Falta efectivamente en la Mandragora el olor agradable del Cucumis Dudaim, pero Salomón solo dice en sus Cantares: dieron olor, que no sabemos cómo sería. Si la raiz d é l a Mandragora ha sido comestible, su bifurcación corresponde á la enseña de los Rubenitas en sus estandartes guerreros; y siendo la historia general de esta Solanácea tan notable en la antigüedad, parece que debe aceptarse con preferencia á todas las demás plantas que se han disputado el derecho de representar el Dudaim. Refiere el historiador José las supersticiosas ceremonias que debían preceder al solemne y terrible acto de arrancar la Mandragora. Como se suponía que todo el que la arrancaba era víctima de su atrevimiento, unperro era el encargado de esta operación, quien atado al cuello de su raiz, y siguiendo á su amo, conseguía el objeto, si bien instantáneamente moria, pudiéndola después manejar impunemente. Plinio también dificulta la posesión de esta planta, pues dice: Deberé effodi secundo vento et ad occasum spectando, nec nisi tribus circulis gladio circunscriptam. Luthallac, médico árabe de g r a n celebridad, ya se quejaba de tan ridiculas historias, y fué el primero que la recolectó cuando le era necesaria, sin cuidarse de los rujidos de la planta al verse fuera de la tierra, ni menos temiendo su letal contacto. Sus frutos amarillos, semejantes á una Manzana, por mas que llevasen también el asustadizo nombre de Manzana del Diablo y Linterna del Demonio, r e pite el sabio Botánico que no le intimidaron, desde que se convenció que la fatídica luz que por la noche solia