publirreportaje En su mensaje a inicios de este año, el papa Benedicto XVI se refirió a la necesidad de proteger a la creación para preservar la paz; dicho discurso es enormemente alentador, desde la perspectiva de que la Santa Sede esté incorporando el tema ambiental como parte importante de su agenda; pero a su vez, nos debe mover profundamente a la reflexión y despertar un profundo sentido de urgencia, en el momento en que un jefe de Estado como el papa, da la voz de alerta a partir de las múltiples fuentes de información de las que dispone, haciendo un llamado a la acción, significando que los problemas en cuestión son más serios y urgentes de lo que el ciudadano común piensa. Para comprender la importancia de esta llamada a la acción, es importante comprender varias cosas acerca del mundo natural: La primera de ellas está relacionada con la capacidad emergente que tiene la vida en los ecosistemas para desarrollar más vida. Dicha capacidad se da a partir de los servicios ambientales que el capital natural brinda, entendiendo el concepto “capital natural”, como la suma casi ilimitada de interrelaciones que hay entre los seres vivos que habitan un ecosistema, las cuales, en su conjunto, permiten brindar los servicios naturales que todos los seres vivos necesitamos para sobrevivir, tales como la producción de agua, oxígeno, polinización, regulación de los microclimas, etc. Un ejemplo de capital natural es la riqueza de vida bacteriana acumulada en un suelo fértil, esto debido a que un suelo vivo es aquel que a la par de ser un sustrato compuesto por materia orgánica (carbono, nitrógeno, hidrógeno), está compuesto por una multitud de microorganismos, cuyas interacciones permiten la metabolización de los nutrientes contenidos en el suelo, y su incorporación en el metabolismo de las plantas a partir de sus raíces. Todo esto en su conjunto es un servicio ambiental que podríamos llamar “capacidad fotosintética”, es decir, la capacidad de convertir materia inorgánica en orgánica, para ser incorporada posteriormente como nutrientes en las cadenas alimentarias. Proteger la fertilidad y biodiversidad microscópica de los suelos, es proteger a la vida misma, ya que gracias a la capacidad fotosintética que del suelo emana los seres vivos podemos alimentarnos. La segunda de ellas tiene que ver con la capacidad de los sistemas naturales de regresar a sus condiciones de equilibrio después de haber sido sometidos a condiciones de adversidad. Lo anterior es un concepto conocido como resiliencia (del latín resilio, “brincar atrás”); a medida que los humanos entendemos cómo funciona la naturaleza, hemos ido descubriendo que existe una relación directa entre resiliencia y biodiversidad, es decir, los ecosistemas son más resilientes entre más diversidad biológica >.32 ta Proteger la creación para preservar la paz Francisco Bonilla Sevilla contengan, esto debido a que a mayor diversidad de seres vivos, mayores serán las interrelaciones entre ellos y mayores serán los servicios ambientales que provean sus interacciones. Si un ecosistema es sometido a evento de crisis, como puede ser una gran tormenta o un huracán, su capacidad de regresar al equilibrio dependerá de la diversidad de seres que lo habiten ya que cada uno de ellos provee un servicio al ecosistema desde el nicho que ocupa. Para comprender la afirmación anterior, podríamos citar como ejemplo la relación que hay entre aves y mamíferos que comen fruta, su tracto digestivo, su materia fecal, su movilidad y las semillas con forma aerodinámica contenidas en las frutas. En términos generales las aves y mamíferos frugívoros ingieren la fruta con todo y semillas; las semillas, a la par de su forma y de ser de difícil digestión, pasan (en términos relativos) de manera “libre y rápida por el tracto digestivo” de quien las ingirió, y son regresadas al medio natural junto con la materia fecal (rica en nutrientes: carbono, nitrógeno, hidrógeno) de las aves o mamíferos en cuestión. Si dicha materia fecal (con semilla incluida) es depositada en un suelo vivo (rico en vida bacteriana, insectos y lombrices) entonces tendrá todas las condiciones para florecer la vida latente que en ella existe, dando paso al nacimiento de una planta en un sitio diferente a su lugar de origen. En adición podemos citar los servicios que las lombrices y los insectos proporcionan; por ejemplo: los “escarabajos peloteros” juntan pequeñas bolitas de materia fecal (que utilizan para diversos propósitos) y las transportan empujándolas hacia adelante (de ahí el origen del término “escatología”, del griego skatós, “excremento”), esta sencilla acción realizada por esta pequeña criatura permite la distribución de los nutrientes contenidos en la materia fecal en el ecosistema. En palabras sencillas podríamos sintetizar todo lo anterior expresando que los seres vivos ocupan nichos ecológicos desde los cuales, gracias a las interrelaciones con los otros seres vivos (que ocupan nichos ecológicos diversos), se pueden generar y brindar los diversos servicios ambientales que todos los seres vivos requieren para vivir y que, en adición, dicha diversidad le permite al ecosistema completo ser resiliente, es decir, regresar a sus condiciones de equilibrio después de haber sido sometido a situaciones de crisis o adversidad. El problema inherente a la intervención humana en los ecosistemas es que conocemos muy poco acerca de la naturaleza de lo que estamos deshaciendo y las consecuencias que ello trae, y esto se debe a que somos una especie relativamente joven en el planeta. Particularmente, si nuestra comparación es realizada en términos de información ¿cómo podemos comparar la información acumulada en el código genético de todos los seres vivos a lo largo de toda la historia de la evolución, y a través de todas las eras geológicas, respecto de la curva de aprendizaje de una sola especie (la nuestra), durante un periodo de tiempo tan corto? La verdadera riqueza del planeta no se encuentra a partir de la extracción ilimitada de recursos inorgánicos de la corteza terrestre, sino en la información acumulada en el código genético de todos los seres vivos, producto de millones de años de selección natural. Tal vez podríamos incluso llegar a darnos cuenta de que el futuro de nuestra especie no dependerá de nuestra capacidad de extracción continua de materiales, sino de ser capaces de tener acceso a esa “ilimitada base de datos de la naturaleza”, para aprender a producir energía sin contaminar la atmósfera (como las plantas), a elaborar resistentes materiales de construcción sin necesidad de requerir procesos destructivos de transformación (como las conchas del caracol), de elevar grandes cantidades de agua sin necesidad de equipos de bombeo y energía contaminante (como los árboles que elevan el agua desde el subsuelo, hasta la parte más alta de su follaje), o para producir colorantes y pinturas sin necesidad de utilizar procesos industriales que generen grandes cantidades de contaminantes (como las plumas de los pavos reales). Expresado todo lo anterior, ¿por qué afirma el papa que deberíamos proteger a la creación para preservar la paz? Proteger a la creación es proteger a la civilización misma ya que de lo contrario terminaremos peleándonos a muerte por el control, posesión y uso de los recursos escasos que queden. Sirvan estas líneas cual mensaje en una botella, como un llamado a la acción para comenzar a construir las bases de un mundo mejor.