I.- Conceptos fundamentales Para comenzar a ponernos de acuerdo tenemos que definir conceptos que usaremos repetidas veces en nuestros trabajos sobre la música y la ópera a. El concepto de pulsión Con esta palabra designamos en psicología lo que en física se llama empuje. Pero empuje es una fuerza que viene del exterior de un cuerpo dado y lo pone en movimiento, la pulsión por el contrario se origina en la actividad interna del ser humano y no es momentánea sino permanente; no hay huida posible ni descarga refleja, lo cual la diferencia también del concepto de estímulo. Podríamos decir que nace en el cuerpo y actúa en la psiquis estableciendo la interacción continua, desde el nacimiento hasta la muerte, entre lo somático y lo psíquico o mental. También podríamos decir que es el producto del trabajo de lo orgánico convertido en trabajo psíquico. b. El concepto de inconsciente Es un concepto tópico, porque señala un lugar en el psiquismo, y dinámico porque describe una fuerza que retiene una serie infinita de contenidos psíquicos en dicho lugar, impidiendo su acceso a la consciencia. Lo consciente, por contraposición, es el lugar de la actividad mental que durante la vigilia y en la continuada actualidad del tiempo nos relaciona con los otros, con el mundo, con la naturaleza y sus fenómenos. Lo consciente resulta de una interacción entre los estímulos sensoriales, los procesos lógicos del pensamiento, los procesos evocativos de la memoria y la trama de la imaginación; todo esto subyace en lo que Freud denominó preconciente, o sea, la sede de los procesos que se transforman en conciencia y estados de ánimo o afectos. Entre lo conciente y lo preconciente no hay oposición dinámica porque hacen parte de una misma estructura que genera conocimiento, acción y sentimientos y es regida por el lenguaje y determinada por la percepción y la motricidad. Entre este campo y lo inconciente sí hay una oposición, porque el inconciente funciona con otra gramática y está constituido por un sistema de contenidos psíquicos cuyos significantes sólo se manifiesta en los diferentes lenguajes artísticos, en los mitos o leyendas, en los sueños y en los síntomas neuróticos, a través de representantes que sólo son cognoscibles mediante la interpretación. c. El concepto de narcisismo Freud nos introduce a una nueva concepción del amor a partir de lo que denominó narcisismo primario; con este concepto designa la libido que al fluir entre la madre y el hijo contribuye esencialmente a la constitución de lo que será el núcleo del yo del sujeto, podríamos gráficamente decirlo de éste modo : de la misma forma en que el niño es el objeto privilegiado del amor de la madre, el embrionario yo infantil es el objeto exclusivo del amor del niño. Freud descubrió que sin amor narcisista no hay amor de objeto; el narcisismo, con el desarrollo del niño se proyecta sobre otro sujeto que se toma como objeto de amor, es decir que se ama como al propio yo. Cuando hay una pérdida del objeto amado, un fracaso de la relación con él, un abandono, la libido se retrae de nuevo al yo, y esto es lo que se denomina narcisismo secundario. d. Lo apolíneo y lo dionisiaco Así como la generación de los seres humanos depende de la diferencia y la conjugación de los sexos, en todo lo que se refiere al arte tenemos que tener en cuenta la diferencia y la conjugación de los conceptos de lo apolíneo y lo dionisiaco, conceptos inventados por Nietzsche cuando en el más juvenil de sus grandes textos investigó el origen de la tragedia griega y lo encontró en la música. A Apolo y a Dionysos se debe, según Nietzsche (La naissance de la tragédie Friedrich Nietzsche Oeuvres philosohiques complètes I Gallimard 1977 p, 41 ) “el conocimiento que podemos tener, en el mundo griego, de una formidable oposición, en cuanto al origen y en cuanto al fin, entre el arte plástico – el arte apolíneo – y el arte no plástico que es el de Dionysos. Estas dos impulsiones tan diferentes marchan de frente, pero la mayor parte del tiempo en conflicto abierto, impulsándose mutuamente a producciones siempre nuevas y de más en más vigorosas a fin de perpetuar en ellas ese combate de contrarios (entre los cuales la palabra “arte “ que se les atribuye en común no hace aparentemente sino tender un puente), hasta que al fin, por un gesto metafísico milagroso de la “voluntad “ helénica, aparecen acopladas (las dos impulsiones ) la una a la otra y, en ese acoplamiento, llegan a engendrar la obra de arte a la vez dionisíaca y apolínea, la tragedia ática”. Lo apolíneo corresponde al “principium individuationis“ de Schopenhauer y lo dionisiaco a la embriaguez de la integración en un todo con la naturaleza. En términos freudianos en lo apolíneo hay una identificación con el yo, y con sus funciones racionalizadoras, y lo dionisiaco con el ello y sus mociones pulsionales fundamentales.