volpa.org LA EXCLUSIÓN COMO LLAMADA Joaquín García Roca La nueva problemática que nos plantea la exclusión social permite hoy dos aproximaciones posibles: A- Identificar los grupos que sufren algún tipo de exclusión; reseñar sus características, censar los nuevos grupos: jóvenes en busca del primer empleo, parados de larga duración, familias monoparentales, inmigrantes,... lista que vendría a engrosar los rostros tradicionales de la enfermedad, de la infancia abandonada, de los ciudadanos sin domicilio, de los transeúntes. Desde esta perspectiva se trata de recomponer el paisaje de la marginación. Esta operación es necesaria pero resulta insuficiente si queremos discernir las llamadas en toda su novedad. B- Analizar los rasgos transversales que se substancian en las distintas categorías. Ya no se trata de recomponer el paisaje de la marginación sino de codificar los procesos que la sostienen. Hay algo en común que vincula el parado de larga duración con la familia monoparental, al joven que busca el primer empleo con el uso indebido de drogas. Elegiré este segundo itinerario. La hipótesis que permite hoy discernir mejor las posibles llamadas consiste en representarse la marginación como la conjunción de tres sectores, el resultado de tres procesos sociales con sus propias lógicas, la confluencia de tres desgarros con sus respectivas tramas. El primer vector está compuesto por elementos estructurales; aludimos a la dimensión económica de la marginación. Propongo llamar EXCLUSIÓN SOCIAL a esta dimensión que se sustancia en la carencia de recursos materiales que afectan a la subsistencia. A esta dimensión responden las estrategias de inserción por la vía económica y laboral. El indicador por antonomasia es la integración por el trabajo. Y sus principales conmociones hoy son las transformaciones acontecidas en el mundo del empleo: escasez, precariedad, final del pleno empleo. El segundo vector está compuesto por elementos contextuales; aludimos a la dimensión social de la marginación: propongo llamar a esta segunda dimensión, la VULNERABILIDAD VITAL caracterizada por la disociación de los vínculos sociales, la desafiliación y fragilización del entramado relacional. A esta dimensión responden las estrategias de accesibilidad por la vía social. El indicador por antonomasia es la integración por la familia y por la comunidad de pertenencia, y sus principales conmociones hoy son las transformaciones de la estructura familiar y la movilidad social. El tercer vector está compuesto por elementos subjetivos; aludimos a la dimensión personal de la marginación: propongo llamar a esta dimensión, la PRECARIEDAD CULTURAL, caracterizada por la ruptura de la comunicación, la debilidad de las significaciones y la erosión de los dinamismos vitales (confianza, identidad, reciprocidad). A esta dimensión responden las estrategias culturales por la vía de la educación y animación sociocultural. El indicador por antonomasia es la integración por 1 volpa.org la cultura y, sus principales conmociones hoy son la fragilidad cultural para ofrecer sentido a la vida, inserción en una tradición y participación en unos valores. Según esta hipótesis, las poblaciones susceptibles de una atención especial por nuestra parte están amenazadas por la insuficiencia de recursos, por la vulnerabilidad de sus tejidos relacionales y por la precariedad de sus dinamismos. Constituyen de este modo tres zonas de turbulencia social cuyos buques insignia son: la falta de trabajo, la disgregación y la impotencia personal. Al viejo y persistente rostro del empobrecimiento hemos de añadirle la ruptura de los vínculos sociales y la precariedad de los significados. Son tres rostros de una misma realidad. La marginación es hoy el resultado de una triple ruptura: la laboral, la pertenencia social y las significaciones. El desafío actual de la marginación se diversifica en tres frentes: estrategias contra la exclusión, contra la vulnerabilidad y contra la precariedad. Es posible acentuar alguna de las dimensiones y ocuparse en exclusive de ella, pero la novedad mayor es que los tres factores se yuxtaponen, sobreponen, retroalimentan. Somos invitados a enfrentarnos a la triple ruptura simultáneamente y reduciendo los efectos perversos de cada intervención fragmentada. El itinerario que va de la integración laboral al aislamiento relacional, y de este a la ausencia de motivaciones y sentidos para vivir; y este laberinto es tan radicalmente perverso que se reproduce a la inversa: la debilidad de los dinamismos vitales fragiliza las vinculaciones sociales y éstas alimentan de nuevo la exclusión social. Si queremos enfrentarnos con toda la densidad a la marginación hoy, hay que situarla en las zonas de intersección de los tres vectores, en cuyo proceso hay multitud de posiciones intermedias. La zona de la exclusión como lugar de destrucción absoluta siempre es lo mismo de lo mismo por su inamovilidad y auto reproducción, aunque asistimos hoy a una transformación importante: ya no es una simple carencia (falta de algo) sino una exclusión: desde el momento que los privilegios de unos se consiguen a costa del desvalimiento de los otros, la marginalidad se convierte en un problema de justicia. Y al crecer en un contexto de abundancia, la pobreza tradicional pierde todos los elementos de fatalidad que en algún momento permitieron vivirla como un hecho natural. ¿Quienes son los habitantes de esta zona? No cabe duda que las grandes mayorías. Si nos atenemos a los países desarrollados adquiere tres modalidades inquietantes: los expulsados por un determinado desarrollo (parados, jubilados), los expulsados por la falta de desarrollo estructural (mundo rural), los inmigrantes que están presentes en uno y otro. La zona de la vulnerabilidad es la que origina las llamadas “nuevas pobrezas”. Después de un tiempo en que el espacio social se polarizó entre una zona de integración fuerte y una zona de marginalidad igualmente fuerte. La dualización del territorio social, aunque mantiene toda su vigencia, debe completarse por la emergencia de una zona de turbulencia caracterizada por la fragilidad. Entre estar de pie y estar caído, se vislumbra el ir cayendo. El carácter difuso de los riesgos sociales y la índole actual de las necesidades sociales imprimen un nuevo sesgo a la marginalidad. Quien tenga experiencia en el campo de la juventud sabe cuan rápidamente se traspasa la línea de la frontera que separa la integración y la exclusión. 2 volpa.org La zona de integración ha dejado de ser compacta a causa de dos grandes convulsiones: las transformaciones del trabajo en la dirección de la precariedad y de la escasez, de modo que la estabilidad del empleo se ha hecho inviable; y los sistemas de protección se han debilitado a causa del desmantelamiento del Estado del bienestar. Si sumamos los parados, los desempleados a tiempo parcial y los empleos llamados precarios se observará la dimensión del problema. Según esta hipótesis, la exclusión social se modula en dos zonas: la zona de marginación y la zona de vulnerabilidad según se combinen los tres ejes: trabajo-no trabajo, relaciones-aislamiento, sentido-insignificancia (integración por el trabajo, inserción por las relaciones, relevancia por las significaciones). Las fronteras entre las zonas son porosas, fácilmente transitables, basta un pequeño movimiento para que se produzca el desplazamiento. Por lo mismo, hay compensación entre ellas, de modo que unas relaciones fuertes pueden amortiguar un trabajo precario. Los desafíos y retos de la marginación se pueden diversificar en las llamadas que proceden de las distintas zonas que configuran el espacio social: debemos ocuparnos tanto de los rostros tradicionales de las marginaciones, como de las "nuevas pobrezas" que se extienden por la zona de la vulnerabilidad. El hecho de mayor calado para discernir las llamadas es la observación de la íntima implicación mutua entre las zonas y los procesos, su estrecha comunicación. I.- LLAMADAS DESDE LA EXCLUSIÓN. El elemento estructural de la marginación exige de nosotros recrear tres tipos de presencias y de tareas: I.A.- Presencias sinérgicas. La maraña de la marginación exige recrear la calidad de nuestras presencias. Si hay interacción entre los problemas, debe haber interacción entre las respuestas: entre lo mundial y lo local, entre lo local y lo individual, entre los sistemas formales y los informales, entre los dispositivos técnicos y los voluntarios, entre lo educativo y lo asistencial, entre el despacho y la calle, entre la universidad y el barrio, entre la trinchera y la retaguardia. Abordar la problemática social, problema por problema, sólo puede empeorar la situación. Una respuesta sinérgica se basa sobre tres ejes. En primer lugar sobre la pluralización de los actores sociales; ninguno tiene hoy la centralidad, ni siquiera el Estado; ninguno puede convertirse en protagonista de la Política Social ni imponer su lógica al resto. En segundo lugar, la relación sinérgica quiere superar el aislamiento de los actores y la fragmentación de las necesidades. Estamos obligados a enfatizar la interconexión entre las respuestas aunque sea a través de una comunicación a menudo conflictiva y critica. En tercer lugar, la relación sinérgica acaba con un prejuicio por el cual cuando crece uno decrece el otro; el secreto de la sinergia no está en la pluralización ni en la articulación, sino en el crecimiento mutuo. 3 volpa.org I.B.- Estrategias de alianza. La experiencia cultural y operativa más interesante consiste en romper el aislamiento de cada uno, superar la fragmentación y buscar lo que nos une. Se trata de postular una especie de ecumenismo de lo social. I.C.- Estrategias de mundialización. Desde la perspectiva macroestructural de la exclusión y la relevancia de nuestra presencia no es posible sin alinearse con los intentos de construir un orden mundial más justo. Ninguna presencia será hoy significativa si no nos acerca a la lucha de todos los marginados. Con temor y temblor seremos cada vez mas un movilizador de la mundialización. […] IV.- CALIDAD DE LA PRESENCIA La dimensión de la exclusión social nos obliga a recrear el potencial del vigía, la vulnerabilidad vital nos trae la actualidad del mediador y la precariedad cultural nos regala la permanente actualidad del acompañamiento. IV.A.- El Vigía. Cuando se achican los espacios utópicos y se agrandan las abismos de la desigualdad, ha llegado la hora del vigía; con susurros unas veces y con bramidos otras, el centinela anuncia la radical falsedad de que la actual configuración social no tiene alternativa. Hay que estar allí donde la esperanza va de amanecida, pisando la línea misma de la aurora. Hay lugares que son auténticas trincheras de la esperanza que eclipsan todo dinamismo alternativo, hay otros que el propio sufrimiento de los empobrecidos y de los Últimos nos recicla las energías que gastamos con ellos. IV.B.- El Mediador. La vulnerabilidad de los contextos debilita de tal manera a las personas excluidas que ha llegado la hora de los mediadores. La batalla entre los sujetos frágiles y la sociedad, marginante es tan desigual que necesitan del ejercicio de la mediación. “Estar en medio” es la calidad de la presencia. A veces amortiguando el golpe, y otras veces posibilitando el salto, actuamos como la red del circo: pasa desapercibida pero es el último secreto del salto del trapecista. Sólo resulta significativa cuando la mediación es un ejercicio de representación y no de sustitución, se hace en la cotidianidad y como presencia ligera que les devuelve a ellos el protagonismo. IV.C.- El Acompañamiento. Desde la precariedad personal, adquiere una nueva luz la espiritualidad del acompañamiento. Hay un sufrimiento que es necesario asumir como consecuencia de nuestra voluntad de combatir el mal; ese sufrimiento que nace de la lucha contra el sufrimiento constituye el eje, los nervios mismos del acompañamiento. Hay un sufrimiento que no nos destruye sino que nos hace indestructibles, y al participar en él, producimos superávit de energía para ellos. La Solidaridad con los desgraciados produce gracia para nosotros y en el ser impactado por su desgracia la gracia adquiere la forma del acompañamiento. 4