JUBILACIÓN VIENE DE JÚBILO Al menos esto es lo que me dicen; no le encontraba mucho sentido, pero pensaba: “si todos lo dicen, será así”. Pero pasa el tiempo y el 14 de Septiembre llega el día de mi jubilación, y cual fue mi sorpresa cuando, en vez de júbilo, lo que siento es un vacío, una añoranza y una pena que no cuadraba para nada con la palabra júbilo. Y pienso que no puede ser, que alguien estaba equivocado, o los que lo dicen, o yo. Me voy al diccionario y fue él el que me dio la respuesta: jubilación no viene de júbilo, viene de jubilar: “eximir del servicio por razón de ancianidad o enfermedad”. Ahora sí, ahora correspondía la definición con mi estado de ánimo, entonces me di cuenta que había pasado otro capítulo del libro de mi vida... Y me sentí triste, muy triste, porque ese capítulo había sido el más largo y el que más satisfacciones me había dado. Todo ese tiempo lo dediqué a enseñar y educar, por un lado a mis niños del colegio y en casa a mis dos hijos. Niños e hijos, los dos pilares más importantes de mi vida. Mis hijos, mis niños, mi colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Cádiz, donde he sido la mujer más feliz del mundo; el marco perfecto para desarrollar mi trabajo. Allí me acogieron, me enseñaron, me he sentido querida, respetada y reconocida en mi trabajo dentro de un ambiente de mucho cariño y cordialidad. Mis compañeras-no es exacta la palabra- son mis amigas, mis hermanas, las que han compartido conmigo mis alegrías y mis penas, ¡siempre conmigo!, ¡siempre sintiendo mis sentimientos! Ahora quedan en mis recuerdos las excursiones, los cursillos, las convivencias, los ratitos de charla con Milagros mientras se hacían las fotocopias, los recreos en el cuartito con Anita y tantos y tantos buenos ratos... ¡Cómo os echo de menos! Mis niños, mis párvulos... los cogía con tres añitos, todos temerosos, no sabían dónde estaban... ¿quién era esa mujer que estaba allí queriéndome consolar, si mi mamá se había ido?... y a medida que iba pasando el tiempo, iban cogiendo confianza, estaban contentos, felices, íbamos a leer y a escribir y dibujar, y cantar y contar cuentos... y al final terminaban con cinco años, preparados para enfrentarse a Primaria. Yo espero que no me olviden, porque yo no los olvidaré nunca. Pero llega un día en el que tu cuerpo te avisa que este capítulo se te acaba, que hay que pasar página, que ya no puedes... empiezan los dolores, las bajas, las altas, los médicos... y entonces, llega la jubilación; la despedida de tus niños, de tus compañeras del colegio, de tu trabajo, y ese día, si es de júbilo, porque todos estamos unidos. Todos los que tú quieres están contigo: tu marido, tus hijos, mis niñas, Rosa y Estefanía, mis alumnos, mis amigas, todas mis religiosas... todos se han hecho una piña para acompañarme y pasarlo muy bien. Cuando llegas a casa no cabes en si de gozo, pero a la mañana siguiente, te levantas, no tienes donde ir, el día se te hace eterno, está vacío... ¿qué hago con tantas horas?... y es ahí dónde te das cuenta que estás jubilada y no ves por ninguna parte el júbilo. En fin, como por naturaleza soy optimista, dejaré pasar este tiempo de melancolía y seguro que encontraré algo que me satisfaga. Por lo pronto, Dios me ha dado dos lucecitas, Hispana y Carla, a las que ya les tengo echado el ojo para poder seguir con lo mío: ENSEÑAR. Clara Llompart Bravo