COHERENCIA

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COHERENCIA
Jesús Ginés Ortega / Santo Tomás
Otra palabra que junto a transparencia está a punto de ser vilipendiada, o sea
dispuesta para convertirse en vil, por el uso y abuso un tanto caótico. ¡Hay que ser
coherente, hay que manifestar coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace!
Y cada cual, al usarla y abusarla, nos la arroja como un dardo envenenado, para decir
a un tiempo que el que habla es bueno y los que escuchan o se oponen al orador, no
lo son, o sea, son malos.
¿Qué es la co –herencia? Suena, en primer termino a lo heredado o recibido de otros
y naturalmente considerado como digno de ser retenido. Se hereda y mantiene lo que
se aprecia como un valor digno de perpetuarse en quien lo recibe. Pero la palabra
herencia viene reforzada con un aliado, el “co” lo que significa hacer en conjunto, en
yunta, en unión con otro u otros que valoran igual que yo esa misma herencia o
legado.
La connotación comúnmente aceptada entre los hablantes cultos de nuestro tiempo
viene a decir que ser coherente es equivalente a ser responsable de lo que se piensa,
se dice y se hace, con la triple connotación del intelecto, de la voluntad y de la puesta
en acto de una tarea.
Hasta aquí pareciera que la palabra en cuestión no tuviera necesariamente una
connotación ética, de por sí, ya que puede ser muy coherente el ladrón que perpetra
adecuadamente su operación, de acuerdo a lo planificado, así como también lo es el
que dice bien del amor y lo ejecuta realmente, o el que dice ser profesional de la
medicina, como ciencia de la salud y actúa aplicándose a sanar, a preservar y a
mantener al hombre en buen estado. Pero también es coherente el médico que
defiende el aborto como posibilidad y se aplica a practicar abortos sin que se le altere
la conciencia personal al respecto.
¿A qué tipo de coherencia nos referimos cuando blandimos como un supremo bien – o
sea una virtud moral – el hecho de ser coherentes? Porque es, sin duda, esa la
afirmación que aparece guarecida en la expresión de marras. Me parece sospechar
que en recondidez de nuestros públicos interlocutores, - políticos, empresarios, artistas
o académicos, comunicadores formales e informales-, de lo que se trata es de una
pretensión de conducta ética, digna de ser tenida en cuenta, respetada e incluso
seguida por los oyentes, en virtud de que el parlante muestra su relación lógica entre
su pensar, decir y actuar. Aunque esta sea una perfecta aberración objetiva.
Igualmente me rebelo ante la posibilidad de que en una visión puramente relativista, lo
que se pretende proponer como conducta deseable, sea solamente una
correspondencia verbal, sin relación alguna a principios sólidos, absolutos y
universales, que son los que configuran una ética en forma, no unas normas jurídicas
o unos reglamentos de interés gremial, profesional o técnico, para acotar un poco el
tema.
SERGIO URBINA / DIRECTOR EJECUTIVO
CIRCULO EJECUTIVO RECURSOS HUMANOS CHILE
surbina@laaraucana.cl - 056 2 - 438 43 70
La coherencia, para que sea efectivamente virtud, y por tanto hábito operativo bueno,
digno de ser puesto a disposición de todos, tiene que relacionarse con el hombre
integro que la representa y con el fundamento esencial de su naturaleza racional y
libre, responsable de sus acciones y corresponsable de las buenas acciones ajenas.
¿Qué coherencia tiene la persona que parte del principio de que todo se puede
pensar, decir y hacer en virtud del establecimiento de una libertad sin límites?
¿Coherencia consigo mismo, tal vez, pero coherencia con la naturaleza del ser
racional, libre y con destino abierto a la trascendencia? Ciertamente que no. La única
coherencia digna del hombvre es aquella que se funda en la verdad común, en la
libertad responsable y en la consecuencia de unir ambas potencias en cada acción.
Lo importante no es ser coherente con cualquier barbaridad, sino coherente con la
verdad. Lo más necesario para sostener una sociedad verdaderamente humana, es
decir ética, es que el bien y la verdad sean los únicos referentes de cualquier tipo de
coherencia. Lo otro se podría llamar de otra manera, como tozudez, pertinacia, cabeza
dura, fundamentalismo o cualquier otro sinónimo equivalente.
¡Seamos coherentes, pero de verdad!
SERGIO URBINA / DIRECTOR EJECUTIVO
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