El periodo de recuperación: un mal criterio financiero Cuando se piensa invertir o no dinero en un proyecto, es usual preguntar por el tiempo en que dicha inversión nos será devuelta. ¿Qué consecuencias tiene para las empresas y el país este error? Ciro Gómez Ardila Director Áreas de Control y Análisis de Decisiones INALDE Business School A la hora de iniciar un proyecto, crear una nueva empresa o hacer una inversión, deben tenerse en consideración muchos criterios, entre ellos el financiero. Una de las ventajas del criterio financiero es su objetividad (aunque en algunos casos concretos sea más aparente que real) y la gran cantidad de investigación y literatura que existe sobre el tema. Y si hay algo claro, es que el periodo de recuperación o payback no es un buen criterio para tomar decisiones financieras. Sin embargo, estos desarrollos teóricos no han sido completamente adoptados en nuestro medio, ¿por qué? Desde el punto financiero, cuando se invierte un dinero en un proyecto, se espera que después de determinado tiempo se obtenga más de lo que se invirtió. Igualmente, cuanto más tarde se reciban los beneficios esperados, es decir cuanto más deba esperarse por ellos, más altos deben ser estos. No se trata tanto de dinero en sí mismo sino de capacidad de compra: el sacrificio del disfrute de los bienes que puedo obtener hoy con el dinero que voy a invertir, debe compensarse con la posibilidad de poder comprar mucho más en el futuro. Si aplazamos la recompensa, es porque esperamos obtener más adelante una mayor. Estos conceptos intuitivos se han estudiado bajo el título de valor del dinero en el tiempo, que básicamente dice que cuanto más alejado esté un ingreso, menor valor en pesos de hoy tiene; y que dependiendo del riesgo de la inversión, menor será este valor. Lo que es igual a decir: cuanto más altas las posibilidades en contra, mayor debe ser la recompensa si se gana. Es como apostarle al caballo menos opcionado, al que nadie ‘iría’, si lo que paga en caso de ganar fuese mucho más que lo que paga el más opcionado. Para tener todo esto en consideración, se ha desarrollado el concepto de valor presente neto, que trae todos los flujos de dinero esperados en el futuro a valor de dinero de hoy, y así hace patente si la inversión se justifica financieramente o no. (Por cierto, en la misma línea y con iguales resultados se puede usar la tasa interna de retorno o TIR, aunque su uso y adecuada interpretación es un poco más complicada). Calcular el período de recuperación es más bien sencillo: se suman los flujos de dinero que se esperan de la inversión, del día de hoy en adelante, hasta encontrar el momento en que la inversión ha sido devuelta. Todo lo que pase de allí en adelante “ya no importa”, debido a que ya se recuperó el dinero invertido y solo cosas buenas pueden venir. Innegablemente el valor presente neto (y aún más la TIR) requieren procesos de análisis un poco más complejos que el simple período de recuperación, pero compensan con creces este pequeño inconveniente. Lo primero es tener en cuenta que el dinero va perdiendo valor conforme pasa el tiempo y que al momento de recibir devuelta el dinero invertido, este valdrá menos, es decir, nos permitirá comprar menos bienes que antes; este inconveniente se puede (y debe) superar encontrando el periodo de recuperación descontado, un poco más complejo pero más preciso. Pero el segundo inconveniente del período de recuperación es mayor e insuperable: no se tiene en cuenta lo que el proyecto deparará de ahí en adelante. Así, se podrán tener proyectos o inversiones que devolverán relativamente pronto la inversión, pero que de allí en adelante no den mucho más y proyectos que demoren en devolver la inversión, pero que en un plazo algo mayor sean fabulosos negocios. O lo que es igual, el período de recuperación nos llevará a aceptar proyectos malos y a rechazar buenos (no siempre, pero el peligro siempre existirá). Volvamos a nuestra pregunta: si todo esto ya es sabido, ¿por qué en nuestro medio se sigue hablando y usando el período de recuperación? De los párrafos anteriores puede deducirse la razón: el período de recuperación nos habla del corto plazo, del no tener mucho tiempo el capital “enterrado”, como se dice; en último término, de un supuesto bajo riesgo. Quienes afanosamente preguntan por el tiempo que deberán esperar para que su inversión les sea devuelta, no quieren correr muchos riesgos (y equivocadamente confunden el concepto de riesgo). Hasta aquí parecería un asunto meramente personal; algunos somos adversos al riesgo en tanto que otros lo prefieren. Pero la realidad es que este tipo de decisiones y este tipo de criterios para tomarlas, afectan al país. Unos inversionistas nerviosos, que están ansiosos de ver devuelta su inversión, solo invertirán en proyectos de poco aliento, nunca en inversiones de gran envergadura y duración; pero es normalmente con este último tipo de inversiones con las que el país crece y las empresas se desarrollan. Los grandes proyectos de infraestructura, por ejemplo, son todos proyectos de grandes inversiones, largos períodos de recuperación y buena rentabilidad en el largo plazo. Quizá una palabra clave aquí es confianza: nadie entrega su dinero, poco o mucho, si no confía. El país tiene que ser un país confiable, pero es difícil desarrollar esa confiabilidad si no hay inversión. Se trata de un círculo vicioso que puede (y debe) convertirse en virtuoso. Si los empresarios colombianos no asumen riesgos, será difícil que prospere esa confianza; pero una vez crezca la confianza (como parece estar pasando), cada vez será más fácil hacer inversiones de largo plazo y estas inversiones estabilizarán el país. Una vez pase esto, veremos cómo algo puramente sintomático como el criterio económico que se usa para tomar decisiones de inversión, dejará de ser el período de recuperación para pasar a ser el valor presente neto. De momento, los empresarios e inversionistas deberían abandonar el primero para acoger el segundo, insisto, mucho mejor.