- - - - - - - - - - - - - - - - - - U N) V E R S IDA O OE M., X 1 e 0 - - - - - - - - - - - - Las clases dominantes en América Latina FELíCITAS LÓPEZ PORTILLO iempre son bienvenidos libros como el que nos ocupa. Es ya lugar común destacar la falta de esrudios documentados, objetivos, sobre nuestras clases dominantes internas que, a despecho de la retórica ideológica de rodo tipo, siguen tan campantes. (Aclaremos que las fracciones exirosas de esta clase se traspasan la batuta a través del tiempo. Por ejemplo, la mimada burguesía industrial de la posguerra necesita ahora respiración artificial para sobrevivir.) Lo mismo pasa con el sistema que las sustenta y les dio origen, el capiralismo, pues a pesar del discurso de las crisis inminentes, recurrentes, revolventes y terminales del mismo, sigue dueño y señor de nuestros destinos y, lo que es peor, disolviendo con sus ácidos especulativos la esperanza de un mundo mejor, último reducro de la (irredenta) mopía. El libro que nos ocupa, Burguesías en América Latina, presenta las vicisirudes históricas de un conjunto de burguesías a cual más disímbolas, desde la agropecuaria exportadora del Uruguay de la época de oro del "desarrollo hacia afuera', hasta las modestas de origen centroamericano, que buscaron una nueva inserción en el mercado mundial a partir de la debacle del 29 o del estancamiento del mercado común del istmo en la década de los sesentas, situaciones críticas que en algunos casos derivaron en estallidos revolucionarios. Carlos M. Tur analiza la puesta al día, en la Argentina de la primera etapa peronista, de lo que denomina un "nacionalismo hispanista y restaurador", que abarcó casi todas las manifestaciones culturales durante los años de 1910 a 1955 (sin que este esrricro límite cronológico signifique que no existiera ni antes ni después); que evocó un pasado bucólico, casi arcádico, que privilegió las raíces españolas, y cuyo máximo representante sería el caudillo decimonónico Juan Manuel de Rosas, a falta de una cultura colonial con la raigambre de la mexicana o de la peruana. Es curioso com- S T. probar que el mismo caso se dio en nuestro país en la segunda y tercera décadas del presente siglo, a despecho de la euforia indigenista y el "nacionalismo telúrico" provocado por las turbulencias revolucionarias; traigamos a colación los nombres de Genaro Estrada, Luis González Obregón, Artemio de Valle Arizpe. Con las reservas del caso, considero que este fenómeno difiere del de los escrirores criollos argentinos; lo que aquéllos pretendían, más que servir de ideólogos a una reacción que en México fue vencida conrundcntemente desde 1867, era hacer contrapeso a la audaz--en aquel tiempo-- presencia del grupo de los Contempordneos, ser un ensayo de respuesta al exacerbado "indianismo" del sistema político surgido de la contienda armada, que apostó al pasado indígena, como sus antepasados liberales, en menoscabo de la herencia hispánica que sigue minimizada, hasta la fecha, en obvio desconocimiento de la realidad histórica. En el libro se esrudian también las burguesías caribeñas; por cierto, sobresale el caso cubano, que a pesar del cambio de régimen sigue inscriro en la férrea dependencia de un solo producro de exportación, lo que convalida la sentencia de la burguesía azucarera, "Sin azúcar no hay país", y el ingraro destino de nuestros países, sujeros a una implacable lógica externa que parece no tener fin; menos ahora, con la globalización de los mercados y la internacionalización del capiral financiero especulativo, que crea un mundo cada vez más interdependiente y donde la actual crisis mexicana desata rodo un cúmulo de dificultades económicas al resro de los países latinoamericanos, sobre rodo a los más grandes, e incluso al mismo dólar, que se revela cada vez más como una divisa débil en el competitivo mercado internacional. La nación-Estado, esa ficción surgida del siglo de las luces, parece tener sus días contados tal y como la conocemos; necesitamos por ello reflexionar sobre los nuevos paradigmas de la globalización tras- • 68 • _ nacional en marcha que, reconozcámoslo, llegó para quedarse. Para documentar nuestro optimismo recordemos que, a pesar de rodo, en nuestros países se apostó al desarrollo capitalista, sí, pero éste se quería aurónomo, soberano, jusro y democrático -hasta donde ello es posible en naciones tan heterogéneas-. Véase si no el caso del Uruguay de Batlle, que fue calificado como la Suiza de América y cuya situación empezó a menguar junto a la de su cliente, el otrora poderoso imperio británico. Por cierro, Graciela Medina analiza el caso de este país y escribe sobre la burguesía industrial uruguaya como si se tratara, ni más ni menos, de los Kmpp de Alemania. Y aquí nos ropamos con un fantasma, que recorre nuestra América: el fantasma del desarrollo, que en un sentido más amplio significa el acceso a la huidiza modernidad. En el siglo pasado se. le llamó progreso y se persiguió mediante la inserción de las recién nacidas repúblicas en la división internacional del trabajo encabezada por Inglaterra, unas con mayor fortuna que otras. Especializados en producros de sobremesa ~fé, tabaco, frutas tropicales, azúcar-, la crisis de 1929 nos romó por sorpresa: con el desplome de los precios de los producros agropecuarios de exportación las fracciones burguesas asociadas a la industria liviana -que venía en algunos casos desde fines del siglo XDCvieron la oportunidad de ascenso económico y político en la sustitución de importaciones, política que se vio favorecida por la segunda Guerra Mundial y las reservas de divisas fomentadas por la misma. Durante esros años, y con las esperanzas latinoamericanas en vilo, a raíz del triunfo de las democracias sobre los fascismos -también intentos fallidos de un capitalismo amónomo, aunque en esta ocasión con un marcado carácter agresivo y" expansionista- se apostó a la industrialización como una manera de salir del atraso y la miseria, propias de pueblos dedicados a las actividades primarias. Se aprovecharon para ello las divisas acumulas durante la guerra, estableciéndose políticas proteccionista del débil mercado interno junto a un decidido recelo frente al capiral externo que, aunque representaba recursos, tecnología y nuevas técnicas administrativas, tenía una merecida mala fama de expoliador de riquezas naturales y humanas. Abordemos ahora otro espinoso asunro, que también recorre rodo el libro: el esfuerzo industrializador de la posguerra fra- _ - - - - - - - - - - - - - - - - U N 1 V E R S IDA O OE M ~ X 1e 0 - - - - casó pues no resolvió el talón de Aquiles de nuesrras economías: el desequilibrio en la ba- mente el tema del trabajo dedicado a nuesreo país en el libro glosado. lanza de pagos. En efecto, casi nunca hemos En el resto de Hispanoamérica se dio también la batalla por el desarrollo a uavés podido generar las suficientes ~visas p~ importar los bienes de capital e mtermedios que necesitamos. Incluso un país como Venezuela, que durante muchos años disfrutó de una envidiable renta pereolera, no logró materializar el sueño de "sembrar el pereóleo". Otro caso frustrado de desarrollo, a pesar de contar con casi todo, es el de Argentina. Como escribe Carlos Fuentes, este gran país, con su fabulosa riqueza, la tierra agrícola y ganadera más fértil de la América Latina y, evenrualmenre, una población homogénea yeducada, no fue capaz de alcanzar la verdadera grandeza nacional. de la indusuialización ---como documenta Jerónimo E Segovia para el caso paraguayo--, con ideología cepalina o sin ella, con régimenes civiles o militares -en algunos países, las fUerzas armadas eran los únicos actores sociales organizados y con objetivos específicos y de largo alcance-, entre los que se contaba la modernización de los mismos, so pretexto de debilidad ante el exterior. Se peleó en los diversos foros internacionales de carácter multilateral creados en Bretton Woods -FMI, EXIMBANK, BM-, a fin de derrotar los intentos norteamericanos de implantar el libre cambio en todo el mundo, lo que nos condenaba a ser proveedores de ma- _ La década de los ochentas encontró a América Latina sitiada por el círculo vicioso de las cuatro O: deuda, droga, desarrollo y democracia. Como apunta Fuentes, esta problemática sólo podrá resolverse con nuestras propias soluciones y recursos, incorporando la fecunda tradición que poseemos. La desaparición de la bipolaridad nos llevó a un mundo crecientemente globalizado, integrado, altamente comunicado, al que no podemos sustraernos so pena de desaparecer como sociedades viables; sin embargo, los desafíos del presente sólo podrán ser afrontados si nos damos a la tarea de conocernos nosotros mismos y aceptar nuestra rica pluralidad, si nos reconocemos hijos de España y de las culturas indígenas y negras. La dependencia -y ahora interdependencia- hacia los polos económicos del mundo desarrollado identifica a nuestras hechizas clases dominantes, desde la época en que su majestad el ferrocarril, con su poderío económico y social, se erigió en símbolo del progeso y del camino a seguir, hasta nuestros días, cuando aquéllas se fueron con el señuelo del boom de los lla- La gran paradoja de este país, ejemplo a terias primas e importadores de productos seguir por su evolución económica y social a fines del siglo pasado, receptáculo de una manufacturados, lo mismo que receptores de capitales del exterior que no buscan el importante inmigración europea y sin grandes herencias coloniales, es que crecimiento equilibrado de la economía sino el mayor provecho, y a menor plazo, de sus inversIOnes. una nación rica, con una clase media extensa, sin duda la mejor alimentada, mejor vestida y educada, la nación más homogénea de América Latina, ha sido incapaz de crear insrituciones políticas que realmente la representen. I A través de la lectura del libro se evidencia, una vez más, la similitud de circunstancias históricas entre los países de la uno, por supuesto. En todos ellos el papel del Estado como generador, conductor y mados mercados emergentes y nos aseguraron que, ahora sí, accederíamos a niveles de vida cualitativa y cuantitativamente superiores, con los resultados por todos Es decir, no hemos sido exitosos ni protector de las burguesías es evidente, lo mismo que la importancia del capital ex- conocidos. Más seamos optimistas: a pesar de las cuando se han dado casi todas las variables favorables para ello pues ni ricos ni pobres superamos la reansición de países "en vías de desarrollo". Todavía no producimos los necesarios bienes de capital para nuesreas industrias, pequeñas, medianas o pesadas y, para terno como impulsor del desenvolvimiento económico. Valga la aclaración que en muchas ocasiones se consideró a este capital sólo como coadyuvante del desenvolvimiento económico, buscando la protección del capital nacional a través de diversas dificultades. la sociedad latinoamericana está convirtiéndose en la protagonista de su propia historia; sin embargo, no hay que olvidar que, sin la incorporación de las grandes mayorías al desarrollo, todo esfuerzo será inútil. Las frágiles instituciones políticas de colmo, nos encontramos en absoluta desventaja ante el reto competitivo de la actualidad, que se basa en el desarrollo científicotécnico. medidas, tales como el proteccionismo arancelario, las exenciones a industrias nue- nuestra región Mas reconzcamos que, al menos en nuestro país, no siempre el desaliento fUe la norma dominante. Hubo una época en que el optimismo y la fe en el futuro campeaban por sus fUeros, y no me refiero al año próximo pasado, cuando nos sentíamos en la antesala de la Suecia tropical, sino a la inmediata posguerra, cuando se apostó a la sustitución de importaciones con apoyo estatal y cuyo objetivo era acceder a niveles de bienestar similares a los de Estados Unidos, los que se pensaban alcanzar en un plazo de cuarenta a cincuenta años. Éste es precisa- I Carlos Fuentes, El espqo mterrado, México, 1933, pp. 344, 346 y 347. FCE, región, sin obviar las modalidades de cada vas y necesarias, los subsidios de todo tipo al sector privado, etcétera. La embestida neoliberal desmanteló el Estado que, con algo de exageración, puede ser llamado "de bienestar", lo que no impide añorar los tiempos idos de la estabilidad política y cambiaria y de la certidumbre económica que, al menos para el caso mexicano, se ven ahora como una perdida "edad de oro" que ya no volverá. En casi todos los países latinoamericanos el auge económico de posguerra terminó a mediados de los años cincuentas pero nuestro país se dio el lujo de conocer épocas todavía boyantes hasta los setentas, cuando los préstamos externos financiaron cada vez más el mantenimiento del sistema surgido de la decantada necesitan adaptarse urgentemenre a las exigencias sociales, no sólo a la racionalidad tecnocrática. Los Estados democráticos en la América Latina están desafiados a hacer algo que hasta ahora sólo se esperaba de las revoluciones: alcanzar el desarrollo económico junto con la democracia y la justicia social. Durante los pasados quinienros años, la medida de nuestros fracasos ha sido la incapacidad para logras esto. La oportunidad de hacerlo a partir de hoyes nuestra única esperanza. 2 • 2 Fuenres, op cit., p. 388. Carlos M. Tur et al.: Burgudas en Amirí- ca Latina (Panoramas de Nuestra América, 10), CCYDEL-UNAM. Revolución. • 69 • México. 1994. 202 pp.