LAS MUJERES: EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA La situación de la mujer Las mujeres en Atenas carecían de derechos políticos y parecen haber perdido la importancia social que habrían tenido en época minoica, incluso en época homérica. Las mujeres estaban confinadas dentro de la casa donde sin embargo gobernaban todo según su criterio. Las mujeres salen muy pocas veces del gineceo, dependencias dentro de las casas destinadas a las mujeres. Nada que ver con el panorama que nos presenta Safo de una escuela donde van las jóvenes a aprender música y poesía, ni con la situación de las jóvenes en Esparta, que se entrenaban lo mismo que los jóvenes. Las mujeres aprenden todo lo necesario dentro del hogar, de su madre y su abuela y en ocasiones de las sirvientas de la familia. Aprende sobre todo cómo llevar la casa, y en ocasiones rudimentos de lectura, cálculo y música. Solamente salen de su casa con ocasión de las fiestas de la ciudad o de algún evento social como puede ser un entierro, y siempre lo hacen acompañadas de una esclava al menos. El matrimonio Las jóvenes no elegían a su futuro esposo, no existía el "enamoramiento" tal como lo conocemos, sino que era el kyrios , que podía ser su padre o a falta de él, su hermano o el varón que estuviera al mando de la familia, el que elegía con quién debía casarse. El ateniense se casaba fundamentalmente para tener hijos que lo cuiden en su vejez y continúen con el culto familiar. En Esparta los solteros eran castigados por la ley, y en Atenas aunque no se llegaba a lo mismo, la presión social era muy fuerte para que los varones se casaran. Aunque el incesto no estaba prohibido por ley en la Atenas clásica se consideraba abominable la unión entre ascendiente y descendiente, que podía atraer el castigo de los dioses. Lo mismo para la unión entre hermanos nacidos de la misma madre, pero no se veía mal que se casaran hermanos nacidos del mismo padre. Las prácticas endogámicas, es decir, de matrimonio dentro de la misma familia, no estaban mal vistas pues era una manera de mantener el patrimonio familiar. Hesíodo aconsejaba que el hombre se casara a los treinta años con una mujer de dieciséis. Las jóvenes podían casarse desde su pubertad, o sea, desde los doce o trece años, aunque se esperaba a que tuvieran catorce o quince. Los jóvenes no se casaban nunca antes de su mayoría de edad, a los dieciocho años, o incluso hasta después de haber pasado su servicio militar, que duraba de los dieciocho a los veinte años. El ritual del matrimonio El ritual que marcaba el matrimonio era la engyesis , especie de petición de mano. Se trataba de un acuerdo entre el pretendiente y el kyrios de la joven. Se pronunciaban unas palabras rituales y se entregaba una dote como "señal". Tenía que haber dos testigos, aunque la novia no tenía que estar presente. Podía no haber dote, pero parece que esta era la que diferenciaba el matrimonio del concubinato. La ceremonia de boda propiamente dicha se llamaba ecdosis (entrega) y no se conoce en profundidad, pero podemos hacernos una idea. Para que se diera el gamos o consumación del matrimonio debía celebrarse el traslado de la esposa a la casa de su pretendiente. Esta era la principal ceremonia de boda. Solía celebrarse poco después de la engyesis, pero también es verdad que por superstición se prefería hacer durante la luna llena. El mes favorito para las bodas parece que era enero (Gamelion), consagrado a la diosa Hera, diosa protectora del matrimonio. La ceremonia comenzaba el día anterior al traslado de la novia a su nuevo hogar, con un sacrificio a los dioses protectores del matrimonio (Zeus, Hera, Ártemis, Apolo, Peitho), a quienes la novia consagraba sus juguetes de niña. El rito principal consistía en un baño purificador de la novia, para lo que se iba a buscar agua a la fuente Calirroe. El día de la boda se decoraban las casas del novio y de la novia con ramas de olivo y laurel, se hacía un sacrificio y se celebraba un banquete en casa del padre de la novia. La novia va velada y acompañada de sus amigas, lo mismo que el novio. No comen en la misma sala hombres y mujeres. Al final de la comida, la novia recibe regalos. Después, hacia la noche ya se formaba el cortejo que iba a acompañar a la novia a su nuevo hogar. Los novios iban en un carro conducido por bueyes y adornado con flores. Los amigos seguían detrás portando antorchas y cantando el himeneo, canto de boda. Cuando llegan a casa del novio, los padres de este los reciben y derraman sobre la novia nueces e higos secos. También le ofrecen parte del pastel nupcial, hecho con sésamo y miel y un membrillo o un dátil, símbolos de fecundidad. Después la pareja entraba en el tálamo, y un amigo del novio se quedaba a la puerta haciendo guardia. Los demás amigos cantan y hacen bulla para ahuyentar a los malos espíritus. Al día siguiente continuaba la fiesta y los padres de la novia llevaban regalos a los recién casados (epaulia) y se hacía entrega de la dote prometida en la engyesis. Al cabo de unos días el novio ofrecía un banquete a sus compañeros de fratría, importante ya que los hijos nacidos de este matrimonio pertenecerían con el tiempo a esta misma fratría. En el caso de Esparta, las relaciones entre hombre y mujeres estaban dominadas por la idea de la eugenesia, es decir, con la idea de engendrar hijos sanos y fuertes, hasta el punto de que permitía que un marido anciano presentase a un joven a su esposa para que engendrase hijos con él. Los maridos podían repudiar a sus mujeres, pero debían devolver la dote entregada, lo que constituía a veces un freno. La mujer que cometía adulterio debía ser repudiada so pena de atimía o pérdida de los derechos de ciudadano para el esposo. El divorcio era fácil en el caso de que lo solicitara el hombre, pero la mujer debía pedir ayuda al arconte, con un escrito donde estuvieran expuestas sus razones. Este lo examinaba y determinaba si eran de peso o no. No se consideraba suficiente motivo la infidelidad por parte del marido, pero sí los malos tratos a la esposa. El divorcio estaba mal visto para las mujeres. La vida cotidiana de las mujeres Las mujeres vivían confinadas en el gineceo. Como hemos dicho antes, apenas salían a la calle, aunque las familias pobres, que tenían casas pequeñas y malas, permitían que las mujeres salieran, incluso que trabajaran fuera para ayudar al sustento de la familia. Las mujeres burguesas, cuando salían, lo hacían acompañadas de alguna esclava, si iban a la compra. Las otras ocasiones eran las celebraciones familiares así como las fiestas de la ciudad, en espacial las Tesmoforias. Las mujeres gobernaban todo lo relativo a la vida dentro de la casa, vigilaba los trabajos de los esclavos, les ordenaba lo que tenían que comprar, administraba el dinero. El símbolo de la autoridad dentro de la casa de la mujer eran las llaves de las distintas estancias y en especial del depósito de provisiones. La imagen que nos trasmite Aristófanes en sus comedias de la vida de las mujeres en Atenas es un poco distinta a esta que hemos dicho. Parece que gozan de mayor libertad para entrar y salir de la casa, y esto es debido en parte a que nos retrata la época de la Guerra del Peloponeso, en la que los hombre, ocupados en expediciones guerreras, deben delegar muchas atribuciones en sus mujeres. Las mujeres salían a menudo, siempre en compañía de alguna esclava, a casa de las vecinas con la excusa de pedir alguna cosa y de esta manera poder pasar un rato de charla y diversión. Es seguro que las mujeres tenían derecho a asistir a las representaciones teatrales, sobre todo a las tragedias y dramas satíricos. Respecto a las comedias, parece que se aconsejaba a los maridos que no llevasen a sus mujeres, ya que se consideraba que era un espectáculo más licencioso. El amor No parece que hubiera en Atenas un verdadero amor entre los esposos, dada la separación que había de la vida cotidiana de mujeres y hombres. Las mujeres en el gineceo, los varones en el ágora o en el andrón, en la casa. Por esto, los hombres podían buscar la satisfacción de sus apetitos carnales fuera de casa, con muchachos o cortesanas. Esto se acentuó con la Guerra del Peloponeso, cuando la peste en Atenas provocó una mortandad tan grande que influyó en la moralidad pública. Las mujeres adoptaron costumbres más libres, como las espartanas. Un caso especial es el de Aspasia, la amante de Pericles. Era extranjera, de Mileto, y fue blanco de los cómicos por su modo de vida libre. Asistía a los banquetes, participaba en un mundo de hombres al que las mujeres no tenían normalmente acceso. Por esto se la consideraba una prostituta. Lo que no perdonaban los atenienses a Pericles es que hubiese repudiado a su legítima esposa para unirse a la extranjera. Era normal en el siglo IV que los atenienses tuvieran una concubina aparte de su esposa. Se dice que Sócrates tenía una concubina, Mirto, a parte de su esposa Jantipa. Las cortesanas, hetairai, solían ser esclavas. Podían cobrar solo un óbolo pero otras cobraban muchísimo más. Sabemos el nombre de alguna que alcanzó fama por su belleza, por ejemplo Friné, que sirvió de modelo para la Afrodita de Praxíteles. Los hijos Los matrimonios no solían tener demasiados hijos. Ya Hesíodo aconsejaba no tener más de un hijo. Platón decía que lo mejor era tener un hijo y una hija. Los medios de tener menos hijos eran el aborto y el abandono de los bebés. El aborto no estaba prohibido, pero la ley protegía al padre del niño, es decir, que sin su consentimiento la mujer no podía abortar. No se podía matar a un recién nacido, pero sí se podía abandonarlo, normalmente dentro de un cacharro de barro que le podía servir de tumba (si no lo recogían). En Esparta se lavaba al recién nacido con vino, con la idea de que así se probaba si era fuerte. Los niños que nacían con defectos físicos eran abandonados. Las mujeres atenienses daban a luz ayudadas por las mujeres de la casa. En casos difíciles, podían llamar a una partera o a un médico. Antes del nacimiento se untaba la casa con pez para alejar a los demonios y proteger la casa contra las mancillas. En cuanto nacía el niño se colocaba en la puerta de la casa un ovillo de lana, si era niña, o una rama de olivo si era varón, para informar a los vecinos del sexo del recién nacido. A los cinco o siete días después del nacimiento se celebraba la fiesta de las Anfidromias, en las que se llevaba al niño corriendo alrededor del hogar y en la que participaban todos los que habían tenido que ver con el nacimiento, así como toda la familia. A partir de entonces, el niño entra a formar parte de la comunidad y el padre ya no puede repudiarlo. El décimo día después del nacimiento el padre celebra un sacrificio y un banquete. Entonces el niño recibe su nombre. Al mayor de los varones se le solía dar el nombre del abuelo paterno. Los invitados traían regalos para el niño, en especial amuletos. Los ancianos. La muerte En todo el mundo griego era muy importante la figura de los ancianos, a quienes había que respetar y cuidar, estando penado por la ley todo aquél que incumpliera estos deberes. La obligación más importante era la de dar sepultura a los padres. Los hijos arreglaban el cadáver, lo envolvían en sábanas blancas dejando la cara al descubierto. Se les enterraba con anillos y joyas de valor. Según las épocas, le ponían una moneda en la boca para que pagara a Caronte. Parece que los antiguos griegos tenían la costumbre de utilizar la boca como monedero. A veces se les ponía al lado un pastel de miel para Cérbero. El cadáver se exponía en el vestíbulo de la casa un día o dos, con los pies en dirección a la puerta. Todos los hombres tenían acceso a este velatorio, pero solamente algunas mujeres que tenían directa relación con el difunto podían asistir. A veces se pagaba a plañideros y plañideras para entonar el treno o canto fúnebre. Ante la puerta se colocaba un vaso con agua lustral para que los que salieran de la casa del muerto, que se consideraba mancillada, se purificasen. La conducción del cadáver se solía hacer al día siguiente, antes de la salida del sol. Se hacen libaciones a los dioses y después se forma el cortejo. El muerto es transportado a mano o en un carro. A la cabeza, una mujer con un vaso para libaciones, después, los hombres, después, las mujeres de la familia y al final, los tocadores de oboe. En el cortejo de los que han sido asesinados se lleva delante del difunto una lanza en señal de la venganza que se va a ejercer contra el homicida. En el cementerio se puede inhumar o incinerar al cadáver. En este último caso, las cenizas se recogen y se colocan en una urna. Después se realizan libaciones. Después de dar al muerto el último adiós se regresa a la casa mortuoria, donde los parientes del muerto se lavan para purificarse y después participan en una comida fúnebre. Al día siguiente, se purifica la casa con agua de mar. Al tercer día, al noveno y al trigésimo después de los funerales se realizan sacrificios y banquetes. Después también en los aniversarios.