EL CONSEJO SUPREMO DE ARAGÓN ..EN EL REINADO DE FELIPE II 20$ III EL CONSEJO SUPREMO DE ARAGÓN EN EL REINADO DE FELIPE II Estudio y transcripción de los documentos originales é inéditos de este Consejo existentes en el Museo Británico, por CARLOS RIBA,profesor de Historia Moderna en la Universidad de Valencia.—Valencia, 1914. El libro cuyo informe h a tenido á bien encomendarme esta Real Academia por imposibilidad de hacerlo de otro compañero ele mucha mayor competencia, y natural además del antiguo reino de Aragón, es de los que recompensan con su lectura la modesta labor del informante. Trátase de una aportación muy valiosa á la historia patria en época cuya importancia no hay que encarecer, pues se refiere al reinado de Felipe II y á los años 1587 y 88, momentos históricos que, por preceder á las graves alteraciones producidas por la fuga de Castilla de Antonio Pérez, revisten singular interés. Trátase además de documentos que, por hallarse desgraciadamente fuera de nuestros archivos, no •existe otro medio de reconquistarlos, hasta que no llegue el momento, que el mismo autor prevé con patriótico anhelo, de una restitución por parte de los Estados que los detentan, sino por su publicación y divulgación entre los hombres doctos y aficionados á conocer en sus fuentes originales nuestra historia. El Sr. Riba h a pasado temporadas en Londres, y guiándose por el catálogo de Goyangos que, con sus imperfecciones inevitables, constituye dirección útilísima, escogió aquellos papeles que, por referirse á la historia del reino de Aragón, para él tan •conocida y estudiada, y á periodo de tanto interés, le parecieron útiles para iluminar los acontecimientos no bien comprendidos, si se prescinde de antecedentes á cuyo esclarecimiento contribuyen las consultas transcritas por el docto catedrático. Son .425 documentos, consultas del Consejo de Aragón, referentes á -este reino propiamente dicho, y á Cataluña, Valencia, Baleares, 2o6 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Cerdeña, Ñapóles Sicilia y Milán, en las que aparecen las notasdel Conde de Chinchón, individuo del mismo Consejo, Tesorerode Aragón, y las resoluciones del Monarca,.en la mayoría de los casos, de su puño y letra, en otros, de su Secretario Vázquez. Peroel Sr. Riba no se ha contentado con la transcripción que, hecha con la fidelidad y discreción de que da muestras, constituiría una labor muy útil y meritoria, sólo realizable por quien posee una preparación adecuada, sino que la hace preceder de unas advertencias preliminares, estudio claro y sustancioso de las instituciones de Aragón, del modo como funcionaban en la época de que se trata; y como el elemento humano es tan importante y decisivo en el despacho de toda clase de asuntos, principalmente de orden político, cuida bien de describir los personajes que intervienen en los negocios aragoneses y muy principalmente al. mencionado D . Diego Fernández de Cabrera, Conde d e Chinchón, sujeto realmente interesante, en el que parecen influir más las pasiones del orgullo y la venganza que el interés, pero que compensa esos defectos con cualidades indudables que le atrajeron la confianza y el favor, hasta donde los concedía un monarca tan dueño de sí como el gran Felipe II, y aun los conservó en el periodo siguiente. Cuanto mas conocidos y esclarecidos sean los hechos de su reinado á la luz de los papeles de Estado, mayor será la admiración por las dotes singulares de este soberano; no admiración ciega é incondicional, sino deliberada y reflexiva, cual puede excitarla un insigne hombre de gobierno, cuya profunda huella se percibe en los grandes y variados asuutos de una tan gran monarquía en la cumbre de su poderío. Pero entre todas sus cualidades, una hay, acerca de la cual no puede existir discrepancia: su laboriosidad incansable, reveladora de una conciencia del deber cumplido en una extensión é intensidad á las que podrá haber alcanzado, pero que no superó jamás monarca alguno. Otra condición poseía, para mí casi tan notoria como la primera: su buena intención, intención de hombre de gobierno que busca antes que nada, con acallamiento de toda pasión, el acierto de su servicio, ó sea el del Estado que personifica. Y para ello no- EL CONSEJO SUPREMO DE ARAGÓN EN EL REINADO DE F E L I P E II 207 omite esfuerzo, ni experimenta fatiga, ni le invade mezquinoamor propio. En su deseo de acierto, si peca, es de contempori^ zador, de minucioso, de excesivamente solícito por obtener la información posible, nunca á su juicio completa y suficiente, lo que no significa que sus ideas no sean claras, ni obscuras y vacilantes sus resoluciones, sino que por buscar para adoptarlas toda la madurez asequible, sus decisiones resultan á las veces tardías é inoportunas. El Sr. Riba observa con razón, y dedúcese de muchas de las consultas que transcribe, que el monarca es mucho más sereno, moderado, y benévolo que sus consejeros. En los asuntos de Aragón, contra la opinión que se fué formando injustamente de su hostilidad á los fueros del reino, Felipe II, por el contrario, es de una prudencia, de una delicadeza, de un culto á las formas y de un deseo por evitar todo pretexto de crítica á los que en los actos de la autoridad real atísban siempre el desafuero, que llega, como en el caso del virrey extranjero, en vez de imponer su resolución autoritariamente, conforme al parecer que dé la legitimidad de su prerrogativa en este caso sostenía su Consejo, á llevar la decisión del pleito á la Corte del Justicia! De la lucida exposición de los hechos que turbaban la paz interior del reino en el período de 1580 en adelante, que presenta el Sr. Riba, y del juego más ó menos original de las curiosas instituciones públicas aragonesas, dedúcese que, no obstante su mérito y el adelanto que algunas significaban, vistas á la luz de nuestras máximas y preceptos del derecho público, como la institución del Justicia con sus dos facultades de la Manifestación y de las Firmas, el espíritu que las animaba, de recelo hacia la suprema autoridad del Estado, de particularismo, no sólo hacia los otros reinos antes independientes, sino con relación á los mismos que componían la Corona de Aragón en el momento de realizarse la unidad nacional, y de escasa compenetración aun entre los mismos organismos de su constitución foral, las constituía en remora para el verdadero progreso del reino aragonés, cuanto más para la marcha de la gran monarquía española. Era además una constitución feudal, aristocrática, basada en el predominio de los ricos hombres y nobles sobre los- burgueses y 208 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA •el pueblo, entregado, y sin remedio legal, al poder omnímodo de :sus señores, poder que no respetaba ni sus bienes ni. aun sus personas. Unas libertades que descansan en tal asiento pierden bastante á los ojos del crítico desapasionado. Hasta los mismos caballeros éhijosdalgos advertían su inferioridad con relación á los nobles, de tal suerte, que en 1587 su capítulo solicita del Rey se les .admita en las fiestas de los últimos, y el Consejo y el Rey se lo -conceden, con el secreto deseo de que unos y otros se ocupen en fiestas y pasatiempos y se aparten de otros asuntos más peligrosos para la salud y buen gobierno del reino. Sólo el Clero lograba templar las asperezas de un poder tan duro y avasallador, y nada tiene de extraño que clase media y pueblo miraran al soberano como su legítimo aliado y redentor, siquiera las conmociones políticas que pronto habrían de originarse les sumiera en la confusión que en tales ocasiones arrastra á todos cuando nombres tan sonoros y sugestivos como fueros, libertades y nacionalidad se esgrimen por los interesados en defender y afianzar un poder que se escapa. La enemiga entre los señores y sus vasallos en nada se demuestra tan ruidosamente como en el pleito entre los Condes de Ribagorza, condado ya entonces unido á la casa de Villahermosa, y los habitantes del mismo, del que se originaron turbulencias que duraron mucho tiempo, y mientras el Conde acudía •á la Corte de Justicia pidiendo el castigo para sus vasallos, éstos -se declaran y organizan en plena rebelión, buscando el ser incorporados á la Corona,'sacudieudo el señorío feudal, como después de muchas vicisitudes lo consiguen, mediante el arreglo y •las compensaciones impuestas por la autoridad real. Luchan, por otra parte, ciudades contra ciudades por privilegios y fueros que les corresponden, moriscos y cristianos viejos; pleitean Teruel y Albarracín contra la Corona; acógense los delincuentes de Cataluña, Navarra y Valencia á las libertades de Zaragoza; disputan las Ordenes de San Juan y Calatrava con la Corona sobre la jurisdicción respectiva sobre Monzón y Alcañiz, etcétera, etc. Todo acusa un estado tal de intranquilidad y desorden, que un suceso, como el provocado por la fuga de An.to- LOS SITIOS DE ZARAGOZA 209 nio Pérez y su acogimiento al fuero aragonés, habría de encender las graves alteraciones que se siguieron, mostrando cuanto de arcaico, injusto y fuera de los tiempos contenía un régimen que había 3'a vivido y no podía sin peligro continuar en su exclusivismo áspero y receloso. Cuanto someramente apunto basta para demostrar el interés que acompaña á las páginas de la introducción á la obra que ligeramente analizo. La erudición y buen juicio crítico del señor Riba resplandecen en ellas, aclarando y completando las consultas que halló en el fondo de papeles españoles de Estado del Museo Británico, que tan acertadamente exhumó. Es, pues, su obra de las que más debe ensalzar y estimular esta Real Academia, labor de investigación, de publicidad de documentos interesantes desconocidos, de crítica serena é ilustrada. Ocioso, pues, será añadir el juicio que por sí mismo se deduce acerca del mérito de la obra del Sr. Riba, mérito relevante, merecedor •de la aprobacióh y encomio de esta Real Academia y con todos los pronunciamientos más favorables para servirle en su earrera. MARQUÉS DE LEMA. IV «LOS SITIOS DE ZARAGOZA» según la narración del oficial sitiador Barón Lejeune. La traducción de esta obra es oportuna, tratándose de libro interesante escrito con amenidad, que se sigue con emoción y completa la Historia de Alcaide, hasta hoy la única de conjunto que poseemos, no obstante lo mucho que se ha escrito sobre los sitios de la inmortal ciudad. Es además traducción bien hecha, •connotas convenientes, algunas aclarando el sentido del texto, •otras sometiendo á crítica observaciones y asertos no bien comprobados ó contradichos por fuentes fidedignas.