Correa se acoge al `Sistema`

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SIN MALDAD
Por José García Abad
jgarcia@elsiglo-eu.com
Correa se acoge al ‘Sistema’
EUROPA PRESS
F
rancisco Correa, que
da nombre a la trama
de corrupción del Partido Popular, ha defraudado a quien esperaba que tirara de la manta. Sólo ha reconocido en la Audiencia Nacional lo
obvio, cuidándose mucho de disparar sobre piezas mayores.
Correa quiso “aclarar muchos malos entendidos”: que no es un mafioso, que nadie le llama Don Vito,
que es un empresario como los demás que si pueden ocultan ingresos
al Fisco a mucha honrra, que se ven
obligados, muy a su pesar, a utilizar el soborno, el maletín, como herramienta de trabajo porque si no
no te comes una rosca.
Si van a pillarle los de Hacienda
se acoge a la amnistía fiscal o “pago mi multa, como la pagó Don
Emilio Botín”, se permitió declarar
en la Audiencia Nacional pero, a
diferencia de Botín, no ingresó un
euro en la Agencia Tributaria.
Y contesta a la pregunta de la fiscal: “¿Cuál era la finalidad de tener una cuenta en Suiza?”, con una
explicación sencilla, natural: “Yo
tenía fondos en Suiza, por no tenerlos en España”. Elemental, señoría ¿Y éste es el cerebro de la trama?. Dios mío, ¿cómo hemos caído tan bajo?
De forma un poco basta, Francisco Correa se ha acogido a El
Sistema. Se ha valido de tan excelsa cobertura como antes lo había hecho Mario Conde pero con
un significado diferente. El banquero gallego trataba de explicar
la persecución del Gobierno, de
la oposición y los tribunales de
Justicia por su heterodoxia, por su
condición de desclasado, porque
hacía peligrar el statu quo vigente: El Sistema.
De forma un
poco basta
Correa se ha
acogido a ‘El
Sistema’,
como hiciera
Conde pero
con otro
significado.
Lo aplica a la
corrupción
generalizada
que ha
predominado
hasta que
unos jueces
han dicho
“¡Basta!”
Correa, cuya categoría social no
es comparable con la de Mario
Conde –un peligroso personaje delirante de ambición, pero que juega en otra división–, aplica el término a la corrupción generalizada, al establishment que ha predominado en este país hasta que
unos jueces han dicho “¡Basta ya!”.
Correa forma parte, relevante
por su alta notoriedad, del gremio
de los pícaros de larga tradición
hispana. Lo ha dicho con descaro que generará simpatías en mucha gente. Hizo lo que todo el
mundo y su delito reside en que
fue pillado. Y hace profesión de
honradez: “Yo no tenía ninguna
conciencia de estar cometiendo
ningún delito”.
Ello no le exculpa pero, desgraciadamente, tiene razón en la
corrupción del sistema, no del
sistema político como sostenía
Conde, sino del de los negocios
con las Administraciones Públicas. De los procedimientos venales para acceder a los concursos de adjudicación pública, utilizados mayormente por los grandes constructores o concesionarios de infraestructuras.
Como me decía un gran emrpesario de la construcción para un
libro mío de próxima aparición:
“En este país no se coloca un bolardo entre Irún y Tarifa sin que alguien cobre. Te digan lo que te digan y se pongan como se pongan”.
“¿Quiénes son los corruptos –le
pregunté–: los técnicos o los políticos?”. “Pues muy sencillo –sentencia mi fuente–. Es como la dinámica del junco: cuando el político quiere trincar, el técnico, como el junco cuando sopla el viento, se retira. Cuando el político no
puede trincar, como ahora, se le-
vanta el junco y trinca el técnico
que es lo más habitual”. ¿Que como lo hacen? La respuesta de mi
fuente era como la que ha proprocionado el jefe de la trama:
Pues muy sencillo, “quedaba con
ellos y les daba el sobre”.
Los altos dirigentes políticos,
pongamos de director general para arriba, son en general honrados.
Es difícil encontrar un ministro corrupto. Corrupto en su gestión ministerial. No me refiero a los casos
de José Manuel Soria y su historia
de los papeles de Panamá o a Ana
Mato y las artimañas de su marido. Pero si al alto mando del Partido Popular de la calle Génova
que Correa afirma: “Era mi casa;
estaba más tiempo allí que en mi
despacho”.
Correa cita a Jesús Sepúlveda,
exalcalde Pozuelo de Alarcón, por
el coche regalado, viajes gratis total y financiación de las fiestas de
sus hijos. Todo ello perfectamente
conocido. Y según el procesado,
normal: “Yo estoy cansado de hacer regalos a las grandes empresas
que me dan negocio. Eso es una
práctica habitual”. Es El Sistema.
Sólo merecía una regañina del juez
Garzón: “Garzón –declaró Correa–
me tenía que haber llamado, dado
un tirón de orejas importante y las
empresas debían seguir”.
También señala a otros personajes de menor jerarquía ya abrasados: al exdiputado por Segovia
Jesús Merino; al exconsejero del
PP en la Comunidad de Madrid Alberto López Viejo; o al exconcejal de Majadahonda José Luis Peña, que denunció la trama. Y aprovecha para dar un zurriagazo a Esperanza Aguirre y un toquecillo a
Felipe González que se aplaudirá
en Génova. l
nº 1172. 17–23 de octubre de 2016
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