Debilidades estructurales y alternativas de desarrollo en el sector

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Debilidades estructurales y alternativas de desarrollo en
el sector agrario del Nordeste Argentino en los 9©
r
Cristina Valenzuela*
Resumen
El trabajo examina el desenvolvimiento del sector agrario regional con el
doble objetivo de poner en evidencia las raíces estructurales de la crisis que afectó
al mismo, a partir de los cambios macroeconómicos implementados en la última
década del siglo XX y proponer alternativas para el desarrollo de una región que
registra actualmente los más altos índices de pobreza e indigencia a escala nacional.
En base a la consulta de bibliografía especializada, estadísticas y documentos, se
reseña la configuración del perfil productivo regional para luego examinar la
dinámica del sector en la década del '90 y por último y a partir de la situación
regional a principios del siglo XXI proponer soluciones a la problemática identificada.
Palabras clave: Problemática agraria, Nordeste Argentino, década 1990.
90s structural and alternative developmental weaknesses in tlie agricultural
and livestock sector in tlie Argentinean Northwest
Abstract
The development of the regional agricultural and livestock sector is examined
with the aim of both demonstrating the crisis structural roots affecting it from the
macroeconomic changes implemented in the last decade of the XX century, and
proposing alternatives for the development of a región that at the moment registers
the highest poverty indexes on the national scale. On the basis of the specialized
bibliography, statistics and documents consultation, the configuration of the regional
productive profile is reviewed to examine the dynamics of the sector in the 90s.
Finally, from the regional situation at the beginning of XXI century solutions to the
identified problematics are proposed.
Key words: Agricultural and livestock problematics, Argentine Northeast, decade
1990.
• Docente-Investigadora, CONICET, UN del Nordeste, cvalenzu@bib.unne.edu.ar
Revista Universitaria
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ISSN: 0326-8373
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Introducción
El propósito inicial que orientó el presente trabajo, desarrollado entre los
años 2003 y 2005, fue el de elaborar un diagnóstico que ofrezca un punto de
partida para el planteo de propuestas específicas en el marco de políticas públicas
de largo plazo que incluyan a las regiones marginales. La urgencia para el diseño
de un plan de desarrollo basado en la visión integral de los problemas y las
potencialidades regionales obedece a la necesidad de encontrar soluciones a
mediano plazo para revertir la creciente brecha de desigualdad socioeconómica,
la consolidación de microrregiones de pobreza extrema y los problemas de
desempleo y subocupación estrechamente vinculados con la pérdida del dinamismo
productivo y el incremento generalizado de la pobreza en los ámbitos agrarios
extra-pampeanos, denominados "economías regionales" .
1
A partir de la búsqueda y el análisis de documentos oficiales, estadísticas
provinciales y nacionales y bibliografía específica, este estudio trata de demostrar
que las debilidades estructurales de la región operaron en términos generales
determinando la acción inercial de una cierta rigidez que implicó un obstáculo para
la práctica de formas más intensivas de producción, generando el efecto llamado
figurativamente de "inercia histórica" que por retroalimentación condicionó las
posibilidades de transformación y adaptación de estas áreas a las pautas de
productividad y acumulación del sistema pampeano. Esto se advierte tanto en la
extensividad relativa de la ganadería, que ocupa la mayor proporción del área
agropecuaria regional, como en la subutilización del potencial agrícola aquejado
por ciclos críticos y en la escasa complementación agro-industrial de la producción
regional, en una tónica general de escasez de inversiones de origen extrarregional
y de escaso dinamismo económico.
2
La limitada flexibilidad de las orientaciones productivas regionales, orientadas
a completar la canasta agropecuaria nacional, sumada al predominio de formas
tradicionales y fuertemente ligadas a la disponibilidad de tierra y donde la desigual
distribución de este recurso implicó la dicotomía entre la llamada "hipoteca pastoril",
(Gaignard, 1966: 246) y una mayoría de pequeños agricultores, especializados en
cultivos exclusivos vinculados al mercado interno con suerte desigual, pero
desvinculados entre sí, generaron una mayor vulnerabilidad potencial a los cambios
en la demanda interna, a las oscilaciones de precios y a las coyunturas
meteorológicas desfavorables. En el terreno agrario esa vulnerabilidad quedó al
descubierto a partir de la apertura económica y la desregulación de los mercados
concretadas en la década de los '90, en el marco de una serie de medidas conocidas
como la "retirada del Estado" que dejó a los sectores mayoritarios de esa producción
sin la red de contención legal que habilitó su sostenimiento durante este siglo. El
impacto diferencial del conjunto de acontecimientos ocurridos en esa década
encontró en franca desventaja a las modalidades tradicionales de producción
regional. La incorporación masiva de nuevas tecnologías desde mediados de los
'90, generando un nuevo modelo de organización de la producción primaria y
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elevando la escala económica y las exigencias de capital requeridas para dedicarse
a la agricultura comercial, aceleró el proceso de desarticulación de las modalidades
productivas tradicionales, acentuando la heterogeneidad entre los productores, según
sus posibilidades diferenciales de adaptación a los nuevos escenarios.
Como para comprender los orígenes de las debilidades estructurales del
sector agrario del Nordeste es necesario conocer los procesos que configuraron y
modelaron su realidad desde una perspectiva histórica, ya que el logro de una
cierta "calidad" de desarrollo plantea el desafío de diseñar políticas que respeten
la idiosincrasia de cada ámbito, en cuanto expresión de sistemas económicoecológicos, con potencial humano, capital social e institucional variables, y la atención
ya no se centra en las políticas sectoriales, (de escaso impacto sobre la
sustentabilidad económica y social en el mediano y largo plazo) sino en cada
región, con sus particulares limitaciones y potencialidades, el trabajo se organiza
en tres partes, una primera parte que reseña la configuración del perfil productivo
regional para luego pasar a examinar la dinámica del sector en la década del '90 y
por último y a partir de la situación regional a principios del siglo XXI proponer
soluciones a la problemática identificada.
La configuración del perfil productivo del Nordeste Argentino en el siglo
XX
Durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, la voz Nordeste no
pasaba de ser una simple referencia a un punto cardinal, a un área indefinida que
tal vez justificaba alguna individualidad más que nada por oposición a la región del
Noroeste que por sus propias condiciones de cohesión interna, (Bruniard, 1987 y
1990). El Nordeste, como territorio constituido por las provincias de Corrientes,
Chaco, Misiones y Formosa, comienza a cobrar entidad recién en la década del
'50, cuando se provincializan estas tres últimas jurisdicciones .
3
La noción territorial del Nordeste surge cuando por Decreto N° 1907 del
año 1967, se establece a la "región del Nordeste Argentino" (NEA ) en el marco
de la ley 16.964 del año anterior, que disponía la creación del Sistema nacional de
Planeamiento y Acción para el Desarrollo con la finalidad era "planificar el
desarrollo integral y armónico del país", (Bruniard, 1990: 15). Desde entonces es
entendido básicamente como un conjunto de provincias contiguas y constituye
una realidad compleja.
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Figura 1
Área de estudio
ARGENTI.NA
Como señala Alejandro Schweitzer (2004:42-43): "No existe un único NEA
histórico... Las actividades económicas que se desarrollan en estos espacios tienen
como única denominación común la de ser economías regionales pero no existe un
NEA económico... No existe un NEA político, las capitales de las cuatro provincias
que formalmente lo integran son polos de irradiación de políticas de otros tantos
estados de una federación, sin más instancias de coordinación regional que las
referidas eventualmente a la necesidad de hacer frente a decisiones tomadas
desde afuera, desde Buenos Aires, capital nacional a la que le cedieron parte de
sus soberanías, tal vez hace demasiado tiempo, pero haciéndolo cada uno desde
su propia visión provincial" . En este contexto, distinguirlo en su dimensión
regional, sólo es posible apelando - y tal vez forzando- una agregación y
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diferenciación espacial resultantes de su posición en el conjunto nacional y de su
contraposición a la región Pampeana, rasgo que comparte con el Noroeste. Las
características comunes del NEA y NOA, en tanto economías regionales
extrapampeanas, han llevado a la consideración de ambas regiones como el "Norte
Grande" .
6
Considerar al Nordeste separadamente, ya se torna una cuestión
de escala y de categorías y objetivos de análisis. La regionalidad, exige la
elección de criterios de diferenciación del espacio analizado. En este sentido es
preciso buscar "rasgos distintivos", hacia los cuales dirigir una atención preferencial
que permita ensayar una distinción apoyada en singularidades que operen como
atributos "aglutinantes", lo cual implica un necesario grado de generalización. En
el marco de estas salvedades, la posición del Nordeste en la Argentina puede
observarse partiendo de la base de que la actividad agropecuaria fue y sigue
siendo la principal fuente proveedora de divisas, teniendo una decisiva gravitación
en el funcionamiento de todo el sistema económico nacional y representando las
exportaciones de este origen -desde principios de siglo XX hasta la actualidadentre el 75% y el 90% del total. A su vez, la Región Pampeana ha sido
históricamente responsable del 60% de la producción agropecuaria y del 80% de
las exportaciones del país. La diversidad de condiciones ecológicas que caracteriza
a la Argentina ha posibilitado que históricamente la producción del sector
agropecuario esté compuesta por un grupo muy amplio y diversificado de
productos . Si bien puede argumentarse, tanto para el caso de la agricultura como
para la ganadería, que las propias particularidades (agronómicas, biológicas,
genéticas, etc.) de cada cultivo o de cada tipo de ganado fueron condicionando las
áreas de posible expansión; la especialización agropecuaria del Nordeste en
productos singulares de demanda externa coyuntural o complementarios de la
producción pampeana, resultado de una historia reciente, (siglo XX, con excepción
de Corrientes) no fue un proceso neutro sino que respondió a los intereses
económicos de la época, convirtiendo a las mismas en "... típicos enclaves de
drenaje" (Coraggio, 1971:41, Ferraro, 1973: 20 y Bruniard y Bolsi, 1988: 526) con
destinos variables, según las etapas de la economía nacional. Como señala Noemí
Girbal, (1998:6),
7
8
9
"Mientras la pampa húmeda es todo un símbolo del progreso agropecuario, en el
interior la situación es diferente. La conformación del Estado y del mercado nacional
con su sistema de alianzas obliga a las economías regionales a efectuar cambios
para participar de las exigencias de la Argentina agroexportadora, que desde el
poder político y económico crece con la mirada puesta en Europa. La llegada del
ferrocarril, el crédito oficial barato y la protección estatal diseñan, de común acuerdo
con las burguesías locales, verdaderos modelos de economías regionales de
monoproducción. Se teje así el revés de la trama del progreso positivista arraigado
en la región pampeana y en torno a la ciudad-puerto de Buenos Aires".
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Las diferencias relativas establecidas en el primer tercio del siglo XX,
dinamizadas por intereses extrarregionales, se reforzaron con el paso del tiempo
en virtud de procesos de crecimiento acumulativo, consolidando una dinámica de
relaciones asimétricas. El análisis de la evolución del sector agropecuario regional
en función de estos criterios, pone en evidencia un desigual nivel de competitividad
potencial del Nordeste, el cual constituye el nudo básico que explica los orígenes
de las disparidades regionales en cuanto a niveles de productividad, ingresos,
expansión y desarrollo en general. Horacio Giberti (2001: 121) señala
acertadamente que las ventajas agropecuarias "argentinas" en realidad se
circunscriben a la región pampeana (una quinta parte de la porción americana
del territorio argentino y una de las seis regiones potencialmente más
agroproductivas del mundo). Las áreas extrapampeanas tienen poca o ninguna
aptitud agropecuaria para producciones de clima templado, pero permiten que
prosperen otras, sin la superioridad mundial que caracteriza a la primera. A ello
debemos sumar, en el caso específico del Nordeste observado a escala nacional,
el hecho de que gran parte de su espacio se caracterizó por una habilitación
económica comparativamente tardía, (excluyendo en esta afirmación al caso de
Comentes) incorporándose en una situación subordinada, como periferia inmediata,
con un neto predominio de actividades agrarias destinadas a completar la "canasta"
de productos agropecuarios.
10
A la dependencia y extrema vulnerabilidad hacia las coyunturas del mercado
nacional e internacional y su relativamente escasa importancia en el conjunto del
primero, la región sumó la marcada bipolaridad de sus estructuras agrarias, con
predominio de tamaños extremos. A escala nacional, tanto en el Nordeste como
en el Noroeste y Cuyo, el productor familiar minifundista o campesino de las
zonas extrapampeanas siempre fue el más expuesto al abandono de la actividad
por la imposibilidad de encarar procesos de reconversión incorporando innovaciones
tecnológicas o nuevas formas de organización. "La principal localización geográfica
de estas unidades empobrecidas con limitado acceso a recursos productivos
corresponde a las zonas económicas más desfavorecidas por lo cual son doblemente
menos rentables: por minifundistas y por extrapampeanas", (Neiman y Bardomás,
2001: 34).
Las explotaciones familiares, de unas 20 hectáreas promedio, (15 en
Formosa, 20 en Misiones, 10 a 30 en Chaco, 10 a 15 en Comentes), constituyeron
la característica de la colonización agrícola en "lo que quedaba" del remate de la
tierra pública a principios de siglo. En un medio natural difícil, la gran mayoría de
los colonos tomó el pedazo de tierra que podía trabajar y en ese proceso quedó
establecido el perfil del sector agrícola regional, por la combinación de la
escasez de tierra y la reducida capacidad económica de los ocupantes agrícolas,
la cual limitó el área de instalación a la potencialidad del trabajo familiar.
El fuerte condicionamiento derivado de este tipo de base agraria, tratado
por numerosos autores (Archetti y Stolen: 1975, CFI, 1975, Giberti: 2001, Rofman,
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1986, 1989, 1995, 1999, 2000, etc.), ejerció un efecto limitante que hizo que los
productores se incorporaran a la problemática agropecuaria primeramente como
minifundistas y sólo en segundo lugar como productores de un cierto tipo de bien.
Este argumento, aplicado al resto de los factores productivos definió un perfil de
productor con rasgos claramente diferentes a los del productor pampeano en
función de sus posibilidades de inserción comercial, su poder de negociación ante
mercados oligopsónicos, su acceso a financiamiento institucionalizado y sus
posibilidades de innovación e intensificación, así como su vulnerabilidad diferencial
ante riesgos meteorológicos o coyunturas desfavorables de precios.
En el caso específico del Nordeste, la articulación de esa distribución fundiaria
desequilibrada con la especialización en productos agrarios muy específicos y
secundarios suscitó la acción inercial de una cierta rigidez estructural que determinó
una tónica general de escaso dinamismo económico, una subutilización del
potencial agrícola y una escasa complementación agro-industrial de la producción
regional. Aún así, su rol en el contexto agropecuario funcionó mientras atendió a
las tendencias expansivas del mercado interno. La retracción de estas últimas
significó la sucesión de crisis productivas y la desmejora de la calidad de vida de
la población, poniendo en evidencia tanto distintos niveles de debilidad e
inestabilidad, como diversas posibilidades de reacción, a escala intrarregional.
Tratándose de una región dependiente de la dinámica del consumo local y
de la intervención reguladora del Estado, cuando la producción regional alcanzó
los niveles de consumo nacional, al promediar el siglo XX, "...empezaron a agotarse
las energías exógenas y comenzó a detenerse el proceso de expansión de las
fronteras económicas regionales, en un momento en que todavía no se habían
alcanzado las fronteras políticas del Nordeste" (Bruniard y Bolsi, 1988:538)" y
comenzó una alternancia de fases críticas caracterizadas por intentos de
diversificación (con el reemplazo del algodón) o de mayor regulación (fijando topes
por ley y otorgando subsidios en el caso de los cultivos perennes) con resultados
desiguales en cada una de las provincias.
En general en los sectores agropecuarios extrapampeanos, desde los años
'70 el estancamiento del consumo generó profundas crisis, (Ekboir; Fiorentino y
Lunardelli, 1990: 377). A partir de entonces, estas áreas entraron en procesos
crónicos de sobreproducción y acumulación de stocks, por una compleja trama de
factores que incluyeron a una base productiva apoyada en pequeñas explotaciones
con baja capitalización sumada a la carencia de tecnologías adecuadas, la
inexistencia de alternativas de diversificación y la implementación de políticas
gubernamentales contradictorias ante las demandas en declinación. Entre fines
de los '70 y principios de los '80, la escasa asistencia recibida en las regiones
extrapampeanas, (Maggi, 1993: 50) se explicaba por factores tales como la
orientación crediticia hacia productos exportables de la pampa húmeda, la escasez
de recursos en las carteras de créditos de los bancos provinciales, (habituales
financistas de esos sectores agropecuarios) y el grado de endeudamiento de los
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productores que limitaba seriamente su acceso a cualquier financiación bancaria,
(Russo, 1997: 150).
A comienzos de la década del '80, la situación agropecuaria del Nordeste
era común a la descripta para el resto de las economías regionales: producciones
de base agraria, con un predominio de explotaciones minifundistas, una
especialización productiva (monoproducción), generalmente intensiva en el uso
de mano de obra y dependiente de la evolución del mercado interno y, en el caso
de los cultivos perennes como la yerba mate y el té, de la intervención sistemática
del Estado a fin de atenuar el impacto de las recurrentes crisis de sobreproducción,
(Carballo González, 2001: 5).
Dinámica agraria regional en los '90. Impactos diterenciales y
contradicciones a escala regional y provincial
La vulnerabilidad de la población agraria del Nordeste para los principios de
los '90 era considerable, teniendo en cuenta que en 1991 , Misi'ones, Formosa y
Chaco eran las tres provincias argentinas con mayores proporciones comparativas
de trabajadores rurales familiares y por cuenta propia, es decir, estas tres provincias
concentraban las más altas proporciones del país de trabajadores agrarios pobres.
Para esa fecha, la producción regional, (yerba mate, té tabaco, algodón y cítricos)
solamente accedía al mercado externo como sobrante del consumo interno y, por
ende, el sistema de precios que la regulaba no dependía de las cotizaciones
internacionales, sino de la dinámica del consumo local y de la intervención
reguladora del Estado, (Rofman, 1999: 109).
12
A partir de 1991, la apertura externa, la acelerada inserción de la economía
en el flujo comercial y financiero internacional y la ausencia de regulación estatal
implicó, en muchos casos, que el sector externo se convirtiese en el principal
destino de la producción. En los casos en que la demanda interna siguió siendo el
principal destino, el proceso de determinación de los precios de comercialización
de todos los bienes quedó supeditado a la cotización de los mercados internacionales.
El Estado dejó de intervenir en la fijación de precios mínimos o en su detemiinación
indirecta, además de abstenerse de precisar pautas de comercialización.
La liberación de los mercados, al implementarse sin un marco regulatorio
apropiado impactó desfavorablemente sobre los sectores de mayor fragilidad. La
desregulación del sector público agrícola asociada a la redefinición del Estado
significó el deterioro del precario equilibrio que mantenía en funcionamiento a
sistemas agropecuarios muy diversos, donde las posibilidades de adaptación y con
ellas la "viabilidad" económica relativa registraban niveles y posibilidades
diferenciales. La pequeña agricultura de tipo familiar -en franca desventaja para
hacer frente a los nuevos escenarios-, fue la que recibió el impacto más severo en
la década del '90.
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El contexto descripto, de ajuste y desregulación en combinación con la
expansión del agribussines, aceleró la fragmentación entre los distintos estratos
de agricultores según su capacidad de adaptación a las nuevas tendencias. Los
agricultores "integrados" cedieron gran parte de su poder de negociación e iniciativa
a segmentos que impusieron las condiciones de inserción en la agricultura de
contrato, tales como los proveedores de insumos, (agroquímicos, semillas y
maquinarias) los asesores de procesos y más hacia arriba en la cadena, a los
sectores de financiamiento y coordinación de las cadenas de supermercados y al
sistema agroindustrial exportador. Este proceso fue poniendo de relieve cada vez
con mayor claridad una clara y creciente separación entre la agricultura
"empresarial" articulada con la agroindustria y la exportación y la pequeña
agricultura familiar, amparada apenas por programas de sostén focalizados e
insuficientes . El ajuste macroeconómico a nivel nacional transformó la estructura
productiva en tanto implicó para el sector agrícola un aumento de la presión
impositiva hacia pequeños y medianos productores y a escala provincial, la exigencia
de aplicar ajustes con reducción del gasto público y reestructuración de las
administraciones provinciales y municipales (donde el empleo público es
predominante) .
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La situación del sector agrario regional en 1997, (año en que las producciones
agrícolas registran niveles récords) era definida como de
"reconversión global de su perfil productivo, mediante ciertos procesos como la
tendencia a la concentración de la tierra en mayores unidades productivas por
compra entre productores vecinos, cambio de firmas por venta de estancias,
arrendamiento de campos grandes para agricultura", (Estefanell, G, et al. 1997: 84).
A nivel de agricultores medios, (productores familiares de norte de Santa
Fe y Chaco, fruticultores y arroceros de Corrientes, yerbateros/forestadores de
Misiones) el movimiento de reorganización productiva fue profundo ya que "este
sector es cualitativamente el más afectado, tanto en su patrimonio como en su
paradigma productivo, aún cuando cuantitativamente no exista gran número de
agricultores que hayan abandonado la producción", (Estefanell, et al, 1997: 84).
Ese abandono ocurrió pocos años después, en el contexto de crisis y caída de los
precios internacionales de los principales productos regionales a principios del
2000 y la ampliación de la frontera productiva pampeana con la expansión sostenida
de la soja transgénica. Este cultivo alcanzó rápidamente a la franja occidental del
Nordeste por medio del desmonte y arrendamiento temporal de vastas áreas
semiáridas que, beneficiadas por un coyuntural "ciclo húmedo", posibilitaron la
implementación del nuevo paquete tecnológico caracterizado por su alta
dependencia de insumos y su escaso requerimiento de trabajadores rurales.
Un ejemplo de estos procesos es el caso de la producción algodonera regional
(concentrada en las provincias de Chaco y Formosa) y que entre 1994 y 1998
registró la mayor cosecha del siglo, basada en la creciente competitividad de una
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alianza nueva, integrada por productores industriales con plantas en expansión
muy modernas y agricultores aptos para incorporar innovaciones tecnológicas
acentuadas en sus predios (Rofman, 2002: 103), en una euforia productiva apoyada
en el déficit del mercado brasileño que se configuró como el principal comprador.
A partir de allí, el área de siembra inició desde 1998 un descenso sostenido hasta
niveles nunca antes vistos, determinando años después la necesidad de importar
fibra.
Los cambios en la base competitiva de la cadena del algodón y la crisis
profunda de la cotonicultura familiar tradicional tuvieron importantes consecuencias
sociales, en un proceso de reducción de la participación de productores familiares
y aumento de la producción de grandes grupos empresariales adoptantes de nuevas
tecnologías, generándose además, procesos de migración en áreas productoras
tradicionales ante la disminución abrupta de la demanda de mano de obra. Luego
la liberación a la venta de la variedad genéticamente modificada (RR ) en 1996
en Argentina, en un "paquete" tecnológico que combinó la siembra directa, los
biocidas (glifosato) y fertilizantes, aceleró la expansión de la oleaginosa en la
región pampeana, al ofrecer la posibilidad de adoptar rápidamente tecnologías
ahorradoras de costos en un modelo de "fuga hacia adelante", que se apoyó
fundamentalmente, en una importante capacidad instalada previa , (Bisang, 2003:
436-437).
15
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El uso de estas tecnologías supuso tanto una mayor integración vertical con
una creciente dependencia de las redes de distribución comercial privada de ciertos
insumos, (glifosato) como el aumento de la rentabilidad no tanto por la mejora de
los rendimientos agrícolas, sino por la disminución de los costos de mano de obra,
con la siembra directa. Chaco y Formosa dejaron la producción algodonera para
incorporarse a la producción de soja transgénica. Este cambio fue el más importante
en el desenvolvimiento del sector agrícola de estas jurisdicciones desde 1960,
porque significó el relegamiento del que fuera el principal cultivo, el "oro blanco"
que aportó históricamente entre un 70 % a un 85 % de la producción nacional,
concentrando más de dos tercios de la superficie total sembrada en el país.
En el caso en Corrientes, durante la década del '90 se acentuó la
concentración de la producción de arroz, por la cual los productores de más de
500 hectáreas, que conformaban el 19% del total, pasaron a concentrar el 63% de
la superficie arrocera provincial. En el extremo opuesto el 59% de los productores
con explotaciones de menos de 200 hectáreas ocupaba un 15%. La superficie
restante se repartía entre un 22% para el grupo de 200 a 500 hectáreas, que
nucleaba al 22% de los productores, (INTA, 2002:13). La modernización involucró
la adopción de un nuevo sistema en base al riego por represa, que intensificó el
componente agrícola y el ganadero , buscando ampliar el número de años con
arroz e incorporar sorgo, maíz o soja con riego a fin de alargar el ciclo agrícola de
la rotación, (Pagliettini y Carballo, 2001: 118). Como el importante desarrollo del
sector en los últimos años estuvo vinculado a las exportaciones, (a nivel nacional,
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aproximadamente el 28% de la producción arrocera del país se destina al consumo
interno) y estas operaciones, en el caso correntino, se dirigieron casi exclusivamente
al mercado brasileño, la devaluación que realizó este país en '99 generó una fuerte
crisis , ocasionando una drástica caída de la producción. Esta última incrementó
notablemente el nivel de endeudamiento de los medianos productores y generó
crecientes dificultades, tanto para obtener financiamiento como para colocar la
producción, (INTA, 2002: 13).
18
En Misiones, la producción agrícola en pequeñas y medianas explotaciones,
fue apoyada por el sector público hasta fines de los '80 por medio de diversas
medidas de política económica, como regulaciones, precios mínimos, subsidios,
etc. Con la implementación de las medidas desregulatorias, en la década del '90,
prácticamente desaparecieron casi todos los mecanismos de apoyo estatal.
Específicamente disminuyeron en sus montos las trasferencias de fondos a la
Provincia por la eliminación de la regulación yerbatera y de los subsidios al té y
por la reducción de los subsidios y desgravaciones forestales. Las transformaciones
implicaron una importante incorporación de tecnología con el consecuente aumento
de la productividad, mayores ventas, intensificación de los procesos de
concentración económica y descenso de la demanda de mano de obra y los puestos
de trabajo en la agroindustria (por la disminución del número de establecimientos
industriales medianos y pequeños). "Este proceso que se dio en todo el país, tuvo
su correlato en Misiones, donde las PyMES agropecuarias e industriales, las
cooperativas y las agrupaciones de pequeños productores, perdieron peso
económico y político", (Freaza, 2003: 2).
Análisis cuantitativo de la estructura agraria y de la población rural regional
Retomando la escala regional y en base a la comparación de las cifras
censales relativas al número y extensión de las explotaciones agropecuarias
(EAPs ) en el país, es posible afirmar que la superficie agropecuaria nacional, se
mantuvo, entre 1947 y 2002, entre poco más de 170 millones de hectáreas. El
número de explotaciones agropecuarias en cambio, disminuyó en el mismo período
de 470.000, a menos de 300.000 unidades. De esta manera, la superficie promedio
de la unidad agropecuaria se elevó de 368, a 588 hectáreas . Estas cifras dan
muestra de la concentración del usufructo de la tierra productiva, con el
desplazamiento de pequeños y medianos productores ante la elevación de la escala
económica y las exigencias de capital requeridas para dedicarse a la agricultura.
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Tabla I
Tamaño promedio de las Explotaciones Agropecuarias.
1947
1960
1988
2002
Tamaño promedio de las Explotaciones
Agropecuarias.
PAMPA NORDESTE
215,8
265,8
233,9
219,6
324,6
246,6
440,4
301,2
'
PAIS
368,0
371,3
469,0
587,7
Fuente: Elaboración propia, Censos Nacionales agropecuarios de 1947,
1960, 1988 y 2002.
Tanto en el área pampeana como en el Nordeste, la tendencia fue la misma:
mantenimiento con leves variaciones de la superficie agropecuaria y descenso en
el número de unidades productivas, con el consecuente aumento de tamaño de la
unidad promedio.
Comparando las cifras de explotaciones agropecuarias con límites definidos
en los dos últimos relevamientos censales, se advierte que casi la mitad de las
EAPs en la Argentina (49% en 1988 y 46% en 2002) tiene una extensión menor a
50 hectáreas. En la Región Pampeana, las EAPs de este grupo sólo representan
el 29% en 1988, bajando al 23,6% en 2002. En el Nordeste, en cambio, sumaban
el 64% y 59% del total de unidades en 1988 y 2002, respectivamente, es decir
representaban a la mayoría de las unidades productivas regionales.
Ahora bien, si se considera la distribución de las explotaciones agropecuarias
clasificadas según su extensión, la situación difiere en relación a los grupos de
explotaciones que registraron disminuciones en estos ámbitos. Comparando las
cifras de explotaciones agropecuarias con límites definidos en los dos últimos
relevamientos censales, se advierte que casi la mitad de las EAPs en la Argentina
(49% en 1988 y 46% en 2002) tiene una extensión menor a 50 hectáreas. En la
Región Pampeana, las EAPs de este grupo sólo representan el 29% en 1988,
bajando al 23,6% en 2002. En el Nordeste, en cambio, sumaban el 64% y 59% del
total de unidades en 1988 y 2002, respectivamente, es decir representaban a la
mayoría de las unidades productivas regionales.
Cotejando la estructuración según el tamaño de las EAPs existentes en la
República Argentina, en el año 2002, se advierte para el caso del Nordeste, el
neto predominio de las unidades de 10 a 25 hectáreas, en primer lugar, y
de 25,1 a 50 hectáreas, en segundo lugar. En contraposición, en el caso de la
Región Pampeana, el máximo porcentaje corresponde al grupo de 200,1 a 500
hectáreas, seguido del de 100,1 a 200 hectáreas. En el caso del total del país, se
advierte una estructura más ponderada, sin ningún predominio relativo, compartiendo
los grupos inferiores a 500 hectáreas, un 12% cada uno, aproximadamente.
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Al predominio de explotaciones pequeñas en el caso del Nordeste, se agrega
el número de trabajadores familiares que en el año 2002, doblaban en cantidad a
los de la Región Pampeana, (70.000 y 34.000, respectivamente). Analizando las
cifras de trabajadores permanentes de las EAPs entre 1960, 1988 y 2002,
discriminados según sean productores, familiares y no familiares, se observa que
el número de productores en la Región Pampeana disminuyó notablemente de
243.000 en 1960, a 177.000 en 1988 y a 130.000 en 2002. Más marcado aún fue el
descenso que registraron los trabajadores familiares, que pasaron de 252.000, a
85.000 y a 35.000, en 1960, 1988 y 2002, respectivamente. En el caso de los
trabajadores no familiares, oscilaron entre 162.000,175.000 y 71.000 en esos tres
años. En el caso del Nordeste, los productores sumaban 62.000 en 1960, 77.000
en 1988, para bajar a 70.000 en 2002. La mano de obra familiar descendió de
119.000 a 108.000 y a 70.000 trabajadores entre 1960, 1988 y 2002,
respectivamente. Pero, ante el notable descenso de este tipo de trabajadores en la
región Pampeana, el Nordeste pasó a superar a aquella desde 1988 en adelante,
en la cantidad de trabajadores familiares del productor. En 1988 y en 2002, el
Nordeste contenía al 34% de la mano de obra familiar del país, mientras que la
Región Pampeana pasó de contener el 28% en 1988 al 17% en 2002.
De modo que, combinando los predominios de unidades menores de 50
hectáreas (60%) y de trabajadores familiares, que junto con los productores
representan el 88% de las personas que trabajan en forma permanente en
explotaciones agropecuarias en la región, es posible afirmar que en el Nordeste,
las explotaciones agropecuarias son en su mayoría pequeñas unidades
productivas agropecuarias de tipo familiar. Considerando ahora el total de
unidades productivas censadas entre 1988 y 2002, estas unidades son las que
registraron los mayores descensos. En el NE el 94% de la disminución de
EAps se concentró en el segmento de menos de 100 hectáreas.
En la región Pampeana, esta dupla cereales-oleaginosas pasó de representar
un 48 a un 64% de la superficie regional implantada en 1988-2002, respectivamente.
En el Nordeste también se incrementó la superficie sembrada con este grupo de
cultivos, mientras que el grupo de los cultivos industriales, tradicional producción
de esta región, disminuyó en su importancia relativa, de 35% a 20% del área
implantada en 1988 y 2002, respectivamente. Cabe destacar que la tendencia
regional está dominada por las cifras correspondientes a la provincia del Chaco,
donde la superficie con oleaginosas aumentó en más de 250.000 hectáreas y el
área algodonera se redujo más de 100.000 hectáreas en ese período intercensal.
De número total de EAPs con toda su tierra en régimen de ocupación con
permiso , el 55% se localiza en el Nordeste, y en el caso de las explotaciones
que implican una "ocupación de hecho", el 46% .Considerando comparativamente
la extensión -en hectáreas-, involucrada en las ocupaciones "de hecho", en el
área Pampeana y en el Nordeste, se advierte que en ambos casos las superficies
exhiben muy poca diferencia, (140.000 y 120.000 hectáreas, respectivamente)
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no obstante, el número de EAPs comprendidas en esas superficie es notablemente
mayor en el caso del Nordeste (1.853 explotaciones, contra sólo 249 en la región
Pampeana ), hecho que estaría corroborando el predominio de pequeñas
explotaciones en situación irregular de tenencia en el caso del Nordeste.
22
Este contexto de situaciones irregulares de tenencia de la tierra, en la que
se encuentran englobadas prácticamente en su mayoría la categoría de
"ocupaciones" ("con permiso" y "de hecho", en tierras fiscales o privadas), conlleva
un alto grado de precariedad e inseguridad que impide cualquier tipo de planificación.
En estos ámbitos, aunque la entrega de la tierra por sí sola no sea suficiente para
garantizar cambios en las modalidades de aprovechamiento, representa la condición
indispensable para modificar usos ineficientes y el empobrecimiento de los recursos
productivos así como también limitar los problemas de degradación del suelo, ya
que cuando el ocupante no tiene título de propiedad, generalmente mantiene sistemas
de explotación que tienen en cuenta principalmente el corto plazo y el uso más
intensivo posible. La indefinición jurídica le significa también dificultades o
directamente le impide el acceso al crédito, factor que podría fomentar el desarrollo
y un uso más eficiente de los recursos.
-
Por su parte y a escala regional, en el período 1991-2001 se registró una
disminución de más de cien mil residentes rurales disperso^ representando este
descenso el 24% de la tendencia nacional registrada para ese segmento. El mayor
descenso (66%) correspondió a la provincia del Chaco y el 17 % a Formosa,
sumando entre ambas un 83%, lo que significa la pérdida comparativa entre 1991
y 2001 de 86.000 habitantes rurales a campo abierto en el ámbito Chacoformoseño.
En este sentido, tanto Misiones como Formosa registran un aumento de su población
rural hasta 1980 y a partir de ese momento una relativa estabilidad en el primer
caso y una disminución leve en el segundo. Distinto es el caso de Comentes, que
exhibe un suave pero constante descenso desde 1960, tendencia compartida con
Chaco, quien se distingue a su vez por la marcada disminución registrada entre
1991 y 2001. En este caso, los departamentos que registraron un mayor descenso
comparativo de su densidad agraria corresponden al área agrícola del centrosudoeste, que concentraba el 40% de las explotaciones chaqueñas menores a 100
hectáreas .
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Tabla II
Variación absoluta de población total y rural agrupada y dispersa.
Argentina y Nordeste,1991-2001
Argentina
Corrientes
Chaco
Formosa
Misiones
NORDESTE
1991
2001
dif. 91-2001
1991
2001
dif. 91-2001
1991
2001
dif. 91-2001
1991
2001
dif. 91-2001
1991
2001
dif. 91-2001
1991
2001
dif. 91-2001
Población Población
Población rural Población rural
agrupada
dispersa
total
Urbana
1118092
3061326
32615528
28436110
36260130
32431950
1223533
2604647
3644602
3995840
105441
-456679
795594
31441
174300
589853
929236
737905
31188
160143
133642
148052
-253
-14157
839677
575913
31493
232271
983087
780440
39055
163592
204527
7562
143410
-68679
270061
18514
109838
398413
485700
375153
18320
92227
87287
105092
-194
-17611
788915
493417
251129
44369
672951
42603
248315
963869
-2814
174954
179534
-1766
1929244
125817
767538
2822599
3361892
664277
2566449
131166
539293
637205
5349
-103261
Fuente: Elaboración propia, datos de los Censo Nacionales de Población de 1991 y 2001.
Estos comportamientos diferenciales se explican por una serie de factores:
a diferencia de Corrientes y Misiones, la actividad agrícola en Chaco y Formosa
está especializada en cultivos anuales, con una notable variación interanual en las
superficies destinadas a cada especie, según los altibajos del mercado y las
eventualidades meteorológicas de cada campaña. A esa diversificación aleatoria,
consecuente con un heterogéneo conjunto de productores que exhiben niveles de
manejo productivo muy disímiles, deben sumársele otros aspectos negativos, tales
como la precariedad en la tenencia de la tierra, la baja o nula capitalización y la
imposibilidad estinctural de acceso a fuentes de financiamiento, la inexistencia de
alternativas de producción. Estos rasgos constituyen un perfil considerablemente
frágil y sensible a los cambios en las coyunturas del mercado, de no mediar un
apoyo estatal explícito y continuado.
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Figura 2
Fuente: Censos Nacionales de Población de 1947, 1960, 1980, 1991 y 2001.
La situación a principios del siglo XXI. Diagnóstico y propuestas
En una región que desde sus orígenes funcionó en una dinámica dependiente
del consumo local y de la intervención reguladora del Estado, el impacto diferencial
del conjunto de acontecimientos ocurridos en la década del '90 encontró en franca
desventaja a las modalidades tradicionales de producción. La incorporación masiva
de nuevas tecnologías desde mediados de los '90, generando un nuevo modelo de
organización de la producción primaria y elevando la escala económica y las
exigencias de capital requeridas para dedicarse a la agricultura comercial, aceleró
el proceso de diferenciación de la estructura agraria y la expulsión de los productores
que no alcanzaron la escala mínima exigida en cada caso.
Las evidencias de desarticulación de las economías locales a partir de la
desaparición de eslabonamientos productivos preexistentes, del desplazamiento
de cooperativas y pequeñas y medianas empresas productivas y comerciales y los
crecientes niveles de informalidad e inestabilidad han tratado de ser compensados
por las administraciones públicas locales que han incrementado los subsidios y las
contrataciones temporales acentuando un perfil asistencialista donde si bien se
"alivian" situaciones extremas de pobreza, también se potencia el poder discrecional
de esas administraciones ya que este asistencialismo es focalizado, es decir,
conlleva la condición de "elegible" y con ella, la determinación de "criterios de
elegibilidad", que son evidentemente discutibles en términos de que toda selección
implica exclusión.
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En el Nordeste, las transformaciones agrarias ocurridas en los últimos años
parecen apuntar a la divergencia creciente y sostenida entre las tendencias
recientes de la moderna agricultura y la pequeña producción familiar tradicional,
tan representativa de las economías regionales. Esto en gran parte obedeció a las
limitaciones estructurales de los esquemas productivos locales -provinciales- y a
sus dificultades de expansión competitiva con inclusión social, como aspectos
negativos, que condicionaron de múltiples maneras su desarrollo. Pero también
reflejó la ausencia y el desinterés de las políticas nacionales por definir el papel y
la orientación de los sectores agrarios ajenos a la pampa húmeda.
Entendemos aquí que esa definición exige como punto de partida la
aceptación de las realidades agrarias extrapampeanas como escenarios desiguales,
que exigen políticas diferenciadas. Sólo partiendo de esta base será posible el
diseño de estrategias de desarrollo que contemplen el logro de transformaciones
multidimensionales, desde una posición de partida caracterizada por una serie de
carencias, desigualdades e inequidad de opciones, hacia una situación en que éstas
últimas son ampliadas y las primeras son resueltas o disminuidas a niveles poco
significativos.
Esa definición también implica optar entre dos discursos contrapuestos, uno
que partiendo de la inviabilidad relativa a ciertos tamaños de las explotaciones
dentro de la lógica del mercado, anticipa una segura exclusión de esos estratos a
corto plazo, y el otro que considera que, mediante la incorporación de capital y
tecnología de manera organizada, los pequeños productores podrían acceder a
umbrales mínimos de competitividad agraria. Entre ambas posiciones extremas
hay toda una gama de alternativas discursivas que evidencian la complejidad del
problema, pero en la argumentación de la inviabilidad de las pequeñas explotaciones,
que vaticina que naturalmente por la lógica propia del mercado los pequeños
productores terminarían excluidos de la actividad agropecuaria, no se considera
que estos "expulsados del campo" son, a corto plazo, los futuros migrantes rurales
que se han de instalar en la periferia de las ciudades en asentamientos "de
emergencia" o "villas miseria" engrosando el número de desocupados y marginados
de todo acceso a una vida digna.
El logro de un cierta "calidad del desarrollo", que evite la desconexión con
los procesos globales, pero a su vez mantenga una relativa autonomía que implique
la consideración y el respeto por las diferencias en los modos de vida y de
producción regional no es una nimiedad, ya que implica hallar la forma de arbitrar
coherentemente la relación entre estos sistemas diferenciados y el mercado global.
El eje de discusión y la problemática prioritaria deben apuntar a encontrar un
punto de conciliación entre las fuerzas endógenas de la región, es decir, sus
capacidades de adaptación y de innovación y ajuste a las nuevas condiciones y las
fuerzas de las dinámicas globales de acumulación, (Valenzuela, 2006: 178).
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Dadas las características del Nordeste, la expectativa de que lleguen
inversiones y fuerzas transformadoras propias del actual estilo de modernización
capitalista, y con ellas resolver por "derrame" los problemas de desempleo,
empobrecimiento, etc., alcanzando la integración plena al nuevo sistema productivo
global, es poco realista y demasiado simplista. También lo es la postura opuesta,
que plantea una política que propicie una desconexión de la comunidad o sociedad
local apelando exclusivamente a su desarrollo "endógeno".
Un enfoque intermedio, deberá apuntar a fortalecer la capacidad de
respuesta de la dimensión local entendiendo que la región deberá conectarse con
los procesos globales, pero con un grado de autonomía relativa que le permita
transformar su realidad encontrando la forma de resolver equilibradamente la
relación entre ambas escalas.
La aplicación de las políticas públicas desde una perspectiva regional supone
un nivel intermedio entre lo local y lo nacional, en el que generalmente no existen
estructuras institucionales bien definidas. Considerando las limitadas capacidades
de respuesta de la dimensión local -regional-, partiendo de la idea de que en un
mundo globalizado esa "reacción" no puede ser un proceso local a cargo
únicamente de actores locales, corresponde primordialmente a las instancias
nacionales de gobierno la implementación de una política de desarrollo. El Estado
Nacional deberá aportar claridad con la definición y sostén de un rol productivo
en ese contexto, con medidas de promoción (fondos compensadores), acciones
reguladoras ante procesos distorsivos, (reasignación de activos) y la sistemática
ampliación del acceso a la información, (capacitación más asistencia técnica),
con sistemas de crédito subsidiado a partir de programas de financiamiento nacional
e internacional accesibles, con los que se subsidie y sostenga la producción regional,
con el apoyo de la banca estatal y cooperativa.
En el otro extremo, partiendo desde la microescala se debe rescatar la
cooperación local, alentando la reconstrucción de formas asociativas apoyadas en
la solidaridad y la confianza, como lo fueron en su momento las tradicionales
cooperativas. Desde esa base, pueden plantearse la construcción de alianzas con
objetivos comunes gestadas a partir de relaciones ya existentes, movilizando la
voluntad colectiva para la formulación de proyectos locales consensuados, basados
en la capacitación y en pactos colectivos con procesos de rendición de cuentas y
de control social permanente. La percepción del protagonismo de los productores
rurales facilitará el diseño de estrategias diferenciales que afronten sus distintas
actitudes y posicionamientos ante acciones concretas de extensión y asistencia
técnica. Por su parte, en las instancias políticas intermedias (administraciones
provinciales) se deben garantizar beneficios impositivos, tratando de lograr una
mayor transparencia en los mercados que aliente los emprendimientos productivos
y la promoción de sistemas de control en el manejo de los recursos públicos. Pero
cualquier acción de protección y sostén, no debe olvidar el objetivo último que
debe ser la ampliación de las oportunidades de acceso a bienes y servicios de las
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personas, los hogares y las comunidades agrarias y el fortalecimiento de las
capacidades de estos actores para tomar decisiones con creciente autonomía.
A su vez, la promoción del desarrollo debe incluir esfuerzos concretos y
efectivos tendientes a reconocer y valorizar integralmente esa diversidad haciendo
la salvedad de que esta valoración de las diferencias no implique una idealización.
Por último, las acciones no sólo deben atender a esa multiplicidad de factores, sino
revestir una persistencia temporal que las sostenga desde su concepción hasta su
instrumentación y ejecución.
Lograr un desarrollo abierto, que evite la desconexión con los procesos
globales, pero a su vez mantenga una relativa autonomía que implique la
consideración y el respeto por las diferencias en los modos de vida y de producción
regional, sustentados por los procesos aquí descriptos, no es una nimiedad, ya que
implica hallar la forma de arbitrar coherentemente la relación entre estos sistemas
diferenciados y las fuerzas de las dinámicas globales de acumulación.
El diseño y la implementación de un plan de desarrollo basado en la visión
integral de los problemas y las potencialidades regionales es una acción
imprescindible e ineludible a corto plazo. Este trabajo se inscribe como un aporte
a dicho objetivo, con el propósito de contribuir a la planificación y gestión de
políticas coherentes, multisectoriales y equilibradoras, que sirvan de base a
transformaciones positivas y conducentes a un futuro con más opciones y
oportunidades de progreso, no solo para el Nordeste sino para vastos sectores de
la realidad agraria de todo el país.
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Notas
Considerando en una primera instancia y de manera simplificada a las regiones como áreas de
extensión cambiante, resultantes de procesos de desarrollo geográfico desigual; los enfoques de la
cuestión regional en la Argentina siempre partieron de la diferenciación entre un "núcleo" y el resto
del territorio nacional, agrupado bajo la denominación de "economías regionales", entendidas, de
acuerdo con Alejandro Rofman (1995: 229), como el conjunto de espacios de inserción periférica, de
menor nivel de desarrollo relativo y con un comportamiento histórico subordinado a las políticas y
procesos dominantes asentados en el "centro" del país.
La extensividad, particularmente el bajo rendimiento, de la ganadería en áreas tropicales y
subtropicales es atribuida a una conjunción de factores ecológicos, de infraestructura y derivados de
las prácticas de manejo y de las características genéticas de los animales. Dentro de factores tan
diversos, expresa Helman (1971: 332) que "la limitación climatológica para la ganadería es un
importante factor deteriorante, prácticamente incontrarrestable" ..."Altibajos de humedad y de
seca cada año crean exuberancia y estrecheses" a lo que se agrega la proliferación de ecto y
endoparásitos...".
Por ley 14037 del 20 de julio de 1951 se provincializó el Territorio Nacional del Chaco. Le
siguieron Misiones por ley 14.294 del 10 de diciembre de 1953 y Formosa, por ley 14.408 del 28.
de junio de 1955.
El NEA incluía las cuatro provincias y los tres departamentos del Norte de Santa Fe (Gral.
Obligado, Nueve de Julio y Vera).
Schweitzer (2004: 43) afirma: "...En síntesis, no existe una identidad NEA Las identidades en los
territorios las construyen las sociedades que los habitan...En el NEA esta construcción está en
deuda".
La Región denominada Norte Grande se creó en base a la unión de dos grupos regionales
tradicionales: el Nordeste (Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones) y el Noroeste (Jujuy, Salta,
Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero). "El instrumento jurídico que reflejó la voluntad
política de conformar una región es el Tratado Parcial Interprovincial de creación del Norte Grande
Argentino (NOA-NEA) suscripto el 9 de abril de 1999 en la ciudad de Salta. Sin embargo el proceso
de conformación de la región cuenta con antecedentes que se remontan al afio 1987 cuando se firmó
un tratado de integración que antecede a la reforma de la Constitución Nacional de 1994 que
incorpora la facultad de las provincias argentinas a conformar regiones para facilitar su desarrollo
económico y social. (Art. 124)". (Iglesias y Varela, 2005: 35). Para más detalle de la cronología del
proceso de regionalización, ver: http://www.regionnortegrande.com.ar/?institucional=l.
La actividad primaria nacional está básicamente compuesta por los subsectores agrícola y pecuario.
Entre ambos concentran más del 95% de la producción total. El resto de las actividades primarias
(silvicultura, minería y pesca) ha tenido históricamente un peso muy reducido (Gatto y Quintar,
1986: 13).
Provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
La producción agrícola nacional se compone de cinco grupos de cultivos principales: cereales,
oleaginosos, cultivos industriales, frutas y hortalizas. Históricamente el grupo "cereales" ha
predominado en la composición de la producción agrícola, generando más del 50% de su valor. En
segundo lugar se ubicaba el grupo cultivos industriales, con un cuarto de la producción y
posteriormente los tres restantes grupos. Esta situación cambió en los últimos años con la
extraordinaria expansión de la soja, que ha determinado que los oleaginosos ocuparan, desde mitad
de los '90, el primer lugar en la producción agrícola del país.
Giberti describe a la Región pampeana: casi 60 millones de hectáreas contenidas aproximadamente
en un territorio delimitado por un radio de 550-600 kilómetros con centro en la Capital Federal:
"dicha región constituye un hecho singular en el mundo. No existe otra de magnitud similar con
tales aptitudes predominantes: suelos loésicos fértiles con muy poca pendiente, lluvias adecuadas
en cantidad, sin estación seca marcada, estaciones térmicas bien diferenciadas pero no en modo
excesivo. Por tanto las lluvias no lavan los suelos, no hay peligro de erosión hídrica, la vegetación
no interrumpe su crecimiento en ninguna estación, es factible mantener todo el año el ganado a
campo, y resultan posibles tanto cultivos de invierno como de verano. Tan excepcionales
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condiciones ecológicas se dan en tierras de muy bajo valor relativo: una hectárea pampeana con
aptitud agrícola cuesta cuanto mucho 3.000 dólares, contra 4.700 en Australia, 7.000 en Estados
Unidos y 280.000 en Japón".
Giberti, Horacio. "Sector agropecuario. Oscuro panorama, ¿y el futuro?" En: Revista Realidad
Económica. Buenos Aires: IADE, enero-febrero 2001, n° 177, pp. 121-138.
Por ello no corresponde hablar de una simple figura dicotómica de dependencia, sino de un
complejo sistema que durante un tiempo favoreció el desarrollo del Nordeste y que comenzó a
declinar progresivamente a partir de la década del '50, (Bolsi, 1985: 7).
Miguel Murmis (2001: 29) analiza, en base afabulados inéditos del Censo Nacional de 1991, las
relaciones entre ocupación, condición de actividad y pobreza rural, y de acuerdo con el perfil de la
población rural mayor de 14 años que habita en hogares rurales con NBI en relación con los totales
provinciales; Misiones, Formosa y Chaco eran las tres provincias argentinas con mayores
proporciones comparativas de trabajadores rurales familiares y por cuenta propia (categorías en las
cuales se encuentra la casi totalidad de aquellos ocupados cuya principal ocupación es agraria).
En el caso brasileño, Belik y Paulillo (2001: 8) señalan que en los '90, un número elevado de
agricultores se integró a la industria procesadora y en ese marco el espacio del financiamiento
agropecuario nacional fue ocupado por actores que impusieron sus intereses a cambio de facilidades
para la adquisición de equipamiento, como parte del surgimiento de formas alternativas, en un
cuadro de "vacío institucional" para la negociación de contratos agrícolas. Ello se potenció por la
dificultad del sector agropecuario para crear sus interlocutores debido a su debilidad estructural y
subordinación económica y a la interferencia externa de sectores industriales y financieros.
A ello se sumó la -privatización de los bancos provinciales (lo que a su vez supuso una creciente
restricción de acceso al crédito para los pequeños y medianos empresarios) y el cercenamiento o
eliminación de las ventajas regionales anteriores (precios diferenciales a favor de las provincias) que
desaparecieron como resultado de la desregulación del mercado de servicios y de las privatizaciones.
Manzanal, Mabel. "La cuestión regional en la Argentina de fin de siglo". En Realidad Económica.
Buenos Aires: IADE, 1999, n° 166, pp. 70-99.
La soja RR (iniciales inglesas de Roundup (Marca comercial del producto a base de Glifosato de
la Empresa Monsanto), Ready (preparado-listo) que cubre el 90% de la superficie cultivada con
soja.
A partir de la segunda mitad de esta década, comienzan a producirse los primeros cultivos
transgénicos que en poco tiempo adquieren una importancia notable. Los primeros desarrollos de
transgénicos se centraron en una variedad de soja, a la cual se adosó un gen que la volvió resistente
a un herbicida (el glifosato), la introducción de la semilla fue realizada por NIDERA en su casa
matriz, en Estados Unidos, y a mediados de 1991 comenzaron los primeros ensayos en Argentina,
tratándose de técnicas experimentales, su desarrollo estuvo rodeado de un marco regulatorio (también
en formación) -la CONABIA, Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria- y su liberación
a la venta comercial se autorizó un quinquenio más tarde (1996). El gen inicialmente fue propiedad
de MONSANTO en EE UU, que lo licenció a ASGROW; luego esta empresa fue adquirida por
NIDERA, la que hace su introducción en la Argentina. Posteriormente, cuando MONSANTO
patenta el producto en el exterior, éste ya había sido liberado, por terceros, a la venta en la Argentina
(Qaim y Traxler, 2002) (Bisang, 2003: 421).
Con inversiones del orden de los 300 400 mil dólares en terraplenes y sistematización de su área
de influencia, sólo rentables si a las 300-400 ha de arroz con riego anuales se les incorpora el uso
intensivo del resto de la superficie a fin de estabilizar una mayor rentabilidad media que posibilite
la sostenibilidad económica y ecológica a largo plazo (Pagliettini y Carballo González et al, 2001).
El arroz en la Argentina. La etapa primaria. En: El complejo Agroindustrial arrocero argentino en
el MERCOSUR. Buenos Aires: Orientación Gráfica Editora, pp. 118.
"El caso del arroz en las provincias argentinas de Corrientes y Entre Ríos, es un ejemplo de la
vulnerabilidad que presenta el sector agropecuario a las variaciones de precios y de intensidad con
que pueden golpear los cambios en las condiciones externas a la economía del sector, ya que de un
año a otro se redujo en más de un 30% la superficie cultivada con arroz por cambios en la situación
de Brasil" (Teubal, 2001: 82).
" La unidad estadística de los Censos Agropecuarios es la EAP (explotación agropecuaria). En los
Censos de 1988 y 2002 se especifican los requisitos de una EAP: es una unidad de organización de
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la producción, con una superficie no menor de 500 m que se encuentra dentro de los límites de una
sola provincia; produce bienes agrícolas, peculios o forestales, está integrada bajo la dirección única
de una persona física o jurídica (productor) que la dirige, etc.
En: República Argentina, INDEC. Censo Nacional Agropecuario 1988. Resultados Generales. Total
del País. n° 26. Buenos Aires: INDEC, 1992, pp. 13.
En la región Pampeana la superficie promedio de las EAPs se elevó de 216 a 440 hectáreas.
El Censo Nacional Agropecuario de 1988 en el Manual del Censista incluye definiciones operativas
para las distintas condiciones de tenencia de la tierra y con el fin de aclarar a los efectos de la
realización del Censo, qué modalidades engloba cada categoría. Ocupación: Es el uso de la tierra con
carácter precario, es decir, cuando no existe título ni contrato (escrito o verbal) que avale la tenencia.
La precariedad puede tener dos grados: con permiso del propietario (supone algún tipo de pago o
compensación), o la ocupación de hecho sin permiso del propietario (supone una intrusión indebida).
Por su parte en el área Pampeana se localiza el 68% de las EAPs en régimen de arrendamiento
(Contrato verbal o escrito en virtud del cual se adquiere el uso y goce de la tierra mediante el pago
de una determinada cantidad de dinero, siempre que su duración no sea menor de tres años), el 39%
en Aparcería (Contrato verbal o escrito por el cual se adquiere el uso y goce de la tierra mediante el
pago de una proporción o porcentaje de la producción, siempre que su duración no sea menor de
tres años) y el 59% de las registradas como en "contrato accidental" (es aquél por el cual se adquiere
el uso y goce de un predio por un tiempo limitado, acorde con la actividad productiva. Según la ley,
el contrato accidental se establece por un máximo de dos cosechas (menos de dos años) y puede
renovarse).
Se clasifica como rural a la población que reside en localidades de menos de 2000 habitantes (rural
agrupada) o en campo abierto (rural dispersa).
Llama particularmente la atención el caso del departamento Comandante Fernández, donde la
densidad rural disminuyó, según los datos censales de 1991 y 2001, de 36 a 11 habitantes por
hectárea de superficie agropecuaria, respectivamente.
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