David Jou CEREBRO Y UNIVERSO Dos cosmologías 1 001-218 Cerebro.indd 5 14/04/11 10:27 Director de la colección: Gonzalo Pontón Gijón Consejo asesor: José Manuel Blecua Fàtima Bosch Victòria Camps Salvador Cardús Ramon Pascual Borja de Riquer Joan Subirats Jaume Terradas © del texto: David Jou, 2011 © de esta edición: Edicions UAB, 2011 Edicions UAB Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona Edifici A 08193 Bellaterra (Cerdanyola del Vallès) Tel. 93 581 10 22 Fax 93 581 32 39 ISBN: 978-84-938717-0-3 Depósito legal: B. 11.076-2011 Impreso por Novoprint Impreso en España - Printed in Spain No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. 001-218 Cerebro.indd 6 14/04/11 15:32 Índice Prólogo: cerebro y universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Capítulo 1 Espacios y cartografías: galaxias y neuronas . . . . . . . . . . La inmensidad del universo, condición necesaria para la vida . . . Observaciones y cartografías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las estancias del laberinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 18 25 43 Capítulo 2 El vendaval de la información: redes neuronales y leyes cósmicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Algunas ideas sobre información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Redes neuronales y procesamiento de información . . . . . . . . Información y cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Información y universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. .. .. .. 51 52 58 67 75 Capítulo 3 Orígenes y dinamismo: Big Bang, evolución, desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . El dinamismo del espacio cósmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La evolución del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El desarrollo cerebral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 . . 88 . 100 . 113 Capítulo 4 Materias oscuras: el universo invisible, la acción de la glía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 El universo invisible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 La influencia de la glía en la actividad y el desarrollo del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136 Capítulo 5 Efectos cuánticos en el universo y en el cerebro . . . . . . La naturaleza de la realidad y la física cuántica . . . . . . . . . . . . Física cuántica y cosmología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Física cuántica y cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 148 155 161 Capítulo 6 ¿Qué quedará del universo? ¿Qué quedará de nosotros? El futuro del universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Futuro del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Es posible que un ordenador alcance una vida eterna? . . . . . . . . . 171 172 180 189 Conclusión. Conciencia y cosmos . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuerpo, planeta, materia, energía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Programa y memoria del universo. ¿Es el universo un ordenador? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De la información al significado, del cerebro a la conciencia . ¿Cuánto universo se necesita para un cerebro? ¿Cuánto cerebro se necesita para una conciencia? . . . . . . . . . . . . . ¿Es el universo una mente? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195 . 196 . 198 . 203 . 205 . 207 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 PRÓLOGO Cerebro y universo El espacio cósmico impresiona por su inmensidad, su transparencia, el brillo de sus estrellas y galaxias, la sensación de serenidad que se desprende de que sus cambios parezcan tan regulares y sus realidades tan perdurables en comparación con nuestras existencias efímeras y nuestras ambiciones desmesuradas. Cada noche en que tenemos ocasión de contemplarlo podemos sentir los interrogantes de ese espacio vertiginoso, que nos inquieta y atemoriza o nos seduce y apacigua. En cambio, no tenemos tan presente el espacio del cerebro, encerrado en nuestra cabeza, aunque nos sea tan próximo, tan íntimo, tan inmediato. No pensamos en él al contemplar el firmamento, aunque en realidad se agita y nos agita en la visión y las emociones de los grandes cielos estrellados y en las aventuras internas de los sueños y las pesadillas. Aunque no vemos nuestro cerebro en directo, desde hace pocas décadas nuevas técnicas físicas nos permiten observar imágenes suyas parpadeando en pantallas, iluminándose y apagándose diferentes regiones de su espacio según escuchemos, miremos, recordemos o hablemos. Como ocurrió hace siglos con los telescopios, las nuevas técnicas nos abren nuevos espacios, y pocos espacios resultan tan apasionantes como el del cerebro, tan vinculado a la mente y la conciencia, misterioso e insondable como el cielo 9 001-218 Cerebro.indd 9 14/04/11 10:27 10 C E R E B RO Y U N I V E R S O nocturno. Ya no nos hallamos ante el agobio angustioso del cerebro de un difunto, diseccionado minuciosa y trabajosamente por los exploradores de la neuroanatomía, sino ante una danza viva de destellos procedente de nuestro interior bajo el estímulo de imágenes, sonidos, recuerdos o deseos. Esas experiencias suscitan nueva curiosidad por la cartografía y el funcionamiento del cerebro. A ello se ha sumado la creciente familiaridad con los ordenadores, no sólo como instrumentos de cálculo, comunicación o juego, sino también como fuente de metáforas y de análisis, como un campamento base desde donde partir hacia las cordilleras y recovecos del cerebro en busca de las constelaciones de la mente. Así, por la visualización, la reflexión, la analogía, la resonancia, nos vemos impulsados a admirar y analizar no sólo el universo exterior sino también el interior. Esta curiosidad básica es la motivación y el eje del presente libro. Por otro lado, no sólo observamos el universo con telescopios muy diversos, sino también lo simulamos con ordenadores. Algunas de las estrategias informáticas usadas para ello se inspiran, por cierto, en versiones simplificadas del funcionamiento de redes neuronales. Todo ello abre una nueva sensibilidad hacia el orden del universo y las leyes de su funcionamiento. Reglas relativamente simples conducen a imágenes tan ricas, tan variadas, tan parecidas a veces a las observaciones, que es difícil ignorar o menospreciar la fascinación suscitada por el ordenador. Además de permitirnos visualizar procesos que no podemos observar directamente, como por ejemplo la formación de las galaxias, nos permiten acelerar o ralentizar el paso del tiempo, observar a cámara lenta fenómenos rapidísimos o comprimir millones de años en unos pocos minutos. Ello nos abre nuevas perspectivas sobre la regularidad, la periodicidad, la simetría, y nos descubre un universo dinámica y estructuralmente más rico de lo que imaginábamos. Tratar los aspectos computacionales del universo, pues, resulta natural en la física 001-218 Cerebro.indd 10 14/04/11 10:27 PRÓLOGO 11 actual y suscita la pregunta por las relaciones entre la computación cósmica y la computación biológica. Aquí tratamos cerebro y universo en paralelo: sus estructuras, los métodos de observación, sus expansiones y crecimientos, el procesamiento de información, el posible papel de la física cuántica en uno y otro, las perspectivas de su futuro. Procuramos que no sean dos narraciones yuxtapuestas sino que haya intersecciones y diálogo entre ambas, ya que en ello estriba el aliciente de comparar aspectos de la realidad. Procuramos no forzar las comparaciones pero aprovechamos tantos paralelismos como nos sea posible para comunicar con cierta amenidad algunos aspectos de cosmología y de neurobiología. Destacamos los aspectos más esenciales para nuestro propósito, sin describir minuciosamente los detalles cosmológicos y neurológicos, que dispersarían nuestra atención y requerirían un volumen desmesurado. El cerebro es tan complicado, que disponer de diversas perspectivas sobre él es imprescindible para valorar su riqueza y su grandeza, pero sin llegar a adentrarse en los frondosos e innumerables detalles de especialización. La relación entre universo y cerebro —especialmente el cerebro humano, capaz de conocer diversos aspectos generales del universo— está plagada de interrogantes, espontáneos o sofisticados, no sabemos si esenciales o anecdóticos. Podemos considerar que el cerebro es una anécdota infinitesimal en un universo inmenso o, al contrario, que la existencia de un órgano capaz de conocimiento forma parte de la lógica del cosmos, sea desde una perspectiva mítica de resonancias entre microcosmos y macrocosmos, sea desde una perspectiva filosófica, en que un universo sin conciencia sería menos pleno que con conciencia, o religiosa, en que un Dios creador hubiera hecho este mundo para que surja la capacidad de conocer la Creación y de llegarse a unir con Él en ese conocimiento. En el libro del Génesis, la posibilidad de comprensión del mundo estaría relacionada con la creación de los humanos «a imagen y semejanza» 001-218 Cerebro.indd 11 14/04/11 10:27 12 C E R E B RO Y U N I V E R S O del Creador. En el Timeo de Platón, la forma redonda de la cabeza se relaciona con la forma redonda del universo para observarlo y comprenderlo mejor. En las conjeturas herméticas, alquímicas y cabalísticas, los paralelismos entre el macrocosmos del universo y el microcosmos del cuerpo humano eran abordados con audacia especulativa y despreocupada imaginación. En la mística, el espíritu se lanza a una fusión de la pequeñez individual con la inmensidad cósmica o divina, saltando por encima de desproporciones y distancias. En todos esos casos, y en otros muchos, la posibilidad de comprender el Cosmos es considerada algo esencial de lo más profundo del universo. Cerebro y universo sugieren dos maneras diferentes de considerar la razón. Desde la perspectiva biológica, la existencia del cerebro humano, capaz de razonar, es un mero accidente en una evolución sin finalidad. La razón sería un producto emergente casual de ese órgano fortuito, un producto curioso, ya que no sería indispensable para la supervivencia. En efecto, la capacidad de elaborar matemáticas, o música, o poesía, no resulta imprescindible para la supervivencia biológica de la especie humana, aunque la facilita. Bastaba con una cierta superioridad de ingenio sobre especies más fuertes, más voraces, más rápidas, más agresivas, para poderse defender y alimentar. Con unos pocos talentos cazadores y recolectores hubiera bastado para sobrevivir, pero la razón sobrepasa ampliamente ese estadio. Cosas parecidas han ocurrido en muchas ocasiones a lo largo de la evolución: órganos aparecidos gracias a otorgar una cierta ventaja en un campo específico son aprovechados después en otras tareas imprevistas en que confieren ventajas todavía mayores. Evolutivamente, la razón, como la vida misma, es un misterio. En todo caso, esos interrogantes filosóficos no nos paralizan en la incertidumbre, sino que estimulan el placer de seguir pensando e investigando. Desde la física, la idea sobre la razón es muy diferente que en biología. La física nos descubre algunos aspectos de una razón mu- 001-218 Cerebro.indd 12 14/04/11 10:27 PRÓLOGO 13 cho más amplia que la razón humana y que consiste en un conjunto de leyes sutilmente estructuradas que existían desde el comienzo mismo del universo, antes del más mínimo indicio de vida. Dicha razón cósmica, además, es necesaria para la existencia de la vida y de nuestro universo, aunque no se puede descartar la posibilidad de que el universo mismo sea una fluctuación fortuita en el marco de esas leyes. Esas dos visiones de la razón conducen a preguntarse por qué la razón accesible al cerebro es capaz de contactar con la razón del cosmos, o al menos con algunas leyes suficientemente generales que nos permiten deducir la existencia, la cronología o la posición de tantos acontecimientos. A eso se refería Einstein cuando comentaba que lo más incomprensible del universo es que sea comprensible. Subyace a esto la pregunta de si las matemáticas nos revelan un orden real del mundo, preexistente a los humanos e independiente de ellos, o si son una creación más o menos arbitraria de la razón humana. Este debate dura desde hace siglos, con posiciones encontradas. Para algunos, en la línea del pensamiento platónico, las matemáticas forman parte de un orden lógico anterior a los humanos, necesario para la existencia de la vida y de la razón humana, y los matemáticos lo van descubriendo, con dificultades y placeres extraordinarios. Para otros, en cambio, los matemáticos crean las matemáticas, es decir, inventan unos esquemas intelectuales suficientemente resistentes y eficaces para describir algunos aspectos del mundo. En una visión evolutiva, esas construcciones intelectuales irían compitiendo entre sí según su fertilidad y elegancia, su eficacia en describir el mundo y eliminar contradicciones internas. Sin embargo, no es fácil tomar partido decididamente por una de esas posibilidades, dada la sorprendente eficacia de las matemáticas en anticipar con precisión asombrosa aspectos de la realidad que nunca habían sido accesibles a los humanos. Esa capacidad de avanzarse en siglos a observaciones de realidades desconocidas es un desbordamiento difícil de explicar. Consta- 001-218 Cerebro.indd 13 14/04/11 10:27 14 C E R E B RO Y U N I V E R S O tamos su existencia, y nos puede maravillar y sorprender o dejarnos indiferentes, pero por ahora excede nuestra capacidad de respuesta. Otro aspecto de interés es si la inteligencia humana es única en el cosmos, o no, y qué ocurrirá cuando nuestra especie desaparezca o evolucione. Si evoluciona, ¿lo hará hacia una razón más amplia y profunda o se desvanecerá ante un alud de información sin sentido? Si desaparece, ¿quedará el cosmos desprovisto para siempre más de inteligencia? O bien ¿se podrá construir una inteligencia artificial, robots que viajen a planetas lejanos y que sean capaces de construir copias mejoradas de sí mismos? ¿Podrán tales robots resistir durante muchos millones de años las temperaturas cada vez más frías del cosmos en expansión y seguir desarrollando alguna actividad? ¿Conservarán algún recuerdo de los humanos que les hicieron existir? Nada podemos decir con certeza de esas cosas. Sin embargo, tanto la cosmología como las neurociencias han ido progresando rápidamente y resulta atractivo pensar en el cerebro como un universo interior, en diálogo con el universo exterior que nos rodea. Como mínimo, estimula a conocer mejor ambos espacios, y nos conduce a algunas líneas de frontera: el papel de la información en la cosmología física —basada hasta ahora en la materia y la energía—, o la acción de las células de glía —unas diez veces más abundantes que las neuronas— sobre la memoria o la capacidad de procesamiento del cerebro. En uno de mis libros anteriores, Reescribiendo el Génesis. De la gloria de Dios al sabotaje del universo, traté siete grandes fronteras de la cosmología y tracé un paralelismo entre sus preguntas básicas y los interrogantes planteados en otros momentos históricos. La línea básica del libro era, como en éste, nuestra relación con el universo, pero a través de la indagación por el origen. Las siete fronteras eran las fluctuaciones del vacío cuántico como posible origen del universo, la geometría de las dimensiones ocultas de la teoría de supercuerdas, las rupturas de simetrías de las leyes cósmicas, los valo- 001-218 Cerebro.indd 14 14/04/11 10:27 PRÓLOGO 15 res de las constantes físicas, la materia oscura, la abundancia de vida en el universo, y la energía oscura. Acompañé cada una de esas fronteras con una referencia cultural: el primer capítulo del Génesis (la agitación primordial), el Timeo de Platón (el esplendor de la geometría), los gnósticos (la imperfección del universo), la cábala (los diez números o sefirot como principios interpuestos entre Dios y la Creación), Newton (la gravedad como protagonista cósmico), Darwin (el origen de las especies) y Einstein (el dinamismo del espacio-tiempo). En dicho libro había un paralelismo entre humanismo y ciencia, entre el universo de nuestras preguntas y el cosmos del firmamento observable. En el presente libro, el paralelismo adopta una vía diferente: la de grandes fronteras del presente. Me complace agradecer los estímulos que me han llevado a interesarme por la cosmología y por la biofísica, más allá de mi especialidad de investigación en física fuera del equilibrio, y dentro de un marco de diálogo humanístico. Conversaciones con Walter Mayerstein, Adolf Tobeña, Lluís Barraquer, con colegas del Departamento de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona, del patronato de la Fundació Joan Maragall y del proyecto Science, Theology and the Ontological Question, invitaciones a dar conferencias y cursos, a traducir libros —entre los cuales varios de Stephen Hawking—, están en el origen del presente libro. La diversidad de mis actividades docentes en la UAB, y en especial una asignatura interdisciplinar de Introducción a la Ciencia, donde intervienen cosmología y neurobiología, física cuántica y biología molecular, el origen de la vida y el futuro del planeta, ha sido propicia a la preparación del presente libro. Finalmente, el interés de Gonzalo Pontón ha permitido que vagos proyectos y difusas ilusiones se fueran transformando en textos concretos. 001-218 Cerebro.indd 15 14/04/11 10:27 CAPÍTULO 1 Espacios y cartografías: galaxias y neuronas El espacio cósmico y el espacio del cerebro son, con el del genoma, los tres espacios más fascinantes de la actualidad. La Tierra nos parece cada vez más pequeña, a causa de un crecimiento acelerado de la población, y de grandes flujos de comunicación, de capitales, de mercancías y de personas. Quizás por ello, los espacios que suscitan más ardientemente el impulso de exploración y de aventura ya no son las selvas, las islas desconocidas o las fuentes misteriosas de algunos grandes ríos, sino los que la ciencia y la tecnología nos van abriendo. Su exploración mediante nuevas técnicas ha ido ampliando y enriqueciendo nuestra percepción y nos ha abierto nuevas capacidades de acción e incluso de colonización de dichos espacios. La cartografía del cerebro, como la del firmamento, ha ido emergiendo a lo largo de siglos, pero rodeada del desasosiego, el temor y la incomodidad que produce manipular un órgano de un cuerpo difunto. A ojo desnudo, pero con atención obsesiva y esmerada, se identificaron en el firmamento constelaciones y nebulosas; también a ojo desnudo y con no menos atención, pero de forma más clandestina y secreta, observando su rugosa superficie o hurgando en su interior gelatinoso, se localizaron en el cerebro formas llamativas y regiones singulares. Los que contemplaban el firmamento dieron nombre a las 17 001-218 Cerebro.indd 17 14/04/11 10:27 18 C E R E B RO Y U N I V E R S O constelaciones según las formas que su imaginación les hacía ver en ellas: Libra (balanza), Cáncer (cangrejo), Piscis (Pez), Capricornio, Escorpio... Los que exploraban los recovecos recónditos del cerebro hicieron lo mismo: hipocampo (caballito de mar), amígdala (almendra), tálamo (cama), locus coeruleus (lugar cerúleo), locus niger (lugar negro)... Llegado el momento, el telescopio óptico hizo avanzar la astronomía y el microscopio impulsó, algo después, la histología. Aparecieron mundos nuevos y fascinantes: lunas alrededor de los planetas, mosaicos de células formando los tejidos, formas y precisiones que ensancharon la realidad y la imaginación. Pero más allá de la astronomía óptica, la exploración de otras señales —radioondas y rayos X, por ejemplo— ha permitido nuevas observaciones y una mejor comprensión de la dinámica galáctica. Asimismo, el desarrollo de nuevas técnicas físicas —emisión de positrones, resonancia magnética— ha abierto visiones inéditas sobre la dinámica del cerebro. En vivo, en directo, de forma indolora y no invasiva, esas técnicas han convertido el cerebro en un nuevo universo abierto a la contemplación y las investigaciones. Las sutilezas de los sensores físicos nos revelan nuevos aspectos del macrocosmos que nos rodea y del microcosmos en que hunde sus raíces nuestra conciencia. La inmensidad del universo, condición necesaria para la vida El universo observable tiene un radio de unos trece mil setecientos millones de años-luz; el cerebro humano, un volumen de aproximadamente un litro. La diferencia abismal entre estos órdenes de magnitud parece desautorizar cualquier comparación entre cerebro y universo. Por eso, antes que nada, se impone una reflexión para ver hasta qué punto es posible calificar de cosmología interna el estudio del espacio del cerebro. 001-218 Cerebro.indd 18 14/04/11 10:27 Espacios y cartografías: galaxias y neuronas 19 De hecho, la gran magnitud del cosmos es una condición necesaria para la existencia del cerebro. En efecto, el tamaño mínimo que debe tener un universo para poder contener una bacteria es de unos seis mil millones de años-luz, y el tamaño mínimo para contener un cerebro capaz de inteligencia es de unos diez mil millones de años-luz. Estas afirmaciones resultan sorprendentes, ya que el tamaño de una bacteria es del orden de unas pocas micras, por lo cual parece que un universo de unos pocos metros o unos pocos kilómetros bastaría y sobraría para contener una bacteria, o un cerebro. Sin embargo, una bacteria, o un cerebro, están compuestos de carbono, nitrógeno, oxígeno, y otros átomos que no existían en el universo joven. Cuando el universo tenía tres minutos, sólo estaba formado por hidrógeno y helio. Los otros átomos se formaron por fusión nuclear en estrellas, cuya explosión los esparció como polvo interestelar de sus galaxias. A partir de ese polvo, se formó una nueva generación de estrellas, muchas de las cuales acompañadas por planetas formados por esos átomos pesados. En algunos de esos planetas, con condiciones físico-químicas apropiadas, se inició una evolución prebiótica de reacciones químicas que condujo a células vivas. Todos esos procesos —la formación de estrellas, la formación de núcleos pesados dentro de las estrellas, la formación de una segunda o tercera generación de estrellas y la evolución prebiótica— han durado entre cinco y seis mil millones de años. Como el universo está en expansión, durante ese largo intervalo su tamaño ha ido creciendo. En concreto, el horizonte del universo visible ha crecido con la velocidad de la luz y su radio es del orden de la edad del universo multiplicada por la velocidad de la luz. Si se ha requerido un tiempo de unos cinco o seis mil millones de años para la formación de las primeras células, ello significa que el radio del universo debió haber alcanzado un radio de unos cinco o seis mil millones de años-luz cuando apareció la primera célula. 001-218 Cerebro.indd 19 14/04/11 10:27 20 C E R E B RO Y U N I V E R S O Como para llegar a una especie inteligente se ha necesitado, al menos en nuestro planeta, unos cuatro mil millones de años adicionales de evolución, se sigue que para que pueda existir un cerebro capaz de albergar inteligencia es necesario un universo del orden de diez mil millones de años-luz: la inmensidad del universo es condición necesaria para la existencia del cerebro. Resulta interesante, asimismo, que hayamos podido observar, con telescopios muy potentes y antenas de microondas, los confines del universo observable. Eso no significa que conoz- La exploración del universo ha ido avanzando a medida que contaba con nuevos métodos de observación que permitían alcanzar mayores distancias y detectar objetos más tenues. Actualmente se han podido observar miles de millones de galaxias. Fotografía: CC rmforall 001-218 Cerebro.indd 20 14/04/11 10:27 Espacios y cartografías: galaxias y neuronas 21 camos todo su contenido: por ejemplo, la materia que conocemos sólo forma el cinco por ciento del universo a que tenemos acceso, y la materia oscura y la energía oscura, dos componentes de los cuáles sólo conocemos los efectos pero no la constitución, forman el noventa y cinco por ciento restante. Tampoco sabemos mucho de los otros sistemas planetarios, aunque ya llevamos observados algo más de doscientos, con unos quinientos planetas en total, desde 1996. A pesar de ese desconocimiento, que hayamos podido alcanzar a observar los límites máximos del universo que nos resulta accesible es una proeza del cerebro humano, no en su individualidad, sino colectivamente, interaccionando mediante la palabra, los números, la cultura, la ciencia. La perspectiva de la interacción Para algunos pensadores, el espacio es una relación, más que una entidad objetiva. Lo creen así filósofos como Leibniz, y ha inspirado a algunos científicos, como Einstein. En efecto, para Einstein fue una decepción que sus ecuaciones para el espaciotiempo de la relatividad general admitieran solución para una sola partícula; habría preferido que sólo hubieran admitido la existencia del espacio para dos o más partículas, como relación dinámica entre ellas. Si nos fijamos en las consecuencias físicas de la distancia entre dos cuerpos, más que en el valor concreto que se pueda asignar a esa distancia, observamos que para que dos galaxias no interaccionen deben estar muy separadas entre sí, algunos millones de años-luz, ya que la fuerza de la gravitación decrece de manera relativamente lenta con la distancia. En cambio, las neuronas interaccionan a través de pequeñas separaciones, las sinapsis, pero no todas las neuronas están conectadas entre sí. Los patrones de conexión en redes neuronales son complejos, dinámicos, determinados en parte por los genes y abiertos, aún en mayor 001-218 Cerebro.indd 21 14/04/11 10:27