Observatorios Urbanos Bogotá, caleidoscopio urbano Cristina I. Martínez Rascón* Por primera vez visité esta ciudad capital hace apenas unos días invitada por la Universidad Nacional a un evento académico y todavía tengo conmigo decenas de imagenes , situaciones y circunstancias que percibí y viví los pocos días que estuve allí. No cabe duda que ésta es una sociedad compleja donde convergen problemas de carácter político que incluyen a la guerrilla, la pobreza y el narcotráfico pero también donde se está viviendo una experiencia interesante de gobernanza local que ya tiene una trayectoria de aproximadamente 15 años y que salta a la vista en la cotidianidad de la ciudad y sus habitantes. Me refiero concretamente a la planeación urbana con participación ciudadana traducida en una ciudad disfrutable y con ciudadanos amables. Bogotá, una urbe de 468 años de antigüedad y un trazo urbano y arquitectónico diseñado y plasmado durante el último medio siglo por los “grandes” como Brunner, Le Corbusier, Wiener y Sert, actualmente cuenta con 8 millones de habitantes lo cual refleja el polo de atracción en que se ha convertido y la urgente necesidad de ordenar su crecimiento. Ponerle freno a este último implicó el fortalecer las entidades de planeación urbana tales como el Instituto de Desarrollo Urbano y la Defensoría del Espacio Público, entre otros, agregando nuevas instituciones como la Empresa de Renovación Urbana, Metrovivienda, y el Departamento Administrativo del Medio Ambiente. En los recorridos que hice me percaté de la rehabilitación de parques, plazas y andenes y la creación de nuevos espacios urbanos como patentes testimonios del renacimiento de Bogotá; los mismos por cierto que han dado origen a un estilo de vida urbano más abierto y democrático, según leí y escuché de autoridades y lugareños. Me dijeron además que este fenómeno es posible gracias a la aprobación de diversos proyectos estratégicos que contemplan tanto áreas del centro de la ciudad como sectores periféricos, residenciales y marginados respaldados por políticas específicas dirigidas a revitalizar el espacio público. En este sentido, la promoción de la cultura ciudadana ha sido parte inherente del proceso de renovación de Bogotá; de hecho, una serie de políticas nuevas e innovadoras se ha enfocado a aumentar el respeto por los bienes públicos, a promover la participación activa en asuntos cívicos, a fortalecer normas y valores, a reconocer los derechos tanto individuales como colectivos y a mejorar la identidad y el sentido de pertenencia de quienes residen en la ciudad. Estos derechos se han promovido por medio de programas orientados a fomentar el respeto por la vida, a encontrar la solución pacífica de conflictos, y muy especialmente a incentivar el respeto por el espacio público y el uso colectivo del mismo. En resumen, Bogotá ha experimentado una transformación sorprendente en los últimos 15 años dejando de ser la ciudad que en el pasado fue conocida por sus altas tasas de criminalidad, sus congestionamientos de tráfico, sus espacios públicos privatizados y su ausencia de cultura ciudadana. Una política integrada que incluye megaproyectos en infraestructura urbana, promoción de cultura ciudadana y programas de inclusión social dirigida por un grupo de presidentes municipales, ha marcado la diferencia. Nosotros los hermosillenses, ¿cuándo copiaremos lo bueno a ciudades como Bogotá? *Profesora-investigadora del Programa Estudios Urbanos y Ambientales de El Colegio de Sonora, cmartin@colson.edu.mx