POSMODERNIDAD Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS Domingo Caratozzolo* Bulimia y anorexia constituyen patologías que se están instalando con una marcada progresión desde mediados del siglo XX. Las proyecciones sobre la incidencia de la obesidad en el llamado Primer Mundo nos anticipa que en el siglo que estamos comenzando el porcentaje de “gordos” será cada vez más alto. La gordura quizás deje de ser una enfermedad de moda para pasar a ser un modelo cultural que cambie nuestros conceptos de belleza. ¿Quién nos dice que a mediados de siglo hombres y mujeres de formas redondeadas y cuerpos voluminosos no constituyan modelos de hermosura? Los médicos alertan sobre los peligros que representa la obesidad para la salud, los cuales, a pesar de tener una difusión constante que impregna los medios de comunicación no logran detener esta tendencia creciente al aumento de peso. No debemos olvidar que la obesidad fue motivo de admiración en las sociedades subalimentadas. En las ciudades de la Edad Media “popolo grasso" designaba a la aristocracia dirigente y “popolo magro” a la gente pobre. En cambio, en la sociedad posmoderna la obesidad se ha convertido en un estigma que obsesiona a los hombres y mujeres que viven en países donde el alimento es abundante y barato. La mayoría de los investigadores coinciden en señalar que la reducción de calorías en la dieta hace que los individuos envejezcan más lentamente y mantengan una mejor salud general. La obesidad es considerada un enemigo, agrega años a quienes la padecen, entre los adultos añade un riesgo equivalente a tener aproximadamente seis años más de edad real y aumenta el riesgo de muerte prematura: La grasa se transforma en causa de diversos males: arterioesclerosis, presión sanguínea elevada, enfermedades cardíacas, diabetes, etc. El sujeto posmoderno tiene una intensa preocupación por la salud corporal, por conservar la juventud y lograr la belleza. Estas preocupaciones son coherentes con los avances de la medicina que permiten prolongar la vida; la lucha en el plano laboral, económico y sexual exige al individuo mantenerse joven y sano. Resignarse a envejecer no es una característica de nuestra posmodernidad. El problema de la delgadez encuentra entre las mujeres a sus actores privilegiados. Anteriormente la mujer obesa era bien considerada, pues estar entrada en carnes era un signo de fertilidad y abundante lactancia. En momentos en que la mujer busca desligarse de antiguas ataduras, mirarla como esposa y futura madre no hace sino reproducir una concepción histórica que le asignaba a ésta un rol limitado a la procreación y al cuidado de la casa. En la actualidad, la mujer se ha emancipado de este papel exclusivo. A esta vida nueva, sin las antiguas servidumbres corporales, ya sean éstas sexuales, procreadoras o vestimentarias, le corresponde un nuevo cuerpo, una estética corporal distinta, que la desliga de sus pasadas cadenas.De ahora en más, quiere ser juzgada y considerada por valores ajenos a la maternidad y el manejo del hogar. Cuando las mujeres rechazan las marcas de la feminidad consistentes en volúmenes adiposos, caderas y piernas carnosas o senos prominentes, expresan la voluntad de ser. La dedicación obsesiva por un cuerpo delgado y esbelto, no niega en absoluto los contenidos sexuales del mismo. No es una "protesta viril", es un deseo de reclamar derechos que hasta hace muy poco se les negaban, tales como ejercer una profesión, hacer una carrera política, afirmar su independencia económica, gozar de la sexualidad sin los prejuicios y las trabas morales de antaño, y además, sin temor a quedar embarazadas. Pero, como dice el tango "la lucha es cruel y es mucha" y suele ocurrir frecuentemente que los intentos por la delgadez fracasen y dietas y ejercicios físicos se abandonen; ello no es óbice para que se insista en dominar las tentaciones de la carne una y otra vez. La imagen de la perfección física asimilada a la delgadez es la de un sujeto que controla todos sus impulsos, mientras que el gordo representa la manifestación de lo rechazado: personas entregadas a una sensualidad aberrante, incapaces de controlarse. Wintrebert (1991) opina al respecto: “Hay en nuestra civilización como un desplazamiento de la culpa ligada a la sexualidad, sobre los alimentos. No se culpabiliza más nuestra sexualidad pero sí nuestra manera de alimentarnos. Hay probablemente algo sutil que juega a reforzar esta sexualización de todo lo que toca a la alimentación.” No debemos inferir que la oferta de alimentos por sí sola es causa de obesidad ni caer en la interpretación ingenua de que la anorexia invoca en forma directa el estereotipo cultural de la delgadez. Sin ir muy lejos, en el siglo XIX cuando el ideal de belleza lo constituían personas que hoy consideraríamos obesas, se describían los mismos síntomas que observamos actualmente. Es más, las modelos que lucen en las pasarelas, no tienen puntos de contacto con esas muchachas escuálidas, descarnadas, cuyo esqueleto se deja ver a través de la piel. Frente a la exigencia desmesurada de ser delgados, serán los factores familiares y singulares los que harán que unos sujetos padezcan de bulimia y/o anorexia y otros no. Los desórdenes alimentarios, motorizados por la sociedad en la que estamos sumergidos, son la expresión de relaciones humanas conflictivas expresadas a través del cuerpo y la alimentación *Psicoanalista www.domingocaratozzolo.com.ar