trabajo y el empleo de las mujeres

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RECENSIONES
«TRABAJO Y EL EMPLEO DE
LAS MUJERES»
MARGARET MARUANI*
Editorial Fundamentos
Madrid, 2002 (167 páginas)
Toda la historia del trabajo femenino es
una tensión entre progresos hacia la igualdad, estancamientos y regresiones. Las últimas cuatro décadas del siglo XX se ven marcadas por cambios esenciales respecto a la
nueva situación de las mujeres en el mercado
laboral. El nuevo equilibrio, dentro de la
población activa, entre empleos femeninos y
masculinos indica un cambio radical sin precedentes del entorno social contemporáneo.
Margaret Maruani aborda su estudio partiendo de la actividad, el desempleo y el
subempleo femenino en Europa. La progresión de la actividad femenina es una tendencia constante y resistente. «Tras veinte años
de crisis del empleo, y pese a todas las previsiones, la actividad femenina no deja de
aumentar». Esto se debe a cambios estructurales masivos y duraderos entre los que destacan la feminización de la clase asalariada,
el desarrollo del sector terciario, las transformaciones de las relaciones de empleo y la
incorporación de la mujer a la formación universitaria. Siguiendo las tendencias europeas, el porcentaje de mujeres en el mercado de
trabajadores activos varía entre algo más de
la tercera parte y casi la mitad de los trabajadores activos. La feminización del mercado
laboral europeo también se observa en el
incremento de los empleos. Esto justifica que
desde los inicios de los años sesenta del pasado siglo el incremento de la actividad femenina es el elemento motor del aumento de la
población activa.
* Directora de investigación del Centro Nacional de
Investigación Científica, CNRS. Francia.
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La feminización y terciarización de la clase
asalariada es una mutación estructural. El
peso del sector terciario aumenta en Europa
constantemente en los últimos cincuenta
años y la mujer se incorpora al mismo de forma masiva y rápida.
Las transformaciones de los comportamientos de actividad representan un cambio
radical de las normas sociales. Las trayectorias profesionales de la mujer son continuas y
ya no se interrumpen con el nacimiento de los
hijos. Las tasas de actividad femenina en
constante aumento reflejan la evolución de
los comportamientos ante el mercado laboral.
Se trata de una ruptura sociológica y es una
transformación radical en la relación con el
empleo. Es un cambio radical de las normas
sociales de la actividad femenina.
Siguiendo datos estadísticos de la Comisión de la Unión Europea vemos que las curvas actuales de actividad femenina ya no son
lo que eran hace treinta años. Las curvas de
inactividad dominante y de actividad discontinua se han transformado en las denominadas curvas de actividad continua con forma
de «U» invertida en los quince países miembros de la UE, aunque en cada país con ritmo
diferente.
La escolarización femenina ha significado
un despegue decisivo aunque inacabado. La
incorporación de las chicas a la escuela y a la
universidad –y su éxito escolar– constituye
un acontecimiento fundamental del final del
siglo XX y es un elemento determinante para
explicar el despegue de las mujeres en el mercado laboral. País por país, la progresión de la
escolarización y la feminización de la población activa tienen una gran correlación. No
obstante, queda por superar la fuerte segregación existente en las trayectorias de enseñanza (las chicas son más numerosas en las
carreras de letras y de ciencias humanas; los
chicos siguen siendo mayoritarios en las
carreras científicas y técnicas) y la incorporación al ejercicio de la actividad profesional en
régimen de igualdad.
La autora considera que el trabajo es «un
pantano de desigualdades estancadas». El
derecho a la igualdad profesional y no discriminación ha ido sustituyendo progresivamente a la idea de protección femenina. La
igualdad de derechos se afirma de modo
general y extensivo a la igualdad de oportunidades. Además, el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea ha constituido una jurisprudencia que establece dos principios innovadores: la noción de discriminación indirecta
(definida como toda medida «aparentemente
neutral que afecta de modo desproporcionado
a las personas de un sexo») y a la inversión de
la carga de la prueba siendo el empresario el
que debe «demostrar que su práctica no es
discriminatoria». Sin embargo, el derecho a
la igualdad profesional sigue siendo «papel
mojado».
Hombres y mujeres no se distribuyen de
modo igual en los distintos sectores de la economía. La mayoría de los empleos femeninos
sigue concentrada en un pequeño número de
profesiones y sectores de actividad. Por ejemplo, en Francia, las seis actividades socioprofesionales más feminizadas agrupan al 61%
del empleo femenino. Esta concentración
horizontal y vertical sigue siendo una característica predominante de la distribución de
los empleos femeninos y masculinos en todos
los países de la Unión Europea. Por otra parte, la tradición en las jerarquías de valores,
estatutos y salarios ha tenido efectos acumulativos negativos sobre la segregación horizontal y vertical.
La permanencia de los mecanismos de concentración y segregación no ha implicado
inmovilismo. Se da al mismo tiempo un
mayor número de mujeres cualificadas que
acceden a funciones y profesiones tradicionalmente masculinas y también un mayor
número de mujeres que ocupan puestos poco
o nada cualificados en sectores muy feminizados. El acceso de las mujeres a profesiones
superiores ha feminizado algunas de estas
profesiones sin que feminización signifique
automáticamente desvalorización social de la
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profesión. La autora se decanta por constatar
más una bipolarización que una segregación
inmóvil al apreciar que la diferencia crece
entre las mujeres y las desigualdades se
refuerzan.
La construcción social de las diferencias
entre trabajo femenino y trabajo masculino
es un proceso que genera la segregación de los
empleos, produce desigualdades en la distribución de los puestos profesionales y establece la división sexual del trabajo. El trabajo
femenino ha estado en el ángulo muerto de la
sociología del trabajo, que se centraba en la
figura emblemática del obrero masculino de
la gran industria, omitiendo durante años el
trabajo femenino. «La división social del trabajo estaba en el centro de la reflexión y la
división sexual del trabajo carecía de existencia científica».
El desempleo establece fronteras que la
autora analiza bajo las rúbricas de «desigualdades», «incertidumbres» e «inactividad»
pues, en general, no está parado o inactivo
quien quiere. Respecto a las desigualdades
salariales, asistimos a una evolución contradictoria. Sobre las desigualdades salariales
globales, hay una mejoría lenta y evidente.
Para los bajos y muy bajos salarios, existe
una regresión social rápida y oculta.
En el mercado laboral europeo las disparidades entre hombres y mujeres no se limitan
a desigualdades profesionales que afectan al
trabajo. También se encuentran al abordar
situaciones de empleo en cuanto a modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo.
Es cierto que el desempleo femenino es mayor
que el masculino; pero también es más permanente y duradero, menos visible y más
tolerado. Las mujeres representan en Europa
menos de la mitad de la población activa y
más de la mitad de los parados. El exceso de
desempleo femenino no se considera como un
problema social. La sociedad sigue considerándolo «menos grave e ilegítimo, menos perturbador y preocupante».
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Las desigualdades sociales crean incertidumbres añadidas. El desempleo constituye
uno de los indicadores de las desigualdades
de sexo. Tener un empleo significa tener un
salario, un puesto en la sociedad y en la familia; una identidad social. El desempleo femenino indica las dificultades que las mujeres
sufren para lograr un puesto en una sociedad
en la que el hecho de tener un empleo es un
factor primordial. El exceso de desempleo
femenino revela la selectividad del mercado
laboral y la discriminación social de la mujer.
La inactividad es una convención estadística. Las fronteras entre desempleo e inactividad se establecen en parte por una decisión
estadística o por la decisión individual de presentarse como parado o inactivo. Estas opciones se deciden en función de normas sociales
existentes y cambiantes.
El subempleo y la precariedad son consecuencias del desempleo. El desempleo es privación del empleo y un medio de presión
sobre las condiciones de empleo de todos los
que trabajan. Cuando el desempleo invade el
mundo laboral aparece la precariedad en el
empleo. Las nuevas formas de trabajo que se
han configurado en las últimas décadas,
especialmente las derivadas del empleo temporal, subempleo y trabajo a tiempo parcial,
son selectivas y afectan masivamente a las
mujeres.
Margaret Maruani analiza las configuraciones de los mercados laborales europeos
que han legislado sobre reducción del tiempo
de trabajo y tiempo de trabajo parcial, deteniéndose especialmente en los usos del trabajo a tiempo parcial en Francia. La presión del
desempleo y la amenaza de despido son incertidumbres que han disparado el trabajo a
tiempo parcial en Francia en las últimas
décadas, especialmente entre mujeres trabajadoras. Al no encontrar nada mejor, un
número cada vez mayor de desempleadas
acepta un empleo a tiempo parcial. El trabajo
a tiempo parcial y la jubilación anticipada
progresiva, que afecta a muchas mujeres tra-
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bajadoras, son formas de reducción del tiempo de trabajo acompañadas de una disminución salarial.
Para Margaret Maruani, que sigue a Kergoar y Nicole, «tras veinte años de crecimiento continuo de la actividad femenina, el desarrollo del trabajo a tiempo parcial ha generado una regresión en el movimiento de homogeneización de los comportamientos de actividad femeninos y masculinos, contribuye a
institucionalizar un modo de empleo femenino y generalizar la actividad reducida» de la
mujer trabajadora. Para la autora, el trabajo
a tiempo parcial se ha convertido en la figura
emblemática de la división sexual del mercado laboral.
Para concluir, Margaret Maruani hace un
reconocimiento amplio al progreso de la
mujer en el acceso al empleo y a la educación.
Sin embargo, en el campo de la igualdad salarial y de las carreras profesionales –incluyendo el desempleo, la precariedad y el subempleo–, la desigualdad es patente. «En el mundo laboral, la igualdad de los sexos no progresa», y afirma que «el logro actual de la feminización de la institución salarial no es la igualdad de los sexos, sino la libertad de las mujeres».
LUIS FERNÁNDEZ BRICEÑO
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