EL CONJUNTO DE RITOS INICIALES DE LA MISA 1 Realizar los ritos iniciales de manera expresiva y correcta -que realmente logren su finalidad- no es fácil. Lo primero que hay que tener presente es que estos ritos no son una parte de la celebración sino una simple introducción de la misa. La Misa, en efecto, consta únicamente de dos partes (Sacr. Conc. 56; OGMR, 28). Si estos aparecen como una de las partes de la Misa (cosa que, por la duración y subrayado acontece con frecuencia) ello constituye un verdadero defecto que desfigura la celebración. El Vaticano II estableció que los ritos fueran simples y se evitaran las repeticiones (Sacr. Conc. 50). Pero el mismo Ordinario de la Misa, promulgado siete años después del Concilio, no fue quizás en este punto, excesivamente fiel al mandato recibido. El rito de entrada, por ejemplo, llega a constar hasta de seis o siete formulario con idéntica finalidad (Canto de entrada, fórmula En el nombre del Padre, salutación del celebrante, monición introductoria, acto peni tencial, Gloria a Dios en el cielo y colecta). Esta multiplicidad de ritos se derivan, unos de la Misa papal antigua (Canto de entrada), otros de las devociones privadas del celebrante (acto penitencial). Muchos de los que redactaron nuestro Ordinario ya s e opusieron a esta multiplicación. Posteriormente el Directorio para la Misa con niños permitió que se redujeran en estas celebraciones a uno el conjunto de estos introductivos. Y la actual normativa establece explícitamente omitirlos todos -o por lo menos algunos- en aquellas celebraciones en que a la Misa precede ya otro rito (exequias, matrimonio, hora del Oficio…). La fidelidad que todos deben observar a la liturgia tal como ha sido organizada por la Iglesia, no permite ciertamente simplificar ni omi tir por iniciativa individual ninguno de estos ritos (Sacr. Conc.22.26); pero sí que los responsables de cada celebración deberían procurar que el conjunto de ellos sea breve y sencillo para no desfigurar la preeminencia de las dos partes de la Misa (si hay Canto de Entrada por ejemplo, o si se canta el Gloria a Dios en el cielo no conviene cantar también el Señor, ten piedad; si se canta el Gloria a Dios en el cielo, tampoco conviene prolongar el Canto de Entrada cuando el celebrante ha llegado ya a la se de; ni alargar la posible monición inicial). En manos únicamente de la Sede Apostólica está procurar que estos ritos sean más simples, pero en manos de responsables de la celebración está velar para que estos ritos, con fidelidad a lo que establece el Mis al, no se alarguen excesivamente. Alargar excesivamente el conjunto de estos ritos introductorios es ciertamente un defecto frecuente que es preciso evitar. 1 Pedro Farnés, Calendario del año litúrgico 2006, editorial Casals, Barcelona.