Capítulo I EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO

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Capítulo I
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
Las razones del redescubrimiento
Muchas son las razones que motivaron el redescubrimiento de la noción de sociedad
civil en los últimos decenios del siglo XX. La extensa bibliografía existente sobre este
tema está de acuerdo en señalar cómo este fenómeno, iniciado en los años setenta
en los países del Este de Europa1 y de América Latina, se ha reforzado y extendido
a otras áreas geopolíticas con la desaparición de los regímenes de socialismo real.
A mediados de los años ochenta, Guillermo O'Donnell y Philippe Schmitter
(1986) hablan de "renacimiento de la sociedad civil" para describir los procesos que
acompañan la salida del autoritarismo2 en América Latina: movilización de los
actores sociales y políticos y expansión de la esfera pública. También en Europa
central y oriental la recuperación de este concepto se da en clave de distanciamiento de la ideología del régimen y como instrumento de análisis y de dirección estratégica de la resistencia al autoritarismo (Ignatieff, 1995). En este último caso, la utilización del concepto subraya con particular énfasis la separación entre sociedad
civil y Estado: "sociedad independiente", "ciudad paralela", "segunda sociedad" o
"segunda economía", "antipolity" (Chibret, 1995), son todas expresiones que señalan
la presencia de una visión dualista (Kumar, 1994).
En los países del socialismo real, la llamada a la sociedad civil se convierte en
"un nuevo ideal" y, al mismo tiempo, en "un eslogan político, potente y sugestivo"
(Gellner, 1996:223). El concepto adquiere, por lo tanto, una connotación directamente política y prescritiva, expresiva de una visión society-centered y de una lógica de diferenciación respecto al Estado, posteriormente de contraposición al mismo,
que atribuye a la sociedad civil autonomía y capacidad de autoorganización
(Wesolowski, 1995). El predominio de un uso político del concepto, proyectado
hacia el conflicto con el Estado, contribuye a hacer incluir en el ámbito de la sociedad civil los movimientos y los grupos informales que mantienen la movilización
contra el régimen (Foley y Edwards, 1996). Esto oculta, provoca oscurantismo a
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LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
varios niveles –en los análisis, en el discurso político y también en las lógicas de
acción– en los aspectos problemáticos ligados a las diferenciaciones y contraposiciones internas que posteriormente operarán como factores de debilitamiento de las
estrategias y de las políticas de la instauración democrática3. Estos límites se pueden encontrar también en la literatura existente sobre la transición latinoamericana.
La salida del autoritarismo y la transición democrática no constituyen los únicos procesos que impulsan el renacimiento del concepto de sociedad civil. Estímulos
de distinto tipo, pero igualmente fuertes, provienen de las transformaciones que
rediseñan el perfil de las sociedades post-industriales. El debilitamiento de los vínculos comunitarios y el nacimiento de nuevas formas de agrupación4, la crisis del
pensamiento socialista y conjuntamente del welfare state, los límites que tanto el
Estado como el mercado muestran como reguladores del orden y de la integración
social, el surgimiento de nuevos movimientos y la creciente desarticulación que la
globalización introduce en las relaciones entre la economía, la sociedad y la política (Touraine, 1996 y 1997; Dahrendorf, 1995; Beck 1999), confieren a este renacimiento preguntas y objetivos distintos. El concepto pasa a formar parte de diferentes posiciones teóricas y políticas: liberales, republicanos5, liberal-democráticos,
neomarxistas o postmarxistas, lo asumen como punto de referencia para la argumentación de cada una de sus posturas, mientras su significado pasa de una visión
amplia que integra en si misma todo espacio ajeno al Estado, incluyendo el mercado, a una visión más limitada que identifica la sociedad civil con una serie de organizaciones situadas entre el Estado y el mercado (Chibret, 1995).
En 1989, Daniel Bell vio en la demanda de la sociedad civil la manifestación de
la exigencia de "un regreso a una dimensión de vida social gestionable" (Bell, 1989:
56). Desde una perspectiva distinta, de corte postmarxista6, Jean Cohen y Andrew
Arato, pocos años después consideran, sin embargo, que el concepto representa "la
mejor llave hermenéutica" para afrontar dos temáticas que estaban a la orden del
día en ese momento final del siglo: el análisis de la "esfera legal, asociativa, cultural
y pública de la sociedad" y la construcción de un proyecto normativo de organización social (Cohen y Arato, 1992: 2 y 3).
Los acontecimientos que caracterizaron la desaparición del socialismo real,
influencian la recuperación, ya iniciada, del concepto de sociedad civil, acelerando
las tendencias existentes. Estos favorecen la extensión del concepto a nuevas áreas
geopolíticas (África, Asia, Medio Oriente) y acentúan la mezcla de métodos analíticos, políticos, normativos así como la coexistencia y el enredo de múltiples y distintas líneas de reconceptualización (Loechner, 1995; Kumar, 1993, Bryant, 1993). Las
ambigüedades que acompañan tal proceso refuerzan, igualmente, la propensión a
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
hacer del concepto un eslogan que tiene una fuerte capacidad de evocación7 pero
también un débil espesor conceptual (Alexander, 1996)8 y cierta dificultad para evolucionar, según la lectura de Cohen y Arato, hacia una "teoría sistemática de la
sociedad civil" (cursiva en el texto, NDA).
En el curso de los años noventa, mientras los procesos de globalización cambian
el perfil de los actores económico-sociales, del Estado nacional y de las relaciones
internacionales, el concepto llega a ocupar un lugar importante en los análisis y en
las estrategias de desarrollo y democratización, pero también en las estrategias de
redefinición y profundización de las democracias ya consolidadas.
La nueva atención del pensamiento social y político hacia un concepto que ha
adquirido en la historia del pensamiento occidental distintas connotaciones dependiendo del periodo histórico, señala que nos encontramos en un "paso de frontera".
A finales del siglo XX vuelven a plantearse las viejas preguntas sobre el carácter y
la dirección del cambio social que, en autores como Cohen y Arato, encuentran respuesta en forma de un proyecto de "democratización de la sociedad civil" entendido como posibilidad de "democratización de la democracias liberales". En un plano
más general vuelven a plantearse con fuerza las grandes cuestiones en torno a los
principios y a las formas de la integración social que han acompañado, desde su
nacimiento, al pensamiento sociológico, constituyéndolo como una disciplina
específica (Touraine, 1994; Haberlmas, 1986).
¿Qué conexiones unen las particularidades para que éstas compongan un orden
social? ¿El mantenerse juntos deriva de una propensión natural hacia la asociación,
constituye una respuesta funcional a la diferenciación estructural típica de la
modernidad o, más, es el resultado de una racionalidad que, como recuerda Mancur
Olson, no atañe a la presencia de objetivos altruistas o egoístas sino a su persecución "con medios eficientes e idóneos" ? (Olson, 1983: 79).
Referencias a la historia del concepto
En la antigüedad y hasta finales del siglo XVIII, la sociedad civil se identifica con
una forma particular de sociedad política, caracterizada por la atención al bien
común. Para los moralistas escoceses (Hutchenson, Ferguson, Smith) sociedad civil
es todavía sinónimo de sociedad política; la unidad que se da en ella es reconducida a esa tendencia natural hacia la solidaridad, a esa inclinación moral hacia el
reconocimiento intersubjetivo que Adam Smith coloca como la base del intercambio económico (Seligman, 1992). A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, sin
embargo, las transformaciones que rediseñan las relaciones en cada sector se acom25
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
pañan de profundas mutaciones en la historia de las ideas que abren, también en el
caso de la noción de sociedad civil, una fase del todo original. El pensamiento de
Immanuel Kant inaugura tal reconceptualización, trazando una línea de separación entre sociedad política y sociedad civil, e identificando esta última con el ámbito específico del debate público de las ideas y de la crítica racional.
La nueva distinción entre sociedad civil y sociedad política conforma el terreno
común sobre el que, en la primera etapa del siglo XIX, se desarrollan distintas
teorías, desde Hegel a Marx, a Tocqueville. Hegel identifica la sociedad civil con
una esfera, distinta de la familia, que incluye las necesidades, pero también las asociaciones voluntarias y el nacimiento de la ética. Estas particularidades y estos conflictos están destinados a encontrar una reglamentación y una superación en la universalidad, o sea en la racionalidad plena del Estado. Marx, por el contrario, coloca
la recomposición de los antagonismos al final de una transición, llamada a transformar radicalmente sea el Estado sea la sociedad civil, transición que culmina en
la abolición de su separación. La lectura marxiana, expresión de una perspectiva
claramente socio-céntrica que recoloca la noción de sociedad civil respecto a la
Hegeliana incluyendo en el concepto el conjunto de las relaciones económico sociales propias de un modo de producción determinado, el capitalista, que se fundamenta y reproduce precisamente a través de la distinción-unidad de lo individual
concreto y de lo universal abstracto, de la sociedad civil y del Estado9.
Alexis Tocqueville, que se mueve en un universo teórico y cultural distinto y
expresa sensibilidades diferentes, se enfrenta por su parte al tema de la búsqueda de
las relaciones que mantienen unida una sociedad y se pregunta sobre las reglas y
sobre los valores que pueden impedir que el camino histórico de destrucción de las
jerarquías propias de la sociedad tradicional produzca una nueva tiranía, la de la
mayoría. Para él el orden, la integración y la cohesión social reposan sobre el espíritu cívico, el único en capaz de limitar los intereses y los egoísmos individuales. La
reflexión de La democracia en América, obra publicada entre 1835 y 1840, ve, en la
tendencia a asociarse, el núcleo de la vida política y de la misma civilización: "En
los países democráticos la ciencia de la asociación es la ciencia madre, de la que
depende el progreso de todas las demás". El análisis diferencia las asociaciones políticas de las asociaciones civiles y, al mismo tiempo, pone en evidencia su estrecha
interacción:
"Las asociaciones civiles facilitan, por lo tanto, las asociaciones políticas, pero, por
otro lado, la asociación política desarrolla y perfecciona singularmente la asociación
civil" (Tocqueville, 1982: 526 y 531).
Refiriéndose a estas últimas, Tocqueville les reconoce el mérito de operar como
"grandes escuelas gratuitas donde los ciudadanos vienen a aprender la teoría general
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
de las asociaciones". Escapando a visiones tanto socio-céntricas como político-céntricas, él sostiene así la existencia de una relación de recíproco fortalecimiento entre
reglas y estructuras democráticas y formación y funcionamiento de las asociaciones.
En la primera mitad del siglo XX, entre las dos guerras, es Antonio Gramsci
quien otorga una nueva visibilidad a la noción de sociedad civil. Su lectura de la
posición marxiana, que pasa a través de las lentes de Hegel (Bobbio, 1977; 1985),
introduce elementos inéditos de ruptura en el discurso marxista. Transforma otra
vez el contenido de la noción desplazándola de su identificación con el mercado
hacia un espacio intermedio, colocado entre economía y Estado:
"...hay que notar que en la noción general de Estado entran elementos que hay que
reconducir a la noción de sociedad civil (en este sentido, se podría decir, que Estado =
sociedad política + sociedad civil, o sea hegemonía acorazada de coacción). El argumento es fundamental en una doctrina del Estado que lo conciba como tendencialmente sujeto a la disolución y resolución en la sociedad regulada. A medida que se afirman
elementos más importantes de "sociedad regulada" o Estado ético o sociedad civil, el elemento Estado-coacción se puede imaginar en desaparición" (Gramsci, 1975: 763-764).
La transformación analítica, producida por este desplazamiento de la sociedad
civil hacia el ámbito sociopolítico, que Bobbio identifica como el elemento de mayor
continuidad con Hegel, signa la redefinición de la concepción "arquitectónica" marxista de la sociedad de la que tiende a subrayar la especificidad de los niveles. Ésta
permite a Gramsci escapar del economicismo propio de una relación rígida de
determinación de la política por parte de la estructura económica, y desarrollar la
reflexión que constituye su mayor contribución a una teoría política del cambio: la
búsqueda de los mecanismos de articulación interna de la sociedad civil, como
"dirección moral intelectual", no coactiva, de las diferencias y de los antagonismos
sociales y políticos.
El paso del sentido común, como saber ocasional y disgregado, a un horizonte
de pensamiento sistemático y racional; el papel de los intelectuales en la creación de
consenso cotidiano; la construcción de una nueva concepción del mundo considerada, junto con la organización, como la base de un proyecto político capaz de
transformar las relaciones de fuerza existentes y el reconocimiento de la diversidad
de la sociedad civil como fundamento de una diversidad de estrategias de cambio
social10, dan a su búsqueda un espesor cultural y político particular. Colocan a
Gramsci como punto de referencia obligado cuando, en los últimos años del siglo
XX, la sociedad civil vuelve a ocupar un lugar relevante en la reflexión y en las prácticas enfocadas al cambio social.
En los años setenta y ochenta, en Polonia, pero también en Hungría y Checoslovaquia, mientras madura la resistencia cada vez más decidida a un régimen tota27
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
litario que se muestra incapaz de reformarse, la noción de sociedad civil se convierte en la idea-fuerza que empuja hacia la transformación democrática y la construcción de una sociedad de mercado. En estos países –tal como pasa aproximadamente en los mismos años en América Latina– los estudiosos leen a Gramsci y utilizan
su lenguaje (Carothers, 1999-2000: Anheier, Glasius y Kaldor, 2001; Pelczynski
1988; Van Rooy, 2000). Aún así el contenido es profundamente distinto: exclusivamente dirigido, en esta fase de la transición, a subrayar la contraposición externa
entre sociedad civil y Estado, a reivindicar el respeto de los derechos humanos, la
apertura democrática, la construcción de una sociedad de mercado, y menos atento, sin embargo, a identificar las líneas de división interna de la sociedad civil, y a
buscar las modalidades discursivas y organizativas necesarias para la construcción
de formas de integración social distintas.
Para algunos, el redescubrimiento del concepto de sociedad civil, además de provocarambigüedad y confusión, introduce complicaciones y solapamientos innecesarios en el campo de la sociología y de la teoría política, ocupando, sin mayores aportaciones, los espacios correspondientes a conceptos como los de democracia y
ciudadanía. A esta lectura que soslaya las capacidades analíticas del concepto de
sociedad civil, expresada en el debate por autores como Adam Selingam (1993) y
Crisma Kumar (1993), se contrapone, sin embargo, la de otros, como Ernst Gellner
(1996) o como Jean Cohen y Andrew Arato (1992). Estos últimos sostienen, por el
contrario, que el concepto constituye el terreno teórico en el que pueden expresarse
instancias de cambio social post-revolucionarias y post-reformistas y en el que, al
mismo tiempo, pueden llegar a encontrar solución las antinomias que han dominado el debate político de los últimos decenios y que han visto la confrontación de
modelos de democracia de élite con modelos de democracia participativa, del liberalismo orientado a los derechos con el comunitarismo, de los partidarios neoconservadores del libre mercado con los defensores del Estado del bienestar. De hecho,
parecen poco aceptables las posiciones que reasimilan tout court el concepto de
sociedad civil dentro de la reflexión sobre la democracia. Incluso enmarcado en el
contexto más amplio de las teorías democráticas. Este tiene el mérito de desplazar
la atención de un análisis más politológico, focalizado en el examen de las formas
institucionales y de las relaciones entre poderes, hacia un análisis más sociológico,
atento a captar las relaciones que intercurren** entre las instituciones, los derechos
y las formas de la articulación social, según una lógica que va de abajo hacia arriba, de la sociedad civil hacia el sistema político y hacia el Estado (Touraine, 1994).
** Nota del editor:
En medicina se habla de la enfermedad que sobreviene durante el curso de otra enfermedad y a ese
fenómeno se le llama intercurrente. Pero ignoro si existe el verbo intercurrir.
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
Por otro lado, las fuertes tensiones que, a caballo de ambos siglos, atraviesan los
contextos nacionales y el escenario de las relaciones internacionales, necesitan un
profundo replanteamiento del significado mismo de la democracia y de sus formas.
Esta última sigue constituyendo el espacio privilegiado de manifestación y recomposición de las diferencias y de los contrastes, pero exige una profunda y compleja
reformulación. Las exclusiones, segmentaciones y fracturas provocadas por la globalización la empujan a buscar nuevas formas y nuevos contenidos sociales y culturales, a desplazar su eje hacia la búsqueda de nuevas conexiones entre sistema
político y actores sociales11.
El concepto de sociedad civil tiene el mérito de plantear las cuestiones de la articulación social, de la representatividad12, de la gestión de los conflictos y de la creación de la confianza y del consenso, desde una perspectiva no necesariamente
alternativa sino, más bien, integradora del punto de vista político-institucional. A
finales del siglo XX, cuando la globalización redefine estructuras y actores locales,
nacionales e internacionales, este concepto opera como expresión y, contemporáneamente, como señal de la aparición de un fenómeno inédito, la formación de una
sociedad civil global13. Los cambios puestos en marcha modifican, de hecho, los
escenarios e impulsan a superar los vínculos establecidos por los Estados nacionales y a experimentar modalidades de acciones que atraviesen las fronteras (Beck,
1999; Pianta, 2001), dando vida así a procesos nuevos y complejos, cuya comprensión está aún por profundizar, pero que, desde el principio, confieren una vez más
al concepto de sociedad civil un lugar central.
El debate en los años ochenta y noventa
El redescubrimiento del concepto de sociedad civil conforma un panorama de lecturas y aplicaciones variado y confuso, como consecuencia no sólo de la diversidad
de connotaciones que se le atribuyen sino también por el hecho de que las diferencias no son manifestadas adecuadamente. Las ambigüedades se originan en imprecisiones analíticas y en la fluidez de los procesos sociales recogidos por la noción.
Tal y como señalan estudiosos como Bobbio (1985), la complejidad se encuentra inscrita en la misma filología del término "sociedad civil", en el cual "civil" reconduce
a civitas pero también a civilitas, asumiendo en el primer caso el significado de sociedad "política" y en el segundo el de sociedad "civilizada". La característica de ser
un escenario de libertades individuales, de vida asociativa libremente elegida y, al
mismo tiempo, de valores, reglas y comportamientos compartidos, permite así distintas visiones, dependiendo de que se ponga el énfasis en uno u otro de los dos
aspectos y de la lectura que de estos se haga.
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LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
Un esquema útil para ordenar las diferentes connotaciones atribuidas al concepto puede ser basado en la distinción entre:
a) uso analítico, que lo interpreta como instrumento de análisis de cómo una
sociedad determinada funciona y de cómo se diferencia de las demás
(Gellner, 1996); y
b) uso normativo, que lo interpreta como un modelo de organización social
ideal, caracterizado por una racionalidad específica, fuente de solidaridad y
cooperación, con características muchas veces utópicas (Seligman, 1993;
Cohen y Arato, 1992; Kumar, 1993: 388).
Cada uno de estos usos agrupa un gran número de variantes, a veces teóricamente distantes. Una ulterior distinción, a tomar en cuenta y transversal a las dos
anteriores, es la que existe entre la concepción "actorial" y la concepción relacional,
donde la primera concibe la sociedad civil como un conjunto de organizaciones más
o menos formales, con distintos intereses y misiones, y la segunda, sin embargo,
como "espacio" o "arena" de interacción, incluso de conflictos14.
En el último decenio, la progresiva extensión de la noción de sociedad civil a
áreas geopolíticas distintas acrecienta, de modo significativo, esa ambigüedad y
complejidad tanto a nivel conceptual como operativo. De hecho, adquieren importancia las estrategias de intervención que no sólo reconocen la sociedad civil como
actor de desarrollo sino que también se involucran en acciones dirigidas a promover y fortalecer su construcción.
En el debate posterior a 1989 afloran algunas tendencias comunes que prestan
una mayor atención a: el ámbito de extensión del concepto; la diversidad de las
dimensiones que permite recoger, como las político-institucionales (Putnam, 1993)
o éticas (Seligman, 1993; Kumar, 1993); la adopción de una perspectiva diacrónica,
sensible a las transformaciones que redefinen la sociedad civil en el tiempo así como
a las posibilidades y a los vínculos que condicionan la acción dirigida a su consolidación; el rechazo de una aproximación fuertemente socio-céntrica, presente también en las posturas neomarxistas o postmarxistas que coinciden en la
"revisión de la identidad establecida por Marx entre sociedad civil y sociedad burguesa así como de sus varios proyectos políticos dirigidos a la reunificación del
Estado con la sociedad"(Cohen y Arato, 1992: 71).
Dentro de esta nueva visión persisten, existen amplias zonas problemáticas, que
ponen de manifiesto la dificultad tanto de definir de forma clara las características
de la sociedad civil como de establecer una delimitación nítida a su extensión. A
pesar de que la autonomía constituye una característica reconocida unánimemente
como constitutiva de la sociedad civil, hay diferencias importantes en la forma en
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
la que es concebida. La distinción entre sociedad civil y Estado, en sus distintas
variantes, forma parte de la historia del concepto desde la última parte del siglo
XVIII. El debate de los primeros años noventa interpreta tal relación desde varios
puntos de vista, subrayando la capacidad de contraposición de la sociedad civil al
Estado o poniendo de manifiesto su interrelación, fundamento de su respectiva
fuerza o debilidad (tanto para Robert Putnam como para Michael Walzer, una
sociedad civil fuerte necesita un Estado fuerte y viceversa) o, también, argumentando sobre la dependencia de la primera del segundo. Por ejemplo, en la visión de
John Keane (1988ª) la sociedad civil alberga divisiones y conflictos que necesitan el
papel regulador del Estado; para la teoría crítica, por el contrario, la sociedad civil
encuentra en sí misma los mecanismos de autorregulación, alimentados por sus
dimensiones comunicativas (Habermas, 1986)15; para las posiciones neoliberales,
por último, tales mecanismos están representados por las leyes de mercado.
También la relación entre sociedad civil y mercado es objeto de distintas lecturas, pasando de la identificación o de la escasa preocupación por precisar la relación entre ambos (Cohen y Arato, 1992), al énfasis en la diferencia que intercurre
entre sus lógicas. Esto se aprecia en los enfoques de autores como Habermas, Cohen
y Arato, pero también como Rosanvallon, que subraya como la lógica de las organizaciones sin ánimo de lucro se escapa a las equivalencias inmediatas de
privado = mercado = beneficio = desigualdad, y de
público = Estado = no mercado = igualdad.
Dotadas de una connotación de "privado social", las asociaciones sin ánimo de
lucro resultan, de hecho, promotoras de un modelo de Estado de bienestar, que tiende a huir de la contraposición y a establecer una rearticulación no univoca de las
relaciones entre Estado, mercado y sociedad (Rosavallon, 1992: 109-112).
Las diferencias de interpretación de estas dos relaciones (sociedad civil / Estado,
sociedad civil / mercado) no son la expresión de dos áreas teóricas homogéneas, porque la identificación de la sociedad civil y del mercado pertenece tanto a posturas
neoliberalistas como marxistas, y la defensa de la sociedad civil frente al Estado es
propia de exponentes tanto del comunitarismo como del pensamiento radical. La
dificultad para identificar las similitudes y diferencias entre estas interpretaciones
se debe a que los términos de la relación, y no sólo la relación, cambian dependiendo de la perspectiva que se asuma16.
En cuanto a la relación entre sociedad civil y Estado, es útil poner de relieve la
existencia de un modelo de explicación triádica que utiliza la distinción, más compleja, entre Estado, sociedad política y sociedad civil. La izquierda francesa de los
años ochenta, llamada también "segunda izquierda", retomando el discurso de
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LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
Tocqueville, ve la sociedad civil como el lugar de manifestación de nuevas formas
de relaciones sociales y de solidaridad (Touraine, 1994 y Rosanvallon, 1992), no
exento de tensiones y de acciones irracionales. De este modo desplaza el discurso
sobre la democracia del Estado a la sociedad y, considerando esta última en términos de grupos, asociaciones y espacio público, identifica una tercera área, representada por la sociedad política, colocada entre sociedad civil y Estado: "La separación
de la sociedad civil, de la sociedad política y del Estado es una condición central de
la formación de la democracia. Ésta no existe si no se reconocen las lógicas propias
de la sociedad civil y del Estado, lógicas distintas y a menudo opuestas, y si no existe, para gestionar sus difíciles relaciones, un sistema político autónomo frente a
ambos... El Estado tiene un papel internacional y un papel de defensa de la memoria colectiva, a la vez que de previsión y de programación a largo plazo. Ninguna de
estas funciones fundamentales conlleva la democracia en si misma. De la misma
forma, los actores y los movimientos sociales que dan vida a la sociedad civil no
actúan naturalmente de forma democrática, aunque un sistema político sólo puede
ser democrático si representa los intereses de los actores sociales. Es el sistema político el que es el lugar de la democracia" (Touraine, 1994: 68-69). A propósito de esto,
es importante recordar que precisamente es un modelo triádico el que sirve de base
a Gramsci para superar la concepción del Estado como maquina represiva y
"comité de negocios" de la burguesía, y para mirar a la sociedad civil como el espacio en el que es posible construir, por medio del conflicto y de la lucha por la hegemonía, un sujeto capaz de transformar radicalmente, superándola, la propia división entre sociedad civil y Estado. Por otros aspectos, es también interesante
recordar la presencia de modelos aún más articulados de análisis, como aquel,
introducido por Jean Cohen, que añade a la distinción entre Estado, sociedad civil
y mercado dos nuevas esferas: sociedad económica (organizaciones de producción,
distribución, empresas, cooperativas, sindicatos, instituciones de contratación
colectiva) y sociedad política (partidos, organizaciones políticas, parlamentos), con
funciones de mediación entre economía y Estado (Cohen, 1995).
En algunos casos, además, se prefiere la distinción, de clara filiación hegeliana
(Tester, 1992; Shils, 1991; Taylos, 1990; Diamond, 1994)17, entre familia, sociedad
civil y Estado a la de mercado, sociedad civil y Estado.
En los años ochenta, el redescubrimiento del concepto de sociedad civil ocurre
fundamentalmente sobre la base de una definición "por negación", que asume como
característica fundamental de la misma la autonomía frente al Estado y al mercado. Sólo en el decenio sucesivo la atención se desplaza hacia el examen de las características internas. Pluralismo y conflicto se proponen entonces como enfoques que
tienden a contraponerse en la definición de lo que es la sociedad civil: de hecho,
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
mientras el primero subraya su carácter unitario, el segundo matiza sus contrastes
y divisiones internas.
Las lecturas que ven en el espíritu cívico la componente que permite ir más allá
de la simple consideración de la densidad asociativa, tienden a considerar la sociedad civil como un conjunto armónico de valores y de normas. En este sentido, es
ilustrativo el trabajo de Robert Putnam, y particularmente su investigación de la
relación entre rendimiento institucional y cultura cívica de las regiones italianas,
realizada cuando éstas se estaban configurando en los años setenta. La elección metodológica de someter a una verificación empírica el carácter de dicha relación18,
revela, de todos modos, algunas debilidades, algunas de las cuales se refieren precisamente a los criterios utilizados para delimitar el universo asociativo considerado.
Las dudas no tocan tanto la conocida equiparación entre asociaciones de recreo y
asociaciones de compromiso cívico, característica de Putnam, cuanto la naturaleza
de las motivaciones que llevan a no considerar adecuadamente el rol de las asociaciones políticas en la creación de la cultura cívica, así como el peso insuficiente que
se atribuye al análisis coyuntural respecto al análisis histórico. De la misma forma,
otros estudiosos como Adam Selingman o como Jean Cohen y Andrew Arato, distanciados en sus líneas teóricas pero unidos por el común enfoque normativo,
defienden el carácter tendencialmente unitario de la sociedad civil, donde unitario
no significa carácter cerrado o ausencia de diversidad si no sólo falta de fuertes conflictos internos19.
Algunos autores consideran, sin embargo, que el pluralismo es un criterio importante pero no suficiente para definir la sociedad civil. Es el caso de Ernest Gellner,
de Crisma Kumar (1993), de John Keane (1988a y b) y de John A. Hall (1995). Para
el primero, las contraposiciones unidad / diversidad, centralismo / pluralismo, proporcionan un eje de análisis importante pero no suficiente. Razonar, de hecho, en
términos de pluralismo tout court no permite diferenciar la sociedad civil de una
comunidad segmentada que, por su lado, aunque sea capaz de resistir intentos centralizadores, termina por "encadenar hasta inmovilizar", para usar las palabras de
Durkheim, mostrándose incapaz de conferir "a sus miembros ese tipo de libertad
que nosotros exigimos y esperamos de la sociedad civil" (Gellner, 1996: 13). Los vínculos asociativos fundados en la sangre, sobre identidades adscriptivas, ejercitan
efectos opresivos sobre sus miembros, distintos pero igualmente negativos a los producidos por los regímenes autoritarios.
En el curso de los años noventa, el reforzamiento de las tendencias al particularismo, al fundamentalismo religioso y al conflicto étnico que, cada vez más marcadas en las distintas áreas geopolíticas, confieren a las divisiones y a los antagonismos características no negociables y en muchos casos destructivas, nos empujan a
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LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
preguntarnos sobre las diferencias que existen en la sociedad civil, realzando sus
contradicciones, su falta de linealidad, su carácter potencialmente no democrático
(Brecher y Van Roy, 1999)20. El enfoque liberal que "tiende a tapar los conflictos
entre las distintas categorías de asociaciones cívicas y no permite un adecuado reconocimiento de la existencia de esas fuerzas sociales que son fuente de división y que
son adversas a la democracia, aún formando parte de la 'sociedad civil'" (Robinson,
1995: 78) pierde capacidad explicativa. En la reflexión sobre la sociedad civil, emerge, en cambio, la cuestión del conflicto y de la necesidad de confrontarse con ella,
independientemente de la diversidad de las respuestas ofrecidas.
Inclusiones y exclusiones problemáticas
Las concepciones de la noción de sociedad civil características del debate de los últimos años, encuentran en la tipología de actores que incluyen o excluyen uno de los
principales elementos de diferenciación: movimientos, grupos, asociaciones formales e informales son, dependiendo de las perspectivas y los marcos teóricos adoptados, considerados internos o externos. Un rápido repaso de las inclusiones y exclusiones más problemáticas permite apreciar la variabilidad de la extensión del
concepto y, sobre todo, las dificultades generales que se presentan para la identificación de criterios que permitan su clara definición operativa:
Los actores económicos son excluidos sistemáticamente del espacio de la sociedad civil por aquellas posiciones que la identifican como un área distinta del
mercado y del Estado. Otras posiciones, sin embargo, los consideran parte integrante de la misma (Ignatief, 1995; Keane, 2001). Para las cooperativas y las
asociaciones empresariales, la exclusión es menor. Por lo que se refiere a los criterios de clasificación utilizados por la literatura que identifica a la sociedad civil
con el "tercer sector", hay que decir que éstos excluyen no sólo a los actores que
conllevan una lógica de mercado sino también a todos aquellos que son informales. Por lo tanto, quedan excluidos de la sociedad civil los movimientos y
todos los grupos informales que, a pesar de todo, desarrollan un papel relevante en las transiciones democráticas de los años ochenta21.
Los sindicatos presentan frecuentemente problemas de inclusión, y no sólo en
coyunturas históricas caracterizadas por una marcada relación de subordinación al
ámbito político cuando no directamente al Estado. Para algunos autores, como en
el caso de los exponentes de la teoría crítica, los sindicatos quedan excluidos porque conllevan intereses y lógicas de acción propias de la economía o de la política.
Los grupos religiosos no están considerados siempre parte de la sociedad civil.
En este sentido resulta decisiva la naturaleza de los valores que orientan su
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EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
acción así como la existencia o no de intereses de orden social. En el caso de los
países del Este y en la América Latina de los años ochenta no se discute su inclusión. Sin embargo, durante el decenio sucesivo no sucede lo mismo en África,
debido a la difusión del fundamentalismo. Otras veces la exclusión se basa en la
presencia de intereses exclusivamente espirituales.
Los partidos a veces son incluidos y otras no. En gran parte de la literatura de los
años setenta y ochenta de Europa del Este y de América Latina, los partidos forman parte de la sociedad civil por el carácter alargado de la noción que se utiliza
(O'Donnell y Schmitter, 1986)22. En los años noventa, sin embargo, prevalecen los
análisis que los excluyen (Linz y Stepan, 1996; Garreton, 1994; Coppedge, 1994).
Las asociaciones recreativas en algunos casos resultan equiparadas a los grupos
religiosos, clasificadas como auto-referenciales y excluidas del ámbito de la
sociedad civil. Otras veces, en cambio, como en los análisis de Putnam (1993),
son vistas como escuela de formación y ejercicio del espíritu cívico y son consideradas como un componente fundamental de la sociedad civil.
Las asociaciones indígenas siempre han sido incluidas en América Latina, mientras que los grupos nacionalistas y étnicos han sido, en prácticamente la totalidad de los casos, excluidos, sobre todo en presencia de conflictos étnicos particularmente traumáticos (Gellner, 1991; Chazan, 1992). De todos modos, algunos
autores como Larry Diamosnd y Michael Walzer los consideran parte de la
sociedad civil.
Los grupos basados en relaciones de sangre, en línea con la conocida distinción
trazada por Hegel entre familia y sociedad civil, son excluidos por una gran
parte de la literatura actual. Sin embargo, distintos autores como Offe (1988),
Walzer (1995), Cohen (1995), Fukuyama (2000) los incluyen.
Las escuelas, los hospitales y las cárceles son considerados parte de la sociedad
civil por autores como John Keane (1988a)
Las asociaciones de derecho público como los entes municipales en algunos
casos, también, se incluyen en la sociedad civil (Fukuyama, 2000).
Por último, hay que señalar la postura –insólita si bien emblemática de lo amplia
que es la connotación dada a la noción y a la naturaleza de las estrategias promovidas– que incluye al Estado en la sociedad civil. La definición de sociedad civil en
términos de "acciones y actitudes que tiendan hacia el bien público común" (Milner,
2001: 31), expresada en un documento de la Commonwealth Fundation23 dirigido a
contribuir al debate, lleva a incluir actores e instituciones, con la única condición de
que sus acciones respondan a ese fin. Está claro que la definición, si bien recondu35
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
ce a un enfoque flexible y centrado en el análisis empírico de actores y contextos, se
cierra a la comprensión de la diversidad de las lógicas que distinguen la acción política, económica y social. El concepto de sociedad civil termina así por evaporarse y
ver sus contenidos reducidos a una idea genérica del bien común.
La diversidad de los sistemas de clasificación nos muestra como, al hablar de
sociedad civil, no podemos sólo referirnos a la densidad asociativa sino que tenemos
que tomar en consideración otros aspectos, en primer lugar la lógica que orienta la
acción de grupos y asociaciones en un contexto determinado, local, nacional o internacional. Por otra parte, también las posturas mayormente inclusivas introducen
criterios que permiten diferenciar entre tipologías asociativas y pensar en términos
de producción de consenso y de integración. En algunos casos la pertenencia contemporánea a varias asociaciones, el carácter overlapping, cross-cutting, de la afiliación se coloca como base de la vida pública democrática. En otros casos es la existencia de democracia interna lo que se considera como requisito indispensable para
que una asociación pueda pertenecer a la sociedad civil. También un autor como
Francis Fukuyama, que considera parte de la sociedad civil a las asociaciones criminales, como la mafia, o las declaradamente racistas y portadoras de lógicas de
exclusión y negación, como el Ku Klux Klan, introduce criterios específicos, como
la amplitud del "radio de acción" de la confianza generada y la presencia de "externalidades negativas", es decir de la intolerancia y del odio hacia otros, que consienten diferenciar entre asociaciones en grado de contribuir a una sociedad civil fuerte y asociaciones que no lo están (Fukuyama, 2000: 34).
Siguiendo en la línea de Fukuyama, Caroline Broussard distingue, por ejemplo,
dos dimensiones de la sociedad civil: la sociedad civil como tal, constituida por las
"organizaciones concretas situadas entre la esfera pública y la privada" y la sociedad
cívica, constituida por "la cultura política democrática", que pertenece, por lo tanto,
"a un nivel de abstracción más alto del de las organizaciones concretas que componen
la sociedad civil" (Boussard, 2000: 8). Intenta, a través de esta distinción de niveles,
encontrar una forma de conciliación entre la visión liberal y la visión democrática de
sociedad civil, e indagar en las diferencias de rol y de configuración asumidas por ésta
durante las distintas fases de la transición y de la consolidación democrática. En este
sentido, resulta decisivo el examen de las relaciones internas de asociaciones y grupos.
Los vínculos asociativos basados sobre su propia reciprocidad, transparencia,
carácter electivo y provisionalidad tienen que considerarse indispensables para
producir la confianza reciproca y la aceptación de reglas compartidas para la gestión de los conflictos, en las que se basa la vida democrática. La referencia a una
lógica de carácter cualitativo que integre el reconocimiento cuantitativo del número y de las dimensiones de las asociaciones24, aparece indispensable para la relevan36
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
cia y el espesor de las estrategias y de las posibles modalidades de reforzamiento y
consolidación de la sociedad civil. Ésta es, por otro lado, la única perspectiva que
permite ver la relación con la política y con el Estado no como un camino de único
sentido si no como un camino circular, basado en la interacción y en la posibilidad
de reforzamiento mutuo.
Densidad asociativa, conflictos y capital social
La formación y la densidad de asociaciones voluntarias dirigidas a la obtención de
objetivos comunes revelan las modalidades y el grado de articulación de los intereses de una sociedad determinada, pero no constituyen de por si una garantía de
integración. El análisis de Mancour Olson, se comparta o no, tiene el mérito de cuestionar que se dé por sentado, cosa a menudo implícita, el paso automático de la fase
de percepción de objetivos comunes a las de organización y realización de acciones
comunes, o sea de la producción espontánea, por parte de grupos movidos por intereses particulares, de un bienestar común a todo el cuerpo social. Son ilustrativas
las páginas que Olson dedica al examen de las teorías pluralistas, caracterizadas por
una visión de las asociaciones como expresiones de libertad y de iniciativa voluntaria, llamadas a desarrollar un papel de intermediación entre individuo y Estado
(Olson, 1983: 129-150)25.
Una concepción de sociedad civil que lee la fuerza de ésta sólo en términos de
autonomía y densidad asociativa se limita a operar con una conceptualización
demasiado pobre, inapropiada para captar las dinámicas y la complejidad de los
fenómenos que pretende explicar. De hecho, las posturas que no ponen mucho énfasis en el aspecto del conflicto, como por ejemplo la de Robert Putnam, no consideran nunca el mundo asociativo "en bloque" sino trazan claras distinciones en su configuración interna; en el caso de Putnam, por ejemplo, el foco está puesto
principalmente sobre pequeños grupos, más cercanos a "relaciones horizontales de
reciprocidad y de cooperación".
La experiencia de la Republica de Weimar, mencionada varias veces en la literatura sobre este tema, recuerda cómo el número de las asociaciones, que en ese
periodo creció enormemente, puede operar, en algunos casos, como factor de disgregación más que como adhesivo social. En ese caso la proliferación de las redes
asociativas, caracterizada por una fuerte segmentación y tendencias centrífugas,
favoreció la inestabilidad en lugar de la consolidación democrática.
Tener clara la distinción entre pluralismo social, pluralismo cultural y pluralismo político, y entender las distintas articulaciones posibles, resulta decisivo para el
37
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
discurso sobre la democracia. El análisis cuantitativo se tiene pues que acompañar
y reforzar con la búsqueda dirigida a identificar aquellos elementos o aquellas lógicas que hacen de las asociaciones una fuente de cohesión y de integración. La pluriafiliación se ha visto más de una vez como elemento decisivo: esta contribuiría a
producir la no correspondencia entre cleavages sociales, políticas, culturales y por
lo tanto operaría como fuente de creación de confianza y tolerancia social. Aún así,
la pluri-afiliación considerada por si misma, no parece ofrecer una respuesta
exhaustiva a la cuestión y requiere más bien que se introduzcan en el análisis ulteriores dimensiones.
En la propia visión de Tocqueville –referida a distintas tipologías asociativas,
asociaciones civiles y asociaciones políticas, distintas por sus fines y lógicas de pertenencia pero convergentes por lo que se refiere a la creación de libertad y cohesión
social– el gobierno local, y por lo tanto un cuadro político federalista, desarrolla un
papel de garantizador de autonomía respecto al poder central y de educador para
el auto-gobierno (Mouritsen, 2001: 20). De este modo el tema de la densidad asociativa, a través del reconocimiento de la variedad de sus tipologías, reconduce al
examen de las relaciones entre sociedad civil y Estado.
¿Es el momento político de la creación de las estructuras y reglas de funcionamiento de carácter general el fundamento de la propia posibilidad de funcionamiento armonioso y controlado de las asociaciones civiles, o son estas últimas las
que, a través de sus interrelaciones, producen el adhesivo social que hay en la base
del Estado? ¿Constituyen el Estado y la sociedad civil dos escenarios, arenas, espacios, recíprocamente funcionales, para los que la separación y la autonomía son a la
vez el fundamento de su articulación y unidad?
En la historia del pensamiento moderno, liberales, demócratas, marxistas y postmarxistas se han dividido al contestar a estas preguntas. Más allá de las diferencias
de las soluciones propuestas, opera también otra distinción básica, la que separa la
visión conflictual de la visión funcional de las diferencias sociales. ¿Son los conflictos siempre un factor de disgregación o, al contrario, son justo ellos, en determinados contextos, los que ejercen una importante función unificadora, de adhesivo
social? ¿De "vínculos", o de "cemento que mantiene unida a la sociedad", como dice
Dahrendorf?
El tema es antiguo pero no siempre ha sido expuesto explícitamente, como ha
recordado el ensayo de Albert Hirschman, Los conflictos sociales como pilares de las
sociedades democráticas de mercado (1997). En una coyuntura en la que los sucesos
posteriores al final de la guerra fría contribuyen a reconducir la atención, con
mucho dramatismo, a la problemática de la convivencia, la importancia del análisis de Hirschman reside en el que él plantea la cuestión en términos contextualiza38
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
dos y no generales26, en que él utiliza un concepto de conflicto no indiferenciado si
no más bien dirigido a identificar las características específicas que lo convierten en
un adhesivo y no en un solvente, en un factor de agregación y no de disgregación
social, en la base de una relación agónica y no antagónica con el otro. La existencia
de un cuadro político democrático que hace que el conflicto sea explícito, el continuo replanteamiento de este último bajo el empuje de las dinámicas constitutivas de
una sociedad moderna que produce repetidamente problemas y crisis, el carácter
provisional y no definitivo de las soluciones alcanzadas, la divisibilidad del antagonismo y por lo tanto la negociabilidad que le distingue, resultan constituir las condiciones que hacen posible, en las sociedades pluralistas de mercado, avanzar a tientas, o sea otorgar a los conflictos un papel constructivo. A partir de aquí, a través
de un largo y no lineal proceso de aprendizaje social, se produce "un orden
democrático cohesivo" (Hirschman, 1997). Formas de Estado y tipologías de conflicto ponen así de manifiesto de interaccionar y condicionarse recíprocamente.
Por otro lado, la literatura sobre los antagonismos de clase como historia de la
integración social, realizada por Marcel Gauchet y retomada por Hirschman, nos
lleva al siglo XIX y nos empuja a plantear la hipótesis de que el cuadro democrático presentado como uno de los elementos constitutivos de los procesos de gestión
positiva de los conflictos, pueda entenderse en un sentido más flexible y procesal,
como un indicador de la necesidad de la dimensión política más que como la identificación de esta última como un conjunto dado de condiciones institucionales.
Parecen corroborar la validez de esta hipótesis elementos presentes en trabajos precedentes del mismo Hirschman, sobre todo en algunos segmentos de Getting Ahead
Collectively, que hacen referencia al principio de la conservación y transformación
de la energía social (Hirschman, 1984).
Formulado sobre la base de la observación de cómo el fracaso de algunas experiencias de acción colectiva dirigidas a la búsqueda de cambios radicales lleva, en
America Latina, no a una implosión del empuje al cambio y tampoco a su representación en las formas asumidas precedentemente, si no más bien a una transformación
y a una continuación de la lucha alrededor de objetivos distintos, el principio parece
señalar la existencia de un proceso de aprendizaje social que, en algunos casos, opera
como producción de conductas, normas y valores compartidos, aun dentro de cuadros
políticos autoritarios. Este proceso de aprendizaje resulta decisivo para la cohesión
social y el análisis de las condiciones que lo hacen posible si bien, por un lado, pone
en evidencia la importancia de la manifestación de los conflictos de los distintos, no
confiere al cuadro político democrático un valor absolutamente determinante.
Es indicativo de su importancia el que la cuestión sea retomada por Ralf
Dahrendorf en la coyuntura que se creó tras el 11 de septiembre, a través de refe39
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
rencias al Kant de Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolítico. En este escrito de 1784, el filósofo alemán ponía de evidencia precisamente
cómo "el medio del que la naturaleza se sirve para llevar a cabo el desarrollo de
todas sus disposiciones, es el antagonismo de éstas en la sociedad, siempre que ese
antagonismo sea al final la causa de un ordenamiento civil de la sociedad misma"
(Kant, 1965: 127). El propósito de Kant, la delineación de una historia universal de
la humanidad, lleva a las nueve tesis, que constituyen la estructura de la obra, a
indagar sobre la razón de ser de los ordenamientos nacionales así como del surgir
lento y problemático de un ordenamiento cosmopolítico. Por las consideraciones
avanzadas, es importante destacar que, en ambos casos, el motor del proceso es el
mismo, o sea la "asocial sociabilidad (en cursiva en el texto, NDA) de los hombres,
o sea su tendencia a unirse en sociedad, acompañada de una aversión general, que
amenaza continuamente con dispersar la sociedad" (Kant, 1965: 127).
Al final de los años noventa, Michael Edwards se enfrenta a la misma problemática a otro nivel y con una aproximación distinta, prestando más atención a
la cuestión del desarrollo de los países del sur27 y basándose en la noción de capital
social28. Introduce la distinción entre relaciones "que hacen de puente", bridging, o
sea que establecen conexiones entre grupos, y relaciones "que vinculan", bonding, o
sea que establecen conexiones en su interior, distinción que se corresponde con la
hecha entre vínculos sociales fuertes y débiles y opera, de este modo, como criterio
eurístico que permite individuar el camino del desarrollo en el que es capaz de
transformar las relaciones internas en relaciones que hagan de puente entre grupos29. Se confirma así como también dentro de líneas de pensamiento diferentes, el
concepto de sociedad civil actúa como espacio analítico importante de reflexión y
de investigación sobre el tema de la cohesión y del cambio social.
40
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
Notas:
1 En relación con el caso de Polonia, Zbigniew A. Pelczynski (1988) observa que,
aunque utilizada desde finales de los años setenta, es sólo en 1980, con el nacimiento de Solidarnosc, cuando la noción de sociedad civil adquiere un referente
concreto propio.
2 El hecho que O'Donnell utilizara, todavía en la segunda parte del decenio precedente, el concepto de sociedad civil refiriéndose al plano de las relaciones
económico-sociales es significativo de la rapidez de los cambios que caracterizan
ese periodo. De hecho, en los años ochenta, O'Donnell utiliza el concepto para
describir la esfera colocada entre Estado y economía, caracterizada por la
dimensión asociativa y pública (Cohen y Arato, 1992).
3 El paso de regímenes autoritarios a estructuras democráticas sigue una sucesión
no lineal de fases que la literatura sobre el tema divide principalmente en transición, instauración y consolidación, atribuyéndoles características y protagonistas diversos. Esquemáticamente, la transición se corresponde con un periodo
de fluidez institucional, en la que algunos caracteres del antiguo régimen desaparecen sin que los del nuevo se hayan adquirido plenamente. O'Donnell y
Schmitter la definen como "el intervalo entre un régimen político y otro" (1986).
La instauración implica, por su parte, un proceso de reorganización profunda
que concluye cuando la construcción de las instituciones democráticas se ha
completado. La consolidación se corresponde, a su vez, con el proceso de estabilización de las estructuras y normas democráticas instauradas con anterioridad,
o sea con el "proceso de reforzamiento del sistema democrático dirigido a
aumentar su capacidad de persistencia y a hacer frente y prevenir crisis posibles." (Morlino, 1986b:203). Véase también Leonardo Morlino, 1986a en
Pasquino, 1986.
4 En los Estados Unidos el fenómeno alimenta un gran debate, con análisis diferentes e incluso contrapuestos, sobre las transformaciones en acto de las formas
asociativas y del espíritu cívico a ellas asociado. Véase al respecto Putnam, 1995
y Fukuyama, 2000.
5 El pensamiento liberal, que separa nítidamente individualidad y vida pública, ve
en el Estado el garante de reglas generales en cuyo interior deja espacio para la
manifestación de los intereses y de las preferencias particulares. Sin embargo, el
pensamiento republicano, se estructura en torno a la idea de soberanía popular,
o sea alrededor de una definición universalista de la vida cívica que no deja
espacio al reconocimiento de las particularidades. Véase al respecto la reflexión
desarrollada por Alain Touraine, en 1994, en Qu'est-ce que la démocratie? En
particular, las páginas 115-120.
41
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
6 "Hay que admitirlo, nuestra inclinación es hacia la afirmación de un proyecto
normativo común, y en este sentido somos postmarxistas. En otras palabras,
nosotros colocamos el centro pluralista de nuestro proyecto dentro del horizonte universalista de la teoría crítica más que dentro de la relativista de la desconstrucción" (Cohen y Arato, 1992:2).
7 Ernest Gellner (1996) pone en evidencia esta conjunción de slogan y de ideal que
caracteriza el renacimiento de la noción de sociedad civil.
8 "Estos problemas demuestran la falta de precisión en la utilización actual del
concepto de sociedad civil" (Alexander, 1996:48).
9 "Mi investigación llegó a la conclusión que tanto las relaciones jurídicas como las
formas del Estado no pueden comprenderse por sí mismas, ni por la llamada
evolución general del espíritu humano, pero tienen sus raíces en las relaciones
materiales de la existencia cuyo ámbito está abarcado por Hegel, siguiendo el
ejemplo de los ingleses y de los franceses del siglo XVIII, bajo el término de
"sociedad civil"; y que la anatomía de la sociedad civil se tiene que buscar en la
economía política" (Marx, 1957:4). Véase también el análisis ya presente en el
escrito juvenil de otoño de 1843, publicado el año siguiente, Sobre la cuestión
hebraica (Marx, 1969).
10 Véase a este propósito la distinción entre "guerra de maniobra" y "guerra de posición", determinante a fines de la identificación de las estrategias de cambio que
hay que adoptar y formulada a partir, precisamente, de las diversidades existentes entre sociedad civil en oriente y en occidente: "En oriente, el Estado era
todo, la sociedad civil era primordial y gelatinosa; en occidente, entre Estado y
sociedad civil había una relación adecuada y en el temblor del Estado se identificaba en seguida una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado era sólo
una trinchera avanzada detrás de la cual se encontraba una robusta cadena de
fortalezas y fortificaciones; más o menos de Estado a Estado, se entiende, pero
esto necesitaba un cuidadoso análisis de carácter nacional" (Gramsci, 1975:866).
11 Para una relectura de la cuestión democrática dirigida a escapar tanto de una
visión del Estado como agente único del cambio social como de la opuesta, especular, que atribuye un rol exclusivo al mercado, véase Alain Touraine, 1994 y
1996.
12 Para Touraine no existe democracia sin esta función de representación de los
conflictos: "Todos los intentos realizados para aislar el ámbito de la política o de
la democracia del conjunto de la vida social tienen como resultado aislar a la
ciudadanía de las instancias sociales y culturales concretas, lo cual no permite
fundar la democracia ya que ésta no existe sin la lucha contra formas y mecanismos de poder y, por lo tanto, sin asumir funciones de representación de los
42
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
conflictos, cosa muy distinta de lo que está presente en el tema de la comunicación, que queda en el orden cognitivo" (Touraine, 1997:61).
13 Ya en la primera mitad de los años noventa, distintos números de la revista
Millennium así como el número monográfico que, en 1995, Third World
Quarterly dedica al tema, "Non Governmental Organizations, the United
Nations and Global Governance", marcan la creciente atención hacia el nacimiento de una sociedad civil global.
14 Son ilustrativas de esta variedad de posiciones las diferencias que existen, por
ejemplo, entre autores como Larry Diamond y John Keane, aún estando ambos
dentro de la misma línea de pensamiento que ve la sociedad civil como conjunto más o menos amplio de actores. Para Diamond, de hecho, la sociedad civil
está constituida por: "... un largo espectro de organizaciones formales e informales. Estas incluyen grupos: 1) económicos (asociaciones productivas, comerciales y redes); 2) culturales (religiosos, étnicos, comunitarios y otras instituciones y asociaciones que defienden derechos colectivos, valores, creencias y
símbolos; 3) informativos y educativos (dirigidos a la producción y a la difusión
-con ánimo de lucro o sin él- de conocimientos públicos, ideas, nociones e informaciones); 4) de defensa de intereses (dirigidos a promover y defender los intereses materiales de sus propios miembros como trabajadores, veteranos, jubilados, profesionales y parecidos); 5) de desarrollo (organizaciones que reúnen
recursos de individuos para mejorar las infraestructuras, las instituciones y la
calidad de vida de la comunidad); 6) monotemáticos (movimientos ambientalistas, de defensa de los derechos de la mujer, de reforma agraria o de defensa de
los consumidores); y cívicos (orientados de forma universalista a mejorar el sistema político y a hacerlo más democrático mediante el monitoreo de los derechos humanos y de las elecciones, de la educación y movilización de los electores, de la lucha contra la corrupción). Además, la sociedad civil incluye "el
mercado ideológico" y los flujos informativos y de ideas. Esto comprende no sólo
a los medios de comunicación independientes sino también a aquellas instituciones que pertenecen al área de las actividades culturales e intelectuales autónomas -universidades, editoriales, teatros, productores cinematográficos y redes
de artistas". (Diamond, 1994:6). Para Keane, por el contrario, "En un momento
o en otro, las sociedades civiles modernas han incluido no sólo las economías
capitalistas sino también una variedad de organizaciones no económicas. Han
incluido una constelación de elementos que cambian y se yuxtaponen, y que no
pueden ser reducidos a un denominador común, a un núcleo esencial o a un
principio generador. Han incluido economías capitalistas y familias; movimientos sociales y esferas públicas del voluntariado (iglesias, organizaciones profesionales, medios de comunicación independientes e instituciones culturales);
43
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
partidos políticos, asociaciones de electores y otros agentes situados sobre la
línea que separa la sociedad civil del Estado; así como instituciones de "disciplinamiento" como escuelas, hospitales, manicomios y cárceles" (Keane, 1988ª:1920).
De la misma forma, la concepción relacional recoge en su interior un amplio y
diferenciado espectro de posiciones. Así, para Michael Walzer, ésta es una
arena, un "ambiente de ambientes": "Las palabras "sociedad civil" designan el
espacio de la asociación humana voluntaria y también el conjunto de las redes
de relaciones -fundadas sobre la familia, la fe, los intereses y la ideología- que
ocupan este espacio. La disidencia de la Europa central y del este ha crecido
dentro de una visión muy restringida de sociedad civil y la primera tarea de las
nuevas democracias creadas por los disidentes, por lo que se nos dice, es el de
reconstruir redes: sindicatos, iglesias, partidos políticos y movimientos, cooperativas, asociaciones de barrio, escuelas de pensamiento, sociedades de promoción o prevención de esto o de aquello" (Walzer, 1995:7-8). Sin embargo, para
Cohen y Arato la sociedad civil expresa una relacionalidad específica que la
diferencia del Estado y del mercado y tiende a ejercer una influencia reflexiva
sobre ambos. Los dos autores postmarxistas, a través de una lectura de la teoría
crítica de Habermas que recupera del pensamiento de Tocqueville la valoración
de la vida asociativa y de la participación activa en ella como componente decisivo para la vida democrática, ven en la sociedad civil un nuevo terreno para la
democratización ("Habermas tiene, ciertamente, razón al recurrir a Marx para
criticar el modelo de la esfera pública burguesa, sus tensiones entre norma e institucionalización. En el sucesivo desarrollo del modelo normativo es mucho más
discutible su obvia preferencia por Marx respecto a Mill y Tocqueville". (Cohen
y Arato, 1992:230).
15 Habermas define el actuar comunicativo como "interacción de por lo menos dos
sujetos capaces de un lenguaje y de una acción que (con medios verbales y extra
verbales) establecen una relación interpersonal. Los actores buscan un entendimiento a través de la situación de acción para coordinar de común acuerdo los
propios planes de acción y, por lo tanto, su manera de actuar. El concepto central de interpretación se refiere en primer lugar a acordar definiciones de situaciones susceptibles de consenso. En este modelo de acción el lenguaje asume un
lugar predominante" (Habermas, 1986:157).
16 Para un interesante cuadro sinóptico de los principales modelos y significados
ideal-típicos de sociedad civil, véase Pier Paolo Donati, 1997.
17 También en este caso permanecen, sin embargo, las diversidades a las que hemos
aludido más de una vez. La visión de Larry Diamond, por ejemplo, que subraya
la presencia en la sociedad civil de tensiones y contradicciones internas se dife44
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
rencia de la tendencialmente armoniosa, de matriz comunitaria, de autores
como Charles Taylor.
18 "Esta obra quiere ser una contribución a la comprensión del rendimiento de las
instituciones democráticas… El objetivo que se ha planteado es teórico pero el
método de estudio es empírico" (Putnam, 1993:3-4).
19 En el caso del propio Putnam, el reconocimiento de que la comunidad cívica
constituye una componente decisiva para un adecuado desarrollo institucional
se acompaña a una visión de comunidad vista no como "un mundo cerrado,
pequeño, pre-moderno" sino como eminentemente moderno, caracterizado por
la asunción de la solidaridad, del compromiso cívico, de la cooperación y de la
honradez como valores esenciales. Véase Putnam, 1993:132-133).
20 "Este compromiso puede ser cualquier cosa que tenga que ver con la vida pública: manifestaciones, complotes, violencia así como protestas pacíficas, autoayuda y trabajo constructivo en las comunidades. Ciertamente, uno de los debates
más interesantes sobre la 'sociedad civil' es, hoy, el sobre la complejidad de estos
pensamientos e ideas con funciones de contrapeso. Lejos de ser coherente ideológicamente con las organizaciones de la izquierda, la sociedad civil en Canadá
y en el resto del mundo incluye misóginos, defensores de derechos humanos,
defensores del libre mercado, coleccionistas de armas de fuego, constructores de
casas para muñecas, guías femeninas, ligas nazis, sindicatos, ambientalistas y
cámaras de comercio. Nosotros desafiamos a cualquiera a encontrar dentro de
este elenco un denominador ideológico común". (Brecher y Van Roy, 1999).
21 A principios de los años noventa, la investigación del Institute for Policy Studies
de la Johns Hopkins University de Baltimore, Toward an understanding of the
internacional non profit sector, dirigida por Lester Salamon y Helmut Anheier y
que abarca doce países, pone en evidencia la importancia económica, social y
política de las organizaciones sin ánimo de lucro, o sea de aquellas organizaciones que a través de su propia acción persiguen objetivos colectivos o el bienestar
de los propios miembros. Los criterios adoptados para circunscribir el objeto de
estudio responden a una visión de tipo estructural/operativa: constitución formal, naturaleza jurídica privada, autogobierno, ausencia de distribución del
beneficio, presencia de trabajo voluntario. Quedan así excluidos del universo del
non profit los grupos informales y las asociaciones con objetivos directamente
políticos o de culto (Salamon, 1998; Salamon y Anheier, 1996 y 1997).
22 Su utilización del concepto atraviesa distintas fases, pasando de una acepción
muy cercana a la de Marx a una más parecida a la de Gramsci.
23 La Commonwealth Foundation, creada en 1965 por los jefes de gobierno de la
Commonwealth, ha adquirido en 1983 la naturaleza de organización internacio45
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL AL DESARROLLO
nal. Promover la capacidad de trabajo conjuntamente por parte de la sociedad
civil, de los gobiernos y del sector privado así como el establecimiento de relaciones e intercambios entre países de la Commonwealth constituyen sus principales objetivos.
24 A este último aspecto hace referencia Francis Fukuyama cuando busca una
explicación de la aparente contradicción del proceso que registra la disminución
de la confianza en las instituciones y, contemporáneamente, el crecimiento del
número de las afiliaciones asociativas, como ocurre en el caso estadounidense de
los años noventa (Fukuyama, 2000:77 y 65-66).
25 La reflexión de Olson asume como base la concepción del individuo racional,
guiado en su acción por el análisis coste-beneficio. Esta óptica, en aquellas situaciones en las cuales el éxito de la acción colectiva está constituido por un bien
público, accesible por lo tanto a todos, hipotiza la aparición del fenómeno del
free-rider, o sea de la inclinación a no comprometerse para obtener algo de lo que
se podrá de todos modos beneficiar, independientemente del esfuerzo realizado
para obtenerlo. Justo para contrarrestar esta tendencia, sindicatos, partidos
políticos y grupos de acción colectiva en general, se ven obligados, según Olson,
a recurrir a la utilización de "incentivos selectivos", rigurosamente limitados a
los propios adherentes y, por lo tanto, capaces de motivar la adhesión de estos
últimos. Interesante y articulada es la crítica que Hirschman avanza al respecto, a partir de la observación de fondo de que el individuo del que habla Olson
es imaginado como "sin historia" (cursivo en el texto, NDA), o sea toma sus propias decisiones al margen de sus experiencias precedentes. Sin embargo, estas
últimas siempre ejercen un peso importante, producen un verdadero "efecto
rebote", que lleva a exagerar los beneficios e infravalorar los costes de acciones
que presentan características opuestas respecto a aquellas realizadas y que se
han manifestado como erróneas. Hirschman afirma, al contrario que Olson, que
la satisfacción que se busca a través de una acción no deriva sólo de los resultados que se esperan de ella. A esta crítica añade otra, más contundente por lo que
se refiere, en lo específico, a la acción colectiva finalizada a la consecución de
bienes públicos. En este caso, la distinción entre costes y beneficios tiende a desaparecer: los mismos esfuerzos realizados se convierten, de hecho, en parte de los
beneficios que se quieren alcanzar, representando una actividad a la que se le
reconoce valor de por sí. Numerosas experiencias, desde los peregrinajes medievales a los actuales desplazamientos de los apasionados del fútbol, se utilizan
para ilustrar esta tesis. En esta óptica, los free-rider aparecen como "unas personas que, ante todo, se engañan a sí mismas" (Hirschman, 1983a).
26 "La cuestión de si el conflicto opera predominantemente como adhesivo o como
disolvente no puede ser resuelta en términos generales; más bien es necesario lle46
EL REDESCUBRIMIENTO DEL CONCEPTO
varla a un plano más realista a través de una mirada más atenta a la interacción
entre un determinado tipo de sociedad y aquellos que son sus conflictos característicos." (Hirschman, 1997:298).
27 Los términos norte, sur y países en transición están utilizados por este texto para
indicar respectivamente a: los países donantes, a los países receptores de ayuda
al desarrollo desde inicio de los años sesenta y a los países receptores de ayuda
al desarrollo desde finales de los años ochenta.
28 La noción de "capital social" hace referencia a la organización social, o sea a
aquellas redes, normas y actitudes sociales que promueven la coordinación y la
cooperación con mutuo beneficio (Putnam, 1995). Para Edwards, ésta "se refiere 'al adhesivo' que mantiene a la sociedad unida en cuanto a conjunto de redes
sociales e instituciones, normas sociales (como la cooperación) y valores o atributos sociales (en particular la confianza)" (Edwards, 1999:1).
29 "El fortalecimiento de los vínculos internos, bonding, puede remarcar las desigualdades ya que el crecimiento de capital social será utilizado para promover
sólo los intereses del grupo considerado; la creación de vínculos externos, bridging, llevará a reducirlos en el transcurso del tiempo en la medida en que la gente
resolverá las diferencias dentro de un interés común más amplio. Por lo tanto,
para promover el desarrollo económico las sociedades tienen que desplazarse del
bonding al bridging para asegurar un consenso social a favor de los cambios
estructurales de la economía y para superar la lucha continua entre grupos de
interés que han hecho descarrilar el progreso, por ejemplo, en el África subsahariana después de la independencia". (Edwards, 1999:6).
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