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Ética de Aristóteles
Ética a Nicómaco (Nicomáquea)
IES La Orden
Departamento de Filosofía 1
Introducción "
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La ética de Aristóteles está estrechamente ligada a la política, ya que para un
griego clásico no es concebible la felicidad al margen de la polis. Recordemos que el
propio Aristóteles define al hombre como un ζῷον: animal πoλίτικoν: social o político. El
individuo existe en función de la ciudad (primero está el todo y después las partes
-individuos-)
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Por otro lado, para una correcta comprensión del la ética aristotélica debemos
atender brevemente a su teoría sobre el alma y en general a su antropología. Aristóteles
concibe al hombre como una única substancia y como tal compuesta de materia y forma.
El alma es la forma del cuerpo, su esencia, su naturaleza. Como forma, el alma es el
principio más radical de toda la actividad del ser vivo y en último término no es nada
distinto a esas funciones. Aristóteles nos lo dice de un modo muy expresivo: “si el ojo
fuese un animal, la vista sería su alma”. Por lo tanto cuerpo y alma no son separables. Un
alma sin cuerpo no es nada, como no es nada la visión separada de un ojo.
Esta doctrina aristotélica supone, evidentemente, la negación de la inmortalidad
del alma, y por tanto la adopción del punto de vista más frecuente en la época, del que
sólo se apartaban los pitagóricos y Platón.
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Mientras Platón distinguía tres partes en el alma, Aristóteles defiende la unidad del
alma y la sitúa por todo el cuerpo, no en partes concretas. La insistencia en la unidad total
del ser vivo implica que no es el alma la que siente o piensa, sino todo el ser humano
gracias al alma. Pero sí le asigna funciones al alma:
[1] Función nutritiva o vegetativa (incluye las funciones de crecimiento, nutrición y
reproducción);
[2] Función sensitiva (superior, de la que derivan la función apetitiva, los deseos, las
percepciones y la función motriz);
[3] Función pensante (tiene la capacidad de pensar y entender. Incluye dos principios,
uno activo [entendimiento agente] y otro pasivo [entendimiento paciente].
El alma vegetal posee sólo la primera, el animal también la segunda, y el alma intelectiva
humana las tres.
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La ética de Aristóteles es en el fondo la explicación finalista del desarrollo
excelente -ἀρετή- de esas funciones del alma.
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Ética "
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"La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para
nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. !
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La ética, en general, se ocupa de estudiar la justificación racional de las normas
morales que rigen la conducta humana. Y como hemos visto parte siempre de una
determinada concepción del ser humano, es decir, de una antropología, referida a un
contexto histórico y humano determinado.
Las ideas más representativas y elaboradas de la ética aristotélica las
encontramos en su obra Ética a Nicomáco, o, mejor, Ética Nicomáquea. Se trata de una
ética «eudemonista», "εὐ" bueno y " δαίµων daimon" decir, una ética que concibe que
que el fin último del hombre es la felicidad. Pero es también una ética de la virtud, el
medio por excelencia para alcanzar la felicidad.
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La felicidad: “Una golondrina no hace verano”"
Aristóteles comienza planteándose un problema en el que se adivinan las
discusiones que tenían lugar en el seno de la Academia platónica: Puesto que la moral
es el arte de “vivir bien”, ¿qué es "lo bueno" para el hombre? ¿Cuál es el Bien supremo,
el fin último de todos sus actos? Todo el mundo está de acuerdo que consiste en la
felicidad (eudaimonía). Pero el acuerdo es sólo aparente. Las diferencias comienzan en el
momento de determinar en qué consiste la felicidad y el bien supremo.
Aristóteles revisa y critica las distintas teorías que se discutían entre los discípulos
de Platón.
• El vulgo identifican la felicidad con el placer- Hedonismo-. Pero Aristóteles rechaza
esta definición porque se trata del mismo tipo de felicidad que buscan los animales, y el
fin último del ser humano tiene que desarrollar la esencia humana.
• Los más “refinados” que se dedican en general a la política opinan que la felicidad se
obtiene a través de los honores, pero Aristóteles cree que este no es un fin último,
sino que los honores se buscan como reconocimiento público de la virtud. Además
sería situar la felicidad en manos de los demás.
• Tampoco la riqueza puede ser el fin último, puesto que la riqueza no es un fin en sí
mismo, sino que se utiliza para obtener otras cosas distintas.La riqueza es un medio, y
convertir un medio en el fin último suele ser fuente de desdicha, no de felicidad.
• Finalmente Aristóteles rechaza también la posición platónica de la felicidad como la
contemplación “teórica” (científica) de la Idea de Bien. El bien no es una realidad única,
además la ética no puede ser abordada de un modo puramente teórico, hay que partir
de los hechos (empirismo moral): “en esta materia el principio es el hecho”
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La felicidad, el bien último del hombre, sólo puede ser, según Aristóteles, la virtud,
en el sentido de “areté” (excelencia), esto es, de desarrollo pleno de su esencia. Y lo
peculiar de la esencia del hombre respecto a otros seres vivos es el alma exclusiva de los
seres humanos, esto es, el alma racional. La felicidad del hombre es por tanto obtener
conocimiento. Esto no excluye la obtención de otro tipo de bienes. Aristóteles declara que
para lograr la felicidad es imprescindible disponer de suficientes bienes externos, aunque
estos no constituyan el fin último. El hombre es alma racional, pero no es sólo eso: tiene
que atender a todas las partes que componen su esencia. Aunque la virtud más
importante corresponde al alma racional, cada tipo de alma tiene su propia areté.
La areté del alma vegetativa consiste en la correcta realización de las funciones
básicas de nutrición, crecimiento y reproducción, y puede equipararse a la salud y el vigor
físico. Esta areté es común a todos los seres vivos. Sin embargo en la areté del alma
sensitiva, cuya función es el apetito (o sea, el deseo) y el movimiento, Aristóteles
encuentra una elemento específicamente humano, ya que, aunque este alma es irracional
en sí misma, puede ser controlada por el alma racional (puedo controlar mis deseos y los
actos que derivan de ellos). A las virtudes del alma sensitiva las denomina Aristóteles
virtudes éticas
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«La felicidad es la actividad del alma dirigida por la virtud. [...] La vida de las personas
virtuosas no necesita el placer como un accesorio: el placer lo hallan en sí mismas, pues
las acciones virtuosas son agradables por sí mismas. [...] Pero es evidente que la
felicidad no puede prescindir de los bienes exteriores»
(Ét. Nic. I, 8 y 10)
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Al final de la Ética a Nicómaco Aristóteles afirma que la actividad más propia del
ser humano y la que mayor felicidad le proporciona es la contemplación teórica, la
sabiduría. Así, el empirismo ético conduce a Aristóteles a una postura ecléctica: la
felicidad consiste en unir sabiamente la virtud, la contemplación y los bienes exteriores.
Será buena toda acción que conduzca al fin del ser humano, y mala toda la que lo
obstaculice o se oponga a él. Bien es aquello a lo que tienden todas las cosas por
naturaleza. Nos encontramos, una vez más, con el finalismo aristotélico.
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La virtud (αρετη, areté)"
Significa, literalmente, excelencia, mérito, perfección, inteligencia, fuerza,
energía, nobleza de ánimo, generosidad, alteza. Es una disposición del alma, una
capacidad y aptitud permanente que inclina a comportarse de una manera determinada.
No tiene nada que ver con el intelectualismo socrático, que identificaba virtud con
conocimiento. Aristóteles da a la voluntad mucha importancia en relación con la virtud.
La conducta sólo será justa o buena si el individuo actúa a sabiendas y mediante una
decisión consciente, firme e inquebrantable, decide acometer una acción por sí misma. La
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virtud incluye conocimiento, voluntad firme y una elección reflexiva de los medios
necesarios para llevar a cabo una acción.
La virtud se adquiere mediante el ejercicio (poniéndola en práctica) y el hábito
(éthos): «para que un hombre se haga justo es necesario que practique la justicia». De
esta manera Aristóteles rechaza que seamos virtuosos por naturaleza (de nacimiento) o
mediante aprendizaje. La virtud es el modo de ser de una persona, expresado a través de
sus acciones («praxis»). Cuando se convierte en hábito, la virtud expresa la manera de
ser de una persona en relación con la realidad que le rodea: es su modo de estar en el
mundo, en la política, en la economía, en la cultura y en el Estado. Es su actitud ante el
dinero, la familia, el Estado y la felicidad. –su carácter Aristóteles afirma que la virtud consiste en un término medio, un equilibrio entre
dos extremos igualmente viciosos y alejados de la virtud. P.ej.: el valor es un "justo
medio" entre el miedo y la temeridad. En relación con el bien y la perfección, la virtud se
halla en el punto más alto. Aristóteles señala que ese término medio no puede
establecerse en abstracto o en general, sino de acuerdo con las circunstancias de
cada uno. En cada caso, el individuo sensato y prudente sabrá escoger el justo medio.
Con estos elementos apunta una definición precisa:
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«La virtud es, pues, una disposición selectiva que consiste en un término medio respecto
a nosotros, definido por la razón y como lo decidiría un hombre prudente»
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(Ét. Nic. II, 6, 1106 b 36)
La referencia al término medio parece relacionada en Aristóteles con su
concepción del equilibrio universal, que hace del cosmos un todo ordenado y bello. El
cosmos muestra un orden establecido por una inteligencia superior, de manera que nunca
se pasa del frío extremo al calor ni viceversa, sino que hay una transición progresiva (la
primavera). Ni se pasa sin más del día a la noche, porque el atardecer constituye el
período intermedio. Este orden cósmico es el que el ser humano, un «microcosmos»,
debe tener como referencia para comportarse racionalmente. Este orden cósmico debería
tener también su reflejo en la pólis.
Aristóteles distingue, además, dos clases de virtudes: (a) morales (éticas) y (b)
intelectuales (dianoéticas), entre las que cita la prudencia (Φρόνησις phrónesis), la virtud
propia de una persona sensata; y la sabiduría (Σoφíα sofía), culminación de la vida
moral. En este sentido, la virtud es el cultivo de todas las cualidades personales, una
huida de la mediocridad. No es simplemente la repetición mecánica de actos o prácticas
virtuosos.
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