Unidad 1 – El Sistema Climático 1. Introducción La clave para entender el cambio climático es comprender primero qué es el clima y cómo funciona. Este es el propósito de la primer unidad. El sistema climático global es una consecuencia de una conexión entre la atmósfera, los océanos, las capas de hielo (criosfera), los organismos vivos (biosfera), los sedimentos y rocas (geosfera). Solo considerando al sistema climático en estos términos es posible entender el flujo y los ciclos de energía y materia en la atmósfera y comprender qué es requerido para investigar las causas y efectos del cambio climático. Habiendo enfatizado la interconectividad de los elementos que componen el sistema climático, parece entonces inapropiado dividir una discusión sobre el mismo en secciones separadas, en donde cada una trate de una distinta componente del sistema. Sin embargo, sin esta racionalización tal discusión resultaría muy dificultosa, a la luz de la gran complejidad del sistema climático. Comenzaremos entonces tratando la atmósfera, y su balance de energía o ciclo de energía, el balance que en definitiva controla el clima global. Luego de esto se introducirán las otras componentes del sistema climático (los océanos, la criosfera, la biosfera y la geosfera) mostrando como cada una influye el balance de energía atmosférico. 2. La atmósfera, su composición, estructura vertical La atmósfera es una mezcla de diferentes gases y aerosoles (partículas sólidas y líquidas suspendidas) colectivamente conocido como aire que envuelve la tierra, formando un sistema (climático) ambiental integrado con todas las componentes de la tierra. La atmósfera proporciona varias funciones, nada menos que sustentar la vida. De primer interés para una discusión del cambio climático, sin embargo, es su capacidad para controlar el balance de energía de la tierra. Para comprender este proceso, será necesario estudiar en más detalle la composición de la atmósfera. 2.1 Composición de la atmósfera Vamos a considerar primero a los gases de la atmósfera. La Tabla 1.1 ilustra la composición gaseosa promedio del aire seco por debajo de los 25km de altura. Aunque se han detectado oligoelementos (elementos químicos en muy pequeñas proporciones) bien fuera en el espacio, 99% de la masa de la atmósfera yace por debajo de unos 25 a 30km de altura, mientras que el 50% está concentrado en los 5km más bajos (menor altura que la de Monte Everest). 1 Tabla 1.1. Composición media de la atmósfera debajo de 25km Componente Abreviatura química Nitrógeno Oxigeno Argón‡ Dióxido de Carbono Neón‡ Helio‡ Hidrogeno Kriptón‡ Xenón‡ Metano Ozono† † ‡ N2 O2 Ar CO2 Ne He H Kr Xe CH4 O3 % Volumen (aire seco) 78.08 20.98 0.93 0.035 0.0018 0.0005 0.00006 0.0011 0.00009 0.0017 0.00006 Estrictamente hablando, la concentración de ozono en la atmósfera es variable. Gases inertes. Esta mezcla gaseosa permanece en una composición increíblemente uniforme, y es el resultado de procesos de reciclado biogeoquímicos y mezclamiento turbulento en la atmósfera. Los dos gases más abundantes son el nitrógeno (78% en volumen) y el oxígeno (21% en volumen) y en conjunto completan más del 99% de la baja atmósfera. No hay evidencias que los niveles relativos de estos dos gases estén cambiando significativamente en el tiempo. A pesar de su relativa escasez, los llamados gases invernadero juegan un importante papel en la regulación del balance de energía de la tierra. 2.1.1 Dióxido de carbono El dióxido de carbono (CO2) el más importante de estos gases de “poca importancia”, está involucrado en un complejo ciclo global (ver sección 6.4.1). Es liberado desde el interior de la tierra vía erupciones volcánicas y por respiración, procesos del suelo, combustión de componentes de carbono y la evaporación oceánica. A la inversa, es disuelto en los océanos y consumido durante la fotosíntesis de las plantas. En la actualidad, hay 359 partes por millón en volumen (ppmv) de CO2 en la atmósfera, una concentración que está continuamente elevándose debido a las emisiones antropogénicas a partir de la combustión de combustibles fósiles y los bosques. Las implicaciones de esto se discutirán en la unidad 6. 2.1.2 Metano El metano (CH4) es otro gas invernadero y se produce principalmente por procesos anaeróbicos (deficientes de oxígeno) tales como el cultivo de arroz 2 anegado o la digestión animal. Es destruido en la atmósfera baja (troposfera) por reacciones con radicales hidroxilo (OH): CH4 + OH → CH3 + H2O Como el CO2, su concentración en la atmósfera está aumentando debido a las actividades antropogénicas tales como las prácticas agrícolas y los vertederos de basuras. 2.1.3 Óxido nitroso El óxido nitroso (N2O) es producido por mecanismos biológicos en los océanos y los suelos y por medios antropogénicos incluyendo la combustión industrial, el escape de vehículos, la combustión de biomasa y el uso de fertilizantes químicos. Se destruye por reacciones fotoquímicas (que involucran la luz solar) en la alta atmósfera (estratosfera). 2.1.4 Ozono El Ozono (O3) en la estratosfera quita mediante filtrado la radiación ultravioleta dañina del Sol, y protege la vida de la tierna. Recientemente, ha habido temores de la destrucción de la capa de ozono, principalmente sobre la Antártida, y luego en forma creciente sobre las regiones Árticas. La concentración de O3 en la atmósfera no es uniforme, a diferencia de otros oligoelementos, sino que varía de acuerdo a la altitud. El O3 es formado durante una reacción fotoquímica que involucra la radiación solar ultravioleta, una molécula de oxígeno y un átomo de oxígeno, O2 + O + M → O3 + M Donde M representa el balance de energía y momento suministrado por la colisión con un tercer átomo o molécula, por ejemplo óxidos de nitrógeno (NOx). La destrucción del O3 involucra la recombinación con oxígeno atómico, vía el efecto catalítico de agente tales como radicales OH, NOx y radicales de cloro (Cl, ClO). La concentración de O3 está determinada por equilibrio delicadamente balanceado entre la formación y destrucción natural. Debido a que la tasas de reacción relativa de formación y destrucción varían con la temperatura y la presión, en consecuencia las concentraciones de O3 varían con la altitud. La mayoría del ozono se encuentra en una capa entre 15 a 35Km de altura (ver Figura 1.1) donde las tasas de reacción relativas de formación y tasas de destrucción son más conducentes a la formación del O3. El temor actual acerca del debilitamiento del ozono es debido al incremento en la cantidad de agentes (tales como el Cl) en la atmósfera que aumentan la tasa de destrucción de O3, afectando el delicado equilibrio existente. 3 Figura 1.1. La estructura vertical en la atmósfera 2.1.5 Halocarbonos Los halocarbonos son compuestos que contienen carbono, halógenos tal como el cloro, bromo flúor y algunas veces hidrógeno. Pueden ser completamente antropogénicos, tal como los CFCs o pueden tener fuentes naturales, como alguno de los metilhalógenos (ver sección 6.4.4). Los clorofluorocarbonos (CFCs) son enteramente producidos antropogénicamente por propelentes de aerosoles, refrigerantes de heladeras y aire acondicionadores. Son compuestos de moléculas de carbón, cloro y flúor. Los CFCs son destruidos lentamente por reacciones fotoquímicas en la alta atmósfera (estratosfera). Los CFCs estuvieron ausentes de la atmósfera antes de la década de 1930, pero en el último medio siglo, sus concentraciones han aumentado constantemente. Aunque sus concentraciones son medidas en partes por trillón (en volumen) son vistos como una amenaza significativa al calentamiento global futuro. Poseen largos tiempos de vida atmosféricos medidos en décadas a siglos, y molécula por molécula, son miles de veces más intensos como gas invernadero que el CO2 (IPCC). Los halones son especies antropogénicas similares pero contienen bromo en lugar de cloro. 2.1.6 Otros oligoelementos Además de estos gases, el vapor de agua (H2O) es un componente atmosférico vital, promediando el 1% en volumen, con variaciones significativas tanto en las escalas espaciales como temporales. Su presencia 4 en la atmósfera forma parte del ciclo hidrológico global. El vapor de agua, siendo el más importante de los gases invernaderos naturales a causa de su abundancia, juega un papel crucial en la regulación del balance de energía de la atmósfera. A pesar de esto, el volumen total de agua en la atmósfera es relativamente pequeño y, si precipitara completamente y en forma pareja sobre toda la tierra, produciría tan solo alrededor de 25 mm de precipitación. En realidad, por supuesto, la distribución de precipitación es altamente irregular, debido a los procesos dinámicos internos del sistema climático global. Además de los gases de la Tabla 1.1, hay otras especies gaseosas reactivas producidas por los ciclos del azufre (S), el nitrógeno (N2) y halógenos de cloro (Cl). 2.1.7 Aerosoles Las variaciones de la abundancia de los gases invernadero de la atmósfera tienen el potencial de cambiar el clima global. Variaciones en otro grupo de especies, denominado aerosoles atmosféricos, puede también afectar el clima. Los aerosoles son partículas sólidas o líquidas dispersadas en el aire, e incluyen polvo, hollín, cristales de sal marina, esporas, bacterias, virus y una plétora de otras partículas microscópicas. Colectivamente, con frecuencia son referidos como contaminación atmosférica, pero mucho de los aerosoles tienen un origen natural. Aunque la turbidez de la atmósfera (la abundancia de aerosoles) varía en cortas escalas de tiempo, por ejemplo después de una erupción volcánica (sección 2.6.3) en el largo plazo mantiene un buen estado de equilibrio, debido a los mecanismos naturales de limpieza del sistema climático de la tierra. No obstante, la limpieza no se completa nunca y siempre permanece un nivel de fondo de aerosoles atmosféricos que refleja los procesos dinámicos involucrados con el ingreso y la remoción de aerosoles. Las fuentes naturales de los aerosoles es probablemente 4 a 5 veces mayor que las antropogénicas en una escala global, pero las variaciones regionales de las emisiones antropogénicas pueden cambiar esta relación significativamente en ciertas áreas, particularmente en el industrializado hemisferio Norte. 2.2 Estructura vertical de la atmósfera La mayoría de los constituyentes gaseosos están bien mezclados a través de la atmósfera. Sin embargo, la atmósfera en si mismo no es físicamente uniforme pues tiene variaciones significativas en la temperatura y la presión con la altura. La Figura 1.1 muestra la estructura de la atmósfera, en la que se definen una serie de capas por las inversiones de la temperatura. La capa más baja, con frecuencia referida como baja atmósfera, es llamada la troposfera. Su espesor oscila entre 8 km en los polos y 16 km sobre el ecuador, mayormente como resultado de diferentes balances de energía en estas posiciones. Aunque ocurren variaciones, en disminución promedio de la temperatura con la altura (conocida como gradiente) es de aproximadamente 6,5ºC por kilómetro. La troposfera contiene hasta el 75% 5 de la masa gaseosa de la atmósfera, así como casi todo el vapor de agua y aerosoles, mientras que el 99% de la masa atmosférica yace debajo de los 30 km más bajos. Debido a la estructura de la temperatura de la troposfera, es en esta región de la atmósfera donde se desarrolla la mayoría de los sistemas de tiempo del mundo. Estos son en parte conducidos por los procesos convectivos que son establecidos cuando el aire cálido de superficie (calentado por la superficie de la tierra) se expande y asciende mientras es enfriado en los altos niveles de la troposfera. La tropopausa marca el límite superior de la troposfera, sobre la cual la temperatura permanece constante antes de comenzar a aumentar de nuevo por sobre los 20 km. Esta inversión de temperatura previene un mayor convección del aire, confinando entonces la mayoría de los sistemas de tiempo del globo a la troposfera. La capa por sobre la tropopausa en la que la temperatura comienza a ascender es conocida como estratosfera. A través de esta capa, la temperatura continúa elevándose hasta cerca de una altura de 50 km, donde el aire rarificado puede alcanzar temperaturas cercanas a 0º C. Esta elevación de la temperatura es causada por la absorción de radiación solar ultravioleta por la capa de ozono (ver sección 1.2.1). Un perfil de temperaturas como este crea condiciones muy estables y la estratosfera carece de la turbulencia que es tan prevaleciente en la troposfera. La estratosfera está tapada por la estratopausa, otra inversión de temperatura que aparece a alrededor de los 50 km. Sobre esta yace la mesosfera hasta alrededor de los 80 km a través de la cual la temperatura cae de nuevo hasta casi –100º C. Por sobre los 80 km la temperatura se eleva continuamente (la termosfera) hasta bien más de 1000º C, aunque debido a la naturaleza altamente rarificada de la atmósfera a estas alturas, dichos valores no son comparables a los de las troposfera o la estratosfera. 2.3 Leyes de radiación La atmósfera terrestre tiene una influencia importante sobre el balance de energía del sistema climático global. Esto está determinado por los procesos termodinámicos involucrados en las transferencias de energía solar y terrestre. La principal fuente de energía de la tierra es el sol, que produce radiación electromagnética a partir de reacciones de fusión nuclear que involucra al hidrógeno en su núcleo. La radiación emitida desde su superficie tiene una temperatura de aproximadamente 5800 Kelvin (K). La radiación es emitida sobre un espectro de longitudes de onda, con una cantidad específica de energía para cada longitud de onda, calculada mediante el uso de la ley de Planck: [ { }] Eλ = a λ5 e (b λT ) − 1 6 (1) donde Eλ es la cantidad de energía (Wm-2µm-1) emitida a una longitud de onda λ (µm) por un cuerpo a una temperatura T (K) con a y b como constantes. Esto asume que el sol es un cuerpo radiador perfecto (negro). Diferenciando la ecuación (1) (ley de Planck) es posible determinar la longitud de onda de máxima emisión de radiación del sol: λ = 2897 / T (2) Esta es la ley de Wien y para T = 5800 K (la temperatura de la superficie solar) la longitud de onda de máxima energía es aproximadamente 0,5 µm. Esto representa radiación en la parte visible del espectro. Integrando la ecuación 1, se puede determinar la energía total emitida por el sol, que está dada por la ley de Stefan-Boltzman: ETotal = σT 4 (3) donde σ es la constante de Stefan-Boltzman. Resolviendo la ecuación (3) para la temperatura solar de 5800 K revela una salida total de energía de alrededor de 64 millones de Wm-2. La radiación solar se dispersa uniformemente en todas las direcciones. Después de viajar unos 150 millones de kilómetros solo una pequeñísima fracción de la energía emitida por el sol es interceptada por la tierra. Por lo tanto, el flujo de energía que llega al tope de la atmósfera terrestre es muchos órdenes de magnitud menor que el que deja el sol. Las últimas medidas de satélites indican un valor de 1368 Wm-2 para la energía recibida en el tope de la atmósfera sobre una superficie perpendicular al rayo solar. Este es conocido como constante solar. La figura 1.2 muestra la solución ideal a la ley de Planck, ecuación (1), para el espectro de energía que llega al tope de la atmósfera de la tierra. El punto más alto de la curva representa la longitud de onda del mayor flujo de energía (0,5 µm) según se calcula por la ley de Wien, ecuación (2), mientras el área bajo la curva representa la cantidad total de energía recibida (1368 Wm-2) calculado por la ley de Stefan-Boltzman, ecuación (3). El 8% del flujo de energía está en la parte ultravioleta del espectro, mientras el 39% es radiación visible. Las ecuaciones (1), (2) y (3) pueden resolverse nuevamente para la tierra a una temperatura de 255 K (18º C) asumiendo que la tierra es un cuerpo radiativamente perfecto (negro). Ya que la tierra es mucho más fría que el sol, su energía radiante está en una mayor longitud de onda, la parte infrarroja invisible del espectro. La Figura 1.2 también muestra una curva de Planck ideal similar para la tierra a 255 K. Esta sería la temperatura promedio para una tierra sin atmósfera, llamada la temperatura de radiación efectiva. Es la temperatura 7 a la cual la energía recibida por la tierra desde el sol balancea la energía por la tierra de regreso en el espacio. Figura 1.2. Distribución espectral de la radiación solar que alcanza la tierra y la radiación terrestre que deja la tierra. 2.4 El balance de energía de la atmósfera La tierra, sin embargo, si tiene atmósfera (sección 1.2.1) y esta afecta su balance de energía. La temperatura global promedio es, en efecto 288º K o 15º C, 33 K más caliente que la temperatura de radiación efectiva. Aunque la tierra y el sol se comportan aproximadamente como cuerpos negros, este no es el caso para los gases que componen la atmósfera terrestre. Ciertos gases atmosféricos absorben radiación a algunas longitudes de onda pero permiten que pase la radiación si impedimento a otras longitudes de onda. La absorción de energía por un gas particular ocurre cuando la frecuencia de la radiación electromagnética es similar a la de la frecuencia vibracional molecular del gas en cuestión. La atmósfera es mayormente transparente (poca absorción) en la parte visible del espectro, pero hay significativa absorción de radiación ultravioleta (radiación solar de onda corta entrante) por el ozono, y radiación infrarroja (radiación terrestre saliente de onda larga) por el vapor de agua, el dióxido de carbono y otros oligoelementos gaseosos. Esto se muestra en la Figura 1.2. 8 La absorción de radiación infrarroja terrestre es particularmente importante para el balance de energía de la atmósfera terrestre. Dicha absorción por los oligoelementos gaseosos calienta la atmósfera, estimulándola a que emita más radiación de onda larga. Algo de ésta es liberado al espacio (generalmente a niveles más altos, más fríos de la atmósfera) mientras la mayoría es reirradiada de vuelta a la tierra. El efecto neto de esto es que la tierra almacena más energía cerca de su superficie que lo que sería si no existiera atmósfera, en consecuencia la temperatura es más alta en alredor de 33 K. Este proceso es popularmente conocido como efecto invernadero. El vidrio en un invernadero, es transparente a la radiación solar, pero opaco a la radiación infrarroja terrestre. El vidrio actúa como alguno de los gases atmosféricos y absorbe la energía saliente. La mayor parte de esta energía es entonces reemitida de vuelta hacia dentro del invernadero causando la elevación de la temperatura interior. En realidad, un invernadero es más caliente que cualquier de las consideraciones radiativas. No obstante, el término se ha conservado, en gran medida como resultado de la cobertura de los medios. En consecuencia, los gases de la atmósfera que absorben la radiación infrarroja saliente son conocidos como gases invernadero e incluyen al dióxido de carbono, el vapor de agua, el óxido nitroso, el metano y el ozono. Todos los gases tienen moléculas cuya frecuencia vibracional cae en la parte infrarroja del espectro. A pesar de la considerable absorción por estos gases invernadero, hay una ventana atmosférica a través de la cual la radiación infrarroja terrestre puede pasar. Esto ocurre a alrededor de 8 a 13 µm, y su gradual cerramiento es uno de los efectos de las emisiones antropogénicas de los gases invernadero (capítulo 6). Así como absorben radiación solar y terrestre, los gases en la atmósfera, junto con los aerosoles (ver sección 1.2.1) también dispersan radiación. De gran importancia es la dispersión de la radiación solar entrante, porque esto, también altera el balance de energía global de la atmósfera. Ocurre dispersión cuando un fotón alcanza un obstáculo sin ser absorbido. La dispersión cambia solo la dirección de la trayectoria de ese fotón. Las moléculas de gas, con pequeños tamaños relativos a la longitud de onda de la radiación incidente causa la dispersión en todas las direcciones, tanto hacia delante como hacia atrás, conocida como dispersión de Rayleigh. Los aerosoles cuyo tamaño es comparable a la radiación incidente causa la dispersión de Mie, que es mayormente en la dirección hacia delante. Se puede ver que cambios en el contenido de los aerosoles atmosféricos podrían afectar el balance de energía, teniendo implicaciones para el estado del clima global. Se regresa a esto en la sección 2.6.5. La Figura 1.3 resume esquemáticamente la transferencia de energía global discutida. La energía que arriba al tope de la atmósfera comienza una cascada de energía que involucra numerosas transformaciones. Una vez dentro de la atmósfera, algo de la radiación solar (onda corta) es absorbido por gases en la atmósfera (p.ej. ozono), algo es dispersado, algo es absorbido por la superficie de la tierra y algo es reflejado directamente de vuelta al espacio ya sea por las nubes o por la misma superficie. La 9 cantidad de radiación de onda corta reflejada depende de un factor conocido como el albedo (o reflectividad). El albedo varía de acuerdo a la superficie. El hielo y ciertas nubes tienen un albedo alto (0,6 a 0,9) mientras los océanos generalmente tienen un bajo albedo (0,1). Para toda la tierra este promedia unos 0,30, significando que el 30% de la radiación entrante es reflejada. De la radiación terrestre (onda larga reemitida desde la superficie de la tierra, la mayor parte es reabsorbida por los gases invernadero y solo un poco escapa directamente a través de la ventana atmosférica. La radiación de onda larga reemitida desde la atmósfera (gases invernadero, nubes) es o regresada a la superficie de la tierra o liberada en el espacio. El resultado neto de este efecto invernadero es elevar la cantidad de energía almacenada cerca de la superficie de la tierra, con un consecuente incremento de la temperatura. También hay flujos de calor adicional asociados con la evaporación transpiración que balancean los flujos de energía que entra y sale de todas las partes del sistema atmósfera–tierra. Figura 1.3. El balance de energía de la tierra–atmósfera 2.5 Transferencias horizontales de energía La Figura 1.3 ilustra cómo las transferencias de la energía del sistema tierra–atmósfera están en equilibrio. En una escala global y sobre un período de tiempo de varios días y mas esta asunción es válida y es adecuada para comprender las causas del cambio climático cubiertas en el capítulo 2. Sin embargo, el mundo real es más complejo que esto. 10 Si los flujos de energía son calculados para diferentes áreas sobre el globo, uno encuentra que entre 40º N y 35º S la radiación solar entrante es mayor que la radiación terrestre saliente. En todo otro lugar (p.ej. cerca de los polos), hay un déficit de radiación neta, esto es, más radiación se pierda que la que es recibida (Figura 1.4) Figura 1.4. Balance de radiación latitudinal neta Para restablecer el equilibrio a este balance existe un intercambio meridional de calor desde los trópico a los polos (Figura 1.5). Si esta transferencia de energía no ocurriera, el ecuador sería 14º C más caliente que el promedio actual, mientras que el Polo Norte sería 25º C más frío. Figure 1.5. Flujo latitudinal de energía hacia el polo 11 Esta transferencia de energía ocurre de diversas formas, involucrando el movimiento de calor sensible (procesos de convección causados por calentamiento, elevación y dispersión del aire de superficie), calor lante (procesos de evapotranspiración que involucran la evaporación del evaporación de vapor de agua desde el océano y transpiración desde las plantas) y corrientes oceánicas (sección 1.3). Así como este movimiento de energía calórica, hay otras transferencias que ocurren y deben ser balanceada de acuerdo a los principios termodinámicos y físicos. Estas incluyen la transferencia y balance de masa, momento y humedad. El movimiento de calor involucra movimiento de aire (calor sensible) y humedad o vapor de agua (evapotranspiración). Si un paquete de aire se mueve desde de el ecuador hacia los polos, este aire debe ser reemplazado por aire más frío que regresa desde los polo, que ha liberado su calor. En otras palabras, los flujos de masas de aire en localidades especificas a lo largo de la tierra deben estar en equilibrio. Por un razonamiento similar, también los flujos de humedad y momento deben estar balanceados. Figure 1.6. Circulación atmosférica simple El cuadro es más complicado por la rotación de la tierra, que introduce una Fuerza de Coriolis sobre el movimiento de la atmósfera, y la inclinación del eje de rotación de la tierra, que afecta la distribución estacional y latitudinal de la radiación solar. Sin embargo, estos fenómenos son mas cubiertos normalmente en los cursos de meteorología, que están más allá del propósito de este seminario. La Figura 1.6, esquematiza una circulación de la atmósfera terrestre rudimentaria. 2.6 Resumen Son principalmente los flujos de energía pero también los de humedad, momento y masa los que determinan el estado de nuestro clima. Los factores que influencian estos, en una escala global, pueden ser 12 considerados como causas del cambio climático global. Hasta ahora, sin embargo, solo se han considerado los flujos entrantes, salientes y dentro de la atmósfera. En la introducción, no obstante se resaltó que la atmósfera forma solo una componente principal del sistema climático. Antes de buscar las causas del cambio climático, vale la pena entonces dedicar un poco de tiempo a las otras componentes del sistema climático (los océanos, la criosfera, la biosfera y la geosfera) y como operan los flujos de energía, humedad, momento y masa entre ellas. 3. Otras componentes del sistema climático 3.1 Los océanos En la sección 1.2.5 se aclaró que la atmósfera no responde como un sistema aislado. Como el de la atmósfera, el estado termodinámico de los océanos está determinado por la transferencia de calor, momento y humedad hacia y desde la atmósfera. Ignorando por el momento otras componentes del sistema climático, estos flujos dentro de este sistema acoplado océano-atmósfera están en equilibrio. El momento es transferido a los océanos por los vientos superficiales, dando así movimiento a las corrientes oceánicas superficiales. Las corrientes oceánicas superficiales ayudan en la transferencia latitudinal de calor sensible en una forma similar a la de los procesos que ocurren en la atmósfera. Agua cálida se mueve hacia el polo mientras agua fría regresa hacia el ecuador. La energía es también transferida mediante la humedad. El agua evaporada desde la superficie de los océanos almacena calor latente que es posteriormente liberado con el vapor de agua se condensa para formar nubes y precipitación. La trascendencia del océano está en que almacena mucho mayor cantidad de energía que la atmósfera. Esto es debido a su mayor capacidad calórica (4,2 veces la de la atmósfera) y su mucho mayor densidad (1000 veces la del aire). La estructura vertical del océano (Figura 1.7) puede dividirse en dos capas que difieren en la escala de sus interacciones con la atmósfera que yace por encima. La capa más baja comprende la esfera de agua profunda fría, que constituye el 80% del volumen del océano. La capa superior, una esfera de agua mezclada se extiende hasta los 100 m de profundidad en los trópicos, pero a varios kilómetros en las regiones polares. Solo la capa límite estacional almacena aproximadamente 30 veces más calor que la atmósfera. Por lo tanto para un cambio dado en el contenido calórico del sistema tierra-atmósfera, el cambio en la temperatura de la atmósfera será alrededor de 30 veces mayor que en el océano. Claramente entonces, pequeños cambios en el contenido de energía de los océanos podrá tener considerables efectos sobre el clima global. Los cambios de energía también ocurren verticalmente dentro de los océanos, entre la capa límite mezclada y la esfera de agua profunda (Figura 1.7). La sal marina permanece en el agua durante la formación de hielo marino en las regiones polares, con el efecto de incrementar la salinidad de los océanos. Esta agua fría salina es particularmente densa y se hunde, 13 transportando con ella una considerable cantidad de energía. Para mantener el equilibrio de los flujos de agua (masa) existe una circulación global termohalina, que juega un importante papel en la regulación del clima global. Se ha propuesto que cambios en la circulación termohalina influyen cambios del clima en escalas de tiempo de milenios (capítulo 5). Figura 1.7. Estructura vertical y circulación de los océanos 3.2 La criosfera La criosfera consiste de aquellas regiones del globo, tanto en tierra como en el mar, cubiertas por nieve y hielo. Estas incluyen la Antártida, el océano Ártico, Groenlandia, Norte de Canadá, Norte de Siberia y la mayoría de las altas cadenas de montañas alrededor del mundo, donde la temperaturas bajo cero persisten durante todo el año. La criosfera juega otro importante papel en la regulación del sistema del clima global. La nieve y el hielo tienen un alto albedo (reflectividad) que significa que refleja la mayoría de la radiación solar que recibe. Algunas partes de la Antártida reflejan tanto como el 90% de radiación solar, comparado con un promedio global del 31% (ver sección 1.4). Sin la criosfera, el albedo global sería considerablemente más bajo. La mayor parte de la energía sería absorbida por la superficie de la tierra en lugar de ser reflejada y en consecuencia la temperatura de la atmósfera sería más alta. En realidad, durante el período Cretácico (120 a 65 millones de años atrás) la evidencia sugiere que hubo menos o nada de cobertura de hielo y nieve, aun en los polos y las temperaturas globales fueron de al menos 8 a 10º C superiores que hoy. La criosfera también actúa para desacoplar la atmósfera y los océanos, reduciendo la transferencia de humedad y momento, por lo tanto, estabilizando las transferencias de energía dentro de la atmósfera. La formación de hielo marino en las regiones polares (sección 1.3.1) puede iniciar patrones de circulación termohalina global en los océanos, que 14 influyen en gran medida el sistema climático global. Finalmente, la presencia de la criosfera en sí afecta marcadamente el volumen de los océanos y los niveles globales del mar, cuyos cambios pueden afectar el balance de energía del sistema climático. 3.3 La biosfera La vida puede encontrarse en cualquier medio ambiente existente en la tierra. No obstante, en una discusión del sistema climático, es conveniente referirse a la biosfera como una componente discreta, como la atmósfera, los océanos y la criosfera. La biosfera, tanto sobre la tierra y en los océanos, afecta el albedo de la superficie de la tierra. Grandes áreas de bosques continentales tienen relativamente bajos albedos comparados a las regiones yermas tales como los desiertos. El albedo de los bosques de hojas caducas es de alrededor de 0,15 a 0,18 mientras que para los bosques de coníferas es de 0,09 a 0,15. La selva tropical refleja aún menos energía, aproximadamente 7 a 15% de lo que recibe. En comparación, el albedo de un desierto de arena es de alrededor de 0,3. Claramente, la presencia de bosques continentales afecta el balance de energía del sistema climático. La biosfera también influye los flujos de ciertos gases invernadero tales como el dióxido de carbono y el metano. El plancton en la superficie de los océanos utiliza el carbón disuelto para la fotosíntesis. Esto establece un flujo de dióxido de carbono, en donde los océanos efectivamente “absorben” el gas de la atmósfera. Al morir, el plancton se hunde, transportando el dióxido de carbono al océano profundo. Esta productividad primaria reduce al menos cuatro veces la concentración atmosférica de dióxido de carbono, debilitando significativamente el efecto natural de la tierra. La biosfera también influencia la cantidad de aerosoles en la atmósfera. Millones de esporas, virus, bacterias, polen y otras especies orgánicas minutas son transportadas dentro de la atmósfera por los vientos, donde pueden dispersar radiación solar entrante y por lo tanto influenciar el balance de energía global (ver sección 1.2.4). La productividad primaria en los océanos resulta en la emisión de componentes conocidos como dimetil sulfatos (DMSs). En la atmósfera estos componentes se oxidan para formar aerosoles sulfatos llamados sulfatos de sal no marina (nss). Estos sulfatos nss actúan como núcleos de condensación para el vapor de agua en la atmósfera, permitiendo así la formación de nubes. Las nubes tienen un efecto muy complejo sobre el balance de energía del sistema climático (ver sección 2.7). Tales cambios en la productividad primaria en los océanos pueden afectar, indirectamente, el sistema climático global. Hay, por supuesto, muchos otros mecanismos y procesos que acoplan la biosfera con el resto del sistema climático, pero la discusión ha ilustrado las mayores influencias de la biosfera sobre el sistema climático global. 15 3.4 La geosfera La quinta y final componente del sistema climático global es la geosfera, consistente de los suelos, los sedimentos y rocas de las masas terrestres de la tierra, la corteza continental y oceánica y finalmente, el interior mismo de la tierra. Cada una de estas partes de la geosfera juega un papel en la regulación y variación del clima global, en una mayor o menor extensión, sobre variadas escalas temporales. Variaciones en el clima global sobre decenas de millones incluso cientos de millones de años son debidas a modulaciones dentro del interior de la tierra. Cambios en la forma de las cuencas oceánicas y el tamaño de las cadenas de montañas continentales (impulsado por los procesos tectónicos de placas) pueden influir las transferencias de energía dentro y entre las componentes acopladas del sistema climático. En escalas de tiempo más cortas los procesos físicos y químicos afectan ciertas características del suelo, tales como la disponibilidad de humedad y el escurrimiento de agua y los flujos de gases invernadero y aerosoles hacia la atmósfera y los océanos. El vulcanismo, aunque motivado por el lento movimiento de placas tectónicas, ocurre regularmente en escalas de tiempo más cortas. Las erupciones volcánicas reponen el dióxido de carbono en la atmósfera, removido por la biosfera y emiten considerables cantidades de polvo y aerosoles (ver sección 2.6.3). La actividad volcánica puede por lo tanto afectar el balance de energía y la regulación del sistema climático global. 4. Conclusión Figura 1.8. El sistema climático global y sus transferencias de energía 16 El estado general del clima global está determinado por los balances de radiación solar y terrestre (ver Figura 1.3). La regulación de este balance de energía depende de los flujos de energía, humedad, masa y momento dentro del sistema climático global, constituido por 5 componentes, la atmósfera, los océanos, la criosfera, la biosfera y la geosfera. Esto está esquematizado en la Figura 1.8. Discutiblemente hay un sexto componente, un sistema antropogénico, la humanidad. En los últimos 200 años, a través de la incrementada utilización de los recursos del planeta, los humanos han comenzado a influir el sistema climático, primariamente incrementando el efecto invernadero natural. La unidad 6 analiza el tema del cambio climático contemporáneo. La próxima unidad examina alguna de las causas del cambio climático, con referencia al sistema del clima global discutido en este capítulo. 17