LA PROPIEDAD COLECTIVA DE LA TIERRAY LAS COMUNIDADES CAMPESINAS DEL PERÚ Zulema Burneo de la Rocha CEPES I. Análisis a nivel comunal En el Perú, las únicas organizaciones que poseen tierras de propiedad y uso colectivo son las comunidades campesinas y las comunidades nativas, asentadas las primeras en la costa y en la sierra del país, y las segundas, en la selva amazónica. En el presente estudio nos referiremos sólo a las comunidades campesinas, pues las nativas merecerían un estudio aparte. Además, el peso relativo de las comunidades campesinas es mayor, tanto en número de comunidades y familias campesinas, como en superficie terrestre, entre otras variables. 1.1 Las comunidades campesinas del Perú En el Perú existen 5828 comunidades campesinas reconocidas 1 , las cuales se asientan mayormente en la sierra centro sur del país (70%). Éstas ocupan cerca del 40% de la superficie agropecuaria del país 2 y albergan a más de cuatro millones y medio de habitantes, lo cual representa más del 60% de la población rural 3 . Son importantes abastecedoras del mercado interno nacional, y su participación en la oferta agropecuaria nacional oscila entre el 25 y el 30% del valor bruto de la producción. De otro lado, son depositarias de un gran conocimiento sobre cultivos andinos y variedades que son patrimonio cultural y genético. Las comunidades campesinas son las instituciones más importantes del ámbito rural, además de ser uno de los pocos espacios organizativos que se han mantenido vigentes en el país, en un contexto caracterizado por la debilidad institucional. Asimismo, cumplen un papel importante en la modernización de las áreas rurales. A pesar de sus limitaciones, los comuneros han construido con sus recursos e iniciativa, más escuelas y kilómetros de caminos rurales que la inversión pública Las comunidades tienen un gran potencial modernizador, sin embargo se encuentran al margen de las agendas públicas y resultan invisibles para la mayoría de la sociedad peruana. Una explicación para ello es la aparente convicción de nuestras autoridades de que no es posible -o al menos poco viable- desarrollar el sector agrícola y las áreas rurales del país, impulsando la pequeña agricultura. Y, de otro lado, de que las comunidades campesinas tienen características estructurales que impiden su modernización y desarrollo y, consecuentemente, que no contribuyen al desarrollo del país. 1.2. Tenencia y propiedad de la tierra 1.2.1 Historia de la comunidad campesina y de la propiedad de sus tierras La propiedad colectiva de la tierra de las comunidades campesinas tiene su origen desde tiempos de la Colonia. Durante el S. XVI se agrupó a la población indígena en las entonces llamadas “reducciones de indios” -inspiración de las formas de organización de la comuna ibérica-, lo cual significó una concentración urbana de los ayllus del Incanato aún dispersos, con el fin de tener a disposición mano de obra barata, asegurar el abastecimiento agrícola, facilitar el cobro de tributo, entre otros. Pero en las reducciones se respetaron una serie de 1 Dato proporcionado por el Proyecto Especial de Titulación de Tierras y Catastro Rural (PETT), en febrero del 2005. III Censo Nacional Agropecuario (1994). 3 Según el Directorio de Comunidades Campesinas del PETT (1998), existen 1’041,587 familias comuneras. El promedio de miembros de una familia rural es de 4.46, según el Censo Nacional de Hogares 2002. La población rural del Perú, al 2002, es de 7’ 445 mil habitantes, según el Anuario Estadístico “Perú en números” (versión electrónica, 2004) 2 costumbres y formas de organizar la producción de la población indígena que provenían del ayllu. Las reducciones fueron legalmente abolidas durante los primeros años de la República, dando pie a la expansión de las haciendas y latifundios. Sin embargo, la persistente lucha campesina por la recuperación de sus tierras hizo innegable la existencia de un grupo indígena importante y organizado. En 1920, las comunidades fueron legalmente reconocidas como “comunidades de indígenas”, y la propiedad de sus tierras fue declarada imprescriptible. A pesar de ello, la expansión de las haciendas continuó, hasta que en 1968, una Reforma Agraria abolió el sistema de hacienda, y entregó tierras a las empresas agrarias -creadas bajo dicho contexto- y sólo al 17% de comunidades campesinas. Posteriormente, y al verse poco favorecidas por la Reforma Agraria, las comunidades campesinas del sur tomaron las tierras de las empresas, las cuales fueron desapareciendo paulatinamente. Desde 1968, se cambió la denominación de comunidades de indígenas, por comunidades campesinas, pues el Gobierno Militar de Velasco consideró que lo que definía a los comuneros era su carácter de campesino y no de indígena, término que, por lo demás, tenía connotaciones peyorativas. A pesar de los grandes cambios históricos, políticos y normativos, buena parte de las características de la organización social de las reducciones se mantuvo hasta la fecha en las actuales comunidades campesinas. Una de dichas características es la tenencia colectiva de la tierra, cuya propiedad formal es reconocida por el Estado. 1.2.2 Tenencia de la tierra Las comunidades campesinas definen su existencia, tanto formalmente –a través de la legislación de comunidades- como en la práctica, en tanto son poseedoras de un territorio común. Existe una identificación histórica territorio-comunidad por parte de los comuneros que deriva de las múltiples luchas y reivindicaciones por la tierra que les pertenecía desde tiempos de la Colonia. Este vínculo con su territorio se expresa de forma más tangible en la propiedad de la tierra, derecho que el Estado otorga y garantiza a las comunidades campesinas. Las comunidades campesinas tienen completa libertad para elegir las formas en las que sus tierras serán administradas. La legislación no define formas ni procedimientos para ello, sino más bien, señala que las comunidades “son autónomas en su organización, en el trabajo comunal y en el uso y la libre disposición de sus tierras, así como en lo económico y administrativo...” 4 . A pesar de que la propiedad de la tierra es enteramente colectiva, la tenencia de la misma está organizada en buena medida en parcelas de conducción individual/familiar. Aparte de las áreas parceladas, existen siempre áreas de dominio colectivo o comunal. Según Guillermo Valera, cerca del 79% de las tierras de las comunidades son de uso colectivo, y sólo el 21% son de usufructo familiar 5 . Sin embargo, las tierras de uso agrícola se concentran en las parcelas familiares y las de conducción comunal son básicamente áreas de pastoreo y superficie no agrícola (formaciones rocosas, áreas desérticas, etc.). Los espacios comunales Las áreas de aprovechamiento comunal de la tierra están usualmente conformadas por dos espacios: un área de pastoreo y un área -mucho menor en dimensiones- de producción agrícola. En el caso de las áreas de uso agrícola, la Directiva de la comunidad –o, en su defecto, un Comité de comuneros conformado especialmente para dicho fin- es la encargada de organizar el trabajo y de dirigir la distribución de la producción obtenida. Todas las actividades vinculadas al trabajo en la parcela –preparación del terreno, siembra, deshierbe, cosecha, etc.- se realizan 4 Constitución Política del Perú 1993. Artículo 89. Valera, Guillermo. “Las comunidades campesinas vistas desde el III CENAGRO”. En: Comunidades campesinas y desarrollo sostenible. Lima: Grupo ALLPA, 1998. 5 2 a través de faenas comunales (jornadas de trabajo colectivo realizadas por turnos por todos los miembros adultos de la comunidad). En ocasiones, los trabajos colectivos vinculados a la tierra y a las actividades productivas se desarrollan como parte de rituales y ceremonias que reafirman la identidad del grupo, a la vez que son de utilidad para las familias productoras. La limpia de acequias, la herranza de animales y el rastrojo son ejemplos claros de ello. La producción obtenida es destinada a la venta y llevada a las ferias locales o a los mercados regionales para su comercialización. Las ganancias obtenidas son administradas por la Directiva y utilizadas para distintos fines de interés comunal, como la organización de las fiestas patronales u otras festividades locales; la realización de trámites comunales (formalización de la propiedad, atención judicial a conflictos, inscripción de autoridades y documentos en registros públicos, entre otros). Las áreas de pastos comunales también pueden generar un ingreso para la comunidad. En algunas comunidades, las zonas de pastoreo son alquiladas a bajos costos a los comuneros que no tengan tierras suficientes para su ganado, o cuyos pastos requieran periodos de descanso. En otros casos, la comunidad organiza las áreas de pastoreo en estancias que pueden ser utilizadas gratuitamente por los comuneros, manejando un sistema de rotación del ganado para controlar la degradación y crecimiento del pasto. Resumiendo, entonces, encontramos que existen dos figuras en cuanto a la colectividad de las tierras. La primera se refiere a la tierra sobre la cual poseen un título de propiedad y una inscripción formal en los Registros Públicos (propiedad colectiva). Ésta es reconocida por los comuneros y por el Estado peruano, mas no enteramente aprovechada colectivamente por los miembros al interior de la comunidad. La segunda se refiere a la porción de propiedad colectiva de la comunidad que es efectivamente manejada de forma comunal o para el beneficio de la colectividad (tenencia colectiva). Queremos puntualizar ahora algunos aspectos que se refieren exclusivamente a la importancia y/o beneficios de la propiedad colectiva de las comunidades, y que hemos agrupado en aspectos internos y aspectos externos. Entre los internos tenemos que i) La identificación de los comuneros con su comunidad se encuentra en el vínculo con el territorio que ésta ocupa, con lo cual muchas veces tierra y comunidad aparecen como una unidad 6 , y ii) La posesión de parcelas familiares declina frente a la propiedad comunal en situaciones de conflicto: Linderos con comunidades vecinas, instalación de empresas extractivas, expropiación por parte de terceros, etc. Y entre los externos, tenemos que i) Las comunidades necesitan poseer un territorio común para ser legalmente reconocidas por el Estado, y ii) En la medida en que la propiedad de la tierra es comunal (colectiva) se encuentra legalmente exenta del pago de impuestos a la propiedad predial y cuenta con un nivel mayor de protección por parte del Estado 7 . La conducción familiar Las familias comuneras manejan pequeñas parcelas al interior de la propiedad comunal, como si fueran de entera propiedad individual/familiar. Esta forma de tenencia de la tierra, no es de reciente data: los primeros estudios realizados sobre comunidades campesinas, a inicios del siglo XX, describen esta misma forma de organización. Inclusive, los historiadores afirman que al interior del ayllu incaico, cada familia disponía de tierras para el usufructo familiar. De esta manera, las parcelas familiares son heredadas al interior de la familia, generación tras generación. Asimismo, las familias pueden traspasar, vender y alquilar sus parcelas, o bien, comprar parcelas a otras familias, siempre y cuando pertenezcan a la misma comunidad. Las formas y montos para las transacciones son fijados por las familias interesadas. 6 7 Alejandro Diez. “Interculturalidad y comunidades”. En: Debate Agrario N° 36. Lima: CEPES, 2003. Las tierras comunales son legalmente imprescriptibles. 3 Diríase entonces que las familias son usufructuarias en la comunidad, pero con calidad de propietarias de las parcelas que trabajan. Este hecho se refuerza cuando los estudios de autopercepción revelan un alto porcentaje de comuneros que se identifica como propietario de su parcela. Según Guillermo Valera 8 , el 40% de los comuneros se declaró propietario de su parcela y, de ellos, el 60% dijo tener título de propiedad sobre la misma (refiriéndose al certificado de posesión). Ello no significa, sin embargo, que no se reconozca a la comunidad campesina como propietaria. De hecho, todos los comuneros reconocen a la comunidad campesina como última propietaria de las tierras, y saben que será la institución comunal la que se ocupe de defenderlas en caso de haber problemas con terceros (por ejemplo, frente a empresas y concesiones mineras). De este modo, lo que dentro de una visión occidental puede resultar contradictorio, resulta válido para las comunidades campesinas: la propiedad individual de una parcela no excluye la propiedad de la misma por parte de la comunidad en su conjunto. Los tamaños de las parcelas familiares varían según la comunidad, pero también al interior de una misma comunidad. Una familia posee, por lo general, varias parcelas distribuidas en distintas áreas y pisos altitudinales del territorio comunal, lo cual le permite adoptar estrategias de diversificación y de descanso de las tierras. En promedio, una familia puede poseer 5 parcelas, las que pueden sumar un total aproximado de 5.4 ha, considerando tierras agrícolas, ganaderas y algunas áreas no cultivables 9 . Sin embargo, existen también familias o comuneros que cuentan con reducidas porciones de tierra, y algunos incluso son comuneros sin tierra, que deben emplearse vendiendo su fuerza de trabajo como jornaleros de las parcelas de terceros. En ese sentido, encontramos una segunda “contradicción”: La tierra, siendo de propiedad comunal, pertenece a todos los comuneros, sin embargo, hay comuneros que no poseen tierra para trabajar. La intervención comunal en las decisiones individuales La comunidad campesina, a través de sus órganos de gobierno, puede intervenir en la toma de decisiones productivas y en el manejo de las parcelas familiares. La injerencia de la comunidad en las decisiones productivas es, sin embargo, muy distinta de una a otra comunidad e, incluso, al interior de la misma, según si se trata de tierras bajo riego, de secano o de pastoreo. El control comunal tiende a ser menor a medida que la parcela familiar cuenta con mayor tecnificación o inversión por parte de sus posesionarios, y por tanto, mayores rendimientos productivos. En las tierras bajo riego, las cuales se encuentran a bajas altitudes (0 – 2500 m.s.n.m.), la intervención comunal es mínima. En las tierras de secano, a mayor altitud que las anteriores (2500 – 3500 m.s.n.m.), la comunidad puede tener niveles más altos de control, fijando tiempos para la siembra y la cosecha, definiendo los productos a ser trabajados en una campaña agrícola o estableciendo determinadas prohibiciones. Finalmente, en las tierras altas de pastoreo (3500 – 4500 m.s.n.m.) la comunidad puede establecer sectores específicos para el pastoreo de los animales, definir áreas de descanso y formas de rotación. El control comunal sobre la producción de las parcelas familiares es en muchas ocasiones motivo de conflicto entre comuneros de una misma comunidad, cuando la comunidad campesina restringe las posibilidades de desarrollo individual de las familias comuneras. Si bien no existe un estudio actualizado sobre la función reguladora de la comunidad sobre la posesión las parcelas y sobre el control de su producción, es sabido que la tendencia ha ido hacia la disminución de dicho rol. A pesar de las contradicciones y tensiones entre lo colectivo y lo individual, las comunidades cuentan con una serie de ceremonias y ritos que reafirman su pertenencia a la comunidad y a un territorio colectivo. Las ceremonias de reafirmación de los linderos son el ejemplo más claro 8 Valera, Guillermo. “Las comunidades campesinas vistas desde el III CENAGRO”. En: Comunidades campesinas y desarrollo sostenible. Lima: Grupo ALLPA, 1998. 9 Ibid. 4 de ello, en donde las autoridades comunales o la comunidad entera recorren los límites del territorio comunal para verificar sus hitos y linderos 10 . 1.3 Organización y poder Al interior de la comunidad no todos poseen los mismos recursos ni viven en igualdad de condiciones. La imagen de la comunidad campesina como el mejor ejemplo de socialismo ha sido siempre una utopía. Las diferencias entre comuneros se expresan por los recursos con los que cuentan pero también por las diferencias de poder que se desenvuelven en su interior, y que son producto de las primeras. Existen familias tradicionalmente más poderosas que otras, cuyos representantes son los que usualmente ocupan cargos dirigenciales. Son órganos de gobierno de la comunidad campesina, la Asamblea General, la Directiva Comunal y los Comités Especializados. La Asamblea General es el órgano principal de gobierno y está integrada por todos los comuneros mayores de edad; ésta tiene atribuciones normativas, atribuciones relativas a la gestión económica y atribuciones electorales, en otras palabras, es la reguladora de la vida comunal. Cada dos años, la Asamblea debe elegir a sus representantes, los que serán parte de la Directiva Comunal. La Directiva Comunal es el órgano responsable del gobierno y administración de la Comunidad, y está constituida por un presidente, un vicepresidente, un secretario, un tesorero, un fiscal y uno o más vocales. Finalmente, los Comités Especializados son órganos de ejecución y apoyo que surgen ante alguna necesidad particular, por ejemplo, ante la necesidad de organizar los turnos de riego, de atender conflictos por linderos, de organizar las elecciones comunales, de llevar a cabo una actividad festiva, etc. Otros cargos que escapan a la organización interna de la comunidad, pero que son el nexo con el gobierno central son el Teniente Gobernador (representante del Ejecutivo), el Juez de Paz (representante del Poder Judicial), entre otros eventuales. La Asamblea Comunal expresa el carácter colectivo de la comunidad. De hecho, parte importante de la vida comunal es regulada por la Asamblea, la cual imparte control social sobre las decisiones individuales/familiares. Según lo explica Laureano del Castillo, las decisiones familiares no pueden contradecir ni eliminar el soporte comunal, incluso en la propiedad de los recursos, por tal razón, las decisiones sobre el uso y destino de los recursos deben ser consensuales 11 . Sin embargo, éstas no siempre lo son. El peso de las opiniones de autoridades y líderes comunales -usualmente con mayor nivel educativo que el resto de la población- suele ser mucho mayor y puede imponerse sobre la voluntad del resto. De otro lado, a pesar de algunos avances hacia la igualdad de género en los últimos años, las mujeres casi no tienen ninguna participación. 1.4 Cambios sobre la marcha Durante los años ’80 y en adelante, las comunidades campesinas empiezan a sentir el impacto del desarrollo capitalista. No son pocos los cambios ocurridos, y algunos de ellos, afectan a la institución comunal y, por tanto, a las formas de propiedad colectiva y de tenencia de la tierra. Para mencionar algunos, identificamos los siguientes: i) Diversificación de actividades económicas. La construcción de pistas y carreteras ha acercado a los comuneros a otras localidades y ciudades capitales, articulándolos con algunos mercados locales y/o regionales, y abriendo más posibilidades de diversificación de las actividades económicas. La articulación al mercado es, sin embargo, aún débil, la producción de la parcela familiar continúa siendo en buena medida destinada al autoconsumo familiar. Lo que sí produce una diferencia importante es la diversificación de actividades no 10 Alejandro Diez. “Interculturalidad y comunidades”. En: Debate Agrario N° 36. Lima: CEPES, 2003. Laureano del Castillo. Titulación de las comunidades campesinas: CEPES, ALLPA y la problemática comunal. En: Debate Agrario N° 36. Lima: CEPES, 2003. 11 5 agropecuarias. Los comuneros se abren campo como obreros, comerciantes, carpinteros e inclusive empleados públicos, dependiendo de la relativa cercanía a las ciudades. ii) Migración de los jóvenes. La migración es un fenómeno interno que viene aumentando en los últimos años. Numerosos estudios reflejan que las familias comuneras prefieren que sus hijos estudien fuera de la comunidad y se dediquen a actividades distintas a la agropecuaria, mas no que pierdan la condición de comunero, única forma de poder conservar las parcelas en herencia. Si la migración de los jóvenes comuneros sigue en aumento, en unos años más, el campo se verá desprovisto de mano de obra y las comunidades irán reduciendo paulatinamente sus miembros. iii) Migración estacional. Un segundo tipo de migración es la realizada por los hombres desde que tienen edad y fuerza para dedicarse a las labores agrícolas. En algunas zonas del país, los comuneros se trasladan a las zonas de selva para emplearse como jornaleros en las chacras de café, cacao y coca, en tiempos de cosecha. Esto ha traído como consecuencia lo que muchos autores han llamado la feminización del campo: las mujeres comuneras se quedan a cargo de la conducción de la parcela y de todas las actividades productivas, antes de dominio exclusivamente masculino. Este fenómeno se reforzó con la violencia política vivida en el país. iv) La inversión minera. En el Perú, desde hace algunos años atrás, la actividad minera ha ido aumentando progresivamente. Entre 1991 y 1997, los derechos mineros titulados aumentaron de 2 millones 258 mil hectáreas a 15 millones 597 mil hectáreas. Uno de los grupos poblaciones más afectados con este boom minero han sido las comunidades campesinas, de las cuales cerca del 55% (3126 CC) se encontraban a fines de la década pasada en zonas de influencia minera 12 . Los impactos de la minería sobre las comunidades campesinas han sido muchos y muy diversos. La propiedad colectiva de las comunidades campesinas es afectada, pues las explotaciones mineras suelen ser a tajo abierto. La comunidad no puede oponerse legalmente al otorgamiento de una concesión minera; a lo mucho, puede reclamar un pago por las tierras en las que no podrá trabajar mientras dure la explotación y otro adicional por indemnización en caso de ser dañada alguna edificación de la comunidad. Bajo este contexto no extraña que el departamento de Cajamarca, en el cual se ubica el más grande productor de oro de América Latina y segundo en el mundo, tenga un índice de pobreza de 77.4% y de 50.8% de pobreza extrema 13 . v) Escasez de tierras. En los últimos años, un problema que aqueja a las familias comuneras es la escasez de tierras de conducción familiar para otorgar en herencia a sus hijos. Como ya hemos señalado, la suma de todas las parcelas de conducción familiar difícilmente supera las 2.5 ha, lo cual incluye tierras agrícolas, de pastoreo y en ocasiones tierras no cultivables. Los jóvenes comuneros son los más perjudicados con este problema, ya que reciben con mayor frecuencia áreas de menores dimensiones de terreno. En la sierra sur del Perú, en el departamento de Puno, ya se han formado organizaciones de jóvenes sin tierra, que exigen la redistribución de parcelas que aún se encuentran en manos de empresas creadas durante la Reforma Agraria. vi) Titulación individual de las tierras comunales. Los cambios legales producidos abrieron un nuevo escenario para las comunidades campesinas, promoviendo la liberalización del mercado de tierras, otorgando facultades a las comunidades campesinas para disponer De Echave, José, Víctor Torres. “Hacia una estimación de los efectos de la actividad minera en los índices de pobreza en el Perú. Lima: Cooperacción, 2005. 13 José de Echave, demuestra en su libro “Hacia una estimación de los efectos de la actividad minera en los índices de pobreza en el Perú” (2005) que los departamentos que tienen mayor aporte de su actividad minera en el PBI minero nacional, tienen los índices de desarrollo humano más bajos. 12 6 libremente de sus tierras (vender, arrendar, hipotecar, parcelar etc.) 14 . La posibilidad de fraccionar formalmente la propiedad comunal ha generado expectativas entre los comuneros en cuanto a la obtención de títulos de propiedad individual. Visto desde un ángulo, la titulación individual formalizaría lo que ya viene ocurriendo en la práctica, esto es, la conducción familiar de las parcelas al interior de la comunidad. Al decir de algunos comuneros, el título individual los liberaría del control social que aún ejerce la comunidad sobre las decisiones productivas, les permitiría solicitar créditos a entidades financieras y bancos. Todo lo anterior, no implica, sin embargo, que los comuneros deseen la disolución de la comunidad. El tema de la titulación individual ha generado grandes controversias a distintos niveles, al interior de las mismas comunidades, al interior de los gremios campesinos, de las ONG y entre los hacedores de políticas. De hecho lo que líneas arriba se muestra como beneficios de la parcelación es discutible, a lo que se suma una contraparte importante de impactos que habría que evaluar antes de tomar una decisión. Muchas interrogantes se derivan de los escenarios que podría generar la titulación individual de tierras comunales. Lo cierto es que líderes comunales y representantes gremiales a niveles regionales y nacionales tienen una fuerte postura contraria a la titulación individual de las tierras. Ellos reclaman incluso la vuelta al proteccionismo de la propiedad comunal, con lo cual la comunidad campesina no tendría libre disponibilidad de sus tierras. Existe, por tanto, algún nivel de desfase entre la opinión de los comuneros y la de sus representantes; es por ello necesario indagar sobre las diferentes posturas, no sin un trabajo previo de información a la población comunera sobre las posibilidades y riesgos de la titulación individual. 1.5 Análisis Global Este complejo sistema de tenencia de la tierra cuenta con beneficios y algunas limitaciones que ya hemos mencionado anteriormente. En términos generales, sin embargo, debemos precisar dos aspectos: Un elemento central que proviene de la propiedad colectiva de la tierra de las comunidades campesinas es su capacidad de representar a sus comuneros en la defensa de la propiedad frente a situaciones de conflicto. Esta capacidad se ha percibido con mayor fuerza durante los últimos años, en los que las comunidades empiezan a organizarse y a reclamar sus derechos frente a las explotaciones mineras. Lamentablemente, sin una legislación que contribuya al respeto de sus derechos y a la equidad en la distribución de los beneficios, los logros que pueda alcanzar la institución comunal tienen un techo bastante pequeño. Un segundo aspecto importante, que funciona adecuadamente es el mantenimiento de áreas de trabajo colectivo, gracias al cual es posible sostener la organización comunal. La colectividad, sin embargo, deja de funcionar cuando limita las iniciativas de desarrollo de sus comuneros, generándose conflictos internos. Como hemos señalado, la comunidad tiene algún nivel de injerencia sobre las decisiones productivas, aunque ello depende, en buena medida, de si se trata de parcelas bajo riego, de secano o de pastoreo. En cualquier caso, la titulación individual puede resultar una tarea titánica. No olvidemos que las parcelas familiares se encuentran distribuidas en distintas de zonas y pisos ecológicos del territorio comunal y que, en no pocas ocasiones, existen problemas limítrofes con las parcelas vecinas. El universo aproximado de parcelas familiares de comunidades campesinas es de 3 millones, repartidas en 711 mil 500 unidades agropecuarias a nivel nacional 15 . De otro lado, en 14 Como veremos más adelante, la Constitución anterior (1979) declaraba las tierras comunales como inembargables, imprescriptibles e inalienables. 15 Valera, Guillermo. “Las comunidades campesinas vistas desde el III CENAGRO”. En: Comunidades campesinas y desarrollo sostenible. Lima: Grupo ALLPA, 1998. 7 algunas comunidades campesinas, llegar a un acuerdo sobre la titulación individual generaría grandes conflictos internos, pues, como hemos señalado, no todos los comuneros cuentan con las mismas tierras, ni en extensión ni en calidad del suelo. La titulación de parcelas otorgaría un carácter formal a la posesión familiar que pondría en alerta a la población comunera menos beneficiada, y las exigencias por una redistribución de las tierras no se harían esperar. II. Análisis a nivel nacional 2.1 Contexto Nacional Los beneficios del crecimiento económico del país no son percibidos en los ámbitos rurales y, menos aún, por campesinos y comuneros, la población más pobre y deprimida del país. Esto se hace visible a través de las múltiples movilizaciones al interior del país y de los sostenidos enfrentamientos entre campesinos y empresas extractivas. En este contexto, durante el año 2004 y en lo que va del 2005, las comunidades han tomado algún protagonismo en la agenda pública nacional. A continuación mencionamos algunos sucesos que consideramos importantes: i) Las múltiples manifestaciones y enfrentamientos entre comunidades y empresas mineras que operan en sus territorios han obligado a las empresas a retroceder en sus acciones y a tomar más en serio el diálogo y la concertación con la población afectada. ii) La creación, en enero del 2004, de la Comisión Especial del Congreso de la República encargada de revisar la legislación de comunidades campesinas y nativas, y de elaborar una nueva ley que reemplazaría la legislación vigente en materia de comunidades. Esta comisión incluyó a congresistas, así como a representantes de oficinas públicas y a líderes de los cuatro principales gremios campesinos del país 16 . Luego de más de un año de trabajo, a fines del mes de abril del 2005, la Comisión Especial presentó el respectivo proyecto de ley, llamado de Comunidades Campesinas, Comunidades Nativas y Pueblos Indígenas. iii) La creación del Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y afroperuanos (INDEPA), en abril de 2005. Por primera vez en la historia del país se ha creado una entidad con rango ministerial que atienda la problemática de los pueblos andinos, es decir, con facultades para diseñar y definir políticas concernientes a las comunidades campesinas. Su estructura y formas de operación aún no han sido definidas. 2.1.1 La legislación comunal A partir de 1920, las diferentes Constituciones Políticas del Perú reconocen oficialmente a las comunidades campesinas, garantizan la propiedad colectiva de sus tierras y les otorgan un régimen de protección especial. Desde la Carta de 1933, las comunidades cuentan además con personería jurídica. Desde 1933 y hasta 1993, la propiedad comunal tenía carácter imprescriptible, inalienable e inembargable 17 . Sin embargo, el proteccionismo terminó con la aún vigente Constitución de 1993, la cual dictó que la propiedad comunal tenga sólo carácter imprescriptible. En los últimos 10 años, ha sido clara la tendencia del Estado de liberalizar el mercado de tierras, incluyendo en este propósito a las tierras de propiedad comunal. Para poner en práctica este objetivo, en 1995 se promulgó la Ley 26505 –llamada comúnmente Ley de Tierras-, la cual tuvo como finalidad promover la inversión privada con la apertura del mercado de tierras. Dicha ley se encargó, así, de precisar las formas en las que las comunidades campesinas podían disponer de sus tierras. 16 Vale la pena mencionar que se trata de la primera experiencia en la que líderes campesinos participan en la discusión y elaboración de una ley, que les compete directamente. 17 La propiedad no expira en el tiempo, no es posible venderla ni traspasarla, ni es posible embargarla. 8 Actualmente, la propiedad comunal está protegida por la Constitución de 1993. Adicionalmente, la Ley 24657, de deslinde y titulación del territorio comunal, señala que son tierras de propiedad de las comunidades campesinas: i) las tierras originarias de la comunidad, ii) las adquiridas de acuerdo al derecho común y agrario, y iii) las adjudicadas con fines de Reforma Agraria. De este modo, la legislación actual otorga el derecho de propiedad comunal y precisa las tierras que las comunidades pueden poseer colectivamente, pero otorga a su vez las facilidades para la fragmentación y parcelación de dicho territorio. La Ley 24656, general de comunidades campesinas, se refiere ampliamente a la organización interna y al reconocimiento por el Estado. 2.2 Instituciones A pesar de que la Ley 24656, General de Comunidades Campesinas -promulgada en 1987 y vigente hasta la fecha- establecía la creación de un instituto de desarrollo para las comunidades campesinas, éste nunca se constituyó. La atención brindada por el Estado a las comunidades se ha limitado durante estos años a la intervención de entidades o programas sociales dirigidos a la población en situación de pobreza en general, tales como FONCODES 18 o los programas de Vaso de Leche y de Comedores Populares. A pesar de la ausencia de instituciones responsables del diseño e implementación de políticas relacionadas con las comunidades campesinas y su propiedad, en 1992 se creó por el gobierno de Fujimori el Proyecto Especial de Titulación de Tierras y Catastro Rural (PETT), con el fin de sanear la propiedad rural en el país, requisito indispensable para poder agilizar un mercado de tierras. Los comuneros consideran que el título de propiedad comunal es una herramienta importante para defender su territorio y evitar conflictos con agentes externos o con comunidades vecinas por la definición de los linderos. De otro lado, la formalización de la propiedad colectiva permite a los comuneros hacer gestiones con el Estado para emprender cierto tipo de proyectos de desarrollo comunal. En cuanto a la titulación individual de las tierras comunales, el PETT aún no está facultado para iniciar este proceso. La tarea de titulación realizada por el PETT es considerada fundamental para el desarrollo de las zonas rurales del país y de las comunidades campesinas, sin embargo, su trabajo ha sido cuestionado en diferentes oportunidades. El PETT concentra información importante sobre comunidades campesinas 19 . Lamentablemente, los últimos datos publicados datan de 1998 y la información brindada en los años posteriores tiene muchas inconsistencias. Si consideramos que se trata de la única organización estatal que provee información general sobre las comunidades y su propiedad, nos encontramos frente al grave problema que no es posible diseñar políticas adecuadas si no se conoce a ciencia cierta el estado de la titulación y de la propiedad comunal. La creación del Instituto Nacional de Desarrollo de los Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos (INDEPA) dará fin a la ausencia de organismos que velen por el desarrollo comunal. Como hemos señalado anteriormente, este fue creado en abril del presente año. La reglamentación de dicha ley definirá aspectos centrales, tales como la composición y estructura del Instituto. Se sabe que el INDEPA será fundamentalmente un órgano de ejecución de políticas públicas, con autonomía técnica y económica, que contará con un presupuesto propio. Los gremios campesinos, grupos indígenas y otros organismos de la sociedad civil harán el seguimiento y vigilancia a este organismo que, de contar con profesionales idóneos, tendrá un alto potencial para el impulso del desarrollo comunal. 18 El Fondo de Cooperación para el Desarrollo Social (FONCODES) es una unidad ejecutora del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES). 19 El PETT ha elaborado a la fecha dos directorios de comunidades campesinas (1998 y 2001), de los cuales sólo se ha hecho público el primero. En ellos se encuentra información acerca del número de comunidades reconocidas, de comunidades con propiedades tituladas y registradas en los Registros Públicos, del número de familias por comunidad, de su superficie terrestre, entre otros. 9 2.3 Oportunidades de reforma La discusión sobre la vigencia de las comunidades campesinas, la propiedad de tierra y la utilización de los recursos de su territorio ha sido retomada en los últimos meses a raíz de numerosos conflictos entre poblaciones rurales y empresas mineras, así como por el lanzamiento del proyecto de ley de comunidades. A esto se suma la creación del INDEPA, con lo cual el contexto se muestra propicio para dar a conocer propuestas de ley y políticas adecuadas para el desarrollo comunal. La finalidad del anteproyecto de ley de comunidades es garantizar los derechos de las comunidades campesinas, nativas y pueblos indígenas, y como principios considera el respeto y defensa de su identidad cultural, la participación plena y democrática en el desarrollo dela vida comunal y la vigencia de la propiedad comunal, entre otros. Se ha considerado también los derechos colectivos de las comunidades: autonomía, identidad cultural, empleo de su propio idioma, derecho a la propiedad de la tierra, entre otros. Los aspectos más controvertidos de la ley son los que mencionamos a continuación: i) Propiedad de la tierra. El proyecto ratifica el carácter imprescriptible de la propiedad de la tierra, pero un número importante de líderes comunales del país considera que dicho principio no basta para la protección de sus tierras. La solicitud explícita es el regreso a la Constitución de 1979 -imprescriptibilidad, inalienabilidad e inembargabilidad- a las cuales algunas facciones más radicales han añadido la inexpropiabilidad de las tierras. De regresar a este tipo de proteccionismo, las comunidades no podrían vender sus tierras, con lo cual, tampoco sería factible la titulación individual de las mismas. Si bien esta es la solicitud de los gremios campesinos, no necesariamente lo es de un sector comunero que reclama menos control sobre la tenencia de las parcelas familiares. De otro lado, sólo es posible incorporar estos principios si se hace previamente una reforma Constitucional. En cuanto a la solicitud de la inexpropiabilidad de las tierras, el panorama se torna más complejo, ya que ninguna Constitución ha contemplado esta posibilidad. ii) Aprovechamiento de los recursos. El proyecto ratifica lo señalado en la Constitución de 1993 en cuanto a los recursos naturales: son patrimonio de la Nación. Asimismo, otorga preferencia a las comunidades para aprovechar los recursos existentes en su territorio, así como la posibilidad de que se asocien con empresas para el mismo fin. Esto, sin embargo, es poco factible, considerando los niveles de pobreza de las comunidades y sus reales capacidades de explotación en, por ejemplo, casos de yacimientos mineros. Así, con relación a la legislación en vigencia, el anteproyecto ley agrega que de no ser posible, se debe realizar una consulta previa obligatoria a la población comunera, según el Convenio 169 de la OIT. Un buen sector de líderes comuneros tiene una postura radical frente al tema del aprovechamiento de los recursos. Ellos exigen la propiedad de todos los recursos existentes en el territorio de comunidades. Otro sector menos radical, exige que la consulta estipulada en el anteproyecto sea vinculante, es decir, que se otorgue a la comunidad la facultad de decidir si la empresa opera o no en su propiedad. iii) Tierra o territorio. Los términos de tierra y territorio tienen significados diferentes, sin embargo, son habitualmente usados de forma indistinta. El anteproyecto de ley corrige la utilización indiscriminada de ambos términos con relación a la legislación vigente, con el propósito principal de esclarecer que la propiedad de las comunidades es sobre la tierra y no sobre el territorio, pues ello incluiría la propiedad de todos los recursos ubicados en la totalidad del hábitat que la comunidad ocupa. Las consultas realizadas arrojan que los líderes campesinos exigen la propiedad del territorio. 10 2.3.1 Perspectivas Bajo este contexto cabe preguntarse qué posibilidades existen de que se retome un proceso de reforma constitucional y que éste, además, modifique las formas de protección de la propiedad comunal y otorgue la propiedad de los recursos a las comunidades campesinas. El Gobierno de Alejandro Toledo ha tendido a dar continuidad a las reformas liberales del Gobierno anterior, por lo cual una modificación constitucional como la reclamada por los líderes comunal resulta poco viable. Las disconformidades y demandas anteriormente mencionadas respecto del proyecto de ley de comunidades hacen pensar que difícilmente será una propuesta avalada en todas las zonas comuneras del país, y menos aún, por un sector campesino con posturas radicales, que amenaza con emprender movilizaciones y paros si no son acatadas sus demandas. No sorprenden las reivindicaciones comuneras ante la desatención sistemática de las autoridades y gobiernos de turno, o cuando la experiencia les ha demostrado lo espinoso que resulta defender el territorio comunal, así como obtener tratos y/o beneficios justos cuando se trata de negociar con empresas mineras. La coyuntura actual ofrece posibilidades interesantes para impulsar el desarrollo comunal. Algunos aspectos a considerar en un plan de acción debieran ser la investigación y producción de información actualizada sobre comunidades campesinas, el seguimiento a las instituciones públicas vinculadas a la problemática comunal, y la incidencia en el proceso de consulta y elaboración de propuestas legislativas y políticas. 11