Tarea familiar 2 Sentir a Dios vivo y cercano dentro de nosotros La tarea de esta semana consiste en leer juntos la siguiente reflexión, luego ir respondiendo las preguntas. ¡Toda la familia participa! No olviden presentar en el folder de tareas todas las actividades que se indican. La fecha máxima para presentar la tarea es el viernes 15 de mayo. Disfruten de la realización en familia de esta tarea. La fe es un encuentro personal con Dios. Se tiene fe en alguien, no en una idea o en un sistema de creencias. Estos últimos se conocen, se aceptan o se rechazan, pero no se tiene fe en ellos, como en una persona. La fe es una relación de confianza e intimidad que el niño logrará con Dios si aprende a sentir su presencia de una manera cercana y real. Esta fe se manifiesta en la adhesión a su persona y la rendición incondicional a su amor ya su voluntad. Hacia allí es que apunta toda la enseñanza religiosa de los hijos, hacia la experiencia de sentir a Dios vivo dentro de nosotros, en una cercanía tan estrecha que podamos decir como San Pablo: "... y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Gálatas 2,20). Esta fe de la que se habla aquí es diferente a la creencia en las verdades o dogmas que enseña la Iglesia. El hecho de comprender y aceptar esas verdades no constituye la fe y no puede reemplazar el encuentro personal e intransferible con Cristo, como tampoco puede salvarnos, ni introducimos en su presencia e intimidad, dinámica esencial de la fe que nos transforma, haciéndonos crecer por dentro, aún ante nuestro propio asombro. Conocer el misterio de la Santísima Trinidad no nos hace tener fe, ni crea ninguna intimidad entre Dios y nosotros. Más bien el hecho de tener fe es lo que nos hace interesamos en aquellos misterios como una forma de conocer mejor a la persona que amamos. Hay que dar al niño una adecuada escala de valores en su relación con Dios. Debe asimilar muy bien que es más importante su encuentro personal con El que la práctica de ceremonias o ritos exteriores a través de los cuales Dios, muchas veces, en vez de acercarse, se hace más lejano y misterioso. En nuestras relaciones con los demás todos necesitamos ritos, ceremonias, gestos y palabras a través de los cuales hacer real una relación de amistad, de amor, de confraternidad. También en la relación con Dios, que compartimos con los demás dentro de esa comunidad que llamamos Iglesia, existen costumbres y ritos que cumplen un importantísimo papel en la manifestación de nuestra relación con El. Ahora bien, todo eso es bueno, siempre y cuando se tenga conciencia de que son formas de relacionarse con Dios que cambian según los tiempos, gustos y culturas. Que no son imprescindibles ni tienen un valor absoluto y que su importancia radica en lo que ellos simbolizan no en ellos mismos. De lo contra- rio derivarán hacia la simple superstición. En efecto, objetos como los escapularios y las medallas tienden a convertirse en amuletos de buena suerte, en objetos que nos protegen del mal y prometen la salvación al portador sin que le cueste mayor esfuerzo. En vez de llevarlos, como se lleva el retrato de una persona amada, para sentir su presencia cercana y fortalecer nuestra fe, ocurre muchas veces que su uso y abuso les confiere la función primitiva de mitigar el miedo hacia lo desconocido y de suplantar la confianza y fe en Dios por magia. De la misma manera el enfatizar la importancia de los ritos (oraciones, ceremonias y gestos litúrgicos) lleva con frecuencia a perder de vista que solo son medios cambiantes y transitorios de acercarse a Dios, todos ellos relativos. Y termina muchas veces por ocurrir lo que criticó Jesús: que nos convertimos en hombres para los ritos en vez de que los ritos sean para los hombres. En consecuencia, nunca hay que convertir un rito en algo imprescindible. Ir a misa es necesario, pero si alguien solicita nuestra ayuda con urgencia, su necesidad es más importante que la misa. Llevar un escapulario es bueno si nos recuerda la ayuda constante de María para ser mejores, pero no lo es si creemos que basta llevarlo para salvamos o para ser inmunes a los peligros que surgen del mundo violento en que vivimos... En cambio lo que sí no puede perderse de vista nunca es la vivencia de la cercanía y amor de Dios y el esfuerzo por referir a Él toda nuestra vida. En fin, se trata ante todo de la creación de una escala de valores para manejar las distintas realidades de nuestra relación con Dios. Por lo tanto, como insistiremos una y otra vez, lo esencial, desde el principio, es propiciar en el niño el encuentro personal con Cristo que da paso a la fe. Este encuentro es, desde luego, obra de los dos: Dios va hacia el niño pero el niño también tiene que ir hacia Dios y esto es lo que nosotros podemos enseñarle. Lo demás viene por añadidura. El niño irá recorriendo las distintas etapas de la fe, de acuerdo con su edad. El mismo, con el tiempo, deseará saber más acerca de la persona amada de Jesús, se interesará por las interpretaciones que la Iglesia hace de sus palabras, querrá conocer las explicaciones acerca de su vida y doctrina y, sobre todo, acerca del Padre que nos vino a revelar y del Espíritu que nos dejó cuando se fue. Cuestionario 1. Tentativamente, digamos que la fe en alguien tiene varias etapas: - Conocer a la persona y las cualidades que la hacen digna de tener fe en ella; - Sentirla cerca, viva y actuante experimentar su amor y la validez y fuerza de su amistad. ¿En cuál de estas etapas están como papás, como hijos, como familia? 2. ¿Cómo podría usted ayudar a sus hijos a transitar por las dos primeras etapas, que en gran parte dependen de los padres? 3. ¿Para qué creen que sirve la fe? Haga una lista, como lluvia de ideas de todos los miembros de la familia. 4. ¿Qué consecuencias prácticas para la vida diaria se derivan de la fe en Dios? Problemas Analicen estas afirmaciones acerca de la fe: 1) Fe es creer lo que no vemos porque Dios lo ha revelado. 2) Durante la guerra oramos a Dios con fe y las bombas cayeron en el barrio vecino. 3) Yo le pido a mi Dios con fe para que todo salga bien. Actividad Revivan aquellos momentos en que ustedes como familia sintieron a Dios muy próximo, como una realidad indiscutible en su vida. Cierre los ojos y trate de volver a experimentar/os. Escojan en la Biblia 3 textos sobre la fe. Por ejemplo de los Salmos, los Evangelios o San Pablo. Léanlas, medítelas constantemente y, una vez las hayan interiorizado, repítalas en su hogar en diferentes oportunidades hasta que sus hijos las conviertan en una vivencia personal y familiar. Escriba los textos bíblicos y la reflexión que realizaron.