actualidad Canonizado el jesuita Pedro Fabro 14 Desde diciembre pasado, son 52 los santos de la Compañía de Jesús. En efecto, tal como lo informó L’Osservatore Romano el martes 17 de diciembre, “durante la audiencia al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las causas de los santos, el Papa extendió a la Iglesia universal el culto litúrgico en honor del beato Pedro Favre, sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, inscribiéndolo en el catálogo de los santos”. Nacido “al pie de los Alpes de la Alta Saboya, en un pueblecito llamado Villaret”, el 13 de abril de 1506, -seis días después de san Francisco Javier-, Fabro (Favre, en su lengua original) dejó el medio rural de su adolescencia y se dirigió a París en 1525, donde permaneció once años largos. Entonces, el rumbo de su vida cambió para siempre. Conoce primero a Javier, luego a Ignacio de Loyola; con ellos dos comparte habitación; obtiene en 1530 sus grados académicos en artes (Filosofía) y cuatro años después hace los Ejercicios y recibe la ordenación sacerdotal ese año, el 30 de mayo. Apenas dos meses después, él, Ignacio y otros cinco universitarios de París hacen los Votos de Montmartre, momento germinal de la Compañía de Jesús. Como lo anota José García de Castro, S.J. (Pedro Fabro - La cuarta dimensión, Salñ Terrae, 2006), “entre estas dos figuras [Ignacio y Javier], «El compañero silencioso», más bien débil, algo tímido y aparentemente frágil, «hermano mínimo», como a veces firmaba sus cartas, fue creciendo como jesuita «hermano mayor de todos», así reconocido por el resto de sus amigos”. En 1536 Fabro sale de París con destino a Venecia y Roma, donde Paulo III le encomienda la cátedra de Sagrada Escritura en la Sapienza. En los últimos siete años de su vida, Fabro ejerce su ministerio en Parma, luego pasa a Worms y después a Ratisbona, Madrid, Spira, Maguncia, Colonia y Coimbra. enero-febrero 2014 Regresa a España en 1545 y al año siguiente, el Papa lo llama al Concilio de Trento. Llega a Roma en julio y luego de una corta enfermedad, muere el 1º de agosto a los 40 años de edad. En su célebre Memorial, un conjunto de apuntes autobiográficos, quedaron las huellas de su itinerario espiritual. El papa Francisco en la Eucaristía celebrada en la Iglesia del Gesù el pasado 3 de enero, afirmó lo siguiente: “Es necesario buscar a Dios para encontrarlo, y encontrarlo para buscarlo aún y siempre. Sólo esta inquietud da paz al corazón de un jesuita (…) Ésta es la inquietud que tenía Pedro Fabro, hombre de grandes deseos, (…). Fabro era un «hombre modesto, sensible, de profunda vida interior y dotado del don de entablar relaciones de amistad con personas de todo tipo» (Benedicto XVI, 22 de abril, 2006). Pero era también un espíritu inquieto, indeciso, jamás satisfecho. Bajo la guía de san Ignacio aprendió a unir su sensibilidad inquieta pero también dulce, diría exquisita, con la capacidad de tomar decisiones. Era un hombre de grandes aspiraciones; se hizo cargo de sus deseos, los reconoció. Es más, para Fabro es precisamente cuando se proponen cosas difíciles cuando se manifiesta el auténtico espíritu que mueve a la acción (cf. Memorial, 301)” Arriba izquierda Estampilla de Pedro Fabro. Arriba derecha Portada del libro Pedro Fabro - La cuarta dimensión, de José García de Castro, S.J., publicado en el año 2006. Abajo Portada de la revista Jesuitas del año 2006 en la que se hace un homenaje a Pedro Fabro con motivo de la conmemoración de los 500 años de su nacimiento.