La conducta alimentaria en la Pintura

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PERIÓDICO MENSUAL DEL SERVICIO EXTREMEÑO DE SALUD,
DIRIGIDO A TODOS LOS PROFESIONALES DEL SISTEMA SANITARIO PÚBLICO DE EXTREMADURA
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EL MIRADOR
Edición: SERVICIO EXTREMEÑO DE SALUD
JUNTA DE EXTREMADURA
Consejería de Sanidad y Consumo
Diseño y distribucción: EDITORIAL EXTREMADURA, S. A.
Impresión: SERVICIO DE IMPRESIÓN DEL OESTE, S. L.
Quedan reservados todos los derechos. Depósito Legal: CC-270/2002
La conducta alimentaria
en la Pintura (I)
Manuel Pérez Miranda
Médico
P
eso corporal
y conducta
alimentaria:
La delgadez extrema y la obesidad
se han convertido
en los países desarrollados en una
auténtica epidemia. El peso corporal se evalúa con el
“índice de masa corporal” (IMC) que
resulta de dividir el peso (en kilos) por
la talla (en metros) elevada al cuadrado. Su valor normal oscila entre 18,5 y
25. Hay delgadez patológica con valores inferiores a 18,5. Sobrepeso, entre
25 y 30. Obesidad, con índices superiores a 30. Cifras mayores de 40 señalan la obesidad mórbida.
Las alteraciones del peso corporal
pueden deberse a enfermedades generales o endocrinas pero, hoy por hoy,
su causa más frecuente es una conducta alimentaria anómala.
La “anorexia nerviosa” produce delgadez extrema en un 16-18 % de jóvenes adolescentes y en un 0,5-1,5 de la
población general. Son varias las anormalidades de la conducta alimentaria
que ocasionan el sobrepeso y la obesidad que padece el 18-20 % de la población: a) “Devoradores de carbohidratos” (“picoteo” entre comidas), 12 %;
b) “Síndrome de ingesta nocturna”, 4
%; c) “Atracones compulsivos”, 2,5 %;
y d) “Bulimia nerviosa”, 1,5 %. Todas
tienen una base psicógena.
Cuando un fenómeno clínico adquiere dimensiones de epidemia interesa
analizar sus antecedentes cronológicos, comparando sus características
actuales con las circunstancias y manifestaciones de épocas precedentes.
Para tal fin es muy válido el testimonio
de los pintores de los últimos siglos
sobre los hábitos de comida y bebida
de sus contemporáneos.
VIANDAS Y MANJARES
El atractivo estético de los alimentos
fue captado por primera vez por Caravaggio. Con su “Cesto de frutas”(1597) inauguró el género de la
“naturaleza muerta”. Se practicó, desde entonces, en los talleres o “boteghe”
más afamados de Italia, como indica el
término “bodegón”. Desde entonces se
han pintado muchos “bodegones”.
Entre nosotros, uno de los más prestigiosos seguidores del género fue Sánchez Cotán, quién combinó magistralmente las luces, contrastes y sombras,
propios del barroco, con la austeridad
de los cardos y verduras de sus “bodegones de cuaresma”. Fue seguido por
Loarte, Ramírez, Van der Hamen,
Espinosa, Palacios, Velázquez, Mateo
Cerezo, Meléndez y Zurbarán. El
barroco flamenco también legó inmejorables reproducciones de ostras, pas-
tas, peces, aves, piezas de caza y frutas,
firmadas por Beert, Peters, Synders,
Van Son, Rembrandt, Fyt, Willem y
Vermeer de Delft.
El romanticismo dejó su tristeza y
nostalgia en las aves, pavos y conejos
“muertos” del genial Goya, quien supo
impregnar de la desolación de la guerra
de la independencia a sus bodegones.
Después, los impresionistas, neoimpresionistas y realistas como Manet,
Van Gogh, Gauguin, Renoir, Cezanne
y Fatin Latour dejaron brillantes ejem-
valiosos ejemplos. Los comensales son
varones y las comidas suelen ser frugales. Las bebidas son irrelevantes y
están en segundo plano. En el barroco
y en romanticismo predominan las alegorías paganas y las celebraciones gremiales, familiares o sociales. “Las
bodas de Tetis y Peleo” (Jordanes, Bloemaert), “El festín de Baltasar” (Rembrandt), “El banquete de Tereo”
(Rubens) y “El banquete nupcial de
Sansón” (Rembrandt) son muestras
sobresalientes de las primeras. El
“Plato de acerolas, queso y recipientes”, de L. E. Meléndez, (1716-1780).
“Es muy válido el testimonio de los pintores sobre los
hábitos de comida y bebida
de sus contemporáneos”
“En las pinturas mediterráneas predominan claramente las verduras, las frutas y el
pescado”
plos de ostras, peces, mejillones, flores, peras, manzanas y otros frutos
meridionales. También podemos contemplar pájaros, peces, botellas, licores
y frutas desde las increíbles perspectivas cubistas de Juan Gris, Picasso o
Dalí. Los componentes alimenticios de
los bodegones evidencian notables
diferencias entre los pintores flamencos y los mediterráneos. En las pinturas mediterráneas predominan claramente las verduras, las frutas y el pescado (más saludables), mientras que en
las centroeuropeas y flamencas sobresalen la caza, las aves y los dulces (que
propician sobrepeso y obesidad).
“Banquete de los oficiales” (Frans
Hals), “Gracias antes de la comida”,
“Fiesta del bautizo (Steen), y las pinturas de almuerzos de Velázquez, Nain,
Murillo, Hogarth, Krover y Goya son
ejemplos de las últimas, en las que hay
más mujeres y niños, luminosidad y
ambiente campestre y festivo. Aire
libre, movimiento y colorido traspiran
también las comidas de Manet, Gaugin, Renoir, Van Gogh, Monet, Sorolla,
Palencia y López García.
Hay gran variedad pictórica de bebedores y borrachos, desde las alegorias
de Baco y Sileno (Tiziano, Caravaggio,
Rubens y Ribera), pasando por los
bebedores comedidos de Velázquez, El
Españoleto, Hals, Vermeer de Delft,
Goya, Manet, Toulouse-Lautrec,
Cezanne y Rusiñol y llegando hasta la
pléyade de ebrios de Sáenz, Jiménez
Aranda, Durancamps, Piñole, Dalí,
Rossendi, Romero, Ripollés y Alcolea.
Es de resaltar, finalmente, que mientras
las comidas son celebraciones sociales
abiertas, las bebidas se hacen en solitario y reservadamente. En un próximo
artículo nos ocuparemos de los flacos y
anoréxicos y de los gordos y obesos.
COMENSALES Y BEBEDORES
En el gótico tardío y en el renacimiento
las comidas son actos de contenido
religioso y en ellas destacan la geometría del dibujo, la sobriedad de la composición y una brillante policromía.
Las diversas versiones de “Las bodas
de Caná” (Bondone, El Bosco, El
Veronés, David) o de “La cena en
Emaús” (Caravaggio, Tiziano, Velázquez, Zurbarán) y “El banquete de
Herodes” (Fray F. Lippi) constituyen
LA GUINDA
Ángel Paz Rincón
Rebajas
D
iariamente se nos
informa del precio de
la vivienda, de los
negocios inmobiliarios, del
endeudamiento creciente de
los ciudadanos… Todo capital
económico (el reflejado en las
estadísticas de las hojas sepia
de los periódicos) camina
conjuntamente con el capital
simbólico. La casa, inmueble
inmóvil, nos transciende.
Patrimonio que pasa a nuestra
descendencia, nos da continuidad. En realidad hay una
contradicción: la postmodernidad valora lo móvil.
El homo economicus actual
(el que toma decisiones guiándose por las leyes de la ciencia
económica) no debería valorar
lo inmóvil. Hacer una casa, un
hogar, supone un compromiso, una continuidad en el
tiempo… y esto va en contra
del pensamiento del postmoderno adultescente.
Para adquirir una casa hay
que firmar un contrato, un
compromiso que nos liga
durante 30 años a una institución que pasará a ser “nuestro” banco. Para tener acceso
a este “favor”, es necesario
enfrentarse al bancario encorbatado, responder preguntas,
aceptar que resuelven nuestros problemas... Esos datos
serán procesados en otros
departamentos -las decisiones
económicas, para ocultar los
intereses y aparentar objetividad, se toman lejos de la
influencia personal- que
medirán nuestra garantía y
solvencia aplicando un baremo secreto (la letra pequeña
incomprensible) e innegociable (solo se tiene en cuenta la
mayor
rentabilidad
del
momento). Proceso que, además de la deuda bancaria, nos
hace asumir la defensa el status quo del negocio hasta el
final de nuestra hipoteca. Salimos con el convencimiento,
capital simbólico, de que el
crédito nos protege de cualquier imprudencia, es decir de
nosotros mismos, el domus
nos domestica.
Única salida: salir huyendo.
¿Por qué no lo hacemos? Las
estadísticas,
(formulación
matemática de manipulación
ideológica), la publicidad, su
capacidad de seducción (mansión, terruño, naturaleza, proporciones, patio, altillo, chimenea, barbacoa, tejas árabes,
diseño exclusivo...)nos hacen
sentir y responder con un sí
desinformado y deformado.
Decir que los créditos hipotecarios deberían ser considerados un fraude de ley no es ninguna exageración, están firmados bajo presión.
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