MAYO DE 1968: ENIGMA Y FIN DE UN TIPO DE REVOLUCIÓN Sergio de Zubiría* No es necesario ser un lector atento para comprender que el ciclo de la revolución se ha reabierto en el 68, alcanzando uno de sus puntos de más alta intensidad. Lo que era sólo una indicación en 1917, lo que las luchas de liberación nacional no han llegado a instaurar de un modo duradero, lo ha sacado a ¡a luz el 68 como posibilidad inmediata de la conciencia y de la praxis colectiva. T.Negri-EGuattari El carácter único e irrepetible de los acontecimientos históricos y las inevitables tensiones entre las miradas del historiador y los propios actores sociales del suceso, cargan de dificultades la aproximación a una fecha tan importante para el siglo s.f. y la cultura occidental, como es mayo de 1968. Por eso quisiéramos asumir este desafío en tres momentos, que necesariamente fragmentan la riqueza de dimensiones y consecuencias de este enigmático hecho de nuestra historia cultural, social y política: aludir sucintamente a sus posibles equívocos, sustentar una tesis bastante dubitativa, y comentar una posible interpretación sobre sus consecuencias en la concepción del poder y la revolución. Muchos son los terrenos que quedarían por indagar, pero también demasiadas nuestras propias limitaciones. LOS EQUÍVOCOS Múltiples fechas y sucesos históricos se van convirtiendo en simples lugares comunes', en tan sólo recursos para 'clasificar' o periodizar acontecimientos históricos, pero pierden en su trajinar la fuerza y vigor de sus inicios, así como también sus inconmensurables consecuencias para nuestro presente. Parece como si se fueran vaciando de contenido y el desgaste de sus usos debilitaran su promesa de libertad. Es difícil develar el dispositivo que esteriliza y segmenta estas fechas y sucesos; son demasiadas las estrategias que impiden la sedimentación de la memoria. El pensamiento y la cultura occidental del siglo XX han cargado de equívocos el significado y vitalidad futura de la experiencia de mayo del 68. Por esto es conveniente una cierta aproximación por medio de determinaciones negativas: qué no fue mayo del 68. En primer lugar, no fue un movimiento exclusivamente localizado en París, sino con elementos bastante similares tuvo expresiones en las más diversas latitudes. * Profesor, Departamento de Filosofía, Universidad de los Andes. 28 • Colombia Internacional 42 Polonia y la denominada primavera de Praga, en los países del "socialismo real"; las protestas en Alemania contra la llegada del Sah de Irán; las luchas contra el racismo y por los derechos civiles en gran parte de los Estados Unidos; la masacre de los estudiantes mexicanos; la oposición radical a las guerras colonialistas y el apoyo a los movimientos de liberación nacional; el surgimiento de las guerrillas en muchos países de América Latina y su paradigma en la del Che en Bolivia, son muestras del carácter muy genérico de dicho estado de ánimo de rebelión en una parte significativa de la población mundial. En segunda instancia, no puede identificarse como un movimiento exclusivamente estudiantil, aunque en muchos casos la protesta se inició por estos últimos, el apoyo de otros sectores muy relevantes de la población fue un rasgo típico de todas las revueltas. La autogestión obrero-estudiantil caracterizó la mayoría de las acciones. En tercera instancia, no pueden caracterizarse los métodos de protesta como formas violentas ni sus reivindicaciones como inmediatistas, porque si bien en París los primeros enfrentamientos recurren a las barricadas, la huelga general pacífica y las reivindicaciones antiproductívistas son lo que cohesiona y potencializa el movimiento. Herbert Marcuse, quien por esos días estuvo en Francia, lo describe así: El gas forzó a los estudiantes a dejar las barricadas y a huir. Tras ello la policía aparentemente disparó granadas incendiarias, con lo cual el fuego ganó las barricadas... la población del barrio simpatizó definida y decisivamente con los estu- diantes. Y desde las ventanas de los departamentos arrojaron a la policía todo tipo de objetos... De ningún modo esto concluyó las manifestaciones y la protesta. Su joven líder, Cohn-Bendít, que organizó las barricadas y estuvo en ellas todo el tiempo hasta las 6 de la mañana, hora en que la batalla callejera estuvo perdida, dijo: 'Ahora queda sólo una cosa por hacer; la huelga general'. Al lunes siguiente la orden de huelga fue seguida en un ciento por ciento ( Marcuse; 1969; p. 19). Se trataba de una protesta total contra carencias específicas, pero al mismo tiempo contra el sistema completo de valores y objetivos de la sociedad establecida. En cuarto lugar, hay que destacar un fenómeno por momentos paradójico, el movimiento no fue dirigido por la izquierda tradicional y aunque se presentaron rasgos importantes de espontaneidad, no puede considerarse una explosión simplemente espontaneísta. Aunque se respetaron profundamente los procesos espontáneos, existían teorías, filosofías y prácticas inspiradoras de esa espontaneidad; porque de alguna manera es necesario reconocer, que no es posible una espontaneidad que no tenga que ser ayudada un poco a fin de ser realmente espontánea. TESIS Y ENIGMA Tal vez, el momento en el siglo s.f. en que coinciden las críticas más radicales a los dos regímenes sociales existentes es mayo de 1968. El capitalismo en su forma de sociedad industrial avanzada y el socialismo del tipo burocratizado del éste son sometidos en los años sesenta a una crítica radical como en ningún momento de este siglo. Posiblemente allí esté la fuerza y también la imposibilidad de este movimiento; ésta es nuestra tesis. Mayo de 1968: enigma y fin de un tipo de revolución • 29 El rechazo a un socialismo burocrático convertido no en la superación del capital y del trabajo asalariado, sino en un alternativa de competencia socioeconómica al capitalismo; un socialismo que sigue otorgando al trabajo la finalidad de la exclusión de la humanidad y la naturaleza mediante los procesos de mecanización; la dolorosa evidencia de que la palabra "socialismo" puede estar también marcada por la infamia. La desnudez y dureza de este enfrentamiento contra el socialismo productivista conllevarán la profunda ambigüedad de la izquierda convencional ante los sucesos de mayo de 1968. La CGT y el Partido Comunista francés mantuvieron ante la protesta una posición de atracción y de vacilación. Por esto, es posible sostener que los partidos de izquierda de todas las latitudes han sido atravesados con profundidad por los efectos transformadores del movimiento de 1968. Desde entonces el conjunto de la vieja "política politiquera" no ha conseguido ya ocultar su rostro cadavérico. Las estructuras constitucionales e institucionales de los países desarrollados de Occidente y Oriente se encontraron doblemente amenazadas: desde el interior, a causa de su profunda inadecuación; desde el exterior, por la nuevas formas proletarias de la protesta, encarnadas en la masa inmensa de los excluidos y no-asistidos por ese tipo de sociedad, y por la multitud de minorías que la rechazaban activamente ( NegriGuattari; 1996; p. 40 ). La composición heterogénea de esta oposición obrero-estudiantil, planteaba una redefinición completa de lo que una sociedad socialista puede ser. Un socialismo, que en términos de H. Marcuse, expresa una nueva sensibilidad ("socialismo biológico" ) al estar bastante ligado a valores y necesidades instintuales como el rechazo a cualquier exceso represivo en la sociedad. Un socialismo que es físicamente incapaz de tolerar la ignominia, la crueldad, la destrucción y la agresión. Aun esa exclusión o explotación se origine en cualquier parte; si es la cultura y el arte hay que marchar contra ella (en los muros de la Sorbona se leía la máxima de los Beatles "Marchemos sobre Beethoven" si la cultura posee alguna complicidad en el marginamiento). La constante reivindicación de la imaginación está íntimamente ligada a esta liberación de la sensitividad humana. Los graffitti parisienses de la "imaginación al poder" reconocen que esa facultad imaginativa, muchas veces relegada al reino de la ficción, contiene y proyecta la posibilidad de un mundo sin opresión y enajenación. El poder de la imaginación consiste en que siempre redime las posibilidades emancipatorias de los hombres en sus sociedades concretas, porque ésta es memoria y promesa quebrantada de futuro. Las facultades humanas que han sido maniatadas y reprimidas necesitan ser politizadas. También la crítica al capitalismo en sus metamorfoseadas y veladas formas de opresión es central en mayo de 1968. La generación del sesenta destaca que ya no se trata del mismo capitalismo investigado por Marx, ni de los métodos de control del fascismo, sino de una nueva configuración de la dominadón capitalista. La noción más divulgada va a ser "sociedad industrial avanzada", pero los acercamientos teóricos para su comprensión serán muy diversos. Por ejemplo H. 30 • Colombia Internacional 42 Marcuse acoge la denominación de "sociedad unidimensional"; A. Heller llamó a esa época la "generación de la alienación"; y A. Negri destaca la afirmación de "nuevas subjetividades". Los dos rasgos principales de la sociedad unidimensional, para H. Marcuse, son: el primero, sobre una intensa productividad del trabajo (producir, producir y producir -lucrativamente- hasta que se tiene lo suficiente para gozar la vida, si se recauda bastante, y una vez acumulado lo suficiente ya se es demasiado viejo como para poder hacerlo) y un creciente nivel de vida, en la mayoría de las sociedades capitalistas avanzadas, ha tenido lugar la integración de la oposición tradicional al sistema imperante; y segundo, la sociedad unidimensional es la "inoculación" en los individuos de los requerimientos del sistema social establecido, de modo tal que el individuo siente como sus propias necesidades las mismas que el sistema exige para sobrevivir (el conflicto y contraste entre las necesidades-satisfacciones socialmente requeridas y las necesidades-satisfacciones genuinamente individuales son oscurecidos). Una sociedad sin oposición y la total identificación entre las necesidades del individuo y el establecimiento producen la existencia de una sola dimensión; para lograrlo el capitalismo no utiliza métodos totalitarios sino la administración y movilización metódica de los instintos vitales. El resultado: la necesidad de un cambio social radical está reprimida en la mayoría de la población. Desde una lectura eminentemente cultural, A. Heller considera que tres generaciones consecutivas han aparecido desde la Segunda Guerra Mundial: la existencialista, la de la alienación y la postmoderna. La primera empezó su avance después de la segunda posguerra y alcanzó su cenit al principio de los años cincuenta. La segunda se inició hacia mediados de los sesenta y llegó a su cima en 1968, con profundas consecuencias en los años siguientes. La tercera aparece en los ochenta con fuerza y aún se sigue manifestando. La generación de la alienación conoce la ampliación de las posibilidades económicas de la posguerra, que no llevaron necesariamente a la realización de la subjetividad y un mundo en libertad. Por eso al mismo tiempo puede expresar la esperanza y la desesperanza. Nunca como en ese momento se crearon las condiciones materiales para la realización de la libertad y la innecesariedad de la enajenación, pero al mismo tiempo en ninguna circunstancia hemos sido tan menos libres. La dramática experiencia de no poder soportar más que nada cambie y constatar que la sociedad día a día se está volviendo cada vez más destructiva en cuanto la aptitud humana de ser libres. La experiencia de la generación de la enajenación no era el amanecer sino el ocaso de la subjetividad y la libertad. Mientras la generación existencialista, a pesar de su descubrimiento de la alienación, la falta de vida de las instituciones modernas y el absurdo de la contingencia fue, no obstante, una casta más bien optimista, la generación de la enajenación, en cambio, partió de la desesperanza. Debido precisamente a que esta generación se tomó seriamente la ideología de la abundancia, se rebeló contra la complacencia del progreso industrial y la opulencia, a la vez Mayo de 1968: enigma y fin de un tipo de revolución • 31 que exigía para sí el sentido y significado de la vida" (Heller; 1989; p. 61). Un sentido de la vida que en general en la "oleada" de la enajenación estuvo muy vinculado a búsquedas colectivas en la contigüidad con los otros (expansión de las familias; regreso a la comunidad con la naturaleza; extensión de la experiencia humana en áreas tabús; liberación y diversidad sexual; entre otras). En este contexto es donde se comprende la fuerza de propuestas tan enigmáticas y favoritas de H. Marcuse, con gran eco en las juventudes de la época, como: "seamos realistas; exijamos lo imposible" o "sólo gracias a aquéllos sin esperanza nos será dada la esperanza" o "nuestro error no es haber sido demasiado inmodestos, sino haber sido modestos en exceso". En la realidad del capitalismo están en germen las posibilidades de un mundo donde la represión se haga innecesaria y al mismo tiempo existen fuerzas endógenas que hacen imposible que esto sea realizable. No había existido hasta ahora una realidad social tan rica en potencialidades materiales de emancipación, que impida de tal manera la posibilidad de la libertad y el fin de la alienación. La enajenación se expande y profundiza mediante fuerzas incontrolables en un mundo que ya no la necesita; la desesperanza está justificada como escenario de la esperanza. La urgente necesidad real de un cambio social radical está justificada, pero la falta de esa necesidad subjetiva envuelve a la mayoría de la población ("exijamos lo imposible"); una especie de existencia humana que "defiende, violentamente, su propia servidumbre" (Marcuse). Es tan importante el peso cultural de 1968, que para A. Heller, de alguna mane- ra el postmodernismo como teoría social nació también en esa fecha. La generación de la alienación "desilusionada", con su percepción del mundo y motivada por los acontecimientos de ese mayo, fue creando las bases culturales para el surgimiento del postmodernismo. El movimiento postmodernista de las décadas posteriores no es explicable sin este suceso histórico. Las consecuencias de ese acontecimiento según esta filósofa húngara están todavía por discutirse; si hubo o no una tal derrota, tal como se evalúa por algunos autores, exige análisis en los más diversos ámbitos de la vida social. Para A. Negri, el capitalismo de la década del sesenta ha modificado profundamente la calidad del producir; ha configurado un tipo de producción socializada donde el tiempo de la vida humana se ha visto completamente absorbido por el de la producción social. Se han creado formas integradoras, totalizantes y totalitarias, que transforman los viejos modos de la esclavitud económica (en que insistía Marx), en sometimiento político y cultural, lográndose debilitar cualquier resistencia a las pretendidas necesidades económicas del sistema capitalista. Al generalizarse la explotación a todos los niveles de la sociedad y la vida humana, la calidad del producir ha incrementado las cargas suplementarias de sufrimiento y suscitado nuevos tipos de conflictividad política y micropolítica. Sufrimientos y conflictos que se han desbordado en el capitalismo de la posguerra, en medio de un aparente "bienestar" económico. Estado de ánimo que llevó a afirmar, en las semanas de las protestas en París, a J. R Sartre en una entrevista al Nouvel Observateur, que "los jóvenes protestan y rechazan porque se están asfixiando". 32 • Colombia Internacional 42 Al transferirse la esclavitud a todos los dominios de la sociedad y la vida humana, se van creando nuevas formas de resistencia de carácter inmediato y empieza a ganar relevancia la problemática de la libertad individual y colectiva. Mayo de 1968 representa ese gigantesco "cortocircuito" contra la conversión totalitaria de la vida en calidad de la producción. Lo singular y lo micropolítico adquieren una relevancia antes descuidada por las teorías de la sociedad. El 68 expresa la reapertura materialobjetiva y la cristalización de la conciencia crítica de las mutaciones acontecidas en el interior de la fuerza de trabajo y del mundo de la producción. Esta toma de conciencia surgió ante todo como rebelión y apertura de posibilidades diversas frente al crecimiento económico, su impasse, sus crisis y los movimientos de rechazo que lo han acompañado. La fuerza esencial del 68 residía en el hecho de que, por primera vez en la historia de las rebeliones humanas contra la explotación, su objetivo no fue una simple emancipación, sino una auténtica y verdadera liberación... Por primera vez han comenzado a coincidir con este grado de intensidad, dentro del mismo torbellino subversivo, los macrocosmos molares y los microcosmos moleculares... Así pues, el 68 señala la reapertura del ciclo revolucionario. No con la repetición vacía de viejas consignas, sino con la intervención de nuevas perspectivas de acción mediante una redefinición del comunismo como enriquecimiento, como diversificación de la conciencia y de la comunidad (Negri; 1996; p. 37). Las transformaciones sociales en la calidad del producir han delineado, de todas maneras, nuevas subjetividades colectivas. Tal vez, el rasgo principal de ellas es que su antagonismo al sistema social no es comprensible en el horizonte tradicional de lo político. Los escenarios convencionales de la lucha de clases sufren a partir de este momento desplazamientos a órdenes diferentes. Marcuse considera que el síntoma mayor de este desplazamiento es la tendencia a la integración capitalista de la clase trabajadora en muchos países y el surgimiento de una nueva oposición radical de composición enteramente heterodoxa. Negri-Guattari, intentan demostrar que, para entender este desplazamiento, es necesario demostrar que la "innovación sesentayochista" se manifiesta ante todo en el universo de la conciencia, la imaginación, los deseos y los comportamientos. La singularización del deseo, el aparecer de nuevos territorios políticos, la intensificación de la subjetividad creadora, las prácticas colectivas alternativas y la búsqueda de formas no agresivas de vida son herencias irreversibles de mayo del 68. El anticapitalismo y el antisocialismo, que vive intensamente en la rebelión "setentayochista" en la idea de configurar la propia vida sin explotar la de otros, teorizado por autores como Marcuse, Heller y Negri, contiene tanto la herencia como la fuerza de este suceso histórico, pero también los distintos factores de su imposibilidad práctica. En ningún momento de la historia de este siglo la filosofía y los movimientos sociales acuerdan no transigir con ninguna forma de vida que perpetúe la explotación del hombre, sin importar su rótulo socialista o socialdemócrata o capitalista. Mayo del 68 es una especie de forma alternativa de la política que asume la recualificación de las luchas para lograr la conquista continua de espacios de libertad, de creatividad y Mayo de 1968: enigma y fin de un tipo de revolución de democracia autogestionaria. Si fue o no una derrota, está por discutirse, como plantea A. Heller. PROBLEMAS DEL PODER Y DE LA REVOLUCIÓN Durante el período de las jornadas de mayo la finalidad principal que orientaba la revuelta fue ante todo la autoproducción de liberación. El imaginario de la liberación intenta con su vigor y recursos imponerse a la realidad dominante. Con esta finalidad humana se criticaban paralelamente tres pilares de la sociedades capitalistas y/o socialistas: son las finalidades humanas las que deben cualificar la producción y no al contrario (las condiciones humanas de libertad y deseo son más importantes que la producción como fin en sí mismo); el poder nunca podrá ser el sentido único de la liberación; y la idea y estrategia de la revolución convencional se han agotado. La falta de humanidad de la subjetividad productivista se manifiesta en el privilegio del trabajo y su capacidad de producir, sobre todos los demás órdenes de la vida humana. En la organización del trabajo capitalista y/o socialista el deseo, lo lúdico, la imaginación y la libertad son utilizados para incrementar la producción o vistos con indiferencia. Esta especie de "productividad autoimpulsada" ha convertido a la vida en simplemente un medio para un fin y ha despojado a la vida de su condición de fin en sí misma; en palabras bastante duras de Marcuse, convirtió la existencia humana en una "carrera de ratas en la batalla por la existencia". Pero también ha trasladado los típicos esquemas de la "fabricación" a la dimen- • 33 sión política. En ese sentido, nunca la acción política puede ser juzgada por el producto final, como se realiza en la producción fabril. Hay mucho de ilimitado e imprevisible en la acción política radical y, por esto, la acción política en libertad no es nunca algo cumplido sino el acto de engendrar un "nuevo comienzo" (H. Arendt). El rechazo en esos años a la llamada "sociedad de consumo" es la justificada protesta contra la conversión de los individuos en simples productores y consumidores para la producción, que termina convirtiendo hasta las clases sociales exclusivamente en clases de consumo; contra la imagen de un mundo donde los nexos societarios impongan la productividad sobre la libertad y la imaginación. Una producción exteriorizante y sin subjetividad libre es estéril y agresiva con la naturaleza y el hombre mismo. Insurrección de los cuerpos como expresión de la subjetividad, como encarnación de la materialidad de los deseos y de las necesidades, como promesa para el futuro, como imposibilidad de separar la naturaleza colectiva del desarrollo y de la singularización de sus fines. Insurrección de los cuerpos, como liberación efectiva de las gigantescas fuerzas productivas que el hombre, hasta entonces, no hacía más que dirigir contra sí mismo. El 68 representa la vertiente subjetiva de la producción; es una "interpretación", a gran escala de su tejido social que disloca las problemáticas políticas precedentes sobre el terreno de la representación en tanto que proyecto singular de liberación (Negri;1996;p.47). Un tipo de poder convertido en fin y mistificado, aunque conserva su terrible eficacia cotidiana, culmina negando todos 34 • Colombia Internacional 42 los esfuerzos de liberación. Las finalidades verdaderamente humanas no pueden pactar con la perpetuación de los "palacios de cristal" del poder. El poder transfigurado en fin exclusivo culmina en la expresión de lo irracional y convertido en una especie de "estalinismo lunar" que lo único que hace es multiplicar hasta el infinito su propia rigidez y parálisis: la muerte de la imaginación. Cuando mayo del 68 clama por la imaginación al poder, tanto se opone a la isomorfia entre poder y política, como a la conversión del poder en fin último de la acción humana. Además de la politización de ciertas facultades humanas (imaginación, deseo, juego, sexualidad, etc.) que han sido maniatadas por el productivismo, tenemos que supeditar el poder a la emancipación. Reivindicar el poder liberador de la sensibilidad, de la fantasía, de la imaginación. El poder tiene sentido si amplia las fronteras de la libertad y el deseo. Un poder descentrado que permea todos los ámbitos micropolíticos de la vida, que trata de romper con el modo familiar de ver, tocar y sentir las cosas. Una sensualidad que protesta contra la hipócrita moralidad puritana que todavía profesa -pero no practica- el Establecimiento (Marcuse; 1969; p. 119). Los acontecimientos franceses perciben con agudeza las diferencias entre las servidumbres del poder y el poder de la emancipación. Y esto lo detectan porque conocen en su desesperanza la enraizada y profunda tendencia de los hombres a la servidumbre voluntaria en las sociedades opulentas. Reconocen que la necesidad de liberación es cada día más escasa y débil en la población mundial. La necesidad de liberación que germina en esos años, al plantear sin conciliaciones el cambio de la sociedad como un todo, incita a una urgente necesidad de transformar el sentido y finalidad del poder. Transformaciones que hoy todavía mantienen una huella imborrable. El poder en las mentes de esa juventud rebelde no tiene ninguna relación con la fuerza ni la violencia. El poder es el acto de potenciar. Y sólo potencian aquellos actos que no se orientan para violar y destruir, sino para establecer relaciones de contigüidad con los otros y crear nuevas realidades. La verdadera acción política está cargada de cercanía con todos los otros y ampliación del horizonte del mundo presente; donde varios agentes se encuentran fundando un mundo. La política es la unión y acción libres de los actuantes auténticos de una época y una sociedad. Por eso no hay nada que defienda más la revolución de mayo que la acción colectiva y libre. El abuso conocido por el sinnúmero de revoluciones del siglo XX en las cuales la continuidad de la represión fue perpetuada, en que simplemente se sustituyó un sistema de dominación por otro, lleva a los rebeldes parisienses a desconfiar tanto de la noción "revolución", como a anunciar la necesidad del fin de la idea y de la estrategia convencional de ésta. Ni el comunismo puede ser la barbarie colectivista que se nos ha mostrado, ni la revolución es la toma física del palacio de invierno o la casa blanca. La idea de copamiento de los aparatos estatales y la estrategia de una organización que un día o noche cualquiera erige un nuevo gobierno, no corresponde con las exigencias de una verdadera revolución. Estas ideas han sido sobrepasadas Mayo de 1968: enigma y fin de un tipo de revolución por el desarrollo de las sociedades contemporáneas y por el fracaso de muchas revoluciones que acogieron ese modelo. Los argumentos que explican el envejecimiento de esta idea y estrategia de revolución son muy variados. En primera instancia, la toma física de los espacios confunde la representación simbólica con el poder y unilateraliza el poder en la esfera reducida de lo estatal o gubernamental (dos esferas que en la mayoría de los casos son vistas en forma indiferenciada). Desconociendo toda la conflictividad y manifestación de los poderes de la micropolítica. El valor de una verdadera revolución es que saca a la luz la autenticidad de la política, no que tome el poder. En segundo lugar, tiende a suplantar los deseos y necesidades de la inmensa mayoría de la población, al pretender imponer las formas convencionales de organización y "toma del poder", despreciando en muchas casos la autogestión espontánea de las masas. Lo virtuoso de los sucesos de París, para Marcuse, fue el profundo respeto de las manifestaciones espontáneas: por una u otra razón, ha llegado la hora en que cientos de miles y, como acabamos de ver, millones de personas no quieren más. No quisieron levantarse a la mañana e ir a su trabajo y atravesar la misma rutina y escuchar las mismas órdenes y ajustarse a las mismas condiciones de trabajo y representar los mismos roles. Simplemente estaban hartos, y así, entre quedarse en casa o salir a caminar, probaron otra cosa. • 35 En tercera instancia, y tal vez es la mayor herencia de ese fin de la idea convencional de revolución que patentiza mayo del 68, la revolución es ante todo el compromiso cotidiano y vital, individual y colectivo, en las dimensiones conscientes, preconscientes e inconscientes por la construcción de esos valores cualitativamente diferentes que posibiliten una existencia humana libre. Sin una revolución radical en los valores, deseos y necesidades instintuales, contra todos los obstáculos internos y externos que impiden la construcción de un mundo sin explotación y sin enajenación, no será posible la revolución. Sin la aparición de estas nuevas necesidades y satisfacciones de hombres libres, todos los cambios en las instituciones sociales -por mayores que seanapenas implicarán la sustitución de un sistema de servidumbre por otro. Pero esas necesidades no están en un lejano futuro, sino existen ya y se asomaron en mayo hace 30 años, aunque a veces reprimidas, viven en muchas de nuestras acciones verdaderamente libres y políticas. BIBLIOGRAFÍA Arendt, H. La condición humana. Paidós, Barcelona, 1976. Heller, A. y Fehér, F. Políticas de la postmodernidad. Ensayos de crítica cultural. Península, Barcelona, 1989. Marcuse, H. La sociedad carnívora. Galerna, Buenos Aires, 1969. Negri, T y Guattari, F. Las verdades nómadas. Iralka, Bilbao, 1996.