Interés, autonomía y bien común Veinte años de filosofía política * JOAQUÍN MIGLIORE Resumir lo sucedido en los últimos años dentro del campo de la teoría política resulta, cuanto menos, una tarea compleja. Dos labores se imponen desde un comienzo: la de seleccionar, por un lado, los autores y los hechos que consideremos relevantes y la de preguntarnos, por otro, al intentar delimitar el período del que habremos de ocuparnos, sobre la existencia de determinadas temáticas que, al polarizar todas las demás, puedan producir una determinada configuración cultural, “una forma, una figura, una cierta constelación de pensamiento”.1 Diversos han sido los intentos de captar este “espíritu”. En uno de los últimos manuales de Ciencia Política de uso más extendido (Robert E. Goodin and Hans-Dieter Klingemann eds., A New Handbook of Political Science, 1998), Iris Marion Young, al realizar su balance de la teoría política de las dos últimas décadas utiliza como perspectiva unificadora la idea de la “politización de lo social”. Cada uno de los temas a su entender más relevantes (teoría de los derechos a la justicia social y el bienestar; teoría democrática; teoría política feminista; posmodernidad; nuevos movimientos sociales y sociedad civil; y el debate liberal comunitarismo), cor responde a un “modo diferente de politizar lo social”.2 Bhikhu Parekh, oponiéndose a quienes sostenían la existencia de una “resurrección” de la ciencia política en las décadas posteriores a los 70, después de su eclipse en los 50 y los 60, 76 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 en su ponencia presentada en el XVI Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Ciencia Política (Berlín, Agosto de 1994), Algunas Reflexiones sobre la Filosofía- Po lítica Occidental Contemporána ,3 pretende encontrar, a falta de diferencias esenciales, una característica definitoria del nuevo período en la decadencia de las “prima donnas ” o “gurúes” que habían reinado hasta entonces (tales como Michael Oakeshott, Hannah Arendt, Isaiah Berlin, Karl Popper, Hayek, Sartre, etc.): “[L]a historia de la filosofía política posterior al 70 no puede ser escrita de la misma manera que la historia de la filosofía política previa. (...) La historia de la filosofía política de este período está indiscutiblemente centrada en pensadores , por lo que no es de extrañar que se haya escrito de esa manera. Por el contrario, la historia de las dos décadas posteriores estuvo centrada en pensamientos , y fue escrita más que nada en forma superpuesta y con agudas controversias”.4 Ahora bien, tanto por el acuerdo casi unánime de los autores,5 cuanto por la relevancia que tiene para el pensamiento católico, creemos que la aceptación de la temática ética como parte de la agenda de la politología “científica”, después de décadas de predominio sociológico, constituye uno de los fenómenos más significativos de estos últimos tiempos. Basta una simple mirada al listado de paneles del 19 Congreso Mundial de Ciencia Política de la IPSA (Durban, Africa, julio 2003) para corroborar, no sólo la existencia de comisiones específicamente dedicadas a los problemas valorativos (justicia, tolerancia, etc), sino, además, la presencia de la pregunta ética, normativa o valorativa en paneles que abordan las más diversas materias (globalización; raza etnicidad y género; colonialismo, propiedad, territorio y medio ambiente; derechos humanos; multiculturalismo, etc.). Este hecho, que supone volver a aceptar la posibilidad de un saber “práctico” no es, con todo, exclusivo de la ciencia política. Se ha señalado que la nueva vigencia de la filosofía, desde finales del siglo XX ha venido de la mano del renacimiento de las “éticas” (bioética, ecología, etc.), suscitadas por los nuevos desafíos que el dominio técnico sobre la naturaleza ha planteado a la libertad humana. En el caso de las ciencias políticas, además del intento de contestar a múltiples preguntas que plantea la convivencia (fundamentación de los derechos humanos, límites entre lo público y lo privado, justificación de la democracia, justicia distributiva y redistribución, resistencia a la opresión, son algunos de las cuestiones que plantea, por ejemplo, John Rawls, a las que podríamos agregar, y la lista es indefinida, problemas de género, organización de la familia, lugar de la mujer en la sociedad, reconocimiento de la diversidad cultural y de las minorías, etc.), la pregunta ética reaparece ligada a la necesidad de volver a repensar los fundamentos de la obligación política, en épocas en las que el “crepúsculo del deber” y un “individualismo irresponsable”6 parecen poner en jaque los cimientos mismos de la convivencia. El predominio positivista de mediados del siglo XX había excluido, por el contrario, del ámbito de la ciencia política, la posibilidad de hacer juicios de valor. Si, como afirma el positivismo, toda ciencia debe limitarse al conocimiento de los fenómenos; si hemos de reconocer como regla fundamental de la lógica “que toda proposición que no es estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho, particular o general no puede tener ningún sentido real e inteligible”,7 si la finalidad del conocimiento se reduce a la formulación de leyes que hagan posible la “predicción racional”, se ha de negar “todo valor cognoscitivo a los juicios de valor y a los enunciados normativos”.8 Los términos éticos pasan a tener, en consecuencia, solamente un significado emotivo. Ahora bien, a pesar de que en principio, las teorías empiristas se declaraban libres de toda pretensión valorativa, la convicción de que ciertos “hechos”, tales como el self inte resty la preocupación por maximizar el propio beneficio podían convertirse en hipótesis metodológicas capaces, en gran medida, de predecir comportamientos humanos, llevó, insensiblemente, a la fusión de las tesis empiristas con las del utilitarismo moral. Ya en el siglo XVIII Hume considera como una evidencia que “las propiedades del espíritu son el egoísmoy la geneosidad r limitada ”.9 La justicia nace, precisamente, como una convención que pretende remediar los inconvenientes producidos por dicha situación. Y dado que “la avidez por adquirir bienes y posesiones para nosotros y nuestros amigos es insaciable, perpetua, universal”, y que “todas las pasiones, salvo la del interés, son, (...) fácilmente dominadas”, resulta preciso, para fundar la sociedad, en vez de luchar contra la gran fuerza motora de nuestras acciones, mostrar que es la colaboración, y no el enfrentamiento, lo que resulta más conveniente a la consecución del propio beneficio. “La consideración del interés público o una benevolencia muy extensa, concluye Hume, no es nuestro motivo primero y original para la observancia de las reglas de justicia”. Aplicando algunos de los principios metodológicos propios de la Economía a los análisis de la realidad política, la teoría de la elección racional, hacia mediados del siglo XX, se convertirá, unida al empirismo, en la gran heredera de esta tradición. “El egoísmo -señala Buchanan en El cálculo del consens,ouna de las obras más representativas de esta escuela- ampliamente concebido, es una gran fuerza motivadora en toda actividad humana; (...) la acción humana, si no está limitada por restricciones éticas o morales, está dirigida más naturalmente hacia la consecución del interés individual o privaRevista Valores en la Sociedad Industrial 77 do”. De esta visión de la naturaleza humana, que se alejaban de sus conclusiones, la tuque es la esencialmente adoptada por los fivieron en cuenta para rebatirla), e influyó, lósofos utilitaristas, continúa, “se deduce diademás, en la manera de entender la filosorectamente que el ser humano individual fía política. Como señala Bhikhu Parek, “dadebe sufrir algún esfuerzo para restringir do que Rawls era una figura import a n t e sus pasiones y que debe actuar de acuerdo (...) varios autores aceptaron la idea de que con principios éticos o morales siempre que la filosofía política era una rama de la filolas instituciones sociales y las costumbres sofía moral; y dado que esta última era dicten alguna desviación de la búsqueda de esencialmente normativa, la tarea de la filolos intereses privados. Tal esfuerzo, como tosofía política era no sólo desarrollar princidos esfuerzo, es escaso: es decir, es económipios para evaluar la estructura social, sino co. En consecuencia, debería economizarse también para diseñar instituciones, procedisu empleo. Dentro de lo posible se deberían desamientos y políticas apropiadas. Como él, rrollar instituciones y limitaciones legales que or muchos analizaron el concepto de justicia y, denaran la búsqueda del beneficio individual de si bien muchas veces llegaron a conclusiotal modo que lo hagan consistente con, en vez nes de distintas, sus métodos de indagación contrario a, la obtención de los objetivos udel po gr eran parecidos”.11 como un todo .”10 Ahora bien, más allá de los temas abordados por Rawls, y de las soluciones por él propuestas, quisiéramos detenernos en alLa propuesta novedosa de John Rawls gunas notas determinantes de su manera de entender el problema moral, en especial, el Existe acuerdo, entre autores de la más problema de su liberalismo , que ha tenido indiversa procedencia, en afirmar que la figunumerables consecuencias. ra de John Rawls simboliza, como ninguna, La pregunta fundamental con la que el fin de este predominio positivista prácticaRawls comienza Teoría de la Justicia , y que mente inobjetado hacia mediados del siglo atraviesa, por lo demás, todas sus obras, es XX. Su Teoría de la justicia , publicada en la de cómo hacer posible la colaboración 1971, puede ser vista, en gran medida, como social entre individuos con objetivos y proun intento de acotar, por un lado, la perspósitos diferentes. Su punto de partida es pectiva conductista, al reivindicar la posibiliel de Hume: las circunstancias que hacen dad de un preguntar “científico” sobre la necesaria la justicia son la escasez de los justicia frente a quienes defendían la subienes y el que los individuos sean “mutuapuesta avaloración del conocimiento y de semente desinteresados” (no hace falta la jusñalar, por otro, las insuficiencias del planteo ticia en una familia, donde los recursos, si utilitarista. Si nos atenemos a la “geografía” bien escasos, se comparten, ni cuando su de la ciencia política, representa, además, el abundancia hace innecesaria la distribupaulatino desplazamiento de Europa y la ción), pero la respuesta del utilitarismo: cicreciente importancia de los Estados Unidos mentar la sociedad en el egoísmo, le parecomo centro de los debates políticos. Es resce insuficiente para garantizar la unión sopecto de la realidad de este país que el pencial. Oponiendo a la idea de sociedad priva samiento de Rawls se presenta como esenda (movida sólo por los intereses) la nocialmente novedoso, ya que tal vez resulte ción de unión social , Rawls considera que injusto hablar de inexistencia de la filosofía sólo una concepción compartida de la justipolítica en las décadas del 50 y el 60 si nos cia, capaz de fundar entre el individuo y la ubicamos en el ámbito del pensamiento eucomunidad una relación de obligació,ny no ropeo: de mera conveniencia, puede establecer Teoría de la Justicia,se convertiría desde el aquel vínculo que Aristóteles llamaba conmomento de su publicación en el centro de cordiay que Rawls denomina amistad cívica: numerosos debates (parte de su importan“La naturaleza social de la humanidad se cia consiste en que aún aquellos autore s manifiesta claramente en el contraste con la 78 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 concepción de la sociedad privada. Así, los seres humanos tienen, de hecho, objetivos finales compartidos, y valoran sus instituciones y actividades comunes como buenas en sí mismas. Nos necesitamos unos a otros como participantes de unos modos de vida comprometidos en la persecución de sus propios objetivos, y los éxitos y las satisfacciones de los otros son necesarios y halagüeños para nuestro propio bien. (...) Podemos decir, pues, siguiendo a Humboldt, que es a través de la unión social fundada en las necesidades y posibilidades de sus miembros cómo cada persona puede participar en la suma total de los valores naturales realizados de los otros. Llegamos así a la noción de la comunidad del género humano cuyos miembros gozan de las excelencias recíprocas y de la individualidad suscitadas por las instituciones libres, y reconocen el bien de cada uno como un elemento de la actividad completa, cuyo esquema, en su conjunto, es objeto de general consentimiento y complace a todos. (...) A menos que esta adhesión se funde con elementos de afectoy de amis tad, no mostrará los rasgos característicos de la unión social”.12 Rawls agrega, sin embargo, al punto de partida de Hume, lo que considera una circunstancia insoslayable del contemporáneo Occidente: el que los individuos que intentan cooperar tengan “no solamente planes de vida diferentes, sino (...) una diversidad de creencias filosóficas y religiosas y de doctrinas políticas y sociales”.13 Entre individuos con objetivos y propósitos diferentes, “una concepción compartida de la justicia establece los vínculos de la amistad cívica”.14 La conciencia de la imposibilidad de reducir a una unidad las diversas perspectivas religiosas y filosóficas, a las que denomina visiones comprensiva, sse va acentuando en Rawls hasta convertirse en la clave de sus últimas obras, especialmente de Liberalismo po lítico(1993): “Una sociedad democrática moderna se caracteriza no sólo por la pluralidad de doctrinas comprensivas, ya sean religiosas, filosóficas y morales, sino también porque ese conjunto de doctrinas comprensivas razonables es un pluralismo de doctrinas que resul- tan incompatibles entre sí. Ninguna de estas doctrinas cuenta con el consenso de los ciudadanos en general. Ni tampoco debiéramos suponer que en un futuro previsible una de ellas, o alguna otra doctrina razonable, algún día sea suscrita por todos o casi todos los ciudadanos de esa sociedad. (...) [U]na pluralidad de doctrinas comprensivas razonables, aunque incompatible entre sí, es el resultado normal del ejercicio de la razón humana dentro del marco de las instituciones libres de un régimen constitucional democrático”.15 Es por ello que una teoría de la justicia capaz de responder a las actuales circunstancias necesariamente habrá de ser liberaly política. Una concepción de la justicia es liberal cuando no presupone ninguna visión de lo que pueda ser una vida buena, cuando es independiente de toda doctrina moral. “En última instancia -sostiene Rawls- cuáles juicios morales son verdaderos no es asunto del liberalismo político”. 16 Esta independencia la expresa afirmando que la justicia tiene la primacía sobre el bien. De este modo, “cada persona es libre de proyectar su vida como le plazca (mientras sus intenciones sean compatibles con los principios de la justicia)”. Definida con independencia de lo bueno, “la única restricción sobre los p royectos de vida es que estos pro y e c t o s sean compatibles con los principios públicos de justicia”.17 Evidentemente, “los principios de justicia política imponen límites sobre la manera de vivir permisibles”, pero “aunque la justicia traza el límite, (...) no puede trazar tal límite demasiado estrechamente”.18 Rawls es plenamente consciente de que ésta es una de las notas centrales de su sistema: “Una de las más profundas distinciones entre las concepciones políticas de la justicia enfrenta a aquellas que consienten una pluralidad de concepciones del bien opuestas e incluso inconmensurables con aquellas que sostienen que no existe más que una única concepción del bien que debe ser reconocida por todas las personas, en la medida en que sean plenamente racionales. Las concepciones que se sitúan a un lado de esta distinción difieren en varios aspectos funRevista Valores en la Sociedad Industrial 79 damentales de las que se sitúan al otro. Platón y Aristóteles, y la tradición cristiana representada por San Agustín y Santo Tomás, se sitúan del lado del bien racional único. Estas concepciones son teleológicas y sostienen que las instituciones son justas en la medida en que efectivamente promueven ese bien. Asimismo, desde la época clásica, la tradición dominante parece haber sostenido que no existe más que una única concepción del bien, y que el propósito de la filosofía moral, junto con la teología y la metafísica, es definir su naturaleza. (...) En contraste, el liberalismo es una concepción política que supone la existencia de múltiples concepciones del bien conflictivas e inconmensurables, cada cual compatible con la plena racionalidad de los seres humanos. En consecuencia, el liberalismo supone que una característica fundamental de la cultura de una sociedad democrática es que los ciudadanos afirman una pluralidad de concepciones del bien conflictivas e inconmensurables”.19 Al igual que Kant, Rawls afirma, en consecuencia, que la función de la justicia es, en lo esencial, la de garantizar las esferas de autonomía individual. Su primer principio de justicia, tal como es formulado en Teoría de la Justicia: “Cada persona ha de tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas iguales que sea compatible con un esquema semejante de libertades para los demás”,20 presenta claras analogías con lo que Kant considera el principio universal del derecho: “Es justa toda acción que por sí, o por su máxima, no es un obstáculo a la conformidad de la libertad del arbitrio de todos con la libertad de cada uno según leyes universales”,21 se trata, pues, de defender “[l]a libertad (independencia del arbitrio de otro), en la medida en que pueda subsistir con la libertad de todos”.22 El principio de la igual libertad conlleva, necesariamente, la idea de un Estado no perfeccionista . Perfeccionista es aquella comunidad que tiene una ideal de excelencia humana y que en función de alcanzar este fin proyecta sus instituciones y define los derechos y las obligaciones de las personas. Pero, puesto “que los grupos no comparten 80 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 una concepción del bien, (...) [n]o tienen un criterio unánime sobre la perf e c c i ó n que pueda usarse como un principio para elegir instituciones”.23 Reconocer tal principio, agrega Rawls, “sería, en efecto, aceptar un principio que puede conducir a una menor libertad religiosa, o de otra clase, si no a una pérdida de libertad para conseguir muchos de los propios fines espirituales”.24 En consecuencia, “la perfección humana ha de buscarse entre los límites del principio de libre asociación. Las personas se unen para fomentar sus intereses artísticos y culturales, del mismo modo que lo hacen para formar comunidades religiosas. No usan el aparato coercitivo del Estado para obtener una libertad mayor, o unas porciones distributivas mayores, sobre la base de que sus actividades tienen mayor valor intrínseco. El perfeccionismo se rechaza como principio político”.25 Pero además de liberal, una teoría de la justicia capaz de dar respuesta a la fragmentación contemporánea ha de ser políticay no metafísica. Ello equivale a decir que para poder ser compartida “la concepción de la justicia debe ser, en lo posible, independiente de las doctrinas filosóficas y religiosas opuestas e incompatibles que profesen los ciudadanos”,26 que deliberadamente ha de permanecer en la superficie, filosóficamente hablando. Estas afirmaciones del último Rawls han merecido más de una lectura. Existe quien sostiene, como Richard Rorty, que esta renuncia a encontrar una justificación teórica representa un paso más en el proceso de secularización postmoderno y el camino que nos lleva a prescindir de la verdad. Otros, por el contrario, consideran que al abandonar las visiones comprensivas, lo que Rawls procura es superar las miras demasiado estrechas de la Ilustración, intentando fundar un sistema político sobre bases suficientemente amplias como para permitir la inclusión de las diferentes religiones. Desde que Rawls escribió su teoría de la justicia, comenta Martha Nussbaum, “ha estado cada vez más preocupado por el pluralismo religioso y acerca de si ciudadanos profundamente religiosos pueden aceptar los principios básicos del liberalismo, sin hacer violencia a sus convicciones más prodoctrina kantiana del derecho: “la ley unifundas”. versal de derecho: ‘obra exteriormente de El respeto de la autonomía y del derecho modo que el libre uso de tu arbitrio pueda a elegir libremente una concepción del bien conciliarse con la libertad de todos según no impide, sin embargo, que el vínculo que una ley universal’, es, en verdad, una ley que une a los ciudadanos, a diferencia de lo me impone una obligació”n.30 planteado por el utilitarismo, sea de naturaleza mora.l “Empecemos por considerar la objeción, afirma en Liberalismo político , de Las objeciones: el debate entre que, al no basarse en una doctrina comprencomunitaristas y liberales siva religiosa, filosófica o moral, la justicia en tanto que imparcialidad abandona el ideal A Theory of justice suscitó, inmediatamende una comunidad política, y considera a la te después de publicada, numerosas objesociedad como un conjunto de individuos ciones. Dado que, como señala Dworkin, en distintos, o de asociaciones distintas, que sóla obra podían hasta cierto punto distinlo cooperan en la consecución de sus ventaguirse los principios filosóficos a partir de jas personales o de asociación, sin tener ninlos que se razonaba de las soluciones conguna finalidad en común”.27 “Como réplica cretas a las que se pretendía arribar, algunas a lo anterior, continúa, debemos aseverar de las primeras críticas se detuvieron en ésque la justicia como imparcialidad efectivatas. Los libertarios , en especial, cuestionaron mente abandona el ideal de una comunidad lo que Rawls denominaba su segundo prinpolítica, si entendemos que ese ideal es una cipio de justicia, por el que se reconocían al sociedad política unida (parcial o plenaEstado competencias en materia de redistrimente) sobre una concepción comprensiva bución, con vistas a garantizar una igualdad religiosa, filosófica o moral. Esa concepción social y económica. Compartiendo en lo de la unidad social está excluida por el heesencial su liberalismo, en cuanto teoría cho del pluralismo razonable”. Sin embargo, que independiza el contenido de la justicia en una sociedad bien ordenada, “los ciudade cualquier teoría particular acerca de la danos tienen, en efecto, finalidades últimas covi-rtud o de la excelencia humana, Robert mune.s Si bien es verdad que no profesan la Nozick, en Anarquía, Estado y Utopía (1974), misma doctrina comprensiva, sí afirman y defendiendo la idea de un Estado mínimo, suscriben la misma concepción política de la consideró que no sólo la libertad merecía justicia.”28 Y ella consiste, como viéramos, ser tutelada, sino que la propiedad debía por parte de cada uno de los miembros de ser considerada, también, como un bien abla comunidad, en respetar la autonomía mosoluto. ral de los individuos que la componen. “Si Un poco más tardía, la crítica realizada bien el liberalismo político busca un terreno por un conjunto de autores denominados común y es neutral en su objetivo, importa comunitaristascuestionó, por el contrario, el recalcar que, no obstante, puede afirmar la núcleo mismo del sistema rawlsiano. El térsuperioridad de ciertas formas de carácter mino, hasta cierto punto resulta equívoco, moral y alentar la práctica de ciertas virtudes ya que agrupa a pensadores de muy distinta morales. Así, la justicia en tanto que imparprocedencia, separados en cuestiones tan cialidad incluye tomar en cuenta ciertas virrelevantes como su valoración o rechazo de tudes políticas: las virtudes de la cooperala Ilustración. Los une, de todos modos, la ción social justa, tales como las virtudes de la común oposición al “liberalismo” y la precivilidad y de la tolerancia, de la razonabilitensión de elaborar un concepto de sociedad y del sentido de imparcialidad. El punto dad política más denso, para lo que apelan decisivo es que admitir estas virtudes en una a filósofos como Aristóteles o Hegel, (Nino concepción política no lleva a la situación pudo titular un artículo dedicado a este deperfeccionista de una doctrina comprensibate “Kant versus Hegel, otra vez”). El inva”.29 Nuevamente encontramos ecos de la tento de convertir a la autonomía en el úniRevista Valores en la Sociedad Industrial 81 co valor que debe concernir a las pautas de organización social resulta, afirman, radicalmente insuficiente, y ello por varios motivos. Continuando con una vieja tradición de cuestionamiento a la primacía de los derechos subjetivos, 31 se sostiene que una política basada en el sólo reconocimiento de las libertades individuales no puede sino llevar al conflicto de intereses, conflicto que únicamente puede resolverse si recurrimos a una concepción sustantiva del bien. Esta visión del bien resulta, además, insoslayable porque sólo en referencia a ella pueden definirse los derechos. Experiencias como las del Quebec y su política de defensa de la identidad cultural llevaban, por otra parte, a autores como el canadiense Charles Taylor a considerar como no violatorio de los derechos individuales el que una sociedad pudiera proponerse alcanzar metas colectivas. “Quienes adoptan la opinión (afirma en La política del erconocimien)tode que los derechos individuales siempre deben ocupar el primer lugar y que, junto con las provisiones no discriminatorias, deben tener p recedencia sobre las metas colectivas, a menudo hablan desde una perspectiva liberal que se ha difundido cada vez más por todo el mundo angloamericano. Su fuente, desde luego, es Estados Unidos, y recientemente fue elaborada y defendida por algunas de las mejores cabezas filosóficas y jurídicas de esa sociedad, incluyendo a John Rawls, Ronald Dworkin, Bruce Ackerman y otros”.32 Ahora bien, continúa Taylor, “algunas suposiciones filosóficas muy profundas subyacen a esta opinión del liberalismo arraigado en el pensamiento de Immanuel Kant. Entre algunos de sus rasgos figura el de que esta opinión considera que la dignidad humana consiste en gran parte en la autonomía, es decir, en la capacidad de cada quien para determinar por sí mismo su idea de la vida buena. (...) Una sociedad liberal debe permanecer neutral ante la vida buena”. 33 Indudablemente, para una concepción de este tipo, una comunidad con metas colectivas como la de Quebec, para cuyo gobierno es axiomático que la supervivencia y el florecimiento de la cultura francesa constituyen un bien, viola este modelo. 82 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 Pese a ello, concluye, los quebequenses y quienes atribuyen similar importancia a este tipo de meta colectiva, tienden a optar por un modelo bastante distinto de una sociedad liberal. “En su opinión, una sociedad puede organizarse en torno de una definición de la vida buena sin que esto se considere como una actitud despreciativa hacia quienes no comparten en lo personal esta definición. Donde la naturaleza del bien re q u i e re que éste se busque en común, ésta es la razón por la que debe ser asunto de política pública”.34 Las respuestas del liberalismo no se hicieron esperar. Cada uno de los rasgos distintivos del comunitarismo, sostiene, por ejemplo, Nino, “puede generar, cuando es llevado a sus últimas consecuencias, componentes de una visión totalitaria de la sociedad”.35 La primacía de lo bueno sobre los derechos individuales permite “justificar políticas perfeccionistas que intenten ideales de excelencia o de virtud personal aún cuando los individuos no lo perciban como tales y, por ende, no suscriban a ellos”. La idea de que el elemento social es prevalente en una concepción de lo bueno puede, además “conducir a justificar sacrificios de los individuos como medio para promover o expandir el florecimiento de la sociedad o del estado concebido en términos holísticos”. La exaltación de los vínculos particulares con grupos sociales como la familia o la Nación puede servir de fundamento a las actitudes tribalistas o nacionalistas que subyacen a buena parte de los conflictos que la humanidad debe enfrentar. Esta primacía de la nación, por último, “puede dar lugar a un relativismo conservador”. Rorty sintetiza las que a su entender son las notas esenciales del comunitarismo afirmando: “la línea crítica que, procedente de Hegel, llega hasta los críticos contemporáneos del liberalismo, es historicist,a comunitaria y antiindividualista”.36 Urgido por las acusaciones, el comunitarismo ensayó su defensa. Detengámonos, en primer lugar, en la argumentación tal como la presenta Michael Sandel en el prefacio a la segunda edición de Liberalism and the Li mits of Justice , (1998),37 obra que, en su ver- sión de 1982, constituyera una de las primede relacionar la justicia con la idea del bien ras críticas “comunitaristas” a Rawls. Dessostiene que los principios de justicia dependen, pués de la avalancha de libros y artículos para su justificación, en el valor moral o en el dedicados al debate liberal-comunitarista de bien intrínseco de los fines a los que. sirve Desde los años 80 y 90, nos dice, resulta preciso esta perspectiva, la causa de reconocer un determinar, en primer lugar, en qué consisderecho depende de que pueda mostrarse tió la esencia de la discusión, ya que a meque permite alcanzar o sirve a algún bien nudo, ella es presentada como “una disputa humano importante. (...) Esta segunda maentre aquellos que priorizan la libertad innera de ligar la justicia a las concepciones dividual, y aquellos que sostienen que los del bien no es, estrictamente hablando, covalores o de la comunidad la voluntad de la munitaria. (...) Puede ser mejor descripta mayoría deberían prevalecer”. 38 Lo que está como teleológica o (en la jerga de la filosofía en juego, sin embargo, agrega, “en el debapolítica contemporánea), perfeccionis.taLa te entre el liberalismo rawlsiano y la visión teoría política de Aristóteles es un ejemplo que presenté en Liberalism and the Limits of de ello. Antes de que podamos definir los Justiceno es el problema de si los derechos derechos de las personas o investigar la nason importantes, sino de si los dere c h o s turaleza de la constitución ideal, escribe, es pueden ser identificados y justificados sin necesario primeramente determinar la napresuponer alguna concepción específica turaleza del modo de vida más deseable. En sobre qué sea la vida buena. (...) La cuestanto esto permanezca oscuro, también tión fundamental es, en otras palabras, whet- quedará oscura cuál sea la constitución más her the right is prior to the good, si el derech,o deseable”.41 (entendido en sentido subjetivo, a veces se Respondiendo a la acusación de relativistraduce la justicia) tiene prioridad sobre el mo cultural, o historicismo, Sandel afirma bien”.39 Pues para Rawls, al igual que para que de estas dos maneras de relacionar la Kant, la prioridad de lo justo sobre lo buejusticia con el bien, la primera resulta insuno tiene dos motivos, y es importante distinficiente. “El mero hecho de que ciert a s guirlos. El primero es la convicción de que prácticas hayan sido sancionadas por la ciertos derechos individuales son tan imporpráctica de una comunidad en particular, tantes que no pueden ser dejados de lado no es suficiente para hacerlas justas”.42 En ni siquiera por motivos de bienestar geneeste sentido puede decirse que tanto “los liral. El segundo es la afirmación de que los berales que piensan que la causa de los deprincipios de justicia que especifican nuestros - de rechos debiera ser neutral respecto de toda rechos no dependen para su justificación de- nin doctrina sustantiva tanto moral como religuna concepción particular sobre lo que sea una giosa” cuanto “los comunitaristas que pienvida buenao, como Rawls lo ha afirmado san que los derechos debieran fundarse en más recientemente, de una visión comprenlos valores sociales predominantes cometen 40 siva, ya sea moral o religiosa”. un error similar; ambos pretenden evitar proAhora bien, continúa Sandel, existen, a nunciar un juicio sobre los fines que estos su vez, dos maneras de referir la justicia al derechos promueven. Pero éstas no son las bien, y sólo una de ellas puede ser consideúnicas alternativas. Una tercera posibilidad rada, en estricto rigor, como “comunitarises que los derechos dependan para su justita”. Una manera consiste en sostener que ficación en la relevancia moral de los fines a los principios de justicia derivan su fuerza los que sirvan”.43 E intenta ilustrar sus asermoral de valores comúnmente sostenidos y ciones. Consideremos, por ejemplo, el caso ampliamente compartidos en una comunide la libertad religiosa. ¿Cuál es el sentido dad particular o tradición. Esta manera de de proteger constitucionalmente, de manerelacionar la justicia con el bien es comunira especial, el libre ejercicio de la religión? taria en el sentido de que son los valores de la Desde una perspectiva liberal, el motivo pacomunidad los que determinan qué debe ser- consi ra protegerla, no es, estrictamente hablanderado justo o injusto . “Una segunda manera do, el respeto a la religión, considerada en sí Revista Valores en la Sociedad Industrial 83 misma como un bien, sino el respeto a un lo habían acompañado en su etapa antimoindividuolibre, capaz de autodeterminarse, y derna, elabora una propuesta semejante, de elegir una religión libremente. No es con ocasión de la promulgación por parte que las creencias religiosas deban especial de las Naciones Unidas de la Declaración protección, sino que lo que debe ser ampade Derechos del Hombre. En su famosa rado es el derecho de la persona a determiMan and the State , publicada en 1952, en los nar su proyecto de vida de manera libre y Estados Unidos, Maritain acepta, como voluntaria. Pero si hemos de ser totalmente Rawls, que el pluralismo constituye un heneutrales en nuestras valoraciones, ¿por cho histórico ir reversible de la cultura de la qué conceder el derecho a no trabajar en modernidad: determinados feriados religiosos, y no otor“En la era “sacra” de la Edad Media se garlo en ocasión de una final de football, efectuó un grandioso intento de erigir la vipara todos aquellos que opten por el deporda de la comunidad y civilización terrenales te y no por la religión? Es que, sostiene Sansobre la base de la unidad de la fe teológica del, el reconocimiento de derechos no puede - escin y el credo religioso. Este empeño se logró dirse de la consideración de los bienes sustantivos por un cierto número de siglos, pero fracaque una comunidad defiende . só con el correr del tiempo, después de la La progresiva politización de ámbitos traReforma y el Renacimiento, y un retorno a dicionalmente excluidos del debate públiesa norma sacra es inconcebible.(...) La dico, señalado por Iris Marion Young como visión religiosa entre los hombres es en sí uno de los hechos más característicos de la una desdicha. Pero queramos o no, hemos teoría política de las últimas dos décadas,44 de reconocerla como un hecho cierto”.46 (piénsese en la ineludible inclusión del feLa convivencia democrática requiere, sin minismo en cualquier manual contemporáe m b a rgo, un acuerdo básico entre sus neo de teoría política); el interminable chomiembros sobre los principios que han de que de derechos en materias que hacen a la cimentar su existencia: regulación de la institución familiar, cues“Una sociedad de hombres libres implica tiones de “género”, identidad de los sexos y algunos dogmas básicos que constituyen la moralidad pública,45 y el reclamo creciente médula de su existencia misma. Una demode políticas activas por parte del Estado, cracia genuina importa un acuerdo fundatendientes a modificar comportamientos somental de las opiniones y las voluntades sociales, (acciones afirmativas, leyes de cupo y bre las bases de la vida común; ha de tener antidiscriminatorias de diverso tipo, etc.), conciencia de sí y de sus principios, y debemuestran a las claras lo difícil que parece rá ser capaz de defender y promover su proser el reconocimiento de derechos sin acorpia concepción de la vida política y social; dar previamente una visión sobre lo que debe contener un credo humano común, el pueda ser la vida buena, e incluso aún, percredo de la libertad”.47 mite sospechar que la aparente neutralidad Este acuerdo, que Maritain denomina fe del llamado liberalismo encubre, en realicívica o secular, y que consiste, básicamente, dad, un “credo combatiente”. en la decisión de respetar los derechos humanos, (lo que equivale en Rawls a los principios de justicia), no presupone, sin La visión adelantada de Maritain embargo, una coincidencia teóricaentre los hombres: Con todo, el intento de Rawls de alcan“Los hombres mutuamente opuestos en zar un acuerdo político prescindiendo de sus concepciones teóricas pueden llegar a las visiones filosóficas o religiosas comprenun acuerdo práctico sobre una lista de deresivas, no puede ser considerado como absochos humanos. (...) Como la Declaración lutamente novedoso. Veinte años antes de Internacional de Derechos, publicada por Teoría de la justicia , el filósofo francés Jaclas Naciones Unidas en 1948, lo demostró ques Maritain, ante el escándalo de quienes claramente, resulta sin duda alguna difícil 84 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 pero no imposible establecer una formulación común de tales conclusiones prácticas o, en otras palabras, de los diversos derechos con que cuenta el hombre en su existencia personal y social. Sin embargo, sería absolutamente fútil buscar una justificación racional común de tales conclusiones prácticas y derechos. Si procediéramos así correríamos el riesgo de imponer un dogmatismo arbitrario o de vernos detenidos en seco por diferencias irreconciliables. Lo que se plantea aquí es la posibilidad de un acuerdo práctico entre hombres que teóricamente se oponen entre sí”.48 No supone, en especial, ninguna visión religiosa ni pretende ser un substituto de la misma: “El punto más importante que deseo destacar aquí, es que esta fe e inspiración, así como el concepto de sí misma que necesita una democracia, son cosas que no pertenecen al orden del credo religioso y la vida eterna, sino al orden temporal o secular de la vida terrena, de la cultura y la civilización. La fe en cuestión es una fe cívica o secular, que no religiosa. Ni es tampoco el substitutivo filosófico de la fe religiosa que buscaron en vano los filósofos de los siglos XVIII y XIX”.49 Se trata, en cambio, de un acuerdo de tipo práctico, una coincidencia más pragmática que teórica. En consecuencia, personas que tienen opiniones metafísicas y religiosas distintas, pueden coincidir, sin abandonar sus convicciones, con el contenido de esta fe secular: “En el nivel de las interpretaciones o justificaciones racionales, en el nivel teórico o especulativo, la cuestión de los derechos del hombre trae a colación todo el sistema de certidumbres morales y metafísicas (o antimetafísicas) que suscribe cada individuo. En tanto que no reine la unidad religiosa o filosófica entre los hombres, las interpretaciones y justificaciones estarán en conflicto recíproco. Pero, por el contrario, en el dominio del aserto práctico, es posible el acuerdo sobre una declaración común merced a un enfoque que es más pragmático que teórico, y por el esfuerzo colectivo de comparar, re- fundir y perfeccionar los borradores a fin de que el texto definitivo sea aceptable para todos desde el punto de vista de la convergencia práctica, prescindiendo de las divergencias de perspectiva teórica”.50 En última instancia, según Maritain, “estamos de acuerdo sobre esos derechos con tal de que no se nos pregunte el porqué. Porque con el “porqué” comienza la disputa”.51 El pensamiento de MacIntyre La pregunta es si la propuesta resulta viable. Proveniente de la sociología y la filosofía política, convertido del marxismo al aristotelismo, y evolucionando hacia el pensamiento conservador, vulnerable asimismo a las acusaciones de relativismo historicista, Alasdair MacIntyre, usualmente incluido entre las filas del comunitarismo, esbozará una crítica al liberalismo aún más radical que la realizada por Sandel. Al igual que él considera que no resulta posible elaborar una teoría de la justicia prescindiendo de la noción de bien. La carencia de un acuerdo respecto de qué pueda ser la vida buena explica el carácter confuso e interminable de buena parte del debate moral contemporáneo que procede, sostiene, “de la multiplicidad de conceptos heterogéneos e inconmensurables que informan las premisas mayores desde la que argumentan los protagonistas de tales debates”.52 Dicha carencia no debe considerarse, con todo, como una nota que identifica sólo al liberalismo, sino que constituye uno de los rasgos característicos de la modernidad : “Ronald Dworkin ha argumentado recientemente que la doctrina central del liberalismo moderno es la tesis de que las preguntas acerca de la vida buena del hombre o los fines de la vida humana se contemplan desde el punto de vista público como sistemáticamente no planteables. Los individuos son libres de estar o no de acuerdo al respecto. De ahí que las reglas de la moral y el derecho no se derivan o justifican en términos de alguna concepción moral más fundamental de lo que es bueno para el hombre. Al argumentar así creo que Revista Valores en la Sociedad Industrial 85 Dworkin ha identificado una actitud típica atrás como si se situara, opinara y juzgara no sólo del liberalismo, sino de la modernidesde el exterior. En la sociedad heroica no dad”.53 hay “exterior”, excepto el del forastero”. 58 El Modernidad que puede ser caracterizaindividuo, en consecuencia, “se identifica a da como “la consecución de su propia autosí mismo y es identificado por los demás a nomía por parte del yo”.54 Pero la mayoría través de su pertenencia a una multiplicide edad proclamada por Kant, la convicdad de grupos sociales. Soy hermano, prición de que el sujeto es capaz de dictarse a mo, nieto, miembro de tal familia, pueblo, sí mismo sus propias normas supone rechatribu. No son características que pertenezzar la noción clave, tanto para la ética antican a los seres humanos accidentalmente, gua como para la medieval, de que el homni de las que deban despojarse para descubre posee una naturalezateleológicamente brir el “yo real”. Son parte de mi substancia, orientada. Para el esquema moral clásico, definen parcial y en ocasiones completaanalizado por Aristóteles en su Ética a Nicó - mente mis obligaciones y deberes. Los indim a c o, sostiene MacIntyre, resulta fundaviduos heredan un lugar concreto dentro mental el contraste entre “el-hombre-tal-code un conjunto interconectado de relaciomo-es” y “el-hombre-tal-como-podría-ser-sines sociales; a falta de este lugar no son narealizara-su-naturaleza-esencial”. La ética die, o como mucho, un forastero o un sin clásica presupone, desde este punto de viscasta”.59 ta “alguna interpretación de posibilidad y I n s e rción del individuo en la comuniacto, de la esencia del hombre como anidad, aceptación de fines que le son dados, y mal racional y, sobre todo, alguna interprereconocimiento de una naturaleza teleolótación del teloshumano. Los preceptos que gicamente orientada se presentan, en cono rdenan las diversas virtudes y pro h í b e n secuencia, como conceptos intrínsecamente sus vicios contrarios nos instruyen acerca relacionados: de cómo pasar de la potencia al acto, de có“Las argumentaciones morales de la tradimo realizar nuestra verdadera naturaleza y ción clásica aristotélica -en cualquiera de sus alcanzar nuestro verdadero fin”.55 El proversiones griegas o medievales- comprenden yecto ilustrado, por el contrario, rechaza como mínimo un concepto funcional cen“cualquier visión teleológica de la naturaletral, el concepto de hombre entendido coza humana, cualquier visión del hombre mo poseedor de una naturaleza esencial y de como poseedor de una esencia que defina un propósito o función esenciales (...) es desu verdadero fin”.56 cir, “hombre” se mantiene con “buen homEsta diversa manera de concebir al hombre”, como “reloj” con “buen reloj”, o “granbre no puede ser vista, sin embargo, como jero” con “buen granjero” dentro de la tradiuna simple consecuencia del predominio ción clásica. Aristóteles tomó como punto de de nuevas posiciones teóricas. Toda filosofía partida para la investigación ética que la remoral “presupone característicamente una lación de “hombre” con “vida buena” es anásociología”.57 La emergencia del sujeto autóloga a la de “arpista” con “tocar bien el arpa” nomo, clave de la modernidad, se hace po(Ética a Nicómaco, 1095a, 16). Pero el uso sible sólo porque “la clase de identidad sode “hombre” como concepto funcional es cial que disfrutó alguna vez ya no puede más antiguo que Aristóteles y no deriva inimantenerse”. Si nos volvemos hacia las socialmente de la biología metafísica de Aristóciedades premodernas, una de las primeras teles. Radica en las formas de vida social a características que advertimos es que el inque prestan expresión los teóricos de la tradividuo se encuentra inmerso en la comunidición clásica. Con arreglo a esta tradición, dad. No existe “aquello que hemos visto ser hombre es desempeñar una serie de paque algunos filósofos modernos toman por peles, cada uno de los cuales tiene una enticaracterística esencial de la “yoidad”(identidad y propósito propios: miembro de una fadad) humana: la capacidad de separarse de milia, ciudadano, soldado, filósofo, servidor cualquier punto de vista, de dar un paso de Dios. Sólo cuando el hombre se piensa 86 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 como individuo previo y separado de todo papel, “hombre” deja de ser un concepto funcional”.60 Es por ello que la irrupción del sujeto autónomo, capaz de juzgar por sí mismo respecto de la naturaleza de su fin, hace imposible, afirma MacIntyre, que pueda existir entre los ciudadanos ese tipo de amistad que, según Aristóteles, constituye la polis. Pues el tipo de amistad que contempla Aristóteles, “es el que conlleva una idea común del bien y su persecución. Este c o m p a rtir es esencial y primario para la constitución de cualquier forma de comunidad, se trate de una estirpe o de una ciudad. “Los legisladores, dice, parecen hacer de la amistad un fin más importante que la justicia”(1155a24); la justicia es la virtud de recompensar el mérito y de reparar los fallos en recompensar el mérito, dentro de una comunidad ya constituida; la amistad se requiere para esa constitución inicial”.61 La noción de comunidad política como proyecto compartido resulta totalmente ajena al liberalismo individualista. Esta es la diferencia fundamental entre el punto de vista de la modernidad y la tradición antigua y medieval de las virtudes. De allí lo interminable de nuestros debates morales. Nos falta el punto común desde el que podríamos dirimir nuestras disputas. Argumentamos como si nuestras diferencias pudieran resolverse racionalmente. “Cada uno de los argumentos es lógicamente válido (...) las conclusiones se siguen efectivamente de las premisas. Pero las premisas rivales son tales, que no tenemos ninguna manera racional de sopesar las pretensiones de la una con las de la otra.(...) Cuando llegamos a las premisas la discusión cesa, e invocar una premisa contra otra sería un asunto de pura afirmación y contra afirmación”.62 De allí que Marx estuviera en lo cierto al contemplar el conflicto y no el consenso como el corazón de la estructura social moderna. Vaciada de esta idea común del bien, la sociedad moderna “no es más que una colección de desconocidos que persiguen su interés bajo un mínimo de limitaciones. Por supuesto –agrega- nos parece difícil, incluso en la sociedad moderna, pensar así de fami- lias, colegios y otras comunidades auténticas; pero incluso nuestro pensamiento sobre ellas se ve invadido en grado creciente por concepciones individualistas”.63 En realidad, desde el punto de vista aristotélico, la sociedad política liberal moderna no puede parecer sino una “colección de ciudadanos de ninguna parte que se han agrupado para su común protección. Poseen, como mucho, esa forma inferior de amistad que se funda en el mutuo beneficio. Lo que les falta, el lazo de la amistad, está ligado al sediciente pluralismo liberal de estas sociedades. Han abandonado la unidad moral del aristotelismo, ya sea en sus formas antiguas o medievales”.64 El proyecto de Rawls de fundar la sociedad en la amistad, superando las perspectivas del utilitarismo, se encuentra, pues, destinado al fracaso ab initiopor su defensa irrestricta de la autonomía. Mutando el sentido de obligación por el interés, el individualismo moderno hace imposible, además, la virtud del patriotismo. “En cualquier sociedad en que el gobierno no expresa o representa a la comunidad moral de los ciudadanos, sino un conjunto de convenios institucionales para imponer la unidad burocrática a una sociedad que carece de consenso moral auténtico, la naturaleza de la obligación política deviene sistemáticamente confusa. El patriotismo es o fue una virtud fundada en la vinculación primaria a la comunidad moral y política (...). Cuando la relación del gob i e rno con la comunidad moral ha sido puesta en cuestión, (...) por la falta de consenso moral de la sociedad, se hace difícil seguir teniendo una idea clara, sencilla y comunicable del patriotismo”.65 Convencido de la inutilidad de las declaraciones de derechos, pesimista respecto de que nuestras sociedades puedan esperar alcanzar un nuevo consenso moral, MacIntyre nos exhorta, en el memorable párrafo con el que concluye After Virt u e, a que al igual que los primeros monasterios, abandonando nuestros esfuerzos por salvar el Imperio en decadencia, nos aboquemos a la “construcción de formas locales de comunidad, dentro de las cuales la civilidad, la vida moral y la vida intelectual puedan sostenerRevista Valores en la Sociedad Industrial 87 se a través de las nuevas edades oscuras que caen ya sobre nosotros”.66 neo. Parecería que a veces, sistemáticamente, se olvidan los términos en que las mismas cuestiones fueran anteriormente analizadas. Y no hablamos de retrotraernos al siConclusión glo XVIII. La discusión entre liberales y comunitaristas prácticamente ignora el debate Así como las preocupaciones de Maritain habido entre libertarios y conserv a d o re s en Man and Statese encuentran presentes después de la Segunda Guerra Mundial. en los planteos de Rawls, creemos que tanto ¿Necesidad de planteos novedosos? ¿Ignolos escritos de MacIntyre como muchos de rancia de lo sucedido anteriormente? Sean los temas abordados por otros comunitariscuales fueran las razones, tenemos la sensatas pueden ser vistos, en gran medida, coción de que los debates se empobrecen al mo una continuación de las críticas que traomitir toda referencia a las polémicas que dicionalistas y conservadores realizaran al les precedieran, pues una y otra vez se reacespíritu de la Ilustración. Tradición, primatualizan las viejas grandes cuestiones: ¿no cía de los intereses comunes por sobre el inpeca de ingenuidad quien pretende rescadividuo, valores sostenidos antes que toda tar una dimensión ética de la persona que crítica (prejuicios), y no las razones como trascienda el puro reino de los intereses? los pilares en los que ha de fundarse la co¿qué relación existe entre una doctrina momunidad, patriotismo, crítica del utilitarisral, y las perspectivas comprensivas, metafímo, son algunos de los temas que resuenan sicas y teológicas, que le dan fundamento? permanentemente en estas obras. Análogas ¿hasta qué punto pueden separarse la razón cuestiones a las que debatieran, a comienzo teórica de la razón práctica? ¿puede fundardel siglo XX, algunos representantes de la se una noción de obligación para con la coneoescolástica cuando, divididos en persomunidad política, que no esté basada en nalistas y antipersonalistas, se enfrentaran al una ética personal? procurar definir los alcances de la noción Si, como se ha repetido hasta la saciedad, de bien común. las cuestiones políticas no pueden resolverPrimado del reino de los intereses, unión se more geométrico , las respuestas necesariamoral fundada en el respeto de la autonomente habrán de atender a las circunstanmía, nostalgia de la cohesión perdida de las cias particulares en que se plantean los prosociedades premodernas: Tres visiones han blemas concretos. Requerirán prudencia y, quedado, de esta manera, esbozadas. Así tal vez, valerse de elementos tomados de los planteadas, es fácil ver que las posturas no diversos bandos en disputa. Muchos de los son nuevas. Nos remiten a las polémicas mismos autores comunitaristas han intentamantenidas, por ejemplo, entre los repredo, por ejemplo, conciliar nociones aparensentantes de la Ilustración escocesa, un Hutemente contradictorias: orden y autonome o un Adam Smith, y quienes en nombre mía, tradición y modernidad.67. Con todo, del mismo Iluminismo, aclamaban las transexponer con radicalidad los principios que formaciones de la Revolución Francesa. A la están en juego, ayuda a reconocer la naturasombría visión de la humanidad con que leza de las opciones, pues, como dijera OrMalthus se contrapone al optimismo de tega, con Bossuet a estribor y Voltaire a baGodwin y Condorcet. A las Reflexiones sobre bor, se puede navegar. Fácil es ver, por lo la Revolución Francesa de Burke, o a las disdemás, para quien analiza las disputas desquisiciones con las que de De Maistre en su de la perspectiva del cristianismo, hasta qué Estudio sobre la Soberanía , reafirmaba la pripunto existe analogía entre estos debates y macía de los dogmas nacionales por sobre los que las transformaciones de la modernilos derechos de la razón individual. No tedad suscitaran en el seno mismo de la Iglener suficientemente en cuenta estos antecesia; ello abre lugar, sin duda, a un terreno dentes constituye, a nuestro entender, una común que podría dar lugar a fecundas insde las debilidades del debate contemporátancias de diálogo. Convencidos de que 88 Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003 veces que los valores eran mera expresión de preferencias, como se lo hace hasta hoy día en economía. En el presente período posbehavioralista, se están efectuando renovados esfuerzos para demostrar que hay una base racional para el juicio y el argumento moral. La mayoría del trabajo en este campo ha sido inspirado por el libro de John Rawls A Theory of Justice, él mismo influenciado por la teoría de los juegos y los modelos económicos. En este libro, el autor trata de desarrollar criterios válidos y demostrables de justicia derivados de la presución racional.” DAVID EASTON, “La Ciencia Política en los Estados UnidosPasado y presente”, Revista internacional de Ciencia -Po lítica, Vol.6 nº1 1985. En el mismo sentido se pronuncia, años más tarde Will Kymlicka. “Por lo general se acepta que el reciente renacimiento de la filosofía política normativa se inició con la publicación de la ‘Teoría de la Justicia’ de John Rawls en 1971, y que su teoría contituiría un lugar natural desde donde comenzar a examinar las concepciones de la justi cia actuales. Esta teoría domina los debates contemporáneos, no porque sea aceptada por todos, sino porque las concepciones alternativas a menudo se presentan como reacciones a dicha teoría.” WILL KYMLICKA, Filosofía política contemporánea, Ariel, Barcelona, 1995, p.21. 6 Cfr. GILLES LIPOVETSKY, El crepúsculo del deber, La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos , Anagra* Con algunas modificaciones, el presente trabama, Barcelona, 1994, p. 9 ss. jo ha sido presentado en el 6to Congreso Nacional 7 AUGUSTO COMTE, Discurso sobre el espíritu positivo , de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de AnáAguilar Argentina, Buenos Aires, 1953, p.54. lisis Político (Rosario 5 al 8 de noviembre 2003) 8 1 LESZEK KOLAKOWSKI, La filosofía positivista , EdicioCfr. FRANCISCO LEOCATA SDB, Las ideas filosóficas nes Cátedra, Madrid, 1981, p.20. en Argentina , Estudios Proyecto. Centro Salesiano de 9 DAVID HUME, Tratado de la naturaleza humana ,, Estudio, Buenos Aires, 1992, p.17/18. 2 Libro III, sección segunda, Porrúa, México, 1977. IRIS MARION YOUNG, Political Theory: An overview , 10 JAMES M. BUCHANAN, El cálculo del consenso , Plaen: ROBERT E. G OODIN AND HANS-DIETER KLINGEMANN neta, Barcelona, 1993, p.46 ss. (EDS .), A New Handbook of Political Science , Oxford 11 BHIKHU PAREKH, “Algunas Reflexiones sobre la University Press, Oxford, 1998, p.695. 3 Filosofía Política Occidental”, op.cit., p.17. BHIKHU PAREKH, “Algunas Reflexiones sobre la 12 JOHN RAWLS, Teoría de la Justicia , F.C.E., MéxiFilosofía Política Occidental”, Agora, Año 2, Número co, 1993, p.577/580. 4, Verano de 1996, p.7/25. La ponencia se encuen13 Ibid., p.153. tra prácticamente transcripta en el manual mencio14 Ibid., p.21. nado anteriormente. 15 4 JOHN RAWLS, Liberalismo político , F.C.E., México, Ibid., p.19. Y en nota al pie aclaraba: “Muchos li1996, p.11. bros sobre el pensamiento político de las décadas 16 Ibid., p.15. del 50 y del 60 construyen sus capítulos a partir de 17 Ibid., p.185. autores individuales, y llevan títulos como Pensado18 Ibid., p.171. res Políticos Contemporáneos o Filósofos Políticos 19 JOHN RAWLS, “La justicia como equidad, política Modernos. En contraposición en las décadas del 70 y no metafísica”, Agora, Verano de 1996, núm.4, p.45. del 80, se tiende a dividir los capítulos de acuerdo a 20 JOHN RAWLS, Teoría de la justicia , op.cit., p.82. los temas o movimientos de pensamiento. El libro de 21 KANT, Principios metafísicos del derecho , Editorial Will Kymlicka, Contemporary Political Philosophy , ClaAmericalee, Buenos Aires, 1943, p.47. rendon Press, 1990 y el libro de Raymond Plant, Mo 22 Ibid., p.56. dern Political Thought , Blackwell, 1991, son ejemplos 23 JOHN RAWLS, Teoría de la Justicia , op.cit., p.367. de ello”. 24 5 Ibid., p.367. Ya a mediados de los 80 David Easton señalaba 25 Ibid.,p.368. el renacer de la ética como uno de los hechos más 26 Ibid., p.34. significativos. “Durante el período behavioralista, la 27 John Rawls, Liberalismo político, op.cit., p.194. investigación moral había prácticamente muerto, 28 Ibid., p.195. por las razones ya expuestas. Se consideraba algunas “una filosofía en la que resplandezca algo de la verdad de Cristo, única respuesta definitiva a los problemas del hombre, será una ayuda eficaz para la ética verdadera y, a la vez planetaria, que necesita hoy la humanid a d ” , 68 podemos esperar que el esfuerz o atento “capaz de asumir las esperanzas, las nuevas perspectivas y las problemáticas de este momento histórico”,69 y el testimonio de los intentos propios de resolver estas cuestiones, den lugar a ese ámbito de entendimiento y de diálogo, en el que los problemas que se presentan con más urgencia a la humanidad puedan encontrar “una posible solución a la luz de una clara y honesta colaboración de los cristianos con los fieles de otras religiones y con quienes, aun no compartiendo una creencia religiosa, buscan la renovación de la humanidad”.70 Revista Valores en la Sociedad Industrial 89 das de manera particular a las/los adolescentes, dentro y fuera del sistema educativo” (Ley 418 de Salud p.56. Reproductiva y Procreación Responsable, Legislatu31 Ver, por ejemplo, la famosa crítica de Leo ra de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y quieStrauss en Natural Right and History(LEO STRAUSS, nes consideraban dicha norma como violatoria de Natural Right and History[1953], The University of los derechos de los padres; o las polémicas desataChicago Press, Chicago, 2003. das, en la Ciudad de Buenos Aires, por el reconoci32 CHARLES TAYLOR, El multiculturalismo y la polítca miento de las uniones civiles. 46 del reconocimiento , F.C.E., México, 1993, p.84. JACQUES MARITAIN, El hombre y el Estado , Editorial 33 Ibid., p.86. Guillermo Kraft Ltda., Buenos Aires, 1952, p.129. 34 47 Ibid., p.88. Ibid., p.130. 35 48 N INO, CARLOS S (1996), “Kant versus Hegel, Ibid., p.93. 49 otra vez”, Agora, núm 4, Buenos Aires, Verano de Ibid., p.131. 50 1996, Ibid., p.96. 36 RICHARD RORTY, La prioridad de la democracia sobre 51 Ibid., p.94. 52 la filosofía, en:GIANNI VATTIMO (comp.), La sculariza ALASDAIR MACI NTYRE, Tras la virtud, Editorial ción de la filosofía, Hermenéutica y Postmodernidad , GediCrítica, Barcelona, 1987, p.278. 53 sa Editorial, Barcelona, 1992. Ibid., p.152. 37 54 MICHAEL J. SANDEL, Liberalism and the Limits of Ibid., p.85. 55 Justice, Second edition, Cambridge University Press, Ibid., p.76. 56 1998. Ibid., p.78. 38 57 Ibid., p.ix. Ibid., p.40. 39 58 Ibid., p.x. Ibid., p.161. 40 59 Ibid., p.x. Ibid., p.52. 41 60 Ibid., p.xi Ibid., p.83 42 61 Ibid., p.xi. Ibid., p.196. 43 62 Ibid., p.xi. Ibid., p.21/22. 44 63 Cfr. IRIS MARION YOUNG, Political Theory: An over Ibid., p.308. 64 view, op.cit., p.479 ss. Ibid.., p.197. 45 65 Recordemos, por ejemplo, los enfrentamientos Ibid., p.312. 66 entre quienes defendían el reconocimiento de comIbid., p.322. 67 petencia, en materia de salud reproductiva, a los Cfr. AMITAI ETZIONI, La nueva regla de oro. Comu equipos de salud, hospitales, centros de salud, etc., nidad y moralidad en una sociedad democrática , Paidós, dependientes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Barcelona, 1999 y CHARLES TAYLOR, La ética de la auAires, para proveer “información completa y adecuatenticidad , Paidós, Barcelona, 1994. 68 da y asesoramiento personalizado sobre métodos anJUAN PABLO II, Fides et Ratio , n.104 69 ticonceptivos”, autorizándolos a diseñar e implemenIbid., n.104. 70 tar “estrategias de comunicación y educación dirigiIbid., n.104 29 30 90 Ibid., p.189. K ANT, Principios metafísicos del derecho , op.cit., Año XXI • Nº 58 • Diciembre 2003