Significado del rito de coronación de una imagen de la Virgen

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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN
DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
FRANCISCO CONESA
Palabras clave: Santa María - María Reina - Rito de coronación.
Resumen: la atribución a María del título de Reina es muy antigua, con
ejemplos iconográficos importantes a partir del siglo V. El rito de coronación
de la Virgen data, sin embargo, del siglo XVI. Lo impulsó el capuchino fray
Jerónimo Paolucci de Calboli da Forli. En el año 1981, se publica el nuevo
ritual de coronación; su núcleo central es la plegaria de acción de gracias y
bendición. Este rito de coronación es una expresión de la fe en la realeza de
María. Además, tiene un hondo significado y unas connotaciones pastorales
importantes. El pueblo cristiano manifiesta mediante este rito sentimientos
de alabanza hacia santa María, de cariño hacia una imagen, de gratitud por
haberles acompañado a lo largo de los siglos. Por último, se debe de conectar
este rito con la vida cristiana de cada día.
MEANING OF RITE OF CORONATION
AN IMAGE OF THE VIRGIN
KEY WORDS: Holy Mary - The Queenship of Mary - Coronation rite.
SUMMARY: The attribution to Mary the title of Queen is very old, with important
iconographic examples from the fifth century. However the rite of coronation of the
Virgin starts in the sixteenth century boosted by the Capuchin Fra Girolamo Calboli
Paolucci da Forli. The year 1981 was published the new ritual of coronation; its core
is the prayer of thanksgiving and blessing. This rite of crowning is an expression of
faith in the queenship of Mary. It also has a deep meaning and important pastoral
connotations. The Christian people through this rite express sentiments of praise to santa
Maria, affection to an image and gratitude for having accompanied them throughout
the centuries. Finally, this rite must connect with everyday Christian life.
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La costumbre de coronar imágenes marianas ha cobrado un cierto auge
en nuestros días, como una preciosa manifestación de piedad popular y de
reconocimiento a la Madre de Dios. Después de la publicación del “Ordo
coronandi imaginem beatae Mariae Virginis”1, en 1981, muchos fieles han
querido expresar su amor a la Santísima Virgen realizando este rito, que
fue renovado en la liturgia postconciliar. Unas veces son las Cofradías o
Mayordomías quienes promueven la coronación canónica de las imágenes de
más devoción; otras veces toman la iniciativa los santuarios marianos o bien
las parroquias en las que se venera la imagen.
Si bien el uso de coronar imágenes de la Virgen no se inició hasta el siglo XVI,
la atribución a María del título de “Basilissa” o “Reina” pertenece a la tradición
milenaria de la Iglesia. Se trata de un apelativo que no se encuentra como tal en
la Sagrada Escritura, pero que las primeras generaciones de cristianos aplicaron a
María inspirándose en las palabras del Ángel, que anuncia que Dios dará al Hijo
que va a nacer “el trono de David, su Padre; reinará sobre la casa de Jacob para
siempre y su reino no tendrá fin” (Lc 1,32-33), y en las palabras de santa Isabel,
que llama a María “la madre de mi Señor” (Lc 1,43). Pronto la liturgia aplicó
también a María las palabras del Salmo 45: “De pie, a tu derecha, está la reina
enjoyada con oro de Ofir”2.
Intentaremos exponer el significado de la coronación de una imagen
de María, a la luz del Ritual promulgado por Juan Pablo II. Con este
fin, realizaremos un acercamiento desde diversas perspectivas: teológica,
histórica, litúrgica y pastoral. Aunque es cierto que ni la coronación de
imágenes ni la cuestión de la realeza de María es un tema teológico
1. Se puede encontrar el texto latino en Sacra Congregatio Pro Sacramentis et Cultu
Divino, “Ordo coronandi Beatae Mariae Virginis”, en Notitiae 17 (1982), 246-267. En
castellano Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, Ritual
de la coronación de una imagen de santa María Virgen, Coeditores litúrgicos, Barcelona 1983.
Citaré esta edición española en el texto con las siglas RC. Se encuentran indicaciones sobre
el rito en Congregatio pro Culto Divino, Caeremoniale episcoporum, Typis Polyglotis
Vaticanis, Vaticano 1984, nn. 1.033-1.053. El texto del presente artículo tiene su origen
en la conferencia pronunciada con motivo de la coronación de la Virgen de los Dolores de
Elche (21 de abril de 2012). Agradezco a la Cofradía la invitación a preparar este acto.
2. A comienzos del siglo V lee ya este salmo en sentido mariano Crisipo de Jerusalén,
“Homilía sobre la madre de Dios”, en G. Gharib (y otros), Testi mariani del primo milenio,
vol. I, Città Nuova, Roma 1991, pp. 605-606 (cfr. Juan Pablo II, Audiencia general, 6 de
octubre de 2004).
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candente en nuestros días, también es verdad que el pueblo cristiano invoca
piadosamente a María como “Regina misericordiae” y la venera como Reina
y Señora. Es misión de la teología iluminar y ayudar a comprender esta
expresión de fe y devoción de buena parte del pueblo cristiano.
1. La representación de María como Reina. Notas históricas
Para comprender el rito actual de coronación, debemos remontarnos,
como señala el mismo ritual, a la costumbre de representar a santa María
ceñida con una corona regia3. Es un tema que se insinúa ya en las catacumbas
romanas, cuando se representa la adoración de los magos, que es una de las
escenas más difundidas4. En una de las más antiguas representaciones de la
Madre de Dios, que está en las catacumbas de Priscila y se remonta a fines
del siglo II, santa María se presenta sentada majestuosamente ofreciendo a
su Hijo y llevando un tocado similar a las emperatrices de la época. En los
siglos III y IV es común representarla majestuosamente sentada, aunque en
esta época nunca aparece de manera autónoma.
A partir del Concilio de Éfeso (431) se incrementa el culto a María y,
como consecuencia, en las pinturas se va aislando el grupo de la Madre
con el hijo. En las catacumbas de Comodila encontramos una pintura
votiva, datada en 528, que representa a María sentada en un trono con el
Niño en sus brazos y con varios santos mártires a los lados. En el oriente,
por su parte, se desarrolla el icono de María como “Theotokos”, inspirado
frecuentemente en el vasto ceremonial de la corte bizantina y en el modo de
vestir la emperatriz (Basilissa).
3. Cfr. RC nn. 3-4. Para esta parte vid. P. Amato, “Arte/Iconología”, en S. de Fiores - S. Meo,
E. Touron, Nuevo diccionario de mariología, San Pablo, Madrid 2001, pp. 221-239; G. Gharib,
“Maria Regina nell’iconografia mariana a Roma nel primo milenio”, en http://www.latheotokos.
it/modules.php?name=News&file=article&sid=451 (consultado: 5/4/2012); C. M. Roschini,
“Realeza de María”, en idem, Diccionario mariano, Editorial litúrgica, Barcelona 1964, pp. 531-545;
M. Gnocchi, “Coronación de la Virgen”, en L. Castelfranchi - M. A. Crippa (dirs.),
Diccionario de iconografía y arte cristiano, San Pablo, Madrid 2012, pp. 494-495.
4. Dice el Evangelio que “encontraron al niño en brazos de su madre y postrándose le adoraron
y abriendo sus cofres le ofrecieron sus dones: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). El texto da
pie a pensar en el niño en brazos de la madre, como su trono y, por otra parte, en María
como la madre del Rey.
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Un testimonio de gran valor son los mosaicos de la nave central de la
Basílica de santa María la Mayor, del siglo V. En ellos se representa a María,
en la anunciación, al modo de una emperatriz, adornada con diadema y
piedras preciosas, y rodeada de ángeles. También en el panel de la adoración
María aparece aparte, sentada en un enorme trono.
En la Iglesia de santa María la Antigua, situada en el foro romano,
se conserva un fresco con una muy antigua representación romana de la
Virgen como reina, procedente del siglo VI5. La Virgen está en el trono,
entre Miguel y Gabriel, que presentan la corona y el cetro, insignias
de la realeza. El mismo modelo se encuentra también en santa María
en Domnica, en un mosaico del siglo IX donde María aparece sentada
en el trono como reina (Kyriotissa) y sosteniendo a Cristo en ademán de
bendecir.
Durante la Edad Media se produjo un desarrollo importante de la
veneración de María como Reina, lo que tendrá reflejo en el arte, que
comienza a representar la coronación de María, y en la plegaria, que se dirige
a ella con el canto del “Salve Regina” y el “Regina coeli”. En los siglos XII
y XIII se desarrolla en occidente la escena de la coronación de María por
Cristo. Es un tema desconocido en oriente, que aunque representa a María
con una corona, no desarrolla el tema de la coronación. En occidente, sin
embargo, es un tema que gozó de gran popularidad.
Una de las primeras representaciones la tenemos en el centro del
ábside de santa María in Trastevere, mandado realizar por Inocencio II
(1130-1143). Se representa la entronización de la Virgen, colocada en
el mismo trono que su Hijo, el cual la abraza tiernamente. La escena se
inspira en el Cantar de los Cantares. El libro abierto que sostiene Cristo
dice: “Veni electa mea et ponam in te thronum meum”. La Virgen
aparece coronada como una emperatriz y vestida ricamente, adornada
de joyas. La misma escena se representa un siglo después en el mosaico
del ábside de santa María la Mayor que fue mandado ejecutar por el
Papa Nicolás IV (1288-1292). Jesucristo y la Virgen están sentados en
un trono en el centro de una mandorla, decorada con las estrellas, el sol
5. Cfr. S. de Fiores, María, síntesis de los valores. Historia cultural de la mariología, San Pablo,
Madrid 2011, p. 234.
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y la luna. Jesús está realizando el gesto de poner una corona gemada en
la cabeza de la Madre. A los lados aparecen ángeles arrodillados.
Existen preciosos testimonios de esta escena de coronación por Cristo en
el tímpano de la portada oeste de Notre Dame de Senlis (1185-1199), muy
similar a la del Trastevere, y en otras iglesias de la época, como la Catedral
de Angers (vidriera siglo XII). La corona real, adornada de piedras preciosas,
se convierte en la edad media casi en regla para la Virgen con el niño6.
En general, durante la Edad Media y el primer renacimiento la
Virgen es coronada por Cristo. Así la representan en el siglo XV Lorenzo
Monaco o Fra Angelico. Como tal aparece aún en el “Retablo de Oddi”
de Rafael (1502-1503), que presenta en la sección inferior la muerte de
la Virgen y en la sección superior a Cristo coronando a su madre, rodeada
de ángeles.
A partir del siglo XV aparece la Virgen coronada por la Trinidad,
con el Padre a la derecha del espectador, el Hijo a la derecha del Padre
y el Espíritu Santo en una posición central, figurado simbólicamente
como una paloma. Durante el siglo XVI será el modo de representación
dominante en el arte europeo. Éste es el modelo que usaron El Greco
(1591) y Velázquez (ca. 1640), que, ya en el barroco, convierte a la corona
en una diadema de rosas.
En estas obras la Trinidad forma un triángulo (las cabezas del Padre y
del Hijo y el resplandor del Espíritu Santo), en el que se inserta la cabeza
de María: “se introduce a María en la vida trinitaria como una realización
espejada de esa misma vida”7. Por otro lado, señala Greshake que en estas
obras se comprende a María como símbolo real de la Iglesia e incluso de
toda la creación: “al contemplar la representación de la assumptio Mariae y
6. Existen diversas variantes del tema. En algunas versiones, la Virgen aparece ya coronada
(catedral de Senlis 1170; santa María Trastevere) o e s coronada por un ángel (Notre Dame,
tímpano de la puerta izquierda del portal oeste 1210-1220) mientras que Cristo la bendice;
en otras variantes María está sentada no a la derecha sino a la izquierda de Cristo: el hijo
corona con la izquierda y bendice con la derecha (por ejemplo, portal lateral sur de Catedral
Estrasburgo) Cfr. T. Soler - A. Serrano Ripoll, “Esbozos iconográficos del Misteri”, en
F. Singui (ed.), Milagro y Misterio. La Festa camino de Santiago, Xunta de Galicia, Santiago
de Compostela 2004, p. 204.
7. G. Greshake, El Dios uno y trino. Una teología de la Trinidad, Herder, Barcelona 2001, p. 646.
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de su coronatio, el creyente contempla el futuro de toda la creación: ella, que
ha sido destinada y llamada desde el principio a ingresar en la vida de la
Trinidad, llega también realmente a su meta”8.
La representación de la coronación cede lugar posteriormente a
otros temas, como la Inmaculada concepción, que es el preferido en la
contrarreforma. Es también frecuente en el barroco representar a María de
pie, sin el Niño, en actitud protectora o intercediendo por los difuntos.
Así mismo se pueden encontrar representaciones de la Virgen coronada y
rodeada de estrellas como reina de los ángeles o de una nación o territorio
concreto.
Terminamos esta sección haciendo referencia a una significativa
representación de la coronación de María, que se encuentra en el centro de la
fachada del Nacimiento del templo de la Sagrada Familia9. Está en la parte
central del pórtico de la fe y es obra de Llorenç Matamala (1856-1925),
un escultor que trabajó siguiendo las órdenes de Gaudí. Representa la
coronación en una cueva, rodeada de pájaros. Jesús –que ocupa el centro de
la escena– corona a María, que está inclinada ante él. A ambos lados se sitúan
las figuras de san José y de san Juan. El artista ha preferido la representación
medieval de la coronación, con el fin de subrayar la vinculación de María
con Jesucristo, que es quien ocupa el lugar central de esta escena y, por ello,
de todo el pórtico.
Aunque de modo somero, ha valido la pena haber tenido en cuenta la
costumbre de representar a María como reina, expresión de la fe eclesial.
“La iconografía de María –como señala Menke– es un ‘locus theologicus’
difícilmente sobreestimable”10. Desde muy temprano la fe en santa María
como reina encontró expresión artística en numerosas representaciones en
las que aparece portando una corona. En ellas se manifiesta y significa la fe
en el destino singular de la Virgen María y, como ella, de toda la Iglesia.
8. Ibidem, p. 647.
9. Cfr. G. Córdoba Rodríguez, “El templo expiatorio de la Sagrada Familia de Gaudí.
Significado teológico-catequético”, en Teología y Catequesis 107-108 (2008), 165-191.
10. K.-H. Menke, María en la historia de Israel y en la fe de la Iglesia, Sígueme, Salamanca
2007, p. 229.
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2. El rito de coronación de una imagen de la Virgen
a. Orígenes históricos del rito de coronación
El Rito de coronación no es un rito antiguo11. Como se dice en los
Prenotandos del Ritual, “la costumbre de coronar las imágenes de santa
María Virgen fue propagada en Occidente por los fieles, religiosos o laicos,
sobre todo desde finales del siglo XVI”12 y sólo en el siglo XIX quedó
incorporado al Pontifical Romano.
El iniciador de la costumbre de coronar imágenes de la Virgen fue el
capuchino fray Jerónimo Paolucci de Calboli da Forli (1552-1620). El
contexto era la predicación a las masas populares, tan frecuente en la época
postridentina, de la que es un buen ejemplo san Lorenzo de Brindis (15591619). Al finalizar un periodo de predicaciones, fray Jerónimo coronaba
aquellas imágenes más veneradas de la Virgen. Inició esta costumbre el 27
de mayo de 1601, día en que ciñó dos coronas de oro a la imagen de Nuestra
Señora amamantando al Niño, venerada en la Steccata en Parma13. Este
gesto, al mismo tiempo que expresaba la piedad mariana, tenía un sentido
social, porque el P. Jerónimo concibió la idea de coronar a la Virgen al ver el
ostentoso lucir de joyas de las damas de Parma. Pretendía con ello inducir
a la nobleza parmesana a inspirarse en el ejemplo de la Virgen y entregarse
al socorro de los pobres. Esta iniciativa fue continuada por otros capuchinos
como fray Fidel de S. Germano (+1623), que fundaron dentro de la orden la
“Pía Obra de la coronación”.
Un seguidor de fray Jerónimo fue el Conde Sforza, gracias al cual se
fue extendiendo esta costumbre. En su testamento del 3 de julio de 1636,
Alejandro Sforza Pallavicino, conde de Borgonovo, realizó donación de
sus bienes al Cabildo o Capítulo Vaticano, para que después de su muerte
promovieran la coronación de imágenes de la Virgen. El Cabildo asumió la
costumbre de coronar imágenes de la Virgen, que aún promueve en nuestros
11. Para la historia del rito vid. I. M. Calabuig, “Significato e valore del nuevo Ordo coronandi
imaginem Beatae Mariae Virginis”, en Notitiae 17 (1981), 268-324.
12. RC n. 4.
13. Cfr. S. de Fiores, María, síntesis de los valores. Historia cultural de la mariología, San Pablo,
Madrid 2011, p. 333.
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días. La primera de ellas fue la “Madonna della Febbre”, en la sacristía de
la Basílica Vaticana (1631), coronada con el oro legado por el Conde Sforza.
La intervención del Cabildo Vaticano supuso que las coronaciones pasaran
al ámbito de vigilancia y acción de los Romanos Pontífices. El Capítulo
compuso a finales del siglo XVII un “Ordo servandus” para las coronaciones.
A finales del siglo XIX la Congregación de Ritos promulgó un “Ordo”
(29 de marzo de 1897) basado en el que tenía el Capítulo Vaticano y lo
incorporó como apéndice al “Pontificale Romanum”.
Los Papas favorecieron esta costumbre de coronar imágenes de la Virgen,
coronando personalmente o mediante legados algunas imágenes. Una de
las primeras coronaciones papales fue el 3 de mayo de 1782, en que Pío VI
coronó a “santa Maria del Popolo” en la Catedral de Cesena.
En el año 1954, como conclusión de año mariano que celebraba el
centenario del dogma de la Inmaculada, el Papa Pío XII promulgó la
Encíclica “Ad coeli reginam”, en la que instituía la fiesta de santa María
Reina. En esta Encíclica, el Papa resume así la actividad pontificia: “Los
Romanos Pontífices, favoreciendo a esta devoción del pueblo cristiano,
coronaron frecuentemente con la diadema, ya por sus propias manos, ya
por medio de Legados pontificios, las imágenes de la Virgen Madre de
Dios, insignes tradicionalmente en la pública devoción”14. El mismo Papa
acompañó la doctrina de la encíclica con el gesto de coronar la imagen de
santa María “Salus Populi Romani” el día 1 de noviembre de 1954.
b. El rito de coronación postconciliar (1981)
El actual Ritual, publicado el 25 de marzo de 1981, es fruto del deseo
de armonizar un rito que contaba ya con tres siglos de existencia, con la
teología y, sobre todo, la renovada mariología del Concilio Vaticano II. En
el decreto de aprobación se explica que se ha revisado el rito “con el fin de
acomodarlo a la índole y normas de la liturgia reformada y para que exprese
más plenamente el sentido e importancia de la coronación de imágenes de
la santísima Virgen María”15.
14. Pío XII, Enc. Ad coeli reginam, 12. Cfr. RC n. 4.
15. RC p. 4.
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El nuevo Ritual contempla tres ámbitos celebrativos para realizar la
coronación: unida a la celebración eucarística, unida a vísperas y en una
celebración de la palabra. La manera más propia de realizar la coronación
es dentro de la celebración eucarística. Mientras los rituales anteriores
situaban la celebración bien antes o bien después de la santa Misa, el Ritual
actual la sitúa dentro de la Misa, después del Evangelio. Se recomienda, por
otra parte, usar para esta celebración la Misa de santa María Reina (22 de
agosto) o bien el formulario de la Virgen que se corona, si las rúbricas no lo
impiden16.
El núcleo de la coronación es la plegaria de acción de gracias y bendición,
que es un texto de nueva composición. En lugar de bendecir las coronas
–como se hacía en el antiguo rito– se bendice a Dios, se le da gracias y
se le invoca en un texto de profundas resonancias bíblicas. La plegaria se
estructura en tres partes: 1) Bendición a Dios que con su misericordia
enaltece a los humildes; 2) Invocación a Dios a favor de sus siervos que
ciñen la corona; 3) Petición de gracias para los discípulos. Después se realiza
en silencio el gesto de coronación y se canta la antífona “Regina mundi” u
otro canto adecuado.
A la plegaria y gesto de coronación, sigue la oración universal y la
incensación de la imagen coronada de la Virgen. Se sugiere finalmente que
al terminar la Misa se cante una antífona que haga referencia a la realeza de
María17.
La propuesta de coronar la imagen en el contexto de la celebración de
Vísperas es original del Ritual postconciliar. Tiene sentido especial en
ámbitos sensibles a la oración litúrgica. La coronación se realiza en este caso
después de la lectura de la palabra de Dios y antes del cántico evangélico
del “Magnificat”.
La tercera propuesta es también original del nuevo ritual. Sitúa la
coronación en el contexto de una celebración de la palabra. El elemento más
innovador es la nueva letanía de la Virgen que se propone. En ella se expresa
una súplica popular siguiendo el esquema litánico lauretano. Las letanías
destacan los atributos relacionados con la realeza y tienen una estructura
16. Cfr. RC n. 13.
17. RC n. 20.
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ternaria. Están inspiradas en la Sagrada Escritura y recogen también algunas
invocaciones presentes en los textos conciliares18.
Como otros rituales postconciliares, también el Ritual de coronación
viene precedido de unos “prenotandos” que intentan explicar las razones de
revisión del rito, clarificando su naturaleza y significado. Allí se subrayan así
mismo las principales líneas teológicas de la celebración.
3. El rito de coronación, expresión de la fe en la realeza de María
Se dice en los Prenotandos que el rito de coronación es una manera de
reafirmar que santa María es tenida e invocada, con razón, como Reina19. En
este punto el Ritual hace una valiosa síntesis de las razones teológicas de
la realeza de María, que resume en cuatro motivos, los cuales contemplan
el misterio de María en diversas dimensiones. Es una síntesis inspirada en
la Encíclica “Ad Coeli Reginam”, de Pío XII, y en la doctrina del capítulo
VIII de “Lumen Gentium”.
a. Madre del Hijo de Dios y Rey Mesiánico (dimensión teologal)
El primer y fundamental motivo de la realeza de María está vinculado a
su maternidad. Este motivo de realeza es atestiguado por los Padres, que,
en sus homilías para diversas fiestas marianas, y especialmente sobre la
Dormición de María, van explicitando el título de “reina” y su relación con
la maternidad divina. El Ritual lo explica recurriendo al Papa Pío XII, que
lo señala como fundamento principal de la realeza de María. Así resume el
Romano Pontífice este argumento: “Ella misma es Reina, pues ha dado vida
a un Hijo que, ya en el instante mismo de su concepción, aun como hombre,
18. Cfr. Concilio Vaticano II, Cons. Dogm. Lumen Gentium, 59 y 61; Const. Sacrosanctum
Concilium, 103.
19. Cfr. RC n. 5. En este apartado y el siguiente, he tenido presentes especialmente a: I. M. Calabuig,
“Significato e valore del nuevo Ordo coronandi imaginem Beatae Mariae Virginis”, en
Notitiae 17 (1981), 268-324; A. de la Cruz Reymond, “La coronación de una imagen de
la Virgen, proclamación de la participación de María en el reino escatológico”, en Teología
Espiritual 37 (1993), 75-99; F. Millan Romeral, “Et humiles ornat (Sal 149,4). Una
reflexión sobre la coronación de imágenes de la Virgen”, en Fonte 2 (2005), 99-118.
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era Rey y Señor de todas las cosas, por la unión hipostática de la naturaleza
humana con el Verbo”20. La realeza de María es inseparable de la de Cristo,
rey de reyes (cfr. Ap 19,16).
El texto del Ritual desdobla el título considerando tanto el ser de María
(Madre del Hijo de Dios) como su misión (Madre del Rey Mesiánico).
Primero expone que María es la madre del Verbo encarnado, acentuando la
primacía ontológica de Cristo, al citar como apoyo Col 1,16: a Jesucristo le
están sometidas todas las realidades, celestes y terrestres. En segundo lugar
se fija en la función de María como Madre del Rey Mesiánico, apoyando
esta afirmación en las palabras del ángel (Lc 1,32-33) y el saludo de Isabel
como “madre de mi Señor” (Lc 1,43). En esta segunda afirmación se puede
entrever una alusión a la figura de la “gebirah” o señora, que aparece en el
Antiguo Testamento, para subrayar la importancia de la “reina madre” en
la dinastía de David, la cual no sólo gozaba de gran prestigio, sino que solía
intervenir a favor de los súbditos21.
b. Colaboradora del Redentor (dimensión soteriológica)
El segundo motivo de la realeza de María es su cooperación a la salvación del
género humano. Es un fundamento que también había explicitado Pío XII22.
El Ritual explica que María “como nueva Eva, por eterno designio de Dios,
tuvo una relevante participación (eximias habuit partes) en la obra salvadora
con la que Cristo Jesús, nuevo Adán, nos redimió y nos adquirió para sí, no
con oro y plata efímeros, sino a precio de su sangre, e hizo de nosotros un
reino para nuestro Dios”23.
20. Pío XII, Enc. Ad coeli reginam, 13. Una clara exposición de la doctrina de esta Encíclica
se encuentra en J. L. Bastero, María, madre del Redentor, Eunsa, Pamplona 1995, pp. 268276; N. Peña, “La encíclica Ad coeli reginam y su influjo en el magisterio posterior”, en
Ephemerides Mariologicae 46 (1996) 485-501.
21. Esta institución fue estudiada por R. de Vaux, Las instituciones del Antiguo testamento,
Herder, Barcelona 1976, pp. 172-174 (“la reina madre”); en el contexto mariano la estudia
H. Cazelles, La Mère du Roi-Messie dans l’ancien Testament, en Maria et Ecclesia, t. V, Roma
1959, pp. 39-56; vid. la exposición de C. Pozo, María, la nueva Eva, BAC, Madrid 2005,
pp. 386-402.
22. Pío XII, Enc. Ad coeli reginam, 14 y 15.
23. RC n. 5.
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Siguiendo la doctrina paulina y la amplia tradición patrística, se
relaciona antitéticamente a Cristo con Adán y a María con Eva. Como Eva
estuvo asociada a Adán, así María está asociada al nuevo Adán, Cristo. Esta
participación de María en la vida de Cristo comienza en la Anunciación y
tuvo su punto culminante en la cruz. Allí se mantuvo María cooperando
activamente, “asociándose con entrañas de madre”24 a la obra de la
redención. Los Prenotandos inciden en que María fue “colaboradora augusta
del redentor” (alma Redemptoris Socia) en la constitución del reino.
La liturgia es particularmente sensible a este motivo de la realeza de
María, contemplando con frecuencia a María junto a la cruz como reina y
señora. Resulta significativa la antífona del Benedictus para la fiesta de la
Virgen de los Dolores (15 de septiembre) en la que se une la actitud junto
a la cruz con su reinado: “Alégrate, Madre dolorosa, porque, después de
tantos sufrimientos, gozas ya de la gloria celestial, sentada junto al Hijo
como reina del universo”. La realeza de María aparece como fruto de su
participación en la redención.
c. Perfecta discípula de Cristo (dimensión profética)
El tercer fundamento que presenta el Ritual resulta muy sugerente: ella
es Reina porque es “perfecta Christi discipula”. El argumento es el siguiente:
al discípulo de Cristo se le promete la “corona de gloria” (1 Pe 5,4; cfr. 2 Tim
4,8, St 1,12; Ap 2,10). Pues bien, santa María fue discípula perfecta por su
unión a Cristo en la fe, la esperanza y el amor. Por ello, fue asunta al cielo y
coronada como Reina.
Señala Calabuig25 que en el trasfondo del Ritual de 1981 está el
Salmo 8, que canta la creación del hombre: “lo has coronado de gloria y
dignidad”. Ya la carta a los Hebreos lee este texto en sentido cristológico,
contemplando a Jesucristo coronado de gloria precisamente en su pasión:
“Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos
24. Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 58.
25. I. M. Calabuig, “Maria ancella incoronata partecipe della gloria del signore risorto.
Prospettive della liturgia romana rinnovata”, en G. Conti - G. D’onorio de Meo (dir.),
Maria serva del signore incoronata di gloria. Atti dell’11º Colloquio internazionale di mariología,
Ed. Monfortane, Roma 2002, pp. 98-99.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
ahora coronado de gloria por su pasión y muerte” (Heb 2,9). El autor de
la carta a los Hebreos considera que el “hombre” del que habla el salmo 8
es Jesucristo que, según su naturaleza humana, asumida por el Verbo, es
“un poco inferior a los ángeles”, pero según su condición divina, por su
fidelidad al Padre incluso asumiendo la muerte, ha sido glorificado. Este
mismo esquema se aplica análogamente a María que, por su fidelidad al
proyecto de Dios, ha pasado de la condición de mujer humilde y pobre
a la de discípula plenamente partícipe de la gloria de Cristo. La sierva
obediente es la reina.
El Ordo especifica los motivos por los que María es discípula perfecta
inspirándose en los nn. 56-58 de “Lumen Gentium”: asintió al plan de Dios,
vivió en peregrinación de fe, estuvo a la escucha de la Palabra, se unió a su
Hijo en la cruz, perseveró en oración con la Iglesia e intensificó su amor a
Dios. La perfecta obediencia a la voluntad del Padre y el seguimiento perfecto
de Cristo, sitúan a María en una posición eminente entre los discípulos, que
también esperan “la corona de gloria que no se marchita” (1 Pe 5,4).
Estamos ante la “dimensión profética” de la realeza de María, porque
para el creyente la participación en el señorío de Cristo, realizado ya en
la Madre, se presenta como esperanza. La dignidad regia de María es un
anticipo de lo que llegará a ser el discípulo fiel.
d. Miembro supereminente de la Iglesia (dimensión eclesial)
El cuarto motivo prolonga la anterior contemplación de María como
discípula y la pone en relación con la Iglesia. Recurriendo a una preciosa
expresión de san Agustín, que asumió “Lumen Gentium” 53 se llama a
María “supereminens Ecclesiae membrum”26. Para comprender bien el título
de “María reina” debemos considerarla inserta en un pueblo regio. María
forma parte de un pueblo de sacerdotes y reyes (Cfr. 1 Pe 2,9; Ap 5,10).
Ahora bien, ella ocupa un lugar preminente en este pueblo, según indican
los “Praenotanda”, por un doble motivo: por su misión (“por el singular
ministerio a ella encomendado”) y por su santidad (“por la riqueza de
virtudes y plenitud de gracia”).
26. El texto de san Agustín en Sermo de verbis ev. Mat 12, 25, n. 7 (PL 46, 938).
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FRANCISCO CONESA
Se invita, pues, a contemplar la realeza de María no de una manera
aislada, sino en conexión con la Iglesia, y especialmente, con los santos. En
este sentido, los textos litúrgicos la ensalzan como “reina de los santos”. Su
realeza está en relación con los demás miembros de la Iglesia.
Acaba diciendo el Ritual que “la gloria de la Santísima Virgen hija de Adán
y hermana de los hombres, no sólo honra al pueblo de Dios, sino que ennoblece
a todo el género humano”27. La realeza de María es gloria para la Iglesia pero
también para todos los hombres. En la letanía propia del “Ordo coronationis” se
llama a María precisamente “Decus humani generis”, honor del género humano28.
Como vemos, el Ritual ofrece un resumen claro de la fundamentación
teológica de la realeza de María apoyándose en los argumentos tradicionales
(maternidad y corredención) y contemplándolos en relación con la Iglesia
(María como discípula y como miembro de la Iglesia).
4. El significado del acto de coronación a la luz del “Ordo
coronationis”
Todo rito litúrgico es siempre una celebración del Misterio de Dios,
Trino y Uno. También la coronación de una imagen de santa María es
celebración del misterio de Dios. Lo hace fijándose en un aspecto particular
del mismo: la exaltación de María, la esclava del Señor. Vamos a profundizar
en el significado de la coronación a la luz de los textos que se contienen
en el “Ordo”; los miramos en conjunto, sin especificar a cuál de las tres
modalidades del mismo pertenecen los textos. Ello nos ayudará a comprender
el significado del acto de coronar.
a. Profesión de fe en la realeza de Cristo y de María
El rito de Coronación es todo él una expresión de fe, una auténtica “professio
fidei” en la realeza de Cristo y de María. En el núcleo de la plegaria de bendición,
que es el texto eucológico más significativo del Ritual, se dice: “Mira, Señor,
27. En este punto el Ritual se remite a Pablo VI, Ex. Ap. Marialis Cultus, 56.
28. RC n. 41.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
benignamente a éstos tus siervos que, al ceñir con una corona visible la imagen
de Cristo y de su Madre (o bien: la imagen de la Madre de tu Hijo) reconocen en
tu Hijo al Rey del universo e invocan como Reina a la Virgen María”29.
Todo el rito de Coronación realiza, en primer lugar, una vigorosa profesión
de fe en la realeza de Cristo. En la oración de bendición se exalta a Cristo
como Rey30 y en las peticiones se pide ser congregados en su reinado31. En
las preces sugeridas para cuando se une la celebración a las vísperas, todas
las invocaciones comienzan así: Cristo, nuestro rey; Cristo, príncipe de la
paz; Cristo, heredero de todo; Cristo, Juez eterno; Cristo, Mediador entre
Dios y los hombres; Cristo, salvador de los hombres32. Ahora bien, Cristo
es verdaderamente rey cuando es levantado sobre la tierra: “desde el madero
de la cruz inauguró su reino, fundado sobre el amor y la mansedumbre”33.
Unida a la realeza de Cristo está la de María. El rito de coronación es
reconocimiento de esta realeza, que depende totalmente de la de Cristo. De
manera sintética lo indica el ceremonial de Obispos: “con esta celebración los fieles
confiesan que la bienaventurada Virgen María fue elevada en cuerpo y alma a la
gloria celestial y que con toda razón se la debe tener e invocar como a Reina”34. El
rito es, pues, una “confessio fidei” en María Reina y celebra la exaltación de María
a la gloria de Cristo resucitado. Pretende actualizar litúrgicamente la coronación
de María, que es el punto culminante de su participación en la gloria.
b. Celebración del misterio pascual
La liturgia cristiana celebra y anuncia siempre el misterio de Cristo y
“principalmente el misterio pascual, por el que Cristo realizó la obra de
nuestra salvación”35. En consecuencia, también el rito de coronación tiene
como centro la celebración el misterio pascual. Con razón dice Calabuig que
29. RC n. 15.
30. Cfr. RC n. 15.
31. Cfr. RC n. 18.
32. RC n. 30.
33. RC n. 22.
34. Congregatio pro Culto Divino, Caeremoniale episcoporum, Typis Polyglotis Vaticanis,
Vaticano 1984, n. 1033.
35. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1.067. Recoge doctrina de Concilio Vaticano II,
Cons. Dogm. Sacrosanctum Concilium, 5.
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“el misterio pascual es el acontecimiento que el rito celebra, al cual reenvía,
del cual depende, del que procede su valor y significado”36.
En la presentación del misterio de Cristo muerto y resucitado, el ritual
tiene como fuente de inspiración el cristológico de Filip 2,6-11, que pone
de relieve la dialéctica de rebajamiento y exaltación. En la plegaria de acción
de gracias e invocación se canta la humillación y exaltación de Jesucristo,
el “Verbo encarnado” que “voluntariamente se rebajó hasta la muerte de
cruz” y ahora resplandece de gloria “como Rey de reyes y Señor de señores”37.
A la humillación de Cristo responde el Padre elevándolo como “Kyrios” y
otorgándole una soberanía ilimitada38.
La vida cristiana consiste principalmente en tener los sentimientos
de Cristo (Filip 2,5), conformándonos a Él (cfr. Rom 8,29) e imitando su
rebajamiento en la esperanza de la victoria. Junto a Jesucristo, el Dios del
cielo y la tierra ha dejado un “ejemplo sublime” en la Virgen Madre. Porque
ella, “que quiso llamarse tu esclava”, ahora “reina gloriosamente con su
Hijo”39. El reinado de María es consecuencia de su asociación al misterio
pascual de Cristo, que alcanza su cumplimiento en la asunción al cielo, por
el que ella fue plenamente configurada con su Hijo y participa de su gloria.
Este esquema rebajamiento-exaltación, que expresa el misterio pascual
por ella celebrado y vivido, está muy presente en la liturgia mariana.
El prefacio IV de santa María Virgen dice: “Ella, como humilde esclava,
acogió tu palabra... y ahora brilla en nuestro camino como signo de consuelo
y de firme esperanza”. Y en la “Misa de santa María esclava del Señor” se
subraya también este hecho: “has ensalzado como Reina junto a tu Hijo a
quien se proclamó tu humilde esclava” (prefacio); “Dichosa eres, Virgen
36. M. Calabuig, “Significato e valore del nuevo Ordo coronandi imaginem Beatae Mariae
Virginis”, en Notitiae 17 (1981), 283. Sigo a este autor en esta explicación.
37. RC n. 15.
38. Comenta en este contexto Filip 2, 6-11 S. de Fiores, “La vicenda di Maria dal servizio del
Signore alla corona di gloria”, en G. Conti - G. D’onorio de Meo (dir.), Maria serva del
signore incoronata di gloria. Atti dell’11º Colloquio internazionale di mariología, Ed. Monfortane,
Roma 2002, pp. 117-123.
39. RC n. 15. En esta línea, Cantalamessa hace una paráfrasis del himno paulino aplicándolo
“con las debidas diferencias” a María, que sin retener para sí su cercanía a Dios, se despojó
de toda pretensión y por eso Dios la ha exaltado (R. Cantalamessa, María, espejo de la
Iglesia, Edicep, Valencia 2004, pp. 170-171).
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
María, / que te proclamaste esclava del Señor; / ahora, glorificada sobre los
coros de los ángeles, / la Iglesia te saluda como Reina del cielo” (aleluya)40.
La oración de bendición invita finalmente a los fieles a insertarse en
el misterio pascual, viviendo ellos también esta actitud de abajamiento,
mediante el servicio y abnegación para ser también un día “elevados a las
alturas del cielo” y recibir la corona de gloria.
c. Proclamación del “admirable designio” de Dios, que exalta al que
se humilla
El rito de la Coronación es, en cierta manera, un comentario al Magnificat,
porque constantemente reitera que Dios exalta a los que se humillan. Una
de las expresiones más repetidas a lo largo del Rito es “sierva del Señor”,
“ancilla Domini”. Es –en palabras de Calabuig– “una eficaz traducción en
símbolos e imágenes del contenido del Magnificat, glorificación de Dios que
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”41.
La oración de acción de gracias comienza precisamente bendiciendo a Dios
“que con tu misericordia y tu justicia dispersas a los soberbios y enalteces a los
humildes”42. Se trata de un “admirable designio” de la providencia divina, es decir,
de una manifestación del señorío de Dios. Este designio divino se ve realizado de
manera ejemplar en la existencia de Jesucristo y de María. En la oración, se subraya
también el carácter voluntario y libre de esta humillación. Jesucristo se rebajó
“voluntariamente” hasta la muerte; también María “quiso llamarse” esclava.
El P. Millán Romeral ha destacado que la coronación de María conecta
con la idea, que ya aparece en el antiguo testamento, de que Dios corona
al humilde, pequeño y misericordioso43. El salmo 149 proclama a Dios que
40. Congregación para el Culto Divino, Misas de la Virgen María (1987), Misa 22,
Coeditores litúrgicos, Barcelona 1998. El prefacio de la Misa 29, de santa María Reina
del universo, está inspirado en la plegaria de acción de gracias del Rito de Coronación
(cfr. J. M. Canals, “La Virgen María Reina del Universo. Formulario nº 29 de las Misas de
la Virgen María”, en Ephemerides Mariologicae 46 (1996), 533-552).
41. M. Calabuig, “Significato e valore del nuevo Ordo coronandi imaginem Beatae Mariae
Virginis”, en Notitiae 17 (1981), 324.
42. RC n. 15.
43. F. Millan Romeral, “Et humiles ornat (Sal 149,4). Una reflexión sobre la coronación de
imágenes de la Virgen”, en Fonte 2 (2005), 106-110.
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“adorna con la victoria a los humildes” y el salmo 103 invita a vivir en la
confianza en Dios que “colma de amor y de ternura”. La corona de espinas
que Jesús llevó podría significar, en un segundo nivel de lectura, que Dios
corona al hombre que entrega su vida por amor, al nuevo Adán obediente
hasta la muerte. El nuevo testamento señala que esa corona de los humildes,
que Cristo recibió en su pasión, puede ser recibida por todo cristiano que se
incorpora a la kénosis de Cristo. María es coronada precisamente porque se
asocia a la humillación de Cristo.
A lo largo del rito se pone particular relieve en la humildad de la Virgen.
Las letanías la cantan como “Virgen pobre y humilde, Virgen sencilla y
obediente”44. La corona que se ciñe sobre la cabeza de María no debe hacernos
olvidar la verdad de su realeza, que es la de una mujer que vive en la pobreza
y en la vida ordinaria de la Palestina de su tiempo. “Sólo a condición de ser
sierva de Dios y de la humanidad –escribe de Fiores– María recibe la corona
de la vida, del honor y de la inmortalidad”45.
A los fieles se les invita a seguir este camino “buscando la humildad
en la tierra”46 para que lleguen a ser coronados en el cielo. El rito de
coronación conecta de manera clara la dignidad regia con la humildad y,
de esta manera, reconoce también que esta dignidad corresponde a todo
el pueblo de Dios.
El reconocimiento del destino glorioso de la sierva humilde es motivo
de alabanza y acción de gracias al Padre. Contemplar a la humilde esclava
transformada en reina glorificada nos hace estallar en una doxología y
confiar más plenamente en las promesas divinas. Por otra parte, el gesto de
coronar tiene también un significado profético para nuestro mundo: Dios
sigue prefiriendo a los pobres y sencillos, a los humildes de corazón. Ellos
serán exaltados; ellos son bienaventurados, aunque sean despreciados por los
poderes de este mundo.
44. RC n. 41.
45. S. de Fiores, “La vicenda di Maria dal servizio del Signore alla corona di gloria”,
en G. Conti - G. D’onorio de Meo (dir.), Maria serva del signore incoronata di gloria. Atti
dell’11º Colloquio internazionale di mariología, Ed. Monfortane, Roma 2002, p. 127.
46. RC n. 15.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
d. Crecimiento en la vivencia del amor y de la misericordia
El rito de coronación desea propiciar también unas actitudes en el
cristiano que festeja la dignidad real de María, invitándole a entrar a formar
parte junto con ella del reino de Cristo mediante el servicio y el amor. Es un
tema presente en todo el rito y especialmente patente en la monición que se
propone cuando la coronación se une al rezo de vísperas o a una celebración
de la palabra. En esta monición inicial se explica el “sentido último” del rito
de esta manera: “Este rito, si nos fijamos en su sentido, será para nosotros
una lección de aquella doctrina evangélica según la cual son los mayores en
el reino de los cielos los que supieron ser los primeros en el servicio de los
demás y de la caridad”47.
La monición continúa explicando la realeza de Cristo y de María en clave
de servicio. Jesucristo inauguró en la cruz un reino “fundado sobre el amor
y la mansedumbre”. Del mismo modo el reinado de María se realiza en el
amor y el servicio. Ella fue ante todo la Sierva del Señor; “fue aquí en la
tierra la humilde esclava del Señor”. Juan Pablo II nos dejó una preciosa
reflexión en la Enc. “Redemptoris Mater”, destacando la correlación entre
reinado y servicio:
“La que en la anunciación se definió como ‘esclava del Señor’ fue durante
toda su vida terrena fiel a lo que este nombre expresa, confirmando así que
era una verdadera ‘discípula’ de Cristo, el cual subrayaba intensamente el
carácter de servicio de su propia misión: el Hijo del hombre ‘no ha venido
a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos’” (Mt
20,28). Por esto María ha sido la primera entre aquellos que, ‘sirviendo
a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a
sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar’. Y ha conseguido
plenamente aquel ‘estado de libertad real’, propio de los discípulos de
Cristo: ¡servir quiere decir reinar!”48.
Al contemplar la realeza de Cristo y de María en conexión con el amor,
se invita también a los fieles a participar en esa dinámica. En efecto, los
fieles cristianos están destinados a reinar con Cristo, pero esta realeza,
47. RC n. 22.
48. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 41.
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como la de Cristo y la de María, se realiza en el amor y el servicio. En la
plegaria de bendición se pide también que los fieles que participan en el
acto “cumpliendo la ley del amor, se sirvan mutuamente con diligencia”49.
Para el Ritual el acto de coronación no es sólo una expresión de devoción
a María, sino que conduce también al deseo de hacer crecer el reino de
Dios, que es reino de perdón y de amor. En verdad la realeza de María es
sorprendente y paradójica, ya que se manifiesta en la humildad y el servicio,
en el amor y la gratitud.
e. Aliento de la esperanza en el destino de la humanidad
La coronación de una imagen de la Virgen proclama la participación
de María en el reino escatológico, que es objeto de esperanza para toda la
Iglesia. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen “en cuerpo
y alma a la gloria del cielo”, explica que fue “elevada (...) por el Señor como
Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor
de los señores (cfr. Ap 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte” (LG 59).
Asunción y realeza son dos momentos de la glorificación de María. Así los
contempla la plegaria de bendición: “ahora, exaltada sobre los coros de los
ángeles, reina gloriosamente desde el cielo”50.
La coronación de María se presenta para el hombre como símbolo de lo que
está llamado a ser. Como explica F. Millán: “en María encontramos la humanidad
redimida, reconocemos en Ella lo que la humanidad puede llegar a ser y está
llamada a ser. Es la humanidad coronada por la acción salvífica de Dios. Es
nuestro destino, nuestro futuro, nuestra vocación última”51. Es un tema que
también Juan Pablo II puso de relieve al comentar este misterio del Rosario:
“coronada de gloria, María resplandece como Reina de los Ángeles y los Santos,
anticipación y culmen de la condición escatológica del Iglesia”52. La corona
sobre la cabeza de María, que significa su participación en la gloria de Cristo
resucitado, es un símbolo elocuente del futuro que Dios reserva para sus fieles.
49. RC n. 15.
50. RC n. 27.
51. F. Millan Romeral, “Et humiles ornat (Sal 149,4). Una reflexión sobre la coronación de
imágenes de la Virgen”, en Fonte 2 (2005) 113.
52. Juan Pablo II, Carta Ap. Rosarium Virginis Mariae, 23.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
María representa a la humanidad redimida, que peregrina hacia el encuentro
con el Señor. Ella ha ingresado ya en la “nueva creación” (Mt 19,28) y nos precede
en el reino de Dios. La imagen de la corona indica en el Nuevo Testamento el
don escatológico de Dios a los creyentes, el premio por su fidelidad a Cristo, de
la victoria final53. La mujer del Apocalipsis tiene precisamente una corona de
doce estrellas sobre su cabeza (Cfr. Ap 12,1). Esa mujer es María y es también
toda la Iglesia, que espera ser coronada de gloria.
También en este aspecto, la coronación nos hace mirar hacia los hombres:
“coronemos a María –escribe Fernando Millán– pero coronemos también y
embellezcamos a la humanidad a la que ella representa, de la que forma parte,
a la que precede en el encuentro definitivo con el Padre. Colaboremos activa
e históricamente en esa gran coronación de la humanidad”54. La coronación
de una imagen de María tiene que ser una buena noticia, un grito de ánimo
para toda la humanidad. Nuestro destino es la vida en abundancia; este
destino se ha anticipado ya en María.
f. Invocación de María como “dispensadora de la piedad”
Por último, el acto de coronar una imagen de María es también un
modo de invocar la intercesión de María como Reina. En el cielo María,
ya glorificada, continúa con su tarea maternal, comenzada aquí en la tierra.
“Al disfrutar de la visión beatífica que le ha sido concedida por Cristo
glorificado, María tiene conciencia clara e intuitiva de su tarea maternal y
conoce íntimamente a todos los hombres en sus circunstancias individuales
y en sus tristezas y preocupaciones concretas. En el cielo, María se interesa
por cada uno de ellos. Y utiliza su amor maternal para socorrerlos, a fin de
que se cumpla plenamente el reino de su Hijo”55.
Aunque el Ritual incide especialmente en las razones de la realeza
de María, tiene también en cuenta el modo de ejercer esta realeza. En la
plegaria de bendición se dice que María “reina gloriosamente con su Hijo
53. Cfr. S. de Fiores, “Reina”, en S. de Fiores - S. Meo, E. Touron, Nuevo diccionario de
mariología, San Pablo, Madrid 2001, p. 1724.
54. F. Millán Romeral, “Et humiles ornat (Sal 149,4). Una reflexión sobre la coronación de
imágenes de la Virgen”, en Fonte 2 (2005), 114.
55. E. Schillebeeckx, María, Madre de la redención, Ed. Fax, Madrid 1969, p. 177.
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intercediendo por todos los hombres como abogada de gracia y reina de
misericordia”56. Por esto, nada más realizar el rito de imponer la corona,
se sugiere cantar una antífona en la que se reconoce su realeza y se pide
su intercesión: “santa María, siempre virgen, Reina del mundo, intercede
por nuestra paz y salvación, tú que engendraste a Cristo, el Señor, Salvador
universal”57. Esta bella antífona, que procede del siglo XI, expresa en su
verso central la súplica y la confianza en la intercesión de la Reina: “Regina
mundi dignissima (...) intercede pro nostra pace et salute”.
El Obispo explica en la monición que realiza cuando se une la celebración
a las Vísperas, que santa María una vez que ha sido elevada al cielo, “no ha
dejado su tarea salvífica para con los hermanos de Cristo, sino que, solícita
de su eterna salvación, desempeña siempre el servicio de dispensadora de la
piedad y reina de amor”58. Es un texto inspirado en Lumen Gentium 62:
“Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía
peregrinan y hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la
patria bienaventurada”. Incluso en el cielo, María no ha dejado la actitud
de servicio y amor respecto de los hombres. Es original, sin embargo, del
Ritual, el título de “ministra pietatis” que aplica a santa María59, con el que
se evoca la función intercesora de María ante Dios. María “sirvió al misterio
de redención”60, y es por ello también servidora del “mysterium pietatis”
(1 Tim 3,16), dispensadora del misterio del amor de Dios.
Resumiendo, podemos decir que el rito de coronación celebra el misterio
pascual realizado en María, la humilde esclava, que ha sido exaltada por
Dios. Esta celebración nos pone en tensión teologal hacia Dios: aumenta
nuestra fe (en la realeza de Cristo y de María), acrecienta el amor a los demás
y alienta la esperanza en la victoria final.
56. RC n. 15.
57. RC n. 17.
58. RC n. 22.
59. Cfr. I. M. Calabuig, “Significato e valore del nuevo Ordo coronandi imaginem Beatae
Mariae Virginis”, en Notitiae 17 (1981), 290. Este título aparece posteriormente en el
prefacio de la Misa 39, de santa María Reina y Madre de Misericordia, Congregación
para el Culto Divino, Misas de la Virgen María (1987), Coeditores litúrgicos,
Barcelona 1998.
60. Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 56.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
5. Valoración pastoral del acto de coronación
Pasamos a considerar algunos aspectos pastorales. Ya los prenotandos
del “Ordo coronandi” contienen algunas valiosas indicaciones de carácter
pastoral. A la luz de la práctica de las coronaciones, también algunas Diócesis
han desarrollado una normativa específica para las mismas61.
a. Una manifestación de piedad popular hacia santa María
El rito de coronar una imagen de María es expresión de la devoción sincera
a la Madre de Dios y de la percepción de su misión en el plan de salvación.
El pueblo cristiano manifiesta mediante este rito sentimientos de alabanza
hacia santa María, de cariño hacia una imagen, particularmente ligada a la
vida de un pueblo o comunidad, de gratitud por haberles acompañado a lo
largo de los siglos. María reina aparece ante el pueblo como el símbolo de
una presencia constante, protectora, maternal y misericordiosa. Al venerarla
como madre y como reina gloriosa en el cielo, los fieles “están seguros de
que ella, llena de misericordia, intercede en su favor, y por tanto imploran
con confianza su protección”62.
El pueblo aplica con espontaneidad y casi intuitivamente el título de
“reina” a María, con el que expresa su conciencia de que vela por la Iglesia
y por el mundo63. Esta caracterización no aleja a María del pueblo, que
61. Tengo presentes las siguientes normas: A. Ceballos, Decreto “Normas diocesanas para
la coronación de imágenes de la Santísima Virgen María en la Diócesis de Cádiz y Ceuta”,
en Boletín Oficial del Obispado n. 2546 (mayo-junio 2004) 37-39; Juan del Río, “Decreto
por el que se regulan las coronaciones canónicas de las imágenes de la Santísima Virgen
María”, en Diócesis de Asidonia-Jeréz, Normativa diocesana de hermandades y cofradías,
Publicaciones del Obispado de Asidonia-Jeréz, Jerez 2004, parte III, cap. 8 (pp. 90-92);
Diócesis de Málaga, “Criterios para la coronación canónica de imágenes, aprobados por
el Consejo Episcopal (11/10/1999)”, en http://www.diocesismalaga.es/index.php?mod=co
ntent&secc=view&id=2010102504 (consultado 30/3/2012); Diócesis de Ciudad Real,
“Normativa diocesana para hermandades y cofradías”, cap. 3, en BOO (2001) 570-571;
Diócesis de Jaén, “Decreto sobre coronaciones de imágenes de la Santísima Virgen María
(31/3/2008)”, en Boletín Oficial Eclesiástico (enero-febrero-marzo 2008) 45-47.
62. Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, Directorio
sobre la piedad popular y la liturgia (17/09/2001), n. 186.
63. Cfr. J. M. Arnáiz, “María en la piedad popular. Entre la perplejidad y la creatividad”, en
Ephemerides Mariologicae 46 (1996), 503-529.
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nunca separa el título de “reina” de su condición de “madre”. Es una reina
en la que se confía y a la que se dirigen las súplicas, sabiendo que siempre
escucha. El símbolo de María reina va unido a la misericordia y al perdón.
Es reina cercana a todos y especialmente a la gente sencilla. María reina es
querida por todos. Su memoria tiene un fuerte poder de convocación para
nuestro pueblo.
Esta religiosidad no puede despreciarse como algo inútil desde el
punto de vista pastoral. Ciertamente, existe un grave peligro de excesos
y desviaciones. Son frecuentes las ceremonias ampulosas y anacrónicas,
desligadas del contexto social en que se realizan; a veces da la impresión de
una exaltación excesiva de santa María, hasta hipostasiarla separándola de
Cristo y de la Iglesia; se corre también el peligro de quedarse en lo superficial
y externo, evadiendo todo compromiso con el mundo. El título de “reina
del cielo” o “reina del mundo” puede alejar la existencia de María de la vida
de los hombres. Pero es de justicia reconocer que la piedad popular expresa
también el “sensus fidei”, que capta de un modo original a María como reina
y madre.
La reflexión teológica deberá contribuir a que la piedad mariana se renueve
–tal como señaló la Ex. Ap. Marialis Cultus64– profundizando en las raíces
bíblicas, antropológicas, litúrgicas y ecuménicas del culto a María y evitando
de esta manera una piedad sentimentalista y vacía, que no es culto agradable
al Señor. En concreto, las coronaciones de imágenes deberán tener en cuenta
que el verdadero centro de todo el culto cristiano es Jesucristo. Como señala
el “Directorio sobre la piedad popular”, el principio fundamental por el que
ha de regirse la piedad mariana es que debe reconducir al cauce del único
culto que tiene en Cristo su plena expresión65. Encontrarse con María reina
64. Pablo VI, Ex. Ap. Marialis Cultus, Parte II (nn. 24-39). Estas orientaciones para renovar
la piedad mariana fueron muy tenidas en cuenta en la revisión del “Ordo coronationis”.
También el Concilio Vaticano II denunció la devoción mariana puramente exterior y
desencarnada en un texto muy claro, que conviene tener presente: “la verdadera devoción
no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino
que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de
Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes”
(Concilio Vaticano II, Const. Dogm. Lumen Gentium, 67).
65. Cfr. Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos,
Directorio sobre la piedad popular y la liturgia (17/09/2001), n. 186.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
tiene que terminar siempre siendo un encuentro con Dios en Cristo. Otro
aspecto importante es no desligar a María de la vida de la Iglesia. Hay
que conseguir conectar a María reina con las actitudes básicas de la vida
cristiana, lograr que estas celebraciones ayuden a evangelizar y a formar la
propia fe. Finalmente, es necesario conectar el culto con la vida, pasando
de los meros sentimientos al compromiso firme en la transformación del
mundo.
Las coronaciones marianas suelen ser actos masivos en los que se
aclama a María como señora y patrona de un lugar o de unos fieles. Este
acto litúrgico es ocasión para renovar el deseo de entrar en el reino, para
intensificar la fe en la vida eterna y para impulsar gestos de misericordia
y de perdón.
b. La determinación de coronar una imagen de la Virgen
En los prenotandos del ritual se especifica que la decisión de coronar
una imagen de la Virgen corresponde “al Obispo de la Diócesis,
juntamente con la comunidad local”66. Se entiende que el acto de
coronación es una celebración de toda la Iglesia local (una ciudad, una
región, una Diócesis). Por ello es precisa la intervención de la “comunidad
local”, que expresa su deseo, y el juicio del Obispo. Es responsabilidad
del Obispo considerar todas las circunstancias que concurren en una
petición (legitimidad de las motivaciones, conveniencia,...). Ahora
bien, el Obispo debe actuar “una cum communitate locale”; con ello se
subraya la comunión que debe existir entre los fieles y el Obispo en la
decisión. A continuación, el ritual ofrece unos criterios para ayudar a
tomar la decisión.
1. El acto de coronación de una imagen tiene un carácter en cierto
sentido extraordinario, por lo que debe ser reservado a aquellas imágenes
–dicen los prenotandos– “que por la gran devoción de los fieles, gocen
de cierta popularidad”67. El rito perdería su significado si se reiterara
con frecuencia; por ello se restringe a las imágenes más veneradas por los
66. RC n. 6.
67. RC n. 6.
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FRANCISCO CONESA
fieles. En el decreto de promulgación del “ordo” se habla de “imagines
veneratione insignes”68.
Un criterio, por tanto, para discernir la conveniencia de coronar la
imagen será comprobar que existe verdaderamente una veneración de esa
imagen, que los fieles acuden con fe y confianza (“cum fiducia”) ante la
imagen y que lo hacen con cierta regularidad. Las normas de las distintas
diócesis españolas insisten en que debe constar que “la devoción en torno
a la imagen es realmente destacada, y por encima de lo habitual, tanto
por su intensidad como por su tiempo y extensión” (Cádiz y Ceuta), “que
quede claro que es toda la población la que lo solicita, y que la devoción
es vínculo de unión entre los fieles” (Jerez).
En algunos lugares, se ha difundido entre las Cofradías de Semana
santa la costumbre de solicitar la coronación canónica de la imagen de
María titular de la Hermandad, de manera que no resulta extraño que
los Obispos establezcan normas sobre las coronaciones canónicas en el
contexto de la legislación sobre las Cofradías. Se comprende, también,
las precauciones y restricciones que muchas Diócesis señalan a las
coronaciones, con el fin de evitar una multiplicación de las mismas,
que desvirtuaría su sentido: “que la advocación con este título esté
establecida en la diócesis desde tiempo inmemorial” (Málaga); “que se
demuestre la “popularidad” de la devoción, de tal forma que es vivida y
manifestada durante todo el año y que se irradia al menos al ámbito del
territorio parroquial” (Málaga).
2. El ritual contempla un segundo criterio para determinar si una
imagen debe ser coronada: “que el lugar donde se veneran haya llegado
a ser la sede y como el centro de un genuino culto litúrgico y de activo
apostolado cristiano”69. Parece que se está pensando de manera especial
en los santuarios marianos, que son verdaderamente centros de culto a los
que acuden numerosos fieles en peregrinación. Se habla también de que
sea centro de apostolado activo, desde el convencimiento de que el culto
auténtico va unido a la acción apostólica.
68. Esta expresión ya está presente en Pío XII, Enc. Ad coeli reginam, 12.
69. RC n. 6.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
Con el fin de comprobar esta realidad, algunos Obispos piden que se presente
un informe detallado sobre el lugar en el que se venera la imagen “su historia
y valor, qué culto se le tributa a la imagen, qué apostolado mariano se realiza”
(Cádiz, Jerez); se pide también la “participación de los fieles en esta devoción
durante el año y no sólo en su fiesta titular” (Jaén).
c. Las catequesis preparatorias
Una vez decidido que se realizará el rito, se han de tener unas catequesis
de preparación, en las cuales “se ha de instruir sobre su significado y sobre el
carácter exclusivamente religioso, para que puedan participar con fruto en
la celebración y sepan entenderla debidamente”70.
Que el ritual pida instruir a los fieles para que participen con
fruto de esta celebración, es la recomendación habitual en los textos
postconciliares. Por otra parte, no olvidemos que, en su origen, las
coronaciones venían a culminar varias jornadas de predicación, una
especie de misiones populares. Para aplicar esta recomendación
del ritual, la mayoría de Diócesis pide que, quienes promueven la
coronación, presenten un plan detallado de actividades catequéticas,
formativas y litúrgicas. En algunos lugares se pide incluso preparar un
“plan de evangelización” (Málaga).
Llama la atención que la Iglesia recomiende explicar “el carácter
exclusivamente religioso” del rito. Parece que la Iglesia es consciente de
que en una celebración como la coronación se pueden entremezclar muchos
elementos identitarios o culturales que provocarían una mala comprensión
de lo que se celebra. Para evitar, abusos, algunos Obispos piden instruir “a
los fieles sobre el significado y carácter exclusivamente religioso de estos
actos, evitándose los que tengan otro alcance” (Jaén). El Obispado de Ciudad
Real, por su parte, da la siguiente norma: “Dado el carácter exclusivamente
religioso del rito de la coronación de una imagen de la Virgen, se evitarán
todas las manifestaciones que puedan oscurecerlo (nombramiento de la
Virgen como alcaldesa, imposición de condecoraciones, entrega de bastones
de mando...)”.
70. RC n. 6.
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FRANCISCO CONESA
d. El compromiso social
Con el fin de expresar la unidad de culto a Dios y amor al prójimo, casi
todas las Diócesis recomiendan vincular la coronación de una imagen de
la Virgen a alguna obra de tipo social. En algunos lugares se habla de una
“corona social” (Orihuela-Alicante, Getafe, Santander, Zaragoza, Cartagena,
entre otros). Recordemos que el sentido social está vinculado a esta celebración
desde sus orígenes en las actuaciones del capuchino Jerónimo da Forli.
Aunque el ritual no indica específicamente este gesto, se trata de un
signo que expresa con claridad lo que se celebra litúrgicamente: que Dios
exalta a los humildes, que escucha a los pobres siendo santa María un signo
de ello. Coronar a una imagen de María lleva consigo el compromiso de vivir
como ella un camino de misericordia, de donación sin condiciones. En las
nuevas letanías que propone el Ritual para cuando la Virgen es coronada en
una celebración de la Palabra, se llama a santa María, “reina de la caridad”
y “reina de la misericordia”. La realeza de María es en la caridad, que es la
virtud fundamental e indispensable del discípulo de Cristo.
La “corona social” resulta por ello educativa y ayuda a comprender que el
rito debe conducir a que la comunidad que celebra crezca en el compromiso
con los pobres. La devoción mariana debe tener un sentido liberador,
conduciendo a crecer en el trabajo por los más desfavorecidos.
e. Sobriedad y autenticidad de la celebración
Cuando se refieren a la corona de la Virgen, los prenotandos explican
que debe estar hecha de una materia “apta para manifestar la singular
dignidad de la Santísima Virgen”. Con ello se quiere preservar la
autenticidad del signo: que esté confeccionado de manera que ayude a
significar la realeza de María. Pero el ritual añade una recomendación muy
sensata: “sin embargo, evítese la exagerada magnificiencia y fastuosidad,
así como el deslumbramiento y derroche de piedras preciosas que desdigan
de la sobriedad del culto cristiano o puedan ser algo ofensivo a los fieles,
por el bajo nivel de vida”71.
71. RC n. 7.
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SIGNIFICADO DEL RITO DE CORONACIÓN DE UNA IMAGEN DE LA VIRGEN
Estos dos criterios, autenticidad y sobriedad, pueden ser extensibles
a toda la celebración y así aparece en las legislaciones diocesanas. “Tanto
los actos litúrgicos y sociales como la materialidad de la misma corona,
deben ser marcados por un criterio de austeridad”, dice el Obispado de
Málaga. Las diversas normas y orientaciones diocesanas suelen indicar
que la Delegación de liturgia de la Diócesis debe supervisar la ceremonia
(Jerez, Málaga, Jaén).
En Cádiz se concreta más pidiendo que se presente “el proyecto
de la celebración, en la que se indicará el lugar, la fecha y aquellos
elementos que hagan posible la sencillez y austeridad del acto, así
como la participación de los fieles, que deberá remitirse al Secretariado
Diocesano de Liturgia”.
Recordemos que el Rito de coronación insiste en que es exaltada la que
se ha humillado; lejos del aparato y la pompa, subraya la humillación de
María. El acto de coronación, como expresión de la fe, debe respetar este
sentido, evitando todo triunfalismo.
f. Conexión del rito con la vida cristiana
El gran reto pastoral es conectar el rito con la vida cristiana, de manera
que no aparezca como una celebración aislada de la vida cotidiana. Para
coronar una imagen de la Virgen se requiere, como hemos dicho, que sea
una imagen singular, que se prepare con unas catequesis, que se tenga un
gesto social; pero, sobre todo, lo que se requiere es que los que solicitan la
coronación y quienes participan en ella deseen de verdad vivir el Reino de
Dios. Quien corona una imagen de la Virgen es un discípulo de Cristo que
asume el reinado en el servicio. Coronar una imagen significa comprometerse
con los valores del reino de Dios.
Escribe el Apóstol a los filipenses: “hermanos míos queridos y añorados,
mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos” (Filp 4,1).
Apoyándose en este texto, se celebró hace unos años el centenario de la
coronación de la Virgen del Pilar (2005) con este lema: “Vosotros sois mi
corona”. En verdad, los cristianos que presentan una corona material para la
Virgen están llamados a ser verdaderamente su corona y alegría porque se
ponen al servicio del Reino de Cristo.
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Termino con la oración que concluye la súplica litánica y en la que se
recoge perfectamente el sentido del rito, que he intentado explicitar en estos
términos:
“Escucha, Dios misericordioso, las súplicas de tus siervos;
y, ya que hemos reconocido
en esta solemne celebración
a santa María, tu esclava,
como nuestra Madre y nuestra Reina,
concédenos que, sirviéndote a ti y a los hermanos
aquí en la tierra,
merezcamos ser recibidos en tu reino eterno”72.
Francisco Conesa
Facultad de Teología. Universidad de Navarra
Seminario Diocesano. Orihuela-Alicante
72. RC n. 41.
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