas para que viviesen allí los Himmler, orgullo de los padres ante la posición de sus hijos, los niños nacidos de los matrimonios de los hermanos y su obsesión de que entre tantas mujeres solamente Ernest, el hermano menor, engendrará a un varón que perpetúe el apellido: precisamente el padre de Katrin, también Ernest de nombre. 3