Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 DOI: 10.1159/000278702 La malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia Noel W. Solomons Centro de Estudios en Sensoriopatías, Senectud e Impedimentos y Alteraciones Metabólicas (CESSIAM), Ciudad de Guatemala, Guatemala Palabras clave Países en vías de desarrollo ⴢ Malnutrición de proteína y energía ⴢ Malnutrición de micronutrientes ⴢ Transición nutricional ⴢ Obesidad ⴢ Síndrome metabólico Resumen La malnutrición implica anomalías de sobrenutrición y subnutrición. Los países en vías de desarrollo se caracterizan por la pobreza generalizada, debida a la escasez de recursos económicos o la distribución injusta de la riqueza en la sociedad. Aunque la subnutrición se manifiesta como la insuficiencia ponderal, emaciación y retraso del crecimiento en la población, y el tratamiento hospitalario de la nutrición clínica grave, de tercer grado, ha sido la preocupación clásica de la nutrición en países en vías de desarrollo, el proceso de transición nutricional ha cambiado este equilibrio desproporcionado. Actualmente, en los ámbitos hospitalario y extrahospitalario debe abordarse una carga doble de nutrición deficiente y excesiva. Mientras que las tasas específicas de subnutrición declinan, el crecimiento de la población impulsa un número de niños subnutridos cada vez mayor en todo el mundo. Aunque no representa nada nuevo, la atención de la salud pública a las deficiencias de vitamina A, yodo, hierro, cinc, vitamina D y vitamina B12 ha tomado nuevos impulsos. Las tasas de sobrepeso y obesidad se están elevando en ciertas subpoblaciones de países en vías de desarrollo y el síndrome metabólico está llegando a establecerse en socie- © 2010 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel 0252–8185/09/0672–0074$26.00/0 Fax +41 61 306 12 34 E-Mail karger@karger.ch www.karger.com Accesible online en: www.karger.com/ans dades de bajos ingresos. Es importante que los conceptos y las prioridades para los países en vías de desarrollo se actualicen continuamente, tal como intentamos aquí, de manera que no nos quedemos aferrados a realidades de décadas pasadas para crear mitos que oscurezcan la evolución contemporánea de la desnutrición en todo el planeta. Copyright © 2010 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel Malnutrición se deriva de los orígenes etimológicos malus (malo) y nutrire (nutrir) [1]. Transmite y denota la sensación de estado nutricional incorrecto, fuera de la norma de los límites saludables, bien sea en el lado de la subnutrición (es decir, una deficiencia de uno o más nutrientes esenciales) o en el lado de la sobrenutrición (es decir, un exceso de un nutriente o nutrientes) [2]. Históricamente, la preocupación por los problemas nutricionales en sociedades preindustrializadas, de bajos ingresos, de las regiones tropicales y subtropicales se centraba en la deficiencia de nutrientes, es decir, se situaba en el lado de la subnutrición. Los cambios dinámicos en la naturaleza de las sociedades en vías de desarrollo y la intensificación de nuestro conocimiento de la nutrición humana y clínica han permitido cambiar el aspecto del problema de la malnutrición en los países en vías de desarrollo. La presente revisión intenta actualizar las cuestiones esenciales y de actualidad de un ámbito evolutivo de interés científico y pediátrico. Noel W. Solomons, MD CESSIAM 17a Avenida #16–89, Zona 11 Guatemala City 01011 (Guatemala) Tel./Fax +502 2473 3942, E-Mail cessiam@guate.net.gt Cuestiones históricas y de definición Actualmente, por numerosos motivos entre los que destacan la pobreza, la degradación medioambiental y las enfermedades endémicas y pandémicas, los países en vías de desarrollo son la caldera en la que hierven los problemas relacionados con la desnutrición en la medicina clínica y la salud pública. Históricamente, el conocimiento ‘clásico’ de problemas específicos y deficiencias alimentarias ha sido reconocido durante siglos. La experiencia con situaciones de hambruna desde la antigüedad mostró al mundo médico que el hambre resulta en inanición o en el menoscabo de los depósitos adiposos y musculares en el organismo. Los primeros exploradores observaron a menudo que los nativos con los que se topaban en las exploraciones de las costas continentales y las islas marítimas del mundo tenían una estatura frecuentemente más baja que los marinos y los soldados europeos en sus destacamentos. No obstante, recientemente ha sido documentado que las identidades étnicas europeas eran mucho más bajas en el siglo XIX que en la actualidad [3], un fenómeno imputado a dietas menos nutritivas. La manifestación de la nutrición médica y la nutrición de la salud pública se atribuye en general a la descripción del síndrome de ‘kwashiorkor’ por Williams [4], cuyo trabajo se desarrollaba en la Costa de Oro (Ghana), África occidental, en la década de los 30. Se trataba de un proceso que conllevaba una mortalidad elevada y que podía ser tratado y curado con el suministro de una dieta de alta calidad [5]. De hecho, nuestro reconocimiento de la subnutrición como problema clínico y de salud pública generalizado se remonta sólo a unas 7 décadas. Tras la descripción del kwashiorkor, la atención nutricional del mundo se centró en la subnutrición grave. La primera clasificación de gradación diagnóstica clínica de la desnutrición de proteína y energía (global) se elaboró en Ciudad de México en 1956 por un grupo de pediatras del Hospital Infantil de México, dirigido por el Dr. Federico Gómez [6]. Definieron la desnutrición como de primer grado, segundo grado y tercer grado, estableciendo que este último consistía en un peso para la edad !60% acompañado de signos clínicos de desnutrición. Si bien la clasificación de Gómez servía para los ámbitos clínico y médico, resultaba insatisfactoria para los propósitos de salud pública. En la década de los 70, el Wellcome Trust fomentó un sistema de clasificación de la subnutrición basado en tres dominios [7, 8]. El primero estribaba en una estatura excesivamente corta o en una talla para la edad deficiente, conocida como ‘retraso del crecimiento’; se designó para indicar la subnutrición La malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia ‘crónica’. El segundo consistía en una delgadez excesiva o una deficiencia del peso para la talla, conocida como ‘inanición’; servía al diagnóstico de subnutrición ‘aguda’. El tercero, derivado del sistema mexicano, residía en una deficiencia del peso para la edad en comparación con un patrón normativo. Dado que el peso se medía sistemáticamente en los hospitales con una exactitud razonable, al contrario que la talla, la variable ‘peso para la edad’ llegó a ser el criterio universal utilizado por epidemiólogos de salud pública y agencias de Naciones Unidas. No obstante, se admitió precozmente que el criterio ‘peso para la edad’ presentaba salvedades importantes [9]. Si un individuo era excesivamente bajo, no podía esperarse que tuviera la masa corporal de un niño de referencia mucho más alto. Un niño muy bajo podía tener una composición corporal normal, o incluso obesidad, y presentar todavía una clasificación baja del peso para la edad. Análogamente, si un niño es excesivamente alto, podría presentar consunción en términos del peso para la talla, pero un registro con un peso para la edad apropiado. Resultaba evidente la necesidad de cierta normalización de la masa corporal por la talla, tal como en el índice de masa corporal (IMC, kg/m2) de Quetelet, para comparaciones en poblaciones de tallas desiguales. Sin embargo, no antes del año 2000 se promulgarían estándares de IMC juveniles para uso internacional [10, 11]. La sobrenutrición, reflejada por un exceso de grasa corporal, permaneció en los márgenes de los intereses por las clasificaciones nutricionales en la nutrición infantil hasta épocas muy recientes. Esto es aplicable tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. In 1994, Popkin [12] introdujo el concepto de ‘transición nutricional’. Se trataba de un proceso evolutivo generalizado y estereotipado en el cual las condiciones de exceso nutricional con implicaciones adversas para la salud emergieron y coexistieron con los problemas tradicionales de subnutrición y estados carenciales. La transición nutricional se asocia a un cambio en los procedimientos alimentarios, destacando incrementos de fuentes de proteína y grasa animal junto con incrementos de grasas y aceites separados, con una reducción de los hidratos de carbono complejos, pero con aumento de la ingestión de azúcares [13]. Los excesos y los desequilibrios en la dieta no se limitan a los macronutrientes. Los límites superiores tolerables para el consumo de vitaminas y minerales han sido creados por el Consejo de Alimentos y Nutrición del Instituto de Medicina de EE.UU. [14]. La introducción creciente de refuerzos en los alimentos básicos y los artículos elaborados comercialmente ha empezado a plantear una preocupación legítima por los Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 75 excesos tóxicos de micronutrientes [15]. En el discurrir del tiempo se ha identificado una doble carga de malnutrición – deficiente y excesiva – como un dilema para el desarrollo de una política de salud y el diseño y la ejecución de programas de nutrición [2]. La naturaleza de los países en vías de desarrollo No existe una definición satisfactoria y universalmente aceptada de un país o sociedad ‘en vías de desarrollo’. De hecho, las agencias de Naciones Unidas han estado experimentando un ejercicio interminable de redacciones para tratar de proporcionar clasificaciones cada vez más idóneas y articuladas del estado socioeconómico en la familia de naciones [16]. La clasificación ha resultado difícil debido a la amplia diversidad de características entre una nación y otra. Un vocabulario original incluía los términos de países subdesarrollados o países menos desarrollados frente a países desarrollados o países más desarrollados. Una alternativa contemporánea era la de preindustrializados e industrializados. La confrontación entre el Este y el Oeste de la Guerra Fría nos aportó los términos Primer Mundo (para naciones ricas en general, pero por lo menos democráticas, de América del Norte, Europa y Oceanía) y Segundo Mundo (para los países autoritarios y alineados y los países del bloque socialista autoritarios y por lo menos parcialmente industrializados de Europa y Asia), dejando al resto del mundo, sobre el cual los primeros rivales buscaban influencia y hegemonía, como Tercer Mundo. No obstante, la naturaleza peyorativa de términos como sub o menos en relación con el desarrollo, o tercero en un rango de tres niveles, topó con el rechazo endógeno de las regiones a las cuales se estaban aplicando. Las características climáticas y geográficas ofrecen conocimientos para comprender la clasificación. Templado, subtropical y tropical aportan cierta diferenciación, siendo las dos últimas latitudes las de interés para el desarrollo socioeconómico. A pesar de todas las peculiaridades de características geográficas, étnicas, lingüísticas, políticas y basadas en recursos, la pobreza y las consecuencias de la pobreza (analfabetismo, mala salud, privación de derechos, inestabilidad social y familiar y falta de habilitación) en una mayoría de zonas nacionales y regionales establece el escenario para uno de los términos que utilizaremos aquí: ‘sociedades de bajos ingresos’. El otro término utilizado es país ‘en vías de desarrollo’, que imprime una connotación dinámica y optimista a la situación de salida del subdesarrollo actual. 76 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 Una situación económica en climas cálidos y húmedos o cálidos y secos, con una infraestructura débil y plagada de pobreza, establece el escenario para dificultades de acceso a las necesidades de la vida, como una dieta adecuada, agua potable segura, una asistencia sanitaria correcta y un alojamiento sólido y salubre. Las consecuencias negativas de los desequilibrios alimentarios y el estrés medioambiental adoptan numerosas formas y combinaciones entre los habitantes menos aventajados del mundo. Esto conduce a la heterogeneidad inevitable de las condiciones que prevalecen entre aquéllos con un denominador común de bajos ingresos. Las generalizaciones aquí expuestas sobre las peculiaridades corrientes de la nutrición perturbada deben contemplarse siempre dentro del contexto de la diversidad de las condiciones prevalecientes que la exclusión social y los recursos escasos impondrán a una sociedad. La interacción entre nutrición e infección Uno de los conceptos más esenciales y permanentes relacionados con el problema de la subnutrición en los países en vías de desarrollo es el de la interacción entre nutrición e infección. Fue enunciado por vez primera por Scrimshaw y cols. [17] en un artículo clásico publicado en 1959. Fue refinado posteriormente y ampliado en la serie monográfica titulada Interacciones entre Nutrición e Infección [18]. La tesis central se basaba en la existencia de interacciones tanto sinérgicas como antagónicas entre subnutrición e infección. En la dimensión sinérgica, la más importante, el estrés de la infección causa el deterioro del estado nutricional, mientras que el estado previo de subnutrido intensifica los estragos (propensión, gravedad y duración) de las enfermedades infecciosas. A la inversa, en el sentido antagónico, existían algunos casos en los cuales la subnutrición intensificaba realmente la resistencia a las infecciones, específicamente en el caso del hierro (ver más adelante). Durante el medio siglo siguiente se ha llegado a aprender mucho sobre los eventos metabólicos adversos asociados a infecciones, que inducen la pérdida de los depósitos de energía, el tejido corporal y los micronutrientes. La reacción de fase aguda a la inflamación y la infección está mediada por la liberación de hormonas y citocinas a partir de células inmunitarias circulantes y tisulares. Estas son responsables de la fiebre y de una serie de activaciones de mecanismos inflamatorios y cambios en el metabolismo celular. Esto da lugar al secuestro de nutrientes circulatorios o su liberación a partir de proteínas liganSolomons tes, así como la recuperación de aminoácidos a partir de la musculatura para producir glucosa y apoyar la proliferación de los leucocitos [19, 20]. Durante las infecciones se pierden en la orina grandes cantidades de nitrógeno, cinc y vitamina A, entre otros nutrientes. La consecuencia es la consunción y la carencia de micronutrientes. El proceso inflamatorio deteriora también directamente el crecimiento y la función celular. Klasing y Johnstone [21] demostraron la participación de citocinas proinflamatorias en el deterioro del crecimiento de aves de corral criadas en condiciones insalubres. Nuestro grupo sostuvo hace casi dos décadas que el retraso del crecimiento lineal conducente al impedimento del crecimiento estaba mediado, en parte, por la inmunoestimulación crónica [22]. Thurnham y Northrop-Clewes [23] demostraron el mecanismo por el cual la inflamación interfiere con la utilización de múltiples micronutrientes hematínicos, contribuyendo al deterioro de la producción de eritrocitos. Los mecanismos por los cuales la subnutrición influye sobre la respuesta a los patógenos invasores implican casi todos los niveles de la defensa del hospedador. El proceso comienza en las barreras físicas, es decir, la piel y las mucosas; el agrietamiento o la úlcera, característico de ciertos estados carenciales, permite el fácil acceso de gérmenes patógenos al organismo. Subsiguientemente, las respuestas celulares y humorales a los patógenos invasores experimentan una regulación incorrecta y deterioro. Libros de texto enteros fueron dedicados a documentar la forma en la cual las carencias de casi todos los macronutrientes y micronutrientes pueden afectar adversamente al mecanismo de defensa del hospedador en los niveles celular y molecular [24]. La función inmunitaria nutricionalmente dañada y el deterioro de la resistencia a las enfermedades conllevan sus consecuencias epidemiológicas. Podemos atribuir a Ashworth [24], en 1982, el mérito de documentar el hecho de que los niños subnutridos presentan una mayor mortalidad a causa de enfermedades infecciosas. Durante las décadas siguientes se ha descrito una asociación epidemiológica detallada, con un 53% estimado de muertes por debajo de los 5 años de edad a causa de infecciones infantiles asociadas a bajo peso subyacente [26]. Otra consecuencia extraordinaria de la subnutrición para la infección ha sido revelada por el trabajo de Beck [27] durante las dos últimas décadas. Utilizando un modelo de roedores, esta autora demostró que el incremento de la virulencia y la patogénesis de agentes víricos, por lo demás benignos, podía ser inducido por su paso a través de animales con carencia experimental de selenio o vi- tamina E. Sólo la primera de estas carencias es inmediatamente significativa para la nutrición humana. No obstante, la autora llega a la conclusión de que ‘la situación nutricional del hospedador debe considerarse una fuerza impulsora para la aparición de nuevas cepas víricas o cepas patógenas novedosas de virus conocidos’ [27]. La interacción antagonista entre malnutrición e infección tiene una importancia manifiesta para la salud pública. Su representación más anunciada corresponde al contexto de la situación humana del hierro. La mayoría de los parásitos intracelulares y todos los parásitos protozoarios y helmínticos hematófagos tienen necesidades específicas de hierro y buscan tejidos y células ricas en hierro para satisfacer estas necesidades. Weinberg [28] describió un mecanismo protector de inmunidad nutricional basado en el efecto de la carencia de hierro de reducir la virulencia de ciertas infecciones causadas por esos patógenos dependientes del hierro. Un ejemplo muy manifiesto de esta relación antagónica fue documentado en las islas de Zanzíbar de Tanzania, una zona holoendémica de paludismo pernicioso, en la cual el aporte complementario universal de hierro y ácido fólico para abordar la anemia en niños menores de 5 años causó resultados adversos (exceso de mortalidad y hospitalización) entre los individuos de la población con situación de hierro y hematológica normal [29]. Se dio a entender que la carencia de los diversos nutrientes que apoyan la respuesta de fase aguda puede tornarse protectora frente a otra clase de infecciones. La tormenta de citocinas es un término que se aplica a la respuesta masiva de citocinas inflamatorias que se observa en ciertas enfermedades o procesos sépticos [30]. Los efectos letales de la pandemia gripal de 1918 y 1919 se debieron a una hiperreacción de la respuesta inflamatoria y pueden ser una característica de la gripe aviaria contemporánea (H5N1) [31]. Se ha especulado con que los sistemas inmunitarios menos reactivos de individuos con carencia de nutrientes son capaces de atenuar la respuesta a las citocinas y, en consecuencia, favorecer realmente una supervivencia de la infección. La malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 Consecuencias pediátricas de la subnutrición materna En sociedades en las cuales los niños llegan a estar frecuentemente subnutridos, las mismas fuerzas pueden deteriorar la situación nutricional global de las mujeres durante el embarazo. Dicho de otra forma, el feto puede estar expuesto a una privación nutricional en el útero. Los discernimientos de Barker [32, 33] son una guía para las 77 preocupaciones que se suscitan. La disminución del crecimiento fetal y el bajo peso al nacer se asocian a un riesgo posterior durante la vida de cardiopatía coronaria, diabetes mellitus de tipo 2 y alteración de la tolerancia a la glucosa [32, 33]. El autor afirma que este riesgo se asocia a ‘consecuencias de plasticidad durante el desarrollo, el fenómeno por el cual uno de los genotipos puede dar lugar a una gama de estados fisiológicos o morfológicos diferentes en respuesta a condiciones ambientales diferentes durante el desarrollo’ [32], fenómeno que también se ha descrito como programación metabólica. Estas implicaciones han sido descritas además por Gluckman y cols. [34, 35] como los orígenes durante el desarrollo de la salud y la enfermedad. Enuncian el escenario de ‘ajuste y desajuste’, en el cual las consecuencias de la programación metabólica elaboran un entorno nutricional en el útero que es armónico con el de la vida fuera del útero, que tiende más a un bajo riesgo de contraer enfermedades. La escasez intrauterina seguida de una dieta restrictiva es un escenario armónico, dado que conlleva una nutrición abundante tanto en la vida fetal como en la vida posterior. El escenario de ‘desajuste’ adverso representa una escasez fetal y un exceso de nutrientes en la vida posterior; esto hace que las respuestas programadas vayan en contra de una buena salud metabólica. Tal como han indicado Prentice y Moore [36], es precisamente en los países con recursos deficientes, donde la nutrición materna es precaria, que las implicaciones prácticas de los orígenes durante el desarrollo suscitan una preocupación máxima. Subnutrición global La epidemiología cambiante de la subnutrición global en todo el planeta No obstante, las estadísticas de la UNICEF demuestran que durante la década de los 90 el número de niños de bajo peso en los países en vías de desarrollo declinó desde 177 millones hasta 149 millones. Si nos adentramos en el milenio a través del criterio de la OMS resulta que ‘en el mundo entero estaba previsto que el número de niños con bajo peso declinara de 163,8 millones en 1990 a 113,4 millones en 2015, un cambio de –31% (IC 95%: –40 a –20%). Está previsto que los números se reduzcan en todas las subregiones, excepto en África Subsahariana, África Oriental, África Central y África Occidental, donde se espera que la población experimente aumentos considerables del número de niños de bajo peso’ [37]. Análogamente, la prevalencia del retardo 78 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 del crecimiento en los países en vías de desarrollo ha descendido del 47 al 33% desde 1980 hasta 2000 [38], estimándose en 2004 que 164 millones de niños de todo el mundo presentan un retardo del crecimiento, lo que implica aproximadamente a 1 de cada 3 niños menores de 5 años [39]. Resulta casi carente de sentido mencionar una estadística de prevalencia para la desnutrición aguda definida como consunción por el criterio de la deficiencia del peso para la altura. Esta es una situación dinámica sobre una base individual, de manera que es probable que cualquier niño afectado sea propenso a una mejoría (corrección) inminente o, en última instancia, a un fallecimiento. Sobre una base poblacional sería de esperar que la consunción se agrupase en relación con factores ambientales o circunstanciales, como fallos en la cosecha o desplazamiento de refugiados. Por lo menos para los niños menores de 5 años se ha producido una interrupción en las estimaciones del bajo peso global en los últimos 3 años, es decir, desde que las agencias de Naciones Unidas adoptaron las nuevas Gráficas de Crecimiento de la OMS [40]. En general, los pesos de referencia para una edad dada son menores que con la referencia NCHS [41], de manera que se reduciría la prevalencia de niños de bajo peso. El efecto de adoptar los nuevos patrones de la OMS [40] sobre estimaciones de estatura baja y retardo del crecimiento es menor, en la medida en que la nueva gráfica para el crecimiento lineal concuerda sustancialmente con sus antecesoras [42]. Desde 2006, el Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria introdujo un nuevo indicador, el índice de hambre global, como medida de las aptitudes nacionales para alimentar a la población de un modo sostenible. Aplicando el índice de hambre global en 2008 se observó que 33 países presentaban deficiencias graves [43]. Podría preverse que ámbitos de elevada endemicidad para VIH/SIDA en la pandemia creciente suban las tasas de todas las formas de desnutrición global superiores al término medio [44]. Tratamiento clínico de la desnutrición de proteína y energía aguda y grave La deficiencia del peso para la talla (consunción) no puede ser ignorada por completo, dado que se sitúa dentro del dominio de la desnutrición de proteína y energía (DPE) clínica grave, junto con la situación de bajo peso de tercer grado, descrita inicialmente por Gómez y cols. [6]. Aparte de enfermedades, las causas de estos estados de subnutrición extrema son la pobreza, la hambruna, la situación de refugiados, el abuso infantil y la privación de alimentos, así como causas yatrógenas incluyendo la malSolomons práctica. Con respecto a las enfermedades, durante el último cuarto de siglo se han observado crecientemente DPE graves en el contexto de infecciones crónicas, concretamente por VIH y su compañera, la tuberculosis [44]. Las alteraciones fisiológicas que aparecen en el kwashiorkor y el marasmo imponen a los niños una vulnerabilidad frente a la muerte si se dejan sin tratamiento, así como una vulnerabilidad frente a la mortalidad durante las fases de tratamiento médico y nutricional [45]. Una amenaza sempiterna para el niño gravemente desnutrido son las infecciones agudas superpuestas, que deben ser diagnosticadas y abordadas. Los niños también deben ser protegidos de la yatrogénesis y del riesgo de ser empujados hacia el abismo por el ‘síndrome de realimentación’, es decir, las consecuencias de una alimentación hiperentusiasta. Hace aproximadamente dos décadas, los expertos internacionales llegaron a concienciarse de mayores tasas de mortalidad hospitalaria por DPE de lo que sería aceptable. La investigación formativa demostró que el adiestramiento de los médicos encargados del tratamiento de niños con desnutrición grave había perdido el contacto con las prácticas basadas en evidencia científica de décadas anteriores. A través de una iniciativa de la Fundación Nestlé para el Estudio de Problemas Nutricionales en el Mundo y la Organización Mundial de la Salud, se acordó establecer una consultoría para codificar y diseminar un régimen estandarizado para el tratamiento hospitalario de la DPE grave. Estos esfuerzos comenzaron a dar frutos en el cambio de milenio con la publicación por parte de la OMS de documentos sobre el tratamiento: Management of Severe Malnutrition (Tratamiento de la desnutrición grave): A Manual for Physicians and Other Senior Health Workers (Un manual para médicos y otros profesionales sanitarios de alto rango) [46] y Management of the Child with a Serious Infection or Severe Malnutrition. Guidelines for Care at the First-Referral Level in Developing Countries (Tratamiento del niño con infección o desnutrición grave. Normas para el cuidado en el primer nivel de referencia en países en vías de desarrollo) [47]. La primera es una guía de diagnóstico y tratamiento para médicos y la segunda sirve como lista de verificación para la idoneidad de centros hospitalarios con respecto al tratamiento correcto de la DPE grave. Bhan y cols. [48], en la India, pormenorizaron y recopilaron los elementos esenciales de las normas (Tabla 1). En un estudio prospectivo realizado en Sudáfrica se halló una declinación del 7% de la mortalidad nosocomial causada por la DPE grave durante un periodo de 3 años tras la aplicación de los nuevos principios terapéuticos [45]. La malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia Tabla 1. Compendio de los principios de las normas de la OMS para el tratamiento de niños con desnutrición grave Los elevados índices de letalidad en niños con desnutrición grave pueden reducirse considerablemente adoptando protocolos terapéuticos estandarizados. Los niños con una mediana del peso para la talla <70% del Centro Nacional de Estadísticas de la Salud, edema bipedal o emaciación grave visible deben ser hospitalizados para su estabilización inicial y, preferiblemente, hasta su recuperación completa. En niños con desnutrición grave y diarrea, los líquidos intravenosos deben quedar reservados para los pacientes que presenten signos de shock; otros niños gravemente desnutridos deben recibir una solución de sales de rehidratación por vía oral con una menor concentración de sodio y una mayor concentración de potasio que la solución estándar de sales de rehidratación de la OMS. La prevención y el tratamiento rápido de la hipoglucemia y la hipotermia reducen el índice de letalidad. Los niños con desnutrición grave requieren suplementos nutricionales (hasta el doble de la cantidad diaria recomendada) de vitaminas, potasio, magnesio, cinc, cobre, selenio y yodo. El hierro debe administrarse únicamente después de que el niño haya recobrado el apetito. Durante la semana inicial de tratamiento, para evitar el estrés metabólico, deben administrarse solamente 330 a 420 kJ/kg de energía y 1 a 1,5 g/kg de proteína. Durante la rehabilitación, las ingestiones de energía y proteína deben incrementarse gradualmente hasta 630 a 920 kJ/kg/día y 4 a 5 g/kg/día, respectivamente, para alcanzar una ganancia de peso >10 g/kg/día hasta la recuperación. Modificado según Bhan y cols. [48]. Reproducido con autorización. Aplicaciones de alimentos listos para su uso Este renovado interés por el tratamiento dio lugar a otra intervención en la alimentación de rehabilitación, que tuvo múltiples ramificaciones: los alimentos listos para su uso (ALPU) [49]. Existen problemas relacionados con el periodo de validez y la conservación de las formas alimentarias primarias, las leches para lactantes y las gachas de cereales, utilizadas en la rehabilitación nutricional de los lactantes y los niños pequeños subnutridos. En sus formas en polvo, están sujetas a infestación por insectos o destrucción por sabandijas. No obstante, tiene más importancia el hecho de que estén reconstituidas con agua, lo que presenta un problema doble: concretamente, que el agua añadida está contaminada con patógenos bacterianos o que los patógenos pueden proliferar rápidamente en líquidos y semisólidos manipulados deAnn Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 79 Tabla 2. Soluciones más rentables propuestas por la reunión del Consenso de Copenhague, 2008 Reto Categoría Aporte complementario de micronutrientes para niños (vitamina A y cinc) Desnutrición1 Programa de desarrollo de Doha Comercio Fortalecimiento de micronutrientes (hierro y yodización de la sal) Desnutrición1 Cobertura de inmunización ampliada para niños Enfermedad Biofortificación Desnutrición1 Desparasitación y otros programas nutricionales en la escuela Desnutrición1 y educación Reducción del precio de la escolarización Educación Incremento y mejora de la escolarización de niñas Mujeres Promoción de nutrición comunitaria Desnutrición1 Proporcionar apoyo para el papel reproductor de las mujeres Mujeres 1 Soluciones relacionadas con una intervención nutricional. ficientemente a las elevadas temperaturas ambientales de los trópicos. El riesgo del solapamiento de enfermedades de origen alimentario a partir de alimentos terapéuticos a base de agua dio lugar a una idea novedosa para los ALPU. Su primera línea de provisión estriba en que están herméticamente preenvasados en paquetes de lámina metalizada y que no requieren ninguna manipulación adicional antes de servirlos a un niño. No obstante, su segunda peculiaridad protectora es su naturaleza química. El ALPU es un alimento para untar sabroso, análogo a la mantequilla de cacahuete o anacardo (semilla de marañón), que se compone exclusivamente de proteína y lípido, sin hidrato de carbono [49]. Dada la exclusión de agua e hidrato de carbono, el medio para la proliferación bacteriana y fúngica queda prácticamente eliminado. Estos microbios no crecen en la grasa. Los ALPU tienen un periodo de validez ampliado en el más cálido de los climas y no se estropean rápidamente, incluso cuando se abre el envase para iniciar su uso. Este formato ha sido utilizado para niños hospitalizados con DPE grave y también en situaciones de campamentos de refugiados en el Sáhara occidental [50]. 80 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 Desnutrición de micronutrientes El hambre oculta como un programa de salud pública Por una parte, tal como se ha destacado anteriormente, los síndromes de DPE graves implican habitualmente una carencia múltiple de micronutrientes. Por otra parte, los procedimientos alimentarios inapropiados y las condiciones ambientales adversas pueden causar cambios (carencias y excesos) en los micronutrientes en ausencia de características de desnutrición clínica o global. El interés por el hambre oculta emergió de los nuevos conocimientos obtenidos sobre la carencia marginal de vitamina A en la década de los 80 y fue institucionalizado cuando se unieron los problemas sobre las carencias de yodo y hierro [51]. El Consenso de Copenhague se basó en un análisis de cuáles serían las intervenciones más eficaces, dentro de un presupuesto limitado, para mejorar la salud pública en todo el mundo [52]. Entre las 10 soluciones principales, las intervenciones nutricionales estuvieron representadas cinco veces (Tabla 2). Hipovitaminosis A Sommer y cols. [53] añadieron una nueva dimensión a la vitamina A cuando, en una extensa encuesta realizada en Indonesia, observaron una mayor mortalidad a corto plazo en niños con signos oculares leves de hipovitaminosis A, y documentaron en un ensayo de intervención prospectivo con aporte complementario periódico y sistemático de vitamina A que la mortalidad por enfermedades infantiles se había reducido en un 34% [54]. En una serie de ensayos de intervención en Asia y África se confirmó, en general, el efecto del aporte complementario de vitamina A, en la reducción de la mortalidad en niños de edad preescolar [55]. La consecuencia fue la implementación de la suplementación rutinaria de vitamina A como recomendación normativa en países con endemia de hipovitaminosis A [56]. Esta medida ocupó el primer lugar en el orden jerárquico, junto al cinc, como inversión más rentable, según el Consenso de Copenhague [52]. El aporte complementario de 200.000 UI de vitamina A, recomendado por la OMS, es también importante como tratamiento coadyuvante para reducir la mortalidad por sarampión complicado con afectación respiratoria. El análisis sistemático de eficacia de Cochrane, cuando se administran dos dosis, proporciona pruebas a favor de su eficacia [57]. Trastornos por deficiencia de yodo La deficiencia del oligoelemento yodo está admitida como la causa del bocio endémico. No obstante, más reSolomons cientemente, ha llegado a resultar evidente que de una reserva corporal inadecuada de este nutriente deriva una multitud de consecuencias funcionales y de salud [58, 59]. Esta constelación de manifestaciones recibe el nombre de trastorno por deficiencia de yodo [58]. La deficiencia de yodo es uno de los estados carenciales cuya prevalencia ha sido reducida drásticamente en todo el mundo en el último cuarto de siglo a través de la puesta en práctica de programas de fortificación de la sal. Basándose en datos de encuestas en niños de edad escolar, se estima que 54 países presentan una deficiencia endémica de yodo, deficiencia que afecta a 285 millones de niños de edad escolar, lo que representa a 2.000 millones de personas en todo el mundo [60]. El Consenso de Copenhague [52] sitúa en tercer lugar la importancia de la inversión en la reducción del trastorno carencial de yodo. Anemia nutricional La anemia nutricional es probablemente la más extendida, así como la más recalcitrante, de todos los problemas nutricionales de la humanidad. Posee una afinidad específica para afectar la nutrición infantil en el periodo reproductivo de las madres y en niños durante los 6 primeros años de vida [61]. La mayor parte de la anemia nutricional, aunque no toda, se debe a la deficiencia de hierro. Donde la anemia se considera un problema grave de salud pública, es decir donde está afectado el 1 40% de un grupo de edad, se ha recomendado suministrar un suplemento universal. Para lactantes y niños pequeños, la dosificación es de 12,5 mg de hierro y 50 mg de ácido fólico al día [62]. La renuencia deriva de la ineficacia relativa de la suplementación para reducir la anemia y de una tradición de formas y dosis inapropiadas de fortificación de hierro en la fortificación alimentaria. Tal como se ha comentado, los alimentos para untar con nutrientes múltiples en la alimentación complementaria mejoran la situación de la hemoglobina [63]. La fortificación de alimentos complementarios en el hogar es una nueva idea prometedora para ensayar donde otras medidas no han sabido cumplir con las expectativas [64]. La atención a la deficiencia de hierro fue catalogada en tercer lugar, junto con el yodo, como inversión rentable, por el Consenso de Copenhague [52]. Carencia de cinc Debido a que la mayoría de las dietas tradicionales se basan en granos de cereales integrales, se ha señalado que la carencia marginal de cinc es un problema generalizado. En un compendio reciente del Grupo Consultivo Internacional de Cinc [65] se dio a entender que el aporte comLa malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia plementario profiláctico de cinc producía efectos beneficiosos en la prevención de infecciones respiratorias y la reducción de la mortalidad; estos efectos son máximos en el primer año de vida. Se ha suscitado un debate sobre la eficacia del aporte complementario de cinc para mejorar el crecimiento lineal. El aporte complementario diario de nutrientes conlleva escollos muy conocidos; sin embargo, la eficacia del fortalecimiento de los alimentos con cinc no está confirmada. No obstante, la atención a la deficiencia de cinc fue destacada en primer lugar, junto con la vitamina A, como inversión rentable, por el Consenso de Copenhague [52]. Trastornos por deficiencia de vitamina D La vitamina D se obtiene de la alimentación o de la acción de la luz solar (exposición a las radiaciones UV) sobre la piel. Dado que los alimentos ricos en esta vitamina se limitan a carnes de vísceras, aceites de pescado, huevos y productos lácteos reforzados, en general se acepta que la exposición al sol es la fuente más importante de la vitamina. Cuanto más cerca se habite del ecuador, tanto más constante y directa será la radiación solar que accede a la piel. No obstante, se reportan en gran medida casos de raquitismo por deficiencia de vitamina D en países en vías de desarrollo tropicales [66, 67]. El factor diferencial es la cantidad de protección cutánea proporcionada por las ropas tradicionales. Donde las madres lactantes utilizan indumentarias muy protectoras, como en las culturas islámicas, sería de esperar que los niveles de vitamina D en la leche materna contribuyesen menos a las necesidades de vitamina D de su descendencia [66]. Si, además, se envuelve a los bebés, disminuye la síntesis de la vitamina en el lactante. La combinación lleva al raquitismo, incluso en países meridionales soleados. Por lo demás, datos recientes en adultos dan a entender que la vitamina D produce efectos, hasta la fecha no identificados, en numerosos sistemas metabólicos [68] y contribuye a disminuir el riesgo en un cierto número de enfermedades crónicas [69]. Vitamina B12 La nutrición con ácido fólico se relaciona con la salud del niño, fundamentalmente a través de la prevención de los defectos del tubo neural en recién nacidos; sin embargo, la deficiencia de vitamina B12 puede ser la deficiencia importante menos reconocida en los países en vías de desarrollo. Por lo menos en México y en Guatemala se ha documentado recientemente la deficiencia endémica de esta vitamina [70–72]. Parece asociarse a la situación deficiente de la vitamina B12 materna durante la lactancia, Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 81 junto con problemas de biodisponibilidad intestinal mal conocidos. En Kenia, la ingestión baja de fuentes animales también se asocia a una situación deficiente de vitamina B12 [73]. En todo el mundo, la extensión de esta deficiencia no puede ser estimada claramente debido a la variedad de métodos diagnósticos y al conjunto de criterios límites aplicados en las encuestas [74]. Aplicaciones de alimentos listos para uso Teniendo en cuenta este panorama de problemas de nutrientes, en un consenso se elaboró la noción de que abordajes múltiples de micronutrientes serían más eficientes que abordajes de uno en uno. El concepto del ALPU para la DPE se transformó en un vehículo para micronutrientes múltiples, como alimentos para untar, de elevada densidad de nutrientes [76]. En la experiencia con refugiados mencionada anteriormente [51], se demostró que la adición de hierro a la formulación abordaba con éxito el problema de la anemia. En un ensayo de intervención de campo en Ghana, en el que se compararon alimentos para untar, con elevada densidad de nutrientes, con otros dos vehículos de micronutrientes múltiples para niños pequeños, se demostró una eficiencia superior del primero en el crecimiento y el desarrollo motor, con una eficacia adecuada para controlar la deficiencia de hierro y la anemia [64, 77]. Sobrepeso y obesidad: la evolución del paradigma Documentación del exceso de peso corporal en países en vías de desarrollo Tradicionalmente, en los países desarrollados (industrializados), las pautas más tradicionales y supervisadas del consumo de comidas y la participación en las faenas domésticas, el esparcimiento escolar y vecinal y los deportes organizados eran probablemente los baluartes que frenaban la acumulación anormal de grasa. Estos mismos factores, tal vez donde los deportes cuentan con una mayor variedad de campos de juego o solares, pero también con mucho más énfasis en las tareas de trabajo intensivo, han tenido habitualmente un papel en los países pobres y de bajos ingresos. Tal como se ha comentado anteriormente, ni el interés ni los instrumentos diagnósticos refinados para examinar poblaciones juveniles de pacientes pediátricos en busca de un exceso de peso corporal se hallaban disponibles hasta épocas relativamente recientes. Hace alrededor de una docena de años, el mundo de la salud pública se vio forzado a admitir que el problema de la obesidad había llegado a ser pandémico, afectando 82 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 también a países en vías de desarrollo [78]. Al mismo tiempo, se inició la evaluación de datos de encuestas nacionales existentes con enfoque sobre las poblaciones juveniles [79]. En el ámbito diagnóstico, el instrumento para estimar la subnutrición, es decir, el peso para la edad, era el único parámetro para la composición corporal [44]. Para evaluar el exceso de peso es más apropiada una variable ajustada para la talla, el IMC. En el año 2000 se publicaron dos gráficas de crecimiento de referencia que interpretaban el IMC para la población juvenil, una de ellas para EE.UU. [10] y la otra para el entorno internacional [11]. En la primera, la localización entre los percentiles 85 y 95 se definía como ‘riesgo de sobrepeso’ (considerado idéntico al sobrepeso en la clasificación para adultos), mientras que la superación del percentil 95 se definía como ‘sobrepeso’ (considerado idéntico a la obesidad del adulto). Donde se disponía de mediciones exactas de la talla, los datos de encuestas antiguas y nuevas pueden proporcionar una estimación actualizada del exceso de peso corporal. Basándose en el criterio de 2 desviaciones estándar (puntuación Z: +2), más allá de la media de referencia, de Onis y Blössner [79] clasificaron las tasas de sobrepeso para niños en edad preescolar en 94 países de rentas medianas y rentas bajas. La tasa global de ‘sobrepeso’ fue del 3,3%. Sin embargo, esta cifra varió tanto como el 6,6% (dos veces la tasa mixta) en países como Bolivia, Jamaica, Marruecos, Egipto, Argelia y Sudáfrica, con el extremo superior de la distribución de las tasas representado en gran medida por países correspondientes a regiones de América Latina, Oriente Medio y Norte de África. Esta reducida prevalencia fue corroborada por otro compendio internacional de datos de encuesta para preescolares en 50 países en vías de desarrollo, utilizando el mismo criterio para el exceso de peso [80]. Un 46% de las muestras nacionales presentaban tasas de prevalencia superiores al 2,3% de la prevalencia de referencia y estos datos recaían nuevamente en las regiones mencionadas anteriormente. Si nos trasladamos a una zona de criterios de puntuaciones Z +1 que abarca ⬃17% de una distribución de referencia y se designa como ‘sobrepeso’, Martorell y cols. [81], en una revisión de niños de 1 a 5 años de edad en América Latina y Caribe, hallaron tasas de prevalencia nacionales desde el 6% en Haití hasta el 24% en Perú. Dado que los niños son también a menudo de baja estatura, el criterio ‘peso para la edad’ subestima el exceso de peso que se hubiera revelado con un patrón IMC. Teniendo en cuenta que las encuestas gubernamentales se centran en niños menores de 5 años, prácticamente Solomons no existen datos nacionalmente representativos de sobrepeso y obesidad en la edad de los criterios IMC [10, 11]. En nuestra propia experiencia en Guatemala abordamos al niño en edad escolar, si bien en muestras de conveniencia no representativas. Los colaboradores de nuestro centro encuestaron a niños escolares en el grupo de 8 a 11 años de edad en las dos ciudades más importantes de la república, es decir, Ciudad de Guatemala y Quetzaltenango [82, 83]. En ambos entornos se halló más de dos veces la representación prevista de niños con pesos superiores al rango entre los percentiles 85 y 100, que define el sobrepeso y la obesidad según la referencia CDC, en niños pertenecientes a familias privilegiadas. Los niños pobres de las escuelas públicas en el último estudio no mostraban prevalencia de exceso de peso [83], análogamente a la distinción de clases documentada en otro estudio urbano realizado en Nueva Delhi [84]. Esto concuerda con el fenómeno documentado en Brasil por Monteiro y cols. [85], en el cual los individuos de ingresos más elevados están afectados por un exceso de peso en la fase inicial de la obesidad endémica en un país en vías de desarrollo, con una transición a una mayor vulnerabilidad para el pobre, dado que el más afluente cambia su comportamiento y los pobres llegan a ser incluso más dependientes de los alimentos de conveniencia ricos en energía. Por otra parte, basándonos en datos longitudinales durante un intervalo de 40 años en un estudio transgeneracional realizado en una provincia oriental de Guatemala, la talla para la edad aumentó de una generación a otra mientras que el IMC permanecía inalterado [86]. El síndrome metabólico en niños de países en vías de desarrollo El síndrome metabólico (SM) es una constelación de anomalías, entre las que destacan la alteración del metabolismo de la glucosa y la insulina, la elevación de la presión arterial, la obesidad central y las anomalías de los lípidos en la sangre, considerándose que obedecen a una causa común basada en la resistencia a la insulina. Su prevalencia creciente ha sido atribuida a la elevación de las tasas de obesidad, y sus consecuencias son la mala salud y la mortalidad prematura. La atención se ha centrado en la aparición de SM en niños y, especialmente, en niños de países en vías de desarrollo. Las tasas de obesidad en niños de Nueva Delhi aumentaron desde el 16% en 2002 hasta el 24% en 2006 y 2007, fenómeno que se ha asociado a una elevación de la tasa de resistencia a la insulina y SM en este entorno [84]. Dentro de una perspectiva comparativa, las tasas de SM varían ampliamente según el entorno. En una encuesLa malnutrición en los países en vías de desarrollo: un cambio de apariencia ta de adolescentes en Beijing, China, se halló una prevalencia global de SM del 3,3%, si bien esta tasa se incrementó hasta el 28% cuando se evaluaba específicamente en niños obesos [87]. Entre adolescentes multirraciales en Salvador de Bahía, Brasil, la tasa global de SM era del 22,6%, apareciendo en un 59,3% de sujetos obesos [88]. Trasladándonos hacia el sur, a São Paulo, y por debajo de la edad preescolar en Brasil, se documentó una tasa global de SM del 9,3%, con un 25,0% en niños preescolares obesos [89]. No obstante, en ciertos hábitats y para ciertos tipos corporales, el SM puede aparecer en niños sin un trasfondo de obesidad. Entre adolescentes aborígenes encuestados cerca de Darwin, en el territorio septentrional de Australia, aunque se consideró que el 14% presentaban SM, esta consideración se había basado en la prevalencia global del 26,3% de aumento del perímetro de la cintura, dado que más de la mitad de los clasificados no eran obesos ni presentaban sobrepeso [90]. En una revisión sistemática, realizada por el Departamento de Cardiología Pediátrica Preventiva del Centro de Investigación Cardiovascular de Isfahan en Irán, centrada en países en vías de desarrollo, las tasas de sobrepeso infantil fueron máximas en la región de Oriente Medio y mínimas en Asia Meridional [91]. En la literatura que proporciona las tasas de SM en niños de países en vías de desarrollo, se halló que las tasas aumentaban más rápidamente en función del tiempo en los países de bajos ingresos, al contrario que en los países industrializados. Hacia la reducción del sobrepeso/obesidad juvenil en países en vías de desarrollo El Informe Técnico de la OMS [92] enfoca su análisis a soluciones para todas las edades, incluyendo a niños. Como ocurre en los adultos, se ha discutido el papel de la dieta y la actividad física en la causa y el mantenimiento del sobrepeso. Las bebidas endulzadas pueden desempeñar un papel propicio a la obesidad tanto en países desarrollados [93] como en países en vías de desarrollo [94]. El porcentaje de calorías procedentes de las bebidas se ha duplicado durante una década en México. Tal como se ha documentado en escolares urbanos de Guatemala, el consumo de frutas y verduras se sitúa por debajo de la recomendación de cinco raciones al día [95]. La hipótesis de sentido común de una fuerza para contrarrestar la obesidad y el sobrepeso en niños de países en vías de desarrollo consistiría en la preservación de tareas al aire libre en ambientes agrícolas. No obstante, dado que sólo en el 23% de los países se utilizan mediciones de la talla y el peso en sus encuestas nacionales, la evaluación del problema del sobrepeso sigue representando un reto [96]. El Ann Nestlé [Esp] 2009;67:74–86 83 mundo se está desplazando rápidamente hacia una población predominantemente urbana, y las circunstancias de inseguridad, falta de instalaciones de esparcimiento, consumo de televisión y actividades de teclado estimulan un estilo de vida sedentario en las ciudades de los países en vías de desarrollo. Conclusiones Hubo un tiempo en que se podía aceptar la premisa de que un individuo presentaba el riesgo de estar subnutrido o demasiado gordo. El concepto prevaleciente no era el de contemplar a ambos dentro de un mismo entorno familiar o en un individuo dado durante toda una vida. El espejo que refleja esta dualidad ingenua ha sido destruido, tal vez para siempre, en las poblaciones de los países en vías de desarrollo. El mensaje fundamental de esta revisión es la sensibilización y la comprensión de que el problema de la malnutrición en las sociedades de ingresos bajos no es el estereotipo que ha transitado de un libro de texto a otro. Aunque la subnutrición es todavía generalizada y común, presenta nuevos contextos, como la epidemia de VIH/SIDA [42], que se presenta en África, Asia y América Latina. La malnutrición en sociedades de ingresos bajos que debe entenderse en general como nutrición problemática, presenta un rostro rápidamente cambiante. Se puede considerar este nuevo aspecto como extendido en una cabeza de Jano, que mira en dos direcciones al mismo tiempo: en el eje tradicional de la subnutrición y la deficiencia y en el eje emergente de la sobrenutrición y el exceso. Seguidamente, una segunda prioridad estriba en asimilar y comprender la implicación de la ‘transición nutricional’ [12] y cómo sostiene la ‘doble carga’ de la nutrición [2] en los países en vías de desarrollo. Los profesionales sanitarios deberían adaptarse para responder tanto a los problemas de deficiencia como a los problemas de exceso en su práctica diaria. La política de salud pública y los programas colectivos deben estar preparados para abordar ambos aspectos. El mayor enemigo en el servicio a pacientes y clientes propios en sociedades de bajos ingresos puede ser perfectamente el legado (estereotipo) de la visión simple y simplista de la malnutrición, primero como subnutrición exclusiva y segundo como subnutrición causada por un problema alimentario. En consecuencia, la conciencia clínica debe fusionarse con nuevas sutilezas para las estrategias diagnósticas en el ámbito clínico. La medición y el registro de la talla llegan a ser una rutina necesaria [40] en la nutrición moderna. Al mismo tiempo, el diagnóstico diferencial en un niño delgado o subnutrido debe ser abierto desde un problema alimentario hasta una subnutrición secundaria relacionada con cierta infección localmente común. La interacción entre nutrición e infección [17, 18] es tan ubicua que las soluciones para el bajo peso pueden implicar el tratamiento de un patógeno, así como el restablecimiento de nutrientes. No obstante, para la parte terapéutica alimentaria de la asistencia, nuevos principios y nuevas formulaciones pueden mejorar la rapidez y la certidumbre del restablecimiento de la salud nutricional. Por último, pensar fuera de lo común significa tener en cuenta que la occidentalización de los estilos de vida ha plantado ya firmemente las semillas del sobrepeso y la obesidad en las sociedades de ingresos bajos. Los problemas de la nutrición fetal en relación con el estado nutricional de la madre y el SM, asociado con un exceso de peso, pueden estar estableciendo la fase de la emergencia de enfermedades crónicas, con la aparición de diabetes de tipo 2 en adolescentes de Asia meridional, como caso ilustrativo al respecto. Bibliografía 1 Mosby Medical Dictionary, ed 8. St. Louis, Elsevier, 2009. 2 Uauy R, Solomons NW: The role of the international community in addressing the dual burden of malnutrition with a common agenda. 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