12 DESIERTOS II (CONT). CUATRO PRINCIPIOS DE LA ESPERANZA

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12 DESIERTOS II (CONT).
CUATRO PRINCIPIOS DE LA ESPERANZA
Por Ricardo Vivas Arroyo
Como estudiamos en la primera parte, los cuatro principios de la Esperanza, se relacionan con las
disciplinas que Dios aplica para establecer dichos principios, la Biblia nos enseña que la Esperanza
es un fundamento que nos da tolerancia, o constancia, o resistencia, o perseverancia, o paciencia, que
es lo que significa la palabra hupomonë en griego (1ª Ts. 1:3). La Esperanza nos sincroniza con el
tiempo de Dios y con ella podemos movernos juntamente con Él (Col. 1:11). Veamos las disciplinas
en los desiertos que Israel peregrinó rumbo a su tierra prometida, y cómo es que nos establecen en
los principios fundamentales:
5.- DESIERTO DE ZIN (Nm. 13:21-22). Zin, significa: Tierras bajas. Era un desierto formado por
un gran valle entre el desierto de Parán y el sur de la tierra de Canaán, el acceso más directo a
Canaán. Varias cosas acontecieron en este desierto, veamos algunas importantes:
María muere en Cades, un lugar de este desierto, María significa amargura o rebelión (Nm. 20:1).
Dios quiere que nuestra rebelión, que sólo produce amargura, muera en este valle o lugar de
humillación.
El pueblo desea morirse, añora Egipto, llama a ese lugar un mal lugar y reclama a Moisés con
amargura (Nm. 20:2-5). Qué difícil es quebrantarse para reconocer a Dios y someterse a Él cuando
las cosas son difíciles, no entendemos, lo queremos todo pronto y fácil, no vemos sino nuestra
necesidad y nuestros deseos de comodidad no satisfechos. Cuando no hay una esperanza clara, una
meta a alcanzar, nos impacientamos y surge la rebelión escondida en nuestro corazón.
Moisés y Aarón van al Tabernáculo y se postran sobre sus rostros para interceder a Dios por el
Pueblo (Nm. 20:6-13). Dios les dice qué hacer, deben reunir al pueblo y hablar a la Roca para que
esta dé sus aguas y sacie la sed del pueblo y su ganado. Pero Moisés está enojado, cansado de la
dureza del pueblo y no se da cuenta que Dios lo está probando a él. Reúne al pueblo, lo regaña y
llama rebelde y después, toma su vara y golpea la Roca dos veces, mostrando su desacuerdo con
Dios por bendecir al pueblo rebelde, sin darse cuenta que él también había caído en rebelión, dejando
de lado su mansedumbre (Gá. 6:1). Suele suceder que cuando miramos los defectos de otros, los
reprobamos y los condenamos, quedamos envueltos en el mismo problema que criticamos (Lc. 6:42),
porque sólo Dios puede hacerlo desde su perfección (Jn. 8:7-11, Stg. 4:11). La ira es una reacción
ante la injusticia, pero es carnal y si no la sometemos a Dios, nos hará pecar (Gá. 5.20, Ef. 4:26-27),
y nos vuelve injustos por legalismo (Stg. 1:20). Eso le pasó a Moisés y a nosotros también nos puede
pasar.
La primera vez que Dios les dio agua de la Roca, Moisés la golpeó por orden de Dios delante de los
ancianos del pueblo (Ex. 17:6). Si entendemos que la Roca es Cristo y que tenía que ser herido por la
vara, tipo de la ley, para saciar la necesidad del pueblo (salvarlo), es claro que esta ocasión no era
necesario golpear nuevamente la Roca, porque una sola ofrenda de Cristo fue suficiente para ser
salvos (He. 9:24-28). Así que ahora, sólo debía hablar a la Roca y daría sus aguas (1ª Jn. 1:8 a 2:1),
pero Moisés se enojó y con ira volvió a golpearla y dos veces, exponiendo a vituperio a Cristo al
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querer figurativamente crucificarlo otra vez por nuevos pecados (He. 6:4-6), lo cual significaría que
el perfecto sacrificio de Cristo no fue suficiente y cada que se peca hay que volverlo a crucificar,
pero eso no es necesario, porque Dios nos dice en el Nuevo Testamento que con una sola ofrenda
perfecta logró salvarnos para siempre (He. 7:27, 9:27-28, 10:10-14).
Dios se enoja con Moisés y lo descalifica para entrar a la tierra prometida, y también a todo el pueblo
rebelde, llamando a ese lugar, Meriba, o rencilla (Sal. 95:7-11, He. 3:15-19), por causa de su corazón
duro que se rebeló contra Dios, y nos exhorta a nosotros a obedecerle para poseer nuestra herencia.
Los siguientes 38 años ellos dieron vuelta por las llanuras de Zin, que es Cades Barnea, que significa
deambular en el desierto o ser fugitivo en el desierto, que rodeaba los montes de Seir, que quiere
decir, lugar áspero o escabroso, como el orgullo (Dt. 2:1-3, 13-14). Esta es una disciplina muy dura,
le llamaremos disciplina de la demora o tardanza, pues consistió en consumir el tiempo, rodear y
rodear, ver transcurrir la vida, hacerse viejo y morir en el desierto que no les gustaba, hasta que se
acabó esa generación rebelde. Dios va a detener las cosas, y no vamos a avanzar hasta que se muera
nuestra concupiscencia, o deseo desenfrenado de obtener algo que nos gusta, para dar lugar al deseo
de hacer la voluntad de Dios. La esperanza nos conecta con la meta, con un futuro cierto, pero si no
hay claridad de la meta no podemos esperar, así que Dios nos disciplina con demora, hasta que nos
sometemos a su voluntad.
Dios les enseñó el principio de no apresurarse, como a Abraham, mediante la disciplina de la
demora (Ro. 4:18). Sabemos que tuvo que esperar por años, hasta que aprendió la lección y cometió
errores, como querer anticiparse y ayudar a Dios tomando a Agar y teniendo un hijo con ella, pero
que al no ser el hijo de la promesa, no heredó (Gá. 4:21-23, 30-31), tipificando el esfuerzo propio o
vida carnal, que no entra en el reposo de Dios, prefigurado por Canaán.
Esta disciplina tiene el propósito de Dios de introducirnos en su tiempo (Ef. 5:15-17). Redimir el
tiempo es usarlo para lo correcto, la voluntad de Dios, reposar nos sincroniza con el tiempo de Dios
(Col. 4:5). No apresurarse, esperar en Dios, tener paciencia, es mortal para la carne que quiere todo
al instante. Pablo pasó por esta disciplina y supo bien lo importante que es no apresurarse para no
correr en vano (Gá. 2:1-2, Pr. 19:2) La diligencia es diferente a la prisa, el solícito es alguien que
obedece de inmediato, el presuroso es alguien que se precipita y obra antes de recibir instrucciones y
siempre fracasa (Pr. 21:5).
La paciencia es un signo de la madurez (Stg. 1:2-3), el que aprende este principio nunca se cansa de
hacer el bien, es decir, hacer lo correcto en el tiempo correcto, hasta cumplir la voluntad de Dios
cabalmente y recibir lo prometido (Gá. 6:9-10). Este principio nos lleva a movernos junto con Dios y
es por eso que libera el poder de la resurrección (Jn. 5:19-21). No apresurarse, como el primer
principio de la esperanza nos lleva a hacer sus mismas obras, como Cristo esperó y oportunamente
llegó para resucitar a Lázaro (Jn. 11:5-6, 14-15, 39-44). No te dejes presionar por la gente, por las
necesidades o por las circunstancias, no te apresures, no te impacientes, Dios te llevará en su
propósito hasta alcanzar la meta y recibir la manifestación de su poder (Ro. 15:18-19).
6.- DESIERTO DE EDOM (Dt. 2:4-8). Edom se encontraba al extremo norte del brazo oriental de
Mar Rojo, del otro lado de la península del Sinaí. Edom quiere decir, rojizo, o terreno, nombre que
recibió Esaú (Gn. 36:1, 8, 19), después que cambió su primogenitura con Jacob por un plato de
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lentejas, que era un potaje rojizo (Gn. 25:29-34). Cambió su primogenitura (bendición espiritual),
por lo que suplía su necesidad inmediata (lo material). No se pueden tener ambas, o las lentejas (vida
propia), o primogenitura (privilegios de los vencedores).
Esaú y Jacob eran mellizos, es decir, de distinta placenta, pero formados juntos en el vientre de su
mamá, desde donde ya tenían conflictos (Gn. 25:21-26). Prefigurando las dos naturalezas que hay en
el hombre que ha nacido de nuevo, Esaú prefigura la vieja naturaleza, y Jacob la nueva naturaleza
(Ro. 9:10-13). Estas dos naturalezas coexisten en todo creyente y se encuentran en conflicto siempre
(Ro. 8:5-10, Gá. 5:17), y la voluntad de Dios es que prevalezca el espíritu sobre la carne. Jacob temía
a Esaú porque su habilidad natural era mayor (Gn. 32:11), es por eso que necesitamos de la gracia de
Dios, para superar la habilidad natural (Ro. 6:10-14).
Con estos antecedentes, vemos que Dios trae a Israel (Jacob), ante Edom (Esaú), quien vivía, como
dije, en el desierto de Edom al sur del brazo oriental del Mar Rojo (Nm. 20:14-21), Israel intentó
pasar por su tierra, pero Edom salió armado y no le dejó pasar. Entonces ellos se instalaron en el
extremo de Edom, en el monte de Hor, que significa lugar alto, y suben a él Moisés, Aarón, que
significa ilustre, y Eleazar, que significa ayuda de Dios. Aarón muere y es sepultado allí, Eleazar es
vestido con las vestiduras de Aarón, representando que para que la ayuda de Dios se manifieste
(gracia), es necesario que don ilustre se muera (el yo, la vida natural), Hor, el lugar alto, prefigura la
vida en el espíritu. La noticia trae tristeza y llanto al pueblo. La disciplina se llama: castigo sobre la
carne y es necesaria para que se cumpla el principio de derramamiento del Espíritu, como lo
explica Pablo (He. 12:11, Ro. 8:13).
Estando al pie del monte de Hor, el rey de Arad, cananeo, los sorprende, los ataca y los vence,
tomando de ellos prisioneros (Nm. 21:1-3), el pueblo entonces hace voto a Jehová y clama por su
ayuda. Vaya, por fin tiene una reacción correcta y de inmediato ven la respuesta de Dios, que les da
la victoria sobre Arad y su ejército y toman sus ciudades, y por eso llaman a aquel lugar Horma, que
significa consagración, por causa del voto que hicieron a Dios y su respuesta inmediata. Horma es
una muestra de cómo serían las cosas si se consagraran a Dios, es decir, si decidiéramos seguirle de
corazón. El castigo sobre la carne, cuando produce su crucifixión, libera la bendición de Dios y la
vida espiritual (Gá. 5:1, 4-6, 16-18). Si el creyente decide consagrarse, se abrirá la puerta para que
Dios derrame su poder en él (1ª Co. 9:26-27).
El pueblo de Israel ilustra nuestra vida natural y cómo Dios los tiene que disciplinar fuertemente para
que reciban la vida espiritual (Nm. 21:4-9). De nueva cuenta a Israel le brotó la carne, ya se
fastidiaron del Maná, están desanimados por mirar siempre lo terreno, y se vuelven a quejar, así que
Dios trae serpientes venenosas que los muerdan y empiezan a morir, entonces vuelven a clamar a
Dios y piden perdón, así que Dios manda a Moisés fundir una serpiente de bronce, levantarla en
medio del campamento, para que cualquiera que fuere mordido por una serpiente y viere hacia la
serpiente de bronce, no muera. Que hermosa figura de la crucifixión de Cristo por nosotros (Jn. 3:1415), En la cruz Él fue transformado en una serpiente, figura del pecado que les mordía y mataba,
figura del diablo que engañó a Eva y les cautivó en la servidumbre del pecado (Gn. 3:1). Cristo se
hizo pecado por nosotros en la cruz, para que nosotros fuéramos hechos en Él justicia de Dios (2ª Co.
5:21). Cristo murió por nosotros para decretar la muerte de nuestra vida de servidumbre y
entregarnos una nueva vida en Él, donde su gracia fluya por la resurrección de Cristo. Es nuestra
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decisión morir a nosotros y vivir para Dios, crucificar la carne y vivir y andar en el espíritu (Gá.
5:24-26).
Romanos 7, nos habla del cristiano necio que persiste en vivir en su propia capacidad natural y la
miseria de vida que puede tener (Ro. 7:14-20, 24), pero Romanos 8, nos da la clave para vivir la vida
abundante, la vida en el Espíritu, en la libertad gloriosa en la que siempre caminamos en poder y
victoria (Ro. 8:1-4, 11-17). Esta vida está garantizada para el creyente consagrado, auto disciplinado,
que se ha vaciado de sí mismo y Dios lo ha llenado de su Espíritu Santo (Ef. 5:18-20).
Edom poseyó la tierra que Dios les designó y la conquistó, como un ejemplo a Israel que cualquiera
que se dispone puede heredar, si le cree a Dios y se atreve, puede vencer gigantes (Dt. 2:12, 22-23).
7.- DESIERTO DE MOAB (Nm. 21:10-12). Moab significa, Del Padre, porque fue hijo de Lot y su
hija mayor, el que fue sobrino de Abraham, es decir, fue hijo del padre de su mamá (Gn. 19:36-37).
El desierto de Moab fue la heredad que Dios le dio por ser fiel a Abraham (Dt. 2:8-11). Pero no fue
una tierra deshabitada que ellos llegaron y disfrutaron, sino una tierra habitada por los gigantes
Emimeos, que significa terribles o que causan terror, a los que tuvieron que vencer para poseer la
tierra que Dios les dio. La mente natural se impresiona por lo que perciben sus sentidos naturales y si
vieron gigantes terribles, seguramente les tuvieron miedo, pero tuvieron que sobreponerse, esperando
que Dios cumpliera y ellos los vencieran. Pablo nos recomienda actuar de la misma manera, no
dependiendo de nuestros sentidos naturales como los que no conocen a Dios (Ef. 4:17-18).
En el camino de Moab pasaron por Oboth, que significa odres o vasijas, luego por Ije Abarín, que
significa regiones remotas o más allá, ilustrando con las vasijas, recipientes que guardan las cosas
con su sabor y olor originales, pero que es necesario pasarlos o llevarlos a lugares lejanos para
cambiarles sus características iniciales.
Dios los lleva a Moab para darles una lección al mostrarles lo que hizo con ellos y sus planes para
cambiarlos. Moab fue un pueblo llamado por Dios la vasija de su lavatorio (Sal. 60:8), lo que no
entenderíamos si no consideramos lo que pasa cuando un líquido se queda almacenado siempre en la
misma vasija. Una vez que Moab se instaló en su tierra, nunca nadie lo molestó (Jr. 48:11-12), lo
cual no es bueno, pues el que no es presionado por cosas que los obligan a cambiar, se vuelve
tradicional y religioso, rutinario, monótono y cerrado, lo cual no es bueno para crecer en los
propósitos de Dios. Moab nunca fue llevado en cautiverio, lo que lo hizo un pueblo obstinado en el
que permaneció su olor y sabor propios, como el vino que permanece siempre en el mismo odre (Mt.
9:17). La obstinación es un criterio cerrado e intransigente, así que Dios habla de llevarlos fuera de
su tierra a otros lugares, quebrar sus odres y cambiarlos a odres nuevos, para cambiar su propio olor
y sabor. La disciplina del cambio es la manera en que Dios nos abre de la vanidad de nuestros
sentidos para recibir cosas diferentes, nuevas, superiores, que Dios tiene para establecernos en
esperanza. Trasegarlos o pasarlos de vaso en vaso es algo difícil, es incómodo, pero Dios muchas
veces lo va a propiciar en nuestra vida para quitar lo nuestro y poner lo suyo en nosotros. El cambio
es necesario para traer a nosotros la mente de Cristo. El tercer principio de esperanza es hablar en
otras lenguas, que cambia nuestra mente natural para entrar al entendimiento de las cosas
espirituales, o la mente de Cristo (1ª Co. 2:12-16), porque al hablar en otras lenguas la mente natural
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es sin fruto (1ª Co. 14:14), sabiendo que su fruto es lo lógico y al ser impedido es quitado el
escepticismo y la incredulidad.
El cambio de sabor, que tiene que ver con la lengua, donde está el sentido del gusto, nos habla de ser
la sal que sazona o adoba, es decir, de cambiar nuestro sabor desabrido por el sabor de Cristo (Mt.
5:13, Mr. 9:50, Lc. 14:33-35). Este cambio se dará mientras somos fieles en orar en el Espíritu, lo
que nos dará palabras sazonadas con gracia (Col. 4:6). Nuestra lengua debe someterse al Espíritu
(Stg. 3:2, 7-8). Dios nos dio las lenguas a todos para orar, es decir, para hablar a Dios (1ª Co. 14:2,
14).
El cambio de olor nos habla es especial de nuestra conducta o manera de conducirnos, primero ante
Dios, como un olor de suavidad a Él (Fil. 4:16-19, Ef. 5:2), también debemos ser buen olor de Cristo
a los hombres en el mundo (2ª Co. 2:14), buen olor a los que se salvan, y olor de muerte a los que se
pierden (2ª Co. 2:15-16).
Galaad era la parte norte de Moab, frontera con el desierto de Ammón (Gn. 37:35), llegó a ser
famoso por sus ungüentos (olor), y fue la lengua la clave en el tiempo de Jefté, para detectar a los
que se decían galaaditas y no lo eran, pues por la palabra Shiboleth, que los de Efraín no podían
pronunciar bien y decían Siboleth, los detectaban y entonces los degollaban. Las lenguas son la clave
para mostrar la verdad, por eso es que debemos orar en el Espíritu en todo tiempo (Ef. 6:18). Es el
arma secreta de la armadura del creyente, la que el diablo no puede descifrar, porque no entiende las
cosas de Dios sólo las del hombre natural (Mt. 16:23).
8.- DESIERTO DE AMMÓN (Dt. 2:18-23). Ammón también fue hijo de Lot con su hija menor
(Gn. 19:38), significa famoso o hijo de fama, celebridad, y fue muy diferente a su hermano Moab, el
sosegado.
De nueva cuenta Dios lo lleva al desierto de Ammón para ilustrarle con lo que Dios hizo con él, lo
que Dios puede hacer por su pueblo Israel si se dispone a poseer su tierra prometida: Dios entregó en
manos de Ammón a los Zomzomeos, pueblo de gigantes muy numeroso. Zomzomeos significa
ruidosos, también conocidos como Zuzitas, que significa errantes; así que los hijos de fama,
aceptaron el desafío, echaron fuera a los gigantes ruidosos y errantes y poseyeron su tierra; como
cuando Cristo echaba fuera demonios y su fama se extendía por toda esa comarca (Lc. 4:33-37), el
testimonio de Cristo era poderoso, no sólo palabras sabias, sino demostración del Espíritu y de poder,
con señales, milagros y maravillas que confirmaban su palabra (Lc. 4:38-41, Jn. 14:10-11). Del
mismo modo, la disciplina del desafío va a venir a nosotros, tenemos que enfrentar y vencer a
gigantes ruidosos, que representan las fuerzas de las tinieblas que el diablo va a interponer para
impedir que poseamos las bendiciones de Dios. El cuarto principio de esperanza es consecuencia de
los tres anteriores, dar testimonio con poder es consecuencia de haber aprendido a reposar, hasta
recibir el poder del Espíritu Santo y perseverar en orar en lenguas. Dios nos desafía para salir de la
comodidad y enfrentar a las tinieblas con un testimonio poderoso, que Dios respaldará con las
señales que lo confirmen (Mr. 16:20, Hch. 4:29-31, 33, 5:12-14, Ro. 15:18-19).
Dios les ha mostrado su poder ayudando a Edom, a Moab y a Ammón, que se atrevieron a
conquistar sus desiertos, así que los pasó por esos desiertos para animarlos a heredar su propia tierra,
no un desierto sino una tierra buena, que fluye leche y miel, tierra de vegas y valles fértiles, que Dios
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cuida cada día del año, así que les desafía para iniciar la guerra (Dt. 2:24-25, Nm. 21:13-15, Jue.
11:21-22), cruzar el torrente de Arnón, que significa bramador es aceptar el desafío y pelear contra
los amorreos, que significa habitantes de las montañas, Dios les dice: Yo pondré temor en ellos,
temblarán delante de ti y tu fama crecerá. Si nosotros somos establecidos en esperanza, también
aceptaremos el desafío y comprobaremos que el poder de Dios respaldará y confirmará nuestro
testimonio (Mt. 28:16-20).
Después veremos los cuatro principios de la fe con relación a sus disciplinas.
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