Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS ~ RESPONSABILIDAD CIVIL ~ PUBLICACION PERIODISTICA ~ DIFUSION DE INFORMACION ~ TEORIA DE LA REAL MALICIA ~ PUBLICACION INJURIOSA ~ MEDIOS DE COMUNICACION ~ PRENSA ~ DOCTRINA DE LA CORTE SUPREMA ~ FUNCIONARIO PUBLICO ~ DERECHO DE REPLICA ~ LIBERTAD DE EXPRESION ~ DERECHO A LA INTIMIDAD ~ DERECHOS CONSTITUCIONALES ~ DERECHO AL HONOR ~ PRESUPUESTOS DE LA RESPONSABILIDAD ~ LIBERTAD DE PRENSA ~ DEBER DE INFORMACION ~ DEBER DE CUIDADO ~ INDEMNIZACION ~ DERECHO A LA INFORMACION ~ PERIODISTA ~ DEBER DE PRUDENCIA Título: La responsabilidad civil por publicación de noticias inexactas Autores: Arias Cáu, Esteban Javier Krieger, Walter F. Publicado en: DJ09/02/2011, 6 - LLO; Fallo comentado: Corte Suprema de Justicia de la Nación ~ 2010-05-19 ~ Di S., M. A. c. Diario La Mañana I.- Introducción. II.- Los hechos del caso. III.- De la doble órbita de análisis. IV.- Diferencia entre opinión y noticia errónea o falsa. V.- La mera expresión de opiniones y la doctrina de la real malicia. VI.- El deber de cuidado y el derecho de informar. VII.- Nuestra opinión. I. Introducción La publicación de noticias falsas o inexactas cuando el afectado es un personaje público en sentido amplio es un ámbito propicio para indagar sobre los métodos de interpretación, actualmente en boga, y la justicia del caso concreto del cual se ocupa la teoría general de la responsabilidad civil. El aparente conflicto entre los derechos fundamentales de los medios masivos y de los particulares, ya sea que se indague desde el derecho constitucional o del derecho civil, nos muestra un campo de batalla apasionante, formidable para esquematizar modelos de interpretación o bien para buscar el ius del caso. El fallo "Di Salvo, Miguel A. c. Diario La Mañana" nos permite introducirnos en un tema, que a simple vista ya ha sido demasiado trillado, pero en el cual, en virtud del reciente pronunciamiento de la Corte Suprema, nos permitirá esbozar una distinción implícita y que no ha sido demasiado desarrollada por la doctrina, relativa a los juicios de opinión y las informaciones inexactas. II. Los hechos del caso Con fecha 19 de mayo de 2010, la Corte Suprema de Justicia de la Nación decidió el caso "Di Salvo, Miguel Angel c. Diario La Mañana", en sentido unánime, dejándose sin efecto la sentencia de la Sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil y por ende rechazando la demanda por daños y perjuicios. De los considerandos del fallo pueden extraerse los siguientes datos fácticos que dieran origen al pleito. El actor, Miguel A. Di Salvo, tomó conocimiento el día 16 de marzo de 2003 de una publicación realizada en el Diario "La Mañana" en la cual se informaba que era propietario de "… siete partidas: en 25 de Mayo 2 rurales de 404 y 528 hectáreas". Ante ello, y en virtud que la noticia era "inexacta, falaz y capciosa", remitió una carta documento al diario citado, quien en una publicación posterior del día 19 de marzo de 2003 se rectificó consignándose que se había producido un error involuntario al aludir a las superficies de algunos inmuebles, informándose la extensión correcta, es decir: 40 ha. y 58,2 ha. Por esas fechas el actor se desempeñaba como senador de la provincia de Buenos Aires, presidente local del Partido Justicialista y había sido además ex concejal y ex intendente, con el dato adicional que la nota periodística fue publicada días previos a los comicios internos del Partido político nombrado. Si bien, aclaró que era titular de dos predios rurales, producto de la herencia familiar, la información del diario era inexacta y ello resultaba de una simple comparación: "404 y 528 hectáreas" y "40 ha. y 58,2 ha." Empero, no conforme con la rectificación de la información, promovió una demanda de daños y perjuicios en contra de la Organización Periodística 25 de Mayo S.A. (Diario La Mañana) y contra el Director y editor del periódico (Sr. Alberto E. Rocha). El juez de primera instancia en lo civil rechazó la demanda con fundamento en la naturaleza de la publicación impugnada y la condición de figura pública del actor imponía valorar la conducta del periódico y del editor, mediante la aplicación de la doctrina de la real malicia. Disconforme con el fallo interpuso apelación ante la Sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, quien revocó el fallo en crisis y condenó al Diario y a la hija y heredera del editor a abonar la suma de $ 20.000 más intereses y a publicar la parte resolutiva de la sentencia en primera plana de una edición dominical del periódico "La Mañana". Los demandados interpusieron recurso extraordinario y que originó el fallo que analizaremos a continuación. III. De la doble órbita de aná lisis La temática sub examine es factible de abordarse desde dos puntos de mira. Por un lado, desde el derecho constitucional, a los fines de indagar sobre la tensión existente entre dos derechos fundamentales como son la libertad de expresión vs. el derecho a la intimidad o el honor, y la rica evolución de la jurisprudencia que © Thomson La Ley 1 nuestro Máximo Tribunal ha ido elaborando en el tiempo. Este aspecto lo efectuaremos desde una postura restringida por razones de espacio a los fines de sentar algunas premisas. Empero, también es susceptible de hacerse desde la óptica de la responsabilidad civil, siendo que estamos en presencia de una acción que persigue el resarcimiento económico, con fundamento en los presupuestos de responsabilidad y que, por otra parte, es nuestra especialidad. III.1. La tensión de derechos en abstracto y en concreto. Métodos de interpretación. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, si bien le ha concedido desde antaño el rango de libertad preferida a la libertad informativa, como comprensiva del género libertad de expresión, ha intentado compatibilizarla o armonizarla con los demás derechos constitucionales de la persona, como ser a la intimidad, privacidad o el honor, estableciendo reglas de protección de la libertad de informar, sin menoscabo de aquellos derechos. Se trata aquí, pues, de "resolver el conflicto producido por la colisión de dos bienes jurídicos superlativos: por un lado el derecho al honor y al crédito y, por otro, el derecho a informar, ambos de raigambre constitucional (1)". En tal sentido, se ha establecido la doctrina "Campillay (2)" cuya finalidad consiste en "proteger la noticia de interés o relevancia pública que reproduce lo manifestado por un tercero, aunque aquélla resulte inexacta (3)", priorizándose el derecho del público a estar informado. Con relación al derecho al honor, se ha dictado el fallo "Vago (4)" en el cual el Máximo Tribunal recepta expresamente (5) la doctrina de la real malicia (6), con sustento en el precedente de la Suprema Corte de los Estados Unidos (7) "New York Times Co. v. Sullivan" de 1964, en virtud del cual un funcionario público no podía obtener una indemnización de daños, con fundamento en afirmaciones difamatorias relativas a su conducta oficial, a menos que probara que habían sido hechas con malicia (dolo), es decir con conocimiento que eran falsas o con total despreocupación acerca de si eran o no mendaces (culpa). Para indagar sobre el método correcto a los fines de dilucidar sobre cuál de los derechos debe prevalecer, esto es el derecho a la libertad de prensa en sentido lato como garantía de un estado democrático "de allí que es conocido como el cuarto poder"; o, bien, el derecho de los particulares a proteger su intimidad u honor, se utilizan por los jueces, básicamente, dos grandes esquemas o paradigmas de interpretación (8): la jerarquización y el balancing test. Según Serna y Toller, la "técnica de la jerarquización (…) opera en abstracto, a priori, estableciendo prelaciones generales o categorías mediante las cuales se aspira a resolver los casos particulares (...) en cambio, el balancíng en sentido estricto implica admitir que no hay derechos absolutos en sí y que entre los derechos no hay prioridades o superioridades absolutas; por ello, se exige determinar en el caso cuál de ellos debe ser apoyado y cuál postergado (9)". Empero, lo que resulta criticable en ambos métodos es que algún derecho será preterido o postergado, ya sea porque se considere que en abstracto y en el caso existe alguna derecho preferido, o bien, porque realizada la ponderación de ambos derechos -en rigor pretensiones- uno de ellos pesa más que el otro, produciéndose el mismo efecto. Esta situación, por lo general, se produce cuando el derecho al honor de un particular se enfrenta con el derecho a la libertad de prensa, siendo ésta una de las primeras libertades preferidas. La doctrina de las libertades preferidas o preferred freedoms ponen el acento en la libertad de prensa y en los llamados derechos personales, en sentido opuesto a los derechos de contenido patrimonial, cuyo origen se "sitúa en un cambio producido en la jurisprudencia estadounidense, que evolucionó desde una cerrada defensa de los derechos patrimoniales del liberalismo económico clásico hacia una suerte de liberalismo individualista en lo relativo a los derechos civiles, por efecto de una serie de influencias que van desde lo filosófico hasta los cambios en las concepciones sociales, económicas y políticas dominantes (10)". Sin perjuicio de lo anterior, no desconocemos que autorizada doctrina ha pregonado en torno a que la "sede constitucional de la responsabilidad civil requiere una metodología de razonamiento constitucional, basada en la colisión de derechos, y en la comprensión de su jerarquía (11)". Sin embargo, por hipótesis y ya ingresando en el tópico, nos preguntamos que ocurriría si existiera connivencia entre la persona que difunde una noticia inexacta y el medio que la difunde: "la primera produce una noticia falsa y resulta insolvente, el segundo se constituye en fiel transmisor de la noticia a sabiendas de que la misma no es verdadera. En mi opinión, y probado tal extremo, no sería aplicable la doctrina Campillay (12)". Como bien lo afirma Gelli, en el fondo de la doctrina Campillay subyace una cuestión ética que no debe soslayarse. En efecto, "si la información se construye toda ella de un modo conjetural, podría presumirse que el medio no pudo —lo que quizás será disculpable— o no quiso ni se empeñó en verificar la fuente de la noticia. Si ese es el caso, en rigor, la noticia deja de serlo, se diluye la calidad informativa y se afecta la credibilidad de quien informa (13)". Lo anterior nos lleva de la mano al principio de la real malicia y que no constituye una creación artificiosa: "por el contrario sirve de interpretación integradora del art. 14 de la Constitución Nacional y establece una pauta apropiada para apreciar la culpa o el dolo en concreto, en la despreocupación que pongan de manifiesto quienes informan, acerca de la veracidad de lo informado (14)". © Thomson La Ley 2 La particularidad que tiene esta segunda doctrina, como ya adelantamos, radica en la persona o sujeto activo, ya que en su origen estadounidense estaba dirigida a los funcionarios públicos que, para gozar de indemnizaciones por la publicación de informaciones falsas deberían probar el dolo o la culpa grave del medio periodístico en la publicación. III.2. La responsabilidad civil. En esta órbita de la responsabilidad se trata de acreditar la existencia de los denominados presupuestos de responsabilidad, que engendran la obligación de responder en el caso por la publicación de noticias falsas o inexactas. En esta materia, se ha dicho por autorizada doctrina, que la antijuridicidad deriva de la "comisión de un acto ilícito en sentido estricto, esto es, ha promediado una transgresión franca al ordenamiento jurídico, siendo por lo tanto ajena a su solución la doctrina del abuso del derecho (15)". El factor de atribución, para la posición mayoritaria y en la cual nos enrolamos, es subjetivo debiendo el damnificado demostrar el dolo o culpa calificada del medio, cuando se trata de una figura pública. Es decir, se produce una "inversión de la carga probatoria consistente en que el actor es quien debe acreditar entre otros requisitos el de la real malicia (16)", cuando la "cuestión se refiere a cuestiones públicas, funcionarios, figuras públicas o particulares involucrados en ellas, aun si la noticia tiene expresiones falsas o inexactas, caso en el cual quienes se consideren afectados deben demostrar que el periodista conocía la falsedad de la noticia y que obró con real malicia, con el propósito de injuriar o calumniar (17)". Se ha dicho por autorizada doctrina que para acreditar la responsabilidad civil, en estos casos de real malicia, se deberá probar por el accionante los siguientes tópicos (18): a) el carácter difamatorio de la expresión; b) la inexactitud de las manifestaciones; c) que el accionado obró con dolo directo o eventual. Para otro sector de la doctrina el factor de atribución es objetivo, especialmente para la prensa escrita, con "fundamentos análogos a los empleados por la doctrina al analizar el tema de los productos elaborados en masa, ya que las publicaciones gráficas no constituyen sino una especie de productos con características y riesgos propios (19)". La relación de causalidad debe darse entre la publicación de la noticia y el daño o lesión al honor o al derecho de intimidad del damnificado. En cuanto al daño, por lo general, se tratará del daño a los denominados derechos personalísimos (20), la imagen o bien algún daño psíquico, entendiéndose por tal el "menoscabo que se experimenta en el patrimonio por el detrimento de los valores económicos que lo componen (daño patrimonial) y también la lesión a los sentimientos, al honor o a las afecciones legítimas (daño moral) (21)". IV. Diferencia entre opinión y noticia errónea o falsa En virtud de las nociones básicas esbozadas más arriba y de forma previa a profundizar en el análisis de las responsabilidades de los medios de comunicación, entendemos necesario formular una distinción entre aquello que constituye una mera opinión de un autor, y una información desacertada. No consideramos, como parece hacerlo el Máximo Tribunal en el fallo analizado, que sea aplicable a ambas situaciones la misma imputación de responsabilidad. Es de nuestro entendimiento que la aplicación de la doctrina de la "real malicia" al analizar la responsabilidad del autor de una nota de opinión resulta acertada, aún cuando dicha opinión esté fundada en noticias erróneas, tal como la Corte Suprema de Justicia la Nación lo resolvió en el fallo "Patitó c/La Nación"(22), pero no puede aplicarse de igual forma cuando se evalúa el contenido de una noticia que sólo describe hechos. En aquella oportunidad el Máximo Tribunal abrió la puerta a la distinción que aquí se propone entre "juicios de valor" y "afirmaciones sobre hechos" al citar el fallo "Ligens" del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en los siguientes términos: "El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dijo, por cierto, que ‘se debe distinguir cuidadosamente entre hechos y juicios de valor’. Pero, es menester precisar que ello tuvo sentido en tren de explicar por qué un ordenamiento jurídico que recurre a la prueba de la verdad, como criterio para discernir responsabilidad civil o penal por difamación, no protege suficientemente la libertad de expresión. Es lo que hizo el Tribunal mencionado en el caso Lingens, fallado el 8 de julio de 1986, en cuyo apartado 46 se encuentra esa frase, pero no solamente ella. Según se explica en la sentencia, el derecho austríaco establecía que si las expresiones eran objetivamente aptas para difamar, los periodistas sólo tenían posibilidad de evitar la condena cuando podían ‘probar la veracidad de sus afirmaciones’. Inmediatamente después el tribunal europeo concluyó que una prueba semejante no podía ‘cumplirse respecto de juicios de valor y afecta a la libertad de opinión intrínsecamente’. Por lo tanto, el señalamiento sobre la importancia de ‘distinguir entre hechos y juicios de valor’ fue utilizado por el Tribunal Europeo para ampliar la protección de la libertad de expresión más allá de las afirmaciones de hecho y alcanzar con ella a las opiniones o evaluaciones (23)". Queda claro entonces que existiría una tratamiento distinto entre las opiniones o "juicios de valor" y las afirmaciones sobre hechos, siendo necesaria la tutela de ambas situaciones a los fines de garantizar la mayor © Thomson La Ley 3 libertad de expresión e información posible. Ahora bien, tal como dijéramos antes, la necesidad de tutelar ambos derechos los cuales son esenciales para el funcionamiento de un Estado Republicano, no implica que deban ser tutelados de igual modo. Como veremos a continuación, un tratamiento diferenciado de los mismos, tal como lo hiciere el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, permitiría no sólo un mejor ejercicio de estos derechos, sino además un ejercicio responsable de los mismos, lo cual redundará en un beneficio para todos los ciudadanos que contaremos con mejor información y mejores controles hacia los actos del Estado. V. La mera expresión de opiniones y la doctrina de la real malicia La expresión de opiniones por la prensa, o por cualquier medio de comunicación, es uno de los pilares del Estado de derecho sin duda alguna. El art. 14 de la Constitución Nacional comenzó tutelando expresamente este derecho, sin perjuicio de que después se lo extendiera "acertadamente" al derecho de informar, al decir que todos los ciudadanos tenemos el derecho "…de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa…". A su vez, el art. 13 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos consagró también este derecho y lo extendió expresamente al derecho de informar (inc. 1°). En el caso del Pacto de San José de Costa Rica se hace expresa reserva de que el ejercicio de difundir las ideas, o de informar, no puede estar sujeto a censura previa, pero si puede ser pasible de responsabilidades ulteriores. Ahora bien, al tratarse de un "juicio de valor", es nuestra opinión que debe adoptarse un criterio restrictivo respecto de la imposición de un deber de reparar los perjuicios que se pudieren ocasionar al expresarse una opinión. Es que imponer responsabilidades por las opiniones en forma laxa sería un modo de censura indirecta, situación vedada expresamente en el art. 13° inc. 3 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Por ello, entendemos que el análisis que la Corte Suprema de los Estados Unidos aplicó en el fallo New York Times vs. Sullivan, conocido como "real malicia", resulta apropiado para ponderar esta situación, con ciertas limitaciones, agregamos. Es dable recordar que en aquella oportunidad el Máximo Tribunal de los Estados Unidos entendió que sólo cabría responsabilidad cuando "hubiese conocimiento de la falsedad de la noticia o despreocupación en averiguar su veracidad (24)". Así, en opinión de Serna y Toller, se "decidió que, dado el mayo peso del primero "interés público en la libertad de prensa?, debían rechazarse las demandas de los segundos "interés privado en la reputación de los funcionarios públicos difamados", salvo que pudieran probar que el periodista o el medio habían actuado con ‘malicia real’, consistente en ‘conocer la falsedad’ de la información ?dolo? o ‘tener un manifiesto desprecio hacia la verdad’ "una especie de dolo eventual o, para otros, de imprudencia temeraria". De este modo, la Corte, contrapesando estableció una regla general aplicable a todo proceso de difamación iniciado por funcionarios (25)". Cabe destacar, además, que la doctrina de la "real malicia" sólo es aplicable respecto de funcionarios o figuras públicas, o por lo menos así fue concebida originariamente por la Corte Suprema de los Estados Unidos. Sin embargo, atendiendo al fundamento que llevó a la creación de este sistema y que consiste en garantizar la mayor amplitud de debate respecto de los hechos públicos, entendemos que sería coherente la aplicación de esta figura a todas las columnas de opinión. Ello implica que quien emita una opinión sobre cualquier tema sólo incurrirá en responsabilidad cuando el demandante pudiere demostrar que quien omite su opinión conocía cabalmente "y en forma previa a la emisión de sus dichos" la falsedad de los mismos e igualmente los difundió. Entendemos que es esta una regulación coherente de la "responsabilidad ulterior" por las opiniones que cada uno pueda tener, dado que sólo habría responsabilidad con la difamación intencionada. Esta solución, que correctamente -a nuestro entender- aplicó la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el ya señalado caso "Patitó", alcanza también a aquellas opiniones vertidas en base a noticias que después resultaren ser incorrectas, por cuanto quien opina en base a una noticia lo hace partiendo de la convicción de que la misma es verdadera. Así, sostenemos que no resulta aplicable a las columnas de opinión la segunda parte de la imputación de responsabilidad que hace la doctrina de la real malicia, cuando impone el deber de reparar frente a "la despreocupación por conocer la verdad". Empero, esta afirmación no implica que quien opina lo haga sin informarse previamente sobre los hechos que vaya a opinar, pero si al hacerlo se topa con una información falsa, algo que no está en condiciones de conocer, no se lo puede hacer responsable por formarse una opinión a dicho respecto. Por lo tanto, concluimos que la aplicación de la doctrina de la real malicia cuando se trate sobre columnas de opinión, editoriales, etc., debe aplicarse con un criterio restrictivo, imputando responsabilidad solamente por la afirmación de falsedades en forma consciente, ello es con conocimiento previo de que lo que se está afirmando es falso, recayendo además la carga de la prueba sobre quien reclama la reparación de los perjuicios. VI. El deber de cuidado y el derecho de informar Por lo tanto, creemos que el derecho de informar, entendido como la acción de dar cuenta de la realidad a © Thomson La Ley 4 través de algún medio masivo de comunicación, debe regularse en forma diferente al hecho de emitir una opinión. En este sentido recordamos que el derecho de informar, conforme el art. 13, inc. 1° del pacto de San José de Costa Rica, se constituye no sólo por el de "difundir" la información, sino también por el de "recibirla". Por lo tanto, el sistema que regule la responsabilidad ulterior por la publicación de noticias incorrectas, debe mantener un equilibrio entre el derecho de la prensa a difundir la información, y el derecho de los ciudadanos a ser informados con la verdad. Es que al considerar a la difusión y recepción de noticias como el elemento esencial del sistema democrático que permite a los ciudadanos ejercer sus derechos civiles con libertad, no puede permitirse un sistema que autorice la divulgación de falsedades, independientemente de la cualidad de persona pública o no sobre la cual se informa. Por el otro lado, no resulta coherente con el derecho de la libertad de prensa imponer un sistema de responsabilidad civil lo suficientemente rígido que derive en la autocensura de los periodistas o que constituya en un método de censura indirecto. En este aspecto, la teoría de la real malicia agrega un segundo componente para fijar responsabilidad. Ya no será el sólo desconocimiento de la falsedad de los dichos lo que generará responsabilidad, sino que lo hará también la despreocupación por conocer la verdad. La segunda parte de la teoría de la real malicia nos lleva a delinear cual es el obrar correcto de los hombres de prensa respecto a determinar cuando quedará configurado la mencionada "despreocupación". Para realizar este análisis entendemos que resultan de aplicación dos normas esenciales que el Código Civil establece para ponderar el actuar de los sujetos de acuerdo a sus condiciones personales: los arts. 512 y 902 de dicho cuerpo normativo. En el primer caso, el art. 512 establece que: "La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión de aquellas diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar". Por lo tanto, el accionar del periodista en conocer la verdad tiene que estar supeditado a las posibilidades de obtenerla, las fuentes con las que cuente quien brinda la información "sin que ello implique revelar las mismas", el tiempo de investigación dedicado "no es lo mismo una investigación de larga data que da tiempo suficiente para revisar los datos, que una primicia", etc. A su turno, el art. 902 determina que: "Cuando mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos". La condición de profesional que les confiere a los hombres de prensa el Estatuto del Periodista (conf. Ley 12.908, art. 2°) y la habilitación que acredite idoneidad para ejercer la profesión que la norma requiere (arts. 3° y concordantes de dicho estatuto), llevan a deducir que aquellos que se encuentran regidos bajo la norma señalada, tienen un conocimiento mayor sobre "las cosas" propias de su profesión. Por lo tanto, es de nuestro entendimiento que la "preocupación por conocer la verdad" debe estar a la altura de la capacidad profesional de los periodistas y guardar relación con las circunstancias de persona, tiempo y lugar en el que desempeña su profesión, sin perjuicio de introducir la cuestión ética que bien nos recordaba María A. Gelli más arriba. VII. Nuestra opinión Pues bien, las conclusiones preliminares vertidas en los capítulos anteriores nos permiten disentir con el fallo analizado por cuanto entendemos que ha dado un tratamiento similar a los juicios de valor que a las informaciones respecto de hechos (26) que han acontecido en la realidad. En efecto, en el Considerando 5° del fallo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha remitido directamente a lo resuelto en el fallo "Patitó c/La Nación", cuando como ya dijéramos, los hechos de ambas causas son diferentes. Como ya se dijera, el caso "Patitó", versó principalmente sobre las opiniones vertidas en una columna de opinión. Por otro lado, en el caso bajo análisis, conforme el Considerando 1° del voto de mayoría, se resuelve la situación en la cual una nota periodística le asignó a un candidato a diputado en la cercanía de las elecciones la propiedad de dos campos en la localidad de 25 de Mayo, Provincia de Buenos Aires, de 404 y 528 hectáreas. El actor al contestar demanda reconoció la propiedad de los campos, pero aclaró que en realidad son de 48 y 52 hectáreas y que los mismos los había recibido por herencia. Aduce entonces que el periódico demandado difundió la información sin un debido cotejo respecto de la veracidad de la misma. Entendemos que, en el caso particular, hubiese correspondido hacer lugar a la demanda por daños. En efecto, la información vertida por la demandada era de fácil revisión: un simple pedido de informe de dominio respecto de los inmuebles denunciados hubiesen aclarado la situación y hubiesen evitado la difusión de una información inexacta en un momento importante como lo son los días anteriores a una elección. Una digresión: © Thomson La Ley 5 No escapa a ningún lector la importancia y el impacto que tiene la publicación de información veraz o inexacta a pocos días de celebrarse un acto eleccionario, y su posterior influencia sobre el electorado. Una vez publicada, sus consecuencias difícilmente son reparables y es en estos casos donde la despreocupación en cotejar la veracidad de un dato fáctico llega, peligrosamente, cerca de la frontera del dolo eventual o malicia. Entendemos que en este caso particular no obró el medio de prensa con la debida diligencia para revisar si la información publicada era correcta o con la preocupación debida a un medio masivo de comunicación escrita, por cuanto al someter su accionar a la valoración sugerida en el punto anterior, vemos que el mismo no resiste dicho análisis. Por lo tanto, no puede sostenerse válidamente que se ha obrado con la debida diligencia que mandan los arts. 512 y 902 del Código Civil cuando se podía obtener en una forma sencilla y rápida la corroboración de la veracidad de la noticia y no surge del relato de los hechos que ello haya ocurrido. En suma, un precedente disvalioso que aplica un esquema predeterminado o doctrina dogmática y que no tiene en cuenta la conformación de los hechos del caso. (1) CONF., KLASS, Ricardo J., "Responsabilidad civil y penal de los medios de prensa y los periodistas: La doctrina de la real malicia y la doctrina Campillay", en Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales 1936-2007, LA LEY, Tomo VI, págs. 621-647, 625. También se encuentra publicada en LA LEY, 2003-D, 1398. (2) CSJN, 15/5/86 in re "Campillay, J.C. c. La Razón, Crónica y Diario Popular", Fallos: 308:789, LA LEY, 1986-C, 411, con nota de ALTERINI, Atilio A., y FILIPPINI, Aníbal, "Responsabilidad civil derivada de la difusión de noticias inexactas: acto ilícito o acto abusivo". (3) GELLI, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina, comentada y concordada, 4ª edición ampliada y actualizada, LA LEY, Buenos Aires, 2008, tomo I, pág. 140. La cursiva corresponde al original. (4) CSJN, 19/11/1991, in re "Vago, Jorge A. c. Ediciones de La Urraca S.A. y otros", Fallos: 314:1517, LA LEY 1992-B, 367. Puede consultarse con provecho la nota de HERNANDEZ, Carlos A. y ARIZA, Ariel, "La responsabilidad civil de los medios de comunicación", LA LEY 1992-E, 1203. (5) Decimos expresamente porque implícitamente ya había surgido en el caso "Costa, Héctor c. Municipalidad de la Capital y otros, de fecha 12/3/1987, Fallos: 310:508. Conf., KLASS, Ricardo J., "Responsabilidad civil y penal de los medios de prensa y los periodistas…", cit., en Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales 1936-2007, LA LEY, Tomo VI, págs. 621-647, 626. (6) Puede verse una descripción de la noción de "malice" en el derecho estadounidense, aplicada a la responsabilidad civil o torts, en Oliver W. HOLMES Jr., The Common Law, traducción de Fernando N. BARRANCOS Y VEDIA, TEA, Buenos Aires, 1964, pág. 125 y sig. (7) Para conocer una descripción panorámica del sistema judicial norteamericano sugerimos la consulta de E. Allan FARNSWORTH, Introducción al sistema legal de los Estados Unidos, traducción de Horacio ABELEDO, Zavalía, Buenos Aires, 1990. (8) Recientemente, hemos incursionado en su descripción, aplicados al instituto de la caducidad de instancia, a cuyo tenor remitimos: ARIAS CAU, Esteban Javier, "Los paradigmas de interpretación y la caducidad de instancia en sede laboral en Jujuy", LA LEY, Noroeste, Año 13, N° 1, Febrero 2009, pág. 13-28, en el cual tomamos partido por el método prudencial. (9) SERNA, Pedro - TOLLER, Fernando, La interpretación constitucional de los derechos fundamentales. Una alternativa a los conflictos de derechos, LA LEY, Buenos Aires, 2000, pág. 12. (10) SERNA, Pedro - TOLLER, Fernando, La interpretación constitucional…, cit., pág. 16. Luego comentan que "el origen de la doctrina de las libertades preferidas fue la famosa nota al pie número 4 del juez Stone, que llegaría a presidir la Corte, escribiendo para la mayoría del tribunal en United States c. Carolene Products Co". (11) LORENZETTI, Ricardo L.,"Fundamento constitucional de la reparación de los daños", en 150° Aniversario de la Constitución Nacional (Director Germán J. BIDART CAMPOS), número especial del Suplemento de Derecho Constitucional, LA LEY, Buenos Aires, abril de 2003, págs. 106-120, 106. La cursiva es nuestra. Puede consultarse con provecho una crítica certera de los métodos de interpretación, ya sea de la jerarquización de los derechos fundamentales como el criterio de la ponderación o balancing test, con especial detenimiento en los denominados conflictos de derechos en SERNA, Pedro - TOLLER, Fernando, La interpretación constitucional…, cit., págs. 7-35. (12) GELLI, María Angélica, Constitución…, cit., tomo I, pág. 142, quien agrega: "Sería la oportunidad, entonces, de la doctrina de la real malicia o simplemente de la aplicación de la responsabilidad por dolo". (13) GELLI, María Angélica, Constitución…, cit., tomo I, pág. 144. La cursiva es nuestra. (14) Conf. Voto de los ministros Fayt y Boggiano en "Kimel, Eduardo G. y otro", Fallos 321:3596 (1998) © Thomson La Ley 6 (15) ALTERINI, Atilio A., y FILIPPINI, Aníbal, "Responsabilidad civil…" en Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales 1936-2007, LA LEY, Tomo VI, págs. 495-500, 497. También se encuentra publicada en LA LEY, 1986-C, 406. (16) Conf., HERNANDEZ, Carlos A. y ARIZA, Ariel, "La responsabilidad civil de los medios de comunicación", en Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales 1936-2007, LA LEY, Tomo VI, págs. 535-541, 540. Puede verse la publicación del mismo trabajo en LA LEY 1992-E, 1203. (17) CNCiv, sala D, 3/06/98, "Neustadt, Bernardo c. Cavallo, Domingo F.", LA LEY 2000-B-849, DJ, 1998-3-109. (18) TRIGO REPRESAS, Félix A. y LÓPEZ MESA, Marcelo J., Tratado de la Responsabilidad Civil. El derecho de daños en la actualidad: teoría y práctica, LA LEY, Buenos Aires, tomo IV, pág. 234 y sig., quienes agregan: "Cuando no se trata de funcionarios, figuras públicas, o particulares involucrados en temas de aquella naturaleza, no se aplican las reglas de la real malicia sino las de derecho común de cada Estado Local", con cita del artículo de BADENI, Gregorio, "Las doctrinas Campillay y de la real malicia en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia", LA LEY, 2000-C, 1244. (19) Conf., ACCIARRI, Hugo, "Medios de comunicación masiva y responsabilidad civil", en Responsabilidad Civil. Doctrinas esenciales 1936-2007, LA LEY, Tomo VI, págs. 501-508, 507. Puede verse la publicación del mismo trabajo en LA LEY 1987-D, 1020. En igual sentido: MARQUEZ, José F., "Publicación de un aviso publicitario no solicitado. Responsabilidad del medio de prensa, prescripción de la acción e indemnización del daño moral, desde una mirada comparatista", en MOISSET DE ESPANES, Luis, CORNET, Manuel, MARQUEZ, José Fernando, MOISA, Benjamín, Reparación de daños y Responsabilidad Civil, Zavalía, Buenos Aires, 2009, tomo 2, pág. 295-301, 207 nota 2. Comparte esta posición doctrinaria para todos los supuestos, considerando a la comunicación social como actividad riesgosa, el autor cordobés Ramón D. Pizarro. Vide: PIZARRO, Ramón D., Responsabilidad civil de los medios masivos de comunicación. Daños por noticias inexactas o agraviantes, Hammurabi, Buenos Aires, 1991. (20) Remitimos a: LEIVA FERNANDEZ, Luis F. P., "El derecho personalísimo sobre la propia voz" en Ensayos de Derecho Civil y técnica legislativa, LA LEY, Buenos Aires, 2007, pág 23-35. El mismo trabajo está también publicado en LA LEY, 1990-A, 845. (21) Conf., BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Teoría general de la Responsabilidad Civil, 5ª edición, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1987, núm. 319, pág 145. (22) CSJN, 24/06/2008 "Patitó, José A. y otro c. Diario La Nación", Fallos: 331:1530, LA LEY, 2008-D, 374. (23) CSJN, 24/06/2008 "Patitó, José A. y otro c. Diario La Nación", Fallos: 331:1530, LA LEY, 2008-D, 374. Considerando 7° voto de mayoría. (24) El caso "New York Times Co. vs. Sullivan", 376 US 254 (1964). (25) SERNA, Pedro - TOLLER, Fernando, La interpretación constitucional…, cit., pág. 61 y sig. (26) Conf., ARIAS CAU, Esteban Javier, "Los paradigmas de interpretación…", LA LEY, Noroeste, Año 13, N° 1, Febrero 2009, pág. 13-28, 27: "Aquí reside, pues, la importancia del método actual por sobre el dogmático. Mientras el dogmático privilegia el sistema, oscila en el plano formal, condicionando los hechos y la solución del caso al esquema previo, ajustándose a la norma; el método actual, por el contrario, privilegia el caso y su solución, por eso su lectura es mas realista y la solución más adecuada y eficaz". SERNA, Pedro TOLLER, Fernando, La interpretación constitucional…, cit., pág. 56, cuando dicen que "el modo propuesto de encarar los conflictos y la determinación del contenido esencial, el intérprete debe prestar la máxima atención al elemento fáctico, esto es, recuperar en todo su alcance la dimensión prudencial que es propia de su tarea". © Thomson La Ley 7