La cueva de Praileaitz sigue en grave peligro Gentz del Valle Un hallazgo increíble apareció en las montañas de Gipuzkoa hace unos años, un santuario de hace 15.000 años preservado de forma intacta gracias al concurso de una serie de circunstancias; posteriores investigaciones delatan una ocupación de hace 25.000 años. Un collar utilizado presumiblemente de forma ritual, unas pinturas, una disposición especial de los hogares, por ejemplo, hacen de esta cueva algo único en Europa, algo reconocido por profesionales a escala mundial, algo que es un tesoro inapreciable para cualquier cultura, para cualquier país que se considere mínimamente civilizado. Y la investigación arqueológica aún no ha terminado, aún queda mucho trabajo por hacer, es decir, aún no se conoce ni siquiera la envergadura del nivel donde han aparecido los colgantes, porque no se permite completar su excavación. Pues bien, esta cueva de Praileaitz, a día de hoy y a pesar de las diversas iniciativas de colectivos preocupados por su preservación, sigue incomprensiblemente en grave peligro por la explotación de una cantera que ha devorado ya la práctica totalidad del monte que la sustentaba. Los múltiples informes y solicitudes pidiendo que se amplíe la zona de protección a la paralización de la cantera y la preservación de lo queda de ladera, no tienen respuesta afirmativa. La excavación arqueológica ha sido paralizada, mientras la explotación de la cantera sigue. Es comprensible que la paralización de una cantera, con lo que conlleva de compensación a la empresa explotadora, sea un asunto serio que requiera de suficiente información que lo avale. Pero parece que esa información es más que concluyente y que aquí lo que se está poniendo en cuestión es un replanteamiento de la escala de valores que tiene nuestro gobierno, nuestra sociedad. El valor de nuestro patrimonio cultural ¿es sólo una cuestión económica? Dejando al margen el interesante tema de hasta qué punto debemos permitir que las mismas montañas que conforman nuestro país deban desaparecer de nuestra vista para convertirse en grava y hormigón, ¿podemos asumir, sin que se nos caiga la cara de vergüenza, que un auténtico santuario que ha sobrevivido nada menos que 15.000 años, en su fragilidad y contingencia, sea a su vez convertido en grava, (más cuevas han desaparecido o pueden serlo en el mismo monte), dañado por las voladuras, desprovisto de los últimos vestigios de lo que fueran su entorno y ubicación naturales? No es algo que pueda atribuirse a la diferencia de ideologías políticas, esto está por encima del partido o partidos que se encuentren en los sucesivos gobiernos: es la herencia de un país y es la herencia del género humano más allá de las diferentes fronteras políticas de la historia. Pido desde aquí que se permita seguir con la investigación al equipo de arqueólogos que realizó los trabajos, que se paralice la cantera, que se preserve lo poco que queda de ladera. Pido que se haga urgentemente y pido a los políticos de todos los partidos que conforman nuestro gobierno que se unan con este cometido y nos demuestren a los ciudadanos que el sueldo que les pagamos entre todos tiene como finalidad básica el proteger nuestros bienes y no el expoliarlos. * Artista y profesora titular de la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU 1/1