22 | Marzo de 2015 | Edición mensual mundo www.LaGranEpoca.com Conozca al único médico que escapó del Khmer Rouge Joshua Philipp La Gran Época - @JoshJPhilipp N al Oum dijo que nunca olvidará el día en que el Khmer Rouge (Jemer Rojo) tomó la capital. Él era uno de los poco más de 400 médicos en Camboya, y se quedó a pesar de la conflagración que envolvía a su país, con la creencia de que los médicos siempre serían neutrales y trabajarían para salvar cualquier vida, independiente de política, raza o credo. Ahora entiende que estaba equivocado. Él, como muchos otros, no creía que los humanos fueran capaces de hacer semejante mal. Fue una tarde muy ocupada en el hospital de fabricación francesa en Phnom Penh cuando los hombres de uniformes negros dieron órdenes de desalojar la capital de Camboya. El Jemer Rojo envió a jóvenes con rifles de asalto para llevar a cabo sus órdenes. El trabajo había mantenido a Oum ocupado. Había enviado a su entonces esposa y dos hijos a Francia a esperar el fin de la guerra, lo que le dio más tiempo para atender a los heridos, como uno de los responsables del hospital. El hospital había sido construido originalmente para albergar a cerca de 450 pacientes, pero con la guerra civil ellos tenían más de 1.000. Las camas estaban llenas. Muchos de los enfermos y heridos yacían en el suelo. Uno de los edificios alojaba a más de 100 niños, de todas las edades, incluyendo bebés. El 17 de abril de 1975, el día en que el Jemer Rojo tomó la capital, Oum estaba allí, con los niños. “Recuerdo de memoria las pequeñas camas”, dijo. Cuando los hombres comenzaron a desalojar al personal del hospital, Oum les preguntó quién se haría cargo de los pacientes sin médicos ni enfermeras. Ellos simplemente le dijeron que saliera, que se encargarían de los pacientes. “Pero todo era mentira”, dijo Oum. “En ese momento no dejaba de pensar en que todos aquellos niños morirían”. “Hasta ahora, la imagen de esos niños está todavía en mi mente. No pude cumplir mi trabajo de salvarlos”, dijo y agregó: “Es algo que me persigue todos los días”. “Mi hospital desapareció en cuestión de horas”, dijo. “Se convirtió en un hospital fantasma”. Los campos de exterminio Oum es mi suegro, y fue uno de los primeros hombres educados en exponer el genocidio que tuvo lugar en Camboya entre 1975 y 1978. Formó parte de las delegaciones que expusieron los crímenes contra la humanidad cometidos por el Jemer Rojo. Los medios de comunicación franceses lo han llamado el “Doctor Zhivago de Camboya”, refiriéndose a una novela sobre un médico durante la Revolución de octubre en Rusia. El Jemer Rojo apuntó a una larga lista de víctimas, sus formas de asesinato fueron también diversas. Las personas fueron fusiladas, asfixiadas, cocinadas vivas en hornos de cerámica, asesinadas a golpes, enterradas vivas y muertas de hambre. La Universidad de Yale recopiló una serie de historias de los que sobrevivieron. Una historia de Teeda Butt Mam citó a un anciano que conoció, quien dijo: “Se necesita un río de tinta para escribir nuestras historias”. El ex secretario de Estado Henry Kissinger escribió en su libro de 1982 “Años de Agitación” que “Ningún país sufrió una serie de miserias como Camboya en la última década”. Kissinger relató cómo, des- pués de que Camboya fuera invadida por los vietnamitas del Norte en 1965 y bombardeada por Estados Unidos después de 1969, estalló una guerra civil. Esta guerra dejó al Jemer Rojo en el poder y, después de haber sufrido un genocidio a manos de los Jemeres Rojos, Camboya fue invadida de nuevo en 1978 por Vietnam del Norte. Oum es el único médico conocido que escapó de uno de los campos de exterminio. “De lo que más fui testigo”, dijo Oum, “fue de este infierno inesperado en la Tierra”. El día de la marcha Los asesinatos comenzaron casi de inmediato. Después de que Oum fue desalojado de su hospital, fue enviado en una larga marcha fuera de la ciudad, que se adentró en el campo. La gente fluía en todas las direcciones y hacia destinos desconocidos, guiados por soldados armados. La gente no tuvo oportunidad de agarrar sus pertenencias, las familias no tenían tiempo para buscarse el uno al otro. “Ni siquiera sabíamos a dónde ir”, dijo Oum. “Sólo nos dijeron que siguiéramos hacia adelante todo el tiempo, y no volviéramos a la ciudad. De lo contrario, los jóvenes soldados tenían sus armas, y de vez en cuando disparaban un tiro al aire como advertencia para que siguiéramos caminando”. Finalmente, se detuvieron por comida. A las personas se les dijo que se alinearan por un pequeño puñado de arroz, que distribuyeron los soldados. Un hombre en No dejaba de pensar en ese momento, que todos aquellos niños morirían pantalones cortos mostrando su pecho vino y pidió arroz, “luego vi a uno de los soldados con un traje negro salir de un camión”, dijo Oum. El soldado ató las manos del hombre atrás de su espalda, lo empujó afuera de la gente que estaba alineada, “Entonces oí los dispa- ros”, dijo Oum. El joven rodó, y la tierra roja seca resopló en el aire a su alrededor. Los asesinatos pronto serían comunes y corrientes en la marcha que duró un mes. “Vimos cadáveres por todas partes”, dijo. El pueblo camboyano fue encarcelado en granjas y obligado a trabajar en los campos de arroz. Muchas personas fueron trasladadas varias veces, una estrategia utilizada para desorientarlos y para evitar que los presos se familiarizaran demasiado unos con otros. La presión mental era constante. El Jemer a menudo asesinaba a las personas y dejaba los cuerpos en los campos de arroz para que los prisioneros los vieran. “Los ponían en tumbas poco profundas, por lo que más adelante siempre hedían los cadáveres en descomposición”, dijo Oum. “Vivimos una época de terror, las personas no se atrevían a hablar”, dijo. “Nos decíamos que si queríamos sobrevivir necesitábamos volvernos ciegos, mudos y sordos”, agregó. “No teníamos nada que decir, incluso si presenciabas algo con tus ojos, necesitabas actuar como si no hubieras visto nada”. El escape Oum fue trasladado a cuatro campamentos diferentes, y cuando estaba en un tren siendo enviado a su último campamento cerca de seis meses después de que el Jemer Rojo tomara el poder, se dio cuenta de algo terrible. “Cuando viajaba en tren de un distrito a otro, no veía a muchos niños”, dijo. Sólo hace poco se supo qué había pasado. Cuando el ex comandante de la prisión Kaing Guek Eav, más conocido como “Duch”, fue juzgado en 2009 por los 16.000 camboyanos torturados y asesinados en su prisión S-21 en Phnom Penh, se le preguntó acerca de las denuncias de que los guardias ejecutaron a los niños golpeando sus cabezas contra troncos de árboles. Duch reveló la política de los Jemeres Rojos con los niños detenidos: “No hay ninguna ganancia para mantenerlos, y podrían vengarse de ustedes”. Así que, para evitar el riesgo de que los niños crecieran y buscaran venganza por sus padres, mataron a los niños y a los bebés. Oum dijo durante su primer mes como prisionero, que sabía