Con motivo del Día Mundial del Hábitat Reclamamos el derecho a ciudades y pueblos inclusivos, democráticos y sostenibles Ayer 4 de octubre se celebró el Día Mundial del Hábitat bajo el lema "mejor ciudad, mejor vida". Por esta razón, Ingeniería sin Fronteras, Arquitectos sin Fronteras y el Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) queremos aprovechar la ocasión para reivindicar el derecho a ciudades y pueblos inclusivos, ecológicamente sostenibles y democráticos, al tiempo que compatibles con el desarrollo de las zonas rurales. Por primera vez, la población urbana de la tierra sobrepasa a la rural. Más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas. Actualmente la ciudad se ha convertido el hábitat predominante de la especie humana, relegando el mundo rural a un segundo lugar, lo que supone un peligro para el desarrollo equitativo de las relaciones campo/ ciudad. Asimismo, la urbanización del territorio ha estado centrada en la búsqueda del beneficio indiscriminado y no en satisfacer las necesidades de las personas. La urbanización masiva sin atender criterios de sostenibilidad ambiental y social constituye un problema de primer orden de ámbito global. En palabras de Anna Tibaijuka, directora saliente del Programa de Asentamientos Humanos de Naciones Unidas (UN-HABITAT), "Después del sida, la mayor amenaza al desarrollo sostenible en África es la urbanización rápida y caótica ya que es una fórmula para al desastre y para el aumento de las tensiones". Las posibilidades de los núcleos urbanos como espacios propicios para llevar a cabo proyectos colectivos se ve amenazada por el crecimiento de la exclusión social y las desigualdades sociales. Las personas que habitan en áreas urbanas hiper-degradadas constituyen un escalofriante 78,2% de la población urbana de los países menos desarrollados y un tercio de la población urbana global. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) la diferencia entre la esperanza de vida de un niño nacido en el barrio empobrecido de Lenzi (Reino Unido) y otro nacido en Calton, ambos barrios de Glasgow ya tan sólo 13km de distancia, es de 28 años. La lógica del beneficio indiscriminado promueve entre otros aspectos la privatización de servicios básicos para una vida digna como el agua, la electricidad, y la vivienda. En los países empobrecidos, por ejemplo, el programa de reducción de deuda HIPC (Heavily Indebted Poor Coutin), impulsado por el FMI, exige a la mayoría de países que participan la liberalización de los servicios públicos. Como resultado de las políticas neoliberales, como las citadas anteriormente, hoy en día el negocio del agua constituye la tercera gran economía global por detrás del petróleo y la electricidad. En Cataluña el 80% de los servicios de agua se encuentran en manos del sector privado cuando a nivel mundial ese porcentaje es sólo del 15%. Esta situación genera opacidad en la gestión y empobrece las instituciones públicas al privatizar beneficios socializando las pérdidas. Mientras la ciudadanía debe sufragar un déficit de más de 1.350 millones de euros de deuda de la Agencia Catalana del Agua, Aguas de Barcelona (AGBAR), filial de Suez Enviroment, reparte dividendos por valor de cientos de millones a sus accionistas cada año. Sin embargo, es en el ámbito de la vivienda donde se muestran con mayor contundencia los efectos de la mercantilización de servicios básicos. En España y en Cataluña la Ley Hipotecaria permite que los bancos adquieran los inmuebles por el 50% del precio de la subasta pública si ésta queda desierta, tal y como les ha pasado a la mayor parte de las 300.000 familias afectadas en los últimos cuatro años por procedimientos de ejecución hipotecaria. El banco, pues, echa a la familia, recupera la vivienda a mitad de precio y sigue cobrando hasta el total de la deuda hipotecaria más los gastos ocasionados por el procedimiento. Curiosamente, el gobierno central parece querer exportar las políticas de vivienda que han ocasionado la actual situación de crisis. Así lo hizo, al menos, la ministra de vivienda, Beatriz Corredor, en el marco del Foro Urbano Mundial, celebrado a comienzos de año en Río de Janeiro, Brasil. Y así parecería que debe entenderse el fuerte impulso tanto económico (España es actualmente el primer contribuyente a ONU-Hábitat a nivel mundial) como diplomático de la candidatura del ex-alcalde de Barcelona, Sr. Joan Clos, como Director de UN-HABITAT, que finalmente ha conducido a su nombramiento al frente de esta institución. Así, el Sr. Joan Clos, impulsor de dos de los proyectos que más oposición asociativo generaron en Barcelona, como las ordenanzas del civismo y el Foro de las Culturas, es ahora el nuevo Director del programa de Naciones Unidas Para los Asentamientos Humanos. El desafío manifiesto que supone el fenómeno de la urbanización acelerada plantea la gestión de las zonas urbanas como el gran reto de desarrollo de las próximas décadas. Es por ello que hay que adaptar las políticas de cooperación que se impulsan desde Catalunya y desde el estado español para que contemplen líneas especificas de intervención para hacer frente a este fenómeno tanto a nivel presupuestario como a nivel estratégico. En ningún caso, esto no debe significar replicar fórmulas desfasadas ni experiencias propias en materia de desarrollo urbanístico que impulsen entramados urbanos ajenos a la realidad local. Existe, pues, el peligro real que "el derecho a la ciudad" se convierta en un eslogan útil para la urbanización del territorio y contrario a los procesos de transformación social. El derecho a la ciudad entendido como el derecho a ciudades inclusivas, ecológicamente sostenibles, democráticas, al tiempo que compatibles con el desarrollo de otras ciudades e incluso de las zonas rurales, no será en ningún caso una concesión desde lo alto. Al igual que el resto de derechos hay que luchar lo individual, pero sobre todo colectivamente.