Alfredo San Juan Guilarte 27 años de edad Arquidiócesis de La Habana, Cuba II año de Filosofía Soy un joven cubano en el siglo XXI, llamado por Cristo para estar con Él y predicar el Evangelio a todos en Cuba. Como joven cristiano católico, a la edad de 20 años me planteé con mayor seriedad la pregunta si Jesús me llamaba a seguirle de manera especial como sacerdote. El “Sígueme” con el que Cristo había llamado a algunos de sus discípulos, unido al testimonio del Párroco de la comunidad San Francisco de Paula de donde provengo y el gozo de compartir mi experiencia de fe y dar a conocer a otros a Cristo y su mensaje, hicieron que fuera creciendo en mí la vocación al sacerdocio. Así comenzó todo un proceso de discernimiento y acompañamiento espiritual que me hizo caer en la cuenta, que pese a mis limitaciones, Dios se había fijado en mí y contaba con mis fortalezas para la construcción de su Reino en medio del pueblo cubano. Él, solo esperaba un sí que no tardaría yo en darle desde mi limitación y con mucha humildad y que cada día he de renovar como aquel primer sí, con la alegría y el ofrecimiento que le hiciera de toda mi vida. En todo este tiempo he sentido el amparo maternal de la Virgen María de la Caridad del Cobre, Madre, Patrona y Reina de los cubanos, quien ha sido y es modelo de servicio, consagración, oración, misión e intercesión para mí. No ha faltado el apoyo de familiares, amigos, la comunidad que me anima a continuar con fidelidad a Cristo y a su Iglesia por el camino. Se abrieron entonces las puertas del Seminario "San Carlos" hace ya tres años y de la mano de Jesús y María y el acompañamiento de formadores, el director espiritual, profesores, personal de servicio, las personas que voy conociendo y con las que voy compartiendo en el trabajo pastoral, voy formándome para ser un hombre de Dios, de oración, un sacerdote santo al servicio de la Iglesia que peregrina en Cuba. Eso es lo que espera mi pueblo, la tierra que me vio nacer y en la que Cristo me ha llamado a servirle a Él en el servicio a los más pobres y necesitados y a los que tienen hambre y sed de Dios. Ser otro Cristo, de eso se trata y aunque sé que muchas pueden ser las tentaciones que se presentan tratando de convencerme de que puedo servir mejor a la humanidad viviendo otras realidades, me confío a la Providencia de Dios y espero que con su favor, Él lleve a feliz término la obra que empezó en mí y pueda yo al final de mis días rezar: he cumplido la obra que me encomendaste (Jn 17,4).